4 mar 2019

Contrastes urbanos en Alcalá de Henares: inteligencia y músculo, sofisticación y vulgaridad.


Alcalá de Henares muestra un contraste radical entre su centro histórico y los crecimientos del periodo “desarrollista”. Arriba, fachada del Colegio Mayor de San Ildefonso; debajo, bloques de viviendas en la Avenida de la Caballería Española.
El contraste entre los cascos antiguos de las ciudades y sus crecimientos modernos es algo habitual. Esto está plenamente justificado porque responden a modelos urbanos derivados de las necesidades de sociedades muy diferentes. La estimación que reciban unos u otros es una cosa bien distinta.
Algunas ciudades poseen centros históricos muy valorados junto a extensiones posteriores que no están a la altura de la herencia recibida. En ciertos casos, esa oposición alcanza un grado máximo, como ocurre en Alcalá de Henares. Esta ciudad tuvo unos orígenes muy dubitativos porque fue dando saltos entre diferentes ubicaciones hasta encontrar el solar definitivo. Su localización geográfica explica estos vaivenes iniciales, como también justifica las sacudidas que convirtieron una “villa-santuario” en una “villa-academia” y que hicieron mutar una “ciudad universitaria” en “ciudad obrera”. Todo esto se manifiesta en la disparidad existente entre la Alcalá renacentista, sofisticada y monumental, que se encuentra incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, y la Alcalá desarrollista producida durante las décadas de 1960 y 1970, monótona y vulgar.
Analizar todas estas incongruencias urbanas nos permite comprender esta ciudad tan particular y, de paso, acercarnos a algunos de los momentos definitorios del urbanismo español.

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Alcalá de Henares: de los vaivenes iniciales a las sacudidas modernas.
El contraste entre los cascos antiguos de las ciudades y sus crecimientos modernos es algo habitual. Esto está plenamente justificado porque responden a modelos urbanos derivados de las necesidades de sociedades muy diferentes. La estimación que reciban unos u otros es una cosa bien distinta.
Algunas ciudades poseen centros históricos muy valorados junto a extensiones posteriores que no están a la altura de la herencia recibida. En ciertos casos, esa oposición alcanza un grado máximo, como ocurre con Alcalá de Henares.
Alcalá de Henares tuvo unos orígenes muy dubitativos porque fue dando saltos entre diferentes ubicaciones hasta encontrar el solar definitivo. Las peculiaridades de su localización geográfica explican estos vaivenes iniciales:
En primer lugar, el territorio alcalaíno está determinado por la presencia del río Henares, que genera una orografía singular ya que, en sus tramos finales, antes de desembocar en el rio Jarama, el Henares crea una vega fértil que se ve acompañada por una línea de cerros que cierran el valle por el sureste. Esta dualidad orográfica permitía que la llanura se habitara en tiempos de paz y los montes acogieran a la población en periodos turbulentos, con la particularidad añadida de que cada civilización creaba su propio asentamiento.
Por otra parte, el hecho de ser una transitada encrucijada de los caminos históricos, porque el rio Henares es un curso fluvial que acompaña desde tiempos remotos a uno de los principales recorridos que atraviesan de este a oeste el centro peninsular. De hecho, los romanos aprovecharían esas sendas antiguas para trazar una de sus calzadas principales, identificada con el número 25 (XXV) del Itinerario Antonino. Esta vía unía Emerita Augusta (Mérida) con Cesar Augusta (Zaragoza). La conexión se realizaba desde el valle del rio Tajo al del Jarama y, desde este, al del Henares para atravesar el Sistema Ibérico conectando con el curso alto del rio Jalón que discurre hacia la capital aragonesa. En su tramo medio destacarían las ciudades de Toletum (Toledo) y Segontia (Sigüenza) y, aproximadamente a mitad de camino entre ambas, se encontraba el territorio alcalaíno, por el que también discurría el camino que unía el norte con el sur peninsular. Esta encrucijada, gracias a ese continuo flujo de personas y mercancías, convirtió el área de Alcalá en un lugar estratégico.
Finalmente, la circunstancia de encontrarse en la proximidad de ciudades muy notables que le ocasionarían ventajas y quebrantos. Entre las afecciones negativas destacan, por ejemplo, la pérdida de la diócesis episcopal en favor del importante Toledo medieval o el traslado de la prestigiosa Universidad Complutense a Madrid. Estos perjuicios se compensaron supuestamente con la estrategia de descentralización industrial de la capital de España, que transformó Alcalá de Henares en un polo económico de primer orden y la convirtió en foco de atracción para una inmigración explosiva.
Asentamientos históricos en el entorno de Alcalá: 1. oppidum ibérico de la Edad de Bronce (cerro Ecce Homo); 2. asentamiento romano de la época republicana (cerro del Viso); 3. Colonia romana de la época imperial, Complutum; 4. ciudadela musulmana (Alcalá la Vieja); 5. Burgo medieval (Burgo de Santiuste); 6. Crecimiento propiciado por el Cardenal Cisneros de la ya denominada Alcalá de Henares.
Aquellas vacilaciones iniciales comenzaron con la presencia de poblamientos muy remotos en la llanura fluvial. En la Edad del Bronce, los habitantes de la zona, integrantes del prerromano pueblo carpetano, decidieron establecerse en las colinas donde podían defenderse mejor (este oppidum ibero se encuentra en el yacimiento del Cerro del Ecce Homo o de la Vera Cruz). La llegada e implantación de los romanos fue turbulenta y estos escogieron un nuevo lugar para asentarse, también en las alturas (en el Cerro del Viso). No obstante, a principios del siglo primero, con la pax romana lograda en la época imperial, la población se trasladó al valle del rio Henares, un lugar más apto para la agricultura. Ocuparían su margen derecha, junto a la confluencia con el arroyo Camarmilla. Esta ciudad romana, Complutum (hoy un lugar arqueológico, parcialmente destruido por la urbanización), prosperó considerablemente, pero los problemas derivados de la caída del imperio forzaron un declive que sería total tras la conquista musulmana. La población se dispersó y los árabes, conscientes de la importancia de aquel lugar, crearon otro asentamiento, el cuarto, que, dado que los tiempos también eran convulsos, volvió a los montes cercanos. Entonces se levantó una ciudadela fortificada a partir de un castillo: Qalat abd al Salam (junto al Cerro Ecce Homo y actualmente conocida como Alcalá la Vieja). La pacificación de la región que siguió a la conquista cristiana posibilitó el desarrollo de un nuevo núcleo que volvería a la llanura fluvial, el Burgo de Santiuste que, esta vez, sí, sería el embrión definitivo de la actual Alcalá de Henares.
Pero su localización geográfica y las circunstancias históricas no solo explican esas fluctuaciones en el nacimiento de Alcalá de Henares, sino que también justifican las sacudidas modernas que comentaremos a continuación y que convirtieron una “villa-santuario” en una “villa-academia” e hicieron mutar una “ciudad universitaria” en “ciudad obrera”. Con todo, se ha ido conformando una ciudad que manifiesta llamativas incongruencias urbanas, destacando el contraste radical entre la sofisticada y monumental Alcalá renacentista, designada como Patrimonio de la Humanidad, y la monótona y vulgar Alcalá desarrollista, producida durante las décadas de 1960 y 1970. Su análisis nos permite comprender esta ciudad tan particular y, de paso, acercarnos a algunos de los momentos definitorios del urbanismo español.

Alcalá medieval y renacentista (de la villa-santuario a la villa-academia)
Complutum tuvo una cristianización temprana, constatada en el hecho de que durante la gran persecución religiosa de Diocleciano fueron martirizados dos niños que no quisieron renunciar a su fe. Esto ocurrió en el año 304 y acabarían siendo canonizados como San Justo y San Pastor. Con los visigodos, en el año 412, Complutum sería designada diócesis episcopal y el obispo ordenaría levantar dos años después una capilla para custodiar las reliquias de los pequeños mártires en el lugar donde fueron ejecutados, en las afueras de la ciudad (en el denominado Campus Laudabilis, junto a la calzada romana).
La llegada de los musulmanes supondría el declive de Complutum, pero no la desaparición de la población porque mientras que los árabes habitarían la recién creada Alcalá la Vieja, los cristianos (mozárabes) fueron asentándose en las proximidades de la iglesia dedicada a los Santos Niños, configurando un modesto asentamiento, el Burgo de Santiuste, que los adoptaría como patronos.
Tras un periodo de conquistas y reconquistas entre cristianos y musulmanes, en 1118, la región fue tomada definitivamente por el arzobispo de Toledo Bernardo de Sedirac en nombre del reino de Castilla. En 1129, el rey Alfonso VII concedió el concejo y su alfoz al Arzobispado de Toledo en condición de señorío eclesiástico. Con esto, aquel burgo que había nacido alrededor de la iglesia-santuario refrendaría su vinculación religiosa.
El alejamiento hacia el sur de la frontera bélica y su carácter de encrucijada favorecería el comercio y la prosperidad del núcleo urbano, que sería amurallado en el siglo XIII. La ciudad recibiría fueros y privilegios como la celebración de ferias anuales y mercados. En ella convivirían las tres culturas del momento, cristiana, judía y musulmana, aunque en barrios separados (estos últimos tendrían sendas aljamas: la judería​ y la morería). El nombre de Alcalá de Henares comienza a aparecer documentado desde el siglo XIV.
Alcalá de Henares. Esquema de la estructura de la ciudad medieval. pSN, plaza de los Santos Niños; PM, Puerta de Madrid; PG, Puerta de Guadalajara; PB, Puerta de Burgos; PV, Puerta del Vado; PJ, Puerta de los Judíos; PT, Postigo de Tenerías; PSA, Puerta de Santa Ana.
La muralla definía un recinto aproximadamente circular (aunque hay algunas discrepancias entre los investigadores sobre su trazado en algún punto) que tomaba como centro la iglesia y la plaza contigua dedicada a los Santos Niños. Allí nacía una estructura radial que comunicaba con las puertas de la ciudad de las que partían los caminos. El hecho de que el templo se hubiera levantado junto a la antigua calzada romana hizo que esta vía fuera una de las principales del núcleo conectando la Puerta de Madrid (en el oeste) y la Puerta de Guadalajara (en el este), cuyos nombres indicaban el destino del camino que partía de ellas. La dirección norte-sur quedaba definida por una senda que había cambiado su recorrido desde el antiguo cardo de Complutum hasta el nuevo foco de la iglesia y quedaba enmarcado por la Puerta de Burgos (norte), junto al Palacio del obispo, y la Puerta del Vado (sur). La primera indicaba la dirección y la segunda se dirigía al rio Henares para cruzarlo. Complementariamente aparecían la Puerta de los Judíos (noreste), el Postigo de Tenerías (sureste, que se dirigía hacia otra ermita, Nuestra Señora del Val, levantada junto al río por causa de unas apariciones marianas en el siglo XII) y, por último, la Puerta de Santa Ana (suroeste).
Calle Mayor de Alcalá de Henares, eje de la Judería antigua.
Las principales construcciones serían el Palacio Arzobispal y el templo de los Santos Niños. Esta iglesia perdería su jerarquía catedralicia en 1099 al suprimirse la diócesis, siendo agregada al Arzobispado de Toledo. No obstante, la antigua iglesia se demolería para levantar una nueva en 1136 que sería elevada al rango de Colegiata. Entre 1497 y 1515 sería nuevamente reedificada en el estilo gótico isabelino propio de esa época, recibiendo el título de “magistral” en 1519. Por otra parte, en 1209 se levantó una fortaleza en la esquina noroeste del núcleo cuyo destino sería servir de residencia temporal de los arzobispos de Toledo, de ahí el nombre de Palacio Arzobispal. En el siglo XIV sería ampliado y refortificado para, en el siglo XV, ver levantada su ala oriental y en el XVI su ala occidental, obra de Alonso de Covarrubias. Hasta 1884, con la constitución de la diócesis de Madrid-Alcalá, no retornaría el obispo de Alcalá y, consecuentemente, el rango de catedral para el templo principal de la ciudad (en 1991, Madrid y Alcalá serían independizadas).
Aquella Alcalá “circular” mantendría una importancia relativa, siendo notable sobre su entorno próximo, pero poco relevante en el contexto del Reino. Todo cambió cuando la ciudad fue escogida por el Cardenal Cisneros (1436-1517) para implantar en ella la universidad que deseaba crear (ya existía en la ciudad un Studium Generale desde 1293). Fundada en 1499 como Universidad Complutense (Complutensis Universitas, en recuerdo del nombre de la antigua ciudad romana), se convertiría en un centro de excelencia académica durante los siglos XVI y XVII. Parece que Cisneros tenía en la cabeza un plan para la organización política del reino: Madrid se elevaría a capital administrativa, Toledo sería la capital religiosa y Alcalá ejercería de capital cultural y académica. La villa-santuario se transformaba en una villa-academia.
Alcalá de Henares. Esquema de la estructura de la ciudad renacentista (en rojo las ampliaciones respecto a la base medieval circular. pSN, plaza de los Santos Niños; pM, Plaza de Mercado; pU, Plaza de la Universidad; pP, Plaza del Palacio; PM, Puerta de Madrid; PM, Puerta de los Mártires; ASB, Arco de San Bernardo; PR, Puerta del Rastro; PS, Puerta de Santiago; PA, Puerta de los Aguadores; PN, Puerta Nueva; PSJ, Puerta de San Julián; PSA, Puerta de Santa Ana; PV, Puerta del Vado.
La universidad provocó un notable crecimiento de la ciudad extendiendo su trama hacia el este, modificando aquella forma “circular” para asemejarla a un “rectángulo” con sus lados menores curvos. Existe un plano esquemático (e idealizado) dibujado por Juan de Ovando en 1564 que describe el campus. La expansión hacia el este tuvo que ver con la presencia, junto a las murallas orientales, extramuros, del lugar que acogía el mercado de la villa y la feria anual. Ese lugar, reconvertido en Plaza del Mercado (es la actual Plaza de Cervantes) articularía la villa medieval con la ampliación renacentista universitaria (separando, además, la jurisdicción de la villa y la de la Universidad).
Las murallas se ampliaron para acoger el barrio universitario apareciendo nuevas puertas y eliminando otras. En 1618, la Puerta de Burgos sería sustituida por el Arco de San Bernardo y las puertas de los Judíos, de Guadalajara y de Tenerías perderían su función. Los nuevos accesos serían la Puerta del Rastro y la Puerta de Santiago hacia el norte; la Puerta de los Mártires hacia Guadalajara; la Puerta de los Aguadores hacia la Ermita de la Virgen del Val y el río; y las Puertas de San Julián y Puerta Nueva, hacia el sur.
Una nueva Alcalá emergió con esa reforma. En 1499 comenzaría la construcción del Colegio Mayor de San Ildefonso y la Capilla, que quedaría terminada en 1510 (obras ambas de Pedro de Gumiel, 1460-1519). El Paraninfo fue comenzado en 1516 y la extraordinaria fachada del Colegio se ejecutó entre 1537 y 1553 siguiendo el proyecto de Rodrigo Gil de Hontañón (1500-1577). El gran patio de Santo Tomás de Villanueva fue transformado del original de ladrillo al actual en 1617 por Juan Gómez de Mora (1586-1648).
Calle Colegios de Alcalá de Henares, uno de los ejes de la ciudad renacentista.
Cisneros complementaría el gran Colegio Mayor con la construcción de otros “menores” desde 1513: el Colegio de San Pedro y San Pablo (vinculado a los franciscanos); el Colegio de la Madre de Dios (“de los Teólogos”, aunque también se impartieron los estudios de Medicina); el Colegio de Santa Catalina (de los Artistas o de los Físicos); el Colegio de Santa Balbina (de los Lógicos) donde se cursaba lógica y otras disciplinas filosóficas; y los Colegios de San Eugenio y de San Isidoro (de los Gramáticos) que se fusionaron en el siglo XVII rebautizándose como de San Ambrosio. Tras la muerte del cardenal se construirían nuevos colegios menores que estarían vinculados a órdenes religiosas.
Con todo, Alcalá se alzaría como la gran referencia intelectual del imperio (junto a Salamanca) gozando de un esplendor que culminaría con el denominado Siglo de Oro de las artes y de las letras.

Alcalá “desarrollista”: de ciudad universitaria a ciudad obrera.
Con el del Siglo de Oro acabaría la época esplendorosa de Alcalá de Henares. La crisis económica que siguió a esa época y las posteriores reformas educativas, que redujeron el número de cátedras y de estudiantes, implicaron una decadencia paulatina de la ciudad que se haría mucho más profunda con el traslado de la Universidad Complutense a Madrid en 1836. Alcalá, que solo había superado los límites urbanos renacentistas con dos modestos arrabales extramuros, perdería población y sus principales referencias. Los grandes edificios quedaron vacíos y fueron ocupados por instituciones militares, penitenciarias y conventuales con lo que Alcalá extravió su alegre alma universitaria y se convirtió en una triste sombra de sí misma. La llegada del ferrocarril en 1856 no lograría animar el funesto panorama. Esta situación no variaría sustancialmente hasta que, ya mediado el siglo XX, se abrió un nuevo horizonte para la ciudad impulsado por el denominado “desarrollismo”. La brillante ciudad universitaria mutaría en una ciudad obrera.
La Guerra Civil había dejado un país devastado que, además, quedó aislado internacionalmente tras la Segunda Guerra Mundial. No sería hasta la década de 1950 cuando comenzarían a reorientarse los criterios autárquicos que habían dirigido la política de la posguerra, iniciando una tímida liberalización que daría paso, poco a poco, a los modelos capitalistas occidentales que acelerarían la industrialización del país. Este hecho provocaría un nuevo éxodo desde el campo hacia las zonas urbanas (sumándose al que ya se había producido al finalizar el conflicto armado). El cambio de rumbo provocó cierta inestabilidad en el régimen franquista, originada por el enfrentamiento entre los defensores del modelo autárquico y los partidarios de la aplicación del liberalismo económico y que se saldó con un importante cambio en el Gobierno. Corría el año 1957 y el triunfo de la nueva filosofía liberal daría paso a una reforma que se concretaría con el Plan de Estabilización de 1959. Esta reforma preparó la eclosión del desarrollo económico de los años sesenta suponiendo una serie de cambios internos en el país que determinaron el fortalecimiento de los sectores industrial y financiero en detrimento del agrario. Era el inicio del periodo conocido como “desarrollismo” que modificó sustancialmente la realidad nacional. En este contexto, las grandes ciudades españolas comenzaron a recibir una inmigración sin precedentes y estas, que no habían digerido todavía las inmigraciones de la posguerra, no se encontraban preparadas para recibir tales masas de población.
Ortofoto de Alcalá de Henares en 1956. La ciudad histórica presenta el crecimiento de varios arrabales, pero todavía no se ha producido la “explosión” desarrollista.
La situación, imprevista y descontrolada, ocasionaría el crecimiento de las ciudades receptoras al margen del planeamiento, apareciendo extensiones no sujetas a ningún tipo de normativa. Los barrios de urbanización marginal o de autoconstrucción comenzaron a proliferar. La nueva ciudad que surge en esta periferia es suburbial, careciendo de la estructuración necesaria, así como de los requisitos imprescindibles para la calidad de vida ciudadana. En general, esta etapa estuvo caracterizada por la distancia entre el deseo y la realidad. Por un lado, estaban los intentos imposibles de ampliar las ciudades según una planificación establecida y, por otro, los crecimientos reales, discontinuos, desregulados y de calidad muy discutible, que crearon una periferia con graves déficits y problemas.
Plan de reforma de Alcalá de Henares de 1943.
En el caso de Alcalá, la ciudad de posguerra quiso prepararse ante la llegada de población expulsada del campo que había quedado arruinado. En 1943 el Ayuntamiento aprobó un Proyecto de Ensanche y Urbanización de la ciudad, redactado por José de Azpiroz, pero sus intenciones quedaron mayoritariamente en el papel porque todo se desbordó en la década de 1960. El impulso a la industrialización desde el gobierno y el deseo de descongestión de Madrid puso en marcha un proceso que afectaría a muchos municipios del entorno próximo de la capital, con una especial incidencia en el corredor del Henares y, particularmente, en Alcalá (que junto a Getafe se convirtió en el primer núcleo industrial de la región). El fenómeno ocasionaría una transformación muy profunda de la estructura económica de la zona y activaría un proceso muy acelerado de urbanización. Nuevas industrias se sumarían a las trasladadas desde la capital que serían dirigidas hacia el corredor gracias a sus ideales condiciones. Por una parte, contaba con uno de los ejes de comunicación más importantes del país (la carretera Nacional II que unía Madrid y Barcelona aprovechando el camino histórico que vertebraba la zona), además estaban el aeropuerto de Barajas y la línea de ferrocarril, y se disponía de agua abundante, necesaria para los procesos industriales. Además, se facilitaron toda una serie de incentivos (bajos precios del suelo, facilidades para la calificación de suelo como industrial o diversas ventajas fiscales). El corredor se transformó desde Coslada a Guadalajara, pero haciendo especial hincapié en Alcalá de Henares donde se ubicarían las grandes empresas (destacando Roca y Gal que se instalaron en 1961), mientras que en el resto del corredor predominaría la pequeña empresa.
Aquella Alcalá que a principios del siglo XX contaba con poco más de 11.000 habitantes y que había llegado a los 15.000 en 1950 fue recibiendo la inmigración que era expulsada del campo. En 1960 la ciudad alcanzaba los 25.000 habitantes y, desde entonces, el crecimiento fue vertiginoso, impulsado por el “desarrollismo” referido. A finales de la década de 1970, Alcalá tenía censados casi 150.000 personas (había multiplicado su población por seis).
Solucionar el problema generado por esa avalancha de población no era fácil. Las urgencias saltaron por encima de cualquier planificación racional y de cualquier moderación de planteamientos. Se dio vía libre a la promoción privada que “inundó” Alcalá con una nueva arquitectura, conformando una corona periférica respecto al casco antiguo constituida por bloques residenciales masivos, monótonos, repetitivos y dispuestos sin una idea general de conjunto.



Alcalá de Henares. Bloques de viviendas de viviendas típicos del “desarrollismo”
Un nuevo modelo urbano surgió espontáneamente, presentando una densidad elevadísima que yuxtaponía tramas que no iban más allá del trazado estricto de cada promoción inmobiliaria delimitada por las propiedades adquiridas en cada caso (los “polígonos”) y apoyándose en los caminos preexistentes. Aquella Alcalá se fue alejando de la sofisticación de su centro histórico para echarse en brazos de la vulgaridad musculosa de los bloques lineales indiscriminados. Las infraestructuras de abastecimiento y saneamiento brillaban por su ausencia y el espacio urbano no era más que un residuo entre edificaciones, tanto residenciales como industriales.
Hubo algunos intentos de controlar esa Alcalá desbordada por las circunstancias, aunque no lograron variar la tónica general. Por ejemplo, la iniciativa pública del Instituto Nacional de la Vivienda que puso en marcha en 1973 el Plan Parcial Puerta de Madrid, una ordenación lineal que, si bien proponía tipologías parecidas a las criticadas lo hacía con una disposición coordinada, con equipamientos y zonas verdes como la que separa el ámbito residencial del intenso tráfico de la que entonces era la carretera Nacional II (actual Avenida de Madrid). 
Plan Parcial “Puerta de Madrid”. Arriba, proyecto de 1973, debajo ortofoto de Alcalá de Henares con su materialización real.
También desde la iniciativa privada se dieron pasos para evitar el caos absoluto. Es el caso de la propuesta para el barrio de El Val realizada en 1977 para ordenar la zona oriental hacia el río Henares (junto a la ermita famosa) que presenta una retícula de bloques abiertos que da paso gradualmente a tipologías unifamiliares junto al río, proponiendo equipamientos y zonas verdes en los bordes fluviales.
Plan Parcial “Barrio del Val”. Arriba, proyecto de 1977, debajo ortofoto de Alcalá de Henares con su materialización real.
Todo ello fue desarrollado sobre la base de unas mínimas ordenanzas promulgadas en 1960. Afortunadamente se logró imponer en 1968 una protección sobre el centro de la ciudad, que fue declarado Conjunto histórico. La situación cambiaría con la llegada de los primeros ayuntamientos democráticos en 1979, que pondrían coto a la desbocada situación (con la inestimable “colaboración” de la crisis económica que había frenado muchos desarrollos desde mediados de la década). En 1977, la Universidad de Alcalá de Henares volvería a abrir sus aulas. La ciudad aprobaría en 1984 unas Normas Subsidiarias y, en 1991, un Plan General de Ordenación Urbana que sentaría las bases de una nueva Alcalá de Henares, una ciudad cuyos últimos crecimientos muestran un rostro diferente y que alberga actualmente a 200.000 personas.
Plan General de Ordenación Urbana de Alcalá de Henares, 1991.


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