Detalle de la Casa de las Cadenas de Segovia, edificio paradigmático
del esgrafiado segoviano, dado que cuenta en sus muros con hasta dieciséis
tipos diferentes de motivos.
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Las fachadas de
los edificios pueden actuar como soporte para cuestiones extra arquitectónicas.
Ya nos hemos referido a ello en otras ocasiones analizando tanto las “fachadas-retablo” como las formadas por pantallas de LEDs. En este artículo
nos acercaremos al esgrafiado, una
técnica antigua de revoco de fachadas que, con un objetivo inicialmente
ornamental, ha generado “obras gráficas” extraordinarias. Sus posibilidades son
muy diversas, pero hay dos modelos
principales y hasta cierto punto opuestos: uno basado en la repetición
abstracta y otro en la exclusividad figurativa. El primero tiene una
magnífica representación en Segovia, siendo casi una práctica endémica, hasta
el punto de haberse convertido en una de las señas identitarias de la ciudad.
El segundo, de inspiración italiana, cuenta con espectaculares ejemplos en Barcelona.
El artículo
tiene dos partes. En esta primera, además de presentar la técnica de realización, nos aproximamos al esgrafiado segoviano. Dejaremos para la segunda parte, el modelo figurativo (representando por el esgrafiado catalán) y la exposición de otras alternativas.
Fachadas como “obras
gráficas”: haciendo de la necesidad, virtud.
Un muro de
“fábrica” está construido con piezas que se sustentan unas a otras, con
materiales como piedra, ladrillo, adobe, e incluso mezclas entre ellos.
Habitualmente, entre esos elementos esenciales, se dispone un mortero formando
“juntas”, cuya misión principal es garantizar la correcta transmisión de las
cargas cuando las partes no se apoyan con la planeidad necesaria.
En el caso de
muros de fábrica de piedra, encontramos dos casos extremos (hablando de la
arquitectura histórica). Por un lado, el muro cuyos componentes están
perfectamente escuadrados y conforman bloques con sus caras planas y
ortogonales: los llamados “sillares” que, dada su perfección, pueden no necesitar
el mortero de unión porque las tensiones se trasladan perfectamente desde cada
uno al que está ubicado debajo (aunque las juntas también cumplen otras
funciones como el aislamiento o la impermeabilidad). En Segovia, la ciudad a la
que nos vamos a dirigir, hay un ejemplo extraordinario de construcción de
piedra sin juntas: el acueducto. Pero, ese ajuste perfecto de las piedras era
muy costoso y ese esfuerzo fue dedicado solamente a los edificios más
importantes (civiles o religiosos). Por eso también hay muros en los que las
piedras son irregulares y de tamaños diversos. En esta fábrica, que se denomina
“mampostería”, las juntas de mortero son imprescindibles porque la conexión
directa entre las piezas es mínima.
Arriba, dos ejemplos de muros de sillares (el de la
izquierda, sin juntas, es el Acueducto de Segovia). Debajo dos muestras de
muros de mampostería (el de la derecha marcando sus juntas)
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Con lo
anterior hemos identificado a los dos protagonistas que inspiraron y
justificaron la técnica que conocemos como esgrafiado:
por un lado, los muros del segundo
caso que, aunque sean correctos constructivamente, no ofrecen una imagen
adecuada y, por otro, las irregulares juntas
que surgen entre las heterogéneas piedras de la mampostería. El motor de la innovación sería el deseo de
representación, más allá de las posibilidades reales de los promotores, que
deseaban mostrar una fachada que resplandeciera y ocultara su humilde construcción.
El primer
paso se dio con la conversión de las juntas de la mampostería en un medio
decorativo. Para ello serían remarcadas, igualadas o raseadas sobresaliendo del
plano de la piedra y, en algunos casos, llegarían incluso a recibir algún
elemento ornamental, como fue la incorporación de escorias de hierro que
aparecían como “joyas” engastadas en el encintado de la llaga. Pero eso no
resultaba suficiente para competir con los impecables muros de sillares. Era
necesario ocultar la irregularidad constructiva para aparentar la nobleza
deseada y no quedaba otro remedio que cubrir las inconvenientes fachadas con un
mortero. Pero la “pobreza” de una superficie plana, inevitable para las
construcciones modestas, estaba muy lejos de representar algo valorable (la
apreciación de las superficies “desnudas” no llegaría hasta el siglo XX con el
Movimiento Moderno y sentencias como “el ornamento es delito” y “menos es
más”). Se requería algo para dignificar la fachada, para transmitir un mensaje
de prosperidad aparente.
Sabemos que las
fachadas de los edificios pueden actuar como soporte para cuestiones extra
arquitectónicas (ya nos hemos referido a ello en otras ocasiones analizando
tanto las “fachadas-retablo” como las formadas por pantallas de LEDs). Y aparentar por medio de la arquitectura puede ser una de ellas, exhibiendo
algo no sea cierto u oculte una realidad poco favorable. Por ejemplo, en
algunos casos, los revocos de fachadas intentaron emular la construcción de
sillares aplicando moldes a la superficie “grabando” la forma de las piedras como
si fuera una impresión en relieve.
Pero la
mirada “encubridora” también se fijó en las tramas resultantes del encintado
irregular (sin olvidar la influencia de las intrincadas geometrías de las
yeserías árabes, tan numerosas en diversas regiones de la península). Con esa
inspiración se crearon motivos geométricos repetitivos que se extenderían a
toda la fachada proporcionando una ornamentación muy apreciada (desde sencillas
manifestaciones geométricas, como los círculos tangentes del Alcázar segoviano,
hasta elaboradas composiciones). Había nacido el esgrafiado, una técnica antigua de revoco de fachadas nacida para
esconder la mala imagen de ciertos muros y que ha gozado de momentos de gran
esplendor a lo largo de la historia. Con un objetivo inicialmente ornamental,
el esgrafiado ha generado “obras gráficas” extraordinarias.
Salvando las distancias, el esgrafiado
es relacionado con las aplicaciones decorativas en el cuerpo humano,
particularmente con el tatuaje. La
analogía pretende distinguirlo de lo que sería una pintura de fachada, algo
temporal que hay que renovar periódicamente, como sucede con la henna, que es un tintado superficial aplicado
en manos y pies en diversas culturas, particularmente árabes o hindúes, y que
dura una o dos semanas. El tatuaje es otra cosa porque inyecta determinados
pigmentos bajo la epidermis, creando una huella indeleble (o casi) en nuestra
piel. Así, en las fachadas, el esgrafiado se convierte en una marca permanente,
una forma de “estampación” petrificada que, aunque el tiempo también acaba
deteriorándolo, su permanencia es incomparablemente superior a la de la
pintura.
Otras analogías, buscan referencias
con el vestido o sus complementos (también algo muy relacionado con la
representación humana). Sobre todo, respecto a uno de sus modelos (el
repetitivo abstracto al que nos referirnos más adelante), que es visto como un
elaborado encaje que actúa como un
“velo” que se funde con las partes macizas de la fachada.
Causa y técnica del
esgrafiado (y sus variantes, sobre todo temáticas).
El esgrafiado
es una técnica utilizada en el revoco/enfoscado de muros que consiste en la
aplicación de dos capas de material (habitualmente morteros de cal de distinto
color) de manera que la última es extraída parcialmente (quitando “lo sobrante”
siguiendo un plan dibujado previamente) para que aparezca la interior. Así
surge un contraste de relieve, y generalmente de color, entre la capa
superficial y la que se encuentra debajo, que refleja el motivo ornamental.
La palabra
“esgrafiado” procede del italiano sgrafiare
que hace referencia al hecho de “sacar lo escrito” (es decir, rascar, extraer
parte del mortero aplicado). La técnica del esgrafiado es compartida por
diversas artes como la cerámica o la escultura y por eso suele precisarse como
“esgrafiado mural” al relacionado con la arquitectura, que no solamente se
utiliza en el tratamiento de fachadas, sino que también está presente en
paredes interiores de salones, de patios o de claustros.
Proceso de restauración del esgrafiado del Alcázar de
Segovia en el que puede apreciarse la técnica (y con detalle las escorias de
hierro situadas en los puntos de tangencia de los círculos)
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El historiador Rafael Ruiz Alonso es un destacado experto
en esgrafiado, tema al que dedicó su tesis doctoral, con publicaciones como el libro
“Esgrafiado. Materiales, Técnicas y
Aplicaciones”, además de numerosas investigaciones. En uno de sus artículos,
Ruiz Alonso comenta que “A nivel
internacional se considera, mayoritariamente, que el esgrafiado es una
invención italiana que se difunde por casi toda Europa en el siglo XVI. Sin
embargo, países como España, Portugal o Marruecos conservan esgrafiados mucho
más antiguos, que se van a desarrollar en los contextos del arte islámico y
mudéjar, con una evolución técnica que
permite observar su desarrollo desde el llagueado de los muros al esgrafiado
propiamente dicho. La arquitectura de Segovia constituye uno de los
ejemplos más claros” (“Del encintado al esgrafiado, una hipótesis sobre el
origen y desarrollo del esgrafiado a través de la arquitectura islámica y
mudéjar”. Estudios Segovianos.
LVI. núm. 113. 2014).
Esta hipótesis sobre el origen ha sido defendida por autores
diversos. Por ejemplo, Leopoldo Torres Balbás, que en su obra “Arte almohade; Arte nazarí; Arte mudéjar.
Ars Hispaniae IV” comenta que “el
revoque decorativo de muros exteriores conocido con el nombre erudito italiano
de esgrafiado, es técnica esencialmente mudéjar. Deriva del encintado o
rejuntado de los muros de mampostería, de cuyo empleo en época musulmana quedan
muestras en la alcazaba de Málaga”. Torres Balbás también coincide con sus
causas, apuntando que “su objeto era disimular tras una decoración
fácil, rápida y barata, fábricas de humildes materiales, construidas con poco
esmero. (…) En Segovia fue donde
alcanzó el esgrafiado mayor fortuna, puesto a la moda probablemente por su
empleo en la torre del Homenaje de su alcázar y en el castillo de Coca”. En esa idea
insistía el Marqués de Lozoya en su libro sobre “La casa segoviana” de 1978 diciendo que “para cubrir de manera decorosa y
noble los muros tan pobremente construidos se hubo de adoptar ese típico
revoque segoviano de yeserías recortadas, tan bello y tan resistente, conocido
con el nombre de esgrafiado” (al margen de la imprecisión acerca del
material, dado que no es yeso sino cal).
Así desde la inspiración de los llagueados se acabaría
produciendo una técnica de revoco que cubría fábricas “poco vistosas” que
llegaría a alcanzar cotas compositivas muy sofisticadas. No obstante, parece
que la
técnica sería mucho más antigua, quizá de procedencia oriental, y que fue
utilizada por los romanos, aunque afianzada por los alarifes árabes y mudéjares
de la Península Ibérica y del Magreb. Desde luego, a partir del Renacimiento
italianos adquiriría un impulso inusitado, cuando, los artistas, rememorando las artes antiguas,
rescataron y renovaron esas técnicas del pasado clásico que habían caído en
desuso, renovando además sus temáticas. Entonces el esgrafiado irrumpirá con
fuerza y se extenderá por Europa hacia el ámbito germánico y también hispano.
En concreto en la península, las técnicas italianas tendrán especial
predicamento en el área mediterránea, desde Valencia hasta Aragón, con especial
incidencia en Cataluña y en particular en Barcelona. La influencia también
llegaría a Castilla y a Segovia.
El arte del esgrafiado presente dos modelos principales
y hasta cierto punto opuestos: uno basado en la repetición abstracta y otro en
la exclusividad figurativa.
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Esa duplicidad llevaría a que el arte del esgrafiado presente dos modelos principales y hasta cierto
punto opuestos: uno basado en la repetición abstracta y otro en la exclusividad
figurativa, aunque ambos tengan como objetivo primordial la ornamentación.
El primero es el esgrafiado segoviano,
al que nos referimos en esta primera parte del artículo. Se caracteriza por la
reiteración de motivos decorativos que son trasladados a los muros mediante
plantillas móviles y hunde sus raíces en las técnicas árabes y mudéjares. El
segundo, de origen italiano, crea obras singulares, privilegiando los temas
alegóricos y simbólicos que se adaptan a las características del muro y a los
mensajes que se pretenden transmitir. Dentro de este se incluye el esgrafiado catalán, que analizaremos en la segunda parte
del artículo. De todas formas, y como descubriremos entonces al analizar el
panorama internacional, el esgrafiado muestra más alternativas temáticas que las propuestas por estos dos modelos
principales.
No obstante, apuntamos aquí una
variedad técnica denominada “revoco embutido” o “taraceado”.
En esta, el vaciado resultante del raspado es rellenado por otro mortero teñido
de un color diferente y que se alisa para dejarlo en el mismo plano de
terminación del muro, pudiendo remarcar o no las líneas de separación entre
materiales (a veces simplemente se marca con una incisión y se pintan las
diferentes zonas, algo bastante frecuente en el Modernismo/Art Nouveau). El resultado aparenta ser un mosaico de
piezas peculiares.
La casa Jáuregui de Vergara (Guipúzcoa) cuenta con un
relieve en el primer piso, presentado en muchas ocasiones erróneamente como
esgrafiado. En cambio, si lo es el del segundo piso.
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En cualquier caso, no hay que
confundir el esgrafiado con otras
técnicas de cierto parecido. Ya hemos advertido sobre los moldes impresos
que simulan fábricas de sillares y aquí llamamos la atención hacia los trabajos
en yeso que pueden llevar a equívocos, pero que en general que ofrecen
volúmenes más cercanos a la escultura en bajo relieve que a la planeidad propia
del esgrafiado.
El esgrafiado
segoviano: variaciones con repetición de geometrías abstractas.
El centro histórico de Segovia, junto a su famoso
acueducto, fueron incluidos en la lista del Patrimonio de la Humanidad en 1985.
Desde luego, el acueducto romano, el Alcázar o la Catedral, son los emblemas
del conjunto, aunque existen otros muchos edificios religiosos y civiles que
refuerzan su gran valor urbano y arquitectónico. Entre los rasgos más
característicos del casco antiguo segoviano se encuentra la insoslayable presencia del esgrafiado en
muchas fachadas, reflejando una práctica casi endémica, hasta el punto de haberse convertido en una de las señas identitarias de la ciudad.
Pasear por las calles de la vieja Segovia ofrece un muestrario de lo más
variado del primer modelo descrito anteriormente. Aunque la ciudad de Segovia
no es un caso único, porque el esgrafiado repetitivo y abstracto cuenta con
muestras en otros lugares de su provincia o en las de León, Toledo o
Extremadura, entre las más frecuentes. No obstante, la abrumadora presencia de
este tipo de esgrafiado en el espacio urbano segoviano convierte a esta ciudad
en la “capital” de este modelo (si bien también cuenta con ejemplos de influencia
italiana).
Fachadas esgrafiadas en la calle Juan Bravo de Segovia. |
El esgrafiado
segoviano se ha estudiado desde muchos puntos de vista: como técnica constructiva,
como caracterizador de un ambiente y de una identidad, como descriptor de ciertas
épocas históricas, e incluso como ejercicio matemático-geométrico creador de
“mosaicos”. Su origen sigue siendo discutido, aunque la opinión mayoritaria lo
relaciona con los encintados o las yeserías musulmanas, pero sin excluir otros
posibles inicios. En cualquier caso, el modelo de revoco doble de fachadas, con
el marcado de motivos seriados en la superficie, distingue y enorgullece a Segovia.
Los esgrafiados segovianos se caracterizan por la
reiteración de motivos decorativos abstractos que son trasladados a los muros
mediante plantillas móviles.
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La elección
del motivo repetido por la superficie de la fachada, en algunos casos era espontáneo
al ser elegido entre los moldes que disponía el especialista, pero en otros, se
creaba ex profeso un motivo que buscaba algo más que ornamentar una fachada transmitiendo
una idea de sofisticación y prosperidad de su propietario.
Fachada lateral del Palacio del Conde de Cheste en Segovia.
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El Alcázar y
el Torreón de Lozoya muestran los ejemplos antiguos, aunque bastantes palacios
de la nobleza, otros edificios civiles y religiosos, así como numerosas viviendas
ofrecen un muestrario variadísimo de posibilidades. Los temas siguen ciertas
tendencias que permiten agruparlos por categorías esenciales. Por un lado, estarían
los que utilizan como generador la geometría lineal, con una clara relación con
el mundo mudéjar. Este conjunto está plagado de rombos, estrellas, cruces y
lacerías variadas. Por otro, se agrupan los que cuentan con la presencia de
curvas, que pueden seguir con la abstracción de, por ejemplo, círculos tangentes
o círculos secantes o formas lobuladas y también dibujar otro tipo de motivos, estilizando,
por ejemplo, temas florales de inspiración gótica o figuraciones como pétalos,
gotas, pececitos o molinetes que pueden rotar alrededor de centros. A estas
disposiciones superficiales se le deben sumar la aportación de frisos, o la
sucesión de frisos, que generan opciones múltiples (destacando la Casa de las
Cadenas, con sus dieciséis tipos diferentes). En ocasiones estos frisos o
cenefas pueden albergar motivos figurativos con escudos, temas simbólicos o bélicos
(que suponen una conexión del estilo segoviano con el renacentista italiano).
El Alcázar de Segovia visto desde el encuentro de los
dos ríos con la Torre del Homenaje en primer plano. Al fondo, emerge la Torre
de Juan II situada en el acceso de la fortaleza-palacio.
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La gestación del
modelo de esgrafiado segoviano en el Alcázar.
La mejor muestra
sobre el esgrafiado segoviano se aprecia deambulando por sus calles. No
obstante, vamos a dirigirnos al Alcázar porque allí pueden observarse tanto la
referencia conceptual/visual, los encintados de mampostería, como su evolución
hacia el esgrafiado, aunque este sea una muestra muy básica de motivos
circulares. A partir de esas formas iniciales se desarrollará con un esplendor
magnifico el esgrafiado segoviano que inunda la ciudad ofreciendo motivos mucho
más elaborados.
El Alcázar es
uno de los emblemas arquitectónicos de Segovia. Es un espectacular y complejo
edificio asentado sobre un promontorio que preside la confluencia del río
Clamores y el río Eresma. Fue un lugar estratégico desde tiempos remotos, como demuestra
el hecho de estar ocupado por pueblos celtíberos, romanos y árabes. No
obstante, el inicio de la construcción de la fortaleza-palacio actual se data
en el siglo XII, siendo ampliada en el siglo XIII, esperando hasta el siglo XV para
fijar su aspecto presente (aunque en el siglo XVI nuevas reformas le aportarían
los chapiteles y tejados de pizarra).
Planta del Alcázar de Segovia.
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El conjunto
edificado se adapta al abrupto relieve del peñasco rocoso, quedando separado
del resto del casco urbano por un profundo foso de 26 metros que es salvado por
un puente (que originalmente fue levadizo). El conjunto se organiza alrededor
de dos patios (el Patio de Armas y el
Patio del Reloj) y en sus extremos se
alzan sus dos características torres (junto al acceso, la Torre de Juan II y, en la “proa”, la Torre del Homenaje).
La Torre del
Homenaje fue comenzada en el siglo XIII, aunque sería remodelada en tiempos de
Felipe II. Es una construcción de planta rectangular con cuatro esbeltas torres
cilíndricas en sus vértices, que tiene adosada exteriormente, en el centro del
paño, otra torre semicircular de bastante mayor diámetro que las anteriores.
Por su parte, la Torre de Juan II fue construida entre 1440 y 1465 sobre una
torre anterior del siglo XIII y se eleva hasta los 80 metros de altura. La
diferencia de edad se manifiesta también en el distinto tratamiento de sus
muros.
La Torre del Homenaje del Alcázar de Segovia ve
ornamentados sus muros de mampostería con el encintado de sus juntas y la
aportación puntual de escorias de hierro.
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La Torre del
Homenaje muestra la referencia inspiradora del esgrafiado, con sus encintados
de juntas de la mampostería (y sus escorias incorporadas), algo que también se
encuentra en los muros del Patio del Reloj. En cambio, en la gran torre de
acceso, ya aparecen los esgrafiados, aunque sea de la forma más elemental
repitiendo círculos tangentes que, curiosamente, también llevan a veces su escoria
de hierro engastada en los puntos de tangencia. La escoria da el punto de
contraste puesto que el color ocre es el mismo para las dos capas del
esgrafiado, tanto la superficial como la interior.
Torre de Juan II del Alcázar segoviano con las primeras
muestras de esgrafiado en sus muros (círculos tangentes) que se extiende
también a las fachadas de los edificios contiguos y a la muralla.
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La
observación, prácticamente sin solución de continuidad, de la génesis del
modelo segoviano de esgrafiado surgido de la transformación de la inicial cinta
irregular de mortero en la forma regular final es otro de los numerosos
atractivos del Alcázar.
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