Imagen de la espectacular primera escena de “In weiter
Ferne, so nah!”, un travelling aéreo alrededor de la Columna de la Victoria (Siegessäule)
que preside el Tiergarten de Berlín.
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La
construcción de la identidad inmaterial de las ciudades debe mucho al cine. La
creación de imágenes alimenta mitos urbanos que pueblan nuestra mente forjando
nuestra concepción sobre ellas. En algunos casos afortunados se produce una
magia especial entre el contenido y la
ciudad elegida. Berlín es uno de estos casos.
Wim Wenders
dirigió en 1987 una historia doble, sobre dos mundos, el de los ángeles y el de
los mortales (Himmel über Berlin, El Cielo sobre Berlín). Berlín era el escenario
perfecto para representarla dada su condición de Ciudad Doble, dividida por el
Muro de la vergüenza. En este juego de duplicidades, Wenders rodó una segunda
parte en 1993 (In weiter Ferne, so nah!,
¡Tan lejos, tan cerca!), con la ciudad iniciando su esforzada reunificación, y
la metáfora urbana volvió a encajar para encarnar la reunión de los dos
universos.
Las películas
son un complejo ejercicio de gran belleza, en las que la ciudad se convierte en
el vehículo simbólico ideal para trasladar sus mensajes.
Aprovecharemos la referencia para acercarnos a la construcción de la Ciudad Doble en el Berlín de la década de 1950.
Aprovecharemos la referencia para acercarnos a la construcción de la Ciudad Doble en el Berlín de la década de 1950.
La identidad
de las ciudades y nuestra percepción sobre ellas se construyen con la suma de
muchos elementos. Muchos son inmateriales y el cine es una de las principales
fuentes generadoras de los mismos.
El cine nos inculca
visiones urbanas. Las ciudades son escenarios habituales de las producciones.
En ocasiones son contextos anónimos y en otras aparecen presentando sus hitos
más representativos (contemporáneos o recreados desde la historia). La potencia
evocadora de ese mundo audiovisual es
capaz de crear “realidades aparentes” que toman forma muy sólida en nuestro interior y nos permiten “experimentar” realidades ficticias que no hemos vivido. Nueva
York, París, Roma, Los Angeles, etc. son ciudades y a la vez son productos
culturales instalados en nuestra mente. El cine (y la televisión) nos trasladan
imágenes seleccionadas que recibimos y asimilamos, hasta tal punto, que nos
resultan familiares ciudades y lugares en los que no hemos estado nunca.
Incluso puede suceder que el conocimiento directo defraude las expectativas
creadas por la magia visual.
Pero en ciertos casos afortunados, salta una chispa especial entre la
historia que se relata y la ciudad
elegida para albergarla. Entonces se produce una sintonía que hace que sean
inseparables.
Berlín, que también
cuenta con ejemplos que la definen, ha sido bendecida por ese hechizo visual. En
particular contamos con dos obras salidas de la mente de Wim Wenders, en las
que, más allá de las imágenes que puedan resultar icónicas, la ciudad se
convierte en una metáfora inseparable del mensaje de la película. “Himmel über Berlin” (El Cielo sobre
Berlín) y In weiter Ferne, so nah!
(¡Tan lejos, tan cerca!) no serían lo mismo sin ese escenario, dividido en dos,
duplicado dolorosamente y finalmente vuelto a reunir con gran esfuerzo.
Las vistas aéreas, reflejando la visión de los ángeles, son habituales en la película. Der Himmel über Berlin (El Cielo sobre Berlín). Wim Wenders, 1987 |
Dos obras maestras
del cine europeo aliadas con Berlín.
Wim Wenders
(1945), junto a Fassbinder o Werner Herzog entre otros, es uno de los
principales representantes del Nuevo Cine Alemán.
En su obra
son habituales las reflexiones sobre la realidad alemana, sobre la relación con
su historia reciente o con la cultura occidental, particularmente
norteamericana. De hecho, su estilo, sus temas, en incluso sus geografías se
mueven entre dos culturas: la europea y la norteamericana. En su obra también aparece
su pasión por la fotografía, la reflexión adquirida en sus abandonados estudios
de filosofía o la afición por la literatura.
Fue
afianzando su obra en los primeros años de la década de los setenta, hasta que
en 1977 le llegó el reconocimiento internacional gracias a “El amigo americano”,
película basada en la novela “El juego de Ripley”, de Patricia Highsmith.
Desde
entonces, ha ido combinando su presencia en Estados Unidos y en Europa, desarrollando
una carrera singular y mucho más personal que conjuga películas intimistas
(como Paris, Texas en 1984; El Cielo sobre Berlín en 1987, o ¡Tan lejos, tan cerca! en 1993) con
documentales (como Tokio-Ga, de
1985; Buena Vista Social Club de 1999; o Pina de 2011).
¿Dónde está la Potsdamer Platz? Pregunta el anciano. Der
Himmel über Berlin (El Cielo sobre Berlín). Wim Wenders, 1987.
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“Himmel
über Berlin” (El Cielo sobre Berlín) es una historia sobre ángeles que acompañan a las
personas, que escuchan sus pensamientos e intentan reconfortarlos insuflándoles
ánimo cuando están decaídos. Estos seres celestiales observan desde las alturas
de la ciudad los avatares de los humanos y descienden para acercarse a ellos y
transmitirles esa energía positiva, pero tienen estrictamente prohibido
intervenir en sus vidas.
Cassiel y
Damiel son dos de estos ángeles acompañantes. Pero Damiel manifiesta dudas
sobre su perfecta y monótona inmortalidad y anhela conocer la vida humana,
sentida con todos sus matices y con todas sus pasiones. Damiel desea sentir la
lluvia, el aroma de una flor, el sabor de un café o experimentar esas pasiones
que perturban las vidas de los mortales.
En su
seguimiento de la joven Marion, trapecista francesa de un humilde circo que está
de paso en Berlín, el ángel conoce sus dudas, su soledad, sus ansias y deseos, sus
sentimientos, y acaba enamorándose de ella. Esta emoción le impulsará a
renunciar a su estatus celestial para acabar convertido en un simple ser
humano, buscar a la chica, e intentar iniciar una vida en común.
En la
secuela, In weiter Ferne, so nah! (¡Tan lejos, tan cerca!), Damiel vive
feliz con Marion y la hija que han tenido, regentando una pizzería en Berlín.
Cassiel reflexiona sobre la limitación que le impide intervenir en la vida
humana, haciendo partícipe de ello a su nueva compañera celestial, Raphaela. En un
momento dado, Cassiel desatiende la prohibición y salva de la muerte a una niña
que caía desde una terraza. Inmediatamente es castigado con su conversión en
mortal y comienza una vida humana a la que se lanza con pasión y exceso.
Cassiel no
cuenta con el amor como guía como ocurría con Damiel, pero dispone de gran
ternura y bondad, comenzando un azaroso recorrido vital que acaba
relacionándolo con turbios negocios de armas. Entonces se impone la misión de
ayudar a unos antiguos protegidos (la familia de la niña a la que salvó) que
tienen problemas relacionados con ese arriesgado contexto. Para conseguirlo, deberá
superar las dificultades que le ocasiona el tiempo (encarnado por Emit Flesti, Time Itself al revés) y acudir a su
antiguo compañero Damiel. Logrará su propósito, pero perderá la vida en ello en
un sacrificio que Cassiel ofrece con felicidad.
Cassiel y Raphaela observan la ciudad desde la Puerta
de Brandemburgo. In weiter Ferne, so nah!” (¡Tan lejos, tan cerca!). Wim
Wenders, 1993.
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Las películas
gravitan permanentemente entre los dos mundos, el celestial y el humano. Y esta
dicotomía se manifiesta de formas diferentes. Por ejemplo, a través del juego alternado del blanco y negro
(expresando la visión de los ángeles) y del
color (con el punto de vista de los mortales). En la primera de las dos películas
domina la visión en grises, mientras que en la segunda manda el color.
Los dos mundos encuentran en el
escenario berlinés la metáfora perfecta. La primera película fue rodada en 1987, cuando Berlín
era la Ciudad Doble, dividida por el Muro que separaba dos mundos
incomunicados. La segunda es posterior a la caída del Muro, ya que fue rodada
en 1993, en los primeros tiempos de la reunificación alemana y berlinesa. El
Berlín de los primeros años noventa era una ciudad en la que los dos
sectores se encontraban “tan cerca y tan
lejos”, ya que la reunión, tras cuarenta años de separación, estaba resultando
compleja y difícil, como la integración en la naturaleza humana del alma
celestial de Cassiel.
Dentro de la frontera del Muro, Damiel insiste en sus dudas.
Der Himmel über Berlin (El Cielo sobre Berlín). Wim Wenders, 1987.
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Más allá del
argumento, la película es una reflexión
con altas dosis de filosofía y teología. El guión fue escrito por el
escritor austriaco Peter Handke a partir de unas indicaciones de Wenders. Sus
reflexiones sobre la existencia y el paso del tiempo, sobre la incomunicación,
el valor de las emociones, la desesperanza o las depresiones y los sentimientos
humanos van marcando la evolución de ambas obras.
La reflexión
sobre la historia alemana se encuentra también presente en ambos casos. De una
manera más tangencial en la primera y perfectamente encajada en el argumento de
la segunda. El régimen nazi y la Segunda Guerra Mundial aparecen como telón de
fondo en esa ciudad dividida.
Las películas
mezclan sin solución de continuidad momentos contemporáneos, situaciones
históricas, visiones angelicales o el punto de vista humano como una analogía
del juego de confusión de realidades tan natural en nuestra mente
El ángel acompaña el paseo solitario del anciano por
los desolados paisajes próximos al Muro. Der Himmel über Berlin (El Cielo sobre
Berlín). Wim Wenders, 1987.
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Son además, un ejercicio estético de primer nivel.
La fotografía destaca por sus composiciones así como por los ejercicios corales de
los sobrevuelos angélicos.
Berlín
aparece desde la primera toma, cuando la vista aérea muestra la ciudad. La
segunda, se abre con un travelling espectacular alrededor de la gigantesca columna que sostiene la
estatua de la Victoria que focaliza el Tiergarten, el gran parque de la ciudad,
y desde la que Cassiel observa el devenir de los humanos.
Las obras son
metafóricas también en los detalles. Por ejemplo la protagonista de la primera,
es trapecista, alejándose del suelo y acercándose al cielo con sus bellos y
arriesgados movimientos. O cuando en la segunda, Cassiel es asesinado y queda suspendido
en el aire en su retorno al mundo angelical.
Wenders cuida la aparición de arquitecturas y
en particular uno de los escenarios más espectaculares de la película: la
Biblioteca Nacional (Berliner
Staatsbibliothek) diseñada por Hans Scharoun en 1971. En sus
extraordinarios espacios interiores, los ángeles acompañan a los humanos.
También la
música tiene su presencia y sus juegos. El concierto en vivo como reunión está
presente en ambas (en la primera con Nick Cave que entonces vivía en Berlín
Oeste y en la segunda con Lou Reed, como guiño a Berlín, la obra maestra que éste creó en 1973)
Las dos
películas son extraordinarias, y así fueron reconocidas con múltiples premios en diferentes certámenes (por
ejemplo en Cannes, donde la primera proporcionó a Wim Wenders el Premio al
Mejor Director, mientras que la segunda logró el Gran Premio del Jurado).
En Youtube
pueden verse las versiones originales
con subtítulos en español, tanto de Der Himmel über Berlin (El Cielo sobre Berlín) como de In weiter Ferne, so nah! (¡Tan lejos,
tan cerca!). En este caso en dos partes: In weiter Ferne, so nah!, parte primera y In weiter Ferne, so nah!, parte segunda.
El cine
norteamericano realizó en 1998 una versión (llamarla remake sería demasiado) en la que desapareció la base reflexiva y
estética de Wenders para quedarse en la superficialidad argumental del ángel
que renuncia a su inmortalidad por amor. Nicholas Cage y Meg Ryan
protagonizaron esa película titulada “City
of Angels” (Ciudad de ángeles), que por cierto incluía una canción
compuesta para el film por Peter Gabriel como tema principal (tampoco él
alcanzó su mejor nivel).
Berlín, Ciudad Doble
Berlín, tras
la Segunda Guerra Mundial era una pura ruina y Alemania, sometida al control
administrativo de las potencias aliadas vencedoras, comenzó a dar síntomas de
bifrontismo. En 1948, la Alemania oriental, (confiada a la Unión Soviética) y la
occidental (cuyas potencias tutelantes, británica, francesa y norteamericana, habían unido sus territorios), comenzaron a caminar en sentido contrario, alejándose cada vez
más una de otra desde el punto de vista político.
Berlín tras la toma de la ciudad en 1945. Arriba el Reichstaga y debajo, la zona de la Ostbahnhof.
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No obstante,
tras la guerra hubo varios intentos de planificar la reconstrucción de forma
unitaria. Entre ellos, el Plan Colectivo (Kollectivplan)
de Hans Scharoun fechado en 1946; el Plan Zehlendorfer (Zehlendorferplan), del mismo año; el plan de Paul Bonatz de 1948; o
el Plan General de Reconstrucción de Berlín de 1949, de la Inspección General
de Edificaciones de la ciudad, que aprovechaba alguna de las ideas previas.
Todos fracasaron por los enfrentamientos ideológicos. Tras la ruptura de
relaciones entre el sector oriental y el occidental, cada uno optó por marcar
su propio rumbo. Con ello comenzaba a
manifestarse la Ciudad Doble.
La existencia
de dos Berlines bien distintos se fue
expresando a través de sus realizaciones urbanas y arquitectónicas, incluso
antes de levantar el Muro divisor. El casco histórico (situado en la zona
oriental) dejó de ser el centro gravitacional de la ciudad y la Ciudad Doble
marcó dos trayectorias, con sentidos opuestos. Mientras Berlín Oriental se
movía hacia el este, siguiendo la Karl Marx Allee; el Berlín Occidental, lo
hacía potenciando Kurfürstendamm (Ku'damm).
Aquel mundo
bipolar acabó representado dramáticamente. En la antigua capital se construyó
un Muro en 1961 que separó esas dos zonas en las que había acabado administrada
la ciudad (realmente lo que hizo fue aislar la parte occidental que se
convirtió en una isla capitalista dentro de un entorno comunista). La población
asistió con estupor a la división que, en muchos casos, separó familias. La
constitución de las dos Alemanias y del Berlín Doble fue tratada en otro
artículo de este blog “Berlín reunificado tras la caída del Muro y el final de la Ciudad Doble”.
El rumbo del Berlín Occidental
El sector
oeste de la ciudad, el que había quedado bajo la administración de las
potencias occidentales (Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos) no contaba con
las áreas centrales de la antigua capital, lo cual determinó la estrategia posterior.
Berlín occidental inició un proceso de reconstrucción basado en la renovación.
Se eliminaban las ruinas conservando básicamente el trazado urbano para una
edificación nueva. Berlín Occidental se asemejaba a una página casi en blanco
donde mostrar la fuerza del bloque capitalista al que representaba. De hecho, Berlín
fue durante décadas un territorio de confrontación política, un escaparate
donde las potencias que luchaban en la “guerra fría” mostraban sus capacidades.
El Berlín
Oeste fue alejándose del centro tradicional creando un nueva área de
referencia que se articulaba desde la avenida Kurfürstendamm
(popularmente conocida como Ku'damm),
la larga arteria berlinesa que se convirtió en el alma comercial y de ocio del
sector oeste, una gran “exposición” del tipo de vida occidental-capitalista. La
vía arranca en la proximidad de las ruinas consolidadas de la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm y se aleja hacia el oeste
a lo largo de unos 3,5 kilómetros. Por el contrario, los
barrios situados en la proximidad de la
frontera (donde acabaría siendo levantado el Muro), que fueron centrales en la
ciudad histórica, habían pasado a ocupar zonas marginales, sufriendo las
consecuencias de este cambio. El ejemplo de Kreuzberg
ilustra lo sucedido en estos barrios “periféricos” que pasaron a ser lugares
para la cultura alternativa y destino de la inmigración (particularmente turca
en este caso).
En 1956, se
puso en marcha la exposición Universal de Arquitectura, conocida como Interbau1957 (Internationale
Bauausstellung ó IBA 57), que se levantó
en el barrio de la Hansa (Hansaviertel)
situado en la esquina noroccidental del Tiergarten, sobre el solar que habían
dejado las ruinas de las antiguas embajadas. La Interbau quería mostrar el modelo
occidental de ciudad moderna. El barrio creado contó con aportaciones de
algunos de los arquitectos más relevantes del momento (como Alvar Aalto, Jacob
Bakema, Jo Van der Broek, Oscar Niemeyer, Egon Eiermann, Arne Jacobsen, Pierre Vago o Walter Gropius
entre otros)
Plano general de la propuesta presentada por Alison y
Peter Smithson al concurso para la reordenación de Berlín, celebrado en 1958.
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El Oeste
promovió en 1958 un concurso para el
replanteamiento urbano de la ciudad central (Haupstadt Berlin). El ámbito de actuación reunía de nuevo, al
menos en teoría, el centro de Berlín, intentando mantener viva la idea de
unidad (defraudada años después con la construcción del Muro). En general las
propuestas fueron muy radicales, ignorando las estructuras históricas y
proponiendo modelos de ciudad experimental de rabiosa modernidad. El concurso (que
lógicamente quedó como un ejercicio teórico de reflexión urbana) fue ganado por Friedrich
Spengelin y Gert Pempelfort, sobre participantes tan reconocidos como Hans Scharoun,
Le Corbusier o Alison y Peter Smithson.
Por otra
parte, y dado que los grandes edificios públicos habían quedado en el sector
oriental, Berlín Oeste carecía de
dotaciones y por ello en los primeros años de posguerra las inversiones se
dirigieron a compensar el déficit de espacios culturales y de servicio. En 1956
se concibió el Kulturforum, para además, mostrar el poderío del bloque
occidental. La localización próxima al muro y los edificios, visibles desde el
sector oriental, evidenciaban ese interés propagandístico. Allí se construyeron
la extraordinaria Neue Nationalgalerie
(construida entre 1965 y 1968) de Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969), el Auditorio para la Filarmónica de Berlín
(entre 1956 y 1963) o la gran Biblioteca
Nacional (entre 1964 y 1978), ambos realizados por Hans Scharoun (1893-1972)
(la Biblioteca es una de los escenarios privilegiados por la mirada de Win
Wenders en “El Cielo sobre Berlín”). El Kulturforum
se convirtió en un referente para la Arquitectura mostrando las tendencias
pujantes en la modernidad occidental: el “clasicismo-racionalismo” miesiano y
el “organicismo-expresionismo” de Scharoun.
El Berlín
occidental, volvería a la carga con una nueva Exposición Internacional de
Arquitectura destinada principalmente a la vivienda social. La Internationale BauAusstellung Berlin
(IBA), que inicialmente se planteó para 1984, sufriendo retrasos que
aconsejaron vincularla al 750 aniversario de la ciudad (1987). La que acabó
siendo reconocida como la IBA 87, fue muy influyente en esos
años finales de la década con su apuesta por el morfologismo, la recuperación
de la historia o la visión del mundo postmoderno.
La IBA 87 fue analizada en un artículo de
este blog: Berlín, el laboratorio urbano y arquitectónico del siglo XX. La experiencia de la IBA 87.
Dos años
después caía el Muro, comenzaba la reunificación del país y la recuperación de
la capitalidad para Berlín.
El rumbo del Berlín Oriental
La distribución
del control de Berlín entre las potencias victoriosas, adjudicó el sector
oriental de la ciudad, que incluía el Centro histórico de la ciudad, a la Unión
Soviética. Este país también administraría el territorio alemán oriental, en el
que se encontraba la capital. Pronto surgieron las desavenencias entre los
rusos y el resto de aliados que causarían la conversión de Berlín en la Ciudad
Doble.
Desde 1948, Berlín
Oriental comenzó a evolucionar sin tener en cuenta la visión de conjunto, de
forma similar al proceder de la parte occidental, pero sus circunstancias eran
diferentes.
Primero porque
dentro de su demarcación se encontraba el
casco antiguo de la ciudad, lo cual suponía que los grandes edificios
representativos se encontraban allí y aunque estaban muy afectados por la
guerra podrían ser reconstruidos y ceder su significación icónica al nuevo
régimen prosoviético. En segundo lugar, porque dado que Berlín se encontraba dentro
del territorio asignado a la URSS, el
sector oriental de la ciudad contaba con la continuidad del entorno
(mientras que Berlín Occidental era una “isla” rodeada del mar comunista). Por
ello, y también por el deseo de conectar con la “tradición alemana” intentando marginar
a los vecinos occidentales, Berlín
(oriental) continuaría siendo una ciudad capital (aunque solamente de la
República Democrática de Alemania, RDA). La República Federal de Alemania, RFA,
había trasladado su capital a Bonn.
Conviene
recordar que las decisiones en la antigua RDA eran tomadas dentro de la
estructura del Partido, de forma jerarquizada y sin intervención de agentes
privados, habituales en el mundo occidental. No había mercado de suelo y la
planificación urbanística era un asunto que trascendía la escena local para
convertirse en un asunto de Estado.
Una de las
primeras tareas fue acometer la reconstrucción
del casco antiguo, labor que se hizo siguiendo unos criterios de gran academicismo,
recuperando los edificios tal cual eran antes de la guerra. En paralelo a esa
reconstrucción acrítica se planteó la creación de una nueva ciudad que debía
mostrar los valores colectivos del socialismo.
En ese
contexto y para que sirvieran de base para el nuevo urbanismo y la nueva
arquitectura se decretaron en 1950 los “Principios
de Urbanismo”, 16 puntos que orientaban la construcción de la ciudad
“socialista”. En ellos se destaca la primacía industrial dentro de los usos
urbanos, hasta convertirse en la causa de la ciudad; también la apuesta por la
centralidad; o el rechazo a la ciudad jardín. Igualmente es reseñable la
supeditación de la arquitectura al urbanismo (el urbanismo debía ser el fundamento
de la forma arquitectónica) o como se establecía que la arquitectura y la
ciudad debían ser comprendidas por “el pueblo”, lo que conllevaba el rechazo
expreso de los esquemas abstractos. Esta declaración se enfrentó radicalmente a
los principios de la “Carta de Atenas” que defendían los arquitectos de la
modernidad occidental.
Los 16
principios fueron la inspiración de la primera gran intervención en Berlín
Oriental. La gran operación de la primera época y que rivalizaría con los
esfuerzos occidentales (como la Interbau)
fue la construcción de la gran avenida Karl
Marx Allee (que inicialmente se denominó Stalinallee). Esta vía se convertiría en la espina dorsal del
crecimiento del nuevo Berlín que quedaría reflejado en el Plan General (Gesamtplan) de 1955.
Para la
realización de la gran avenida, se convocó en 1951 un concurso del que seleccionaron
cinco propuestas ganadoras. Se animó a los cinco autores a trabajar
colectivamente para consensuar un proyecto único, pero la propuesta híbrida no
fue bien recibida por los políticos. Entonces, aprovechando la situación,
Herman Henselmann (1905-1995), que no había participado
en el concurso, presentó una propuesta propia. Henselmann era un arquitecto
reconocido en aquella época, que había destacado en la modernidad de
entreguerras y que había renunciado públicamente a ella, acogiéndose al nuevo
ideario socialista. Además, Henselmann había diseñado en 1951 el Weberwiese, un rascacielos situado en la
avenida, coherente con el nuevo neoclasicismo socialista y que se había
convertido en una referencia para la imagen deseada del conjunto. Finalmente,
se dividió el trazado en seis sectores que fueron adjudicados a los cinco
ganadores (Egon Hartmann, Richard Paulick, Hans Hopp, Karl Souradny y Kurt
Leucht) y a Henselmann.
El “realismo
socialista” levantaría en la Karl Marx
Allee un conjunto simbólico. Esta gran avenida, que seguía el viejo trazado
de la Frankfurterstrasse, con una
anchura de 89 metros y una longitud cercana a los 2 kilómetros, sería el
soporte de la construcción de viviendas (bloques de ocho plantas y torres que
jalonaban el espacio) que fueron diseñadas siguiendo las nuevas pautas socialistas
y que se convirtieron en factor propagandístico por parte del régimen. Fue
construida entre 1952 y 1960 convirtiéndose en el gran estandarte de la
propaganda de la RDA que se enfrentaba a la exposición internacional occidental,
la Interbau de 1957.
A finales de la década de 1950, la
visión urbana comienza a cambiar. El clasicismo se cuestiona como estilo y se propugna una nueva forma
de planificar, con menos concesiones estilísticas, más industrial,
privilegiando la tipificación, la prefabricación y buscando unos costes
económicos ajustados (parece que los presupuestos de las viviendas de la Karl
Marx Allee se habían disparado al menos un 50%). Comienza la construcción de los grandes edificios de
viviendas industrializados que protagonizaran el paisaje urbano a partir de
los años 60.
Esta apuesta del
Berlín Oriental por la “modernidad” también buscó ejemplos para mostrar a
occidente su poderío. De hecho levantó edificios en localizaciones bien
visibles desde el otro sector (como Wohngebiet
Fischerinsel o el Wohnkomplex Leipziger
Strasse).
Pero de los
primeros conjuntos se pasó a los grandes desarrollos a partir de la década de
1970, en los que se plantaban extensos barrios sin planificar su inserción
urbana. La reflexión sobre la ciudad había desaparecido y la construcción
masiva de viviendas (y su industria) se impuso frente al urbanismo. La centralización
de las decisiones y la industrialización de elementos provocaron una gran
uniformidad de las propuestas generando un paisaje urbano monótono y
repetitivo. Esta filosofía, se mantendría (aunque la producción fue menos
intensa en los ochenta) hasta la caída del régimen.
Finalmente,
en el año 1989, el contexto político internacional y las claves internas del
régimen soviético propiciaron la caída
del Muro y el comienzo de la reunificación de Alemania y de Berlín, que
recuperó la capitalidad. Sus claves urbanas fueron analizadas en otro artículo
de este blog “Berlín reunificado tras la caída del Muro y el final de la Ciudad Doble”.
Gracias por el análisis a la película, yo no había captado que el personaje de Dafoe era el Tiempo, creía que era un demonio y por eso no entendí cuando al final trata de ayudarlo.
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