El Cairo. A la derecha, las colinas de Mokattam y al
fondo la Ciudadela.
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El Cairo
tiene una historia urbana muy particular. Su aparente caos tiene mucho que ver
con el peculiar proceso de formación de la ciudad. El Cairo antiguo es un
puzzle de piezas urbanas muy diversas que encajan con dificultad, porque,
mientras que la mayoría de las ciudades evolucionaron referenciadas a un núcleo
original que mantenía su papel central, en la capital egipcia se rechazaban las
poblaciones preexistentes, sucediéndose diferentes fundaciones urbanas, a las
que se trasladaba el centro neurálgico.
Cada nueva
fundación, respondía a los criterios y aspiraciones de quienes tomaban el poder.
Lo curioso es que los sucesivos asentamientos se situaban contiguos al anterior,
aunque sin solaparse, siguiendo, en dirección norte, el “pasillo” geográfico que
limitaban el río Nilo por el oeste y las colinas de Mokattam por el este. Así, El
Cairo antiguo fue moviéndose como una duna en el desierto.
Cuando
finalmente la ciudad se estabilizó (y dejó de ser esa sorprendente sucesión de
ciudades “móviles”) fue “recolonizando” los lugares ocupados anteriormente, aprovechando
sus trazas y edificaciones principales, que fueron incorporados para formar el
casco histórico que hoy conocemos.
El solar de El Cairo:
un lugar estratégico con una topografía singular.
El territorio
en el que se levanta El Cairo es estratégico y por eso fue una ubicación
privilegiada desde la antigüedad. Allí finaliza el curso medio del rio Nilo y
comienza el extenso delta que se forma en
su desembocadura. Era, por tanto, el punto de articulación entre el Alto y el
Bajo Egipto y desde él se podían gobernar los dos mundos del antiguo imperio.
Pero aparte
de estas conexiones norte-sur, esa localización también permitía controlar las
rutas comerciales entre el este y el oeste, rutas que comunicaban el norte
mediterráneo de África con el mundo del próximo oriente a través de la
península del Sinaí. Tanto las caravanas que transportaban mercancías como los
ejércitos que buscaban conquistas pasaban por ese lugar.
Y, además, la
extraordinaria fertilidad de la región aportaba recursos más que suficientes.
En ese
territorio se fundó, hacia el año 3.050 a.C., Menfis, la ciudad que sería la capital
del Antiguo Egipto durante muchos siglos (se encontraba a unos 29 kilómetros al
suroeste del actual Cairo). Finalmente, Menfis perdió su privilegio tras la
fundación de Alejandría que la relevó como ciudad principal del país. La
histórica capital fue decayendo hasta ser definitivamente abandonada en el año
641 (y sus materiales utilizados en la construcción del incipiente El Cairo).
Menfis no fue la única ciudad fundada por los egipcios en esa atractiva región:
Gizeh, a unos 20 kilómetros, también en el suroeste (hoy está integrada en El
Cairo) o Heliópolis a unos 14 kilómetros en dirección noreste, son las más
relevantes.
Además de
esas consideraciones estratégicas, el solar de El Cairo es una localización geográfica
especial, ya que configuraba un “pasillo” que estaba delimitado por el oeste
por el rio Nilo, cuyas riberas se encontraban mucho más al este que las
actuales, y tenía como límite oriental las abruptas laderas de las colinas de Mokattam.
La peculiar evolución urbana de El
Cairo antiguo se
manifiesta en la fundación sucesiva de ciudades que evitaban a las anteriores
desplazándose por el corredor que dejaban los dos accidentes geográficos, en una carrera hacia el norte que recuerda el
movimiento de una duna en el desierto.
Desde el
primer asentamiento persa y romano en la denominada fortaleza de Babilonia en
el sur del solar comentado, hasta la fundación final de Al-Qahira, fueron
naciendo, muriendo y resucitando diferentes asentamientos que otorgaron un
carácter muy singular al casco antiguo del Cairo.
El origen de la “duna
móvil”: la Fortaleza romana de Babilonia y la ciudad judeocristiana (116-641)
La elección
de ese lugar concreto correspondió a los persas, que se habían hecho con el
control de Egipto. Apreciando su valor estratégico, lo escogieron para ubicar
una fortaleza aunque finalmente acabó abandonada y en ruinas hacia el siglo IV
a.C.
Por eso, el
primer asentamiento importante, la “primera
duna” fue levantada por los romanos.
En el año
116, el emperador Trajano ordenó el construir una fortaleza en la misma localización
que habían seleccionado los persas varios siglos atrás, cerca del canal
faraónico que conectaba el rio Nilo con el Mar Rojo. Esta fortaleza romana fue conocida
como “Babilonia”, denominación que, según
los historiadores, surgió como deformación del nombre anterior,.
Este
campamento militar fue a la postre el origen del primer asentamiento civil, ya
que en su alrededor surgieron los primeros barrios residenciales, que se fueron
consolidando a su vera en torno al siglo IV. El primer núcleo alojaba a una
comunidad cristiana, que allí se denominaron coptos (parece que esta
denominación podría surgir de la deformación árabe de la palabra griega "Aigyptos," que a su vez podría ser
una corrupción de Hikaptah, uno de
los nombres de la ciudad de Menfis). También surgió un importante barrio judío.
El actual Barrio Copto, con sus iglesias y
sinagogas, da testimonio de aquellos primeros pobladores, porque además de las
ruinas de la fortaleza romana, se encuentran, entre otras, la Iglesia Colgante,
el templo cristiano más antiguo de la ciudad, la iglesia de San Sergio, o la iglesia
y monasterio de San Jorge, así como la sinagoga Ben-Ezra.
La tranquila
existencia de aquel Viejo Cairo, integrado
dentro del imperio bizantino, iba a verse perturbada por los hechos que estaban
gestando en la península arábiga a principios del siglo VII.
El “primer
movimiento”de la “duna”: Al-Fustat (641-750/905-969)
La tradición
musulmana fija en el año 610 la revelación que tuvo Mahoma y que impulsó al
profeta a iniciar una nueva religión y a la creación del nuevo estado árabe. En
el momento de su muerte, en 632, Mahoma había logrado unificar toda la
península arábiga. Sus sucesores comenzarían la expansión conquistando nuevos
territorios y en el año 639, los musulmanes aparecieron en Egipto.
La conquista
fue rápida. Las fuerzas bizantinas de Alejandría capitularon y los egipcios no
opusieron mucha resistencia. Egipto cayó bajo el control de los árabes en solo
dos años. Los árabes también fueron sensibles al valor estratégico de la
ubicación de la Fortaleza de Babilonia ya que instalaron a su lado el
campamento base para la conquista del país. Tras consolidar la ocupación, el
general conquistador Amr Ibn Al-As, que se convertiría en el primer gobernante
árabe de Egipto, decidió fundar una
nueva ciudad que recibiría el nombre de Al-Fustat (ó simplemente Fustat)
Al-Fustat significa en árabe “el campamento”
haciendo referencia a su origen. Corría el año 641 y la “duna cairota” realizaba su primer movimiento. Olvidando las
preexistencias romanas y judeocristianas, el nuevo núcleo urbano se trasladó
hacia el norte, siguiendo el “pasillo” topográfico entre el rio y las colinas.
Amr Ibn Al-As
determinó los límites de esa ciudad-cuartel y nueva capital del territorio del
Egipto musulmán y distribuyó los terrenos entre sus capitanes para que éstos a
su vez repartieran diferentes lotes entre los soldados que servían a sus
órdenes.
En Fustat se
levantó la primera mezquita del continente africano (la Mezquita de Amr, de la que actualmente no se conserva ningún resto
original debido a sus múltiples remodelaciones). La nueva ciudad se convertiría
en la capital del nuevo territorio musulmán. Actualmente, junto al Barrio
Copto, esta inmensa mezquita forma el Viejo
Cairo.
Al-Fustat fue
la capital de Egipto durante casi doscientos años, aunque en dos periodos, ya que a pesar de perder esa condición en el
año 750 a favor de Al-Askar y Al-Qattai, la destrucción de esta última en 905
supuso la recuperación de ese estatus que le duró hasta la fundación de
Al-Qahira (969).
El “segundo
movimiento” de la “duna”: Al-Askar (750-868)
En el año 750
se produjo la caída de la dinastía de los Omeyas que habían gobernado el
imperio musulmán prácticamente desde sus orígenes. La nueva dinastía, los abasíes, modificaron costumbres anteriores y
una de sus decisiones fue el traslado de la capital desde Damasco a Bagdad (el
único Omeya que sobrevivió, Abd al-Rahman, huyó a occidente, terminando en Al-Andalus, donde instauró un nuevo
Califato con capital en Córdoba)
Los abasíes también
decidieron desplazar la capitalidad egipcia desde Al-Fustat a una nueva ciudad
que debía fundarse para que sirviera de sede para sus representantes en Egipto.
El gobernador Suleiman comenzó su construcción al norte de Al-Fustat, contigua
pero sin superponerse. El nuevo
asentamiento se denominó Al-Askar (El
ejército) y su trazado en retícula ortogonal recordaba la distribución de los
campamentos militares.
Al-Askar
decaería cuando perdió su condición de capital, quedando actualmente pocos
restos del asentamiento original.
El “tercer
movimiento” de la “duna”: Al-Qatai (868-905)
En el año
868, Egipto se rebeló contra los califas abasíes y declaró su independencia. El
instigador de la rebelión fue Ahmad Ibn Tulún, fundador de la dinastía de los Tuluníes. Egipto recuperaba una independencia
que no disfrutaba desde la época Ptolemaica.
También Ibn
Tulún decidió crear su ciudad para lo cual se alejó de las anteriores y fundó Al-Qatai.
Nuevamente, la urbanización se desplazó hacia el norte, quedando la ciudad
recién fundada contigua a las anteriores.
Al-Qatai
significa “los lotes” debido al sistema empleado para distribuir los solares de
la nueva ciudad.
En el año
905, el Califa abasí envió sus tropas contra Egipto, logrando finalmente el
control de la capital y del territorio, que perdió nuevamente su independencia.
Al-Qatai fue destruida, excepto la
gran mezquita levantada por Ibn Tulún que se conserva actualmente como la más
antigua en estado original. La
capitalidad volvió a la antigua Al-Fustat y los abasíes colocaron como
gobernadores de la región recuperada a la dinastía de los ijsidas.
La calle Al-Moez una de los ejes principales de la
antigua Al-Qahira.
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El “cuarto
movimiento” de la “duna”: Al-Qahira (969-1250)
En el año 969
una nueva dinastía subió al poder en
Egipto: los fatimíes. El califato fatimí dominaba el occidente musulmán
desde el año 909, cuando instauraron su reino (Ifriqiya) que seguía los preceptos
del chiísmo (enfrentados al sunismo de los califas abasíes). Originarios de Túnez,
comenzaron a expandir sus territorios, enviando a Egipto tropas al mando del
general Jawhar al-Siqilli. Los ejércitos fatimíes derrotaron a los abasíes (y a
sus delegados ijsidas) y se hicieron con el control del territorio sumándolo a Ifriqiya.
Comenzaba una nueva era para Egipto.
En ese mismo
año 969, el conquistador Jawhar fundó una
nueva ciudad, Al-Qahira, nuevamente al norte de la anterior
Al-Qatai, que había sido destruida años atrás. En 971, el califa fatimí decidió
trasladar la capital de su reino, desde Al-Mansuriya, en Túnez, a la nueva ciudad egipcia, cambiando el centro
de gravedad del Califato.
Al-Qahira
significa “la victoriosa” y con este nombre advertía de que iba a ser el último
de los traslados de los asentamientos cairotas. De hecho, la denominación “El
Cairo” deriva directamente de Al-Qahira.
Se produjo entonces
una situación bicefálica, porque mientras que Al-Qahira era la sede para el
Califa y su corte y la residencia del ejército, Al-Fustat mantenía su liderazgo
económico y administrativo. Entre ambas quedaba el vacío de las ruinas de
Al-Askar y Al-Qatai.
Un hecho
trascendental para la solución de esa competencia urbana, sucedió en 1168,
cuando el visir Shawar tomó la decisión de incendiar Al-Fustat para evitar que
cayera en manos de los ejércitos cruzados cristianos. Esta circunstancia puso
en franquicia el futuro de Al-Qahira.
Imagen de la Ciudadela del Cairo hacia 1800.
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Una “duna”
particular: la Ciudadela
La dinastía
fatimí terminó en 1171 con la muerte del último califa, Al-Adid. Entonces,
Saladino (el legendario caudillo musulmán protagonista de la mítica Tercera
Cruzada) recuperó Egipto para el Califato abasí, retornando a la rama suní del
Islam (los fatimíes eran chiitas). Saladino se convirtió en Sultán de Egipto, iniciando
la dinastía ayubí que duró hasta
1250 cuando fueron derrocados por los mamelucos.
En 1176, en una
zona elevada de las colinas de Mokattam,
levantó la Ciudadela, la última
pieza del Cairo antiguo. La Ciudadela, una fortaleza imponente situada entre
Al-Fustat y Al-Qahira, fue la residencia de los gobernantes de Egipto desde
Saladino hasta Mehmet Alí en el siglo XIX (la Ciudadela no dejó de ser la sede
del gobierno hasta que el Jedive Ismail se trasladó al nuevo Palacio Abdin, en
la década de 1860). Mehmet Alí amplió el recinto de la Ciudadela y la dotó de
nuevos y espectaculares edificios como la Mezquita de Alabastro o la mezquita
de Muhammad Alí.
La particular
evolución urbana de El Cairo antiguo,
esa “duna móvil”, se estabilizó definitivamente con la llegada de la dinastía
de los mamelucos (que gobernarían desde 1250 hasta 1517, cuando caerían
ante la conquista otomana). Desde entonces, el crecimiento de la ciudad se
realizó a partir de Al-Qahira, recuperando las ubicaciones anteriores en un desarrollo
que la llevó, a finales del siglo XIII, a ser una de las ciudades más pobladas
del mundo. Esta nueva evolución es conocida como El Cairo Islámico, frente al
Viejo Cairo que recoge el Barrio Copto y los restos de la antigua Fustat.
Desde
entonces su historia responderá a otras claves, como por ejemplo los
desplazamientos de la ribera del Nilo, tan determinantes en la construcción del
Cairo Moderno.
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