Con motivo de la
entrega de los I Premios Luz y Arquitectura promovidos por Philips y la
Universidad Europea de Madrid, Carlos Lahoz participó en el tercer seminario de
luz y arquitectura (ISLAND 3), centrado
en esta ocasión en “la ensoñación”. El texto que se presenta es un extracto de
su intervención.
Cuando me propusieron hacer esta breve ponencia sobre un tema tan sugerente, como es la luz y la arquitectura, y, tras aceptar -avanzo que es una de las pocas certezas que he conseguido sacar en claro-, solo me asaltaron dudas.
En primer lugar, sobre cómo enfocarla, pero también, sobre la naturaleza de los conceptos que habría de tratar, por lo que voy a formular mi intervención, so pena de no cumplir la misión que me había sido encomendada, en forma de preguntas.
La primera:
¿Podemos seguir sosteniendo como definición última (definitiva, única) de la arquitectura la máxima corbuseriana de “la sabia disposición de volúmenes bajo el sol”, cuando los procesos dominantes de nuestra sociedad se han hecho fluidos y
nuestra experiencia espacial del mundo está en muchos casos más condicionada por la mediasfera o
las redes que por los lugares tradicionales?
Tengo serías dudas al respecto, lo cual me lleva a una segunda reflexión
¿La arquitectura actual es o debiera ser como dijo Vitruvio duradera [firmitas], bella [venustas], verdadera [veritas] y útil [utilitas] a
la sociedad?
Nuevamente tengo dudas, pero para estas preguntas ya dispongo de algunas respuestas, siendo esta vez que no (necesariamente).
Vayamos, una por una, abordando estas nociones, aunque adelantando, como veréis, que para la cuestión de cómo construir espacios partiendo de nuevas premisas, la energía emitida o
reflejada, fundamentalmente en forma de luz, se ha convertido en un recurso fundamental.
Frente al “Firmitas” vitrubiano [lo duradero de la arquitectura], la evolución y
el estado de la crítica y la práctica actual nos indica que cada vez tienen mas importancia conceptos como la ligereza, la transformabilidad, o la transparencia, de hecho y
como decía Marx, en la actualidad Todo lo sólido (o al menos mucho de ello) se desvanece en el aire. Por tanto, hablemos un poco de la Inmaterialidad
Los procesos de “desmaterialización”, de pérdida de corporeidad, de evanescencia, se suceden tanto en lo puramente material, como en lo formal y
lo programático.
Todos tenemos asumido la espectacular evolución que ha tenido la ciencia de los materiales desde la inclusión del acero en la revolución industrial, cuyas consecuencias se han traducido en un aligeramiento de los procesos constructivos, y
por tanto, de los edificios. Sin embargo este proceso ha corrido a la par con aumento en protagonismo de la instalación. Y cito a
Kenneth Frampton, que ya en 1996, en su libro Studies in Tectonic Culture, afirmaba que mientras que la construcción estaba perdiendo solidez, para lo que daba algunas cifras como la de que el coste de la estructura se había reducido del 80% al 20%, las particiones móviles habían aumentado de un 3% al 20%, al tiempo que el 35% del espacio y el presupuesto ya se destinaba a las instalaciones.
En cuanto a
los programas, la famosa distinción establecida por Louis I. Kahn entre los espacios de servicio y los espacios servidos también se está alterando. El espacio servido, el lugar de las actividades humanas importantes, está cediendo sus posiciones para dar paso a un mayor desarrollo de los espacios que le sirven. Al tiempo que en algunos casos, la arquitectura desaparece por completo siendo sustituida por la luz que emiten nuestras pantallas de acceso a
la teleinformación.
En lo formal, me hago eco de las palabras de Toyo Ito en sus escritos acerca de su arquitectura evanescente:
“¡Qué atractivo sería, si existiera, una arquitectura como el viento, como un asceta del viento que flota en el aire!... lo que me atrae no es visualizar el viento, sino pensar lo maravilloso que sería, si pudiera existir, una arquitectura que no tuviera forma, ligera como el viento.”
En la misma línea, Pérez de Lama en su Devenires Cyborg, piensa que la componente material que ha servido de guía a la evolución de la arquitectura carece de vigencia a la hora de generar nuevas formas más adaptadas a las necesidades de los nuevos tiempos:
“Así, la relación entre la construcción, en su sentido
más convencional, y la arquitectura, se está haciendo cada vez más parecida a la relación entre la pintura y el arte. Esto es, la pintura sigue siendo un digno oficio, y la gente sigue disfrutando de los cuadros colgados en las paredes de sus casas y oficinas, e incluso, de los museos... pero, su relevancia dentro del mundo del arte, su capacidad de producir nuevo conocimiento sobre el presente y nuevas emociones resulta insignificante en comparación con las formas artísticas verdaderamente contemporáneas: cine, accionismo, new media, tactical media, etc.
De manera parecida podemos interpretar la relación entre construcción y arquitectura. La arquitectura identificada exclusivamente con lo tectónico, según la interpretación que hace la disciplina tradicional, cada vez parece más irrelevante de cara al conocimiento y la transformación del mundo que habitamos.”
Ahora hablemos un poco del concepto de “Venustas”.
No es sólo que los referentes conceptuales que conforman nuestro sentido estético sean otros.
De los valores clásicos, albertianos-miesianos de proporción, armonía, pureza, perfección y
escala se ha pasado a nuevos registros que, en palabras de Rem Koolhaas, priman “generar intensidad, explotar la proximidad, provocar tensión, organizar espacios intermedios, promover solapes, esponsorizar identidades y estimular la confusión”,
sino que, al ser bombardeados por imágenes digitales como los hipermedia, los videojuegos o la publicidad también han cambiado nuestros referentes y nuestra percepción.
A estos efectos hay que sumar otras dinámicas como es la recuperación del valor comunicacional (simbólico y significante) en la arquitectura. Desde el inicio de la humanidad, muchas culturas han utilizado la arquitectura como soporte para la comunicación. Basta recordar las cuevas prehistóricas, la arquitectura egipcia y sus jeroglíficos o las iglesias medievales repletas de iconografía. Transmitir mensajes a través de la arquitectura fue un ejercicio recurrente hasta que Loos y el Movimiento Moderno eliminaron en gran medida esta función.
Pero algo comenzó a ocurrir en Times Square, en Picadilly, en Ginza y Shinjuku …para que, ahora, tiempo después la mediaarquitectura vuelva a poner el foco en la arquitectura como medio para expresar y transmitir mensajes, como soporte para comunicar información.
Nuevamente estamos hablando de iluminación.
En cuanto al “Veritas”, lo verdadero, único y atemporal está dando paso a lo instantáneo, a
lo cambiante y
lo intercambiable, a
la organización en red o a la descentralización. Quizá sea un ejercicio de manipulación, pero qué nos resulta más verdadero, mas auténtico, con mayor capacidad de evocación… ¿Las Vegas de día o de noche?.
Finalmente el “utilitas” o lo útil de un programa funcional cerrado y unívoco está dando paso a configuraciones abiertas de condición indeterminadas, manipulable y
flexibles, lugares en los que el papel del arquitecto está en muchos casos encaminado en procurar los medios para que el usuario moldee y configure su entorno.
Hace unos 20 años, cayó en mis manos un texto de Bill
Gates en el que se preguntaba a propósito de la arquitectura del futuro si los arquitectos seríamos capaces de crear espacio sin materia para afrontar algunos de los desafíos que habría de depararnos la próxima sociedad (“Will architects
know how to rise to the challenge of creating immaterial space?”). Una sociedad, que según estaría caracterizada, sobre todo, por su capacidad para interactuar.
Bueno yo creo que sí, que ya lo estamos haciendo y está construcción está siendo sobre todo, por ahora, debida y gracias a la iluminación. Aunque, si se recapacita un poco, no es algo tan nuevo… pensemos en el primer espacio creado artificialmente por el hombre, el círculo frente a la hoguera, que se ensancha y se estrecha en función de la necesidad de luz y calor: ¿se puede pensar en algo más contemporáneo?
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