El turismo funerario o necroturismo es una actividad en alza. |
La pintura es frágil; la música, evanescente; la literatura, individual. Solo la arquitectura y la escultura pueden ofrecer solidez, permanencia y experiencia colectiva. Debido a esos rasgos particulares, ambas artes son proclives a desencadenar pensamientos sobre la trascendencia. Más aún cuando son las elegidas para acompañar el descanso eterno. Los cementerios son, en cierto modo, una “ciudad de los muertos” injertada en la ciudad vital. Algunos de ellos, se han convertido en atractores urbanos, seduciendo a viajeros y activando un nuevo ámbito turístico a medio camino entre a la experiencia personal y colectiva: el turismo funerario o necroturismo. Arquitectura y escultura se alían para proporcionar un escenario en el que el espíritu religioso se ve desbordado por la seducción ejercida mediante el arte, la historia, o el paisaje, a los que los visitantes añaden dosis de fascinación y extravagancia.
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Los
cementerios son, en cierto modo, una “ciudad de los muertos” injertada en
la ciudad vital. Son un espacio urbanizado que cuenta con sus calles y sus
edificaciones. Podría hacerse una peculiar analogía entre los mausoleos y las
viviendas unifamiliares, los bloques de nichos, osarios o cinerarios con
viviendas colectivas, y el resto de construcciones, desde capillas a
instalaciones funcionales, con equipamientos y dotaciones. También pueden
rastrearse espacios parecidos a plazas, así como jardines o parques. Además, en
los principales camposantos, se revelan espacios muy monumentalizados a través
del arte.
Esta
ciudad funeraria, que forma parte inseparable de la ciudad cotidiana de los
vivos, suele ejercer un discreto papel de conciencia, recordando la
fugacidad de la existencia del individuo y la persistencia de la comunidad. Es
una ciudad semioculta, separada del mundanal ruido y que se ofrece como un
lugar sereno y silencioso, penetrado por una variada mezcla de sentimientos,
dolorosos, temerosos, solemnes, respetuosos, que se conjugan con intensas
evocaciones individuales y con escenas sociales de conmemoraciones rituales.
Esos
espacios sagrados tan especiales han sido descubiertos por el turismo en una
peculiar mezcla de religión, arte, historia, fascinación y extravagancia. Podrían
integrarse dentro del creciente turismo religioso, un fenómeno complejo
en el que caben desde el cumplimiento de dogmas o exigencias de un credo (como
viajar a La Meca para el islam) hasta devociones más o menos intensas (como
celebrar el Jubileo en un Año santo cristiano o acudir a santuarios a rogar
milagros), sin olvidar otro tipo de desplazamientos más vinculados al ocio pero
que también pueden reforzar el sentimiento social de los credos, como sucede en
peregrinaciones a lugares (como el Camino de Santiago) o rituales, sean
solemnes o festivos, que pueden ir desde la Semana Santa o Todos los Santos
hasta las romerías. A esta heterogénea lista se le sumaría el turismo funerario
o necroturismo, un nuevo ámbito turístico a medio camino entre a la
experiencia personal y colectiva.
Visita nocturna al Cementerio del Poble Nou de Barcelona.
Algunos
cementerios se han convertido en atractores urbanos, seduciendo a turistas
que acuden a ellos como a un museo temático muy especial. Las obras de arte que
acoge amalgaman escultura y arquitectura con historia y misterio. El interés
artístico suele potenciarse con el reclamo de las tumbas de ilustres
personalidades históricas, con quienes el visitante aspira a sentir proximidad,
a rendirles homenaje, a rescatarlos del olvido. No deja de sorprender que
cementerio, un lugar de reposo y quietud, sea compatible con la actividad
turística, pero el necroturismo no es, en la mayoría de los casos, un turismo
al uso. Ciertamente, la visita a las tumbas de los personajes famosos puede ser
acelerada e irreflexiva, incluso motivar más de un frívolo selfie, pero,
en general, el turista funerario suele mostrar respeto, más aún si comparte las
creencias religiosas que sustentan el camposanto.
Las ciudades
privilegiadas por contar con un cementerio especial buscan fomentar su papel
como atractores de turismo y fuente de recursos económicos. La promoción de
los camposantos seguida por las ciudades suele conllevar la publicación de
folletos o apps específicas, la señalización de recorridos, llegando en algunos
casos a apoyarse en la realidad virtual, o la propuesta de visitas guiadas con
temáticas muy diversas que llegan a ofertar, en algún caso, teatralizaciones
sobre ciertos personajes o acontecimientos. La importancia del necroturismo ha
llevado a institucionalizarlo, por ejemplo, con una Ruta Europea de
Cementerios, promovida por la Asociación Europea de Cementerios
Significativos (ASCE), cuya lista de miembros va aumentando.
Cementerio de la Almudena. Madrid.
La singularidad
de ciertos cementerios puede radicar en cuestiones muy diversas: disponer
de un patrimonio artístico o paisajístico de alto interés, acoger a restos y
memoria de personajes relevantes, ser lugares importantes de la historia, incluso
por razones culturales de muchos tipos (como le sucede al “cementerio marino”
de Sète, que fue incluso rebautizado debido al poema de Paul Valéry) o por una
mezcla de todo un poco. En general, arquitectura y escultura (y en
ocasiones, el propio paisaje) se alían para crear el escenario de estos nuevos objetivos
turísticos. Los visitantes, con más o menos espíritu religioso, buscan el
arte y la historia, llevados a veces por una fascinación no exenta de
fetichismo, y, en algunos casos, ciertas dosis de extravagancia.
Pueden destacar planteamientos
urbanos y arquitectónicos tan sobresalientes como el cementerio del Bosque
en Estocolmo comenzado en 1915 siguiendo el proyecto de Erik Gunnar
Asplund y Sigurd Lewerentz y que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por
la Unesco en 1994; el cementerio de San Cataldo en Módena, ampliado por
Aldo Rossi a finales de la década de 1970 (aunque quedó inconcluso); el
cementerio de Igualada (Barcelona) diseñado por Enric Miralles y Carme
Pinós entre 1985 y 1996; o el cementerio civil de Fisterra (La Coruña)
de Cesar Portela (1997-1999).
Cementerio del Bosque. Estocolmo. Asplund y Lewerentz |
Cementerio de San Cataldo. Módena. Ampliación proyectada por Aldo Rossi. |
Cementerio de Igualada. Miralles y Pinós |
Cementerio de Fisterra. Portela |
La localización también puede poseer un gran atractivo, como ocurre en el cementerio de Montjuic en Barcelona o en el referido anteriormente cementerio marino de Sète, ambos en espectaculares ubicaciones en laderas frente al mar.
Cementerio de Montjüic. Barcelona. |
Cementerio Marino. Sète. |
Los enterramientos de personajes ilustres suelen motivar visitas, a veces excesivamente concurridas. En esto, suelen llevar ventaja los cementerios de las principales capitales. El cementerio Père Lachaise de Paris, sobre todo, también el de Montparnasse o el Highgate de Londres se encuentran entre los más “glamurosos”. Muchas de esas celebridades históricas suelen tener enterramientos muy señalados, pero la mayor parte de edificaciones y estatuaria del conjunto acostumbra a pertenecer a familias más o menos anónimas. Estos mausoleos, algunos espectaculares y de gran valor artístico, constituyen auténticos museos especializados. El muestrario formal y estilístico es apabullante y resulta imposible destacar unos pocos (no obstante, subrayo el Panteón de los españoles del “Cementerio del Verano” en Roma, proyectado por Javier Carvajal y José María de Paredes en 1957)
Cementerio Père Lachaise. Paris. Panteón de los españoles del Cementerio de Verano. Roma. Carvajal y García de Paredes
Otros camposantos
extraen su valor del conjunto indiferenciado, como el indescriptible cementerio
judío de Praga, que suele ser una etapa habitual del turismo en la capital
checa, el cementerio Militar Nacional de Arlington en Washington o el cementerio
estadounidense de Normandía, en Colleville-sur-Mer, con sus impresionantes
alineaciones de impolutas cruces blancas emergiendo de la superficie verde
(bajo la cual reposan casi diez mil soldados norteamericanos fallecidos durante
el desembarco de Normandía, al final de la II Guerra Mundial).
Arriba, Cementerio Militar Nacional de Arlington en Washington. Debajo, cementerio estadounidense de Normandía, en Colleville-sur-Mer |
Hasta las pirámides de Egipto pueden ser, de alguna manera, necroturismo (aunque los faraones hayan dejado de estar en su interior)
Muchas gracias por compartir la información muy detallada de ese lugar, me pareció fabuloso, lo mejor es que tiene varios lugares.
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