Bombay y Calcuta
son dos ciudades excesivas desde muchos puntos de vista. Situadas en cabeza de
las más pobladas de la India, se encuentran sobrepasadas por las circunstancias,
siendo emblemas de la desigualdad social y de la pobreza extrema, de la
congestión urbana y la falta de vivienda, con infraestructuras que no funcionan
o problemas de contaminación y salubridad. Pero, pese a todo, siguen siendo el
destino esperanzado de millones de personas y continúan ejerciendo una
atracción magnética en los visitantes que se ven seducidos por su singular
exotismo.
Las dos han
cambiado de nombre oficial: Bombay es ahora Mumbai y Calcuta, Kolkata, y son
capitales de sus respectivos estados (Maharashtra
y Bengala Occidental). Además,
comparten otras muchas cuestiones, más allá de su problemática realidad, como
haber sido gestadas durante del imperialismo británico, su vocación portuaria,
o su particular forma de crecimiento contra el agua. Pero también presentan
notables diferencias derivadas de sus circunstancias históricas y de la
distancia que las separa (algo más de 2.000 kilómetros), que las ubica en
entornos paisajísticos, culturales o lingüísticos muy distintos. Su comparación
permite acercarnos a la complejidad del subcontinente indio.