En la
caracterización como “elefante blanco” del edificio Conde Duque de Madrid, tiene mucho que ver su compleja inserción
urbana, que ha sido y es un hándicap importante para su desarrollo y proyección
como centro cultural metropolitano.
Para conocer
las circunstancias que lo envuelven examinaremos su entorno próximo. El Conde
Duque es el emblema de un “triángulo urbano” delimitado por tres
importantes vías madrileñas: la calle San Bernardo, la calle Alberto Aguilera y
la calle Princesa (con la parte final de la Gran Vía).
En este
segundo artículo nos aproximaremos a las claves de la formación del barrio que
explican su particular idiosincrasia, así como a los principales espacios
urbanos que lo componen. Dejaremos para una tercera entrega el acercamiento
arquitectónico.
Su ascensión
comenzó en el siglo XIX, con la construcción de los contiguos Ensanches de
Argüelles y Castro (sector Chamberí). En el siglo
XX, la ubicación de la Ciudad Universitaria madrileña reforzó su consideración,
pero, sobre todo, su papel se consolidó a partir de que el Plan General de
Ordenación de Madrid aprobado en 1946 (conocido como Plan Bidagor) modificara los accesos tradicionales a la capital y
marcara esta zona como punto de conexión con la nueva carretera Nacional VI,
que comunicaría el centro del país con las regiones noroccidentales de la
península. Desde entonces, su status urbano adquirió gran relevancia incrementándose
también al ubicarse allí uno de los principales puntos de intercambio de
transporte (Intercambiador de Moncloa).
Antes de tan
trascendentales transformaciones en la estructura urbana de Madrid, el barrio
se encontraba más cercano a la idea de “fondo de saco”. Tanto la puerta de San
Joaquín (posteriormente San Bernardino) como la del Conde (finalmente
Conde-Duque) eran accesos secundarios a
la Villa (las conexiones con el noroeste y con el norte se realizaban desde
otras puertas). Esa situación, alejada de las circulaciones principales de la
ciudad, dejaba al barrio un tanto marginado respecto de la intensa vida de la
Villa.
El “triángulo” según el plano de 1656 realizado por
Pedro de Texeira. El cuartel del Conde Duque todavía no estaba construido.
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Sobre esa
base, la construcción del Cuartel del
Conde Duque marcaría definitivamente el rumbo de la evolución urbana de la
zona. Situado en el centro del “triángulo”, el inmenso edificio se
convirtió en una barrera que dividió el barrio en dos partes radicalmente
distintas y atrajo usos institucionales y militares, poco dados a fomentar la
vida a su alrededor, ocultándolo todavía más.
El edificio
era un gigante autista que no se relacionaba con su entorno. Su escala y la
falta de articulación con su contexto, lo convirtió en un “cuerpo extraño” que
no dialogaba ni con el modesto barrio residencial vecino ni se relacionaba con
los usos institucionales ubicados a sus espaldas.
El “triángulo” según el plano de 1769 realizado por
Antonio Espinosa de los Monteros, con el cuartel del Conde Duque ya presente.
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Paradójicamente,
la posterior potenciación de la calle Princesa
y del Paseo de Areneros (hoy Alberto Aguilera), y la elevación del
rango urbano de la zona Moncloa-Argüelles aumentó el aislamiento del
interior del “triángulo” que parecía una “isla” dentro de la ciudad. Las
intensas corrientes de estas vías perimetrales relegaron todavía más a un
interior lastrado por su topografía de acusadas pendientes, por la estrechez de
su trama residencial y, desde luego, por la presencia de los usos militares que
eran refractarios a la vida urbana en su entorno. También actuó en detrimento del
barrio del Conde Duque, la pujanza de
los nuevos ensanches que nacieron a su lado y que fueron los destinatarios de la
creciente actividad urbana.
Todavía en el
siglo XXI, el interior del barrio del Conde
Duque sigue manteniendo unas altas dosis de “invisibilidad” para el resto de
la ciudad, lo cual es un hándicap importante para que este “elefante blanco”
pierda su negativa etiqueta.
Los tres lados del
triángulo: calle Princesa, calle Alberto Aguilera y calle San Bernardo.
Cada una de las
tres calles que definen el triángulo, cuentan con su particular historia. Por
el norte, la calle Alberto Aguilera era
uno de los tradicionales (y desaparecidos) “bulevares” de la ciudad. El
recorrido noroeste-sureste está determinado por la calle Princesa, una vía conformada en el siglo XIX, además de por
la Plaza de España y la parte final de la Gran Vía (ambas definidas en el siglo
XX). El tercer lado lo delimita la calle
de San Bernardo, la más antigua de las tres, que surgió como consolidación
de un camino medieval que conectaba Madrid con el pueblo de Fuencarral.
Calle San Bernardo
El camino que
llegaba desde el norte de la península, en su aproximación a Madrid se
bifurcaba en dirección a la Puerta de Fuencarral y la Puerta de los Pozos de la
Nieve (esta división se producía en el punto donde actualmente se encuentra la
Glorieta de Quevedo). La primera de ellas daba acceso a la calle de San
Bernardo que se adentraba hacia la Plaza de Santo Domingo. La segunda, la
Puerta de los Pozos de la Nieve, conectaba con la calle Fuencarral y llegaba al
centro neurálgico de la capital, la Puerta del Sol. Por esta razón, este último
itinerario tuvo una importancia mayor en la jerarquía urbana madrileña.
Inicialmente,
por ser el camino que conducía hasta el pueblo de Fuencarral, la calle de San Bernardo
era conocida como calle de “Fuencarral baja” (Foncaral tal como recoge el plano de De Witt de 1635). Posteriormente,
pasaría a llamarse “de los convalecientes de San Bernardo” (como consta en el Texeira
en 1656). Este nombre surgió debido al Hospital de Convalecientes que hubo en
la esquina que formaba la calle con la actual Antonio Grilo. Este edificio acabó alojando el Convento de Santa
Ana dirigido por monjes cistercienses de San Bernardo y sería derribado en 1846
como consecuencia de las medidas desamortizadoras de 1836. La calle cambió de nuevo
su nombre denominándose “Ancha de San Bernardo” y en un último bautismo, quedó simplemente
como calle de San Bernardo.
La calle fue
la vía principal del noroeste madrileño del Madrid antiguo, hecho que sería
refrendado por los numerosos edificios públicos que la eligieron como ubicación.
La calle acoge iglesias como la de Montserrat, conventos como el de las Salesas
Nuevas, palacios como el Bauer, el Parcent o el de la Marquesa de Sonora, y
grandes equipamientos públicos como el edificio de la Universidad Central.
A pesar de
tan ilustre nómina arquitectónica, la calle de San Bernardo no se encuentra en
su mejor momento. Su pendiente y la progresiva estrechez de la calle conforme se
acerca al Centro, que dificultan el tráfico rodado, o la infrautilización y
decadencia de algunos de sus edificios, son algunos de los argumentos que juegan
en su contra.
Calle Alberto Aguilera
La muralla
que se levantó en Madrid en 1625 era más bien un conjunto de cercas que
limitaban la ciudad administra y fiscalmente, aprovechando, en muchas
ocasiones, tapias de huertos preexistentes o muros de viviendas a los que se
obligaba al cegado de puertas y ventanas. Por estas causas, su trazado era muy
irregular y sufrió constantes modificaciones, realineaciones y reformas para
mejorar su falta de calidad general.
Por el norte,
como era habitual, fue consolidándose un camino de ronda, que unía
exteriormente las diferentes puertas de la ciudad, aunque en este caso
presentaba un tortuoso trazado que seguía la irregular muralla. Con el tiempo,
y principalmente gracias a las reformas emprendidas en tiempos del rey Carlos
III, como las nuevas puertas de Alcalá o San Vicente, o los paseos de ronda,
rectilíneos y arbolados, la muralla fue mejorando y, en algunos tramos,
trasladada acoplándose a esos nuevos paseos.
Estas rondas,
acabarían consolidándose tras el derribo de la muralla como “bulevares”. El
primero de ellos, que unía la Puerta de Fuencarral con la de San Bernardino,
fue denominado Paseo de Areneros ya
que se iniciaba en lo alto de la “Cuesta de Areneros” (actual calle del Marqués de Urquijo) que comunicaba con
el rio Manzanares a través de un camino de fuertes pendientes. La denominación arenenos no está clara, hay
investigadores que defienden que era una corrupción lingüística de harineros, debido al molino que se
encontraba en la orilla del rio.
La calle
cambió de nombre para ser dedicada a Alberto Aguilera, alcalde madrileño y
ministro de la Gobernación de España. El bulevar, con su paseo central
arbolado, sería finalmente fagocitado por la intensa red de circulación
madrileña, convirtiéndose en una vía esencialmente dedicada al tráfico rodado, dejando
una mínima y testimonial mediana central con un discreto arbolado.
Calle Princesa (y Plaza de España / tercer
tramo de la Gran Vía)
La calle
Princesa no existía, al menos con el trazado actual, hasta las reformas
realizadas a mediados del siglo XIX debido a la construcción del nuevo Ensanche
de Arguelles.
El acceso a
la ciudad desde la puerta de San Joaquín-San Bernardino serpenteaba levemente
hasta llegar a la antigua Plaza de los Afligidos, un punto nodal importante para el barrio. Desde allí se bifurcaba y
seguía hacia el sur por la calle del Pardo-Leganitos y hacia el este por la
calle de San Joaquín (actual calle de San Bernardino).
La
construcción de la primera fase del Ensanche de Arguelles (entre las actuales
calles Quintana y Ventura Rodriguez) produjo la alineación
de la calle Princesa. Pero la vía no
iba más allá por ninguno de sus lados. Años después, las siguientes fases de
ese Ensanche prolongaron la nueva vía hacia el exterior y ya en el siglo XX,
gracias a complejos trabajos de nivelación topográfica se conectaría con la
Plaza de España.
La calle Princesa y la Plaza de España estaban
conectadas con dificultad debido a una loma que las separaba. Desde la calle Princesa, se ascendía a la Plaza de los
Afligidos y desde ese lugar elevado partía
la calle Leganitos hacia la Plaza de España. La conexión era más directa por la
calle Duque de Osuna, pero su estrechez y fuerte pendiente dificultaba
enormemente el tráfico por ella.
La
finalización de la Gran Vía en 1932 y la creación de la Plaza de España (posibilitada
gracias el derribo del Cuartel de San Gil en 1911) pusieron en marcha la
remodelación del encuentro de la calle
Princesa con la plaza, pero no fue hasta el final de la Guerra Civil cuando
pudo acometerse. El proyecto fue realizado por el ingeniero municipal Mariano
García Loygorri. Tras los importantes desmontes realizados, la antigua Plaza de
los Afligidos, rebautizada como Plaza de Cristino Martos, vería reducida su
extensión y rebajado su papel urbano al quedar marginada en lo alto de la
antigua loma. Para conectarla con la calle Princesa
se construyó una escalinata de acceso diseñada por el arquitecto municipal Luis
Pérez-Mínguez.
Las obras de nivelación de la calle Princesa. Al fondo,
el final de la Gran Vía.
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Los trabajos
finalizaron en 1948, otorgando a este eje urbano (Princesa-Gran Vía) una
importancia jerárquica de primer orden en la estructura madrileña.
La formación del
barrio del Conde Duque
La formación urbana
del interior del “triángulo” estuvo, en primer lugar, muy condicionada por su topografía. Los bulevares (calle Alberto Aguilera) son un punto alto
mientras que la Plaza de España se encuentra en una cota muy inferior, evidenciada
por las fuertes pendientes de calles como Mártires
de Alcalá ó Amaniel.
Pero la
intervención decisiva para la estructura
urbana de la zona fue la implantación del Cuartel del Conde Duque, que
supuso un obstáculo insalvable para el desarrollo convencional que se podía
suponer a partir del plano de Texeira (1656).
Con esa
presencia se fue conformando un barrio de “doble cara”, mostrando dos partes bien diferenciadas separadas por
la mole del Conde Duque, charnela y
barrera que las separa.
Geometrización del entorno analizado, en el que se
aprecian claramente las diferencias estructurales entre el sector occidental y
el oriental que quedan separados por el Cuartel del Conde Duque.
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El sector oriental
La parte
oriental del barrio, la que va desde el Conde
Duque hasta la calle San Bernardo, es la más antigua y ofrece un carácter
eminentemente residencial, con una estructura que, en cierto modo, es
continuidad de la del barrio de Malasaña.
También este
sector oriental presenta dos zonas: la más antigua y tradicional, al norte de
la línea marcada por la calle de San Bernardino y el lado meridional de la gran
manzana de la Universidad; y al sur de este eje, un área muy transformada por
diversas intervenciones urbanas.
La subzona septentrional,
presenta una trama densa y abigarrada, con calles estrechas y en general poco
articuladas, que sufren, además, las consecuencias de una topografía adversa.
Es un barrio íntimo, con pocos espacios públicos y una limitada vida comercial.
La calle Amaniel es el eje norte-sur
que lo vertebra y va encontrándose perpendicularmente con las vías este-oeste.
La calle Conde Duque que acompaña al
gran centro cultural es otra de las referencias de la zona.
Plaza de las Comendadoras
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La Plaza de las Comendadoras, contigua al
convento del mismo nombre es el mayor espacio estancial de la zona. La otra
plaza reseñable es la de la Guardia de
Corps, que se encuentra casi enfrentada a la entrada principal del Centro
Cultural y fue surgiendo con el tiempo a partir de las demoliciones de varios
edificios del afilado triángulo que conforma la manzana que separa la calle del
Conde Duque de la calle Limón.
Plaza de la Guardia de Corps
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No obstante,
el mayor espacio libre de la zona se sitúa en el norte del antiguo cuartel.
Originado por la demolición de espacios anexos al cuartel, es un espacio verde,
mal formalizado, con dificultades de relieve y acceso, y ocupado por varias
pistas deportivas que aportan poco al entorno.
Escalinata de acceso desde la calle Princesa a la Plaza
de Cristino Martos.
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Por su parte,
la zona sur ha sufrido transformaciones tan importantes que queda poco de la
trama tradicional: por ejemplo con la apertura de la Gran Vía, particularmente
del tercer tramo que se trazó en parte sobre esta zona, originando derribos muy
numerosos de la trama antigua; con la
creación de la Plaza de España, la nivelación de la calle Princesa y la
construcción del singular Edificio España, intervenciones que modificaron
radicalmente las relaciones existentes en el tejido primitivo; o con las sucesivas
remodelaciones del entorno del antiguo Convento de los Mostenses (a las que nos
referiremos más adelante) que dejaron como resultado un irregular conjunto de
calles.
El sector occidental
La
construcción del Cuartel del Conde Duque
determinaría el desarrollo urbano de la zona occidental del barrio, que va
desde este edificio hasta el cruce de las calles Princesa y Alberto Aguilera.
Las extraordinarias dimensiones del inmueble y su posición central impedirían
la continuidad urbana del trazado procedente de Malasaña. El efecto barrera
provocado por este edificio sería aumentado por la extensa finca del Palacio
del Liria que se adosó al cuartel.
Por ello, en
este área no se consolidó el ambiente ciudadano residencial, teniendo una
formalización vinculada a la implantación de grandes edificios institucionales.
A partir de la implantación del Conde Duque, allí se ubicarían desde el
Palacio de Liria y sus jardines hasta el desaparecido Seminario de Nobles o los
numerosos edificios militares que todavía permanecen en la actualidad. También
se acabarían sumando los edificios de la Universidad Pontifica de Comillas
(ICAI e ICADE).
El antiguo Barrio de Pozas (del que nos ocupamos en
el siguiente apartado) fue, durante poco más de cien años, una excepción
residencial dentro de ese carácter mayoritariamente institucional. Su
sustitución por el complejo comercial del El
Corte Inglés y los hoteles contiguos acabaría por consolidar el marcado carácter
dotacional del sector occidental.
El espacio
urbano de la zona es consecuencia de todo ello. Las pocas calles existentes
presentan un gran protagonismo del tráfico rodado (Serrano Jover, Mártires de
Alcalá o Santa Cruz de Marcenado, la
única que discurre por los dos sectores del barrio). La intensa actividad
comercial de las calles exteriores (Princesa
y Alberto Aguilera) contrasta con la
ausencia, casi total, de esa actividad en las interiores que, además, se ven lastradas
tanto por las entradas y salidas de los túneles que conectan subterráneamente la
red circulatoria y proporcionan acceso al parking del gran centro comercial,
como por la reiteración de los muros de vallado o las refractarias plantas
bajas de los edificios dotacionales.
El particular
ambiente urbano, caracterizado por el movimiento, se manifiesta igualmente en
la ausencia de lugares de estancia. Las plazas no han encontrado su sitio en
una trama dominada por la circulación.
El “triángulo” según la planimetría actual.
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La transformación histórica
de las esquinas del “triángulo” (Memoria de espacios desaparecidos).
Mientras que
el interior del barrio mantiene, más o menos, su idiosincrasia tradicional, sus
“esquinas” (los vértices del “triángulo”) han sufrido intensas remodelaciones,
principalmente durante el siglo XX. Estas transformaciones, superaron el marco
de lo arquitectónico para modificar tanto el trazado urbano como el ambiente de
su entorno. Encontramos el caso de viviendas que dejaron paso a un complejo
comercial, el de un hospital sustituido por viviendas, o el de un convento que
acabó desplazado por un mercado y por la nueva Gran Vía.
Imagen de Madrid en 1943. En el centro se observa el
desaparecido Barrio de Pozas que se encontraba en el gran solar triangular que
ahora ocupa El Corte Inglés de Princesa y los hoteles contiguos.
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Del Barrio de Pozas al complejo
comercial y hotelero (El Corte Inglés de Princesa).
El vértice noroeste del triángulo destaca ya en el plano de Texeira. Allí aparece dibujado un curioso solar
triangular, ubicado en las afueras de la ciudad, próximo a la Puerta de San
Bernardino (entonces de San Joaquín). Sobre ese peculiar terreno el promotor
Angel Pozas levantaría, en 1863, el barrio que sería conocido con su nombre
(delimitado por las actuales calles Princesa,
Alberto Aguilera y Serrano Jover).
El Barrio de Pozas mantuvo esa
formalización triangular tan particular y se convirtió en la “proa” noroeste del
casco madrileño. En ese tiempo, faltaba poco para el derribo de las murallas
(1868), y el Ensanche de Castro había iniciado su larga andadura (1860).
También se estaba construyendo la primera fase del Ensanche de Arguelles, que
arrancó en 1857, diseñado igualmente por Castro sobre la extensa finca del
Príncipe Pío.
Durante sus
poco más de cien años de existencia, fue un barrio modesto, habitado
principalmente por clase obrera, pero que alcanzó gran popularidad. Finalmente
el barrio fue demolido en 1972, en una controvertida operación inmobiliaria que
tuvo bastante resistencia ciudadana, aunque al final acabó claudicando. En ese
solar se construyó un nuevo centro de El
Corte Inglés (el de “Princesa”) y varios hoteles de lujo.
Del Hospital de la Princesa a las
viviendas del Patronato Militar.
En la esquina
de la calle Alberto Aguilera y San Bernardo se situaba el Hospital de
la Princesa, que fue levantado en 1857 con el impulso de la reina Isabel II.
Durante la
Guerra Civil española, dada su proximidad al frente en el que se estaba
librando la batalla por Madrid, el Hospital fue trasladado al Colegio del Pilar
del Barrio de Salamanca. Aunque volvería a su ubicación original, sería por
poco tiempo, ya que debido al deteriorado estado del edificio, el hospital
sería reubicado definitivamente en uno nuevo que se construyó en la calle Diego de León.
El antiguo
hospital, abandonado y decadente acabaría siendo derribado y en su solar se
levantaron, en 1975, las viviendas para el Patronato Militar que proyectaron
Fernando Higueras (1930-2008) y Antonio Miró (1931-2011). El conjunto destaca
por su tratamiento del hormigón visto y la omnipresencia de la vegetación que
cuelga de sus terrazas, siendo uno de los hitos de la arquitectura española de
la década de 1970.
El primer Mercado de los Mostenses que fue demolido en
1925.En primer término los solares vacíos dejados por los edificios derribados
para la construcción del tercer tramo de la Gran Vía.
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Del Convento de los Mostenses a los dos
mercados del mismo nombre.
El vértice
sur del triángulo será el más afectado por las transformaciones. En primer
lugar, por la estrategia de “esponjamiento” de la densa trama madrileña que
puso en marcha el rey José Bonaparte, que ocasionó la desamortización y
posterior derribo del antiguo convento de los Mostenses (oficialmente denominado
Convento
de los Padres Premostratenses de San Norberto). En 1810 cayó el convento y
un año después lo hizo la Iglesia, que había sido proyectada por Ventura
Rodriguez en 1754.
No obstante,
el objetivo inicial de creación de espacio libre fue olvidado, ya que sobre el
gran solar resultante se construiría décadas después un nuevo mercado de
abastos para la ciudad. Esa primera construcción, que recibió el nombre de Mercado de los Mostenses fue un ejemplo sobresaliente
de la arquitectura de acero y vidrio del siglo XIX. Proyectado por el arquitecto
Mariano Calvo Pereira siguiendo el estilo de Les Halles de París, fue inaugurado en 1875 (este mercado era
“hermano” del antiguo Mercado del Cebada, proyectado por el mismo arquitecto).
Ese mercado
también acabaría demolido en 1925 justificando su incomprensible derribo en las
exigencias del último tramo de la Gran Vía, aunque el edificio no interfería en
su trazado, como puede comprobarse en los planos del trazado inicial de la
calle. El solar resultante de su derribo fue reordenado, levantando un bloque
residencial en el frente de la Gran Vía (verdadero motivo del derribo) y un
nuevo mercado, un anodino y poco interesante edificio de ladrillo que se construyó
detrás de las viviendas en 1946.
Del Seminario de Nobles al complejo
militar.
A pesar de no
situarse en posición de esquina, considerando el ámbito actual, el Seminario de
Nobles ocupó esa posición de vértice durante muchos años (como puede apreciarse
en el plano de 1769 de Espinosa de los Monteros), hasta que el Barrio de Pozas extendió
el “triángulo” urbano.
El Seminario
de Nobles fue una institución docente destinada a educar a los hijos de la
nobleza en los niveles preuniversitarios, con el objetivo de ir formando a la
élite que necesitaba la monarquía. Creado en 1725 por Felipe V y dirigido por la
Compañía de Jesús, se mantuvo bajo su órbita hasta que en 1767, los jesuitas fueron
expulsados de España.
La
institución siguió funcionando regida desde la Corona hasta 1836, con el
paréntesis de la invasión francesa que lo convirtió temporalmente en cuartel. Desde
ese año, alojó provisionalmente la Universidad Complutense que procedía de
Alcalá y que finalmente se alojaría en el nuevo edificio de la calle San
Bernardo (como Universidad Central).
A partir de 1841
el edificio pasó a titularidad del Ministerio de la Guerra que lo destinó a
Hospital Militar. En 1889, sufrió un incendio que motivo la construcción del
nuevo Hospital Militar de Carabanchel (que con el tiempo y numerosas reformas
se convertiría en el actual Hospital Gómez Ulla). Definitivamente, el antiguo
Seminario de Nobles fue derribado y en
su extenso solar se instalaron nuevos inmuebles vinculados a usos militares
(entre ellos el Laboratorio de Ingenieros del Ejército, la Biblioteca Central
Militar y el Servicio Histórico Militar).
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