Pasado, presente y futuro: Mezquita de Córdoba, Malecón
de Cádiz y Farolas eólicas del Paseo de la Misericordia de Málaga.
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Todas las
ciudades tienen un pasado, un presente y aspiran a un futuro. Esto es una
obviedad, pero, su relación con cada uno de esos estadios temporales puede ser
diferente según los casos. Desde luego, el deseo de un porvenir próspero anima
a todas las urbes, pero la preparación
del mañana se fundamenta en estrategias diferentes respecto al tiempo.
Las ciudades
que en el pasado fueron principales y cuyos monumentos recuerdan aquellos
tiempos de esplendor, suelen aprovechar esa herencia para cimentar sobre ella su
futuro. Otras ciudades, aunque puedan disponer de una historia relevante, se
encuentran en un contexto de competitividad que las impulsa a mirar hacia
adelante, relegando las referencias ancestrales para privilegiar las de
progreso. También hay ciudades que, sin olvidar su memoria, gozan de unas
magníficas condiciones que les llevan, en una especie de carpe diem urbano, a deleitarse en su presente y justificar sobre
él sus perspectivas.
Andalucía es
un territorio privilegiado ambiental e históricamente en el que algunas de sus
ciudades muestran preferencias por cierta coordenada temporal. Así, el pasado,
el presente y el futuro son contemplados con miradas distintas en tres de sus
principales urbes, porque Córdoba
celebra el pasado, Cádiz disfruta del presente y Málaga apuesta por el futuro.
Andalucía es
la región que ocupa el sur de España. Tres de sus capitales provinciales -Córdoba, una ciudad fluvial interior; Málaga, ciudad portuaria mediterránea;
y Cádiz, ciudad portuaria atlántica- representan tres casos diferentes
respecto a las bases temporales de sus estrategias hacia el futuro.
Mapa físico de Andalucía con la ubicación de sus
capitales provinciales.
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Sus
circunstancias son distintas, no solo por su ubicación regional, sino por su
demografía o actividad económica. Por ejemplo, respecto a la población, Málaga,
con 569.130 habitantes (aunque su aglomeración urbana ronda el millón de
personas), es la segunda ciudad andaluza, solamente por detrás de Sevilla, la
capital; Córdoba es la tercera (327.362); mientras que Cádiz se sitúa en la
décima posición con 120.468 (todos los datos son de 2015). Por otra parte, según el Anuario Económico publicado por La Caixa (edición 2013), Málaga encabezaría la lista andaluza
con un índice de 1.678 (sobrepasando a Sevilla que tendría 1.566); en tercer
lugar, aparece Córdoba con 559 (un tercio de las anteriores); y Cádiz se
situaría en la novena posición con un índice de 255 (algo menos de la mitad que
la anterior). Por eso, Málaga, que desea mantener su posición de privilegio (en
competencia con Sevilla), alienta los esfuerzos hacia el progreso, la
competitividad o la innovación, en definitiva, hacia valores que apuestan
decididamente por el futuro.
No es el caso
de Córdoba, que juega en otra liga. La que fue esplendorosa capital de la Al-Andalus califal aprovecha las cartas
que ha recibido de la historia. Atraídos por su mezquita y su casco histórico,
que son Patrimonio de la Humanidad, casi un millón de turistas visitaron la
ciudad en 2015, cifras superiores a las de Málaga o Cádiz que, aún con un
pasado relevante, no cuentan con monumentos de tal reconocimiento.
Finalmente,
Cádiz plantea su futuro desde otra óptica: ni apoyado en el pasado (aunque sea
importante) ni entregado a un desarrollo acelerado (entre otras cosas porque la
ciudad no puede crecer tras haber colmatado su espacio). Precisamente, su
limitada ubicación propicia sus mejores bazas porque Cádiz disfruta de una
espectacular situación y clima, apreciados desde tiempos remotos. Y, además,
los gaditanos cuentan con una filosofía vital que privilegia el presente,
complaciéndose en la diversión y el ocio.
Así, el
pasado, el presente y el futuro son contemplados con miradas distintas en estas
tres ciudades andaluzas porque Córdoba
celebra el pasado, Cádiz disfruta del presente y Málaga apuesta por el futuro.
Córdoba, celebrar el
pasado.
La Córdoba antigua
es Patrimonio de la Humanidad. Su extraordinaria Mezquita fue inscrita por la
Unesco en su exclusiva lista en 1984 y, diez años después, se incorporaría todo
el Centro Histórico (incluso cuenta con un caso de patrimonio cultural
inmaterial, desde que en 2012 se designó como tal a la Fiesta de los Patios cordobeses que se celebra en el mes de mayo).
Córdoba: Puente Romano sobre el Guadalquivir y la Mezquita
que preside la antigua medina musulmana.
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El valor histórico de Córdoba se fue consolidando con los
siglos. Primero con los romanos (de los que quedan pocos vestigios) y, después,
con los árabes, que llevaron a la ciudad a liderar no solo el ámbito regional,
sino a disfrutar, durante su capitalidad del Califato de Córdoba, de un periodo
de gloria que le permitió rivalizar con Constantinopla, Damasco o Bagdad.
Corduba (Córdoba romana)
La fundación
de la ciudad se atribuye al pretor romano Marco Claudio Marcelo, cuando hacia
el año 169 a.C. ordenó la construcción de una colonia, junto a un asentamiento
ibérico pre-romano, que sería denominada Corduba
(aunque realmente la fecha no se conoce con exactitud y parece que la primera
instalación fue la de un cuartel militar que acabaría transformándose en ciudad).
Las razones
que llevaron a la elección de ese lugar fueron varias. Primero porque allí el
río Guadalquivir (Betis para los romanos) era vadeable con
facilidad, además de ser el punto donde terminaba la navegabilidad desde la
desembocadura. Pero, además, el sitio era una encrucijada de comunicaciones y
contaba con cercanos recursos mineros de gran interés y una vega muy fértil.
La ciudad iría
prosperando, aunque sufrió algún incidente grave como consecuencia de su toma
de partido a favor de Pompeyo en su lucha contra César. Este, tras su victoria,
ordenó la destrucción de buena parte de la ciudad. Pero Corduba se repondría, especialmente a partir de la reorganización
administrativa realizada por el emperador Augusto en el año 27 a.C., que la
convirtió en la capital de la provincia Baetica
(la antigua Hispania Ulterior fue
dividida en dos, la Baetica y la Lusitana, esta con capital en Augusta Emerita, la actual Mérida). Este
hecho sería trascendental para la evolución de la ciudad. La Corduba de la era republicana asistió a
una importante extensión en la época imperial para atender a sus nuevas
responsabilidades, recibiendo además el título de Colonia Patricia, el mayor rango que podían alcanzar las ciudades
del Imperio.
La Córdoba romana en sus dos fases, la republicana y la
ampliación imperial.
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Corduba se dotaría de todos los edificios
públicos y equipamientos característicos de una ciudad de su nivel (foro,
circo, anfiteatro, acueductos, etc.). A principios del siglo I se construyó el
puente de piedra (seguramente sustituyendo a uno previo de madera) que señalaría
la importancia de la ciudad y serviría de soporte para la vía Augusta que comunicaba Roma con Gades (Cádiz) en el Océano Atlántico.
Con la caída
del Imperio Romano y la llegada de los visigodos, Corduba iniciaría una senda de decadencia. Incluso el río
Guadalquivir y sus crecidas, que inundarían la ciudad en diferentes ocasiones,
ayudarían a ese declive, ya que los sedimentos sepultarían amplios sectores de
la antigua urbe romana. Por esto y, además, por la reutilización árabe de
muchos materiales romanos para sus edificios, quedan pocos vestigios de Corduba. No obstante, son muy
destacables el mencionado Puente Romano;
los restos de un Templo Romano que debió ser construido entre los
años 40 y 80 de nuestra era y que fue descubierto en 1950; el Mausoleo Romano, un túmulo funerario
levantado hacia el segundo cuarto del siglo I y que salió a la luz en unas
excavaciones de 1993; o el Anfiteatro
Romano que se encuentra actualmente en proceso de recuperación (el Museo Arqueológico de Córdoba alberga
una buena colección de piezas rescatadas).
Qurtuba (Córdoba musulmana)
La vida de la
alicaída ciudad visigoda sufriría un giro radical tras la invasión árabe de la
Península Ibérica, renaciendo hasta convertirse en la principal ciudad europea.
Los
musulmanes, que habían atravesado el Estrecho de Gibraltar en el año 711,
comprendieron rápidamente el valor estratégico de la localización de aquella
ciudad y la convirtieron en la capital de una provincia dependiente del
Califato de Damasco en el 716. En el 756, cuando Abderramán I instituyó el
emirato independiente, la ciudad ascendió de rango y, sobre todo, cuando en el
año 929 nació el Califato de Córdoba, la ciudad alcanzaría su máximo esplendor
(se calcula que hacia el año 1000, la población superaba los 400.000 habitantes,
siendo una de las grandes urbes del planeta).
La Córdoba musulmana superpuesta en la ortofoto actual
(la izquierda fue la primera medina, coincidente con la antigua ciudad romana)
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Los árabes
reconstruyeron la ciudad y sus murallas, cambiando su denominación por la de Qurtuba, aportándole su impronta urbana
islámica, con una estructura laberíntica y una serie de puntos vitales dentro
de ella. El principal foco urbano sería la maravillosa Mezquita Aljama (hoy
conocida simplemente como Mezquita de
Córdoba), construida en sucesivas fases hasta alcanzar su dimensión final,
que la convirtió en la segunda más grande del mundo (tras la de La Meca). Fue comenzada
en el 785 sobre una iglesia que se hallaba en ese lugar (dedicada a San Vicente
mártir) que sería derribada y cuyos materiales fueron reutilizados. La última
ampliación se realizaría a finales del siglo X. El extraordinario edificio se ha
mantenido en lo esencial, a pesar (o gracias a ello) de que fue reconvertido en
iglesia cristiana tras la reconquista de la ciudad en 1236 y de la construcción
de la Catedral cordobesa en su interior durante el siglo XVI.
Planta de la Mezquita de Córdoba con expresión de sus
diferentes fases de ampliación.
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Puertas de la fachada oriental de la Mezquita de
Córdoba.
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Interior de la Mezquita de Córdoba.
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La primera muralla
que envolvía la medina era básicamente la reconstrucción del perímetro romano y
contaba con diversas puertas entre las que destacaban la Puerta del Puente (Bab
al-Qantara), la Puerta de Almodóvar, originalmente
Puerta del Nogal (Bab al-Chawz) o la Puerta de Sevilla (Bab al-Ishbiliya), que son las tres que se conservan. Este recinto
sería ampliado con la anexión del arrabal de al-Sarquiyya (Axerquía)
incorporando nuevos accesos a la ciudad.
La Córdoba musulmana superpuesta en la ortofoto actual
(con indicación caminos y arrabales)
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La gran
medina amurallada albergaría innumerables palacios y edificios públicos (se
estima que tuvo unas trescientas mezquitas). Además, Qurtuba se dotó de zocos
(mercados abiertos en plazas y calles contiguas a las mismas), alcaicerías (mercados vinculados a
calles con locales comerciales que quedaban cerradas por la noche), alhóndigas para hospedar a comerciantes
y visitantes, así como baños públicos (hamman),
hospitales (maristanes), cementerios
(raudas) o varios acueductos para el
suministro de agua.
También se
construyó un Alcázar en la esquina suroccidental de la Medina como sede de
gobierno y militar, aunque este perdería protagonismo con la aparición de otra
de las joyas cordobesas: Medina Azahara, Madinat al-Zahra (la ciudad brillante), la ciudad áulica construida
a unos pocos kilómetros al oeste de Córdoba por orden de Abderramán III. Medina Azahara, que se convertiría en la
nueva sede política califal, fue comenzada en el año 936, pero sería destruida
con el abrupto final del Califato (hacia 1010). Así, la ciudad palatina, de la
que se dijo que era la ciudad más bella de occidente, tuvo una vida breve,
inferior a un siglo. Su testimonio queda en el yacimiento arqueológico que
comenzó a excavarse a principios del siglo XX y cuyos trabajos siguen en la
actualidad.
Fuera de las
murallas irían creciendo diversos arrabales. Se calcula que llegó a tener una
veintena de barrios extramuros, entre los que son destacables, al este, el
arrabal de al-Sarquiyya (Axerquía), que sería incorporado a la
ciudad la ampliación del recinto urbano amurallado; al oeste, el de al-Garbi (Algarbe); o al sur, el de Saqunda
(actualmente Campo de la Verdad). Más
allá de los arrabales, aprovechando la vega fluvial, surgirían numerosas
almunias, casas de recreo y explotación agrícola.
Tras la
conquista cristiana, la ciudad iniciaría un declive que la alejaría del protagonismo
urbano que tuvo. No obstante, recibió construcciones de interés como la Torre
Fortaleza de la Calahorra, el Alcázar de los Reyes Cristianos, la mencionada
Catedral de la Ciudad o la espectacular Plaza de la Corredera. Pero la
rebautizada como Córdoba ya nunca
volvería a alcanzar el esplendor del pasado.
Calles de Córdoba.
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Aunque quedan escasos restos romanos, sí se conserva el
recuerdo de la ciudad musulmana que lideró Al-Andalus,
apreciado en sus calles o en
alguno de los monumentos mencionados anteriormente (hecho que le
permitió el reconocimiento de la Unesco). Por eso, la Córdoba actual, a pesar
de sus notables industria y comercio, cuenta con el turismo como un recurso
principal de su economía, atrayendo anualmente a una gran cantidad de
visitantes, cifra que se incrementa año a año. Así, Córdoba
celebra el pasado y asienta en él una parte importante de su futuro.
Cádiz, disfrutar el
presente.
Existe una
imagen tópica de Cádiz y sus habitantes (y también del entorno más cercano) que
apunta a la buena vida, a la fiesta y a la diversión. Así, según ese tópico, la
ciudad sería el paradigma de un puro presente hedonista, de un carpe diem ciudadano y urbano. Esa
visión, injustamente simplificadora como todas, tiene, no obstante, alguna base,
como veremos más adelante.
Cádiz tiene
una larga historia que hunde sus raíces en leyendas hercúleas, pero que comenzó
con la llegada de los fenicios. Aunque la tradición habla de una fundación
entre los siglos XIII y XI a.C. no se tiene constancia arqueológica de ello,
porque los vestigios más antiguos que se han encontrado datan del siglo VIII
a.C. En cualquier caso, la Gadir
fenicia (que significaba “fortaleza”), luego Gadeira griega o Gades
romana, es una de las ciudades más antiguas de Europa, que ha visto pasar,
además, a bizantinos, visigodos y árabes hasta la reconquista cristiana ocurrida
en 1264.
Para su
fundación los fenicios escogieron un archipiélago, conocido como las Islas Gadeiras, que estaba formado por
tres islotes: Erytheia, el más
septentrional y menor de todos, donde los fenicios crearon su colonia; Kotinoussa (luego, Isla de San Pedro,
una larga lengua de tierra que iba aproximadamente desde la Caleta hasta Sancti Petri); y Antípolis
(Isla de León, actual San Fernando). Estas dos últimas islas no fueron,
inicialmente, habitadas. Su singular ubicación, estratégica y ambientalmente
privilegiada, determinaría la evolución del asentamiento hacia una ciudad
comercial que prosperó con rapidez, pero también fue el origen de muchos
problemas, ya que Cádiz se vio permanente acosada por codiciosos piratas y
corsarios.
Cádiz en 1900.
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Cádiz ha sido
siempre una ciudad volcada al mar, que progresó extraordinariamente con el
comercio con la Indias, ya que desde 1680 compartió el monopolio con Sevilla y
a partir de 1717 lo tuvo en exclusiva (hasta su apertura definitiva en 1790).
El impulso de su puerto y de sus astilleros cimentaron una boyante economía que
permitió la consolidación de una burguesía que quedaría representada en las notables
edificaciones residenciales que definen sus calles y plazas. Pero la notoriedad
alcanzada durante esos años, remarcada por la reputación que le otorgó ser la
sede de la firma de la Constitución Española de 1812, se iría diluyendo a lo
largo del siglo XIX y, especialmente, tras la pérdida de las últimas colonias del
imperio español (Cuba principalmente).
Centro Histórico de Cádiz.
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Cádiz no
recuperaría su preeminencia y sus gentes volvieron la mirada hacia su realidad,
sin añoranzas del pasado y sin obsesiones de futuro. La bondad de su clima, el magnífico
paisaje urbano, sus estupendas playas o los habituales eventos callejeros de
ocio y diversión fueron caracterizando a la ciudad como un lugar privilegiado
para ese “aprovechar el momento” referido.
En esta
línea, su privilegiada situación le permite contar con cuatro playas de gran calidad. Mientras el
Puerto se ubica en la entrada de la Bahía de Cádiz, las playas se abren al Océano
Atlántico, propiciando unos espectaculares atardeceres. Son la Playa de la Caleta, la más emblemática;
la Playa de Santa María del Mar; la Playa de la Victoria, la playa de la
ciudad por excelencia que acompaña la larga fachada atlántica de la Cádiz
moderna; y la Playa de la Cortadura,
al sur de la anterior y la mayor de todas (con casi cuatro kilómetros de
largo). Estas magníficas playas comienzan a justificar la base hedonista y de
ocio gaditana.
Abundando en
esta idea, Cádiz cuenta con un evento lúdico-cultural de gran repercusión: su célebre
carnaval (que goza del reconocimiento como Fiesta de Interés Turístico
Internacional desde 1980). El Carnaval
de Cádiz reúne todos los años a miles de gaditanos y multitud de visitantes
que se entregan a la diversión festiva. El Carnaval de Cádiz se ha hecho muy
célebre, entre otras cuestiones, por la presencia de chirigotas, comparsas, cuartetos o coros, y
particularmente por el esperado Concurso
de Agrupaciones.
El Carnaval de Cádiz es una fiesta muy reconocida,
particularmente por sus chirigotas y cabalgata.
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Su situación
ocasionaría también, ya en un tiempo más reciente, una circunstancia urbana
importante: Cádiz no puede crecer.
La ciudad ha colmatado el espacio que le ofrecían las antiguas islas de Erytheia y Kotinoussa, formalizando ese plano urbano tan peculiar, con una
“cabeza” casi circular (la ciudad histórica) y ese larguísimo “tronco” (la
ciudad moderna) que caracteriza al Cádiz actual. La ciudad, sin posibilidades
de extensión, parece vivir, por lo tanto, en un presente extendido, alterado
únicamente por las remodelaciones que pueda sufrir internamente o las alteraciones
de su entorno, como es el caso del nuevo acceso a la ciudad (el tercero, tras
el istmo de San Fernando y el Puente Carranza). Se trata de la continuación de
la Autopista del Sur, con el impresionante Puente
de la Constitución de 1812, inaugurado en 2015 según proyecto de Javier
Manterola (que, con sus 69 metros de gálibo marítimo, es el segundo del mundo en
ese aspecto después del neoyorquino Puente
de Verrazano-Narrows).
El nuevo Puente de la Constitución de 1812, el tercer
acceso rodado a Cádiz. En la foto aérea superior se aprecia, tras el Puerto, al
fondo, el casco histórico de la ciudad.
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La sensación de presente continuo se acentúa en la
ciudad histórica, cuyos edificios monumentales (entre los que destaca la
Catedral) ceden el protagonismo al ambiente
urbano formado por la exquisita arquitectura residencial que caracteriza sus
calles y plazas.
Calles de Cádiz.
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Con todo, Cádiz disfruta del presente y cimenta
en él su futuro, gracias a esas condiciones ideales que la historia, el clima y
sus gentes han creado.
Málaga, apostar por
el futuro.
Málaga tiene
una larga historia, pero su peso nunca pudo competir con la entidad alcanzada
por otras ciudades de su entorno que, como Córdoba, Granada o Sevilla,
lideraron la antigüedad y se dotaron de una monumentalidad extraordinaria. Fue
fundada como Malaka en torno al siglo
VIII a.C., en un entorno privilegiado que llamó la atención de los fenicios
(quedan vestigios de su presencia). Cartagineses y romanos protagonizarían sus
primeras trazas urbanas (testimoniadas también por algunos escasos restos). Con
la llegada de los musulmanes en el año 743 nacería una nueva ciudad sobre la
precedente.
Málaga musulmana superpuesta en la ortofoto actual.
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Pero ni aquella Malaqa
islámica, que tuvo cierta relevancia dentro del reino nazarí de Granada, ni la
posterior Málaga cristiana tendrían
un gran desarrollo (hacia finales del siglo XVIII seguía siendo una modesta
ciudad de provincias). Málaga esperaba
su momento y este llegaría con la modernidad.
El mundo
cambió con la Revolución Industrial y Málaga, sin dudarlo, siguió esa innovadora
estela, recorriendo un camino que le permitiría encabezar la incipiente industrialización española en el segundo tercio
del siglo XIX. Durante la centuria decimonónica se asentaron las bases
(positivas y negativas) de un renacimiento urbano y social y, aunque a lo largo
del siglo XX sufriría diversas crisis, Málaga nunca miró hacia atrás. La ciudad
confirmaría su vocación comercial y, abanderando la exitosa Costa del Sol, se lanzaría
descaradamente hacia adelante. Hoy, en
el siglo XXI, Málaga vuelve a
reinventarse con una decidida apuesta por el futuro.
Son muchos
los frentes que muestran este rumbo: desde la adscripción de la ciudad a la
estrategia Smart City o sus
importantes transformaciones infraestructurales y espaciales, hasta el
incremento y sofisticación de su oferta cultural, comercial y de ocio, o la
actuación de varias plataformas para el impulso empresarial y de los
emprendedores.
Comenzando
por la estrategia Smart City, esta se muestra en muchas acciones que persiguen la
sostenibilidad y la eficiencia energética, así como la interacción entre
administración y ciudadanos o la mejora de los servicios públicos (optimizándolos
y reduciendo su coste). Málaga ha puesto en marcha una avanzada administración
electrónica con un gran número de tramitaciones que pueden realizarse on line. Además, se han abierto cauces
específicos para demostrar la transparencia
de la gestión y facilitar la participación
ciudadana. Complementariamente, se han
activado muchas aplicaciones para
móviles (apps) relacionadas con
la movilidad, el ocio y la información. Destacan las que permiten consultar
sobre aparcamientos y su ocupación, sobre el transporte público (líneas,
paradas y tiempos de espera reales), sobre el estado de las playas o sobre los
museos o monumentos de la ciudad (incluyendo audioguías). En el espacio urbano,
nuevos paneles informan actualizadamente (de actividades, servicios públicos o
del estado del tráfico, por ejemplo), además de favorecer la inclusividad ya
que, en algunos casos, permiten su comprensión para personas con alguna
discapacidad (visual, por ejemplo). Por otra parte, son numerosas las operaciones
concretas en relación con la energía: plantas de cogeneración que
proporcionan biogás a partir de los residuos urbanos, contadores domésticos
digitales para monitorizar la gestión del agua y de la electricidad, medidores
urbanos para la calidad del aire, farolas alimentadas por energías renovables
(solar y eólica), redes de riego inteligente o presencia de la domótica en los
edificios municipales. Uno de los campos más innovadores es la movilidad
sostenible, particularizada en el programa ZEM2All, realizado conjuntamente con el gobierno de Japón y cuyo
objetivo es convertir a la ciudad en pionera de la movilidad eléctrica. El control
de la red de circulación es otro objetivo prioritario demostrado en el Centro de Control de Tráfico que, en
tiempo real, busca una rápida reacción ante incidencias o ante la congestión,
así como el Centro de Control de Autobuses,
cuyos vehículos, dotados de dispositivos GPRS avisan de su posición, además de
proporcionar una movilidad más sostenible al ser impulsados prioritariamente
por electricidad.
Málaga Smart City: Farolas eólicas del Paseo de la
Misericordia y “electrolineras” para los coches eléctricos.
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El espacio urbano es otro de los puntos
fuertes de la “nueva” ciudad. La peatonalización
del centro histórico (calle del Marqués
de Larios, Plaza de la Constitución
y sus aledaños) desde 2002 o los nuevos espacios resultado de un ambicioso Plan
Puerto-Ciudad están reconfigurando Málaga. Hasta el momento, el Plan
Especial del Puerto, ya ha trasladado dos grandes espacios portuarios para uso
y disfrute ciudadano: el Muelle Uno, un espacio de paseo,
comercial y de ocio, habilitado para el atraque de yates, y el Muelle Dos,
conocido como el Palmeral de las
Sorpresas, un lugar ajardinado con oferta cultural, incorporando también
una terminal de cruceros. Ambos espacios fueron inaugurados en 2011. Los
trabajos fijados por el Plan Especial continuarán con la remodelación del Muelle Heredia como núcleo terciario
(donde ya se ha instalado una noria de 70 metros), un Auditorio en la zona de
San Andrés o la construcción de un puerto deportivo para más de 600 amarres.
Málaga. Calle del Marqués de Larios.
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Málaga. Muelle Uno.
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Las
infraestructuras de transporte
también se han transformado para favorecer el nuevo rumbo. Es especialmente
reseñable la llegada del tren de alta velocidad AVE en 2007 gracias a la apertura del tramo Málaga-Córdoba que
permite conectar con Madrid y las principales capitales (con la Estación de Málaga-María Zambrano que
abrió sus puertas en el mismo año). También puede subrayarse la ampliación del
Aeropuerto (Málaga-Costa del Sol) con
su tercera terminal (T3) que entró en funcionamiento en 2010. Otra de las
actuaciones emblemáticas es la apertura del Metro
Málaga, cuyas dos primeras líneas entraron en funcionamiento en 2014 (L1 El Perchel-Andalucía Tech y L2 El Perchel-Palacio de los Deportes).
No obstante, la planificación de la red total es ambiciosa y en la actualidad,
en 2016, se han puesto en marcha las obras para su continuación mediante un
túnel bajo la Alameda.
Málaga. Centro Pompidou.
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Es muy
remarcable la apuesta por la cultura.
Málaga ha inaugurado recientemente varios museos que la sitúan en posiciones de
privilegio en estas cuestiones: el Museo
Picasso (Pablo Picasso nació en la ciudad en 1881) y el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC Málaga), ambos inaugurados en 2003;
el Museo Carmen Thyssen Málaga,
abierto en 2011 (con obras cedidas hasta, al menos, el año 2025); o la reciente
sede malagueña del parisino Centre
Pompidou, situado en la articulación entre el Muelle Uno y el Muelle Dos
y que, con un compromiso de permanencia hasta el 2020 como mínimo, abrió sus
puertas en 2015, al igual que el Museo
Ruso, una delegación del Museo
Estatal Ruso de San Petersburgo (cedida en este caso hasta, al menos, el
2025). Las pinacotecas se ven acompañadas por una interesante oferta
complementaria: como el Museo Interactivo
de Música (MIMMA) inaugurado en 2002; el Museo del Vino (abierto en 2008, ofreciendo catas de los vinos con
Denominación de Origen Málaga y Sierras
de Málaga); o el Museo
Automovilístico y de la Moda (abierto en 2010 en el edificio de La Tabacalera, donde también se
encuentra el Museo Ruso).
La economía
sigue en el punto de mira y, aunque Málaga ya cuenta con una fuerte
implantación de empresas (además de con un activo sector turístico, compartido
con toda la Costa del Sol), la ciudad
busca convertirse en una referencia
empresarial de ámbito europeo con la creación de plataformas para nuevas
corporaciones, así como por la potenciación del I+D+i. En este sentido, Málaga aspira
a convertirse en un “Silicon Valley”
europeo, para lo cual está impulsando el club “Málaga Valley”, enfocado a la captación de talento e inversiones
innovadoras y tecnológicas desde 2006. Málaga pretende configurarse como un
laboratorio experimental donde albergar ideas de negocio novedosas, apoyando su
puesta en práctica gracias a varios “aceleradores de emprendedores”, promovidos
por empresas como Deloitte o PwC -PricewaterhouseCoopers-, y también
por la Universidad de Málaga. Complementariamente, aunque con un carácter
individual, se han habilitado aplicaciones para dispositivos móviles que
permiten conocer ofertas de empleo locales, cursos y seminarios laborales, o
guías para emprendedores.
Imagen del evento celebrado en abril de 2015 por el
Club Málaga Valley.
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Con todo, Málaga apuesta por el futuro y fundamenta
en la reinvención tecnológica, de actividades y servicios, el ofrecimiento a
los ciudadanos de una ciudad mejor, más confortable, y con nuevas
oportunidades.
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