Una de las consecuencias de la derrota nazi en la Segunda
Guerra Mundial fue la constitución de dos países, la Republica Federal de
Alemania, vinculada al mundo occidental y la República Democrática de Alemania,
bajo la órbita soviética. Berlín, situado dentro de esta última, tuvo un
estatuto propio y acabó también dividido entre Este y Oeste. Su partición fue concretada
por un Muro que materializó el Telón de Acero que separaba los dos
bloques geopolíticos enfrentados en una Guerra Fría durante décadas.
La desintegración de la Unión Soviética posibilitó la
reunificación de las dos Alemanias y del Berlín doble. Las décadas de 1990 y 2000 fueron un periodo extraordinario para
Berlín. La Ciudad Doble escindida por el Muro había desaparecido de repente y
Berlín afrontó la ingente tarea de redefinirse como un cuerpo urbano único.
Los primeros años del nuevo Berlín presenciaron un proceso
urbanizador y constructivo acelerado y desmesurado, que cambió la fisonomía de
la ciudad. Berlín fue un gigantesco solar en obras para la creación de la
capital de la nueva Alemania del siglo XXI y los berlineses asistieron atónitos
al asombroso espectáculo de la arquitectura.