6 ago 2016

Estrategias urbanas en relación con el tiempo pasado, presente y futuro: Los casos de Córdoba, Cádiz y Málaga.

Pasado, presente y futuro: Mezquita de Córdoba, Malecón de Cádiz y Farolas eólicas del Paseo de la Misericordia de Málaga.
Todas las ciudades tienen un pasado, un presente y aspiran a un futuro. Esto es una obviedad, pero, su relación con cada uno de esos estadios temporales puede ser diferente según los casos. Desde luego, el deseo de un porvenir próspero anima a todas las urbes, pero la preparación del mañana se fundamenta en estrategias diferentes respecto al tiempo.
Las ciudades que en el pasado fueron principales y cuyos monumentos recuerdan aquellos tiempos de esplendor, suelen aprovechar esa herencia para cimentar sobre ella su futuro. Otras ciudades, aunque puedan disponer de una historia relevante, se encuentran en un contexto de competitividad que las impulsa a mirar hacia adelante, relegando las referencias ancestrales para privilegiar las de progreso. También hay ciudades que, sin olvidar su memoria, gozan de unas magníficas condiciones que les llevan, en una especie de carpe diem urbano, a deleitarse en su presente y justificar sobre él sus perspectivas.
Andalucía es un territorio privilegiado ambiental e históricamente en el que algunas de sus ciudades muestran preferencias por cierta coordenada temporal. Así, el pasado, el presente y el futuro son contemplados con miradas distintas en tres de sus principales urbes, porque Córdoba celebra el pasado, Cádiz disfruta del presente y Málaga apuesta por el futuro.

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Andalucía es la región que ocupa el sur de España. Tres de sus capitales provinciales -Córdoba, una ciudad fluvial interior; Málaga, ciudad portuaria mediterránea; y Cádiz, ciudad portuaria atlántica- representan tres casos diferentes respecto a las bases temporales de sus estrategias hacia el futuro.
Mapa físico de Andalucía con la ubicación de sus capitales provinciales.
Sus circunstancias son distintas, no solo por su ubicación regional, sino por su demografía o actividad económica. Por ejemplo, respecto a la población, Málaga, con 569.130 habitantes (aunque su aglomeración urbana ronda el millón de personas), es la segunda ciudad andaluza, solamente por detrás de Sevilla, la capital; Córdoba es la tercera (327.362); mientras que Cádiz se sitúa en la décima posición con 120.468 (todos los datos son de 2015). Por otra parte, según el Anuario Económico publicado por La Caixa (edición 2013), Málaga encabezaría la lista andaluza con un índice de 1.678 (sobrepasando a Sevilla que tendría 1.566); en tercer lugar, aparece Córdoba con 559 (un tercio de las anteriores); y Cádiz se situaría en la novena posición con un índice de 255 (algo menos de la mitad que la anterior). Por eso, Málaga, que desea mantener su posición de privilegio (en competencia con Sevilla), alienta los esfuerzos hacia el progreso, la competitividad o la innovación, en definitiva, hacia valores que apuestan decididamente por el futuro.
No es el caso de Córdoba, que juega en otra liga. La que fue esplendorosa capital de la Al-Andalus califal aprovecha las cartas que ha recibido de la historia. Atraídos por su mezquita y su casco histórico, que son Patrimonio de la Humanidad, casi un millón de turistas visitaron la ciudad en 2015, cifras superiores a las de Málaga o Cádiz que, aún con un pasado relevante, no cuentan con monumentos de tal reconocimiento.
Finalmente, Cádiz plantea su futuro desde otra óptica: ni apoyado en el pasado (aunque sea importante) ni entregado a un desarrollo acelerado (entre otras cosas porque la ciudad no puede crecer tras haber colmatado su espacio). Precisamente, su limitada ubicación propicia sus mejores bazas porque Cádiz disfruta de una espectacular situación y clima, apreciados desde tiempos remotos. Y, además, los gaditanos cuentan con una filosofía vital que privilegia el presente, complaciéndose en la diversión y el ocio.
Así, el pasado, el presente y el futuro son contemplados con miradas distintas en estas tres ciudades andaluzas porque Córdoba celebra el pasado, Cádiz disfruta del presente y Málaga apuesta por el futuro.

Córdoba, celebrar el pasado.
La Córdoba antigua es Patrimonio de la Humanidad. Su extraordinaria Mezquita fue inscrita por la Unesco en su exclusiva lista en 1984 y, diez años después, se incorporaría todo el Centro Histórico (incluso cuenta con un caso de patrimonio cultural inmaterial, desde que en 2012 se designó como tal a la Fiesta de los Patios cordobeses que se celebra en el mes de mayo).
Córdoba: Puente Romano sobre el Guadalquivir y la Mezquita que preside la antigua medina musulmana.
El valor histórico de Córdoba se fue consolidando con los siglos. Primero con los romanos (de los que quedan pocos vestigios) y, después, con los árabes, que llevaron a la ciudad a liderar no solo el ámbito regional, sino a disfrutar, durante su capitalidad del Califato de Córdoba, de un periodo de gloria que le permitió rivalizar con Constantinopla, Damasco o Bagdad.
Corduba (Córdoba romana)
La fundación de la ciudad se atribuye al pretor romano Marco Claudio Marcelo, cuando hacia el año 169 a.C. ordenó la construcción de una colonia, junto a un asentamiento ibérico pre-romano, que sería denominada Corduba (aunque realmente la fecha no se conoce con exactitud y parece que la primera instalación fue la de un cuartel militar que acabaría transformándose en ciudad).
Las razones que llevaron a la elección de ese lugar fueron varias. Primero porque allí el río Guadalquivir (Betis para los romanos) era vadeable con facilidad, además de ser el punto donde terminaba la navegabilidad desde la desembocadura. Pero, además, el sitio era una encrucijada de comunicaciones y contaba con cercanos recursos mineros de gran interés y una vega muy fértil.
La ciudad iría prosperando, aunque sufrió algún incidente grave como consecuencia de su toma de partido a favor de Pompeyo en su lucha contra César. Este, tras su victoria, ordenó la destrucción de buena parte de la ciudad. Pero Corduba se repondría, especialmente a partir de la reorganización administrativa realizada por el emperador Augusto en el año 27 a.C., que la convirtió en la capital de la provincia Baetica (la antigua Hispania Ulterior fue dividida en dos, la Baetica y la Lusitana, esta con capital en Augusta Emerita, la actual Mérida). Este hecho sería trascendental para la evolución de la ciudad. La Corduba de la era republicana asistió a una importante extensión en la época imperial para atender a sus nuevas responsabilidades, recibiendo además el título de Colonia Patricia, el mayor rango que podían alcanzar las ciudades del Imperio.
La Córdoba romana en sus dos fases, la republicana y la ampliación imperial.
Corduba se dotaría de todos los edificios públicos y equipamientos característicos de una ciudad de su nivel (foro, circo, anfiteatro, acueductos, etc.). A principios del siglo I se construyó el puente de piedra (seguramente sustituyendo a uno previo de madera) que señalaría la importancia de la ciudad y serviría de soporte para la vía Augusta que comunicaba Roma con Gades (Cádiz) en el Océano Atlántico.
Con la caída del Imperio Romano y la llegada de los visigodos, Corduba iniciaría una senda de decadencia. Incluso el río Guadalquivir y sus crecidas, que inundarían la ciudad en diferentes ocasiones, ayudarían a ese declive, ya que los sedimentos sepultarían amplios sectores de la antigua urbe romana. Por esto y, además, por la reutilización árabe de muchos materiales romanos para sus edificios, quedan pocos vestigios de Corduba. No obstante, son muy destacables el mencionado Puente Romano; los restos de un Templo Romano que debió ser construido entre los años 40 y 80 de nuestra era y que fue descubierto en 1950; el Mausoleo Romano, un túmulo funerario levantado hacia el segundo cuarto del siglo I y que salió a la luz en unas excavaciones de 1993; o el Anfiteatro Romano que se encuentra actualmente en proceso de recuperación (el Museo Arqueológico de Córdoba alberga una buena colección de piezas rescatadas).
Qurtuba (Córdoba musulmana)
La vida de la alicaída ciudad visigoda sufriría un giro radical tras la invasión árabe de la Península Ibérica, renaciendo hasta convertirse en la principal ciudad europea.
Los musulmanes, que habían atravesado el Estrecho de Gibraltar en el año 711, comprendieron rápidamente el valor estratégico de la localización de aquella ciudad y la convirtieron en la capital de una provincia dependiente del Califato de Damasco en el 716. En el 756, cuando Abderramán I instituyó el emirato independiente, la ciudad ascendió de rango y, sobre todo, cuando en el año 929 nació el Califato de Córdoba, la ciudad alcanzaría su máximo esplendor (se calcula que hacia el año 1000, la población superaba los 400.000 habitantes, siendo una de las grandes urbes del planeta).
La Córdoba musulmana superpuesta en la ortofoto actual (la izquierda fue la primera medina, coincidente con la antigua ciudad romana)
Los árabes reconstruyeron la ciudad y sus murallas, cambiando su denominación por la de Qurtuba, aportándole su impronta urbana islámica, con una estructura laberíntica y una serie de puntos vitales dentro de ella. El principal foco urbano sería la maravillosa Mezquita Aljama (hoy conocida simplemente como Mezquita de Córdoba), construida en sucesivas fases hasta alcanzar su dimensión final, que la convirtió en la segunda más grande del mundo (tras la de La Meca). Fue comenzada en el 785 sobre una iglesia que se hallaba en ese lugar (dedicada a San Vicente mártir) que sería derribada y cuyos materiales fueron reutilizados. La última ampliación se realizaría a finales del siglo X. El extraordinario edificio se ha mantenido en lo esencial, a pesar (o gracias a ello) de que fue reconvertido en iglesia cristiana tras la reconquista de la ciudad en 1236 y de la construcción de la Catedral cordobesa en su interior durante el siglo XVI.
Planta de la Mezquita de Córdoba con expresión de sus diferentes fases de ampliación.
Puertas de la fachada oriental de la Mezquita de Córdoba.
Interior de la Mezquita de Córdoba.
La primera muralla que envolvía la medina era básicamente la reconstrucción del perímetro romano y contaba con diversas puertas entre las que destacaban la Puerta del Puente (Bab al-Qantara), la Puerta de Almodóvar, originalmente Puerta del Nogal (Bab al-Chawz) o la Puerta de Sevilla (Bab al-Ishbiliya), que son las tres que se conservan. Este recinto sería ampliado con la anexión del arrabal de al-Sarquiyya (Axerquía) incorporando nuevos accesos a la ciudad.
La Córdoba musulmana superpuesta en la ortofoto actual (con indicación caminos y arrabales)
La gran medina amurallada albergaría innumerables palacios y edificios públicos (se estima que tuvo unas trescientas mezquitas). Además, Qurtuba se dotó de zocos (mercados abiertos en plazas y calles contiguas a las mismas), alcaicerías (mercados vinculados a calles con locales comerciales que quedaban cerradas por la noche), alhóndigas para hospedar a comerciantes y visitantes, así como baños públicos (hamman), hospitales (maristanes), cementerios (raudas) o varios acueductos para el suministro de agua.
También se construyó un Alcázar en la esquina suroccidental de la Medina como sede de gobierno y militar, aunque este perdería protagonismo con la aparición de otra de las joyas cordobesas: Medina Azahara, Madinat al-Zahra (la ciudad brillante), la ciudad áulica construida a unos pocos kilómetros al oeste de Córdoba por orden de Abderramán III. Medina Azahara, que se convertiría en la nueva sede política califal, fue comenzada en el año 936, pero sería destruida con el abrupto final del Califato (hacia 1010). Así, la ciudad palatina, de la que se dijo que era la ciudad más bella de occidente, tuvo una vida breve, inferior a un siglo. Su testimonio queda en el yacimiento arqueológico que comenzó a excavarse a principios del siglo XX y cuyos trabajos siguen en la actualidad.
Fuera de las murallas irían creciendo diversos arrabales. Se calcula que llegó a tener una veintena de barrios extramuros, entre los que son destacables, al este, el arrabal de al-Sarquiyya (Axerquía), que sería incorporado a la ciudad la ampliación del recinto urbano amurallado; al oeste, el de al-Garbi (Algarbe); o al sur, el de Saqunda (actualmente Campo de la Verdad). Más allá de los arrabales, aprovechando la vega fluvial, surgirían numerosas almunias, casas de recreo y explotación agrícola.
Tras la conquista cristiana, la ciudad iniciaría un declive que la alejaría del protagonismo urbano que tuvo. No obstante, recibió construcciones de interés como la Torre Fortaleza de la Calahorra, el Alcázar de los Reyes Cristianos, la mencionada Catedral de la Ciudad o la espectacular Plaza de la Corredera. Pero la rebautizada como Córdoba ya nunca volvería a alcanzar el esplendor del pasado.
Calles de Córdoba.
Aunque quedan escasos restos romanos, sí se conserva el recuerdo de la ciudad musulmana que lideró Al-Andalus, apreciado en sus calles o en alguno de los monumentos mencionados anteriormente (hecho que le permitió el reconocimiento de la Unesco). Por eso, la Córdoba actual, a pesar de sus notables industria y comercio, cuenta con el turismo como un recurso principal de su economía, atrayendo anualmente a una gran cantidad de visitantes, cifra que se incrementa año a año. Así, Córdoba celebra el pasado y asienta en él una parte importante de su futuro.

Cádiz, disfrutar el presente.
Existe una imagen tópica de Cádiz y sus habitantes (y también del entorno más cercano) que apunta a la buena vida, a la fiesta y a la diversión. Así, según ese tópico, la ciudad sería el paradigma de un puro presente hedonista, de un carpe diem ciudadano y urbano. Esa visión, injustamente simplificadora como todas, tiene, no obstante, alguna base, como veremos más adelante.
Cádiz tiene una larga historia que hunde sus raíces en leyendas hercúleas, pero que comenzó con la llegada de los fenicios. Aunque la tradición habla de una fundación entre los siglos XIII y XI a.C. no se tiene constancia arqueológica de ello, porque los vestigios más antiguos que se han encontrado datan del siglo VIII a.C. En cualquier caso, la Gadir fenicia (que significaba “fortaleza”), luego Gadeira griega o Gades romana, es una de las ciudades más antiguas de Europa, que ha visto pasar, además, a bizantinos, visigodos y árabes hasta la reconquista cristiana ocurrida en 1264.
A la izquierda las Islas Gadeiras hacia el año 2000 a.C. con indicación de la ubicación del primer asentamiento fenicio. A la derecha, estado actual de la Bahía de Cádiz, con la capital gaditana colmatando su espacio y buena parte del antiguo estuario del Guadalete y de la Bahía de Cádiz convertida en zona marismática (protegida como Parque Natural).
Para su fundación los fenicios escogieron un archipiélago, conocido como las Islas Gadeiras, que estaba formado por tres islotes: Erytheia, el más septentrional y menor de todos, donde los fenicios crearon su colonia; Kotinoussa (luego, Isla de San Pedro, una larga lengua de tierra que iba aproximadamente desde la Caleta hasta Sancti Petri); y Antípolis (Isla de León, actual San Fernando). Estas dos últimas islas no fueron, inicialmente, habitadas. Su singular ubicación, estratégica y ambientalmente privilegiada, determinaría la evolución del asentamiento hacia una ciudad comercial que prosperó con rapidez, pero también fue el origen de muchos problemas, ya que Cádiz se vio permanente acosada por codiciosos piratas y corsarios.
Cádiz en 1900.
Cádiz ha sido siempre una ciudad volcada al mar, que progresó extraordinariamente con el comercio con la Indias, ya que desde 1680 compartió el monopolio con Sevilla y a partir de 1717 lo tuvo en exclusiva (hasta su apertura definitiva en 1790). El impulso de su puerto y de sus astilleros cimentaron una boyante economía que permitió la consolidación de una burguesía que quedaría representada en las notables edificaciones residenciales que definen sus calles y plazas. Pero la notoriedad alcanzada durante esos años, remarcada por la reputación que le otorgó ser la sede de la firma de la Constitución Española de 1812, se iría diluyendo a lo largo del siglo XIX y, especialmente, tras la pérdida de las últimas colonias del imperio español (Cuba principalmente).
Centro Histórico de Cádiz.
Cádiz no recuperaría su preeminencia y sus gentes volvieron la mirada hacia su realidad, sin añoranzas del pasado y sin obsesiones de futuro. La bondad de su clima, el magnífico paisaje urbano, sus estupendas playas o los habituales eventos callejeros de ocio y diversión fueron caracterizando a la ciudad como un lugar privilegiado para ese “aprovechar el momento referido.
En esta línea, su privilegiada situación le permite contar con cuatro playas de gran calidad. Mientras el Puerto se ubica en la entrada de la Bahía de Cádiz, las playas se abren al Océano Atlántico, propiciando unos espectaculares atardeceres. Son la Playa de la Caleta, la más emblemática; la Playa de Santa María del Mar; la Playa de la Victoria, la playa de la ciudad por excelencia que acompaña la larga fachada atlántica de la Cádiz moderna; y la Playa de la Cortadura, al sur de la anterior y la mayor de todas (con casi cuatro kilómetros de largo). Estas magníficas playas comienzan a justificar la base hedonista y de ocio gaditana.
Playas de Cádiz. Arriba, la emblemática Playa de la Caleta. En el medio, la Playa de Santa María del Mar. Debajo, la Playa de la Victoria, la principal de Cádiz capital y una de las mejores playas urbanas de Europa.
Abundando en esta idea, Cádiz cuenta con un evento lúdico-cultural de gran repercusión: su célebre carnaval (que goza del reconocimiento como Fiesta de Interés Turístico Internacional desde 1980). El Carnaval de Cádiz reúne todos los años a miles de gaditanos y multitud de visitantes que se entregan a la diversión festiva. El Carnaval de Cádiz se ha hecho muy célebre, entre otras cuestiones, por la presencia de chirigotas, comparsas, cuartetos o coros, y particularmente por el esperado Concurso de Agrupaciones.
El Carnaval de Cádiz es una fiesta muy reconocida, particularmente por sus chirigotas y cabalgata.
Su situación ocasionaría también, ya en un tiempo más reciente, una circunstancia urbana importante: Cádiz no puede crecer. La ciudad ha colmatado el espacio que le ofrecían las antiguas islas de Erytheia y Kotinoussa, formalizando ese plano urbano tan peculiar, con una “cabeza” casi circular (la ciudad histórica) y ese larguísimo “tronco” (la ciudad moderna) que caracteriza al Cádiz actual. La ciudad, sin posibilidades de extensión, parece vivir, por lo tanto, en un presente extendido, alterado únicamente por las remodelaciones que pueda sufrir internamente o las alteraciones de su entorno, como es el caso del nuevo acceso a la ciudad (el tercero, tras el istmo de San Fernando y el Puente Carranza). Se trata de la continuación de la Autopista del Sur, con el impresionante Puente de la Constitución de 1812, inaugurado en 2015 según proyecto de Javier Manterola (que, con sus 69 metros de gálibo marítimo, es el segundo del mundo en ese aspecto después del neoyorquino Puente de Verrazano-Narrows). 
El nuevo Puente de la Constitución de 1812, el tercer acceso rodado a Cádiz. En la foto aérea superior se aprecia, tras el Puerto, al fondo, el casco histórico de la ciudad.
La sensación de presente continuo se acentúa en la ciudad histórica, cuyos edificios monumentales (entre los que destaca la Catedral) ceden el protagonismo al ambiente urbano formado por la exquisita arquitectura residencial que caracteriza sus calles y plazas.
Calles de Cádiz.
Con todo, Cádiz disfruta del presente y cimenta en él su futuro, gracias a esas condiciones ideales que la historia, el clima y sus gentes han creado.

Málaga, apostar por el futuro.
Málaga tiene una larga historia, pero su peso nunca pudo competir con la entidad alcanzada por otras ciudades de su entorno que, como Córdoba, Granada o Sevilla, lideraron la antigüedad y se dotaron de una monumentalidad extraordinaria. Fue fundada como Malaka en torno al siglo VIII a.C., en un entorno privilegiado que llamó la atención de los fenicios (quedan vestigios de su presencia). Cartagineses y romanos protagonizarían sus primeras trazas urbanas (testimoniadas también por algunos escasos restos). Con la llegada de los musulmanes en el año 743 nacería una nueva ciudad sobre la precedente. 
Málaga musulmana superpuesta en la ortofoto actual.
Pero ni aquella Malaqa islámica, que tuvo cierta relevancia dentro del reino nazarí de Granada, ni la posterior Málaga cristiana tendrían un gran desarrollo (hacia finales del siglo XVIII seguía siendo una modesta ciudad de provincias). Málaga esperaba su momento y este llegaría con la modernidad.
El mundo cambió con la Revolución Industrial y Málaga, sin dudarlo, siguió esa innovadora estela, recorriendo un camino que le permitiría encabezar la incipiente industrialización española en el segundo tercio del siglo XIX. Durante la centuria decimonónica se asentaron las bases (positivas y negativas) de un renacimiento urbano y social y, aunque a lo largo del siglo XX sufriría diversas crisis, Málaga nunca miró hacia atrás. La ciudad confirmaría su vocación comercial y, abanderando la exitosa Costa del Sol, se lanzaría descaradamente hacia adelante. Hoy, en el siglo XXI, Málaga vuelve a reinventarse con una decidida apuesta por el futuro.
Son muchos los frentes que muestran este rumbo: desde la adscripción de la ciudad a la estrategia Smart City o sus importantes transformaciones infraestructurales y espaciales, hasta el incremento y sofisticación de su oferta cultural, comercial y de ocio, o la actuación de varias plataformas para el impulso empresarial y de los emprendedores.
Comenzando por la estrategia Smart City, esta se muestra en muchas acciones que persiguen la sostenibilidad y la eficiencia energética, así como la interacción entre administración y ciudadanos o la mejora de los servicios públicos (optimizándolos y reduciendo su coste). Málaga ha puesto en marcha una avanzada administración electrónica con un gran número de tramitaciones que pueden realizarse on line. Además, se han abierto cauces específicos para demostrar la transparencia de la gestión y facilitar la participación ciudadana. Complementariamente, se han activado muchas aplicaciones para móviles (apps) relacionadas con la movilidad, el ocio y la información. Destacan las que permiten consultar sobre aparcamientos y su ocupación, sobre el transporte público (líneas, paradas y tiempos de espera reales), sobre el estado de las playas o sobre los museos o monumentos de la ciudad (incluyendo audioguías). En el espacio urbano, nuevos paneles informan actualizadamente (de actividades, servicios públicos o del estado del tráfico, por ejemplo), además de favorecer la inclusividad ya que, en algunos casos, permiten su comprensión para personas con alguna discapacidad (visual, por ejemplo). Por otra parte, son numerosas las operaciones concretas en relación con la energía: plantas de cogeneración que proporcionan biogás a partir de los residuos urbanos, contadores domésticos digitales para monitorizar la gestión del agua y de la electricidad, medidores urbanos para la calidad del aire, farolas alimentadas por energías renovables (solar y eólica), redes de riego inteligente o presencia de la domótica en los edificios municipales. Uno de los campos más innovadores es la movilidad sostenible, particularizada en el programa ZEM2All, realizado conjuntamente con el gobierno de Japón y cuyo objetivo es convertir a la ciudad en pionera de la movilidad eléctrica. El control de la red de circulación es otro objetivo prioritario demostrado en el Centro de Control de Tráfico que, en tiempo real, busca una rápida reacción ante incidencias o ante la congestión, así como el Centro de Control de Autobuses, cuyos vehículos, dotados de dispositivos GPRS avisan de su posición, además de proporcionar una movilidad más sostenible al ser impulsados prioritariamente por electricidad.
Málaga Smart City: Farolas eólicas del Paseo de la Misericordia y “electrolineras” para los coches eléctricos.
El espacio urbano es otro de los puntos fuertes de la “nueva” ciudad. La peatonalización del centro histórico (calle del Marqués de Larios, Plaza de la Constitución y sus aledaños) desde 2002 o los nuevos espacios resultado de un ambicioso Plan Puerto-Ciudad están reconfigurando Málaga. Hasta el momento, el Plan Especial del Puerto, ya ha trasladado dos grandes espacios portuarios para uso y disfrute ciudadano:  el Muelle Uno, un espacio de paseo, comercial y de ocio, habilitado para el atraque de yates, y el Muelle Dos, conocido como el Palmeral de las Sorpresas, un lugar ajardinado con oferta cultural, incorporando también una terminal de cruceros. Ambos espacios fueron inaugurados en 2011. Los trabajos fijados por el Plan Especial continuarán con la remodelación del Muelle Heredia como núcleo terciario (donde ya se ha instalado una noria de 70 metros), un Auditorio en la zona de San Andrés o la construcción de un puerto deportivo para más de 600 amarres. 
Málaga. Calle del Marqués de Larios.
Málaga. Muelle Uno.
Las infraestructuras de transporte también se han transformado para favorecer el nuevo rumbo. Es especialmente reseñable la llegada del tren de alta velocidad AVE en 2007 gracias a la apertura del tramo Málaga-Córdoba que permite conectar con Madrid y las principales capitales (con la Estación de Málaga-María Zambrano que abrió sus puertas en el mismo año). También puede subrayarse la ampliación del Aeropuerto (Málaga-Costa del Sol) con su tercera terminal (T3) que entró en funcionamiento en 2010. Otra de las actuaciones emblemáticas es la apertura del Metro Málaga, cuyas dos primeras líneas entraron en funcionamiento en 2014 (L1 El Perchel-Andalucía Tech y L2 El Perchel-Palacio de los Deportes). No obstante, la planificación de la red total es ambiciosa y en la actualidad, en 2016, se han puesto en marcha las obras para su continuación mediante un túnel bajo la Alameda.
Málaga. Centro Pompidou.
Es muy remarcable la apuesta por la cultura. Málaga ha inaugurado recientemente varios museos que la sitúan en posiciones de privilegio en estas cuestiones: el Museo Picasso (Pablo Picasso nació en la ciudad en 1881) y el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC Málaga), ambos inaugurados en 2003; el Museo Carmen Thyssen Málaga, abierto en 2011 (con obras cedidas hasta, al menos, el año 2025); o la reciente sede malagueña del parisino Centre Pompidou, situado en la articulación entre el Muelle Uno y el Muelle Dos y que, con un compromiso de permanencia hasta el 2020 como mínimo, abrió sus puertas en 2015, al igual que el Museo Ruso, una delegación del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo (cedida en este caso hasta, al menos, el 2025). Las pinacotecas se ven acompañadas por una interesante oferta complementaria: como el Museo Interactivo de Música (MIMMA) inaugurado en 2002; el Museo del Vino (abierto en 2008, ofreciendo catas de los vinos con Denominación de Origen Málaga y Sierras de Málaga); o el Museo Automovilístico y de la Moda (abierto en 2010 en el edificio de La Tabacalera, donde también se encuentra el Museo Ruso).
La economía sigue en el punto de mira y, aunque Málaga ya cuenta con una fuerte implantación de empresas (además de con un activo sector turístico, compartido con toda la Costa del Sol), la ciudad busca convertirse en una referencia empresarial de ámbito europeo con la creación de plataformas para nuevas corporaciones, así como por la potenciación del I+D+i. En este sentido, Málaga aspira a convertirse en un “Silicon Valley” europeo, para lo cual está impulsando el club “Málaga Valley”, enfocado a la captación de talento e inversiones innovadoras y tecnológicas desde 2006. Málaga pretende configurarse como un laboratorio experimental donde albergar ideas de negocio novedosas, apoyando su puesta en práctica gracias a varios “aceleradores de emprendedores”, promovidos por empresas como Deloitte o PwC -PricewaterhouseCoopers-, y también por la Universidad de Málaga. Complementariamente, aunque con un carácter individual, se han habilitado aplicaciones para dispositivos móviles que permiten conocer ofertas de empleo locales, cursos y seminarios laborales, o guías para emprendedores.

Imagen del evento celebrado en abril de 2015 por el Club Málaga Valley.
Con todo, Málaga apuesta por el futuro y fundamenta en la reinvención tecnológica, de actividades y servicios, el ofrecimiento a los ciudadanos de una ciudad mejor, más confortable, y con nuevas oportunidades.

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