La que
llamamos “ciudad histórica” es también nuestra ciudad, porque vivimos en ella.
Ciertamente se concibió desde otro orden social, pero la hemos recibido como
herencia y, con algunas adaptaciones, forma parte de nuestro espacio habitual. Algunos
de sus elementos más importantes han podido conservarse, aunque hayan perdido su
misión original, como sucede con las Puertas de las murallas o los
Arcos de triunfo. Ambas construcciones, cada una con sus particularidades,
materializaron la noción de transición espacial en las antiguas urbes (si bien
no fueron las únicas)
Puertas
urbanas y Arcos triunfales resultan anacrónicos para nuestra mentalidad,
obstinada en el pragmatismo de lo funcional, pero, a pesar de ello, la
noción de Puerta sigue siendo una referencia fundamental en el código
expresivo de la Arquitectura.
Para
profundizar en ello, nos aproximaremos al símbolo del paso en
el espacio y a estas construcciones singulares que lo manifestaban. El artículo
consta de tres partes: en esta primera nos acercaremos a sus claves conceptuales
y formales; en la segunda, analizaremos las Puertas urbanas; y dejaremos para la tercera las consideraciones sobre
los Arcos de Triunfo.
Transiciones en el
tiempo y en el espacio.
El tiempo y
el espacio son nuestros ejes de coordenadas vitales. La vida humana transcurre
entre esos dos vectores definitorios, experimentando cambios: tanto transiciones
de un periodo hacia otro nuevo (evoluciones en el tiempo) como traslados de un
lugar a otro (movimientos en el espacio). En ambos casos, esas alteraciones
pueden ser importantes y determinar nuestra existencia.
Las
sociedades suelen destacar los saltos relevantes
en la línea temporal por medio
de unas ceremonias muy particulares: los ritos
de iniciación (también llamados “de paso”). Son unas celebraciones que
articulan el antes y el después con un significado trascendental para la
persona y también para la comunidad. Estos rituales se concretan en un conjunto
de actividades protocolarias y solemnes que pretenden subrayar la relevancia de
esa transición vital. Entre estos acontecimientos pueden citarse el momento de
dejar atrás la infancia o la juventud para comenzar la vida adulta, el abandono
de la soltería para iniciar una vida conyugal, o también la culminación de los estudios
para iniciar la vida profesional. En estos casos se realizan eventos que
señalan el cambio, quedando como jalones en el recuerdo: fiestas de mayoría de
edad, ceremonias de matrimonio, graduaciones universitarias, etc. Algunas
culturas son especialmente proclives a celebrar estos momentos de variación tan
cruciales para sus miembros.
El caso de los cambios en el espacio es, por lo
general, menos impresionante, pero también cuenta con su propia escenificación.
El paso de un lugar a otro puede servirse de diferentes elementos, aunque su
expresión arquitectónica más común es la Puerta (ciertamente, la transición
espacial puede tener otras materializaciones, como el Puente que une dos orillas). Nos centraremos
en la noción de Puerta y utilizaremos la mayúscula cuando nos refiramos
a su concepto general, dejando la palabra en minúscula para indicar sus materializaciones
concretas, que cuentan con una gran diversidad formal.
En el fondo,
las dos transiciones, tanto si hablamos de sucesos (acontecimiento/experiencia)
como de desplazamientos físicos (objeto/lugar), expresan un mismo hecho
esencial: el acto de dejar algo atrás para adentrarse en lo desconocido. Desde
luego, puede quitarse toda trascendencia al tema, pero también magnificarla. Hay
quienes no celebran fechas señaladas y quienes son entusiastas de la
conmemoración. Hay comunidades que olvidan y otras que recuerdan fervorosamente
ciertos aniversarios. Sucede lo mismo respecto al espacio. Para algunos,
atravesar una puerta o un puente es un acto más de los muchos que se realizan
cotidianamente al moverse por el espacio. Otros en cambio sacralizan el momento
de acceder o salir de determinados edificios (particularmente de los templos) o
de cruzar un rio, por ejemplo.
La
arquitectura y la ciudad suelen ser el escenario de muchos de esos ritos de
paso, individuales o colectivos. Vamos a profundizar en lo que consideramos el símbolo
por excelencia del paso espacial: la Puerta, con el ejemplo de sus
manifestaciones urbanas, concretadas en las puertas de las antiguas murallas y
en los Arcos de triunfo. Lo haremos en tres partes: en esta primera nos
acercaremos a sus claves conceptuales y formales; en la segunda, analizaremos
las Puertas urbanas; y dejaremos para la tercera las
consideraciones sobre los Arcos de Triunfo (unas “puertas” muy singulares)
La puerta de los Leones de Micenas, construida hacia el
siglo XIII a.C. es una de las muestras mas antiguas conservada.
|
Apunte etimológico de
la palabra Puerta.
El idioma español unifica bajo el término puerta una
serie de posibilidades de transición espacial que el latín original distinguía
con cuatro palabras diferentes: ianua, fores, porta y ostium.
• Ianua hacía referencia a
la galería porticada y cubierta que conectaba dos vías en la ciudad romana.
Este porche protegía el cruce de la calle y era muy utilizado comercialmente.
Era un paso cuya denominación hacía referencia al dios bifronte Jano,
personificando la existencia de una entrada y una salida.
• Fores designaba el acceso
a las viviendas particulares, separando la intimidad interior de la vida
pública exterior. Lo que no pertenecía a la casa quedaba ad-fores (a-fuera,
hacia el exterior). El término fores derivaría de la raíz indoeuropea *dhwer-,
asociada a la noción de puerta y de exterior, a través de la transformación latina
en forum (el espacio público principal de la ciudad). También de esa raíz
indoeuropea procederían los significados de Puerta en otros idiomas como
door en inglés, дверь (dver) en ruso, o las alemanas tor y
tür.
• Porta era la palabra
utilizada para las puertas de la ciudad. La leyenda cuenta cómo cuando Rómulo
trazó los límites (pomerium) de la primera Roma, cavando con un arado en
el monte Palatino, levantó su herramienta dejando de abrir surco en ciertos
lugares escogidos para que sirvieran de paso entre interior y exterior, trasladándolo
(portare) unos metros para continuar cavando más allá. Esta acción
respondía a que el pomerium era el foso sagrado infranqueable (de hecho,
cuando Remo lo cruzó de un salto para desafiar a su hermano, Rómulo lo mató).
La única posibilidad de acceso a la ciudad era en esos puntos no cavados que
recibieron el nombre derivado del acto realizado por Rómulo (porta de portare).
Porta y fores tenían el mismo sentido, uno urbano y el otro
residencial, pero la primera acabaría finalmente imponiéndose en todos los usos.
Porta se trasladaría al español puerta, al francés porte o
al italiano porta.
• Ostium nombraba también
una apertura, pero en este caso relacionada con un río. La entrada o salida al
mar en la desembocadura fluvial era también considerada una puerta. Ostia
Tiberina eran las puertas del Tíber, donde se ubicó el puerto marino de
Roma (que se llamó Ostia). También la palabra acabaría siendo absorbida por porta
y de allí que apareciera el término de puerto, para designar esa
transición tierra-mar.
En antiguo griego, para la puerta se usaba la palabra πύλη
(pýle), generando derivadas como Propileos (de προπύλαιον, propylaion),
utilizada para designar los monumentales pórticos previos a los templos.
Los Propileos de la Acrópolis de Atenas son los monumentales
pórticos que ejercen de entrada a la “ciudad alta” de la capital griega.
|
Lo esencial del
concepto Puerta.
Una Puerta
requiere la existencia de una barrera física, casi siempre artificial
y constituida por un muro separador (sea un vallado, una muralla urbana o la
pared de un edificio, por citar los casos más habituales). Frente a ese impedimento,
la puerta rompe la limitación, ejerciendo, en el punto donde se ubica,
una excepción al obstáculo. Así pues, su principal misión funcional es
permitir el paso, pero sin perder de vista la opción de filtrar el
acceso entre los dos ámbitos aislados, porque la puerta puede encontrarse abierta
o cerrada, en cuyo caso continúa la dificultad establecida por la barrera
restrictiva. Esta posibilidad de consentir o impedir el paso no es estrictamente
necesaria para la definición más canónica, pero si es habitual. La frontera que
aísla ámbitos potencia el efecto que produce la puerta cerrada, magnificando el
misterio que provoca el desconocimiento del “otro lado” (cuando la puerta es
transparente o tiene un cierto calado, como sucede en muchas rejas, ese enigma
se desvanece).
La existencia de una barrera es imprescindible para la
expresión de la Puerta. En la imagen, la Puerta del Sol de Ciudad Rodrigo
(Salamanca)
|
No obstante,
hay más tipos de barreras físicas que los muros o vallados aludidos y
que también son superadas mediante la utilización de elementos específicos. Es
el caso de los ríos, que pueden ser cruzados gracias al tendido de puentes,
construcciones que, como ya hemos comentado, son otra de las referencias
importantes vinculadas al paso espacial urbano. Los puentes están generalmente
abiertos, aunque hay ejemplos de acceso restringido (al revés de lo que ocurre
con la Puerta). También sucede con ellos que, si son muy largos y no ofrecen
constancia de la otra orilla, pueden despertar sentimientos de intriga (como la
Puerta). Otro tipo de barrera pueden ser los acantilados y, de la misma manera
que en los casos anteriores, los hombres han producido inventos para superarlos
con sistemas de escaleras más o menos esforzados.
Los puentes son otro de los elementos que además de su
funcionalidad, son símbolos de la transición en el espacio. En la imagen el
Millennium Bridge de Londres.
|
En ocasiones,
las puertas pierden su funcionalidad en
favor de aspectos simbólicos o representativos. Por ejemplo, el
gigantesco Gateway Arch de St
Louis en Estados Unidos, que se erige como una “puerta” de entrada al oeste norteamericano,
indicando el figurado punto de conexión entre mundos distintos donde comenzó la
carrera para conquistar el desconocido y prometedor Far West. Tampoco
fue utilitario el sentido que el Imperio romano le dio a la forma esencial de Puerta
cuando la convirtió en un palio honorífico para homenajear a los ejércitos
victoriosos. El hecho de atravesar una puerta era la metáfora de la toma de una
ciudad, lo que era considerado como la representación ceremonial del éxito de
la misión. Este el origen de los arcos triunfales, otro de los grandes
elementos relacionados con el símbolo de paso en el espacio. Esa misma idea
llevó a Napoleón a ordenar la construcción del archiconocido Arco de Triunfo
parisino (que, además, entonces remataba el Eje histórico de la capital
francesa). De este emblema de la ciudad surgiría la inspiración para otro
edificio próximo que, en el siglo XX, continuaría el Eje retomando el símbolo
de Puerta de entrada (sin serlo): el Arche
de la Défense, que en realidad es un edificio de oficinas.
Hay algún
caso de “puerta” natural, pero reciben ese nombre por el parecido formal
con el caso que nos ocupa, más que por ser una puerta real. Podemos pensar en
ejemplos de sistemas montañosos lineales que se ven horadados por un rio, habilitando
en ese punto un paso que comunica las dos vertientes y que suele recibir el
calificativo de “puerta” por su cierto parecido al concepto más esencial de
Puerta. Hay otras muestras más forzadas, como el espectacular hueco que se abre
en la montaña Tianmen en la provincia Hunan de China. Sus grandes dimensiones,
así como su elevada posición han llevado a que sea conocido con el apelativo de
“la puerta del cielo” (eso es lo que significa Tianmen) y se haya convertido en
una atracción turística de primer orden.
Adelantando
contenido de la segunda parte del artículo, podemos decir que, físicamente, la
discontinuidad en la barrera que supone la Puerta se manifiesta en un hueco en la
misma ubicado en el mismo nivel de la marcha y que se ve complementado por una
serie de elementos que pueden abrir o cerrar el orificio, permitiendo o
impidiendo el paso. Como veremos puede ser algo tan sencillo como una simple
cortina que se descorre o un tablero de madera que gira sobre unos goznes (es
decir, una simple y común puerta funcional) o algo tan complejo como algunas
puertas-edificios de murallas históricas, portadas grandiosas de templos o
accesos monumentales a recintos (basta pensar en los Propileos de la Acrópolis
ateniense).
Aproximación a la simbología
de la Puerta.
La leyenda de la fundación de Roma y el origen de la palabra
porta nos conduce hacia el poderoso simbolismo que adquiriría la noción
de Puerta en la antigüedad. Mitos y religiones convirtieron el dentro y
el afuera, lo conocido y lo desconocido, lo terrenal y lo celestial, en
significaciones trascendentales que se expresaron a través del símbolo Puerta.
La consideración actual es muy diferente, obstinada en el pragmatismo de lo
funcional, aunque, a pesar de ello, la Puerta sigue siendo una referencia
fundamental en el código expresivo de la arquitectura y la ciudad. De
hecho, los proyectos suelen presentar composiciones que subrayan y dirigen
hacia esos puntos tan singulares de la “epidermis” de los edificios.
La etimología
indica como el significado principal de la Puerta está vinculado a la noción de
umbral, de tránsito entre dos “mundos” diferentes. Jean Chevalier en su
Diccionario de Símbolos hace hincapié en esta valoración simbólica de la puerta,
exponiendo su transversalidad cultural con ejemplos extraídos tanto de las
civilizaciones orientales como de las occidentales. Además de esta representación
de la transición entre dos ámbitos, el investigador francés comenta que la
Puerta se abre a un misterio y lo hace de una manera dinámica, porque además de
indicar el paso, invita a recorrerlo, a viajar a ese “más allá” ignoto
(particularmente en el acceso del mundo profano al sagrado, citando pórticos
cristianos, torana hindúes o torii japoneses).
Al ser
la puerta un “pasaje” hacia otro mundo de iniciados (o creyentes) solía ser el
lugar de ciertos rituales, por lo general de purificación, que remarcaban esa
importancia (por ejemplo, el hecho de descalzarse en el umbral de una mezquita
o de una casa japonesa). Es más, en algunas culturas las puertas se veían
acompañadas por representaciones de figuras protectoras, con muestras tan
dispares como los feroces guardianes en los templos indios, cuya misión era
impedir la entrada a las fuerzas maléficas; o en la tradición cristiana, con la
presencia en muchos tímpanos de la figura de Cristo glorioso como declaración
de su mensaje “Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo”
(Jn, 10:9)
Puerta del Sarmental de la catedral de Burgos, ejemplo
de iconografía cristiana en las “puertas del cielo”.
|
Pero este
simbolismo no es el único. Juan Eduardo Cirlot, en su propio Diccionario de
Símbolos, apunta alguno más. Por ejemplo, psicoanalíticamente, la puerta sería
un símbolo femenino, incorporando el significado del hueco, de lo que
permite el paso y es, por lo tanto, lo contrario al símbolo del muro. También
apunta como en algunas culturas, la puerta llega a asumir la representación
de la idea de casa, de patria, de mundo. Cirlot cuenta cómo, en la antigua
Escandinavia, las personas exiliadas se llevaban las puertas de su casa y que,
en algunos casos, las lanzaban al mar para seguirlas, abordando en el lugar
donde las puertas encallaban. Parece que ese fue el origen de la fundación de Reikiavik
en 874.
Esta asunción
de la parte por el todo, en el que la puerta es la representación de la casa,
sucede también con una de las piezas vinculadas a la propia puerta respecto a
ella: la llave (que atenderemos en la segunda parte de este artículo). La
llave, que abría y cerraba, era la “clave” y podía sustituir a la puerta al
simbolizar la casa. Un ejemplo entrañable de este caso procede de la cultura
judía sefardí. Tenemos constancia de una familia que se vio obligada a
abandonar Sevilla en 1492. Entonces, cerraron la puerta de su casa y se
trasladaron a Tánger. Dejaron atrás su casa, pero se llevaron la llave y la
conservaron con la secreta esperanza de volver algún día. La llave fue pasando
de generación en generación, siendo un preciado legado para quienes la
recibían. Era un recuerdo del pasado y un signo de unión intergeneracional. El
regreso a España no ocurrió y la casa ya no existe desde hace mucho tiempo, desaparecida
por las transformaciones urbanas. Pero aquella llave sigue siendo una herencia
que enlaza a los miembros de la familia del siglo XXI con aquellos exiliados
del siglo XV y todos los vivieron entre ellos.
La llave, que abría y cerraba la puerta, era la “clave”
y podía sustituirla al simbolizar la casa.
|
En otro orden
de cosas, resulta interesante la simbología que en las ciudades antiguas se
asociaba con la ubicación de las puertas de las murallas, muchas veces solamente
cuatro y orientadas siguiendo los puntos cardinales, lo que les asignaba misiones
diferentes en función de esa situación respecto al universo (no profundizamos
aquí en esta cuestión porque trasciende el concepto Puerta para dirigirse hacia
cuestiones cosmológicas y mágicas que, aunque comparten el lenguaje simbólico,
pertenecen a otra órbita de significación)
El símbolo del paso espacial
en dos elementos de la ciudad histórica: puertas de las murallas y arcos triunfales.
La que
llamamos “ciudad histórica” es también nuestra ciudad, porque vivimos en ella.
Ciertamente se concibió desde otro orden social, pero la hemos recibido como
herencia y, con algunas adaptaciones, forma parte de nuestro espacio habitual. Algunos
de sus elementos más importantes han podido conservarse, aunque hayan perdido su
misión original, como sucede con las Puertas de las murallas o los
Arcos de triunfo. Ambas construcciones, cada una con sus particularidades,
materializaron la noción de transición espacial en las antiguas urbes (si bien,
como sabemos, no fueron las únicas)
En origen, Arcos y puertas tuvieron claras sus
diferencias. A la izquierda el Arco de Constantino en Roma. A la derecha, Puerta
de San Vicente en Ávila.
|
Aunque puedan
aparentar ser construcciones similares, en realidad son muy distintas
conceptualmente: las primeras son funcionales (o lo fueron en su momento) y
los segundos representativos. Esto es así porque la misión principal de la
Puerta es comunicar ámbitos que se encuentran separados, son “aperturas en
fronteras espaciales”, en tanto que los Arcos de triunfo sacralizan lugares,
conmemorando personas o acontecimientos. La existencia de una puerta
responde originalmente a una necesidad pragmática (aunque pueda estar
dotada de gran simbolismo), mientras que el arco de triunfo es un paso
puramente simbólico (aunque puede llegar a tener cierta funcionalidad).
Originalmente,
puertas urbanas y arcos triunfales tuvieron bien marcadas sus diferencias:
• La esencia de la Puerta era el paso y la
del Arco, el homenaje.
• La misión de la Puerta era funcional y la
del Arco, representacional.
• La ubicación de la Puerta era perimetral y
la del Arco, central.
Pero todas
estas propiedades, en un principio específicas de cada elemento, llegaron a
confundirse formal y funcionalmente. Las tipologías, que estuvieron muy claras
en la antigüedad, vieron como los límites entre ellas dejaron de ser nítidos
cuando, a partir del Renacimiento, empezaron a utilizarse indistintamente sus características.
La relación
formal entre ambos se remonta al siglo XV cuando Leon Battista Alberti introdujo en la arquitectura la
formalización de la puerta como si fuera un arco de triunfo. Esta
asociación fue señalada por John Summerson en su libro “El lenguaje clásico de la arquitectura” mostrando como el Arco de
Constantino sirvió como modelo para las portadas del templo malatestiano, que
quedo inacabada, y, sobre todo, para la iglesia de San Andrés en Mantua, donde
el Arco de triunfo inspiró tanto la portada como el interior del templo.
Alberti utilizó el esquema compositivo del Arco triunfal para solemnizar la entrada.
Desde entonces Arco y Puerta quedaron asociados, siendo su relación más o menos
intensa en función del grado de aceptación del lenguaje clasicista.
Leon Battista Alberti se inspiró en el Arco de
Constantino para solemnizar la portada y también el interior de la iglesia de
San Andrés en Mantua. Desde entonces Arco y Puerta quedaron asociados.
|
Desde luego,
la búsqueda de representatividad en las portadas era muy anterior a la
propuesta renacentista, pero, desde entonces, la estética clásica del Arco de
triunfo fue el lenguaje más común: las puertas comenzaron a pensarse como si
fueran Arcos triunfales para incrementar aumentando su magnificencia. Por
su parte, los Arcos de triunfo se transformaron en puertas, tanto por la
ubicación (pasaron del centro urbano a los límites en los ejes urbanos) como
por su funcionalidad (se abandonó la ceremonia ritual en favor de la
cotidianeidad del paso). En el fondo, la transformación de uno en otro fue una
única metamorfosis compositiva, posible porque, ciertamente, ambas formas
tenían en común el hecho de ser elementos atravesables. El nuevo modelo de puerta-arco
conformó muchas muestras en las que se reforzaba notablemente el valor
simbólico del “paso”. No obstante, en el fondo, esta confusión tipológica no es
más que una disquisición estilística que favorece el estudio de los valores más
apreciados en las diferentes épocas.
La mayoría de
las ciudades amuralladas derribó sus defensas, aunque algunas conservaron
puertas como testimonio de su pasado. Por lo general, estas muestras históricas
han perdido su funcionalidad y son mantenidas como monumentos ajenos al
movimiento habitual (aunque algunas siguen inmersas en la red de circulación
siendo atravesadas y aportando su carácter simbólico). Con los Arcos de triunfo
sucede algo parecido, aunque por lo general no estuvieron involucrados en la
estructura urbana y los que se conservan se mantienen como elementos monumentales,
cuyos mensajes pasan muy desapercibidos. En la segunda parte de este artículo,
analizaremos las Puertas urbanas; y dejaremos para la tercera las
consideraciones sobre los Arcos de Triunfo.
Gracias por compartir estos textos fantásticos. Acabo de graduarme de la facultad de arquitectura y siempre le había tenido un poco de miedo a lo urbano (tal vez porque la misma disciplina insiste en separase del urbanismo), llevo algunas semanas leyendo sus artículos y no podría estar mas agradecido de haberme topado con este blog. Mil gracias y saludos desde México.
ResponderEliminarMuchas gracias. Siempre es gratificante recibir comentarios elogiosos y más si proceden de México. Te deseamos un buen futuro arquitectónico. Saludos.
ResponderEliminarEXCELENTE!!!
ResponderEliminar