26 mar 2016

Pekín (Beijing) vs Shanghai, rivalidad urbana entre la “política” y la “economía”.

Pekín, sede política (manifestación en la plaza de Tiananmén, 1989) versus Shanghai, cabeza económica.
Hay territorios en los que se aprecia una bicefalia urbana debido a la existencia de dos ciudades que destacan y se disputan la primacía. En ocasiones, las competidoras son funcionalmente similares, pero también hay casos en los que las dos urbes tienen vocaciones distintas, particularmente, cuando una de ellas ostenta el poder político mientras que la otra disfruta del predominio financiero.
En China encontramos una de estas rivalidades urbanas entre Pekín (Beijing), la capital del país, y Shanghai, su cabeza económica. Las dos ciudades se encuentran separadas por algo más de 1.200 kilómetros (aproximadamente como la distancia entre Madrid y Paris), son las más pobladas de China (Shanghai con 24 millones de personas y Pekín con 21,5) y muestran una serie de divergencias y paralelismos que nos ayudan a acercarnos a la cultura china.

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“Shanghai is where the West seduces China,
Beijing is where China seduces the West”
(Shanghai es donde Occidente seduce a China,
Pekín es donde China seduce a Occidente).
Proverbio inglés
China es un país diverso, a pesar de que su larga historia transmita un sentido unitario. Su gigantesca extensión (9,6 km2) y su elevadísima población (1.300 millones de personas) producen un crisol de etnias, de entornos geográficos, de lenguas, de religiones, etc. Podemos compararlo con Europa, que con una superficie ligeramente superior (10,5 millones de kilómetros cuadrados) y 739 millones de habitantes, evidencia la pluralidad social, política o económica de los diferentes pueblos que la integran.
La variedad china se refleja también en sus ciudades. Las diferencias entre Pekín (Beijing), Shanghai, Guangzhou (Cantón), Shenzhen, Hong Kong, Xi’an, Tianjin, Nanjing, etc. son muestras de ese contraste. Pero la constatación más intensa se produce entre las dos ciudades chinas más conocidas: Pekín (Beijing) la capital del país y Shanghai su cabeza económica. Las dos ciudades se encuentran separadas por algo más de 1.200 kilómetros (aproximadamente como la distancia entre Madrid y Paris), son las más pobladas de China (Shanghai con 24 millones de personas y Pekín con 21,5) y muestran una serie de divergencias y paralelismos que nos ayudan a comprender la cultura china.
Pekín y Shanghai están separadas algo más de 1.200 kilómetros.
Ambas ciudades son megalópolis que reflejan el acelerado crecimiento del país, particularmente en sus entornos urbanos. Los cada vez más numerosos (y elevados) rascacielos de Pekín y Shanghai, la incesante actividad de su gente, o la congestión de sus vías parecen igualarlas, pero existen diferencias entre ambas, tanto en su vocación política o económica, como en su relación con la tradición y la modernidad, e incluso en temas urbanísticos y arquitectónicos. De hecho, hay una fuerte rivalidad entre ellas que también se expresa, como en otros tantos sitios, a través de tópicos que tiñen la percepción de las gentes. Se dice que los ciudadanos de Pekín son arrogantes y engreídos, algo rudos de carácter, frente a los residentes en Shanghai, más afables. Los estereotipos continúan cuando se adjudican a los residentes de ambas ciudades formas de pensar diferentes. Los pekineses serían más generalistas y más rígidos en sus apreciaciones, mientras que en Shanghai serían más pragmáticos y flexibles. La tensión, como suele ser habitual, también se traslada a los campos deportivos y, curiosamente, se manifiesta en los deportes traídos de occidente en las últimas décadas. Así, los Beijing Ducks luchan por el liderazgo del baloncesto chino con los Shanghai Sharks, o los Beijing Guoan con los Shanghai Shenhua por la primacía futbolística.
Nota sobre la denominación Pekín/Beijing:
Pekín es la denominación española de la ciudad que, en China, es conocida como Beijing. Su significado es “capital del norte” (de bei, norte, y jing, capital) en contraposición a Nankín (Nanjiing, de nan, sur, y jing, capital) que fue la “capital del sur”. La adaptación española del topónimo es consecuencia del método de transcripción del idioma chino utilizado antiguamente. Últimamente (y sobre todo desde la celebración de los Juegos Olímpicos de 2008) el nombre real, Beijing, se está utilizando en muchos lugares e instituciones en contra de las traslaciones existentes a cada idioma. Esto está sucediendo también en España, pero la Real Academia Española de la Lengua, recomienda la utilización del topónimo traducido y no el oficial (es decir, igual que se hace con Londres, en lugar de London; Florencia, en vez de Firenze; Nueva York por New York; y, en consecuencia, Pekín, en sustitución de Beijing)
Mapa físico de China.
El norte frente el sur (en la China oriental).
El inmenso territorio de la China actual presenta, en una aproximación básica, varias regiones identificables. En primer lugar, puede dividirse entre la China Interior (occidental) y la China Oriental. Las dos regiones tienen una extensión similar pero la China interior cuenta con muy poca población (poco más del 5%). Esto es debido a las extraordinarias dificultades que presenta su geografía, que incluye algunos de los desiertos más inhóspitos del mundo (Desierto del Gobi o el del Takla Makan), extensas marismas saladas (como la Cuenca de Qaidam), zonas montañosas impresionantes que van desde la meseta del Tíbet hasta la cordillera del Himalaya (con la cima del mundo en el monte Everest), con bosques vírgenes o vastísimas estepas herbosas. Por el contrario, la China Oriental es un país más acogedor, formado por llanuras aluviales y valles fluviales entre montañas moderadas que han posibilitado su intenso poblamiento (la inmensa mayoría de la población china vive en esas planicies fértiles). De hecho, la historia china se desarrolló principalmente en esa región oriental, patria principal de los han, la etnia dominante en el país, mientras que en la China Interior abundan otros grupos humanos. Esta circunstancia queda reflejada en la actual organización administrativa del país, ya que buena parte de la China Interior se estructura en Regiones Autónomas que reconocen a las denominadas “nacionalidades minoritarias”.
Mapa de densidades de población en China.
En esta China Oriental puede apreciarse una segunda división, esta vez entre el norte y el sur (donde se ubican, respectivamente, Pekín y Shanghai). La partición geográfica se apoya en dos estribaciones que parten de la cordillera Kunlun y se adentran a modo de cuña en las llanuras: los montes Quin y Daba. A esta “frontera” orográfica se le sumaría el curso del rio Huai que discurre de oeste a este, entre los grandes ríos chinos: el Huang He (río Amarillo) y el Yangtsé (o Chang Jiang, rio largo y antiguamente conocido en occidente como río Azul). El Huai es aceptado históricamente como límite entre ambas regiones.  Esta “línea” limítrofe sigue aproximadamente el paralelo 35⁰ norte y separa dos realidades geográficas muy diferentes, relacionadas, en cierto modo, con la idiosincrasia de cada uno de los dos grandes cauces fluviales. El Huang He es un rio que fluye entre el loess característico de ese territorio (el loess es un tipo de limo, en polvo fino, de color amarillo). El río arrastra el limo o lo recibe del viento y lo deposita en tramos de corriente remansada, provocando constantes cambios del curso fluvial que se han manifestado de forma radical en su tramo final en numerosas ocasiones a lo largo de la historia. Por su parte el Yangtsé, con un mayor caudal, es más estable, sobre todo por el efecto regulador de dos grandes lagos (el Dongting y el Poyang), situados en su curso medio, que actúan como cuencas de recepción, embalsando las aguas de crecida y desaguándolas en periodos de estiaje.
La distinta pluviometría entre ambas regiones y la diferente calidad del terreno (más alcalinos en el norte y ácidos en el sur, al margen de su distinta fertilidad), han llevado a que el norte haya sido, históricamente, tierra de cultivos de secano, de trigo y mijo principalmente, mientras que la China meridional, con sus tierras de regadío, ha cultivado mayoritariamente el arroz. Por otra parte, el sur está recorrido por una intensa red de canales y ríos navegables que sirvieron como medio de transporte durante siglos, mientras que el norte se tenía que conformar con las comunicaciones a caballo o en carreta. Por eso, la aparición del ferrocarril tuvo un impacto relativo en el sur, pero fue espectacular en el norte. En conjunto, y ya desde las épocas de economía agraria, esa China meridional fue siempre más rica que la del norte.
China en el siglo XII, con el reflejo político del norte frente al sur.
China a lo largo de su dilatada historia ha presentado muchas fragmentaciones internas, pero la separación entre norte y sur (con la frontera señalada anteriormente) tendría su expresión política más importante durante los siglos XII y XIII, con los periodos de la Dinastía Jin (septentrional) y la Dinastía Song (meridional). La reunificación conseguida por la Dinastía Yuan fijaría la capital en Pekín (capital del norte). Más allá de la unidad política, hubo otro vínculo entre ambas regiones debido al Gran Canal de China (Da Yunhe, que ha sido designado como Patrimonio de la Humanidad en 2004), cuyo objetivo era transportar arroz desde el sur hacia los territorios de norte. El Gran Canal partían de Hangzhou en dirección, primero a Xi’an y posteriormente a Pekín (por lo que tuvo varios trazados históricos), recorriendo los más de 1.000 kilómetros de distancia.
Pekín y Shanghai representan perfectamente el papel que los territorios en los que se ubican han adquirido a lo largo de la historia, consolidando esa relación complementaria entre el norte como centro político y el sur como centro económico. De hecho, el sur solo ha contado con dos ciudades que han actuado como capital del país: Hangzhou durante el periodo Song y Nanjing, que tuvo ese estatus brevemente al inicio de la Dinastía Ming y también unos pocos años con el gobierno republicano nacionalista del Kuomintang (entre 1937 y 1945).

Política (Pekín) frente a economía (Shanghai).
Hay algunos territorios caracterizados por una bicefalia urbana, debido a la existencia de dos ciudades que destacan y se disputan la primacía. En ocasiones, las rivales son similares, pero también hay casos en los que las dos urbes tienen vocaciones distintas, particularmente, cuando una de ellas representa el poder político mientras que la otra ostenta el predominio financiero. En China encontramos una de estas rivalidades urbanas entre Pekín (Beijing) y Shanghai.
Históricamente, China ha tenido varias configuraciones territoriales y ha escogido diferentes ciudades para que encabezaran su territorio. De todas ellas, hay cuatro ciudades que se consideran las “capitales históricas” de China. Son Pekín (Beijing), Nankín (Nanjing), Luoyang y Chang'an (rebautizada como Xi'an). La lista se amplió al disponer de nuevos datos históricos y arqueológicos a siete capitales (incorporando Kaifeng, Hangzhou, y Anyang) y a ocho (Incluyendo Zhengzhou). En cualquier caso, Pekín es la capital actual de la República Popular China y ocupa la primacía política del país desde hace más de seiscientos años (salvo los breves periodos en los que se trasladó a Nankín).
Pekín, la Ciudad Prohibida, sede del poder durante muchos siglos.
En 1368, la Dinastía Yuan (de origen mongol) fue derrocada por la Ming (de etnia han). El nuevo emperador Hongwu decidió trasladar la capital del país desde Dadu (denominación antigua de Pekín) a Nankín (Nanjing). Pero el traslado duró solamente unas pocas décadas. En 1406, el tercer emperador Ming, Yongle, decidió volver a Dadu, aunque rebautizó a la ciudad con el nombre de Beijing (capital del norte, como hemos visto). Entonces se comenzó a reconstruir la ciudad sobre las ruinas de la anterior. La nueva capital Ming amplió considerablemente la superficie respecto a la capital Yuan para incluir dentro del recinto amurallado los lagos Zhongnanhai y Beihai y disponer de espacio suficiente para acoger una población numerosa. Nació así la Ciudad Imperial. En su interior se construyó la Ciudad Prohibida de Pekín (residencia del emperador y su corte, e inaccesible para las personas comunes). Sus 72 hectáreas de superficie (961 metros de norte a sur y 753 de este a oeste) y sus numerosos edificios hacen de la Ciudad Prohibida el mayor complejo palaciego del mundo. Construida entre 1406 y 1420 funcionó como Palacio Imperial con la Dinastía Ming y la Dinastía Qing, casi 500 años. Con la proclamación de la República de China en 1912, el conjunto palaciego sería desposeído de su función de gobierno. Posteriormente, el aparato político administrativo chino se trasladaría a Zhongnanhai, el conjunto de edificios que aloja la sede central del Partido Comunista de China y la del gobierno de la República Popular China.
El Bund fue el centro económico de Shanghai y de China durante la etapa colonial (y la arquitectura refleja la occidentalización de la ciudad).
Pekín es una ciudad de interior mientras que Shanghai es una ciudad portuaria y ambas situaciones imprimen carácter. Especialmente en el caso de Shanghai, condicionada además por su particular historia. El pueblecito pesquero que se convirtió en ciudad oficial en 1297, gracias al impulso de su industria textil, fue adquiriendo relevancia también como puerto comercial (cuestión que obligó a protegerla con murallas a mediados del siglo XVI para defenderla de los ataques de piratas japoneses). Esa razón animó a que Shanghai fuera una de las cinco ciudades impuestas por el Reino Unido para convertirse en puerto libre, según el Tratado de Nankín que dio fin a la Primera Guerra del Opio. Años después con el fin de la Segunda Guerra del Opio, la ciudad incrementaría la influencia del exterior debido a que pasaría a ser administrada por las potencias vencedoras en la contienda (Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos), convirtiéndose en una ciudad colonial y en el principal punto de intercambio entre Occidente y China. Desde esa posición privilegiada, y sustentada por la riqueza de la China Meridional, Shanghai se alzó con la primacía económica del país. Ciertamente, Pekín también cuenta con una industria fuertemente desarrollada, pero las grandes decisiones financieras se toman en Shanghai. Este poderío se manifestaría en la existencia de centros direccionales financieros y de negocios, como fue el Bund durante el periodo colonial o el complejo de Lujiazui (en Pudong) en la época actual.

Tramas Urbanas: Pekín, cuadrada y Shanghai, circular.
La actual forma urbana de Pekín conserva las características de las antiguas ciudades administrativas chinas. La capital china se configuró respetando el modelo establecido siglos atrás por Chang’an, que planteaba una ordenación siguiendo una trama ortogonal orientada estrictamente según los puntos cardinales.  
“La estructura urbana de Pekín se ha conformado según el esquema rectangular tradicional de las ciudades chinas. En la planimetría, se distingue claramente la Ciudad Meridional, que se extiende en dirección este-oeste, adoptando una forma ovalada y la Ciudad Septentrional, limitada por un perímetro amurallado de forma cuadrada, que se subdivide interiormente, según una escala decreciente, en una serie de cuadrados que forman la Ciudad Imperial y la Ciudad Prohibida. Esta última constituye desde tiempo inmemorial, el corazón de la ciudad; protegida, a su vez, por otro recinto amurallado con foso exterior, se divide en un conjunto de recintos menores, semejantes, en su organización modular y reglas de articulación, a los que se difunden en el conjunto del tejido urbano y que contribuyen a definir la morfología global de la ciudad”. (Corrado Gavinelli y Maria Cristina Gibelli. “Ciudad y Territorio en China”. Ed. Blume. Madrid 1979)
Pekín conserva su estructura de ciudad cuadrangular. Arriba la Ciudad Imperial que incluye la Ciudad Prohibida y debajo la “ciudad china” (plano de 1916).
En 1644, el final de la Dinastía Ming dio paso a la Dinastía Qing (de origen manchú). Pekín, mantendría su estatus de capital del país, aunque sería transformada por los nuevos gobernantes. La Ciudad Imperial de los Ming (la ciudad septentrional), pasó a ser a ser la “ciudad de los tártaros” (manchúes) o ciudad interior, porque solo podían residir en ella los de ese origen. El sector meridional, nacido como un arrabal extramuros a mediados del siglo XVI siguiendo una forma irregular, albergaría a la población “china” y sería entonces conocido como “ciudad de los chinos” o ciudad exterior. Su forma ovalada acabaría incluyéndose dentro de un nuevo recinto amurallado rectangular que se yuxtapuso al anterior siguiendo la geometría básica de la ciudad. Esta muralla recogería también el gran Templo del Cielo que había quedado fuera de la Ciudad Imperial. Estos dos rectángulos, cada uno con sus murallas, se mantuvieron durante muchos siglos. La ciudad exterior, cuyo perímetro alcanzaba los 28 kilómetros vio desmantelar sus murallas, sus siete torres-puerta, y sus cuatro torres esquineras de vigilancia, entre 1951 y 1958. La ciudad interior, circunvalada por un muro de 24 kilómetros, mantendría esa protección hasta que, en 1965, fue demolido para construir el Segundo Anillo rodado de Pekín.
Shanghai, el círculo trazado por sus antiguas murallas todavía es apreciable a pesar de su desvirtuación (plano de 1933).
En contra de lo visto en Pekín, Shanghai constituye un modelo diferente, consecuencia de las intervenciones coloniales del siglo XIX. No obstante, el modesto origen de Shanghai determinó que su planteamiento no siguiera las directrices previstas para las ciudades principales. La pequeña aldea fue adoptando una retícula bastante espontánea por lo que acabaría deformándose. La importancia de Shanghai iría aumentando tanto por su producción textil como por la actividad de su puerto, cuestión que recomendó a los gobernantes su protección. En 1553, Shanghai fue fortificada por un lienzo amurallado que tuvo un trazado circular. El planteamiento no seguía el modelo tradicional chino, sino que apostó por una de las virtudes del círculo, la de incluir la mayor cantidad de superficie dentro del menor perímetro. Esa búsqueda de la eficacia reflejaba ya el pragmatismo de las gentes de Shanghai. Pero la evolución de Shanghai sufriría un shock, al pasar a ser administrada, como hemos comentado anteriormente, por las potencias victoriosas en las Guerras del Opio. Así, desde la mitad del siglo XIX, la ciudad fue creciendo siguiendo pautas occidentales que se muestran tanto en los trazados urbanos reticulares de impronta europea (favorecidos por el terreno llano), como por la arquitectura ecléctica que reflejaba sus estilos históricos.

Las viviendas de Pekín (hutong/siheyuan) frente a las de Shanghai (lilong/shikumen).
Las viviendas tradicionales chinas son viviendas con patio. Pekín se convirtió en una de las ciudades donde esta tipología se desarrolló en mayor número, hasta el punto de representar la esencia pekinesa y china. Estas viviendas, denominadas siheyuan, organizaban las habitaciones en torno a un patio cuadrado que se constituía en el corazón de la casa. Las agrupaciones de estas viviendas fueron generando una trama muy compacta de pequeños callejones (hutong) que se adaptaba a las manzanas planteadas por la retícula principal y que “envolvían”, en gran medida, a la Ciudad Prohibida de Pekín.
Pekín, viviendas siheyuan/hutong.
La situación en Shanghai fue diferente porque la occidentalización la ciudad durante el periodo colonial produciría una nueva tipología que hibridaba la tradicional casa-patio china con las viviendas entre medianeras, típicamente británicas: las denominadas lilong/shikumen a las que nos referimos en un artículo anterior de este blog.
Shanghai, viviendas shikumen.

Tradición (Pekín) frente a modernidad (Shanghai), social y arquitectónica.
El balance entre tradición y modernidad es muy diferente en ambas ciudades. Pekín, tras siglos de ostentar la primacía como sede del poder político chino ha generado unas formas protocolarias, ceremoniales, en las que el peso de la historia es muy importante. En cambio, Shanghai carece de ellas, porque es una ciudad relativamente joven. Hace poco más de mil años, el entorno ocupado actualmente por Shanghai estaba bajo el nivel del mar y emergería gracias a los sedimentos que el rio Yangtsé depositó en su desembocadura.
[De hecho, las características del suelo de Shanghai están produciendo un grave problema para la ciudad: su hundimiento. El descenso ha llegado a dos metros en algunos puntos durante los últimos 40 años y parece que hoy se sitúa entre 1,5 y 2 cm anuales, según el Instituto de Geología de Shanghai. Esto es debido al peso excesivo de los numerosos rascacielos y edificaciones en altura sobre ese fondo “blando” aluvial; también al debilitamiento del subsuelo por la extracción de las aguas subterráneas, dado que las fluviales no pueden ser aprovechadas por sus elevadísimos niveles de contaminación; e igualmente, se ve influido por el aumento del nivel de las aguas marinas].
Así pues, Shanghai es una ciudad sin una larga historia, que pasó de pequeña “aldea” a la de “pueblo comercial” durante la Dinastía Song (siglo XI). Quizá esto explique, en parte, los tópicos que indican la alta valoración del pasado de los pekineses frente al descarada mirada hacia el futuro de los habitantes de Shanghai. Pero esa divergencia no es solamente social, sino que se muestra también en la arquitectura y en la conformación de las propias ciudades
Pekín alberga algunas de las obras más representativas de la historia China. Comenzando por la anteriormente referida Ciudad Prohibida (Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, 1987), y continuando con el gran complejo del Templo del Cielo, construido en 1420 (Patrimonio de la Humanidad, 1998), o el Palacio de Verano, construido en 1750 (Patrimonio de la Humanidad, 1998).
Pekín conserva la arquitectura tradicional (Palacio de verano).
Respecto a la última arquitectura, las dos ciudades cuentan con muestras muy relevantes, e incluso Pekín dispone de iconos más reconocidos, como, por ejemplo, el Estadio Nacional (Estadio Olímpico), popularmente conocido como el “nido de pájaro” (inaugurado en 2008, según proyecto de Herzog & de Meuron); la Sede de la Televisión Central de China CCTV, también abierta en 2008, diseñado por OMA (dirigido por Rem Koolhaas y Ole Scheeren); o el Gran Teatro Nacional (el “huevo”), que abrió sus puertas en 2007, obra del arquitecto francés Paul Andreu. Pero Shanghai ha conseguido apropiarse de la etiqueta de modernidad. Esto puede ser debido a que ha logrado generar un conjunto (sobre todo en Lujiazui) más representativo del siglo XXI e incluso al hecho de disponer de ciertas centralidades urbanas (como Nanjing Road) donde las fachadas publicitarias luminosas recogen las últimas tendencias (ver artículo sobre Shanghai)
Shanghai representa la modernidad de la nueva China.

Pekín y Shanghai, escaparates de la nueva China (Olimpiadas de Beijing 2008 y Exposición Universal de Shanghai 2010)
A comienzos del siglo XXI, China quería mostrar al mundo una nueva imagen que reflejara los logros conseguidos desde la década de 1980. Los datos económicos demostraban el crecimiento meteórico del país, que comenzaba a disputar el liderazgo internacional a los Estados Unidos, pero necesitaba algo que le ayudara a evidenciar ese ascenso y consolidar simbólicamente su posición.
Como en tantos otros casos a lo largo de la historia, se buscó la celebración de un gran evento internacional como escaparate. Pero en este caso se haría por partida doble. Serían dos acontecimientos, uno para cada una de las dos ciudades principales de China. El deporte sería el campo de acción de Pekín, gracias a la organización de los XXIX Juegos Olímpicos (Beijing 2008) mientras que las innovaciones técnicas y la cultura serían la base para Shanghai, ya que la ciudad recibiría la Exposición Universal de Shanghai 2010.
Juegos Olímpicos de Pekín (Beijing 2008)
En 2001, Pekín fue elegida como sede de los Juegos de la XXIX Olimpiada. Los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, permitieron a China mostrar al mundo entero (a través de la televisión) la imagen que deseaba dar de sí misma: “la de una gran nación que combina una tradición cultural milenaria con el dominio de las nuevas tecnologías. (…) En la espectacular ceremonia de apertura miles de participantes se movieron con una coordinación perfecta en una sucesión de escenas que evocaban la historia y el presente de China, evitando eso sí las referencias al maoísmo” (Juan Avilés. “El desarrollo de Asia Oriental” en “Historia del Mundo Actual”. Ed Síntesis. Madrid 2010)
Las olimpiadas cumplieron sobradamente su misión política (y también deportiva). Se había triplicado la inversión respecto a los anteriores Juegos de Atenas 2004, convirtiéndose en los más costosos de la historia. El Parque Olímpico, ubicado en el norte de Pekín, acogió la mayoría de las actividades, aunque hubo otras instalaciones repartidas por la ciudad y otras seis ciudades que se incluyeron puntualmente en el programa olímpico. Las mejoras en el transporte, en especial las transformaciones del aeropuerto o del metro, modificaron la conectividad internacional y la movilidad interna en la ciudad. No obstante, también la polémica acompañó a los Juegos impulsada, sobre todo, por colectivos que denunciaban la falta de respeto a los derechos humanos o al medio ambiente. En cualquier caso, China hizo su espectacular “puesta de largo” ante el mundo con un gran éxito.
Pekín, Ciudad Olímpica de los Juegos de 2008.
Exposición Universal de Shanghai 2010
En 2002, la BIE (Bureau International des Expositions, Oficina Internacional de Exposiciones), seleccionó a Shanghai para la celebración de la Exposición Universal de 2010. Así pues, solamente dos años después de los Juegos Olímpicos de Pekín, llegó el turno de Shanghai para reafirmar el mensaje de que China estaba preparada para afrontar los retos de los nuevos tiempos. El tema central de la muestra fue la vida urbana, expresada en el lema “Mejor ciudad, mejor vida (Better City/ Better Life). Sus dimensiones (528 hectáreas) y la participación (192 países y 50 organizaciones internacionales) la convirtieron en la mayor exposición celebrada hasta ese momento.
La temática no era cualquiera. La urbanización y el crecimiento de las grandes ciudades era (y es) una cuestión candente en buena parte del mundo, pero en China adquiría un protagonismo especial ya que el país se había situado en la vanguardia de las megalópolis y quería mostrar su interés por el adecuado desarrollo de las mismas. Los grandes temas se agruparon en cinco categorías:
  • Convivencia multicultural
  • Prosperidad económica
  • Innovación científica y tecnológica
  • Remodelación de las comunidades
  • Interacción entre las áreas urbanas y las rurales

La Exposición fue un éxito de afluencia (73 millones de personas) y Shanghai aprovechó la ocasión para recuperar una antigua zona industrial a orillas del río Huangpu, así como para mejorar la red de transporte público (tanto por la ampliación del metro como con la apertura de varios puentes y túneles para cruzar el Huangpu).
Shanghai, Exposición Universal de 2010.

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