La calificación
de determinadas zonas de las ciudades como “barrios bajos” suele ir vinculada al
carácter de la población que los habita, generalmente asociada a un bajo poder
adquisitivo y a problemática social.
En Madrid, el origen de la
denominación fue diferente, en lugar de social tuvo una causa geográfica. Los conocidos antiguamente como “barrios
bajos” eran los que estaban situados a una cota topográfica inferior a la de la
ciudad amurallada.
Conforme la
ciudad crecía y se redefinían los límites de la misma con sucesivas murallas,
esas zonas, situadas al sur, quedaban fuera de los recintos debido a las
dificultades para su urbanización. Eran unas laderas con fuerte pendiente hacia
las riberas del rio Manzanares y surcadas por muchos barrancos.
No obstante,
estas “zonas bajas” (y “periféricas”) acabaron integradas en la ciudad, alojando
a una población que, por lo general, no podía acceder al centro de la ciudad
por causas económicas. Así pues, la noción de “barrios bajos”, fue derivando desde
una base topográfica hacia la caracterización de la mayoría social que los
habitaba.
Estos barrios son tres, San Francisco,
El Rastro y Lavapiés.
Tres arrabales que crecieron de forma autónoma, con criterios diferentes, pero
que terminaron fusionándose.
La
denominación ha desaparecido, aunque siguen representando el casticismo y
ciertas esencias populares muy características de Madrid.
La consolidación de
los “barrios bajos”
El origen
militar de Madrid condicionó su desarrollo. Las virtudes de su abrupta localización,
fundamentales para la defensa medieval, se convirtieron en graves dificultades
para los crecimientos durante los siglos posteriores, y particularmente para
representar su papel de ciudad capital del Imperio Español.
Uno de los
problemas surgía en el sur, donde unas laderas de pendiente importante, y
surcadas por numerosos barrancos que caían hacia el río Manzanares, impidieron
durante mucho tiempo su urbanización. Las sucesivas ampliaciones de la muralla
hispano musulmana marginaron esa zona, dejándola fuera de los recintos. Tanto
la “Cerca del Arrabal”, como la Muralla de Felipe II, así lo hicieron. Esta ampliación
se realizó esencialmente hacia el Este y el Norte, olvidando el Oeste y el Sur
por las dificultades que implicaba el relieve. En cierto modo, la muralla era
una “cornisa” en lo alto, vista desde el río.
Pero su carácter
exterior a la ciudad regulada no impidió que en ese lugar se aposentaran muchos
de los inmigrantes que no podían acceder al núcleo interior por falta de
recursos económicos.
Su carácter
de zona baja topográfica, respecto a la ciudad interior ubicada en lo alto, creó la etiqueta de “barrios bajos”, lo
que unido a las características de la población que fue asentándose allí (las clases
sociales más desfavorecidas), le hizo
perder su significado topográfico para acabar asociándose definitivamente a las
peculiaridades de su población, la más humilde de Madrid, la más “baja” en
el escalafón social.
Estas zonas
de crecimiento espontáneo y desregulado disfrutaban de una gran vitalidad, reforzada
por la aparición de mercados extramuros. Los arrabales fueron consolidándose con
una extraordinaria densidad residencial, con la consecuente carencia de
espacios libres y la casi total ausencia de edificios públicos relevantes de ámbito
municipal. Una de las tipologías residenciales
más habituales fue la “corrala”.
Por otra
parte, estos barrios han representado
durante mucho tiempo la “esencia” del casticismo madrileño, (la manolería)
y por ello han sido escenario de zarzuelas, obras teatrales, o sainetes que
reflejaban el tema de lo castizo.
La
construcción de la muralla de Felipe IV en 1625, supondrá la inclusión de estos
arrabales dentro del recinto urbano y la consolidación definitiva de los
mismos.
Estos barrios son tres, San Francisco,
El Rastro y Lavapiés.
Presentan crecimientos distintos, tanto por las singularidades derivadas de la peculiar
topografía de cada zona como por los modelos de referencia que siguieron y que
son identificables en la trama todavía. Estos modelos estructurales teóricos se
vieron bastante distorsionados en su ejecución real y modificados además por
las transformaciones sufridas con el paso del tiempo.
Esquema conjunto de los tres barrios |
Superposición del esquema con la ortofoto actual (google earth) |
Superposición del esquema sobre el Plano de Texeira de 1656 |
Barrio de San
Francisco
En el
suroeste, el convento de San Francisco (fundado en 1217) impulsó la edificación
de su entorno, actuando como polo de atracción y como límite ya que, a partir
de él, las elevadas pendientes que caían hacia el rio Manzanares impedían la
urbanización.
Modelo teórico del Barrio de San Francisco surgido a partir del segundo recinto |
La Puerta
de Moros, enclavada en el segundo recinto (el denominado
hispano-musulmán), era un punto principal
de acceso a la ciudad por el sur y se convirtió en centro de un trazado viario
orbital y radial, en el que las calles radiales se fijaron en función de
las diferentes metas:
· en dirección Oeste, hacia las
Vistillas, para conectar con el camino de Segovia,
· en dirección Suroeste, hacia el propio
convento de San Francisco,
· en dirección Sur, hacia el camino de San
Isidro (y los Carabancheles),
· en dirección Sureste, iniciando el
camino de Toledo,
· en dirección Este-Sureste, se trazaron
dos radios entre los que surgió la Plaza de la Cebada como nodo urbano para mercado
extramuros de productos agrícolas, y
· hacia el Noreste, siguiendo el
recorrido, aproximadamente circular, de esa segunda muralla, un radio que se
dirigía hacia la Plaza Mayor, mercado y punto neurálgico de la ciudad.
El modelo teórico radio-concéntrico se
verá deformado con la ejecución de las vías orbitales y sus edificaciones, aunque pueden abstraerse tres
vías concéntricas, superpuestas a la trama radial, que van conformando unas
manzanas en forma de coronas circulares. El último orbital actúa como circunvalación
recogiendo las radiales desde San Francisco. Parte de esta disposición radial
trascenderá los límites del arrabal condicionando el futuro trazado del Barrio
del Rastro.
Modelo teórico del Barrio de San Francisco y del tercer recinto. |
El Barrio de
San Francisco irá transformándose con el paso del tiempo. En primer lugar, con
las ampliaciones del recinto de Madrid (con la “Cerca del Arrabal”, que incluyó
dentro de la ciudad la zona al norte de la Plaza de la Cebada; con la Muralla
de Felipe II, que siguió el modelo y resultaría esencial en la configuración de
los restantes “barrios bajos”; y con la última muralla, la de Felipe IV que acotará
el Madrid Antiguo). En segundo lugar, el Barrio se transformó con las remodelaciones
viarias interiores realizadas durante los siglos XIX y XX (apertura de la calle
Bailén y su viaducto o el trazado de la Gran Vía de San Francisco y la reforma
de sus aledaños).
Superposición del esquema teórico del barrio de San Francisco con la ortofoto actual (google earth) |
Barrio de Lavapiés
En la zona Este,
se desarrolló el Barrio de Lavapiés, presentando unos límites bien definidos.
Por el Oeste, finalizaba en la calle Embajadores, que lo separa del Barrio del Rastro ejerciendo una especie de
divisoria ya que las calles del Rastro que acometen a ella lo hacen con una
pendiente pronunciada en dirección perpendicular; y, por el Este, el límite se
situaba en el sistema formado por la calle Santa Isabel y Atocha.
En el
interior de estos bordes urbanos, se
conjuga una estructura de tridente
invertido (irregular y con varias derivaciones) con unos trazados de referencia regular formados por grandes
manzanas aproximadamente rectangulares.
Los tridentes
o los abanicos viarios son una estructura habitual en las ciudades antiguas desarrolladas
habitualmente a partir de puntos singulares de acceso, de forma que la ciudad
es el punto de origen que irradia los recorridos hacia el exterior. No es tan
habitual el caso contrario en el que varias calles se agrupen en una. Este
heterodoxo caso es el que presenta el Barrio de Lavapiés. La base de este
trazado hay que buscarlo en la topografía con una serie de barrancos que iban
uniéndose.
Esquema teórico del Barrio de Lavapiés |
El tridente,
ubicado en el centro del barrio (de hecho, el punto de origen para la dispersión
viaria es la Plaza de Lavapiés, el corazón del barrio), separa las dos zonas de
trazado regular, aunque cada una de ellas es muy diferente entre sí. Hacia la calle Embajadores queda la más
ordenada (debido a la inexistencia de influencias de tramas contiguas, puesto
que el Rastro era todavía terreno ocupado parcialmente). Y hacia Atocha, aparece
una trama con aspiraciones de regularidad pero con resultados menos rotundos
por la influencia de las trazas del arrabal de Atocha. Esta diferenciación se
manifestará incluso socialmente, hacia Embajadores aparecerá el barrio más
peculiar y hacia el Este, la “idiosincrasia” del barrio se iría perdiendo en
una gradación que acaba en el barrio de Atocha, que acogía a una población de
mayor nivel social.
El barrio, casi
totalmente residencial, fue densificándose hasta alcanzar unas cifras
extraordinarias. Consecuencia de ello fue la ausencia de espacios libres con la
excepción de la propia plaza de Lavapiés y los entornos de las fuentes de agua
potable. Por las características sociales, la zona carecía casi por completo de
edificios representativos y los pocos que había no alcanzaban la categoría
suficiente para trascender el barrio (salvo quizás la Inclusa, que no aportaba
demasiada categoría; las Escuelas Pías de San Fernando destinadas a la
educación niños humildes o algún edificio esporádico en su parte sur, surgido gracias
a las reformas borbónicas, como fue la Fábrica de Tabacos).
Lavapiés,
incorporado al recinto urbano a partir de 1625 con la construcción de la
muralla de Felipe IV, se consolida como parte de la ciudad. Y desde ese momento
va a presentar pocas modificaciones hasta la actualidad.
Solamente se
verá reformada su parte sur con la modificación borbónica de la muralla, para
adaptarla a los nuevos paseos de Ronda. Las puertas secundarias (portillos) de
Embajadores y de Lavapiés (ó Valencia) serán trasladadas a la nueva ubicación,
y la glorieta de Embajadores y la nueva calle Miguel Servet reestructurarán los
accesos al barrio desde el Sur. También en los últimos años, se han producido
procesos de esponjamiento que han permitido la aparición de nuevas plazas por
derribo de edificaciones (Parque de Cabestreros ó Parque de Agustín Lara) y algunas
actuaciones rehabilitadoras (pavimentaciones, arbolados, consolidación de
corralas típicas o de alguno de los edificios públicos) que han remodelado el
tejido urbano del barrio.
Superposición del esquema teórico del Barrio de Lavapiés con la ortofoto actual (google earth) |
Barrio del Rastro
En el centro,
entre los anteriores Barrios de San Francisco y Lavapiés, el Barrio del Rastro,
fue el último en consolidarse posibilitando la unión entre ambos ya que,
entonces, se encontraban separados por un barranco bastante abrupto (actual
calle Ribera de Curtidores).
El
significado de la palabra “rastro”
aporta datos reveladores sobre la esencia inicial del barrio. Rastro, según la
definición académica, es el lugar donde se matan animales y se manipulan sus
despojos.
Efectivamente,
el Rastro era el lugar donde se fueron aposentando los oficios “molestos e
insalubres”, como mataderos o tenerías de curtidores. Su proximidad al río, que
favorecía la evacuación de residuos, y su carácter exterior respecto a la
ciudad amurallada, señalaron la zona para la implantación de estas “industrias
contaminantes” (y así fue obligado por normativas municipales).
Pronto surgió
el mercado callejero alrededor de esta zona, un mercado para las clases más
humildes donde se negociaba con todo tipo de bienes (destacando los objetos de
segunda mano que alguien no necesitaba, o que debía desprenderse para obtener recursos
o incluso materiales robados). Es el inicio del Mercadillo del Rastro que todavía
perdura y que convierte, los domingos por la mañana, al Barrio en un espacio
muy singular.
Esquema teórico del Barrio del Rastro |
La estructura
del Barrio del Rastro era sencilla. Estaba formada por un eje central (Ribera de Curtidores) que funcionaba
como bisectriz de las dos vías límite de los barrios de San Francisco (calle de Toledo) y de Lavapiés (calle Embajadores). Las tres calles se
unían por el norte, en la puerta de la ciudad (la Puerta de Toledo de la
muralla de Felipe II) formando un tridente poco ortodoxo.
El eje central
del barrio, que ocupaba la vaguada del barranco y ofrecía la particularidad de
contar con un pequeño montículo (el cerrillo del Rastro, que se convertiría en
el “corazón” del barrio), dividía el arrabal en dos zonas. Estos dos sectores
presentan una trama bien diferente debido a la influencia de los barrios
contiguos. El trazado radioconcéntrico del Barrio de San Francisco afectará al
sector Oeste del Rastro aunque quedará ordenado reticularmente, mientras que la
trama de Lavapiés, influirá en el sector Este. La zona sur será muy irregular,
como sucede en todos estos barrios y no se regularizará hasta la reforma
borbónica de la muralla de Felipe IV.
Superposición del esquema teórico del Barrio del Rastro con la ortofoto actual (google earth) |
El Rastro no
ha sufrido modificaciones interiores importantes tras su consolidación. En
cambio, su límite sur se ha visto muy remodelado por las reformas de murallas, por
su posterior desaparición así como por la apertura de nuevas vías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
urban.networks.blog@gmail.com