Imagen aérea del sector Bassins á flot. Fuente: ANMA (Agence Nicolas Michelin & Associés); / © Sergio Grazia
Burdeos es una ciudad marítima sin mar. Su puerto fluvial fue el motor de la prosperidad bordelesa (con el impulso del afamado vino de la región). En el extremo norte de su extraordinario casco histórico, conocido como Puerto de la Luna e incluido en el Patrimonio de la Humanidad, se construyeron las Bassins à flot, unas peculiares dársenas que propiciaron el crecimiento industrial de su entorno. Pero a finales del siglo XX la zona comenzó a declinar, quedando un conjunto de espacios obsoletos en una situación privilegiada que planteó un importante reto: ¿Cómo transformar estas amplias zonas industriales y económicas abandonadas en un barrio del siglo XXI, ampliando el actual centro de la ciudad, y todo ello preservando el valor universal de estos lugares?
La respuesta fue la puesta en marcha en 2010 de una ambiciosa operación de renovación urbana integral que avanza venciendo las dificultades propias de una intervención tan compleja. Y las Bassins à flot, además de proporcionar el nombre al proyecto, se han convertido en su corazón y su emblema.
[este artículo fue objeto de una ponencia de José Antonio Blasco en las jornadas de Arquitectura y Paisaje “Ciudades en la memoria” organizada por
la Asociación Tajamar y el Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria en
octubre de 2020. Fue incluida en el libro AA VV “Ciudades portuarias en la
memoria”, Ed. Asociación Tajamar, 2020]
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Burdeos es una ciudad marítima sin mar o, mejor dicho, Burdeos es una ciudad
marítima con un mar de agua dulce, porque su puerto es fluvial con un cauce muy
amplio. La ciudad se encuentra a unos 100 kilómetros de la desembocadura del
estuario que forman el río Garona y el Dordoña: la Gironde. Este extenso
curso acuático, de unos 75 kilómetros de longitud y 12 de anchura en la
boca, así
como el Garona hasta la propia ciudad, son navegables para buques de gran calado.
Esta circunstancia posibilitó esa paradójica situación de ciudad
interior portuaria que gozaría de un intensísimo tráfico de navíos,
principalmente cargueros que transportaban el afamado vino de la región.
Por eso, aunque no esté en la costa, Burdeos es una ciudad atlántica y su actividad portuaria se remonta a muchos siglos atrás, ya que su emplazamiento, en un cruce de vías terrestres, fluviales y marítimas, sedujo a numerosos pueblos a lo largo de su dilatada y agitada historia, que es una sucesión de altibajos vinculados a las circunstancias políticas de cada época.
Relieve del entorno de Burdeos. El círculo trazado tiene un radio de 100 kilómetros y centro en la ciudad. Fuente: a'urba / Mollat / INSEE; Atlas de la Métropole Bordelaise y Elaboración propia
Apunte sobre la evolución
histórica de Burdeos.
El
primer Burdeos fue conocido como Burdigala, un asentamiento galo/celta conquistado por los romanos hacia el
año 60 a.C., que comenzó a prosperar con el imperio, llegando, en el siglo III,
a ser la capital de la Galia Aquitania.
Esa distinción impulsó un desarrollo urbanístico y monumental muy importante que
reconfiguró la ciudad. La traza actual del Burdeos histórico todavía recuerda
la de aquella lejana Burdigala y también la del modesto puerto interior
de la misma. El recinto seguía aproximadamente Cours de l’Intendence (aunque las murallas estaban entre esta vía y
el eje paralelo Rue de la Porte
Dijeaux/Rue Saint-Rémi), Rue des
remparts, Cours d’Alsace-et-Lorraine
y el rio. El puerto romano es “recordado” por el trazado de calles como Rue Parlement Sainte-Catherine o Rue du Cancera. No sucede lo mismo con la
arquitectura: quedan escasos testimonios del anfiteatro o Palais Gallien como único testimonio de aquella época. Tras la caída del
Imperio romano occidental, la ciudad sufrió saqueos y dominios alternos de
diferentes pueblos medievales (vándalos, visigodos, merovingios, etc.) que la sumieron
en un largo periodo de oscuridad.
Burdeos
“renacería” siglos después con la evolución del Ducado de Aquitania que había sido constituido por los reyes
francos en el siglo VII. El matrimonio de la duquesa Leonor de Aquitania con
Enrique de Plantagenet supondría un cambio radical para la región porque, en
1154, Enrique se convirtió en Enrique II, rey de Inglaterra. La incorporación
de Aquitania a la Corona inglesa favoreció la exportación de vino a las islas
británicas, iniciándose una brillante etapa para el puerto y, en consecuencia,
para la ciudad. La adscripción inglesa de Aquitania se mantendría hasta el
final de la Guerra de los Cien Años (1337-1453), que enfrentó a Francia e
Inglaterra, con la victoria gala. El Ducado quedaría anexionado a Francia
perdiendo su autonomía y los lazos con las islas.
Aunque
esto frenaría inicialmente el desarrollo portuario y urbano, el comercio
colonial relanzaría su actividad. Luis XIV creó líneas regulares con
Norteamérica y las Antillas, y Burdeos se convertiría en el primer puerto
francés (y segundo del mundo tras Londres). A sus muelles llegaba café, cacao,
azúcar o algodón, que eran distribuidos por toda Europa. Y, por supuesto,
estaba el vino, la estrella comercial del puerto (aunque también debe reseñarse
su papel como notable puerto negrero).
Burdeos, 1782. Proyecto irrealizado del canal de cintura con sus dársenas circulares reguladoras junto al rio. Fuente: Archives Bordeaux Métropole
El
negocio del vino y el comercio ultramarino irían asentando la recuperación de
la bonanza económica para la ciudad. Gracias a ello, en el siglo XVIII Burdeos alcanzaría su “edad de oro”. Durante esta centuria y gracias a la riqueza
acumulada, los gobernantes de Burdeos iniciaron un proceso de “embellecimiento”
de la ciudad que resultó modélico, puesto que la remodelación urbana de Burdeos
y la arquitectura que se construyó durante el siglo ilustrado se convirtieron
en una referencia. La ciudad medieval se transformó en otra moderna, definida
por innovadores espacios urbanos, como la place Royale (actual place
de la Bourse, plaza de la Bolsa, diseñada por Ange-Jacques Gabriel, dotada
de la espectacular arquitectura que serviría de ejemplo para el resto del
frente fluvial); la place Dauphine (actual place Gambetta); la de
Saint-Julien (hoy Place de la Victoire); o la plaza de la Puerta
de Bourgogne (Place Bir-Hakeim). Igualmente se trazaron los grandes
bulevares y avenidas como lugares para el paseo (destacando las Allées de
Tourny), o se levantaron nuevas puertas, fuentes y jardines. La fortaleza
de Burdeos, el Château-Trompette, se demolió y su emplazamiento quedó a
disposición de la ciudadanía (la grandiosa Place des Quinconces). La
ciudad se llenó de arquitecturas suntuosas, como el Gran Teatro, el Palais
Rohan y otros muchos “hoteles” particulares que consolidaron la renovada
identidad de la ciudad. Aquel Burdeos se convertiría en
un prototipo de urbanismo y arquitectura neoclásicos, irradiando los
ideales del Siglo de las Luces.
La
revolución francesa y las guerras napoleónicas serían muy perjudiciales para la
ciudad que no se recuperaría hasta la Restauración. Entonces Burdeos emergería
como paradigma arquitectónico y urbano para el resto del país. Así, el siglo
XIX, el siglo burgués, volvería a posicionar a la ciudad en los puestos de
privilegio, con un crecimiento importante que le llevaría desde los 90.000
residentes de 1800 a los casi 300.000 a finales de la centuria y principios de
la siguiente. Esta preminencia sería reconocida con gestos como el de llamar
para el gobierno de París al Barón Haussmann, que había sido prefecto de
Burdeos, con el objeto de aplicar a la capital francesa las ideas urbanas
experimentadas en la ciudad del Garona.
A
lo largo del siglo XX, Burdeos mantuvo su relevancia observándose que, aunque
la ciudad central sufriría un descenso demográfico en el tercer cuarto de siglo
(en la actualidad cuenta con unos 240.000 habitantes), la metrópoli alcanzaría
los 720.000 aproximadamente (la sexta ciudad francesa tras París, Marsella,
Lyon, Lille y Toulouse) y su área metropolitana, la denominada Aire Urbaine
de Bordeaux, llegaría a 1,2 millones de habitantes.
El
desarrollo urbano de la zona sería intenso y extenso, pero nuestro interés se
quedará dentro de los límites de la antigua ciudad portuaria que había ido consolidándose
en uno de los meandros del curso final del rio Garona. Esta circunstancia fue
la causa de su peculiar configuración, que recuerda a luna creciente (croissant).
Esa analogía explica el sobrenombre que recibiría el puerto: el Puerto de la
Luna (Port de la Lune), denominación que por extensión designaría a
todo el Burdeos histórico.
En el año 2007, la UNESCO reconoció el valor del casco bordelés, del “Puerto de la Luna”, incluyéndolo en su preciada lista del Patrimonio de la Humanidad. El conjunto protegido es extenso (unas 1.810 hectáreas) y abarca la zona interior de los bulevares hasta el río. La UNESCO dice de Burdeos que “el centro histórico de esta ciudad portuaria del sudoeste de Francia posee un conjunto urbanístico y arquitectónico excepcional creado en el Siglo de las Luces, cuyos valores han perdurado hasta la primera mitad del siglo XX. Burdeos es, después de París, la ciudad francesa con más monumentos históricos protegidos. Fue un centro de intercambios culturales a lo largo de más dos milenios, sobre todo a partir del siglo XII, época en la que se estrecharon sus vínculos con la Gran Bretaña y los Países Bajos. El trazado urbano y los conjuntos de edificios construidos desde principios del siglo XVIII no sólo hacen de esta ciudad un ejemplo excepcional de la arquitectura neoclásica, sino que además le confieren una coherencia y unidad extraordinarias. El urbanismo de Burdeos refleja el triunfo de los ideales de los filósofos del Siglo de las Luces, que aspiraban a hacer de las ciudades verdaderos crisoles del humanismo, la universalidad y la cultura”.
Las Bassins à flot
en la memoria.
La historia nos muestra como Burdeos obtuvo ventajas estratégicas de su
situación interior respecto al litoral al sumar conectividad con seguridad.
Pero esa virtud acabaría convirtiéndose en un hándicap a partir de la caída del
Antiguo Régimen y la llegada de la Revolución Industrial. Otros puertos
marítimos franceses que disponían de mejores condiciones naturales, como
Nantes, Le Havre o Marsella, comenzaron a prosperar aceleradamente mientras que
el de la capital aquitana quedaba relegado en la carrera por captar cuota de
mercado. Para evitar esa pérdida de posición, Burdeos se afanó en ampliar
sus instalaciones más allá de la orilla fluvial y en disponer de
tecnología de vanguardia para competir con aquellos otros puertos.
Las propuestas para incrementar la capacidad del puerto bordelés
prolongando hacia el interior la línea de muelles ya habían comenzado en el
siglo XVIII, aunque las ideas no llegarían a concretarse. Es el caso del proyecto
sugerido en 1782 para realizar un Canal de Cintura que envolviera la ciudad,
con unas dársenas circulares en sus extremos junto al Garona que debían actuar
como esclusas reguladoras. También a finales del siglo ilustrado se propuso la
remodelación del Château-Trompette y su entorno para ubicar allí nuevos
muelles. Otros planteamientos se sucederían a lo largo de la primera mitad del
siglo XIX pensando en ocupar la margen derecha del Garona. Intentos posteriores
que aspiraban a construir una dársena de carenado tampoco se confirmarían. La
ampliación portuaria se convertiría en una obsesión durante el Segundo Imperio
francés y, finalmente, en 1867 se dieron las condiciones para que las ideas
pasaran a la realidad en el extremo norte del Puerto de la Luna, el
destino de nuestra atención.
La nueva propuesta presentaba unas dársenas “flotantes” (Bassins á
flot) reguladas por exclusas que, se convertirían en una de las construcciones
más importantes de aquel periodo llegando a ser un símbolo del momento. Las Bassins
à flot fueron posibles, sobre todo, gracias al decidido impulso de varios
políticos con capacidad de liderazgo. El proyecto se redactó en 1868 y las
obras comenzaron al año siguiente, prolongándose hasta 1882, aunque desde 1879
la primera dársena estuvo operativa. La segunda se aprobó en 1905 y se concluyó
en 1912. Hubo intentos de construir una tercera dársena, pero esa idea no llegó
a cuajar.
Las Bassins á flot a principios del siglo XX. Fuente: desconocida.
El entorno de las Bassins à flot, es decir, el norte del distrito de
Chartrons y, principalmente, el barrio Bacalan, quedaría determinado
por su presencia. La ampliación de la línea de muelles propició la
instalación de una quincena de grúas y la ubicación de varios edificios enormes,
como el almacén de lanas o los pabellones (halles) metálicos. También se
levantó el puente del Pertuis para permitir la comunicación entre las
dos dársenas. Las nuevas instalaciones forzaron la remodelación de los
bulevares septentrionales de Burdeos que fueron reconducidos más allá de la
calle Rivière. Se abrirían nuevas vías que irían estructurando los
terrenos circundantes y también alguna plaza como la circular de 35 metros de
radio. También fueron edificándose nuevos equipamientos como la antigua
estación ferroviaria del Médoc o la estación Saint-Louis de manera que las vías
de tren también condicionarían la ordenación de la zona. Todo ello fue
configurando el entorno de las dársenas como un sector logístico, comercial e
industrial que, en el caso del barrio Bacalan se veía, además, separado
del resto de la ciudad.
La zona sufriría una insólita conmoción durante la Segunda Guerra Mundial.
La particular ubicación de Burdeos con relación al mar hizo que los alemanes
advirtieran las posibilidades de esa localización, resguardada y accesible a la
vez. Por esas razones, junto a las Bassins à flot se levantaría una gigantesca
base de submarinos. Las obras comenzaron en 1941 y fueron terminadas en
1943. La construcción es espectacular por su tamaño (245 metros de longitud,
162 de anchura y 20 de altura) y por sus características, como muestra el hecho
de que el conjunto de capas de la cubierta de hormigón armado tenga un espesor
de siete metros. El final de la contienda conllevó la finalización de la actividad
en la instalación militar, pero esta no fue derruida (se había concebido como
una obra indestructible y así fue, aunque los motivos fueran principalmente
económicos por su elevadísimo coste). En la actualidad, la base se mantiene como
un sorprendente recuerdo de aquel ominoso periodo (y, como veremos, reconducida
para actividades culturales).
Junto a las Bassins à flot se levantó la gigantesca base de submarinos. Fuente: Wikimedia. Creative Commons.
El puerto fue el indudable motor histórico
de la prosperidad bordelesa (con el impulso del vino de la región) pero también
su talón de Aquiles. La competencia con otros puertos, que animó en su momento
la aparición de instalaciones como las Bassins à flot, no solo no cesó,
sino que fue en aumento. Por ello, Burdeos continuó a lo largo del siglo XX con
la modernización de sus instalaciones portuarias, acondicionando el canal de la
Gironde y construyendo nuevos muelles, estrategia que culminaría en el
actual Puerto de Burdeos (Bordeaux port Atlantique), que mueve
entre 8 y 9 millones de toneladas de mercancías al año gracias a sus siete
terminales ubicadas a lo largo del estuario, desde la capital aquitana hasta la
desembocadura.
En consecuencia, el tráfico del antiguo
puerto urbano, el Puerto de la Luna, iría reduciéndose drásticamente y
los escasos barcos que atracaban en él iban más llenos de turistas que de
mercancías. Lógicamente, el declive de la actividad también afectó
a las Bassins à flot, de manera que muchas de las instalaciones
perdieron su razón de ser, tanto las propiamente portuarias como que dependían
del tráfico comercial.
Para superar ese complicado contexto
político, económico y urbano se comenzaría a impulsar la estrategia de
recuperación del puerto fluvial como espacio ciudadano. La incorporación a la
ciudad de la línea de muelles de la orilla, contigua a los lugares más
emblemáticos y monumentales de Burdeos, ofrecía unas condiciones ciertamente
favorables; pero la zona de las Bassins à flot, que pasaron de ser un lugar
hiperactivo que alimentaba un entorno comercial e industrial a un espacio
obsoleto repleto de instalaciones decadentes, era muy diferente.
Allí, la ciudad se enfrentaba a una situación conflictiva, pero los problemas suelen
llevar asociados oportunidades. En este caso, se disponía de un extenso
territorio limítrofe por el norte con el centro monumental e incluido dentro del Puerto
de la Luna, el área protegida como Patrimonio de la Humanidad, y, además, muy bien
comunicado con el centro (gracias a una línea de tranvía), hecho que le
otorgaba un gran potencial de desarrollo.
Burdeos
se enfrentó a un importante reto: ¿Cómo transformar estas amplias zonas industriales
y económicas abandonadas en un barrio del siglo XXI, ampliando el actual centro
de la ciudad, y todo ello preservando el valor universal excepcional de estos
lugares? Este desafío, del que los promotores públicos de la renovación
eran muy conscientes, marcó el rumbo a seguir con los siguientes objetivos
principales:
• Reconversión de un sitio industrial y portuario
abandonado en un barrio renovado que debería caracterizarse por la mezcla
tanto funcional como social.
• Reconquista de este territorio, punto de conexión entre
barrios estratégicos para el proyecto «Bordeaux 2030» (ampliado
actualmente a «Bordeaux 2050»), e integración con el sector central
de Burdeos y la otra orilla.
• Puesta en valor de las dársenas, incluyendo sus
especificidades patrimoniales, culturales e identitarias en el proyecto urbano (potenciando
el “espíritu del lugar”, el “genius loci”)
Imagen general del Proyecto Bassins à flot. Fuente: ANMA (Agence Nicolas Michelin & Associés)
Las Bassins à flot,
una visión hacia el futuro
La respuesta fue la puesta en marcha de una ambiciosa operación de
renovación urbana integral, que recibiría el nombre de las emblemáticas
dársenas. Bassins à flot se convertiría en una actuación con
importantes cometidos urbanos y sociales. Las cifras de la operación dan muestra
de su envergadura:
• Extensión: se interviene sobre 162 hectáreas (22 de las cuales son agua)
• Construcción: Se proponen 700.000 m2 construidos (440.000 residenciales y
260.000 actividad)
• Residencial: 5.400 viviendas, de las cuales el 61% son de acceso libre y el
resto con diferentes grados de protección social.
• Dotacional: 25.000 equipamientos, 96.000 terciario, 82.000 industrial/náutico
y 57.000 comercial.
• Económico: Previsión de 6.000 empleos.
Las características más destacables del proyecto Bassins à flot
podrían sintetizarse en las siguientes consideraciones:
Una operación de colaboración entre el sector público y
el privado
El plan, cuya primera versión fue propuesta en 2010, fue diseñado
por el equipo de arquitectos y urbanistas ANMA (Agence Nicolas Michelin
& Associés) junto a la entonces denominada Communauté Urbaine de
Bordeaux, CUB, (actual Bordeaux Métropole), el ayuntamiento de
Burdeos (Mairie de la Ville de Bordeaux) y la autoridad portuaria (Bordeaux
port Atlantique)
Se planteó un horizonte temporal de 15 años (hasta 2025) aunque la realidad
está empujando la fecha de conclusión hacia adelante. Las obras comenzaron en
2012 y siguen en la actualidad.
La inversión inicialmente prevista rondaba los 125 millones de euros dentro
del marco de un PAE (Programme d’Aménagement d’Ensemble), un sistema de
financiación que permitía la participación de inversores privados en los
proyectos públicos. Estos procedimientos administrativos fueron abolidos en
2012 de manera que Bassins à flot fue uno de los últimos. La aportación
pública se estima en 71 millones (29 aportados por Bordeaux Métropole y
42 por el Ayuntamiento), mientras que los desarrolladores privados contribuyen
con 54 millones.
Una operación que trasciende el barrio para remodelar la
movilidad de toda la ciudad
Además de reconfigurar la conectividad entre los barrios contiguos, Bassins
à flot forma parte de una operación de reestructuración de la movilidad
para toda la ciudad. Desde luego, la intervención urbana transforma
radicalmente el norte del distrito de Chartrons y el barrio de Bacalan.
Las dársenas, que articulan ese encuentro entre estructuras urbanas muy
diferentes, dejan de ser la barrera-frontera que las separaba para convertirse
en un elemento de unión y convergencia. Los enlaces norte-sur proyectados refuerzan
la comunicación tranviaria preexistente que conecta los barrios con el centro.
Además, la intervención también “cose” la ciudad de este a oeste, es decir
las dos orillas del Garona, gracias a la prolongación de la rue Lucien Faure
mediante el puente Jacques Chaban-Delmas (abierto en 2013) que une el
área de las Bassins á flot con el barrio Bastide-Brazza en el
margen derecho. Con ello se transforma la movilidad de la ciudad al comunicar el
cinturón de bulevares y, sobre todo, la Rocade (la autovía de
circunvalación A 630) y el área del Lago (Le Lac) con la otra ribera del
río.
Una operación que une el pasado con el futuro
Sobre la base infraestructural se diseña un entorno renovado que se
apoya en las preexistencias industriales que le aportan carácter (el “espíritu”
del lugar), pero se proyecta decididamente hacia el futuro gracias a las
nuevas edificaciones, que acogerán nuevos residentes, nuevas empresas y nuevos
equipamientos.
Entre los elementos conservados más significativos destacan la inevitable base submarina, el Nautilus o la casa del reloj, así como algunos elementos portuarios e industriales que se encargan de recordar el origen de la zona (grúas, algún almacén industrial, etc.) Además, el paisaje urbano final pretende ser un reencuentro con el pasado industrial, no solo por la conservación de ciertos elementos sino también porque las nuevas propuestas se inspirarían en él. Así, las tipologías de los edificios retoman un vocabulario histórico para mantener el espíritu del lugar: hangares y naves habitadas, cubiertas serradas, torres industriales y silos, inspiran y generan una combinatoria que, con un lenguaje contemporáneo, recuerda el pasado industrial del barrio.
La evolución del barrio se constata en la propuesta del nuevo espacio urbano, particularmente en la “plataforma portuaria” y también en la ordenación de manzanas y recorridos-sendas. También en la nueva programación de usos que, en algunos casos trascienden la escala del barrio para ser dotaciones para toda la ciudad. En general, el ambiente urbano queda caracterizado por unas plantas bajas comerciales y dotacionales, además de una fuerte apuesta por lo peatonal y la movilidad alternativa (bicicleta fundamentalmente).
Una operación integradora funcional y socialmente
El programa acoge una mezcla de usos que integra lo residencial, el
comercio y otras actividades económicas con el ocio y los equipamientos
institucionales. Además, la previsión es favorecer la integración social gracias
a la convivencia entre viviendas de acceso libre y otras protegidas
socialmente.
Una de las apuestas más decidida es la de potenciar la vida cultural en la
zona con equipamientos tan emblemáticos como el centro cultural y turístico del
vino, la Ciudad del vino (Cité du vin) o la reconversión de la
base submarina como escenario de arte digital (Bassins lumières).
La Ciudad del Vino se ha convertido en uno de los iconos del proyecto Bassins à flot. Foto: CéCédille (licencia Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 2.5) |
Una operación ejemplar en materia de sostenibilidad
Otro de los objetivos fue la sostenibilidad proponiendo un barrio ejemplar en
el que los edificios sirvieran de laboratorio experimental en materia de
consumo y energías renovables (incluso apostando por la madera como recurso,
dada la proximidad de las Landas)
Una operación con un método de trabajo participativo
El proyecto es una cooperación público-privada que pretende ir más allá de
la colaboración entre sectores en materia de inversión. Aspira a integrar las
decisiones constituyendo un foro, el Atelier des Bassins, como experimento
de participación con el dialogo como método de trabajo. Los planes iniciales se
convierten así en marcos de actuación que establecen los principios urbanos y
el espíritu para los futuros promotores/constructores que presentan sus
propuestas al atelier con el objetivo de ser aceptadas o matizadas por
los intervinientes. Además, para garantizar la diversidad formal de cada
manzana, estas tienen diferentes autores que proyectan los diferentes edificios,
contando con un equipo que coordina el conjunto.
Esquema de la red de espacios verdes, sendas y paseos arbolados. Fuente: ANMA (Agence Nicolas Michelin & Associés); BORDEAUX - BASSINS A FLOTS. Dossier de presentation du Plan Guide. Janvier 2011 |
Las ideas fuerza del diseño
Para finalizar, apuntamos las principales ideas-fuerza adoptadas por
el equipo multidisciplinar de ANMA como directrices el proyecto:
• La plataforma portuaria como núcleo. El
protagonismo de la intervención se cede a la plataforma portuaria, corazón de
la propuesta y elemento que aporta “alma” (espíritu del lugar), gracias a su
historia y a las preexistencias que se mantienen. El entorno acuático se
convierte en un nuevo lugar de atracción y encuentro, de convergencia urbana y
vecinal.
Plataforma portuaria como base para el “agua activa”. Fuente: ANMA (Agence Nicolas Michelin & Associés); BORDEAUX - BASSINS A FLOTS. Dossier de presentation du Plan Guide. Janvier 2011 |
• Puesta en valor de los elementos patrimoniales
conservados, reutilizando los edificios más significativos y piezas icónicas
del pasado industrial y portuario, al margen, por supuesto de las condiciones estructurales
obligadas por la forma de las dársenas y esclusas.
• Frente a la parcelación en largas hileras del barrio de Chartrons
o las manzanas aisladas de Bacalan, se propone la creación de un nuevo
tejido urbano que resulte permeable para acceder desde los dos barrios al
núcleo de las dársenas.
• Ordenación del sector basada en macro-manzanas (macro-lots)
que individualmente presentan diversidad funcional y social, concretada en la
mezcla de usos (residencial-económico-social) y de viviendas (de acceso libre y
con diferentes grados de protección pública).
Nomenclatura de las macromanzanas. Fuente: ANMA (Agence Nicolas Michelin & Associés); Obtenida en http://www.bordeaux2030.fr/bordeaux-demain/Bassins-flot |
• Estructura de sendas paisajísticas (sentes),
peatonales y verdes, que atraviesan las manzanas siguiendo la dirección NE/SO
hacia el núcleo de las dársenas. Estos recorridos se
convierten en uno de los lugares
más originales de la operación.
Imagen de las sendas paisajistas que atraviesan las macro-manzanas. Fuente: CITY LINKED Agence de conseil en stratégies urbaines |
• Implantación arquitectónica particular con
predominio de ejes longitudinales perpendiculares al gran eje acuático para repartir
las vistas hacia las dársenas entre el mayor número de edificios.
Con todo, el proyecto, del que ya se han realizado avances significativos,
continúa hacia adelante venciendo las dificultades propias de una intervención
tan compleja.
Muy buen blog!
ResponderEliminarTe invito a visitar el mío!
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Muchas gracias!
que gran trabajo de restauracion.
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