16 mar 2019

Fachadas como obras gráficas: Segovia y Barcelona, capitales del esgrafiado hispano (1. Esgrafiado segoviano).


Detalle de la Casa de las Cadenas de Segovia, edificio paradigmático del esgrafiado segoviano, dado que cuenta en sus muros con hasta dieciséis tipos diferentes de motivos.
Las fachadas de los edificios pueden actuar como soporte para cuestiones extra arquitectónicas. Ya nos hemos referido a ello en otras ocasiones analizando tanto las “fachadas-retablo” como las formadas por pantallas de LEDs. En este artículo nos acercaremos al esgrafiado, una técnica antigua de revoco de fachadas que, con un objetivo inicialmente ornamental, ha generado “obras gráficas” extraordinarias. Sus posibilidades son muy diversas, pero hay dos modelos principales y hasta cierto punto opuestos: uno basado en la repetición abstracta y otro en la exclusividad figurativa. El primero tiene una magnífica representación en Segovia, siendo casi una práctica endémica, hasta el punto de haberse convertido en una de las señas identitarias de la ciudad. El segundo, de inspiración italiana, cuenta con espectaculares ejemplos en Barcelona.
El artículo tiene dos partes. En esta primera, además de presentar la técnica de realización, nos aproximamos al esgrafiado segoviano. Dejaremos para la segunda parte, el modelo figurativo (representando por el esgrafiado catalán) y la exposición de otras alternativas.

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Fachadas como “obras gráficas”: haciendo de la necesidad, virtud.
Un muro de “fábrica” está construido con piezas que se sustentan unas a otras, con materiales como piedra, ladrillo, adobe, e incluso mezclas entre ellos. Habitualmente, entre esos elementos esenciales, se dispone un mortero formando “juntas”, cuya misión principal es garantizar la correcta transmisión de las cargas cuando las partes no se apoyan con la planeidad necesaria.
En el caso de muros de fábrica de piedra, encontramos dos casos extremos (hablando de la arquitectura histórica). Por un lado, el muro cuyos componentes están perfectamente escuadrados y conforman bloques con sus caras planas y ortogonales: los llamados “sillares” que, dada su perfección, pueden no necesitar el mortero de unión porque las tensiones se trasladan perfectamente desde cada uno al que está ubicado debajo (aunque las juntas también cumplen otras funciones como el aislamiento o la impermeabilidad). En Segovia, la ciudad a la que nos vamos a dirigir, hay un ejemplo extraordinario de construcción de piedra sin juntas: el acueducto. Pero, ese ajuste perfecto de las piedras era muy costoso y ese esfuerzo fue dedicado solamente a los edificios más importantes (civiles o religiosos). Por eso también hay muros en los que las piedras son irregulares y de tamaños diversos. En esta fábrica, que se denomina “mampostería”, las juntas de mortero son imprescindibles porque la conexión directa entre las piezas es mínima.
Arriba, dos ejemplos de muros de sillares (el de la izquierda, sin juntas, es el Acueducto de Segovia). Debajo dos muestras de muros de mampostería (el de la derecha marcando sus juntas)
Con lo anterior hemos identificado a los dos protagonistas que inspiraron y justificaron la técnica que conocemos como esgrafiado: por un lado, los muros del segundo caso que, aunque sean correctos constructivamente, no ofrecen una imagen adecuada y, por otro, las irregulares juntas que surgen entre las heterogéneas piedras de la mampostería. El motor de la innovación sería el deseo de representación, más allá de las posibilidades reales de los promotores, que deseaban mostrar una fachada que resplandeciera y ocultara su humilde construcción.
El primer paso se dio con la conversión de las juntas de la mampostería en un medio decorativo. Para ello serían remarcadas, igualadas o raseadas sobresaliendo del plano de la piedra y, en algunos casos, llegarían incluso a recibir algún elemento ornamental, como fue la incorporación de escorias de hierro que aparecían como “joyas” engastadas en el encintado de la llaga. Pero eso no resultaba suficiente para competir con los impecables muros de sillares. Era necesario ocultar la irregularidad constructiva para aparentar la nobleza deseada y no quedaba otro remedio que cubrir las inconvenientes fachadas con un mortero. Pero la “pobreza” de una superficie plana, inevitable para las construcciones modestas, estaba muy lejos de representar algo valorable (la apreciación de las superficies “desnudas” no llegaría hasta el siglo XX con el Movimiento Moderno y sentencias como “el ornamento es delito” y “menos es más”). Se requería algo para dignificar la fachada, para transmitir un mensaje de prosperidad aparente.
Sabemos que las fachadas de los edificios pueden actuar como soporte para cuestiones extra arquitectónicas (ya nos hemos referido a ello en otras ocasiones analizando tanto las “fachadas-retablo” como las formadas por pantallas de LEDs). Y aparentar por medio de la arquitectura puede ser una de ellas, exhibiendo algo no sea cierto u oculte una realidad poco favorable. Por ejemplo, en algunos casos, los revocos de fachadas intentaron emular la construcción de sillares aplicando moldes a la superficie “grabando” la forma de las piedras como si fuera una impresión en relieve.
Algunos revocos pretenden aparentar fábricas de piedra con la utilización de un molde que presiona sobre la superficie grabando el motivo. Esto no es un esgrafiado porque no hay ni doble capa ni eliminación de material sobrante.
Pero la mirada “encubridora” también se fijó en las tramas resultantes del encintado irregular (sin olvidar la influencia de las intrincadas geometrías de las yeserías árabes, tan numerosas en diversas regiones de la península). Con esa inspiración se crearon motivos geométricos repetitivos que se extenderían a toda la fachada proporcionando una ornamentación muy apreciada (desde sencillas manifestaciones geométricas, como los círculos tangentes del Alcázar segoviano, hasta elaboradas composiciones). Había nacido el esgrafiado, una técnica antigua de revoco de fachadas nacida para esconder la mala imagen de ciertos muros y que ha gozado de momentos de gran esplendor a lo largo de la historia. Con un objetivo inicialmente ornamental, el esgrafiado ha generado “obras gráficas” extraordinarias.
Salvando las distancias, el esgrafiado es relacionado con las aplicaciones decorativas en el cuerpo humano, particularmente con el tatuaje. La analogía pretende distinguirlo de lo que sería una pintura de fachada, algo temporal que hay que renovar periódicamente, como sucede con la henna, que es un tintado superficial aplicado en manos y pies en diversas culturas, particularmente árabes o hindúes, y que dura una o dos semanas. El tatuaje es otra cosa porque inyecta determinados pigmentos bajo la epidermis, creando una huella indeleble (o casi) en nuestra piel. Así, en las fachadas, el esgrafiado se convierte en una marca permanente, una forma de “estampación” petrificada que, aunque el tiempo también acaba deteriorándolo, su permanencia es incomparablemente superior a la de la pintura.
Otras analogías, buscan referencias con el vestido o sus complementos (también algo muy relacionado con la representación humana). Sobre todo, respecto a uno de sus modelos (el repetitivo abstracto al que nos referirnos más adelante), que es visto como un elaborado encaje que actúa como un “velo” que se funde con las partes macizas de la fachada.

Causa y técnica del esgrafiado (y sus variantes, sobre todo temáticas).
El esgrafiado es una técnica utilizada en el revoco/enfoscado de muros que consiste en la aplicación de dos capas de material (habitualmente morteros de cal de distinto color) de manera que la última es extraída parcialmente (quitando “lo sobrante” siguiendo un plan dibujado previamente) para que aparezca la interior. Así surge un contraste de relieve, y generalmente de color, entre la capa superficial y la que se encuentra debajo, que refleja el motivo ornamental.
Imagen del proceso de trabajo en el esgrafiado de la fachada trasera a la calle Tetuán de la Farmacia de la calle Arenal 2 de Madrid. Tras haber trasladado los motivos punteando la plantilla, de letras en este caso, se procede a la extracción del material sobrante de la capa superficial para dejar vista la capa de debajo.
La palabra “esgrafiado” procede del italiano sgrafiare que hace referencia al hecho de “sacar lo escrito” (es decir, rascar, extraer parte del mortero aplicado). La técnica del esgrafiado es compartida por diversas artes como la cerámica o la escultura y por eso suele precisarse como “esgrafiado mural” al relacionado con la arquitectura, que no solamente se utiliza en el tratamiento de fachadas, sino que también está presente en paredes interiores de salones, de patios o de claustros.
Proceso de restauración del esgrafiado del Alcázar de Segovia en el que puede apreciarse la técnica (y con detalle las escorias de hierro situadas en los puntos de tangencia de los círculos)
El historiador Rafael Ruiz Alonso es un destacado experto en esgrafiado, tema al que dedicó su tesis doctoral, con publicaciones como el libro “Esgrafiado. Materiales, Técnicas y Aplicaciones”, además de numerosas investigaciones. En uno de sus artículos, Ruiz Alonso comenta que “A nivel internacional se considera, mayoritariamente, que el esgrafiado es una invención italiana que se difunde por casi toda Europa en el siglo XVI. Sin embargo, países como España, Portugal o Marruecos conservan esgrafiados mucho más antiguos, que se van a desarrollar en los contextos del arte islámico y mudéjar, con una evolución técnica que permite observar su desarrollo desde el llagueado de los muros al esgrafiado propiamente dicho. La arquitectura de Segovia constituye uno de los ejemplos más claros(“Del encintado al esgrafiado, una hipótesis sobre el origen y desarrollo del esgrafiado a través de la arquitectura islámica y mudéjar”. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014).
Esta hipótesis sobre el origen ha sido defendida por autores diversos. Por ejemplo, Leopoldo Torres Balbás, que en su obra “Arte almohade; Arte nazarí; Arte mudéjar. Ars Hispaniae IV” comenta que “el revoque decorativo de muros exteriores conocido con el nombre erudito italiano de esgrafiado, es técnica esencialmente mudéjar. Deriva del encintado o rejuntado de los muros de mampostería, de cuyo empleo en época musulmana quedan muestras en la alcazaba de Málaga”. Torres Balbás también coincide con sus causas, apuntando que “su objeto era disimular tras una decoración fácil, rápida y barata, fábricas de humildes materiales, construidas con poco esmero. (…) En Segovia fue donde alcanzó el esgrafiado mayor fortuna, puesto a la moda probablemente por su empleo en la torre del Homenaje de su alcázar y en el castillo de Coca”. En esa idea insistía el Marqués de Lozoya en su libro sobre “La casa segoviana” de 1978 diciendo que “para cubrir de manera decorosa y noble los muros tan pobremente construidos se hubo de adoptar ese típico revoque segoviano de yeserías recortadas, tan bello y tan resistente, conocido con el nombre de esgrafiado” (al margen de la imprecisión acerca del material, dado que no es yeso sino cal).
Los encintados de las juntas de muros de mampostería (izquierda) inspiraron la técnica del esgrafiado que tenía como objetivo ornamentar una fachada realizada con materiales modestos (derecha, revestimiento decorativo sobre un muro de adobe)
Así desde la inspiración de los llagueados se acabaría produciendo una técnica de revoco que cubría fábricas “poco vistosas” que llegaría a alcanzar cotas compositivas muy sofisticadas. No obstante, parece que la técnica sería mucho más antigua, quizá de procedencia oriental, y que fue utilizada por los romanos, aunque afianzada por los alarifes árabes y mudéjares de la Península Ibérica y del Magreb. Desde luego, a partir del Renacimiento italianos adquiriría un impulso inusitado, cuando, los artistas, rememorando las artes antiguas, rescataron y renovaron esas técnicas del pasado clásico que habían caído en desuso, renovando además sus temáticas. Entonces el esgrafiado irrumpirá con fuerza y se extenderá por Europa hacia el ámbito germánico y también hispano. En concreto en la península, las técnicas italianas tendrán especial predicamento en el área mediterránea, desde Valencia hasta Aragón, con especial incidencia en Cataluña y en particular en Barcelona. La influencia también llegaría a Castilla y a Segovia.
El arte del esgrafiado presente dos modelos principales y hasta cierto punto opuestos: uno basado en la repetición abstracta y otro en la exclusividad figurativa.
Esa duplicidad llevaría a que el arte del esgrafiado presente dos modelos principales y hasta cierto punto opuestos: uno basado en la repetición abstracta y otro en la exclusividad figurativa, aunque ambos tengan como objetivo primordial la ornamentación. El primero es el esgrafiado segoviano, al que nos referimos en esta primera parte del artículo. Se caracteriza por la reiteración de motivos decorativos que son trasladados a los muros mediante plantillas móviles y hunde sus raíces en las técnicas árabes y mudéjares. El segundo, de origen italiano, crea obras singulares, privilegiando los temas alegóricos y simbólicos que se adaptan a las características del muro y a los mensajes que se pretenden transmitir. Dentro de este se incluye el esgrafiado catalán, que analizaremos en la segunda parte del artículo. De todas formas, y como descubriremos entonces al analizar el panorama internacional, el esgrafiado muestra más alternativas temáticas que las propuestas por estos dos modelos principales.
La Maison Cauchie de Bruselas es uno de los grandes exponentes del Art Nouveau de la capital belga. En su fachada se utilizó el esgrafiado, que en alguna zona pretende emular al “taraceado” con incisiones y pintura.
No obstante, apuntamos aquí una variedad técnica denominada “revoco embutido” o “taraceado”. En esta, el vaciado resultante del raspado es rellenado por otro mortero teñido de un color diferente y que se alisa para dejarlo en el mismo plano de terminación del muro, pudiendo remarcar o no las líneas de separación entre materiales (a veces simplemente se marca con una incisión y se pintan las diferentes zonas, algo bastante frecuente en el Modernismo/Art Nouveau). El resultado aparenta ser un mosaico de piezas peculiares.
La casa Jáuregui de Vergara (Guipúzcoa) cuenta con un relieve en el primer piso, presentado en muchas ocasiones erróneamente como esgrafiado. En cambio, si lo es el del segundo piso.
En cualquier caso, no hay que confundir el esgrafiado con otras técnicas de cierto parecido. Ya hemos advertido sobre los moldes impresos que simulan fábricas de sillares y aquí llamamos la atención hacia los trabajos en yeso que pueden llevar a equívocos, pero que en general que ofrecen volúmenes más cercanos a la escultura en bajo relieve que a la planeidad propia del esgrafiado.

Diferentes modelos de esgrafiado segoviano. Las motivos repetitivos y abstractos pueden tener diferente inspiración, desde las geometrías estrelladas de tradición árabe y mudéjar a los motivos más recientes con formas curvas destacando las frecuentes “gotas”.
El esgrafiado segoviano: variaciones con repetición de geometrías abstractas.
El centro histórico de Segovia, junto a su famoso acueducto, fueron incluidos en la lista del Patrimonio de la Humanidad en 1985. Desde luego, el acueducto romano, el Alcázar o la Catedral, son los emblemas del conjunto, aunque existen otros muchos edificios religiosos y civiles que refuerzan su gran valor urbano y arquitectónico. Entre los rasgos más característicos del casco antiguo segoviano se encuentra la insoslayable presencia del esgrafiado en muchas fachadas, reflejando una práctica casi endémica, hasta el punto de haberse convertido en una de las señas identitarias de la ciudad. Pasear por las calles de la vieja Segovia ofrece un muestrario de lo más variado del primer modelo descrito anteriormente. Aunque la ciudad de Segovia no es un caso único, porque el esgrafiado repetitivo y abstracto cuenta con muestras en otros lugares de su provincia o en las de León, Toledo o Extremadura, entre las más frecuentes. No obstante, la abrumadora presencia de este tipo de esgrafiado en el espacio urbano segoviano convierte a esta ciudad en la “capital” de este modelo (si bien también cuenta con ejemplos de influencia italiana).
Fachadas esgrafiadas en la calle Juan Bravo de Segovia.
El esgrafiado segoviano se ha estudiado desde muchos puntos de vista: como técnica constructiva, como caracterizador de un ambiente y de una identidad, como descriptor de ciertas épocas históricas, e incluso como ejercicio matemático-geométrico creador de “mosaicos”. Su origen sigue siendo discutido, aunque la opinión mayoritaria lo relaciona con los encintados o las yeserías musulmanas, pero sin excluir otros posibles inicios. En cualquier caso, el modelo de revoco doble de fachadas, con el marcado de motivos seriados en la superficie, distingue y enorgullece a Segovia.
Los esgrafiados segovianos se caracterizan por la reiteración de motivos decorativos abstractos que son trasladados a los muros mediante plantillas móviles.
La elección del motivo repetido por la superficie de la fachada, en algunos casos era espontáneo al ser elegido entre los moldes que disponía el especialista, pero en otros, se creaba ex profeso un motivo que buscaba algo más que ornamentar una fachada transmitiendo una idea de sofisticación y prosperidad de su propietario.
Fachada lateral del Palacio del Conde de Cheste en Segovia.
El Alcázar y el Torreón de Lozoya muestran los ejemplos antiguos, aunque bastantes palacios de la nobleza, otros edificios civiles y religiosos, así como numerosas viviendas ofrecen un muestrario variadísimo de posibilidades. Los temas siguen ciertas tendencias que permiten agruparlos por categorías esenciales. Por un lado, estarían los que utilizan como generador la geometría lineal, con una clara relación con el mundo mudéjar. Este conjunto está plagado de rombos, estrellas, cruces y lacerías variadas. Por otro, se agrupan los que cuentan con la presencia de curvas, que pueden seguir con la abstracción de, por ejemplo, círculos tangentes o círculos secantes o formas lobuladas y también dibujar otro tipo de motivos, estilizando, por ejemplo, temas florales de inspiración gótica o figuraciones como pétalos, gotas, pececitos o molinetes que pueden rotar alrededor de centros. A estas disposiciones superficiales se le deben sumar la aportación de frisos, o la sucesión de frisos, que generan opciones múltiples (destacando la Casa de las Cadenas, con sus dieciséis tipos diferentes). En ocasiones estos frisos o cenefas pueden albergar motivos figurativos con escudos, temas simbólicos o bélicos (que suponen una conexión del estilo segoviano con el renacentista italiano).

El Alcázar de Segovia visto desde el encuentro de los dos ríos con la Torre del Homenaje en primer plano. Al fondo, emerge la Torre de Juan II situada en el acceso de la fortaleza-palacio.
La gestación del modelo de esgrafiado segoviano en el Alcázar.
La mejor muestra sobre el esgrafiado segoviano se aprecia deambulando por sus calles. No obstante, vamos a dirigirnos al Alcázar porque allí pueden observarse tanto la referencia conceptual/visual, los encintados de mampostería, como su evolución hacia el esgrafiado, aunque este sea una muestra muy básica de motivos circulares. A partir de esas formas iniciales se desarrollará con un esplendor magnifico el esgrafiado segoviano que inunda la ciudad ofreciendo motivos mucho más elaborados.
El Alcázar es uno de los emblemas arquitectónicos de Segovia. Es un espectacular y complejo edificio asentado sobre un promontorio que preside la confluencia del río Clamores y el río Eresma. Fue un lugar estratégico desde tiempos remotos, como demuestra el hecho de estar ocupado por pueblos celtíberos, romanos y árabes. No obstante, el inicio de la construcción de la fortaleza-palacio actual se data en el siglo XII, siendo ampliada en el siglo XIII, esperando hasta el siglo XV para fijar su aspecto presente (aunque en el siglo XVI nuevas reformas le aportarían los chapiteles y tejados de pizarra).
Planta del Alcázar de Segovia.
El conjunto edificado se adapta al abrupto relieve del peñasco rocoso, quedando separado del resto del casco urbano por un profundo foso de 26 metros que es salvado por un puente (que originalmente fue levadizo). El conjunto se organiza alrededor de dos patios (el Patio de Armas y el Patio del Reloj) y en sus extremos se alzan sus dos características torres (junto al acceso, la Torre de Juan II y, en la “proa”, la Torre del Homenaje).
La Torre del Homenaje fue comenzada en el siglo XIII, aunque sería remodelada en tiempos de Felipe II. Es una construcción de planta rectangular con cuatro esbeltas torres cilíndricas en sus vértices, que tiene adosada exteriormente, en el centro del paño, otra torre semicircular de bastante mayor diámetro que las anteriores. Por su parte, la Torre de Juan II fue construida entre 1440 y 1465 sobre una torre anterior del siglo XIII y se eleva hasta los 80 metros de altura. La diferencia de edad se manifiesta también en el distinto tratamiento de sus muros.
La Torre del Homenaje del Alcázar de Segovia ve ornamentados sus muros de mampostería con el encintado de sus juntas y la aportación puntual de escorias de hierro.
La Torre del Homenaje muestra la referencia inspiradora del esgrafiado, con sus encintados de juntas de la mampostería (y sus escorias incorporadas), algo que también se encuentra en los muros del Patio del Reloj. En cambio, en la gran torre de acceso, ya aparecen los esgrafiados, aunque sea de la forma más elemental repitiendo círculos tangentes que, curiosamente, también llevan a veces su escoria de hierro engastada en los puntos de tangencia. La escoria da el punto de contraste puesto que el color ocre es el mismo para las dos capas del esgrafiado, tanto la superficial como la interior.
Torre de Juan II del Alcázar segoviano con las primeras muestras de esgrafiado en sus muros (círculos tangentes) que se extiende también a las fachadas de los edificios contiguos y a la muralla.
La observación, prácticamente sin solución de continuidad, de la génesis del modelo segoviano de esgrafiado surgido de la transformación de la inicial cinta irregular de mortero en la forma regular final es otro de los numerosos atractivos del Alcázar.
Dos imágenes del Alcázar segoviano comparando la referencia, el encintado de juntas (arriba, el Patio del Reloj) con el primer esgrafiado (debajo, círculos tangentes en la muralla de acceso). En ambos casos se incorporan escorias de hierro engastadas.

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