Seguimos aproximándonos al arte del esgrafiado profundizando en sus dos modelos estilísticos principales y hasta cierto punto
opuestos: uno basado en la repetición
abstracta y otro en la exclusividad figurativa, aunque ambos tengan como
objetivo primordial la ornamentación. En la primera parte del artículo atendimos
al esgrafiado segoviano, caracterizado
por la reiteración de motivos decorativos. En esta, presentamos el segundo
modelo, de origen italiano y dentro del que se incluye el esgrafiado catalán barroco. Sus obras son singulares, privilegiando
los temas alegóricos y simbólicos que se adaptan a las características del muro
y a los mensajes que se pretenden transmitir (haremos hincapié en un caso paradigmático,
la Casa de la Seda de Barcelona).
También referenciaremos su prolongación en el Modernismo.
Pero la casuística del esgrafiado es muy variada ofreciendo
interesantes propuestas intermedias. Por eso, finalizaremos con un panorama sobre alternativas a los dos
modelos principales, seleccionando ejemplos nacionales e internacionales (con
particular atención a los esgrafiados de Picasso en la sede del Colegio de
Arquitectos en Barcelona).
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El esgrafiado
es un recurso ornamental aplicado a fachadas, y también a espacios interiores, que
históricamente posibilitó una decoración muy efectista que, además, era relativamente
sencilla de aplicar y, sobre todo, de bajo coste. Ya hemos comentado en la primera
parte del artículo que las investigaciones sobre el esgrafiado apuntan a un
origen antiguo, en el Oriente Próximo. De allí pasaría a la cultura grecolatina
y a la civilización islámica, en las que se fijarían los dos polos esenciales
que van desde la figuración a la abstracción.
Seguimos aproximándonos al arte del esgrafiado profundizando en estos dos modelos estilísticos principales y hasta cierto punto
opuestos: uno basado en la repetición
abstracta y otro en la exclusividad figurativa, aunque ambos tengan como
objetivo primordial la ornamentación. En la primera parte del artículo atendimos
al esgrafiado segoviano, caracterizado
por la reiteración de motivos decorativos. En esta, presentamos el segundo
modelo, de origen italiano y dentro del que se incluye el esgrafiado catalán barroco. Sus obras son singulares, privilegiando
los temas alegóricos y simbólicos que se adaptan a las características del muro
y a los mensajes que se pretenden transmitir (haremos hincapié en un caso paradigmático,
la Casa de la Seda de Barcelona). También
referenciaremos su prolongación en el Modernismo.
La figuración con un fuerte sentido simbólico caracterizaría al modelo italiano. Ejemplos en Barcelona.
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No obstante, la casuística del esgrafiado es muy variada,
encontrando interesantes propuestas intermedias. Por eso, finalizaremos con un panorama sobre alternativas a los dos
modelos principales, seleccionando ejemplos nacionales e internacionales (con
particular atención a los esgrafiados de Picasso en la sede del Colegio de
Arquitectos en Barcelona).
El esgrafiado
catalán: del barroco al modernismo.
Aunque el
esgrafiado sería mantenido en las áreas centrales castellanas de la Península
Ibérica, sobre todo por los mudéjares, la técnica iría cayendo en desuso. No
sería hasta el Renacimiento italiano cuando recibiría un impulso inusitado. Los
artistas del siglo XVI rescataron y renovaron técnicas poco utilizadas entonces
(entre las que destacaba el esgrafiado o el fresco) para rememorar ciertas artes
antiguas, acercándose así su admirado pasado clásico. Fue ejecutado
fundamentalmente por pintores, ya que la zona raspada era pintada en muchas
ocasiones. El esgrafiado (sgraffito)
ennobleció fachadas, pero también se utilizó en interiores.
Imágenes de esgrafiados italianos renacentistas donde
se aprecia la técnica que se difundiría por el resto de Europa.
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Desde Italia,
la técnica recuperada se difundió por el continente europeo, con particular
intensidad en los países germánicos (que iniciaron un interesante camino de
esgrafiado en blanco y negro, simulando dibujos a pluma) y en la Península
Ibérica, contando como puerta de entrada la región valenciana, desde la que se
extendería fundamentalmente hacia Aragón y Cataluña. La propagación de la figuración
italiana se encontraría en Castilla con el esgrafiado abstracto segoviano logrando
introducir algunos matices en aquel estilo de larga tradición. No obstante, su
gran éxito se produjo en el área mediterránea, especialmente en Cataluña y,
particularmente, en Barcelona.
En cualquier caso,
la entrada de la influencia italiana en la Península Ibérica no fue rápida y lo
hizo con diferentes grados en cada región. Aunque hubo alguna experiencia “renacentista”
relativamente temprana (vinculada a alguna de las familias nobles de la época) las
preferencias góticas permanecerían vigentes hasta el primer tercio del siglo
XVII. Sería entonces cuando las innovaciones italianas se irían consolidando
tanto desde el punto de vista espacial y estructural como desde la óptica compositiva
y decorativa.
En el área mediterránea
peninsular, la técnica italiana fue reinterpretada sobre todo en sus contenidos,
insistiendo en los asuntos simbólicos, pero con profusión de temas decorativos
y florales. Los primeros ejemplos importantes de esgrafiado se encuentran en el
área levantina (como en la cúpula de la iglesia del monasterio cartujo de Ara Christi, realizada hacia 1642) pero,
sus cotas más elevadas se alcanzarían, sobre todo, en Barcelona, durante el
siglo XVIII.
Cúpula de la iglesia del monasterio cartujo Ara Christi
en la Comunidad Valenciana. Debajo, detalle de la misma donde se aprecia el
esgrafiado de influencia italiana.
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El esgrafiado
barroco comenzó a desarrollarse en la ciudad catalana durante el siglo XVII proponiendo
temáticas dotadas de gran simbolismo. En sus composiciones se incluían figuras
humanas y seres mitológicos, así como animales o bestias fantásticas, todo ello
con un abundante acompañamiento de composiciones geométricas, vegetales o de
grutescos. Uno de los primeros investigadores sobre el tema fue Ramón Nonato
Comas que en 1913 publicó “Estudi dels
esgrafiats de Barcelona”, libro convertido en una base fundamental para el
estudio de los esgrafiados barceloneses.
Ejemplos de esgrafiado en Barcelona.
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El esgrafiado
catalán evolucionaría con la llegada del Modernismo,
estilo imperante entre finales del XIX y principios del XX, y que tuvo en el
esgrafiado una de sus técnicas ornamentales preferidas (como sucedió igualmente
en otros lugares europeos). El Modernismo
introduciría novedades tanto técnicamente como temáticamente. Inicialmente continuarían
utilizándose los complementos históricos de las figuraciones, tanto en su
versión geométrica (rombos, círculos, estrellas, etc.) como vegetal (flores, hojas,
palmas, etc.), pero pronto se comenzaría a ampliar el repertorio formal con la
recuperación de motivos góticos y complicando, sobre todo el trazo de los temas
vegetales, con intrincadas y sinuosas lacerías. Las composiciones solían ocupar
las fachadas parcialmente, siguiendo cenefas o ubicándose en plafones
focalizados. Como particularidad cabe comentar que la figura humana, tan
presente en los esgrafiados barrocos, tuvo poca presencia en el Modernismo. Otra diferencia entre el
barroco y el Modernismo es el proceso
de “interiorización” que que los esgrafiados históricos se aplicaban solo en las
fachadas, pero con el nuevo estilo pasaron a decorar también vestíbulos, salones
y otros espacios privados, incluso con mayor frecuencia que en exteriores.
Entre los arquitectos que utilizaron habitualmente el esgrafiado en sus obras cabe
destacar a Antoni Mª
Gallissà, a Josep Puig i Cadafalch y a Jeroni F. Granell. Las muestras de
esgrafiados modernistas abundan en el Eixample
barcelonés.
Esgrafiados de la fachada del Grupo escolar Baixeras, en la vía Laietana, proyectada por Josep Goday i Casals. |
Un ejemplo
paradigmático: la Casa de la Seda (Casa
dels Velers)
Barcelona
cuenta con abundantes ejemplos de esgrafiado, aunque la Casa de la Seda, por las circunstancias que la envolvieron es quizá
uno de los más emblemáticos. La Casa de la Seda (Casa Gremial del Arte Mayor de
la Seda, conocida en catalán como Casa dels
Velers, en referencia a los velos de seda y no a las velas de las
embarcaciones) fue construida entre 1760 y 1764 según proyecto de Joan Garrido
i Bertrán. Sus esgrafiados de la fachada a la Vía Laietana 50 y los de la vuelta a la calle San Pere mes alt 1, son
originales del siglo XVIII, pero el resto son del siglo XX.
La Casa de la Seda, construida entre 1760 y 1764, en una
imagen anterior a la apertura de la Vía Laietana y en otro actual. Se aprecia
la transformación del frente al carrer de Sant Pere mes alt.
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Sus problemas
surgieron de su ubicación, justo en el borde la nueva vía que planificó Cerdá
para conectar el Eixample con el puerto y que se mantuvo en stand by hasta la aprobación en 1899 del
Plan de Reforma Interior de Àngel Baixeras. Entonces se activó la apertura de la Vía Laietana, realizada esencialmente
entre los años 1908 y 1913, aunque algunas zonas no se concluyeron hasta
finales de la década de 1920. El trazado de la nueva vía estuvo a punto de
hacer desaparecer la Casa de la Seda, ya que se intentó su derribo o, al menos,
su traslado, algo que sucedió, por ejemplo, con la casa Padellás, una obra de
finales del siglo XV que fue desmontada piedra a piedra en el año 1931 para reconstruirla
en la Plaza del Rey). Pero la Casa de la Seda tuvo suerte ya que, al estar alineada
con el carrer dels Arcs de Jonqueres,
calle que fue integrada en la Laietana (que en ese punto sufre un leve giro para
enlazar con el carrer de les Jonqueres),
logró salvarse (y también porque para su defensa fue catalogada como bien de
interés cultural). En ello influyeron los interesantes esgrafiados de su
fachada y la escultura que preside la esquina, dedicada a Nuestra Señora de los
Ángeles, y que había sido realizada por el escultor Joan Enrich en 1763.
Imagen de la fachada de la Casa de la Seda a la Vía Laietana con la composición en tres niveles. |
No obstante, el
edificio sufrió una importante remodelación/ampliación entre 1928 y 1932, bajo
la dirección del arquitecto Jeroni Martorell. La transformación vino propiciada
por la desaparición de las humildes viviendas medianeras (abatidas como
consecuencia de la renovación impulsada por la nueva vía Laietana) que permitió
una ampliación hacia la calle San Pere
mes alt y la creación de la pequeña plaza de San Francesc (hoy plaza Lluis Millet). Como consecuencia de esa
reforma y para dar unidad al conjunto se encargó al estucador Ferran Serra i
Sala la realización de esgrafiados en las nuevas fachadas siguiendo el estilo
original. Así, la ornamentación del extremo oriental de la fachada sureste y del
resto de fachadas que dan a la placita son relativamente recientes.
La
significación de ese cruce de calles no solo vendría dada por la apertura de la
nueva vía o por la presencia de la casa gremial, también tendría que ver con todo
lo que sucedió al contiguo convento de San Francesc de Paula. En 1902, sus
claustros fueron derribados para levantar una de las obras cumbres del
modernismo catalán: el Palau de la Música,
construido entre 1902 y 1908 según el proyecto de Lluís Domènech i Montaner
(1850-1923). En un primer momento se respetó la iglesia, convertida en
parroquia. Durante la Guerra Civil fue quemada, aunque se reconstruyó en 1950
para continuar el culto. Pero las necesidades de rehabilitación y ampliación
del Palau de la Música forzaron su demolición definitiva. El proyecto de reforma
del templo musical se realizó en dos fases dirigidas por Oscar Tusquets. La
primera parte se inauguró en 1989 y la definitiva en el año 2004. Curiosamente
la desaparición de la iglesia permitió hacer realidad la fachada acristalada
que había previsto Doménech i Montaner y que había permanecido oculta durante
casi cien años (las malas lenguas dicen que desde el Palau se presionó en su
momento para que la Casa de la Seda fuera derribada y poder tener así fachada
hacia la Laietana).
Detalle de una de las cariátides esgrafiadas en la
fachada de la Casa de la Seda.
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Volviendo a
la Casa de la Seda y a sus esgrafiados, podemos comprobar su carácter
paradigmático del modelo catalán descrito anteriormente. En una conferencia
impartida en 2002 en la propia casa gremial, el historiador y cronista de la ciudad,
Lluis Permanyer comentó que “lo más
vistoso y personal fue sin duda la ornamentación de la fachada con unos
esgrafiados que han acabado siendo calificados como los mejores de toda la
ciudad. Es lástima que aún ignoramos la autoría. Ramón Nonato i Comas, el
especialista sobre dicha técnica y que publicó a principios de siglo una
monografía sobre el tema, en el que analiza, describe y valora todas las
fachadas esgrafiadas, insinuó la posibilidad de que hubieran sido dibujados por
Manuel Tremulles, uno de los pintores más relevantes de su tiempo. Aurelio
Campmany se preguntaba, en cambio, si teníamos que atribuirles al propio
arquitecto o bien a Joan Enric [el escultor de la estatua esquinera] (…) En cualquier caso un simple vistazo a
la fachada tan trabajada es suficiente para reconocer que el artista debía ser
de categoría, ya que no habría sido capaz de conseguir, por ejemplo, el potente
efecto corpóreo que envían las gigantescas figuras femeninas de casi cuatro
metros de altura, plasmadas según las exigencias de la cariátide clásica. Mercè
Vidal, historiadora del arte, destaca además las molduras inusuales que
enmarcan las ventanas y los balcones, inspiradas en el barroco italiano,
concretamente el palacio Carignano de Turín”.
Detalle de uno de los niños del tercer nivel de la
fachada de la Casa de la Seda.
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El esgrafiado
de la Casa de la Seda jugó con el contraste de dos colores: el caldero/granate oscuro
de fondo y el tono crema/dorado para la capa superficial. La composición se
organiza por niveles relacionados con las plantas del edificio. El primero está
protagonizado por unas gigantescas figuras de aproximadamente cuatro metros que
representan cariátides y atlantes vestidos con ropajes que quizá pudieran ser
de seda. Las cariátides y atlantes, son respectivamente, figuras femeninas y
masculinas esculpidas con función de columna o pilastra para soportar el peso
de un edificio (en este caso aparece hasta un fauno ejerciendo de atlante). En la
Casa de la Seda, las “esculturas” se transforman en esgrafiados. En el segundo
nivel aparecen columnas dibujadas que soportan un arquitrabe, también esgrafiado,
que da paso a la tercera altura, donde se representan niños y amorcillos, por
lo general desnudos, tocando instrumentos musicales. Al margen de las figuras,
y de los elaborados entablamentos simulados, destaca una intensa decoración complementaria
de guirnaldas y motivos florales que enmarcan las ventanas y balcones. Todo
ello con un dibujo muy trabajado siguiendo una técnica que recuerdan a la del
grabado sobre papel.
Otros modelos y temas
en ejemplos nacionales e internacionales.
Junto a las
“variaciones con repetición” del esgrafiado segoviano o a las singularidades figurativas
del catalán, existen otras alternativas, que podemos agrupar en dos grandes
categorías. La primera aglutina obras caracterizadas por su variedad temática
respecto a los dos modelos esenciales presentados:
• Composiciones a medio camino entre la repetición y la exclusividad, como ocurre en
el edificio situado en la calle Conde de
Romanones 14 de Madrid (arquitecto Jesús Arribas Herrera, 2003) que muestra
un homenaje al artista holandés M.C. Escher. También podemos incluir en este
grupo a obras (muy frecuentes en el Modernismo)
que no actúan sobre toda la fachada, sino que lo hacen parcialmente. Esto
sucede en la conocida “casa de los lagartos”
de 1912, que está ubicada en el número 1 de la calle Mejía Lequerica de Madrid
y cuya decoración subraya líneas con una fuerte influencia de la Secesión
vienesa.
Edificio situado en la calle Conde de Romanones 14 de
Madrid que muestra un esgrafiado homenaje al artista holandés M.C. Escher.
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La “casa de los lagartos” de 1912, ubicada en el número
1 de la calle Mejía Lequerica de Madrid, cuenta con una decoración influenciada
por la Secesión vienesa.
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• Simulaciones
constructivas, como pueden encontrarse en el Palacio Schwarzenberg de Praga en el que
la fachada busca la simulación de un almohadillado en “punta de diamante”.
La fachada del Palacio Schwarzenberg de Praga busca la
simulación de un almohadillado en “punta de diamante”.
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• Disposiciones
narrativas que superan la intención decorativa para convertirse en un auténtico
relato, como se observa en la Casa del
Minuto de Praga (Dům U Minuty) que
forma parte del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja. Su fachada presenta
esgrafiados con escenas bíblicas y mitológicas, así como representaciones de
leyendas de la época. Fue realizada entre finales del siglo XV y principios del
XVI y es una buena muestra del esgrafiado en blanco y negro, tan característico
del ámbito noreuropeo, particularmente del germánico y el checo.
• Anuncios
y mensajes publicitarios que aprovechan las posibilidades epigráficas del
esgrafiado (opción muy apreciada en ciertas épocas). Un ejemplo de ello se
encuentra en la calle Tetuán de Madrid, en la fachada trasera de la farmacia de la calle Arenal 2 (que es por
donde tiene su acceso principal). También podemos apreciar las propuestas de la
modernista Maison Cauchie, casa-estudio
del arquitecto Paul Cauchie (avenue des
Francs, en el barrio de Etterbeek
de Bruselas), quien aprovecha la fachada para promocionar su actividad,
mezclando esgrafiado y pintura.
Esgrafiado publicitario en la calle Tetuán de Madrid,
en la fachada trasera de la farmacia de la calle Arenal 2 (que es por donde
tiene su acceso principal).
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Maison Cauchie,
fachada y detalle de la publicidad integrada en la misma (en la que se anuncia
la realización de “sgraffito”)
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En una
segunda categoría agrupamos algunos ejemplos que, al margen de cuestiones compositivas,
cuentan con alguna innovación estilística:
• Ofreciendo juegos de color en el esgrafiado a partir de la utilización de
morteros de diferente tintado. Este caso puede ejemplificarse con el esgrafiado
de la fachada de la “Dr. Franz Hemala
Hof”, un conjunto residencial situado en la calle Darnautgasse 2 de Viena, construido en 1952 según proyecto del
arquitecto austriaco Josef Vytiska. El esgrafiado recuerda las pruebas de la
primera locomotora a vapor vienesa, la conocida como “Philadelphia” de 1838,
que fueron realizadas en ese lugar (como se especifica en el rótulo, también
esgrafiado, que incluye la obra). La peculiaridad de este esgrafiado es el
cambio de colores de la capa superficial, cuya eliminación parcial deja a la
vista la capa gris interior. También puede citarse la anteriormente referida Maison Cauchie, aunque en ocasiones utiliza
la pintura sobre el mortero para ofrecer color, especialmente con los característicos
dorados modernistas.
Detalle de la primera
planta de la Maison Cauchie, en la que una musa sostiene la inscripción “Par nous,
pour nous” (Por nosotros, para nosotros)
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• Proponiendo
técnicas de gran dinamismo a partir de un “esgrafiado
por trazos”, consistente en “incisiones” que actúan como dibujos a línea, recordando
el espíritu del grabado en papel que tenían algunas de las figuraciones renacentistas
italianas. Esta categoría se nutre con ejemplos bastante cercanos en el tiempo,
como la obra, en este caso abstracta, de Herber
Mayer, realizada en 1953 en Aspen (Colorado, Estados Unidos) para el David H. Koch Building del Aspen Institute. Bayer, uno de los
diseñadores más destacados de la Bauhaus, se inspiró en las curvas topográficas
y sus incisiones sacaban a la luz la capa oscura interior. También son
especialmente reseñables los esgrafiados de la sede del Colegio de Arquitectos en Barcelona, realizados en 1962 a partir de
originales de Picasso. Esta singular obra merece un análisis un poco más
detallado que, por otra parte, nos devuelve a Barcelona.
El Colegio
Oficial de Arquitectos de Cataluña, que se constituyó oficialmente en 1931,
llevaba funcionando desde finales del siglo anterior con cierta precariedad y
cambiando frecuentemente de localización en Barcelona. En 1955 ya se encontraba
consolidado y la nueva junta elegida ese año, presidida por Manuel de
Solà-Morales i de Rosselló (padre de los también arquitectos Manuel e Ignasi de
Solà-Morales i Rubió), se planteó la necesidad de contar con una sede
representativa. En 1956 se compró el solar de Plaça Nova y entre ese año y 1958 se organizó y resolvió un
concurso de anteproyectos para su construcción (en realidad hubo dos concursos
sucesivos por ciertas discrepancias urbanísticas).
Sede del Colegio Oficial
de Arquitectos de Cataluña (COAC) en Barcelona, en una postal de finales de la
década de 1960.
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Xavier
Busquets y Sindreu (1917-1990) fue el autor del proyecto que resultó vencedor. Entre
las características de su propuesta destacaba la existencia de un muro corrido ciego
que coronaba el primer piso, cerrando el salón de actos y el foyer, y que actuaba
como elemento articulador entre la base horizontal del edificio y el bloque
vertical. Ese muro, de casi 58 metros de longitud y quebrado en tres frentes, iba
a ser revestido inicialmente por un mural cerámico. Pero esta idea cambió
cuando Busquets tuvo la oportunidad de proponer y convencer a Pablo Picasso
para realizar sobre él los tres frisos esgrafiados que se convertirían en
iconos de la sede colegial (hay otros dos interiores). La obra se ejecutó en
1962, el mismo año de la inauguración del edificio. Fue realizada por el artista
noruego Carl Nesjar (1920-2015), habitual colaborador de Picasso en obras
públicas de gran escala y especialista en la técnica del chorro de arena sobre
la superficie del hormigón (“sand blasting”)
que, en este caso, descarnaría la capa exterior antes de que fraguara para
sacar a la vista el árido negro de la capa interior.
Detalle de uno de los
jinetes del friso de la bandera donde se aprecia la técnica del esgrafiado.
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La propuesta sufrió
bastante incomprensión inicial y estuvo envuelta en polémicas. En su discurso
de ingreso a la Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi en 1987, Xavier
Busquets relató los avatares del encargo y detalló el proceso de realización
final:
“Primero había que reproducir
fragmentos de los originales sobre papel, ampliándolos hasta obtener su tamaño
definitivo. Los dibujos eran fotografiados en diapositivas. Estos se proyectaban
sobre papel, y Carl Nesjar seguía los trazos del dibujo con un pincel. Para
hacer la ampliación a la medida que presentan los esgrafiados había proyectar
las diapositivas a más de 10 metros de distancia. (…) Una vez pasado el dibujo
del papel a escala natural, se recorrían las pinceladas perforando con un
punzón.
La segunda fase de la reproducción
tenía lugar ya en el Colegio. Los papeles pintados eran fijados sobre las
placas de hormigón acabadas de desencofrar. Carl Nesjar, con una bolsita de tela
llena de polvo de grafito, iba recorriendo y golpeando el trazo perforado del
dibujo. El grafito traspasaba los agujeros del papel y marcaba las líneas sobre
el hormigón. Una vez retirado el papel, con una fotografía de los originales a
la vista, Nesjar repasaba las líneas con un lápiz de cera y señalaba con
flechas la dirección que debería dar al chorro de arena a fin de reproducir con
exactitud las diferentes intensidades del trazo del dibujo de Picasso.
Finalmente, llegaba la hora de aplicar
el chorro de arena siguiendo las marcas y poner al descubierto las piedras
negras del interior del hormigón. (…) La arena y el mortero movían una
polvareda formidable. Para evitarla en lo que era posible se utilizaron unos
grandes ventiladores que proyectaban el polvo sobre una cortina empapada de
agua. (…) El proceso exigía ir descarnando el mortero con un gran cuidado,
consultando repetidamente las fotografías de los originales, para no excederse
en dar el grosor del trazo”.
Los tres frisos del
COAC, de arriba abajo: friso de los niños, friso de los gigantes y friso de la
bandera.
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Los tres frisos interpretan fiestas populares
catalanas y son conocidos como “frisos del Mediterráneo”, reflejadas en escenas de gran
dinamismo que incorporan estilizadas figuras de líneas ondulantes, dibujadas
con trazos rápidos, espontáneos, aparentemente infantiles, pero con una
depuración expresiva sorprendente. El primero es el lateral que da al carrer Dels Arcs y se conoce como el
“friso de los niños” (fris dels Infants).
Hace referencia a una típica verbena veraniega en la que la gente baila al son
de los músicos que tocan las melodías mientras unos niños bailan en el centro. La
obra central, que da a la Plaça Nova,
es conocida como el “friso de los gigantes” (fris dels gegants). En ella aparecen tres momentos festivos muy
tradicionales: los castellers, los
“gigantes” (grandes muñecos conducidos por una persona que se encuentra en su
interior) y el Domingo de Ramos, en la que los niños llevan palmas. El lateral
que da al carrer dels Capellans es el
“friso de la bandera” (fris de la senyera).
En él, se representa una comitiva encabezada por dos jinetes, uno de los cuales
porta una bandera, que son seguidos por músicos y danzantes (e incluso por un
toro bailarín). Si el conjunto de los tres frisos se desarrollara en un solo
plano, los extremos quedarían protagonizados por sendos barcos, representando
la relación de Barcelona con el mar y el espíritu de libertad asociado a la
navegación. En su posición, son el símbolo que abre y cierra una obra que pretende representar la alegría
de vivir mediterránea.
Buenas tardes, primero me presento, soy Restaurador de obras de arte, especialista en esgrafiado barroco. Contínuamente veo como se califica el esgrafiado del Gremio de Revendedores de la Plaza del Pi como el más antiguo de la ciudad, pues bien, no sólo no lo es, sino que lo que vemos ahora es una mala copia de lo que fue. Esgrafiados hay muchos y muy anteriores a éste, incluso algunos figurativos, es decir los que tienen imágenes de personas, animales o niños, por ejemplo los de la Casa dels Velers. El hecho que el gremio se estableciera en ese edificio en el s.XVII no significa que los esgrafiados sean de esa época, pues estilísticamente pertenecen a los años 80 o 90 del S. XVIII. Cualquier historiador del arte lo puede decir. Y para colmo de los colmos, la fachada sufrió una "restauración" que desvirtuó completamente la delicadeza y esplendor que tuvo, en la que además se eliminaron algunos elementos que tenía y se pusieron del revés otros. Hay una famosa fotografía de la Casa Laurent, del s.XIX donde se puede ver perfectamente cómo era originalmente. Por todo ello me gustaría que dejasen de decir que es el esgrafiado mas antiguo de Barcelona.
ResponderEliminarGracias