23 mar 2019

Fachadas como obras gráficas: Segovia y Barcelona, capitales del esgrafiado hispano (2. Esgrafiado catalán).


El esgrafiado barroco catalán sigue el modelo figurativo italiano. En la imagen, fachada del edificio situado en el número 4 de la Plaça del Pi, cuyo esgrafiado pasa por ser uno de los más antiguos de Barcelona (se estima que fue realizado en 1685)
Seguimos aproximándonos al arte del esgrafiado profundizando en sus dos modelos estilísticos principales y hasta cierto punto opuestos: uno basado en la repetición abstracta y otro en la exclusividad figurativa, aunque ambos tengan como objetivo primordial la ornamentación. En la primera parte del artículo atendimos al esgrafiado segoviano, caracterizado por la reiteración de motivos decorativos. En esta, presentamos el segundo modelo, de origen italiano y dentro del que se incluye el esgrafiado catalán barroco. Sus obras son singulares, privilegiando los temas alegóricos y simbólicos que se adaptan a las características del muro y a los mensajes que se pretenden transmitir (haremos hincapié en un caso paradigmático, la Casa de la Seda de Barcelona). También referenciaremos su prolongación en el Modernismo.
Pero la casuística del esgrafiado es muy variada ofreciendo interesantes propuestas intermedias. Por eso, finalizaremos con un panorama sobre alternativas a los dos modelos principales, seleccionando ejemplos nacionales e internacionales (con particular atención a los esgrafiados de Picasso en la sede del Colegio de Arquitectos en Barcelona).


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El esgrafiado es un recurso ornamental aplicado a fachadas, y también a espacios interiores, que históricamente posibilitó una decoración muy efectista que, además, era relativamente sencilla de aplicar y, sobre todo, de bajo coste. Ya hemos comentado en la primera parte del artículo que las investigaciones sobre el esgrafiado apuntan a un origen antiguo, en el Oriente Próximo. De allí pasaría a la cultura grecolatina y a la civilización islámica, en las que se fijarían los dos polos esenciales que van desde la figuración a la abstracción.
Seguimos aproximándonos al arte del esgrafiado profundizando en estos dos modelos estilísticos principales y hasta cierto punto opuestos: uno basado en la repetición abstracta y otro en la exclusividad figurativa, aunque ambos tengan como objetivo primordial la ornamentación. En la primera parte del artículo atendimos al esgrafiado segoviano, caracterizado por la reiteración de motivos decorativos. En esta, presentamos el segundo modelo, de origen italiano y dentro del que se incluye el esgrafiado catalán barroco. Sus obras son singulares, privilegiando los temas alegóricos y simbólicos que se adaptan a las características del muro y a los mensajes que se pretenden transmitir (haremos hincapié en un caso paradigmático, la Casa de la Seda de Barcelona). También referenciaremos su prolongación en el Modernismo.
La figuración con un fuerte sentido simbólico caracterizaría al modelo italiano. Ejemplos en Barcelona.
No obstante, la casuística del esgrafiado es muy variada, encontrando interesantes propuestas intermedias. Por eso, finalizaremos con un panorama sobre alternativas a los dos modelos principales, seleccionando ejemplos nacionales e internacionales (con particular atención a los esgrafiados de Picasso en la sede del Colegio de Arquitectos en Barcelona).

El esgrafiado catalán: del barroco al modernismo.
Aunque el esgrafiado sería mantenido en las áreas centrales castellanas de la Península Ibérica, sobre todo por los mudéjares, la técnica iría cayendo en desuso. No sería hasta el Renacimiento italiano cuando recibiría un impulso inusitado. Los artistas del siglo XVI rescataron y renovaron técnicas poco utilizadas entonces (entre las que destacaba el esgrafiado o el fresco) para rememorar ciertas artes antiguas, acercándose así su admirado pasado clásico. Fue ejecutado fundamentalmente por pintores, ya que la zona raspada era pintada en muchas ocasiones. El esgrafiado (sgraffito) ennobleció fachadas, pero también se utilizó en interiores.
Imágenes de esgrafiados italianos renacentistas donde se aprecia la técnica que se difundiría por el resto de Europa.
Desde Italia, la técnica recuperada se difundió por el continente europeo, con particular intensidad en los países germánicos (que iniciaron un interesante camino de esgrafiado en blanco y negro, simulando dibujos a pluma) y en la Península Ibérica, contando como puerta de entrada la región valenciana, desde la que se extendería fundamentalmente hacia Aragón y Cataluña. La propagación de la figuración italiana se encontraría en Castilla con el esgrafiado abstracto segoviano logrando introducir algunos matices en aquel estilo de larga tradición. No obstante, su gran éxito se produjo en el área mediterránea, especialmente en Cataluña y, particularmente, en Barcelona.
En cualquier caso, la entrada de la influencia italiana en la Península Ibérica no fue rápida y lo hizo con diferentes grados en cada región. Aunque hubo alguna experiencia “renacentista” relativamente temprana (vinculada a alguna de las familias nobles de la época) las preferencias góticas permanecerían vigentes hasta el primer tercio del siglo XVII. Sería entonces cuando las innovaciones italianas se irían consolidando tanto desde el punto de vista espacial y estructural como desde la óptica compositiva y decorativa.
En el área mediterránea peninsular, la técnica italiana fue reinterpretada sobre todo en sus contenidos, insistiendo en los asuntos simbólicos, pero con profusión de temas decorativos y florales. Los primeros ejemplos importantes de esgrafiado se encuentran en el área levantina (como en la cúpula de la iglesia del monasterio cartujo de Ara Christi, realizada hacia 1642) pero, sus cotas más elevadas se alcanzarían, sobre todo, en Barcelona, durante el siglo XVIII.
Cúpula de la iglesia del monasterio cartujo Ara Christi en la Comunidad Valenciana. Debajo, detalle de la misma donde se aprecia el esgrafiado de influencia italiana.
El esgrafiado barroco comenzó a desarrollarse en la ciudad catalana durante el siglo XVII proponiendo temáticas dotadas de gran simbolismo. En sus composiciones se incluían figuras humanas y seres mitológicos, así como animales o bestias fantásticas, todo ello con un abundante acompañamiento de composiciones geométricas, vegetales o de grutescos. Uno de los primeros investigadores sobre el tema fue Ramón Nonato Comas que en 1913 publicó “Estudi dels esgrafiats de Barcelona”, libro convertido en una base fundamental para el estudio de los esgrafiados barceloneses.
Ejemplos de esgrafiado en Barcelona.


El esgrafiado catalán evolucionaría con la llegada del Modernismo, estilo imperante entre finales del XIX y principios del XX, y que tuvo en el esgrafiado una de sus técnicas ornamentales preferidas (como sucedió igualmente en otros lugares europeos). El Modernismo introduciría novedades tanto técnicamente como temáticamente. Inicialmente continuarían utilizándose los complementos históricos de las figuraciones, tanto en su versión geométrica (rombos, círculos, estrellas, etc.) como vegetal (flores, hojas, palmas, etc.), pero pronto se comenzaría a ampliar el repertorio formal con la recuperación de motivos góticos y complicando, sobre todo el trazo de los temas vegetales, con intrincadas y sinuosas lacerías. Las composiciones solían ocupar las fachadas parcialmente, siguiendo cenefas o ubicándose en plafones focalizados. Como particularidad cabe comentar que la figura humana, tan presente en los esgrafiados barrocos, tuvo poca presencia en el Modernismo. Otra diferencia entre el barroco y el Modernismo es el proceso de “interiorización” que que los esgrafiados históricos se aplicaban solo en las fachadas, pero con el nuevo estilo pasaron a decorar también vestíbulos, salones y otros espacios privados, incluso con mayor frecuencia que en exteriores. Entre los arquitectos que utilizaron habitualmente el esgrafiado en sus obras cabe destacar a Antoni Mª Gallissà, a Josep Puig i Cadafalch y a Jeroni F. Granell. Las muestras de esgrafiados modernistas abundan en el Eixample barcelonés.
Patio interior de la Escuela Milá i Fontanals, ubicada en el carrer dels Angels 1 de Barcelona. Fue proyectada por Josep Goday i Casals, construida entre 1921 y 1931, y cuenta con esgrafiados de Francesc Canyellas.

Esgrafiados de la fachada del Grupo escolar Baixeras, en la vía Laietana, proyectada por Josep Goday i Casals.

Un ejemplo paradigmático: la Casa de la Seda (Casa dels Velers)
Barcelona cuenta con abundantes ejemplos de esgrafiado, aunque la Casa de la Seda, por las circunstancias que la envolvieron es quizá uno de los más emblemáticos. La Casa de la Seda (Casa Gremial del Arte Mayor de la Seda, conocida en catalán como Casa dels Velers, en referencia a los velos de seda y no a las velas de las embarcaciones) fue construida entre 1760 y 1764 según proyecto de Joan Garrido i Bertrán. Sus esgrafiados de la fachada a la Vía Laietana 50 y los de la vuelta a la calle San Pere mes alt 1, son originales del siglo XVIII, pero el resto son del siglo XX.
La Casa de la Seda, construida entre 1760 y 1764, en una imagen anterior a la apertura de la Vía Laietana y en otro actual. Se aprecia la transformación del frente al carrer de Sant Pere mes alt.
Sus problemas surgieron de su ubicación, justo en el borde la nueva vía que planificó Cerdá para conectar el Eixample con el puerto y que se mantuvo en stand by hasta la aprobación en 1899 del Plan de Reforma Interior de Àngel Baixeras. Entonces se activó la apertura de la Vía Laietana, realizada esencialmente entre los años 1908 y 1913, aunque algunas zonas no se concluyeron hasta finales de la década de 1920. El trazado de la nueva vía estuvo a punto de hacer desaparecer la Casa de la Seda, ya que se intentó su derribo o, al menos, su traslado, algo que sucedió, por ejemplo, con la casa Padellás, una obra de finales del siglo XV que fue desmontada piedra a piedra en el año 1931 para reconstruirla en la Plaza del Rey). Pero la Casa de la Seda tuvo suerte ya que, al estar alineada con el carrer dels Arcs de Jonqueres, calle que fue integrada en la Laietana (que en ese punto sufre un leve giro para enlazar con el carrer de les Jonqueres), logró salvarse (y también porque para su defensa fue catalogada como bien de interés cultural). En ello influyeron los interesantes esgrafiados de su fachada y la escultura que preside la esquina, dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles, y que había sido realizada por el escultor Joan Enrich en 1763.
Imagen de la fachada de la Casa de la Seda a la Vía Laietana con la composición en tres niveles.
No obstante, el edificio sufrió una importante remodelación/ampliación entre 1928 y 1932, bajo la dirección del arquitecto Jeroni Martorell. La transformación vino propiciada por la desaparición de las humildes viviendas medianeras (abatidas como consecuencia de la renovación impulsada por la nueva vía Laietana) que permitió una ampliación hacia la calle San Pere mes alt y la creación de la pequeña plaza de San Francesc (hoy plaza Lluis Millet). Como consecuencia de esa reforma y para dar unidad al conjunto se encargó al estucador Ferran Serra i Sala la realización de esgrafiados en las nuevas fachadas siguiendo el estilo original. Así, la ornamentación del extremo oriental de la fachada sureste y del resto de fachadas que dan a la placita son relativamente recientes.
La significación de ese cruce de calles no solo vendría dada por la apertura de la nueva vía o por la presencia de la casa gremial, también tendría que ver con todo lo que sucedió al contiguo convento de San Francesc de Paula. En 1902, sus claustros fueron derribados para levantar una de las obras cumbres del modernismo catalán: el Palau de la Música, construido entre 1902 y 1908 según el proyecto de Lluís Domènech i Montaner​​ (1850-1923). En un primer momento se respetó la iglesia, convertida en parroquia. Durante la Guerra Civil fue quemada, aunque se reconstruyó en 1950 para continuar el culto. Pero las necesidades de rehabilitación y ampliación del Palau de la Música forzaron su demolición definitiva. El proyecto de reforma del templo musical se realizó en dos fases dirigidas por Oscar Tusquets. La primera parte se inauguró en 1989 y la definitiva en el año 2004. Curiosamente la desaparición de la iglesia permitió hacer realidad la fachada acristalada que había previsto Doménech i Montaner y que había permanecido oculta durante casi cien años (las malas lenguas dicen que desde el Palau se presionó en su momento para que la Casa de la Seda fuera derribada y poder tener así fachada hacia la Laietana).
Detalle de una de las cariátides esgrafiadas en la fachada de la Casa de la Seda.
Volviendo a la Casa de la Seda y a sus esgrafiados, podemos comprobar su carácter paradigmático del modelo catalán descrito anteriormente. En una conferencia impartida en 2002 en la propia casa gremial, el historiador y cronista de la ciudad, Lluis Permanyer comentó que “lo más vistoso y personal fue sin duda la ornamentación de la fachada con unos esgrafiados que han acabado siendo calificados como los mejores de toda la ciudad. Es lástima que aún ignoramos la autoría. Ramón Nonato i Comas, el especialista sobre dicha técnica y que publicó a principios de siglo una monografía sobre el tema, en el que analiza, describe y valora todas las fachadas esgrafiadas, insinuó la posibilidad de que hubieran sido dibujados por Manuel Tremulles, uno de los pintores más relevantes de su tiempo. Aurelio Campmany se preguntaba, en cambio, si teníamos que atribuirles al propio arquitecto o bien a Joan Enric [el escultor de la estatua esquinera] (…) En cualquier caso un simple vistazo a la fachada tan trabajada es suficiente para reconocer que el artista debía ser de categoría, ya que no habría sido capaz de conseguir, por ejemplo, el potente efecto corpóreo que envían las gigantescas figuras femeninas de casi cuatro metros de altura, plasmadas según las exigencias de la cariátide clásica. Mercè Vidal, historiadora del arte, destaca además las molduras inusuales que enmarcan las ventanas y los balcones, inspiradas en el barroco italiano, concretamente el palacio Carignano de Turín”.
Detalle de uno de los niños del tercer nivel de la fachada de la Casa de la Seda.
El esgrafiado de la Casa de la Seda jugó con el contraste de dos colores: el caldero/granate oscuro de fondo y el tono crema/dorado para la capa superficial. La composición se organiza por niveles relacionados con las plantas del edificio. El primero está protagonizado por unas gigantescas figuras de aproximadamente cuatro metros que representan cariátides y atlantes vestidos con ropajes que quizá pudieran ser de seda. Las cariátides y atlantes, son respectivamente, figuras femeninas y masculinas esculpidas con función de columna o pilastra para soportar el peso de un edificio (en este caso aparece hasta un fauno ejerciendo de atlante). En la Casa de la Seda, las “esculturas” se transforman en esgrafiados. En el segundo nivel aparecen columnas dibujadas que soportan un arquitrabe, también esgrafiado, que da paso a la tercera altura, donde se representan niños y amorcillos, por lo general desnudos, tocando instrumentos musicales. Al margen de las figuras, y de los elaborados entablamentos simulados, destaca una intensa decoración complementaria de guirnaldas y motivos florales que enmarcan las ventanas y balcones. Todo ello con un dibujo muy trabajado siguiendo una técnica que recuerdan a la del grabado sobre papel.

Otros modelos y temas en ejemplos nacionales e internacionales.
Junto a las “variaciones con repetición” del esgrafiado segoviano o a las singularidades figurativas del catalán, existen otras alternativas, que podemos agrupar en dos grandes categorías. La primera aglutina obras caracterizadas por su variedad temática respecto a los dos modelos esenciales presentados:
Composiciones a medio camino entre la repetición y la exclusividad, como ocurre en el edificio situado en la calle Conde de Romanones 14 de Madrid (arquitecto Jesús Arribas Herrera, 2003) que muestra un homenaje al artista holandés M.C. Escher. También podemos incluir en este grupo a obras (muy frecuentes en el Modernismo) que no actúan sobre toda la fachada, sino que lo hacen parcialmente. Esto sucede en la conocida “casa de los lagartos” de 1912, que está ubicada en el número 1 de la calle Mejía Lequerica de Madrid y cuya decoración subraya líneas con una fuerte influencia de la Secesión vienesa.
Edificio situado en la calle Conde de Romanones 14 de Madrid que muestra un esgrafiado homenaje al artista holandés M.C. Escher.

La “casa de los lagartos” de 1912, ubicada en el número 1 de la calle Mejía Lequerica de Madrid, cuenta con una decoración influenciada por la Secesión vienesa.
La fachada del Palacio Schwarzenberg de Praga busca la simulación de un almohadillado en “punta de diamante”.


Disposiciones narrativas que superan la intención decorativa para convertirse en un auténtico relato, como se observa en la Casa del Minuto de Praga (Dům U Minuty) que forma parte del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja. Su fachada presenta esgrafiados con escenas bíblicas y mitológicas, así como representaciones de leyendas de la época. Fue realizada entre finales del siglo XV y principios del XVI y es una buena muestra del esgrafiado en blanco y negro, tan característico del ámbito noreuropeo, particularmente del germánico y el checo.
La Casa Del Minuto (Dům U Minuty) forma parte del complejo del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja de Praga. Su fachada presenta esgrafiados con escenas bíblicas y mitológicas, así como representaciones de leyendas de la época. Fue realizada entre finales del siglo XV y principios del XVI.

Anuncios y mensajes publicitarios que aprovechan las posibilidades epigráficas del esgrafiado (opción muy apreciada en ciertas épocas). Un ejemplo de ello se encuentra en la calle Tetuán de Madrid, en la fachada trasera de la farmacia de la calle Arenal 2 (que es por donde tiene su acceso principal). También podemos apreciar las propuestas de la modernista Maison Cauchie, casa-estudio del arquitecto Paul Cauchie (avenue des Francs, en el barrio de Etterbeek de Bruselas), quien aprovecha la fachada para promocionar su actividad, mezclando esgrafiado y pintura.
Esgrafiado publicitario en la calle Tetuán de Madrid, en la fachada trasera de la farmacia de la calle Arenal 2 (que es por donde tiene su acceso principal).





Maison Cauchie, fachada y detalle de la publicidad integrada en la misma (en la que se anuncia la realización de “sgraffito”)
En una segunda categoría agrupamos algunos ejemplos que, al margen de cuestiones compositivas, cuentan con alguna innovación estilística:
Ofreciendo juegos de color en el esgrafiado a partir de la utilización de morteros de diferente tintado. Este caso puede ejemplificarse con el esgrafiado de la fachada de la “Dr. Franz Hemala Hof”, un conjunto residencial situado en la calle Darnautgasse 2 de Viena, construido en 1952 según proyecto del arquitecto austriaco Josef Vytiska. El esgrafiado recuerda las pruebas de la primera locomotora a vapor vienesa, la conocida como “Philadelphia” de 1838, que fueron realizadas en ese lugar (como se especifica en el rótulo, también esgrafiado, que incluye la obra). La peculiaridad de este esgrafiado es el cambio de colores de la capa superficial, cuya eliminación parcial deja a la vista la capa gris interior. También puede citarse la anteriormente referida Maison Cauchie, aunque en ocasiones utiliza la pintura sobre el mortero para ofrecer color, especialmente con los característicos dorados modernistas.
Esgrafiado en la fachada de la “Dr. Franz Hemala Hof”, un conjunto residencial situado en la calle Darnautgasse 2 de Viena, construido en 1952 según proyecto del arquitecto austriaco Josef Vytiska. El esgrafiado recuerda las pruebas de la primera locomotora a vapor vienesa, la conocida como “Philadelphia” de 1838, que fueron realizadas en ese lugar (como se especifica en el rótulo, también esgrafiado, que incluye la obra). La peculiaridad de este esgrafiado es el cambio de colores de la capa superficial, cuya eliminación parcial deja a la vista la capa gris interior.

Detalle de la primera planta de la Maison Cauchie, en la que una musa sostiene la inscripción “Par nous, pour nous” (Por nosotros, para nosotros)
  Proponiendo técnicas de gran dinamismo a partir de un “esgrafiado por trazos”, consistente en “incisiones” que actúan como dibujos a línea, recordando el espíritu del grabado en papel que tenían algunas de las figuraciones renacentistas italianas. Esta categoría se nutre con ejemplos bastante cercanos en el tiempo, como la obra, en este caso abstracta, de Herber Mayer, realizada en 1953 en Aspen (Colorado, Estados Unidos) para el David H. Koch Building del Aspen Institute. Bayer, uno de los diseñadores más destacados de la Bauhaus, se inspiró en las curvas topográficas y sus incisiones sacaban a la luz la capa oscura interior. También son especialmente reseñables los esgrafiados de la sede del Colegio de Arquitectos en Barcelona, realizados en 1962 a partir de originales de Picasso. Esta singular obra merece un análisis un poco más detallado que, por otra parte, nos devuelve a Barcelona.
Esgrafiado realizado por Herbert Bayer en 1953 para el David H. Koch Building del Aspen Institute que se encuentra el campus de Aspen, Colorado. Bayer, uno de los diseñadores más destacados de la Bauhaus se inspiró en las curvas topográficas y sus incisiones sacaban a la luz la capa oscura interior.

El Colegio Oficial de Arquitectos de Cataluña, que se constituyó oficialmente en 1931, llevaba funcionando desde finales del siglo anterior con cierta precariedad y cambiando frecuentemente de localización en Barcelona. En 1955 ya se encontraba consolidado y la nueva junta elegida ese año, presidida por Manuel de Solà-Morales i de Rosselló (padre de los también arquitectos Manuel e Ignasi de Solà-Morales i Rubió), se planteó la necesidad de contar con una sede representativa. En 1956 se compró el solar de Plaça Nova y entre ese año y 1958 se organizó y resolvió un concurso de anteproyectos para su construcción (en realidad hubo dos concursos sucesivos por ciertas discrepancias urbanísticas).
Sede del Colegio Oficial de Arquitectos de Cataluña (COAC) en Barcelona, en una postal de finales de la década de 1960.
Xavier Busquets y Sindreu (1917-1990) fue el autor del proyecto que resultó vencedor. Entre las características de su propuesta destacaba la existencia de un muro corrido ciego que coronaba el primer piso, cerrando el salón de actos y el foyer, y que actuaba como elemento articulador entre la base horizontal del edificio y el bloque vertical. Ese muro, de casi 58 metros de longitud y quebrado en tres frentes, iba a ser revestido inicialmente por un mural cerámico. Pero esta idea cambió cuando Busquets tuvo la oportunidad de proponer y convencer a Pablo Picasso para realizar sobre él los tres frisos esgrafiados que se convertirían en iconos de la sede colegial (hay otros dos interiores). La obra se ejecutó en 1962, el mismo año de la inauguración del edificio. Fue realizada por el artista noruego Carl Nesjar (1920-2015), habitual colaborador de Picasso en obras públicas de gran escala y especialista en la técnica del chorro de arena sobre la superficie del hormigón (“sand blasting”) que, en este caso, descarnaría la capa exterior antes de que fraguara para sacar a la vista el árido negro de la capa interior.
Detalle de uno de los jinetes del friso de la bandera donde se aprecia la técnica del esgrafiado.
La propuesta sufrió bastante incomprensión inicial y estuvo envuelta en polémicas. En su discurso de ingreso a la Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi en 1987, Xavier Busquets relató los avatares del encargo y detalló el proceso de realización final:
“Primero había que reproducir fragmentos de los originales sobre papel, ampliándolos hasta obtener su tamaño definitivo. Los dibujos eran fotografiados en diapositivas. Estos se proyectaban sobre papel, y Carl Nesjar seguía los trazos del dibujo con un pincel. Para hacer la ampliación a la medida que presentan los esgrafiados había proyectar las diapositivas a más de 10 metros de distancia. (…) Una vez pasado el dibujo del papel a escala natural, se recorrían las pinceladas perforando con un punzón.
La segunda fase de la reproducción tenía lugar ya en el Colegio. Los papeles pintados eran fijados sobre las placas de hormigón acabadas de desencofrar. Carl Nesjar, con una bolsita de tela llena de polvo de grafito, iba recorriendo y golpeando el trazo perforado del dibujo. El grafito traspasaba los agujeros del papel y marcaba las líneas sobre el hormigón. Una vez retirado el papel, con una fotografía de los originales a la vista, Nesjar repasaba las líneas con un lápiz de cera y señalaba con flechas la dirección que debería dar al chorro de arena a fin de reproducir con exactitud las diferentes intensidades del trazo del dibujo de Picasso.
Finalmente, llegaba la hora de aplicar el chorro de arena siguiendo las marcas y poner al descubierto las piedras negras del interior del hormigón. (…) La arena y el mortero movían una polvareda formidable. Para evitarla en lo que era posible se utilizaron unos grandes ventiladores que proyectaban el polvo sobre una cortina empapada de agua. (…) El proceso exigía ir descarnando el mortero con un gran cuidado, consultando repetidamente las fotografías de los originales, para no excederse en dar el grosor del trazo”.
Los tres frisos del COAC, de arriba abajo: friso de los niños, friso de los gigantes y friso de la bandera.
Los tres frisos interpretan fiestas populares catalanas y son conocidos como “frisos del Mediterráneo”, reflejadas en escenas de gran dinamismo que incorporan estilizadas figuras de líneas ondulantes, dibujadas con trazos rápidos, espontáneos, aparentemente infantiles, pero con una depuración expresiva sorprendente. El primero es el lateral que da al carrer Dels Arcs y se conoce como el “friso de los niños” (fris dels Infants). Hace referencia a una típica verbena veraniega en la que la gente baila al son de los músicos que tocan las melodías mientras unos niños bailan en el centro. La obra central, que da a la Plaça Nova, es conocida como el “friso de los gigantes” (fris dels gegants). En ella aparecen tres momentos festivos muy tradicionales: los castellers, los “gigantes” (grandes muñecos conducidos por una persona que se encuentra en su interior) y el Domingo de Ramos, en la que los niños llevan palmas. El lateral que da al carrer dels Capellans es el “friso de la bandera” (fris de la senyera). En él, se representa una comitiva encabezada por dos jinetes, uno de los cuales porta una bandera, que son seguidos por músicos y danzantes (e incluso por un toro bailarín). Si el conjunto de los tres frisos se desarrollara en un solo plano, los extremos quedarían protagonizados por sendos barcos, representando la relación de Barcelona con el mar y el espíritu de libertad asociado a la navegación. En su posición, son el símbolo que abre y cierra una obra que pretende representar la alegría de vivir mediterránea.

1 comentario:

  1. Buenas tardes, primero me presento, soy Restaurador de obras de arte, especialista en esgrafiado barroco. Contínuamente veo como se califica el esgrafiado del Gremio de Revendedores de la Plaza del Pi como el más antiguo de la ciudad, pues bien, no sólo no lo es, sino que lo que vemos ahora es una mala copia de lo que fue. Esgrafiados hay muchos y muy anteriores a éste, incluso algunos figurativos, es decir los que tienen imágenes de personas, animales o niños, por ejemplo los de la Casa dels Velers. El hecho que el gremio se estableciera en ese edificio en el s.XVII no significa que los esgrafiados sean de esa época, pues estilísticamente pertenecen a los años 80 o 90 del S. XVIII. Cualquier historiador del arte lo puede decir. Y para colmo de los colmos, la fachada sufrió una "restauración" que desvirtuó completamente la delicadeza y esplendor que tuvo, en la que además se eliminaron algunos elementos que tenía y se pusieron del revés otros. Hay una famosa fotografía de la Casa Laurent, del s.XIX donde se puede ver perfectamente cómo era originalmente. Por todo ello me gustaría que dejasen de decir que es el esgrafiado mas antiguo de Barcelona.
    Gracias

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