La Ilustración y las revoluciones económicas, políticas y sociales acontecidas en el siglo XVIII sembraron las semillas que acabarían creando el mundo contemporáneo. Las ciudades reflejaron los cambios que transformarían la ciudad antigua en la ciudad industrial. La aparición de necesidades desconocidas y requisitos insólitos plantearon retos imposibles para las ciudades existentes en aquel momento. La planificación urbana fue adaptándose y evolucionando hacia urbes diferentes, pragmáticas, mercantilizadas y reguladas que se desarrollarían en plenitud durante el siglo XIX. La metamorfosis fue un viaje urbanístico realizado durante el Siglo de las Luces, con aportaciones y mutaciones que se convirtieron en auténticos embriones de la Ciudad Moderna.
Proponemos un itinerario por la historia urbana del siglo ilustrado, con etapas en ciudades que protagonizaron el cambio década a década. El recorrido parte de San Petersburgo y concluye en Washington con paradas en Karlsruhe, Nueva Orleans, Jaipur, Savannah, Nancy, Cincinnati, las Salinas de Chaux, Edimburgo, Lisboa, Londres, Bath o Guatemala.
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Durante el siglo XVIII se sembraron las semillas que
acabarían creando el mundo contemporáneo. Se asistió a la primera “Revolución
Industrial”, que inició una metamorfosis decisiva. Hubo, además, otras dos
sublevaciones tardías de las que saldrían nuevos contextos socio-políticos y se
sumarían al shock económico de la industrialización. La primera fue política,
la “Revolución americana”, que desembocaría en la independencia de los Estados
Unidos y daría origen a nuevas fórmulas de gobierno. La segunda tuvo un
carácter social, la “Revolución francesa”, que iniciaría el derribo del Antiguo
régimen. Estos trascendentales acontecimientos políticos, sociales o,
económicos fueron, en gran medida, inspirados por un movimiento intelectual que
tendría una fe ciega en el poder de la Razón y en el progreso científico de la
Humanidad: la Ilustración.
Culturalmente, el Siglo de las Luces fue complejo,
como sucede con todas las transiciones trascendentales. La música lo certifica
con las maravillosas cumbres barrocas de Johann Sebastian Bach y de Haendel, el
clasicismo de Haydn y Mozart, o el incipiente romanticismo de un joven
Beethoven que abriría nuevos caminos. Las ciudades reflejaron también la
transformación que llevaría desde la ciudad antigua a la ciudad industrial. La
aparición de necesidades desconocidas y requisitos insólitos plantearon retos
imposibles para las ciudades existentes en aquel momento. La planificación
urbana fue adaptándose y evolucionando hacia urbes diferentes, pragmáticas,
mercantilizadas y reguladas que se desarrollarían en plenitud durante el siglo
XIX. La metamorfosis fue un viaje urbanístico realizado durante el Siglo de las
Luces, con aportaciones y mutaciones que se convirtieron en auténticos
embriones de la Ciudad Moderna.
El viaje ilustrado de San Petersburgo a Washington.
Desde el punto de vista urbano, el siglo XVIII se
inicia con la fundación de una ciudad espectacular: San Petersburgo, concebida
como capital del Imperio ruso; y concluye con un acontecimiento similar, la
creación de otra capital, Washington, en este caso para unos incipientes
Estados Unidos de América. Los dos extremos son muy significativos ya que
podría interpretarse que la vieja Europa estaba dando el relevo al “Nuevo
Mundo”.
Esta meta y destino del viaje urbano del siglo
ilustrado tienen muchas cosas en común, pero también albergan diferencias muy
significativas. Las dos ciudades nacieron para ser capitales de grandes
estados, aunque San Petersburgo no se consolidaría en su papel fundacional ya
que Moscú acabaría recuperando la distinción; en cambio, Washington, elevada en
1800 a lo más alto de la jerarquía urbana estadounidense, mantiene su condición
en la actualidad. Las dos se construyeron utilizando bases geométricas
complejas, pretendiendo que los sistemas relacionales de grandes perspectivas y
la presencia de poderosos nodos representativos expresaran la magnificencia que
debería asociarse a las ciudades que encabezan los estados. Pero a pesar de
compartir herramientas, hicieron un uso muy diferente de ellas, al menos
simbólicamente. San Petersburgo fue una ciudad creada desde la aristocracia y
para la aristocracia, como expresión de un sueño cuya materialización reflejaba
las aspiraciones de las clases altas del “Antiguo Régimen”. En cambio,
Washington nació con ideas de democracia y libertad, pretendiendo representar
ante el mundo el nuevo orden establecido y las aspiraciones de la naciente
sociedad burguesa.
San Petersburgo nació como paradigma aristocrático
mientras que Washington fue el canto del cisne del urbanismo ilustrado.
Las dos se
construyeron utilizando bases geométricas complejas, pretendiendo que los
sistemas relacionales de grandes perspectivas y la presencia de poderosos nodos
representativos expresaran la magnificencia que debería asociarse a las
ciudades que encabezan los estados.
Entre esos dos hitos, las etapas del viaje propuesto
concretan, década a década, diferentes aportaciones que determinaron la
evolución de la planificación de las ciudades. Por una parte, el espíritu
barroco alcanzaría expresiones de sofisticación muy refinada (como en el caso de
Karlsruhe para una nueva ciudad o el de Nancy para articular tejidos
preexistentes). Por otra parte, ese exaltado esteticismo, que tenía al
embellecimiento urbano como objetivo, se fue atenuando para dar paso a una
nueva forma de entender la ciudad, más eficaz y en la que primaba la racionalidad. Esto
sucedería en ciudades de nueva creación, con las colonias americanas como
laboratorios de experimentación, tanto en la órbita francesa (Nueva Orleans),
como británica (Savannah) o española (Nueva Guatemala). Incluso hubo muestras
muy alejadas de occidente, como la india Jaipur. El espíritu ilustrado también
tomaría forma en las ampliaciones de urbes existentes, como en el caso de la New Town de Edimburgo, o en la
remodelación de cascos históricos, con ejemplos tan brillantes como la
reconstrucción del centro de Lisboa o en las invenciones morfológicas inglesas,
particularmente en Bath o Londres. El siglo también propuso modelos
proto industriales (Salinas de Chaux) o la seriación urbanística indiscriminada,
con las Land Ordinances norteamericanas.
1700-1710. San Petersburgo, el paradigma de la ciudad aristocrática.
El zar Pedro I el Grande soñaba con una Rusia
diferente. Recelaba de Moscú y de los grupos de presión que allí actuaban. Por
eso, buscó un lugar para erigir otra capital desde la que poder gobernar y
desarrollar sus ideas sin cortapisas. La decisión recayó en el Golfo de
Finlandia, en la desembocadura del Nevá. La nueva ciudad, bautizada San
Petersburgo en su honor, miraría hacia el futuro, señalando un nuevo horizonte,
más occidentalizado y moderno, frente a Moscú, la vieja capital anclada en un
pasado vinculado con oriente, lo eslavo y lo bizantino.
Domenico Trezzini trazó el plan urbano inicial y
construiría alguno de los edificios más emblemáticos de aquella ciudad que
aspiraba a representar la renovación del alma rusa. Pero no todas las ideas
cuajaron, hubo renuncias y alternativas dentro de un desarrollo urbano
controvertido (por ejemplo, la urbanización de la isla Vasilievski como una
nueva Amsterdam quedó en una pequeña muestra). El trazado de novedosas
retículas ortogonales con grandes avenidas y tridentes diagonales (como la
famosa Perspectiva Nevsky) se completó con edificaciones monumentales
(como el Palacio de Invierno, hoy integrado en el Museo Hermitage) El
impulso definitivo le llegó a San Petersburgo con el gobierno de Catalina II la
Grande, que reinaría durante 34 años, hasta 1796. Con todo, la ciudad aparecería
como un producto exquisito del despotismo ilustrado ruso, algo imperdonable
para los revolucionarios que la marginaron y devolvieron la capital a Moscú en
el siglo XX.
1710-1720. Nuevas fundaciones: entre el espectáculo y el pragmatismo
(Karlsruhe y Nueva Orleans)
Las nuevas ciudades creadas a principios del siglo
XVIII tuvieron planteamientos muy diferentes si se fundaban en Europa o lo
hacían en el “Nuevo Mundo”. Mientras que el viejo continente exaltaba la
singularidad y la imaginación de las formas barrocas dotándolas de mucho
simbolismo y representatividad; en las todavía colonias europeas de
Norteamérica, los planteamientos empezaban a cambiar con rapidez impulsados por
la provisionalidad y la necesidad de resultados inmediatos. Las fundaciones
basculaban entre el espectáculo y el pragmatismo en función del lado del
Atlántico en el que se encontraban.
Europa, tenía ciudades muy consolidadas. Las grandes
intervenciones en ellas eran muy complicadas, costosísimas y muy traumáticas
para la población. Quizá por eso, nobles y monarcas promovieron nuevos
asentamientos periféricos, mucho más libres para acoger sus deseos, por lo
general, tendentes a la grandilocuencia. Esta pretensión de espectacularidad
del diseño fundamentaría una de las propuestas mas personales del siglo
ilustrado: Karlsruhe. En 1715, el margrave de Baden-Dürlach,
Karl III Wilhelm, colocó la primera piedra del que sería su
“lugar de descanso” (ese es el significado de Karlsruhe). El futuro palacio ejercería de punto
central de la composición para la nueva ciudad que acabaría siendo capital del Gran Ducado de Baden. Como una metáfora del sol irradiando
la energía necesaria para la vida, del palacio del margrave partirían una serie
de vías radiales (32 concretamente) potenciadas por una inmensa circunferencia. Esta estricta geometría,
planificada, perfeccionista y enfática, contrasta con la sencillez y la
espontaneidad transatlántica, donde los problemas de composición se resolvían
sin demasiadas preocupaciones.
Karlsruhe y Nancy son hitos en la sofisticación
espacial del último Barroco. La ciudad “irradiada” muestra la fuerza de una
traza tan singular y espectacular como la que ofrecen círculos y radios. Por su
parte, en Nancy se creó un prodigio de articulación y escenografía urbana
mediante una sucesión de espacios diferentes que unían un mundo medieval con
otro renacentista.
Esto fue así porque las colonias norteamericanas se planearon sin ambiciones estéticas ni representativas. Respondieron al pragmatismo del reparto de tierras y propiedades entre los colonos inmigrantes. Las eficaces tramas ortogonales fueron los trazados más habituales, como fue el caso de una de las principales fundaciones francesas de la época: Nueva Orleans. La ciudad nació en 1718 como una cuadrícula planificada en la orilla septentrional del rio Mississippi. La estructura inicial, conocida como Barrio Francés, fue creciendo de una forma muy peculiar: adaptando sucesivas tramas rectangulares a los giros que la orilla del rio realizaba en esa zona. El viraje de las retículas siguiendo la curvatura del cauce fluvial provocó encuentros irregulares entre las mismas que se fueron solucionando sin premeditación, simplemente deformando las manzanas limítrofes que “chocaban”. No hubo ni anticipación ni esfuerzos geométricos como en el viejo continente. Las bisectrices de los encuentros, que proporcionan esa falsa apariencia de ciudad radial, eran más bien la solución espontanea a cada situación.
1720-1730. Racionalidad extraeuropea: planificación con mandalas en
Oriente (Jaipur)
Vastu
Shastra es el
gran “tratado” hindú sobre la arquitectura, aunque también contiene
recomendaciones para la ciudad. Un mandala es algo diferente, porque del
mundo de las letras nos trasladamos al de la imagen, siendo representaciones
gráficas que pretenden expresar de una manera abstracta la perfección del
universo según la visión del hinduismo. Entre los mandala son reseñables, los
Vastu Purusha Mandala, de forma cuadrada y que contienen directrices muy
precisas para la arquitectura o las ciudades.
Cuando
el maharajá de Rajastán optó por fundar una nueva capital en 1727 quiso
solucionar los problemas que tenía la antigua siguiendo la racionalidad y el
simbolismo que le proporcionaba la sabiduría india en planificación. La nueva
ciudad sería Jaipur, y su trazado siguió los principios generales de los Shastra,
poniendo también en práctica las indicaciones organizativas del Vastu
Purusha Mandala, a partir del trazado de un gran cuadrado dividido en nueve
partes también cuadradas.
A pesar
de que la realidad presentaría algunas dificultades, forzando a ciertas excepciones,
y de que el recinto inicial sería desbordado por un crecimiento que no seguiría
las trazas iniciales, aquel núcleo original de Jaipur es la muestra de que la
racionalidad del siglo XVIII también tuvo ejemplos muy lejos del ámbito
occidental.
En Oriente, también se activó la racionalidad, aunque
con una idiosincrasia particular que la conjugaba con un intenso simbolismo. Es
representativo el trazado y el proceso que dio origen a Jaipur, basado en los
tratados indios y en los mandala como referencia física. En Occidente, la
racionalidad fue mucho más pragmática, descubriendo fórmulas tan eficaces como las
células de Savannah, que acabarían influyendo en la planificación urbana del
siglo XX.
1730-1740. La invención del organismo modular: la ciudad “celular” (Savannah)
En 1733, la fundación de Savannah, en Georgia, la
última de las Trece Colonias de la Norteamérica británica, significó una
singularidad maravillosa en las estrategias de planificación urbana de la
primera mitad del siglo XVIII. La ciudad no fue creada como un proyecto
completo y acabado desde su origen, ni tampoco como un trazado extensible sin
límite, sino que surgió a partir de una “célula”, que iría replicándose conforme
fuera necesario. Ese módulo original combinaba las necesidades residenciales
con una notable presencia de edificios comunitarios y espacio público, y su
repetición crearía una espectacular estructura de plazas que hicieron de la
ciudad un ejemplo de espacio “humanizado”.
Savannah, fue en cierto modo, una ciudad con
vocación utópica que planteaba una de las innovaciones más destacadas del
siglo: la consideración de la ciudad
como un organismo compuesto por células que se replicaban. La base
conceptual de Savannah puede rastrearse en un proyecto fallido: la propuesta de
Newcourt para la reconstrucción del centro de Londres tras el devastador
incendio de 1766. Sin embargo, la influencia de Savannah fue escasa en la
planificación norteamericana y sus planteamientos no volverían con fuerza hasta
entrado el siglo XX, cuando los funcionalistas
recuperaron esa idea de la ciudad
modular.
1740-1750. Escenografía y articulación ilustrada entre el mundo
medieval y renacentista (Nancy)
El rápido crecimiento de
la pequeña ciudadela medieval de Nancy llevó a la decisión de levantar, a
finales del siglo XVI, una nueva ciudad al lado de la antigua, pero separada de
ella para no alterar las costosas fortificaciones existentes. Nancy se convirtió
así en una ciudad doble. En el norte estaba la ciudad antigua, medieval y
orgánica, y en el sur la ciudad nueva, renacentista y racional, existiendo una
discontinuidad entre ambas.
A mediados del siglo
ilustrado, el Duque Stanislas (antiguo monarca desposeído de su corona en
Polonia y reconvertido en Duque de Lorena) quiso recuperar el esplendor de una
Corte como la que había perdido y, llevado por sus aires de grandeza, decidió integrar ambos núcleos en un monumental organismo
único. Emmanuel Héré sería el
responsable de la intervención articuladora y haría gala del eclecticismo característico
de aquella época que aunaba influencias barrocas italianizantes con el
clasicismo francés y conjugaba también las derivas hacia un exuberante rococó
con la incipiente austeridad neoclásica. Héré asimiló todas las influencias y
las fue combinando sobre la rígida estructura que proporcionaban dos ejes
perpendiculares de muy diferente carácter: uno sería una calle y el otro un espectacular
sistema espacial, formado por una escenográfica y modélica sucesión de plazas
que sigue fascinando a quien la visita.
1750-1760. Crecimiento y reforma interior con criterios ilustrados (Edimburgo
y Lisboa)
Edimburgo es una sorprendente ciudad con dos “rostros” que representan
dos concepciones muy distintas del hecho urbano: la Old Town medieval, espontánea, orgánica y congestionada, frente a la planificada New Town, racional y elegante, escenario
de la Ilustración escocesa que alzaría
a Edimburgo como foco intelectual de primer nivel. La conocida como “New Town” de Edimburgo abarca en
realidad una serie de crecimientos desarrollados en el tiempo desde la
emblemática primera ampliación de la ciudad. El nuevo barrio ilustrado planteó
una trama ortogonal paralela a la ciudad antigua siguiendo las sugerencias
topográficas, con una gran calle central rematada por hitos arquitectónicos en sus
extremos, que actuaban como puntos de fuga de la perspectiva, y parques laterales
que articulaban la propuesta con el entorno. Las manzanas quedarían edificadas
en su perímetro, mostrando la fuerte personalidad de la arquitectura georgiana,
y dejando el interior ajardinado. La adición de los desarrollos subsiguientes,
con un elenco de formas geométricas, configuraría un conjunto de gran riqueza
espacial. Edimburgo señaló el camino ilustrado para los crecimientos urbanos y,
en la misma época, Lisboa mostró una manera novedosa para remodelar los cascos
históricos.
Edimburgo y Lisboa propusieron trazados, manzanas y edificaciones novedosas. Además, las regulaciones aplicadas serían ejemplo de cómo afrontar la arquitectura desde la incipiente modernidad. La New Town escocesa inspiró crecimientos a otras muchas ciudades y la nueva Baixa lisboeta fue referencia para las remodelaciones interiores.
El día 1 de
noviembre de 1755, un terremoto de intensidad nueve, junto a varios tsunamis e incendios posteriores,
devastaron Lisboa, especialmente la Baixa,
que quedó arrasada. La capital portuguesa se enfrentó a un terrible dilema:
reconstruirse en ese lugar o cambiar su ubicación hacia un sitio más seguro. La
decisión fue levantarse en los mismos terrenos, pero haciéndolo de forma
diferente. Se trabajó para conseguir un triple objetivo: una ciudad más segura,
una ciudad más funcional y una ciudad con mayor identidad. Y se hizo con un
procedimiento novedoso que conjugaba el racionalismo y la funcionalidad con el
pragmatismo, inaugurando una forma de actuar que abría las puertas a la ciudad
moderna. La sistematización de procesos, el planteamiento de tipologías, la
producción estandarizada, la organización comercial o los mecanismos de regulación
y redistribución de la propiedad son alguno de sus rasgos característicos. La
nueva Lisboa que emergió del cataclismo deslumbró al mundo mostrando los
valores del urbanismo ilustrado y convirtiéndose en una referencia.
1760-1770. Nuevas morfologías en la Inglaterra georgiana: squares y
crescents (Londres y Bath)
A finales de la Edad Media, Londres era una ciudad
bipolar. La City y Westminster eran municipios rivales entre los cuales quedaba
un gran territorio vacío que se iría consolidando a lo largo de los siglos XVII
y XVIII logrando la fusión (física, pero no administrativa) de los dos núcleos.
El impulso lo daría la aristocracia londinense, que fue abandonando la City
tras la epidemia de peste y el gran incendio de 1666. Se dirigieron a ese lugar
intermedio para construir en él sus residencias, dando origen a barrios como
St. James, Marylebone o Mayfair.
La urbanización de esos terrenos se realizaría con
un innovador planteamiento urbano cuyo motor eran las denominadas squares.
Estas eran unas plazas (cuadradas o rectangulares) con un espacio central ajardinado
privado para los residentes de las viviendas unifamiliares en hilera (terraced
houses) que las delimitaban. Las squares se convertían en el corazón
de pequeños desarrollos inmobiliarios siguiendo la geometría dictada por la
plaza. Hubo un precedente inspirador en el proyecto para Covent Garden que
realizó el arquitecto Inigo Jones. Jones reinterpretó las plazas italianas y
las places royales parisinas desde una fuerte influencia palladiana.
Las squares, se convertirían en una seña de
identidad de la capital británica. Pero las innovaciones urbanas de la
Inglaterra georgiana no acabaron allí. Otros tipos, como los crescent o
los circus (con ejemplos muy destacados en la ciudad de Bath),
completarían unas morfologías muy influyentes en el urbanismo posterior.
El periodo georgiano fue muy fructífero en Inglaterra,
creando nuevas morfologías urbanas que resultarían muy influyentes: squares,
crescents o circus. A la izquierda, el Royal Crescent y el Circus de Bath. A la
derecha, Hannover Square (arriba) y Fitzroy Square, ambas en Londres.
1770-1780. Formas ilustradas para la colonización y la industrialización (Nueva Guatemala y las Salinas de Chaux)
Los
frecuentes seísmos sufridos por la sede de la Capitanía General de Guatemala (Antigua Guatemala) recomendaron su
traslado a un nuevo emplazamiento más seguro, donde se refundaría. En 1776, se
trazó el primer plano de esa nueva ciudad que sería el proyecto más destacado
de la última hornada de ciudades coloniales españolas. El planteamiento de Nueva Guatemala recogía la
experiencia secular en planificación urbana del imperio junto a algunas
novedades derivadas de los ideales ilustrados de orden y racionalidad
característicos del Siglo de las Luces.
El damero indiscriminado
se transformaba en un juego más sutil, con manzanas de tamaños diversos. Las
calles se disponían según una jerarquización inédita y la gran plaza central se
veía complementada por otras plazas secundarias que aparecían en cada
cuadrante. Además, la ciudad ofrecía un borde delimitado por unos paseos de
ronda arbolados que contaban con exedras, también arboladas, en los extremos de
las calles que delimitaban la plaza central. Pero, estas aportaciones serían
aplicadas solo parcialmente porque este proyecto, que desplazó
a más de 35.000 personas,
sufriría modificaciones notables en su desarrollo.
En la misma
época en la pequeña comuna francesa de Arc-et-Senans (en la región del Franco Condado) se levantó un modelo de ciudad
proto industrial. Fue conocida como las Salinas de Chaux por su vinculación a la
industria de la sal y su proximidad al bosque del mismo nombre. El proyecto
corrió a cargo de Claude Nicolas Ledoux, que aplicó la ingenua óptica de la Ilustración,
ignorante de lo que iba a deparar la industrialización años después. La ordenación
sigue un patrón circular. La edificación se sitúa cerca del perímetro y en un
diámetro central, dejando grandes espacios libres interiores. En esa geometría
rotunda se distribuyó elegantemente el programa urbano que mostraba una
caballerosidad paternal que pronto desaparecería. La actuación estaba presidida
por los espacios de trabajo; estaban también las residencias para los
trabajadores y las viviendas para los directivos; además, complementando los
espacios libres, se dispusieron parcelaciones, tanto de carácter comunitario
como privadas, con huertos para proveer de alimentos a la población. Las
circunstancias llevaron a que se desarrollara únicamente una de las mitades del
gran círculo previsto.
Si las
salinas de Chaux marcaron un inicio relativo al ser una reflexión sobre la
ciudad proto industrial (aunque sus buenas intenciones no serían secundadas por
la industrialización salvaje), Nueva Guatemala significó el final de un ciclo, como
brillante ejemplo de la última versión de la colonización española.
Las salinas de Chaux en Arc-et-Senans marcaron un
inicio relativo porque, supuso una reflexión sobre la ciudad proto industrial, pero
sus buenas intenciones no serían secundadas por la industrialización salvaje. Por
su parte, Nueva Guatemala significó un final de ciclo porque es uno de los
ejemplos más destacados de la última versión de la colonización española.
1780-1790. Las Land Ordinances de 1785, una centuriación moderna y pragmática (Cincinnati)
Los incipientes Estados Unidos de Norteamérica necesitaban
la apropiación masiva y urgente de los territorios occidentales situados más
allá de los Apalaches. Este propósito no era compatible con una planificación
territorial y urbana contextualista, sometida a la lentitud de las decisiones
derivadas de la especificidad y de la atención a los detalles. Para
solucionarlo adoptaron la retícula ortogonal tradicional, pero revisada con criterios
innovadores que buscaban la eficacia igualitaria. Las Land Ordinances de
1785 fueron unas ordenanzas muy genéricas que se vinculaban geográficamente y
fijaban de manera casi mecánica el reparto de propiedades. Gracias a ellas se
logró distribuir tierras a distancia y crear ciudades remotas. Aquella posesión
rápida y efectiva del territorio, proporcionó medios de subsistencia a la gran
cantidad de inmigrantes que llegaban al nuevo país y financiación para las nacientes
instituciones públicas e infraestructuras estatales.
Una de las primeras ciudades en aplicar las
innovadoras reglas fue Cincinnati, fundada en 1788, aunque su trazado original
estuvo determinado por las características del entorno. La trama se adaptó a la
orientación que aconsejaba el cauce del rio Ohio, como sucedió en el caso
mencionado anteriormente de Nueva Orleans. Pero, con la consolidación de las
nuevas leyes de planificación, sus ampliaciones se realizaron siguiendo lo
establecido por la estricta cardinalidad y la modulación de las Land
Ordinances. Este contraste de tramas es un rasgo característico del plano
de la ciudad.
Nueva Orleans y Cincinnati mostraron en su origen una
estrategia de trazado similar (retícula adaptada al cauce del rio), pero el
desarrollo de ambas fue muy diferente. A principios de siglo, Nueva Orleans
creció siguiendo el mismo criterio contextualista. A finales de la centuria,
las ampliaciones de Cincinnati respondían a la estricta cardinalidad de las
Land Ordinances.
1790-1800. El canto del cisne del urbanismo ilustrado (Washington)
Al final de la centuria, la ciudad industrial estaba
en ciernes y los criterios de planificación se encontraban lejanos de los que
fundamentaron la aristocrática capital rusa. Pero antes de que la ciudad se
lanzara por la pendiente vertiginosa que le tenía preparada el siglo XIX,
todavía hubo tiempo para recordar la brillantez pasada. En la antigüedad se
creía que los cisnes entonaban una bella canción antes de morir. Ese supuesto
canto se adoptó como metáfora para referirse al último y brillante acto de algo
o alguien antes de desaparecer.
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