La occidentalización de Belgrado tuvo una expresión
fundamental en la regularización del trazado urbano.
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Tras analizar
el ejemplo de la “cristianización” de Zaragoza ocurrida en la Edad Media, nos
aproximaremos al caso de Belgrado que, en otro tiempo más reciente (siglos
XVIII y XIX) y, por lo tanto, con otros mecanismos urbanísticos, buscó un
objetivo similar: borrar la huella de su
pasado musulmán. Belgrado, bajo el dominio del Imperio Otomano, había
olvidado la regularidad de sus trazas romanas y se había transformado en una
ciudad oriental, presentando los rasgos típicos del modelo urbano islámico.
Pero con los interrumpidos intentos austriacos y, sobre todo, tras la
independencia conseguida, Belgrado puso en marcha un ansiado cambio radical de identidad para aparecer
como una ciudad occidental europea.
No obstante, la herencia nunca desaparece del todo. Es
recurrente la metáfora que relaciona la ciudad con los palimpsestos, aquellos antiguos manuscritos que reutilizaban
pergaminos anteriores que, aunque hubieran sido borrados, todavía conservaban
rastros de las tintas previas. La ciudad no es una hoja en blanco y ofrece la
posibilidad de indagar en su memoria, aunque en ciertos momentos, una
determinada sociedad haya hecho esfuerzos por eliminar cualquier rastro
anterior indeseado.
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La base a
transformar: Belgrado antigua y Otomana.
En la
antigüedad, los grandes ríos eran como mares y parecían tener una sola orilla.
Así, los extensos cauces, como era el caso del Danubio, proporcionaban fronteras casi infranqueables entre
territorios. Por eso, en la Europa Central, la desembocadura del río Sava en el Danubio fue un punto singular. La
confluencia entre los dos grandes ríos se convertiría en un lugar estratégico, remarcado
todavía más por la existencia de un promontorio, el Kalemegdan, desde el que se dominaba fácilmente el entorno. El Kalemegdan, que se eleva unos 125 metros
desde el nivel de las aguas, dispone de una posición tan privilegiada que no
extraña que estuviera habitado desde el neolítico, como han descubierto las
excavaciones arqueológicas. Desde entonces, el solar de Belgrado sería codiciado
por muchos pueblos, cuestión que llevó a la ciudad a sufrir innumerables
cambios a lo largo de la historia.
La primera
fortaleza constatada sobre la cima del cerro habría sido construida por los
celtas. Los romanos, tras conquistarla en el siglo I a.C., la reformarían
siguiendo los criterios de los castros romanos y la denominarían Singidunum. Singidunum adquiriría relevancia a partir de la instalación en ella
de la Legio IV Flavia Felix en el año
86. Su posición fronteriza entre el Imperio Romano y los “bárbaros” del norte
(sobre todo hunos y godos) le llevaría a ser escenario de numerosas batallas
que acarrearían la destrucción en varias ocasiones del fuerte romano. Años
después, con el paso a la reserva de los veteranos, que se quedaron en la zona,
el cuartel fue ampliado con una colonia que se extendería por la ladera sureste
del monte Kalemegdan. Esa base
colonial romana subyace en calles como Uzun
Mirkova o Kralja Petra, que dan
testimonio de la retícula original, o en la Plaza de los Estudiantes (Studentski Trg) donde se encontraba el
foro central. A poca distancia, aguas arriba del Danubio, sobre una planicie
elevada junto al río, los romanos construirían otro campamento (Taurunum) que serviría de puerto para Singidunum y, que con el tiempo se
convertiría, en la ciudad de Zemun (hoy integrada en Belgrado).
Singidunum (Belgrado) y Taurunum (Zemun), los
asentamientos romanos en la confluencia de los ríos Sava y Danubio.
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Con la
división en dos partes del Imperio Romano realizada en el año 395, Singidunum se convirtió en ciudad-borde
del Imperio Oriental (Bizancio). En 535, Justiniano la rodeó con unas potentes
murallas. Parece que en ese tiempo pudo haber un puente que cruzara el Sava y
conectara Singidunum y Taurunum, facilitando la conexión entre
la órbita oriental y occidental (Taurunum
quedaría dentro del Imperio de Occidente).
Entre los
siglos VII y VIII se produjeron las migraciones de eslavos que se asentaron en
la zona y acabarían expulsando a los bizantinos, cambiando la composición
étnica de la región. En esos tiempos las dos ciudades adquirieron sus denominaciones
eslavas: Singidunum se transformó en Beograd
(Belgrado, que significa “ciudad blanca” posiblemente por el color de la piedra
de sus murallas) y Taurunum en Zemlin
(posteriormente, Zemun). La Edad Media asistiría a una sucesión de conflictos
que convertirían a Belgrado en escenario de violentos combates y en una ciudad
húngara, turca, austriaca o serbia en una sucesión de disputas. Aunque hubo
varios estados serbios que propiciaron periodos de paz, la ciudad siguió siendo
una fortaleza militar hasta bien entrado el siglo XVII. La inestabilidad de la
época llevaría a la población medieval a refugiarse en el interior de la Ciudadela
que, además de la guarnición central, albergaría una Villa Baja (Donji Grad), al oeste de la fortaleza y en contacto con
el rio Sava y una Villa Alta (Gornji Grad), situada al
este de la guarnición. En consecuencia, la ciudad romana, prácticamente
abandonada, entraría en decadencia.
Reconstrucciones del frente fluvial del Sava en el Belgrado
del déspota serbio Stefan Lazarević (hacia 1400)
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La
estratégica situación del lugar volvería ser un “punto caliente” cuando se
convirtió en frontera entre el Imperio Otomano y el Austriaco (luego Austro-húngaro).
Los turcos de Solimán el Magnífico
conquistaron Belgrado en 1521 y la incorporaron a su imperio. Belgrado y el
territorio serbio comenzaron entonces una andadura bajo el control otomano que
duraría tres siglos y medio. En Belgrado se encontraban Oriente y Occidente, lo
islámico y lo cristiano, cuestiones que la convertirían en una etapa de gran
importancia comercial en la ruta entre Viena y Constantinopla.
Grabado del siglo XVI mostrando el frente fluvial del
Danubio en la Belgrado Otomana. A la izquierda se aprecia el barrio Dorćol, destacando
los minaretes de sus mezquitas.
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Los turcos olvidarían
la ciudad romana (que no atravesaba su mejor momento, desde luego), como
refleja el hecho de que el foro fuera utilizado como un cementerio periférico. Los otomanos desarrollarían, sobre todo, el
entorno de la orilla del rio Danubio, donde nacería un barrio típico del
urbanismo islámico, con sus calles sinuosas, sus mezquitas, baños públicos,
etc. El denominado barrio Dorćol acogería las principales
funciones de la Belgrado otomana. Dorćol
significa “cuatro caminos” en referencia al cruce entre Kralja Petra-Dubrovacka y
Cara Dušana. Esta última calle fue la
principal de la Belgrado turca, albergando los comercios e indicando el camino
hacia Estambul. Además, dividía el barrio entre la zona alta que llegaba desde
la antigua ciudad romana, y la baja, que se extendía desde esta calle hasta la
orilla del Danubio. Hoy, Dorćol (a
pesar de las muchas transformaciones sufridas) es considerado el auténtico “centro
histórico” de Belgrado. Al margen de la vida urbana, la Ciudadela, en lo alto
de la colina Kalemegdan, vería
desaparecer la componente residencial para reforzar su función militar y de
gobierno. Por su parte, la población serbia y alemana (cristiana) que
permanecía en la ciudad se alojó en el pequeño barrio que se fue formando en la
orilla del rio Sava y, también, en el arrabal extramuros de Vračar.
La Mezquita Bajrakli es la única que se conserva de las
273 que tuvo Belgrado en la época otomana. Fue construida en 1575 (durante la
dominación austriaca fue utilizada como iglesia cristiana).
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La primera
mitad de la dominación musulmana fue tranquila y próspera al convertirse en
destino de la migración de muchos comerciantes y artesanos balcánicos (en 1683
la ciudad alcanzaría los cien mil habitantes). Pero la segunda mitad fue muy
turbulenta. Los continuos conflictos entre otomanos, austriacos y húngaros
produjeron invasiones, asedios, insurrecciones y masacres que afectaron
profundamente a la ciudad, mientras muchos serbios buscaban cobijo en
territorios limítrofes y desde allí confabulaban para recuperar la dirección de
su destino.
Belgrado, rumbo hacia
occidente, o cómo convertir una ciudad oriental en otra occidental.
El carácter fronterizo
de Belgrado la convirtió en una ciudad “bipolar”. Incluso estando dentro del
Imperio Otomano, al situarse en la frontera, recibía fuertes influencias del
entorno no musulmán. Además, durante los siglos XVII y XVIII fue conquistada
por los austriacos y recuperada por los turcos en diferentes ocasiones. Con
esas circunstancias, y partiendo de la base de que una buena parte de la
población de Belgrado era de origen alemán y serbio, se comprende que el
rechazo a la identidad urbana musulmana apareciera recurrentemente hasta
eclosionar definitivamente con las luchas por la independencia del siglo XIX.
Por ejemplo,
entre 1688 y 1690, Belgrado pasó a manos austriacas y, a pesar de la brevedad
del dominio, se propusieron actuaciones de modificación, que por falta de
tiempo no pudieron ser puestas en marcha. Los turcos perderían de nuevo el
control de la ciudad entre 1717 y 1739, así como entre 1789 y 1791. En los dos
casos volvería al Imperio Otomano, pero en ambos, sobre todo en el primero, se intentó replantear la ciudad desde la
visión barroca europea.
Los
austriacos pretendían que Belgrado fuera su cabeza de puente para incrementar
su dominio sobre los Balcanes y proyectaron una reconstrucción de la ciudad
para que olvidara su pasado oriental. Para ello se pusieron en marchas todos
los elementos de la arquitectura y el urbanismo barrocos. El imperio austriaco nombró
gobernador de Belgrado y de la Serbia conquistada a Karl Alexander de Württemberg,
quien encargó al ingeniero militar Nicolás Doxat la reconstrucción de las
murallas siguiendo los criterios europeos establecidos por Vauban. Doxat
elaboró un diseño para las murallas, pero también propuso la remodelación del
trazado de la ciudad sobre la base de manzanas rectangulares. Aunque la pretendida transformación barroca tuvo
un alcance muy limitado, sí sentó las bases de las futuras modificaciones.
Uno de los logros de ese breve periodo sería la remodelación del antiguo foro
romano, entonces un cementerio turco. Los austriacos darían forma (recuperando
la ortogonalidad romana) a la actual Plaza de los Estudiantes, Studentski
Trg, pero el retorno de Belgrado al control otomano hizo que el
camposanto permanecería en ese lugar.
En 1817, tras
dos violentas insurrecciones de la población cristiana, el territorio serbio
logró el estatus de entidad autónoma dentro del Imperio Otomano. No obstante,
aunque el conocido como Principado de Serbia (con capital en
Belgrado) no conseguiría la independencia definitiva de los turcos hasta 1878,
los pasos para dejar atrás el pasado islámico se fueron dando. Pero el proceso
sería arduo y doloroso, especialmente para la población, que disminuiría alarmantemente,
llegando en 1850 a contar con unos escasos 15.000 habitantes.
Aunque la
ciudad se encontraba todavía bajo el mandato otomano y todavía mostraba las características
de una ciudad oriental, el príncipe serbio Miloš Obrenović, fundador de la
dinastía Obrenović pondría en marcha
los mecanismos para conseguir extirpar la huella musulmana. La autonomía
creciente de Serbia haría que cada avance fuera definitivo y que la influencia islámica
fuera decayendo hasta que, a partir de la independencia, desapareciera casi por
completo. Una de las primeras decisiones fue la creación de Savamala
(el barrio del Sava), el primer barrio
construido fuera del recinto amurallado, sobre la pantanosa ribera derecha del
rio Sava. Su construcción comenzó
hacia 1830 y estaba destinado a ubicar en él población serbia que
contrarrestara la mayoría turca que todavía existía en la ciudad. También en esos años iría consolidándose
el barrio de Vračar, hasta entonces un pequeño arrabal cristiano extramuros
(donde se sospecha que sufrió martirio San Sava, uno de los santos principales
de la iglesia ortodoxa serbia de la que se considera fundador, razón por la que
el barrio acoge el gran templo dedicado a su advocación que sería construido a
partir de 1935). Vračar comenzaría a
urbanizarse con el trazado de bulevares, calles anchas y parques. La zona
albergaría además las nacientes instituciones del estado serbio y para
construirlas fueron convocados muchos arquitectos de la Europa occidental.
También entonces se comenzaría a formar, apoyándose en el antiguo camino a
Constantinopla-Estambul, el gran eje vertebral de la Belgrado moderna, el
bulevar kralja Aleksandra (Rey Alejandro, la vía más larga de la
ciudad, con sus 7,5 kilómetros, a la que los belgradeses se refieren como “el
bulevar” sobresaliendo sobre el resto). Otras actuaciones serían más parciales
como cuando en 1824 se instaló junto a la necrópolis turca de la Plaza de los
Estudiantes, un gran mercado (Grand
Marché) cuya gran actividad acabaría forzando el traslado del cementerio en
1865. Finalmente, también el mercado sería realojado y la actual plaza-parque
acoge cuatro facultades universitarias (Filosofía, Filología, Geografía y
Matemáticas) y el rectorado, justificando su denominación.
Un nuevo Belgrado, ajeno a la ciudad
antigua, que todavía conservaba un marcado carácter islámico, estaba emergiendo. De hecho, el príncipe Obrenović
ordenó la creación de un nuevo centro urbano que tuviera los rasgos de los
espacios principales de occidente. El centro gravitacional de la ciudad se
trasladaría a Terazije, una calle-plaza que desde entonces albergaría la
intensidad característica de los corazones urbanos.
En 1867,
Emilijan Josimović (1823-1897) trazó el
primer Plan urbano para Belgrado que supondría el comienzo de la
transformación gradual del trazado de la ciudad oriental otomana (musulmana) en
otro que respondía a los criterios de la Europa occidental (cristiana).
Influido por las realizaciones de Haussmann en París o de Cerdá en Barcelona, e inspirado por aquellas propuestas barrocas de Nicolas
Doxat, Josimović propuso rectificaciones
de vías y ampliaciones de anchuras de las mismas, regularizaciones de manzanas
y eliminación de buena parte de los antiguos edificios turcos. Aunque no
todas sus propuestas se llevaron a cabo, con Josimović se inició el urbanismo
moderno en Belgrado (y en Serbia).
La reconversión de la fortaleza de Belgrado en el parque Kalemegdan fue una de las actuaciones más significativas del
cambio. El castillo había sido un símbolo de la represión turca contra los
serbios y su desaparición marcó un hito en el proceso. En 1867, los turcos
cedieron el castillo a los serbios, y el entonces príncipe, Mihailo Obrenović
ordenó la transformación de los glacis de su entorno en un parque (cuyo diseño
fue también obra de Emilijan Josimović). El 1890, el ejército serbio cedió la
fortaleza al municipio y, en 1931, sería integrada con el resto del parque.
Los planes urbanísticos
posteriores (Stevan Zarić; 1878; Jovan Bešlić, 1893; Vasa Lazarević, 1910;
Alban Chambon, 1912, o el Plan General de 1923 dirigido por Grigory Pavlovich
Kovalyevsky) irían recogiendo la transformación definitiva del espíritu de Belgrado.
Apunte sobre la Belgrado
“moderna”.
Como hemos
visto, incluso bajo el control del Imperio Otomano, Belgrado comenzó a dar los
pasos de “desorientalización” urbana. Esta aspiración irrefrenable se vería
impulsada vertiginosamente cuatro años después de la independencia de los
turcos, en 1882.
En ese año, el
Principado de Serbia devino en el Reino
de Serbia, y Belgrado se lanzaría hacia un nuevo futuro. La ciudad
recuperó su papel de cruce de comunicaciones para los Balcanes, y la llegada
del ferrocarril (1884) potenciaría esa vocación. Los 27.000 habitantes de 1875
se transformarían en 100.000 en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Pero
esta contienda convirtió a la ciudad, otra vez, en un campo de batalla, ocupado
por las Potencias Centrales, hasta que, con ayuda francesa, Belgrado fue
liberada definitivamente en 1918.
La desintegración del Imperio Austro-húngaro
modificó radicalmente el mapa político de la Europa Central y Balcánica.
Austria y Hungría se convirtieron en dos nuevos estados muy reducidos y sus
antiguos territorios tendrían diferentes destinos. Serbia, que había apoyado a
la alianza franco-británica vencedora, obtendría beneficios a costa de los
derrotados Imperios Centrales. Los serbios y el resto de los eslavos
balcánicos, croatas, eslovenos y bosnios, que estaban vinculados al Imperio Austro-húngaro,
se enfrentaron a una disyuntiva: proponer estados propios o integrarse en un
gran estado eslavo del sur (que era la opción preferida por Europa). La
decisión fue la creación, en 1918, del Reino de los serbios, croatas y eslovenos
(que en 1929 cambió su denominación por la de Reino de Yugoslavia, reino
de los “eslavos del sur”). Belgrado mantendría la capitalidad del nuevo estado,
y nuevamente la prosperidad llegó a la ciudad que, en 1931 alcanzaría los
240.000 habitantes.
La calle Knez Mihailova es un ejemplo de la
occidentalización de la ciudad antigua de Belgrado.
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Pero la
Segunda Guerra Mundial truncaría esa evolución. Yugoslavia fue invadida por las
potencias del Eje y Belgrado acabaría siendo bombardeada en varias ocasiones:
en 1941 por los alemanes, con severas destrucciones (como las de los puentes o
la pérdida de la Biblioteca Nacional) y en 1946 por los aliados. Durante el
conflicto su población fue masacrada (con numerosos fusilamientos,
especialmente de población judía). Finalmente, en 1944 fue liberada por los partisanos
yugoslavos comunistas apoyados por el Ejército Rojo. En 1945, su líder el
mariscal Josip Broz Tito proclamó la República
Federal Socialista de Yugoslavia, siendo Belgrado designada como la
sede de las instituciones federales conjuntas.
Tras la guerra,
Belgrado comenzaría su recuperación consolidándose como el principal centro
industrial del país. La reestructuración del municipio, que había comenzado
años atrás con la anexión de núcleos independientes de su entorno, como es el
caso de Zemun (que fue incorporado
en 1934) modificaría la estructura de la ciudad. La gran transformación urbana se produciría con la colonización de la
ribera izquierda del rio Sava a
partir de la década de 1950. La creación de Novi Beograd (Nuevo Belgrado) durante la segunda mitad del siglo
trasformaría radicalmente los equilibrios urbanos. En 1980 la ciudad alcanzó el
millón de habitantes.
La muerte del
mariscal Tito en 1980 sacó a la luz las contradicciones internas del
conglomerado yugoslavo. La crisis económica y el incremento de las tensiones entre
los miembros (étnicas, religiosas, nacionales, etc.) originarían una sucesión
de conflictos de extrema gravedad que llevarían a la disolución del país en
varios estados independientes (Eslovenia,
Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Montenegro y Serbia, que incluye
dos provincias autónomas en su interior: Kosovo y Vojvodina). Las guerras mantenidas
entre 1991 y 2006 supusieron un tercer conflicto en el siglo XX, que volvería a
complicar la vida de Belgrado. Sobre todo, durante la década de 1990 en la que Belgrado
se vería afectada tanto por la crisis provocada por la situación como por los
bombardeos que sufrió en 1999 (esta vez por aviones de la OTAN). La nueva
Serbia surgida tras la paz y su capital, entraron en el siglo XXI con esperanza.
Belgrado comenzaría a proponer nuevos proyectos urbanos, entre los que destacan
las ambiciosas intervenciones en los frentes fluviales.
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