27 dic 2019

Karl Marx en el Londres victoriano/dickensiano (del Soho a Camden y, de allí, al mundo). 1. El Londres de Marx.


Londres en 1887, en pleno apogeo victoriano.
Cuando en 1837 Victoria I subió al trono, el Imperio británico inició un periodo en el que alcanzaría su esplendor. Su largo reinado (hasta 1901) acabaría proporcionando el nombre a aquella singular época (victoriana). El país, que se encontraba ya fuertemente industrializado, lideraba política y económicamente el mundo, pero albergaba fuertes contrastes internos (algo que también sucedía en sus colonias), expresados con mayúsculas en Londres. El escritor Charles Dickens retrataría sin piedad las desigualdades de la capital imperial, proporcionando otro calificativo para la ciudad, dickensiana, que daría luz a la miseria obrera que complementaba la pompa victoriana.
En aquella hegemónica, contradictoria y efervescente ciudad recalaría, en 1849, un exiliado Karl Marx de 31 años. Allí, con el Soho y Camden como escenarios principales, el filósofo alemán pasaría el resto de su vida. Una vida que sería muy dura, con la pobreza y la tragedia como inseparable compañía, aunque esto no le impediría consolidar su ideario y activismo político, hechos que lo acabarían convirtiendo en uno de los pensadores más influyentes de la historia (aunque su obra fue muchas veces distorsionada).
El artículo consta de dos partes. En esta primera abordamos el Londres de Marx, la peculiar capital victoriana/dickensiana, mientras que en la segunda nos acercaremos al Marx de Londres, apuntando rasgos de su pensamiento y de su controvertido legado.

15 dic 2019

Cómo se forjó el Londres industrial y victoriano: de los squares a los estates.


Esquema y ortofoto de un barrio periférico del Londres del siglo XIX con las características viviendas en hilera victorianas mostrando la irregularidad provocada por las fincas agrícolas preexistentes (Fulham)
El siglo XIX cambió la fisonomía de Londres, pasando de la ciudad georgiana, de aires aristocráticos y neoclásicos, al Londres victoriano, definitivamente burgués y proletario, convertido en el centro económico del mundo y en la mayor urbe del planeta.
Aquellos dos Londres decimonónicos serían muy distintos porque el georgiano fue una ciudad principalmente de arquitectura, que legó edificios y espacios impresionantes gracias a una fórmula urbanizadora que haría época: las squares; mientras que el Londres victoriano estuvo protagonizado por el urbanismo, particularmente, aunque no solo, por la aplicación de una novedosa técnica de desarrollo: los estates, un precedente de las actuales concesiones de suelo. Los estates forjaron aceleradamente la imagen de la primera periferia londinense, abandonando el clasicismo anterior y mostrando una bipolaridad que iba de un espíritu romántico a otro absolutamente pragmático y que se debatía, además, entre la calidad y la cantidad. Paradójicamente, la repetición de interminables hileras de viviendas obreras de ladrillo, construidas mediante ese sistema, logró generar un ambiente urbano tan característico que identificaría al contradictorio Londres industrial y victoriano.