El café Van Gogh en Arlés en una muestra de la
recuperación de los paisajes del pintor.
|
Los procesos
de generación de identidad urbana son, a veces, imprevisibles. Desde luego,
todas las ciudades tienen un “mínimo común” que las iguala, pero hay algunas
que cuentan con cualidades particulares que les permiten sobresalir. Estos
rasgos singulares pueden tener expresiones muy diversas.
Una de ellas
es la cultura, que en ciertas ciudades se ha apoyado en la asociación con algún artista genial que vivió en ellas y les
transmitió parte de ese halo casi mágico que asignamos a los creadores.
Sobre esa base, y aprovechando también otras virtudes, esas ciudades han
logrado construir una imagen sofisticada y glamurosa muy apreciada.
En esta
línea, vamos a aproximarnos a tres casos
que tienen muchos puntos en común, tanto por su ubicación mediterránea, como
por sus atractivos entornos y, sobre todo, por ese halo cultural que las ha
convertido en lugares fascinantes para un turismo que busca algo más que playa
y sol. Se trata de tres parejas de ciudad/artista: en la Costa Brava española, Cadaqués y Salvador Dalí; en la costa
del Garraf, próxima a Barcelona, Sitges
y Santiago Rusiñol; y, en la Provenza francesa, Arlés y Vincent van Gogh.
Asociaciones
identitarias: ciudades y pintores.
Los procesos
de generación de identidad urbana son, a veces, imprevisibles. Desde luego,
todas las ciudades tienen un “mínimo común” establecido en una serie de
funciones y características que las igualan. Pero hay algunas que, además de compartir esas bases
imprescindibles, sobresalen por ciertas cualidades particulares (entiéndase
cualidades positivas). Son ciudades “bendecidas” por algún don que les permite
destacar sobre el resto. Entonces, ese rasgo emerge como identitario y les
ayuda a diferenciarse, una cuestión que produce diversos beneficios como el de
potenciar el sentimiento de pertenencia de sus ciudadanos o el de presentarse
con una “identidad clara” para los foráneos (que suele ser muy apreciada por la
industria turística, uno de los pilares de la economía de nuestro tiempo).
Estos rasgos
singulares pueden tener expresiones muy diversas. A veces proceden de la
localización o del paisaje, otras de la existencia de algún elemento
arquitectónico o urbano diferencial, también pueden haber protagonizado hechos
históricos, ser la cuna de personajes ilustres o haber acogido temporalmente a
alguno de ellos. En esta última línea, hay ejemplos que se asientan en la
cultura y más concretamente en el mundo del arte y de la pintura en particular.
Esto sucede con algunas ciudades que
llevan asociado el nombre de algún artista que vivió en ellas y les transmitió
parte de eso halo casi mágico que asignamos a los creadores. A partir de
esa referencia, estas ciudades han logrado consolidar una intensa vida cultural
expresada en la oferta de museos, galerías de arte, eventos relacionados con el
arte, etc.
En esta línea,
vamos a aproximarnos a tres casos que tienen muchos puntos en común. Se trata
de tres parejas ciudad/artista: en la costa brava española, Cadaqués y Salvador Dalí; en la costa del Garraf, próxima a
Barcelona, Sitges y Santiago Rusiñol;
y, en la Provenza francesa, Arlés y
Vincent van Gogh.
Situación de Arlés, Cadaqués y Sitges en la costa
noroccidental mediterránea.
|
Las
coincidencias comienzan, primero, por compartir un entorno geográfico, vinculado al Mar Mediterráneo, lo cual les
proporciona unas condiciones climáticas y ambientales excelentes. En segundo
lugar, y en parte consecuencia de lo anterior, es ser localidades de gran proyección turística, visitadas
por miles de viajeros todos los años, con especial intensidad en el periodo
estival. Y, en tercer lugar, el que quizá sea el rasgo principal de su
singularidad diferencial respecto a otras que también participan de las
virtudes anteriores: el hecho de unir al turismo estacional (vinculado al sol y
al mar) la identificación con un pintor
muy reconocido. Esta favorable asociación se ha convertido en base
sustancial para el desarrollo de una importante
actividad cultural que, además, proporciona una fascinación que las eleva
sobre el resto.
No son las
únicas coincidencias entre ellas, porque, además, las tres ciudades cuentan con
espacios dedicados a la memoria y obra
de sus respectivos artistas icónicos. La casa en la que vivió Dalí en Port
Lligat, una de las calas de Cadaqués, es hoy un museo dedicado a su recuerdo
(la Casa-Museo Salvador Dalí). En
Sitges, Cau Ferrat es un espacio expositivo
que alberga obras de Rusiñol y de otros artistas sobresalientes, así como sus
colecciones de hierros forjados. Y, en Arlés, la Fundación van Gogh es un centro de creación artística y animación
cultural.
No obstante,
aunque las tres compartan todas estas características, también presentan diferencias, sobre todo por su tamaño.
Sin embargo, esta disparidad cuantitativa no ha impedido que las tres hayan
conseguido preservar sus núcleos históricos que, cada uno con su estilo y
ambiente particulares, emergen como uno de sus principales atractivos.
Cadaqués es un pequeño municipio de casi 3.000
habitantes, aunque multiplica su población en verano para sobrepasar los 20.000
habitantes. A pesar de esta circunstancia, que ocasiona no pocas tensiones infraestructurales,
Cadaqués ha logrado salvaguardar su paisaje esencial, su personalidad y la
imagen del pueblo. Por su parte, Sitges
es una ciudad mayor, con casi 30.000 personas (cuyo crecimiento mayoritario se
ha producido en las últimas décadas, debido al impulso turístico), y que
también incrementa notablemente su población veraniega, llegando hasta los
100.000 residentes. En el caso de Arlés,
la ciudad ha alcanzado un tamaño medio (algo más de 50.000 habitantes) y es
centro de una importante región agrícola donde se celebran ferias y mercados.
Además, la ciudad hace gala de su pasado y muestra con orgullo los antiguos monumentos
conservados, ocho de los cuales se encuentran inscritos como Patrimonio de la
Humanidad (destacando el extraordinario Anfiteatro romano).
En los tres
ejemplos, la fusión entre un entorno
urbano y paisajístico seductor y una actividad cultural de gran intensidad ha
generado una muy atractiva conjunción para crear un ambiente singular,
sofisticado y lleno de glamour, muy apreciado por un turismo que busca algo más
que playa y sol (hay que recordar que, como nos indica la Real Academia de
la Lengua, tener glamour es contar
con un encanto sensual fascinante).
Cadaqués
|
Cadaqués/Dalí.
Cadaqués es
una de las referencias principales del turismo que se dirige a la Costa Brava.
Uno de sus atractivos es, desde luego, encontrarse un enclave repleto de
encantos naturales en el cabo de Creus, el más oriental de la península
ibérica. Pero este no es su único reclamo. Lo que distingue a Cadaqués de otras
seductoras localidades de esa zona de la costa mediterránea es su halo
cultural, tan vinculado a la figura de
Salvador Dalí, el genial pintor que eligió ese lugar como su residencia
habitual. También atrajo a unos cuantos de los principales artistas del siglo
XX que acudieron allí por su estímulo inspirador (como Picasso, Miró o Marcel
Duchamp, entre otros destacados creadores).
Salvador Dalí en 1972, fotografía de Allan Warren
tomada en el Hôtel Meurice de Paris.
|
Salvador Dalí (1904-1989) nació en Figueras, una
ciudad situada a 39 kilómetros de Cadaqués, en el Ampurdán gerundense. Desde
allí partió hacia Madrid, donde estudiaría en la famosa Residencia de
Estudiantes (junto a personajes como García Lorca o Buñuel). Posteriormente
dirigiría sus pasos a París, estableciendo contacto con el grupo surrealista y
comenzando su proyección internacional.
A pesar de
las polémicas que acompañaron su vida, su posición como uno de los artistas más
destacados del siglo XX es incontestablemente reconocida. Dalí fue un creador multifacético (pintor, dibujante,
grabador, escultor, fotógrafo, escenógrafo o escritor), provocador intelectual (que a veces se contradecía a sí mismo con
alambicadas argumentaciones), y también un consumado showman (narcisista y megalómano,
son muy conocidas sus boutades y sus
excesos destinados a atraer la atención de todo el mundo). La historia del arte
lo ha etiquetado como un pintor surrealista cuando, en verdad, superó los
límites, tanto de la disciplina como de ese movimiento, para mostrar un mundo muy imaginativo, ecléctico y personalísimo,
caracterizado por impactantes imágenes oníricas, expresadas con un virtuosismo
técnico extraordinario.
Detalle de la pintura “Muchacha en la ventana”, en la
que Dalí pintó a su hermana observando la bahía de Cadaqués en 1925.
|
En 1930, Dalí
fijaría su residencia en Port Lligat,
un pequeño puerto pesquero ubicado en una cala perteneciente al municipio de Cadaqués, donde en su juventud había disfrutado
de estancias veraniegas con su familia. Atraído por la luz, por el paisaje, y
por la sensación de asilamiento, Dalí adquirió una casita de pescadores en Port
Lligat en la que viviría y trabajaría desde entonces (salvo la mayor parte de
la década de 1940 que pasaría en Estados Unidos) hasta el fallecimiento de
Gala, su mujer, en 1982. A aquella barraca se le irían sumando otras contiguas
que se verían transformadas por el excéntrico genio de Dalí, hasta crear un
conjunto irrepetible que, según palabras del pintor era “una verdadera estructura biológica [...]. A cada nuevo impulso de
nuestra vida le correspondía una nueva célula, una habitación”. Hoy, esta
casa, que muestra el peculiar mundo daliniano y almacena muchos de sus
recuerdos, se ha transformado en la Casa-Museo
Salvador Dalí.
Detalle de la casa de Dalí en Port Lligat.
|
Con la muerte
de Gala, Dalí se instalaría en el Castillo de Púbol, en el Bajo Ampurdán, un
edificio medieval que, actualmente, se encuentra abierto al público como Casa-Museo Castillo Gala Dalí. Aunque
el gran espacio dedicado al pintor se encuentra en Figueras, su localidad
natal: el Teatro-Museo Dalí,
inaugurado en 1974 y que está consagrado a la obra del genio, quien, además, se
implicó mucho en su creación. El pintor, fallecido en 1989, se encuentra
sepultado en el propio museo. Este Teatro, junto a los mencionados edificios de
Púbol y Port Lligat constituyen el imprescindible “triángulo” daliniano ampurdanés.
Teatro-Museo Salvador Dalí en Figueras.
|
Cadaqués reúne así arte y naturaleza, siendo destino de muchos artistas de
todo el mundo, algunos de los cuales establecerían su residencia en la ciudad.
El ambiente cultural se manifiesta en las numerosas galerías de arte, centradas
en la pintura, la escultura y la fotografía, que proporcionan a la ciudad ese halo artístico tan particular. Paisaje
y cultura se fusionan en una amalgama inseparable que hace de Cadaqués un lugar
especial.
Sitges
|
Sitges/Rusiñol.
Sitges, a unos
cuarenta kilómetros al sur de Barcelona, en la costa del Garraf, es otra de
esas ciudades que ha logrado unir la atracción turística con la propuesta la
cultural. Sitges fue originalmente un pequeño municipio pesquero que se
transformó en una importante localidad turística, apoyándose, desde luego en su
costa mediterránea, pero también en ese resplandor cultural que la distingue de
los lugares de su entorno. En esa deriva
cultural influyó la decisión de Santiago Rusiñol, un artista polifacético, que
la seleccionó para ubicar en ella una casa-taller en la que organizar
exposiciones y eventos artísticos.
Retrato de Santiago Rusiñol, realizado por Ramón Casas
hacia 1900.
|
Santiago Rusiñol (1861-1931), barcelonés de
nacimiento, encontró en Sitges su refugio. Había llegado allí por recomendación
de su amigo Ramón Casas que había estado en la población pintando. Rusiñol fue
uno de los artistas importantes del Modernismo, con una pintura que iría
adquiriendo las técnicas del impresionismo, centrando su objetivo en la pintura
de paisaje (principalmente jardines) al aire libre.
“Jardín de las Elegías. Son Moragues”, obra de Santiago
Rusiñol de 1903.
|
Tras una estancia en París,
volvió a España y recaló en Sitges, donde compró, en 1893, una casa de
pescadores para albergar una extensa colección de piezas de hierro forjado y de
arte antiguo que había ido adquiriendo a lo largo de sus viajes (el
coleccionismo fue una de las pasiones de Rusiñol). Esa casa y la contigua que adquirió
poco después, serían remodeladas para convertirlas, no solo en espacio de
trabajo y depósito de sus colecciones sino también en un lugar de encuentro
para poetas (Rusiñol fue también un apreciable escritor) y artistas. Bautizó el
lugar como Cau Ferrat (una “madriguera de hierro”, en referencia al
material de los numerosos objetos de forja recopilados). Pronto se convirtió en
un lugar de referencia para la cultura (se harían célebres sus “Fiestas
Modernistas” a las que acudían personalidades destacadas de la intelectualidad
catalana y española). A la muerte del pintor, Cau Ferrat, pasó, por deseo del artista, a ser propiedad del
municipio. El Ayuntamiento lo convirtió en un museo abierto al público desde su
inauguración en 1933.
Cau Ferrat en Sitges, fachada e interior.
|
Sobre esa
base, Sitges fue incrementando su oferta cultural con nuevos museos temáticos,
galerías de arte, y eventos artísticos diversos. Entre estos destaca un
acontecimiento de relevancia internacional, como es el Festival de Cine Fantástico de Sitges, que celebra este año 2017 su edición número cincuenta (entre el 5 y el
10 de octubre). Además, Sitges también se ha destacado como un espacio de
libertad desde hace muchos años, acogiendo a la comunidad gay, que ha elegido
esa ciudad como un lugar predilecto para disfrutar sus vacaciones.
Arlés: entorno del Anfiteatro romano.
|
Arlés/van Gogh.
Arlés es una
de las ciudades importantes de la antigüedad. Durante el Imperio Romano llegó a
ser capital de la prefectura de las Galias (que incluía también a Hispania) e
incluso fue candidata a primera ciudad imperial (distinción que finalmente
recaería en Constantinopla). Su importancia histórica tenía
mucho que ver con su estratégica ubicación en la Provenza francesa, junto a la
desembocadura del Ródano. Pero Arlés sufrió mucho tras la descomposición
del imperio romano occidental, hasta estar casi a punto de desaparecer.
Afortunadamente, tras siglos de letargo, la ciudad fue rescatada gracias a su
luz mediterránea.
Porque a
Arlés llegarían pintores buscando su luminosidad como un motor de inspiración
para sus obras. Arlés volvería a “aparecer” en el mapa aupada por esos
artistas, entre los cuales destaca especialmente Vincent van Gogh.
Autorretrato de Vincent van Gogh (1887)
|
Vincent van Gogh (1853-1890) fue un holandés errante. Tras
una ajetreada vida luchando por su arte y contra sus propios demonios, van Gogh
recaló en Arlés en 1888, huyendo del ajetreado norte y buscando el color y la
impresionante luz provenzal. Allí le acompañaría Gauguin, otro de los maestros
de la pintura con quien tendría una relación tormentosa.
No estuvo
mucho tiempo en la ciudad, pero dejó una huella imborrable, que Arlés supo
aprovechar tiempo después. El artista disfrutó de un periodo muy fecundo,
realizando más de 300 obras en los quince meses que residió en la ciudad (entre
ellas se encuentran algunas de las más emblemáticas de su producción como “Los
Girasoles”, “Le café Le Soir” o “la Casa Amarilla”).
“La casa amarilla”, obra de Vincent van Gogh de 1888, y
estado actual del entorno. En aquella casa, le pintor intentó crear una
comunidad de artistas.
|
En el periodo arlesiano
ocurrirían algunos de los hechos más recordados de su atormentada biografía,
como la automutilación del lóbulo de su oreja izquierda (no la oreja completa
como algunos creen equivocadamente). Su deteriorado estado de salud mental
obligó a ingresarlo en un hospital de la ciudad y posteriormente en el
psiquiátrico Saint Paul-de-Mausole en la vecina Saint-Rémy-de-Provence.
Finalmente se trasladaría a Auvers-sur-Oise, una localidad cercana a París, en
la que residiría hasta que, a finales de julio de 1890, el pintor se disparó
con un revolver en el pecho, muriendo como consecuencia de la herida que se infligió.
En 1983 se
creó la asociación vinculada a la figura de van Gogh (desde 2010,
institucionalizada como Fundación
Vincent van Gogh Arles) con el objetivo de promover actividades culturales
y artísticas en torno a la obra del pintor, potenciando Arlés como un centro
internacional para la creación artística, siguiendo, en cierto modo, el deseo
del pintor quien quiso crear en la ciudad una comunidad de artistas (en la
famosa “casa amarilla” desaparecida bajo las bombas de la Segunda Guerra
Mundial).
Acceso a la Fundación Van Gogh en Arlés.
|
La potencia
de su patrimonio histórico, sumada a las extraordinarias cualidades ambientales
de la Provenza y a ese fulgor cultural que se manifiesta con la presencia de
artistas, exposiciones y las numerosas galerías de arte (sobre todo de fotografía)
ha consolidado una atracción que ha hecho de Arlés uno de los destinos
principales turísticos del suroeste francés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
urban.networks.blog@gmail.com