El contraste
entre los cascos antiguos de las ciudades y sus crecimientos modernos es algo
habitual. Esto está plenamente justificado porque responden a modelos urbanos derivados
de las necesidades de sociedades muy diferentes. La estimación que reciban unos
u otros es una cosa bien distinta.
Algunas
ciudades poseen centros históricos muy valorados junto a extensiones
posteriores que no están a la altura de la herencia recibida. En ciertos casos,
esa oposición alcanza un grado máximo, como ocurre en Alcalá de Henares. Esta
ciudad tuvo unos orígenes muy dubitativos porque fue dando saltos entre
diferentes ubicaciones hasta encontrar el solar definitivo. Su localización
geográfica explica estos vaivenes iniciales, como también justifica las
sacudidas que convirtieron una “villa-santuario”
en una “villa-academia” y que
hicieron mutar una “ciudad universitaria”
en “ciudad obrera”. Todo esto se manifiesta
en la disparidad existente entre la Alcalá
renacentista, sofisticada y monumental, que se encuentra incluida en la
lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, y la Alcalá desarrollista producida durante las décadas de 1960 y 1970, monótona
y vulgar.
Analizar todas
estas incongruencias urbanas nos permite comprender esta ciudad tan particular y,
de paso, acercarnos a algunos de los momentos definitorios del urbanismo
español.
Alcalá de Henares: de
los vaivenes iniciales a las sacudidas modernas.
El contraste
entre los cascos antiguos de las ciudades y sus crecimientos modernos es algo
habitual. Esto está plenamente justificado porque responden a modelos urbanos
derivados de las necesidades de sociedades muy diferentes. La estimación que
reciban unos u otros es una cosa bien distinta.
Algunas
ciudades poseen centros históricos muy valorados junto a extensiones
posteriores que no están a la altura de la herencia recibida. En ciertos casos,
esa oposición alcanza un grado máximo, como ocurre con Alcalá de Henares.
Alcalá de
Henares tuvo unos orígenes muy dubitativos porque fue dando saltos entre
diferentes ubicaciones hasta encontrar el solar definitivo. Las peculiaridades
de su localización geográfica explican estos vaivenes iniciales:
• En primer lugar, el territorio
alcalaíno está determinado por la presencia del río Henares, que genera una orografía singular ya que, en sus
tramos finales, antes de desembocar en el rio Jarama, el Henares crea una vega
fértil que se ve acompañada por una línea de cerros que cierran el valle por el
sureste. Esta dualidad orográfica permitía que la llanura se habitara en
tiempos de paz y los montes acogieran a la población en periodos turbulentos,
con la particularidad añadida de que cada civilización creaba su propio
asentamiento.
• Por otra parte, el hecho de ser una
transitada encrucijada de los caminos
históricos, porque el rio Henares es
un curso fluvial que acompaña desde tiempos remotos a uno de los principales recorridos
que atraviesan de este a oeste el centro peninsular. De hecho, los romanos
aprovecharían esas sendas antiguas para trazar una de sus calzadas principales,
identificada con el número 25 (XXV)
del Itinerario Antonino. Esta vía unía Emerita
Augusta (Mérida) con Cesar Augusta
(Zaragoza). La conexión se realizaba desde el valle del rio Tajo al del Jarama
y, desde este, al del Henares para atravesar el Sistema Ibérico conectando con
el curso alto del rio Jalón que discurre hacia la capital aragonesa. En su
tramo medio destacarían las ciudades de Toletum
(Toledo) y Segontia (Sigüenza) y, aproximadamente
a mitad de camino entre ambas, se encontraba el territorio alcalaíno, por el
que también discurría el camino que unía el norte con el sur peninsular. Esta
encrucijada, gracias a ese continuo flujo de personas y mercancías, convirtió el
área de Alcalá en un lugar estratégico.
• Finalmente, la circunstancia de encontrarse
en la proximidad de ciudades muy
notables que le ocasionarían ventajas y quebrantos. Entre las afecciones
negativas destacan, por ejemplo, la pérdida de la diócesis episcopal en favor
del importante Toledo medieval o el traslado de la prestigiosa Universidad
Complutense a Madrid. Estos perjuicios se compensaron supuestamente con la
estrategia de descentralización industrial de la capital de España, que
transformó Alcalá de Henares en un polo económico de primer orden y la
convirtió en foco de atracción para una inmigración explosiva.
Aquellas vacilaciones
iniciales comenzaron con la presencia de poblamientos muy remotos en la llanura
fluvial. En la Edad del Bronce, los habitantes de la zona, integrantes del prerromano
pueblo carpetano, decidieron establecerse en las colinas donde podían
defenderse mejor (este oppidum ibero se encuentra en el yacimiento
del Cerro del Ecce Homo o de la Vera Cruz). La llegada e implantación de
los romanos fue turbulenta y estos escogieron un nuevo lugar para asentarse,
también en las alturas (en el Cerro del Viso).
No obstante, a principios del siglo primero, con la pax romana lograda en la época imperial, la población se trasladó
al valle del rio Henares, un lugar más apto para la agricultura. Ocuparían su
margen derecha, junto a la confluencia con el arroyo Camarmilla. Esta ciudad
romana, Complutum (hoy un lugar arqueológico, parcialmente destruido
por la urbanización), prosperó considerablemente, pero los problemas derivados
de la caída del imperio forzaron un declive que sería total tras la conquista
musulmana. La población se dispersó y los árabes, conscientes de la importancia
de aquel lugar, crearon otro asentamiento, el cuarto, que, dado que los tiempos
también eran convulsos, volvió a los montes cercanos. Entonces se levantó una
ciudadela fortificada a partir de un castillo: Qalat abd al Salam (junto al Cerro
Ecce Homo y actualmente conocida como Alcalá la Vieja). La pacificación de
la región que siguió a la conquista cristiana posibilitó el desarrollo de un
nuevo núcleo que volvería a la llanura fluvial, el Burgo de Santiuste que, esta
vez, sí, sería el embrión definitivo de la actual Alcalá de Henares.
Pero su
localización geográfica y las circunstancias históricas no solo explican esas fluctuaciones
en el nacimiento de Alcalá de Henares,
sino que también justifican las sacudidas modernas que comentaremos a
continuación y que convirtieron una “villa-santuario”
en una “villa-academia” e hicieron
mutar una “ciudad universitaria” en “ciudad obrera”. Con todo, se ha ido
conformando una ciudad que manifiesta llamativas incongruencias urbanas,
destacando el contraste radical entre la sofisticada y monumental Alcalá
renacentista, designada como Patrimonio de la Humanidad, y la monótona
y vulgar Alcalá desarrollista, producida durante las décadas de 1960 y
1970. Su análisis nos permite comprender esta ciudad tan particular y, de paso,
acercarnos a algunos de los momentos definitorios del urbanismo español.
Alcalá medieval y
renacentista (de la villa-santuario a
la villa-academia)
Complutum tuvo una cristianización temprana,
constatada en el hecho de que durante la gran persecución religiosa de
Diocleciano fueron martirizados dos niños que no quisieron renunciar a su fe.
Esto ocurrió en el año 304 y acabarían siendo canonizados como San Justo y San
Pastor. Con los visigodos, en el año 412, Complutum
sería designada diócesis episcopal y el obispo ordenaría levantar dos años después
una capilla para custodiar las reliquias de los pequeños mártires en el lugar
donde fueron ejecutados, en las afueras de la ciudad (en el denominado Campus Laudabilis, junto a la calzada
romana).
La llegada de
los musulmanes supondría el declive de Complutum,
pero no la desaparición de la población porque mientras que los árabes habitarían
la recién creada Alcalá la Vieja, los
cristianos (mozárabes) fueron asentándose en las proximidades de la iglesia dedicada
a los Santos Niños, configurando un
modesto asentamiento, el Burgo de
Santiuste, que los adoptaría como patronos.
Tras un
periodo de conquistas y reconquistas entre cristianos y musulmanes, en 1118, la
región fue tomada definitivamente por el arzobispo de Toledo Bernardo de
Sedirac en nombre del reino de Castilla. En 1129, el rey Alfonso VII concedió el concejo y su
alfoz al Arzobispado de Toledo en condición de señorío eclesiástico. Con esto,
aquel burgo que había nacido alrededor de la iglesia-santuario refrendaría su vinculación
religiosa.
El alejamiento
hacia el sur de la frontera bélica y su carácter de encrucijada favorecería el
comercio y la prosperidad del núcleo urbano, que sería amurallado en el siglo
XIII. La ciudad recibiría fueros y privilegios como la celebración de ferias anuales
y mercados. En ella convivirían las tres culturas del momento, cristiana, judía
y musulmana, aunque en barrios separados (estos últimos tendrían sendas aljamas:
la judería y la morería). El nombre de Alcalá de Henares comienza a aparecer documentado
desde el siglo XIV.
La muralla
definía un recinto aproximadamente
circular (aunque hay algunas discrepancias entre los investigadores sobre
su trazado en algún punto) que tomaba como centro la iglesia y la plaza
contigua dedicada a los Santos Niños. Allí nacía una estructura radial que comunicaba con las puertas de la ciudad de las
que partían los caminos. El hecho de que el templo se hubiera levantado junto a
la antigua calzada romana hizo que esta vía fuera una de las principales del
núcleo conectando la Puerta de Madrid
(en el oeste) y la Puerta de Guadalajara
(en el este), cuyos nombres indicaban el destino del camino que partía de
ellas. La dirección norte-sur quedaba definida por una senda que había cambiado
su recorrido desde el antiguo cardo de Complutum
hasta el nuevo foco de la iglesia y quedaba enmarcado por la Puerta de Burgos (norte), junto al
Palacio del obispo, y la Puerta del Vado
(sur). La primera indicaba la dirección y la segunda se dirigía al rio Henares
para cruzarlo. Complementariamente aparecían la Puerta de los Judíos (noreste), el Postigo de Tenerías (sureste, que se dirigía hacia otra ermita,
Nuestra Señora del Val, levantada junto al río por causa de unas apariciones
marianas en el siglo XII) y, por último, la Puerta
de Santa Ana (suroeste).
Calle Mayor de Alcalá de Henares, eje de la Judería
antigua.
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Las
principales construcciones serían el Palacio Arzobispal y el templo de los
Santos Niños. Esta iglesia perdería su jerarquía catedralicia en 1099 al suprimirse
la diócesis, siendo agregada al Arzobispado de Toledo. No obstante, la antigua
iglesia se demolería para levantar una nueva en 1136 que sería elevada al rango
de Colegiata. Entre 1497 y 1515 sería nuevamente reedificada en el estilo
gótico isabelino propio de esa época, recibiendo el título de “magistral” en
1519. Por otra parte, en 1209 se levantó una fortaleza en la esquina noroeste
del núcleo cuyo destino sería servir de residencia temporal de los arzobispos
de Toledo, de ahí el nombre de Palacio Arzobispal. En el siglo XIV sería ampliado
y refortificado para, en el siglo XV, ver levantada su ala oriental y en el XVI
su ala occidental, obra de Alonso de Covarrubias. Hasta 1884, con la
constitución de la diócesis de Madrid-Alcalá, no retornaría el obispo de Alcalá
y, consecuentemente, el rango de catedral para el templo principal de la ciudad
(en 1991, Madrid y Alcalá serían independizadas).
Aquella
Alcalá “circular” mantendría una importancia relativa, siendo notable sobre su
entorno próximo, pero poco relevante en el contexto del Reino. Todo cambió cuando
la ciudad fue escogida por el Cardenal Cisneros (1436-1517) para implantar en
ella la universidad que deseaba crear (ya existía en la ciudad un Studium Generale desde 1293). Fundada en
1499 como Universidad Complutense (Complutensis Universitas, en recuerdo
del nombre de la antigua ciudad romana), se convertiría en un centro de
excelencia académica durante los siglos XVI y XVII. Parece que Cisneros tenía
en la cabeza un plan para la organización política del reino: Madrid se
elevaría a capital administrativa, Toledo sería la capital religiosa y Alcalá ejercería
de capital cultural y académica. La villa-santuario se transformaba en una villa-academia.
La
universidad provocó un notable crecimiento de la ciudad extendiendo su trama
hacia el este, modificando aquella forma “circular” para asemejarla a un “rectángulo”
con sus lados menores curvos. Existe un plano esquemático (e idealizado) dibujado
por Juan de Ovando en 1564 que describe el campus. La expansión hacia el este
tuvo que ver con la presencia, junto a las murallas orientales, extramuros, del
lugar que acogía el mercado de la villa y la feria anual. Ese lugar,
reconvertido en Plaza del Mercado
(es la actual Plaza de Cervantes)
articularía la villa medieval con la ampliación renacentista universitaria
(separando, además, la jurisdicción de la villa y la de la Universidad).
Las murallas
se ampliaron para acoger el barrio universitario apareciendo nuevas puertas y
eliminando otras. En 1618, la Puerta de Burgos sería sustituida por el Arco de San Bernardo y las puertas de
los Judíos, de Guadalajara y de Tenerías perderían su función. Los nuevos
accesos serían la Puerta del Rastro y
la Puerta de Santiago hacia el norte;
la Puerta de los Mártires hacia
Guadalajara; la Puerta de los Aguadores
hacia la Ermita de la Virgen del Val y el río; y las Puertas de San Julián y Puerta
Nueva, hacia el sur.
Una nueva
Alcalá emergió con esa reforma. En 1499 comenzaría la construcción del Colegio Mayor de San Ildefonso y la Capilla, que quedaría terminada en 1510 (obras
ambas de Pedro de Gumiel, 1460-1519). El Paraninfo
fue comenzado en 1516 y la extraordinaria fachada del Colegio se ejecutó entre
1537 y 1553 siguiendo el proyecto de Rodrigo Gil de Hontañón (1500-1577). El
gran patio de Santo Tomás de Villanueva
fue transformado del original de ladrillo al actual en 1617 por Juan Gómez de
Mora (1586-1648).
Calle Colegios de Alcalá de Henares, uno de los ejes de
la ciudad renacentista.
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Cisneros complementaría
el gran Colegio Mayor con la construcción de otros “menores” desde 1513: el Colegio de San Pedro y San Pablo (vinculado
a los franciscanos); el Colegio de la
Madre de Dios (“de los Teólogos”, aunque también se impartieron los
estudios de Medicina); el Colegio de
Santa Catalina (de los Artistas o de los Físicos); el Colegio de Santa Balbina (de los Lógicos) donde se cursaba
lógica y otras disciplinas filosóficas; y los Colegios de San Eugenio y de San
Isidoro (de los Gramáticos) que se fusionaron en el siglo XVII
rebautizándose como de San Ambrosio. Tras
la muerte del cardenal se construirían nuevos colegios menores que estarían vinculados
a órdenes religiosas.
Con todo,
Alcalá se alzaría como la gran referencia intelectual del imperio (junto a Salamanca) gozando de un esplendor que culminaría con el denominado Siglo de Oro de las artes y de las
letras.
Alcalá “desarrollista”:
de ciudad universitaria a ciudad obrera.
Con el del Siglo de Oro acabaría la época
esplendorosa de Alcalá de Henares. La crisis económica que siguió a esa época y
las posteriores reformas educativas, que redujeron el número de cátedras y de estudiantes,
implicaron una decadencia paulatina de la ciudad que se haría mucho más profunda
con el traslado de la Universidad Complutense a Madrid en 1836. Alcalá, que
solo había superado los límites urbanos renacentistas con dos modestos
arrabales extramuros, perdería población y sus principales referencias. Los
grandes edificios quedaron vacíos y fueron ocupados por instituciones
militares, penitenciarias y conventuales con lo que Alcalá extravió su alegre
alma universitaria y se convirtió en una triste sombra de sí misma. La llegada
del ferrocarril en 1856 no lograría animar el funesto panorama. Esta situación
no variaría sustancialmente hasta que, ya mediado el siglo XX, se abrió un
nuevo horizonte para la ciudad impulsado por el denominado “desarrollismo”. La brillante ciudad universitaria
mutaría en una ciudad obrera.
La Guerra
Civil había dejado un país devastado que, además, quedó aislado
internacionalmente tras la Segunda Guerra Mundial. No sería hasta la década de 1950
cuando comenzarían a reorientarse los criterios autárquicos que habían dirigido
la política de la posguerra, iniciando una tímida liberalización que daría
paso, poco a poco, a los modelos capitalistas occidentales que acelerarían la
industrialización del país. Este hecho provocaría un nuevo éxodo desde el campo
hacia las zonas urbanas (sumándose al que ya se había producido al finalizar el
conflicto armado). El cambio de rumbo provocó cierta inestabilidad en el
régimen franquista, originada por el enfrentamiento entre los defensores del
modelo autárquico y los partidarios de la aplicación del liberalismo económico
y que se saldó con un importante cambio en el Gobierno. Corría el año 1957 y el
triunfo de la nueva filosofía liberal daría paso a una reforma que se
concretaría con el Plan de Estabilización
de 1959. Esta reforma preparó la eclosión del desarrollo económico de los
años sesenta suponiendo una serie de cambios internos en el país que determinaron
el fortalecimiento de los sectores industrial y financiero en detrimento del
agrario. Era el inicio del periodo conocido como “desarrollismo” que modificó sustancialmente la realidad nacional. En
este contexto, las grandes ciudades españolas comenzaron a recibir una
inmigración sin precedentes y estas, que no habían digerido todavía las
inmigraciones de la posguerra, no se encontraban preparadas para recibir tales
masas de población.
Ortofoto de Alcalá de Henares en 1956. La ciudad
histórica presenta el crecimiento de varios arrabales, pero todavía no se ha
producido la “explosión” desarrollista.
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La situación,
imprevista y descontrolada, ocasionaría el crecimiento de las ciudades
receptoras al margen del planeamiento, apareciendo extensiones no sujetas a
ningún tipo de normativa. Los barrios de urbanización marginal o de
autoconstrucción comenzaron a proliferar. La nueva ciudad que surge en esta
periferia es suburbial, careciendo de la estructuración necesaria, así como de
los requisitos imprescindibles para la calidad de vida ciudadana. En general, esta
etapa estuvo caracterizada por la distancia entre el deseo y la realidad. Por
un lado, estaban los intentos imposibles de ampliar las ciudades según una
planificación establecida y, por otro, los crecimientos reales, discontinuos,
desregulados y de calidad muy discutible, que crearon una periferia con graves déficits
y problemas.
Plan de reforma de Alcalá de Henares de 1943.
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En el caso de
Alcalá, la ciudad de posguerra quiso prepararse ante la llegada de población
expulsada del campo que había quedado arruinado. En 1943 el Ayuntamiento aprobó
un Proyecto de Ensanche y Urbanización
de la ciudad, redactado por José de Azpiroz, pero sus intenciones quedaron
mayoritariamente en el papel porque todo se desbordó en la década de 1960. El
impulso a la industrialización desde el gobierno y el deseo de descongestión de
Madrid puso en marcha un proceso que afectaría a muchos municipios del entorno
próximo de la capital, con una especial incidencia en el corredor del Henares y,
particularmente, en Alcalá (que junto a Getafe se convirtió en el primer núcleo
industrial de la región). El fenómeno ocasionaría una transformación muy
profunda de la estructura económica de la zona y activaría un proceso muy
acelerado de urbanización. Nuevas industrias se sumarían a las trasladadas
desde la capital que serían dirigidas hacia el corredor gracias a sus ideales condiciones.
Por una parte, contaba con uno de los ejes de comunicación más importantes del país
(la carretera Nacional II que unía Madrid y Barcelona aprovechando el camino
histórico que vertebraba la zona), además estaban el aeropuerto de Barajas y la
línea de ferrocarril, y se disponía de agua abundante, necesaria para los
procesos industriales. Además, se facilitaron toda una serie de incentivos
(bajos precios del suelo, facilidades para la calificación de suelo como
industrial o diversas ventajas fiscales). El corredor se transformó desde
Coslada a Guadalajara, pero haciendo especial hincapié en Alcalá de Henares donde
se ubicarían las grandes empresas (destacando Roca y Gal que se instalaron en
1961), mientras que en el resto del corredor predominaría la pequeña empresa.
Aquella Alcalá que a principios del siglo XX contaba con poco más de 11.000 habitantes y que había llegado a los 15.000 en 1950 fue recibiendo la inmigración que era expulsada del campo. En 1960 la ciudad alcanzaba los 25.000 habitantes y, desde entonces, el crecimiento fue vertiginoso, impulsado por el “desarrollismo” referido. A finales de la década de 1970, Alcalá tenía censados casi 150.000 personas (había multiplicado su población por seis).
Solucionar el problema generado por esa avalancha de población no era fácil. Las urgencias saltaron por encima de cualquier planificación racional y de cualquier moderación de planteamientos. Se dio vía libre a la promoción privada que “inundó” Alcalá con una nueva arquitectura, conformando una corona periférica respecto al casco antiguo constituida por bloques residenciales masivos, monótonos, repetitivos y dispuestos sin una idea general de conjunto.
Alcalá de Henares. Bloques de viviendas de viviendas
típicos del “desarrollismo”
|
Un nuevo modelo
urbano surgió espontáneamente, presentando una densidad elevadísima que
yuxtaponía tramas que no iban más allá del trazado estricto de cada promoción
inmobiliaria delimitada por las propiedades adquiridas en cada caso (los
“polígonos”) y apoyándose en los caminos preexistentes. Aquella Alcalá se fue
alejando de la sofisticación de su centro histórico para echarse en brazos de
la vulgaridad musculosa de los bloques lineales indiscriminados. Las
infraestructuras de abastecimiento y saneamiento brillaban por su ausencia y el
espacio urbano no era más que un residuo entre edificaciones, tanto
residenciales como industriales.
Hubo algunos
intentos de controlar esa Alcalá desbordada por las circunstancias, aunque no
lograron variar la tónica general. Por ejemplo, la iniciativa pública del Instituto
Nacional de la Vivienda que puso en marcha en 1973 el Plan Parcial Puerta de Madrid, una ordenación lineal
que, si bien proponía tipologías parecidas a las criticadas lo hacía con una
disposición coordinada, con equipamientos y zonas verdes como la que separa el
ámbito residencial del intenso tráfico de la que entonces era la carretera
Nacional II (actual Avenida de Madrid).
Plan Parcial “Puerta de Madrid”. Arriba, proyecto de
1973, debajo ortofoto de Alcalá de Henares con su materialización real.
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También desde la iniciativa privada se
dieron pasos para evitar el caos absoluto. Es el caso de la propuesta para el barrio de El Val realizada en 1977 para
ordenar la zona oriental hacia el río Henares (junto a la ermita famosa) que
presenta una retícula de bloques abiertos que da paso gradualmente a tipologías
unifamiliares junto al río, proponiendo equipamientos y zonas verdes en los
bordes fluviales.
Plan Parcial “Barrio del Val”. Arriba, proyecto de 1977,
debajo ortofoto de Alcalá de Henares con su materialización real.
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Todo ello fue
desarrollado sobre la base de unas mínimas ordenanzas promulgadas en 1960.
Afortunadamente se logró imponer en 1968 una protección sobre el centro de la
ciudad, que fue declarado Conjunto histórico. La situación cambiaría con la
llegada de los primeros ayuntamientos democráticos en 1979, que pondrían coto a
la desbocada situación (con la inestimable “colaboración” de la crisis
económica que había frenado muchos desarrollos desde mediados de la década). En
1977, la Universidad de Alcalá de Henares
volvería a abrir sus aulas. La ciudad aprobaría en 1984 unas Normas Subsidiarias y, en 1991, un Plan General de Ordenación Urbana que
sentaría las bases de una nueva Alcalá de Henares, una ciudad cuyos últimos
crecimientos muestran un rostro diferente y que alberga actualmente a 200.000
personas.
Plan General de Ordenación Urbana de Alcalá de Henares,
1991.
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