El complejo religioso y asistencial promovido por el
sultán Bayaceto II (Sultan II Bayezid Külliyesi) en Edirne es una espléndida
muestra de las külliyes otomanas.
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De los “cinco
pilares del islam”, oración y caridad son los preceptos básicos que requieren
una configuración espacial de apoyo y, en consecuencia, generan expresiones
arquitectónicas y urbanas.
En las primeras construcciones
religiosas se buscó compatibilizar ambas exigencias y las primeras mezquitas
sumaron a su función de culto otros usos asistenciales. Pero la complejidad creciente
de la sociedad hizo necesaria la creación de espacios específicos para cada
función y surgieron grandes complejos de edificios (külliye) que, contando con la mezquita como núcleo, incorporaron
instituciones de beneficencia, comedores, albergues, clínicas o también escuelas
coránicas, estableciendo unos “centros sociales” fundamentales en la ciudad
islámica.
En sus más de 600
años de existencia (1299-1922), el Imperio Otomano alcanzó un gran poder y
ascendencia sobre el resto del mundo musulmán. Su influencia en la evolución
del espacio religioso fue trascendente. Nos aproximaremos a ello visitando sus
tres capitales principales: Bursa, Edirne y, sobre todo, Estambul, donde Mimar
Sinán establecería el modelo clásico de mezquita imperial a partir de su
admirada Hagia Sophia.
Lo haremos en dos
partes, en esta primera nos referiremos a cuestiones generales y a las obras de
Bursa y Edirne. Dejaremos Estambul para el segundo artículo.
El
espacio religioso musulmán (mezquitas y külliyes
otomanas)
Los “cinco pilares
del islam”, obligatorios para todo musulmán, son: la profesión de fe (shahada), la oración (salat), la caridad (zakat), el ayuno (swan) y
el peregrinaje a la Meca (hajj). Oración
y caridad son el segundo y tercero de estos preceptos fundamentales y tienen una
diferente trascendencia personal y social. Como veremos, oración y caridad son los que requieren una configuración espacial de
apoyo y, en consecuencia, generarán expresiones arquitectónicas y urbanas.
La
fe islámica es individualista en la
relación con Alá, que se expresa en la oración. El musulmán debe rezar cinco veces al
día y puede hacerlo en cualquier lugar (para el islam toda la tierra es igualmente
sagrada), aunque siempre orientado en dirección a La Meca. Solamente es
necesario el rezo colectivo los viernes y en fechas señaladas, para lo cual se
debe acudir a la mezquita (masŷid),
el lugar de culto.
La
fe islámica es muy comunitaria en la
relación interpersonal con los “hermanos”, hecho que se concreta en la caridad. Individualmente, los musulmanes deben
dar limosna a las personas más pobres de su comunidad (al menos una vez al año
y en un porcentaje determinado). Además, colectivamente, deben contribuir en la
medida de sus posibilidades a la asistencia general hacia los más
desfavorecidos. Esto demandaba la construcción de instituciones de
beneficencia, en las que se podía dar de comer o se ofrecía albergue y otros
servicios a los necesitados.
En las primeras construcciones religiosas se buscó ofrecer solución a ambas
exigencias en el mismo espacio. Así, aunque el propósito principal de las
mezquitas era servir de lugar de reunión para el rezo de los musulmanes, también
procuraban otros servicios a la comunidad, tanto de asistencia social como de
tipo educativo (la educación y transmisión de la doctrina islámica sería otra
labor fundamental para la que se crearon las madrasas, las escuelas coránicas). En consecuencia, las primeras mezquitas fueron lugares de “usos
múltiples”. No obstante, el incremento de la población conllevó la complejidad
de la sociedad haciendo necesaria la creación de espacios específicos para cada
función. Las mezquitas seguirían siendo el núcleo central, pero estarían
rodeadas de otras edificaciones vinculadas que formarían un conjunto mayor.
En esta línea, en la sociedad otomana se crearon grandes
complejos de edificios (denominados külliye), que contaban con la mezquita (camii) como punto de referencia, pero incorporaban además
instituciones de caridad (waqf),
escuelas coránicas (madrasa),
clínicas/hospitales (dar al-shifa),
cocinas/comedores para dar de comer a los pobres (imaret), baños (hamman), panaderías,
albergues (caravanserais, que en
algún caso contaban con una parte de pago para financiar el resto) y algún otro
edificio complementario con estos fines solidarios.
La
repercusión urbana de mezquitas y külliyes
es trascendental. Más allá de las interacciones arquitectónicas entre
los propios elementos del sistema (que conllevan el establecimiento de jerarquías,
direcciones, pasos, o la disposición de estancias especiales, jardines,
estanques, etc.), respecto a la ciudad su papel es esencial. Lo son como nodos
de atracción multitudinaria, requiriendo una dotación de espacio significativa
y amplia que se articule con los barrios contiguos. Pero, además, su ubicación
es crítica para la estructura funcional de la ciudad, puesto que su presencia
física es una expresión sustancial tanto para la identidad como para la
legibilidad urbana.
Elementos característicos de las mezquitas otomanas:
el afilado minarete, la cúpula y el mihrab y el mimbar (presentes en todas las
mezquitas). (imágenes de Shahril Khairi)
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No
hay un modelo único de mezquita dada la extraordinaria diversidad de los
territorios musulmanes, pero si pueden extraerse unos denominadores comunes: la
sala de oración (con su quibla, es decir el muro orientado hacia
La Meca; el mihrab, el nicho que
identifica al anterior; y el mimbar, el púlpito para los sermones);
el patio o antesala para las
abluciones; y el minarete para la
llamada. A partir de esta mínima base existen mezquitas humildes y
grandilocuentes, pequeñas y gigantescas, exentas e integradas en conjuntos
multifuncionales, etc. La variedad de mezquitas responde a la fusión entre las
exigencias del credo islámico y las tradiciones locales, generándose diferentes
modelos formales a partir de los elementos comunes referidos. Por ejemplo, en
el extremo occidental musulmán (al-Ándalus y el Magreb) abundaron las mezquitas
construidas como salas hipóstilas (también llamadas “mezquitas de naves”),
mientras que en Oriente Medio se desarrollarían mezquitas de espacio único bajo
grandiosas cúpulas, o, en el extremo oriental (desde Persia al Imperio Mogol),
proliferarían espacios cubiertos con diversas cúpulas bulbosas.
Si no se puede
establecer un tipo único de mezquita, tampoco
puede fijarse un modelo para los conjuntos asistenciales y, en este caso,
ni siquiera se pueden establecer rasgos similares. Los külliyes, en la mayoría de las ocasiones, determinan su composición
y relaciones internas dependiendo de la mezquita nuclear y de la ciudad que los
envuelve (aunque a veces fueron utilizados como motor para fijar crecimientos
urbanos en periferias deshabitadas).
Dentro de la diversidad existente vamos
a aproximarnos a una de las tradiciones más vigorosas, la de los turcos otomanos, que forjaron un
Imperio que tendría una grandísima influencia en el resto de estados islámicos,
no solo políticamente sino también artísticamente. No obstante, tampoco es
posible encontrar uniformidad dentro del periodo otomano ni de su territorio
histórico, pero, a pesar de eso, sí podemos rastrear en sus tres capitales históricas (Bursa, Edirne y, sobre todo, Estambul) los
modelos fundamentales que serían exportados al resto del imperio y desde allí a
otros países musulmanes.
Bursa, Edirne y Estambul son las tres capitales
principales del Imperio Otomano.
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Apunte
sobre los inicios del Imperio Otomano.
Los túrquicos fueron originalmente un
pueblo nómada que habitaba en el Asía Central, en la región histórica denominada
Turkestán, que se encontraba entre el Mar Caspio y el desierto del Gobi y que
ahora ocupan varios países: Kirguistán, Turkmenistán, Tayikistán, Uzbekistán, así
como el Kazajistán meridional, el norte de Afganistán o el extremo
noroccidental chino. Las cadenas
montañosas centrales (principalmente la cordillera Tian Shan y el Pamir)
separan el Turkestán occidental (asentado sobre las llanuras fluviales del Amu Daria y del Sir Daria y que estuvo reunido bajo la órbita soviética) del
Turquestán oriental (centrado sobre todo en el desierto de Takla Makan y vinculado
al mundo chino).
En ese amplio territorio, los pueblos
túrquicos eran una amalgama de diferentes clanes cuya vinculación era étnica y
lingüística (y finalmente, cuando abrazaron el islam, también religiosa) pero
que funcionaban con una gran autonomía.
Arriba, área aproximada del Turkestán histórico.
Debajo, extensión del Imperio Selyúcida.
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Hacia el siglo X, entraron en contacto
con el islam gracias a la consolidación de la Ruta de la Seda e iniciaron su conversión musulmana.
Esta relación les dio a conocer las tierras meridionales y, alrededor del año
1000, uno de esos grupos, que ocupaba el
área septentrional del Mar de Aral y estaba liderado por Selyuq ibn Duqaq, inició
una expansión hacia ellas. El resultado sería el sometimiento del califato
abasí y la constitución en el año 1037 del Imperio
Selyúcida, uno de los grandes estados de aquella época que tomó el nombre
de su histórico líder. Paulatinamente fueron tomando el control de un área
extensísima, que llegaría desde la península Anatolia hasta las montañas
afganas. Hacia el año 1200, las
disensiones internas irían descomponiendo el imperio que sería finalmente
destruido por las invasiones mongolas.
Uno de los reinos resultantes de la
desintegración fue el Sultanato de Rüm,
que ocuparía buena parte de Anatolia occidental y lograría mantener la
identidad selyúcida (ya que los selyúcidas del este fueron barridos por los
mongoles). Pero este sultanato, gobernado desde la ciudad de Konya, no sería
muy longevo porque en 1302 desaparecería. Tampoco fue demasiado consistente
puesto que su existencia fue más nominal que real ya que, en la práctica, fue
siendo sustituido por docenas de principados regionales independientes
(conocidos como beylicatos). Los más orientales
acabarían rindiendo vasallaje a los mongoles il-kanes, pero los situados al oeste lograron mantener su autonomía.
Uno de estos beylicatos occidentales sería el fundado por Osmán I o Uthman I (1258-1326),
quien daría nombre a la dinastía osmanlí u otomana, que acabaría forjando un
nuevo, extenso y poderoso imperio.
Todo había comenzado con el padre de
Osmán/Uthman, Ertuğrul, líder de su tribu, con la que emigró huyendo de los
mongoles y acabarían, dada su tradición guerrera, sirviendo como mercenarios
para los sultanes de Rüm. Ertuğrul y su pueblo se instalaron en un pequeño
territorio de la parte noroccidental de Anatolia, alrededor de la
antigua ciudad de Thebasion (que fue
rebautizada como Söğüt). Cuando Osmán
se convirtió en el líder (bey), en
1288, inició un proceso que le llevaría a proclamar su independencia respecto a
los turcos selyúcidas de Rüm en 1290. Los historiadores suelen fijar la fecha
fundacional del Imperio Otomano en
1299, porque fue entonces cuando Osmán se lanzó a extender su territorio tanto a costa de
sus vecinos turcos, más débiles que ellos, como de los señoríos cristianos/bizantinos
existentes en la región. Los otomanos verían incrementado su poderío militar
con la llegada de otros guerreros turcos que huían de los mongoles y se veían
atraídos por el botín obtenido de las conquistas sobre los bizantinos. Con
todo, los otomanos comenzaron una expansión imparable.
El hijo de Osmán,
Orhan I tendría un largo reinado, entre 1326 y 1359, hecho que le permitió consolidar
el imperio. En 1326, conquistó las ciudades de Prusa/Brusa y Nicea,
convirtiendo a la primera en su nueva capital (con el nombre transformado en Bursa).
Su sucesor, Murad I, siguió ampliando los territorios otomanos conquistando en
1362 la ciudad de Adrianópolis, situada en territorio europeo, y que desde 1365
ejercería de capital imperial (rebautizada como Edirne). El 1383, el
Califato de El Cairo (dominado por los mamelucos) otorgó al Bey Murad la
distinción de sultán (una cuestión nominal pero que reforzaría su liderazgo dentro
de su territorio). Su
hijo Bayaceto I (Bayezid I, 1360-1403)
(cuyo sobrenombre fue Yildirim, “el
rayo”) accedió al sultanato en 1389 y su gobierno duró hasta 1402, siendo uno
de los primeros apodados “grandes sultanes” del Imperio. Derrotado por
Tamerlán, se inició un periodo convulso de disputas dinásticas (conocido como
“interregno otomano”) que no se solucionó hasta 1413 con el ascenso al trono de
Mehmed I. Tras él llegaría Murad II y, sobre todo, Mehmed II (1432-1481), el
séptimo sultán, que gobernaría el imperio durante treinta años (1451-1481).
Mehmed II lograría la aspiración acariciada durante décadas por sus antecesores:
la toma de Constantinopla, que se
produjo en 1453, provocando el final del Imperio bizantino (y el cambio de
época histórica, dejando atrás el periodo “medieval” para entrar en el
“moderno”). Constantinopla, rebautizada como Estambul, se convertiría
en la cuarta y definitiva capital del imperio que iniciaría una nueva etapa en
su desarrollo. Desde allí gobernarían los siguientes sultanes que continuaron
extendiendo el imperio, como Bayaceto II (Bayezid
II), sultán entre 1481 y 1512; Selim I, entre 1512 y 1520; o Süleyman I (Solimán el Magnífico), que sería
el décimo soberano otomano entre 1520 y 1566.
Mapa mostrando los avances territoriales del Imperio
Otomano hasta su máxima extensión territorial (1683)
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No
obstante, los historiadores suelen restar importancia al hecho de la conquista
de Constantinopla dentro de la evolución del imperio y valoran mucho más la
fecha de 1516, en la que los otomanos derrotaron a los mamelucos y se
anexionaron Egipto. Esto los consolidaría definitivamente. A partir de
entonces, los
otomanos forjaron un imperio que lograría mantenerse hasta su disolución
oficial en 1922, imponiendo su sistema político, su lengua y su religión a un
extenso territorio y, además, consiguieron crear un arte original, expresado
sobre todo en su arquitectura monumental, que transmitía la ideología imperial.
El
nacimiento de la arquitectura otomana: las primeras mezquitas en Bursa y
Edirne.
Söğüt fue la ciudad
principal otomana durante un tiempo turbulento (1299-1326) y, por lo tanto,
poco propicio para la creación arquitectónica. Por eso, las tres capitales
otomanas que recibirían construcciones monumentales serían Bursa (capital entre 1326 y 1365), Edirne (1365-1453) y, sobre todo, Estambul (1453-1922). Y entre esas
edificaciones referenciales destacarían los espacios religiosos y sus
complementarios, hasta el punto de llegar a constituir un modelo propio de
mezquita y de centro asistencial (külliye).
En Bursa comenzó realmente la forja del
imperio y esta ciudad sería la primera en recibir las significativas
construcciones monumentales, destacando las mezquitas, tanto por su necesidad espiritual
como para expresar la transformación musulmana frente a los cristianos
bizantinos. La arquitectura otomana absorbería influencias, pero rechazaría
otras. Por ejemplo, no se sintieron identificados con la construcción en
ladrillo, las cúpulas sobre tambor alto o la fragmentación del espacio interior
de las mezquitas (temas característicos en el oriente medio). Por el contrario,
establecerían lazos con lo bizantino (especialmente tras la toma de
Constantinopla) y magnificarían entonces sus tempranas preferencias respecto,
por ejemplo, a plantas centrales de espacio único, grandes cúpulas de cubrición
o a la piedra como material predilecto.
La pequeña y humilde mezquita de Alaaddin ya indica el
camino del modelo de cúpula sobre espacio único que caracterizará a las
mezquitas otomanas.
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Bursa fue la cuna del nuevo estilo. En
1334 se levantó, dentro de la ciudadela, la mezquita de Alaaddin (Alaaddin
Paşa Camii) con los elementos imprescindibles señalando una tendencia: una
sala única para la oración (que en este caso es pequeña, al ser un cuadrado de aproximadamente
8,5 metros de lado) que estaba cubierta por una cúpula semiesférica, un
vestíbulo (formado por un pórtico de tres arcos donde se realizarían las
abluciones) y un minarete de llamada. Esta humilde mezquita estaba manifestando
la preferencia otomana por la unidad del
espacio, fijado y coronado por una cúpula, cuestión que les aleaba de la
mezquita hipóstila evolutiva que iba creciendo en función de las necesidades de
reunión de fieles (algo que sucedió tanto en Córdoba como en Isfahán). A pesar
de su simplicidad, esta precursora mezquita era innovadora frente a los modelos
selyúcidas anteriores, y aparece como un arquetipo (a pequeña escala) de los
deseos otomanos, resaltando la importancia
dada a la cúpula y al imprescindible pórtico de acceso.
Pórticos de acceso a las mezquitas de Alaaddin y Orhan
en Bursa.
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En 1339, en el borde exterior oriental
de la ciudadela, junto al mercado, que se estaba convirtiendo en el nuevo
centro neurálgico de Bursa, se construyó la que sería la nueva referencia, el
modelo de mezquita multifuncional,
la mezquita de Orhan (Orhan Gazi Camii). Partiendo de los
esquemas típicos de las madrasas, a
la base ofrecida por la mezquita de Alaaddin se le sumaron espacios y funciones
que generaron una tipología que recibiría varias denominaciones: en forma de “T” invertida o mezquita zaviye (que en turco significa
alojamiento, en referencia al destino de alguna de las salas, que podrían ser
para derviches viajeros). Desde el pórtico inicial (de cinco vanos) se accede a
un pequeño vestíbulo que daba paso al lugar central que ejerce como
distribuidor entre los espacios laterales (para la enseñanza o el alojamiento)
y el posterior (para la oración). Cada espacio tiene su propia cúpula, siendo
la central más alta y el resto menores generando un efecto de “acumulación piramidal” visible desde el exterior que
será otro rasgo típico de la arquitectura otomana. Esta mezquita estuvo
acompañada de otros edificios (educativos y asistenciales) que formarían un
embrionario külliye (aunque fueron
construcciones dispersas que carecían de la composición que caracterizaría a
estos complejos más adelante y de los que solamente se conservan dos, unos
baños y una hospedería)
La mezquita de Murad I (Hüdavendigar
Camii) fue construida en 1365 y 1385 en las afueras de Bursa (a tres
kilómetros al noroeste, en el barrio termal de Çekirge), siguiendo el esquema multifuncional en “T” invertida (en
este caso con dos pisos). También contaría con algunos edificios
complementarios. Igualmente, alejado de la ciudadela de Bursa, en este caso a
unos dos kilómetros y medio hacia el este, se levantó otro ejemplo notable promovido
por Bayaceto I entre 1391 y 1395. Este fue diseñado inicialmente como un
complejo (que sería conocida por el sobrenombre del sultán: Yildirim
külliyesi). A pesar de la diversidad edificatoria, la mezquita seguía
respondiendo al modelo zaviye. La
distancia de estos conjuntos respecto al centro urbano indica el interés de los
sultanes en que este tipo de complejos fueran el germen de nuevos barrios
residenciales.
En la búsqueda de alternativas se
experimentaron otras opciones que acabarían siendo desechadas, de manera que
las muestras construidas quedarían como ejemplos singulares. Es el caso de la
Gran Mezquita (Ulu Camii) construida entre 1396 y 1399, también por orden de
Bayaceto I (que construyó, por lo tanto, dos mezquitas en Bursa). Se ubicó en
el centro de la ciudad, junto a la Orhan
Gazi Camii (que se había quedado pequeña para las necesidades crecientes de
la ciudad). La Ulu Camii exploraba con
orden y geometría el tipo de salas hipóstilas organizadas en módulos de manera
que cada uno de ellos tuviera su propia cúpula (influencia recibida desde
Persia), presentando una composición de 5 x 4 módulos lo que se concreta en 12
pilares interiores y el muro perimetral. Su excepcionalidad se manifiesta
igualmente por la ausencia del característico pórtico de acceso. Había algo
ideológico en ese planteamiento que privilegiaba la comunidad de individuos
frente al absolutismo de los sultanes (algo que tardó en ser asumido porque
muchos veían al imperio como una “república” de comerciantes). Con el tiempo,
las cúpulas múltiples acabarían desapareciendo como consecuencia de la excluyente
preferencia imperial por la cúpula única.
Ulu Camii en Bursa, una tipología extraña para los
otomanos: sala hipóstila con cúpulas individuales sobre cada
módulo.
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No obstante, la evolución continuaría un
tiempo siguiendo el camino multifuncional en “T” invertida, reflejándose en
ejemplos como la mezquita Verde (Yeşil Camii), levantada entre 1419 y
1421; o la mezquita de Murad II, construida entre 1424 y 1426 dentro de un
complejo mucho mayor (Muradiye Külliyesi).
Mezquita Verde (Yesil Camii) en Bursa.
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En el siglo XV, Bursa ya no era la
capital imperial porque esa distinción se había trasladado a Edirne, la antigua Adrianópolis,
ciudad que estaba situada en el continente europeo junto a la frontera actual
de Turquía con Grecia y Bulgaria y ofrecía una posición estratégica para
controlar las rutas entre occidente y oriente (circunstancia que la convirtió
en escenario de muchas batallas por el dominio de la zona). No obstante, Bursa,
a pesar de no ser la cabeza jerárquica y residencia del sultán, mantenía su
prestigio y seguía siendo una referencia simbólica, de manera que varios soberanos
siguieron construyendo en ella e incluso levantaron allí sus complejos
funerarios.
Mapa de Edirne, con indicación del trazado original de
Adrianópolis y ubicación de las principales mezquitas y külliye.
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La
construcción de espacios religiosos en Edirne arrancaría con la mezquita de
Bayaceto I (Yildirim Camii) construida entre 1397 y 1400 siguiendo el
modelo de “T” invertida, como harían las posteriores mezquitas de Gazi Mihal (Gazy
Mihalbey Camii) terminada en 1422 o Beylerbey (Beylerbeyi Camii) de
1429. Y, sobre todo, la mezquita Muradiye Camii, promovida por el
sultán Murad II en 1435, sobre una colina ubicada en el noreste de la ciudad
antigua. La estructura responde al tipo en “T” invertida, con un pórtico de 5
vanos desde el que se accede al espacio central distribuidor. Las dos salas
laterales (este y oeste) son iwanes
mientras que al sur se abre la sala de oración. Dispone de un único minarete. A
pesar de la “multifuncionalidad” la mezquita fue acompañada por otros edificios
formando un pequeño conjunto: una cocina-comedor y una escuela elemental (mekteb) que no se conservan. Fue un külliye embrionario. Esta obra culminaría
el tipo de mezquita zaviye, porque a partir
de la década de 1430, estas desaparecerían y se consolidaría el modelo de
cúpula única.
Planta e imagen exterior de la Muradiye Camii en
Edirne.
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Anteriormente,
entre 1402 y 1410, se había construido la Mezquita Vieja (Eski Camii) que insistía
con la fórmula extraña que Bayaceto I aplicó en Bursa (sala hipóstila con
cúpulas individuales sobre cada módulo). En este caso es mucho menor porque la
sala es de 3 x 3 módulos, aunque recupera el pórtico de acceso. Fue la última
muestra de este modelo, que después quedaría olvidado.
Planta e imagen interior de la Mezquita Vieja de
Edirne (Eski Camii)
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La
cúpula única reaparece en la pequeña mezquita de Shah Melek (Şah
Melek Camii) ubicada al inicio del puente Gazi Mihal (en cuyo final se encuentra la mezquita que lleva el mismo
nombre). El modelo se asentaría con fuerza en otra mezquita también encargada
por Murad II, la conocida como mezquita Üç Serefeli Camii (“tres balcones”
por los existentes en uno de sus minaretes), construida entre 1437 y 1447. Esta
ejerce de charnela entre la arquitectura de los primeros otomanos y el periodo
clásico que culminará con las grandes mezquitas imperiales. Es un edificio casi
cuadrado (66,5 x 64,5 metros) dentro del que se organiza un patio con arcadas
perimetrales y cuatro minaretes, uno en cada esquina. La sala de oración es un
rectángulo alargado con una cúpula central (de 24,10 metros de diámetro)
escoltada por otras cuatro menores (dos a cada lado). En esta mezquita surgen nuevas señas de identidad de la
arquitectura religiosa otomana: el patio con fuente integrada, la cúpula
monumental (comenzando una “carrera” para conseguir la cúpula de mayor
dimensión) así como la multiplicidad de
minaretes, altos y muy esbeltos, recordando a lápices puestos de punta.
La mezquita Üç Serefeli Camii de Edirne muestra nuevas
señas de identidad de la arquitectura religiosa otomana: el patio, la cúpula
monumental o el incremento de minaretes.
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La
cumbre de esta etapa en Edirne se alcanzará con el külliye promovido por el sultán Bayaceto II (Sultan II Bayezid Külliyesi). El complejo se
levantaría en la orilla derecha del río Tunca entre 1484 y 1488, cuando la
capitalidad ya había sido trasladada a Estambul. La composición y la
ortogonalidad del mismo muestra un orden que no se había visto hasta entonces
en los conjuntos de Bursa o Edirne y es un reflejo del külliye que Mehmed II había levantado entre 1463 y 1470 en Estambul
(la mezquita original de Fatih y su külliye, que desaparecerían en el siglo
XVIII, victimas de un terremoto). El conjunto de Bayaceto II formaba una “U”
que da la espalda al rio y se abre hacia el oeste integrando edificios
destinados a la beneficencia, como hospitales para pobres, enfermos o locos
(con una peculiar sala hexagonal) o una cocina-comedor, así como hospederías
para derviches e incluso un colegio de medicina. Todo ello presidido por la
mezquita central de espacio único, formada por un cuadrado de 20,60 metros de
lado, cubierto por una cúpula de 19,50 que se eleva hasta los 31 metros y con
un gran patio anterior de 42 x 49 metros (aunque las residencias de paso para
los derviches, las tabhane, se adosan
a ella recordando falsamente el modelo zaviye).
Planta de la külliye de Bayaceto II (Sultan II Bayezid
Külliyesi) en Edirne.
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Edirne
había perdido su rango jerárquico, pero quedaría a la espera de recibir la joya
más fabulosa, la gran obra maestra de Sinan, la mezquita imperial de Selim (Selimiye Camii), de la que nos
ocuparemos a continuación.
[continúa en la segunda parte]
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