“Terraza de café
por la noche” (Vincent Van Gogh, 1888)
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Uno de los temas controvertidos en la
ciudad es la utilización de su espacio público para la actividad económica. Este asunto afecta desde a los
conocidos parquímetros en las calles, hasta la instalación de kioscos o
mercadillos, pasando por el arrendamiento de algún espacio singular para la
celebración de eventos.
En esta
línea, una de las cuestiones que más atención está suscitando actualmente es la
proliferación de terrazas vinculadas a
bares y restaurantes. Los ciudadanos las aprecian y desde siempre han
gozado de un intenso uso en épocas favorables climatológicamente, pero algunas
circunstancias sobrevenidas (como las derivadas de la ley anti-tabaco española)
las está potenciando incluso en periodos teóricamente adversos. Muchas terrazas
están perdiendo la temporalidad que las
había caracterizado y están entrando a formar parte del mobiliario permanente de
nuestras ciudades. Este hecho justifica la necesidad de repensar su
implantación así como el adecuado diseño de las mismas.
El espacio
público está poblado por múltiples y variados elementos que conforman un
heterogéneo conjunto que conocemos como “mobiliario urbano”. Algunas de sus
piezas son esenciales para la operativa del propio espacio, otras son
importantes para mejorar la calidad de su uso, y también encontramos
mobiliario, aparentemente menos trascendental pero con fuertes implicaciones
sociales. En cualquier caso, todas repercuten en la imagen de la escena urbana.
Y el diseño de las terrazas se está revelando como un reto pendiente.
Las terrazas han sido objeto de
reflexión en el MADinUSAL (Máster en Arquitectura y Diseño
Interior de la Universidad de Salamanca), dentro del Taller de Análisis de
Tendencias dirigido por Carlos Lahoz y Luis Barrero, bajo el título “El
Interior en el Exterior”.
En este
primer artículo realizaremos un acercamiento general al mundo de las terrazas
en el espacio público.
Hay un primer debate que suscita
controversias. Es el que se refiere a la utilización del espacio público como
generador de rentas.
Las muestras son variadas, desde los parquímetros que suponen el pago por el
aparcamiento de vehículos en las calles de los centros de las ciudades, hasta
la implantación de concesiones para kioscos comerciales, mercadillos temporales
o las propias terrazas vinculadas a cafés, bares o restaurantes. En algunos
casos, y la experiencia norteamericana da buenos ejemplos, pueden alquilarse
temporalmente espacios singulares de la ciudad para la celebración de
determinados eventos promovidos por
empresas privadas (el Millenium Park
de Chicago es todo un emblema ya que casi todos sus espacios cuentan con un
“apellido “comercial y son alquilables con posibilidades muy variadas).
Los
defensores de esta tesis argumentan que el arrendamiento de esos lugares genera
unos ingresos complementarios a las arcas públicas que, en algunos casos,
tienen importancia. Además ven en ello una importante animación de la vida
ciudadana al potenciar negocios e intensificar el contacto interpersonal.
Pero también
hay un sector beligerante con esa “privatización” de lugares, que opina que el
espacio público debería contar con la máxima accesibilidad y libertad de uso,
sin que existan cortapisas, aunque sean temporales.
En cualquier
caso, hace ya mucho tiempo que los gobiernos municipales gestionan
económicamente el espacio público de todos, con la aceptación mayoritaria de
los ciudadanos. Por esta razón, el debate suele centrarse en los límites de
esta utilización comercial. Y es un debate complejo ya que más allá de las
cuestiones sobre la ocupación espacial, presenta conexiones con el mundo de la
publicidad o con algunas actividades urbanas empresariales.
Pero,
centrándonos en el mundo de las terrazas, también surge otro debate, que acepta su existencia, pero pone en cuestión su
proliferación, su implantación concreta y su diseño, muchas veces poco
meditados. La repercusión de estas instalaciones en el paisaje urbano,
tanto en la dinámica de flujos urbanos como en la propia imagen del espacio,
las ha situado en el centro de discusiones que exigen una atención especial a
sus características. Más aún cuando muchas de ellas se están convirtiendo en
una instalación permanente
El Taller de Análisis de Tendencias del MADinUSAL (Máster en Arquitectura y Diseño Interior de la Universidad de Salamanca)
se ha enfrentado durante el curso actual al reto de realizar una investigación
en torno a las principales problemáticas que han de abordarse para la
instalación de espacios de actividad económica en el espacio público de la
ciudad y establecer las bases y los criterios generales para su futuro diseño,
centrando su mirada en el mundo de las terrazas.
Las terrazas, un
espacio de éxito.
Aunque la
utilización del espacio público con fines comerciales es algo habitual desde
tiempos muy remotos, resulta curioso comprobar cómo las terrazas, en cierto modo, son consecuencia de de los hábitos
generados por el consumo de un determinado producto: el café.
El árbol del
café tiene su origen en la región abisinia (en la actual Etiopía) y la bebida
elaborada a partir de sus frutos, con su peculiar sabor y efecto estimulante,
gozaría (y goza) de un extraordinario éxito que la llevaría a ser extendida por
todo el imperio musulmán. Uno de los aspectos más sorprendentes es que el café
promovió su consumo acompañado, intensificando la costumbre de charlas más o
menos reposadas entre personas, lo que requirió la creación de locales
particulares para compartir dicha bebida. Estos locales son las cafeterías, que
ya eran numerosas en el Estambul del siglo XVI y en El Cairo, ciudad que llegó
a contar en esa época con centenares.
Café Florian. Venecia.
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A lo largo
del siglo XVII, el consumo de café fue introducido en Europa por mercaderes venecianos y poco a
poco fue consolidándose una nueva tipología de local comercial inspirada en los
ejemplos del mundo musulmán. Venecia comenzó a ofrecer espacios para el consumo
de café desde 1645, y a partir de su extensión europea fueron abriendo lugares
pioneros (y exclusivos) como el Queen's
Lane Coffee House de Oxford en 1654 o el Café Procope en 1686 en aquel
París de Luis XIV. En Venecia la tipología evolucionaría desde aquel ocio
selecto de las clases altas y de la burguesía, para convertirse en lugar de
encuentro multisocial. En 1720, abrió en la Piazza
San Marco el popular Café Florian.
Aunque no se sabe a ciencia cierta si este establecimiento fue el primero en
hacerlo, el caso es que el Café Florian prontó “amplió”
su superficie ocupando los soportales de las Procuradurías Nuevas en los que
colocó mesas y sillas para disfrutar del espectáculo urbano de las vistas a
la Basílica de San Marcos y el Campanile,
sin olvidar también el interés
social de la observación del devenir de los ciudadanos. Finalmente, dado el
éxito de la iniciativa, también colonizaría parte del espacio exterior de la
plaza. El interior de los cafés se expandía y creaba pequeños “salones” en el
espacio público. El interior se trasladaba al exterior.
Posteriormente,
ya en el siglo XIX, cafés históricos como los parisinos Les Deux Magots o el Café De Flore popularizarían la terraza
como un lugar de socialización gracias a las célebres tertulias que
protagonizaron intelectuales de diversas épocas. Hay quien atribuye a aquellas
cafeterías, unos papeles de información y comunicación social tan poderosos
como el de la propia prensa.
No obstante, dado
el atractivo que tenían para los ciudadanos, otros comercios hosteleros, como
cervecerías o restaurantes, recogieron la iniciativa cafetera y fueron
colonizando los espacios exteriores contiguos para dar servicio en sus terrazas.
Café Les Deux Magots. París.
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En Madrid, la moda del café y su
prolongación exterior nacería al amparo de una operación urbana que tuvo gran
impacto comercial en la ciudad de la segunda mitad del siglo XIX: el Pasaje Matheu (la primera galería-calle comercial madrileña,
inicialmente cubierta, que seguía la inspiración de otras europeas y que fue
analizada en este blog dentro de la serie dedicada a la Puerta del Sol). En las dos entradas al Pasaje se ubicaron hacia
1870 dos cafés que, según parece, se encontraban enfrentados ideológicamente.
Mientras que el Café de París acogía
a monárquicos y conservadores, el Café de
Francia, era el lugar frecuentado por revolucionarios y republicanos. Los
dos establecimientos colocaron en su exterior sendas terrazas que iniciaron un
camino que sería seguido por otros muchos cafés, bares y restaurantes hasta
configurar uno de los rasgos característicos de la ciudad. Porque Madrid
dispone de un clima favorable que permite una temporalidad prolongada y también
cuenta con una sociedad que aprecia en gran medida las actividades al aire
libre.
Más allá de esa
prolongación natural de cafés, bares y restaurantes en sus accesos, las
terrazas han ido evolucionando hasta constituir, en algunos casos, una
tipología independiente que se desvinculaba de la existencia de un local
interior al que daría servicio. Este modelo, estrechamente vinculado con el
acto de “tomar copas” (actividad que evita instalaciones complejas de cocina y
normativas mucho más estrictas) marcó una tendencia en el Madrid de los últimos
años del siglo XX, con la instalación de múltiples terrazas, por ejemplo en el
Paseo de la Castellana, que llegaron a caracterizar un estilo de vida y ocio
nocturno que proyectó a la ciudad como un lugar de gran vitalismo en las
últimas horas del día y parte de la noche.
Consideraciones
iniciales sobre implantación, usos y regulaciones.
Habitualmente
las terrazas están vinculadas a establecimientos interiores a los que
complementan, convirtiéndose en una extensión exterior de los mismos. Su implantación es uno de los primeros
temas a considerar. De partida, esto implica a la selección del lugar, por
lo general contiguo, o al menos próximo, al local matriz del que dependen. A
continuación afecta a sus dimensiones de
ocupación, que deben ser compatible con el uso normal del espacio público. Y
más allá de esta convivencia con la propia calle o plaza donde se instalan,
también es importante atender a la repercusión que tienen en el paisaje urbano
(sobre todo en cuestiones de imagen, ruidos, etc.)
Las terrazas
pueden reducirse a una modesta instalación de unas pocas mesas y sillas en una
acera de una calle, delante del establecimiento al que sirve. A veces se
instalan en estrechas aceras que ofrecen condiciones de dudoso atractivo por la
proximidad de los coches que circulan por la calzada, pero a pesar de eso,
funcionan. Estas sencillas “colonizaciones” pueden ir acompañadas de sombrillas
para la protección solar. En algunas calles y plazas, la presencia de múltiples
bares o restaurantes hace que estas instalaciones básicas se unan sin solución
de continuidad con la única distinción de un determinado tipo de mesa, silla, o
color. Esta situación en continuidad es habitual en muchas de las grandes
plazas y calles de nuestras ciudades, creando áreas de gran atractivo ciudadano
para el ocio.
Pero frente a
las instalaciones elementales encontramos también terrazas mucho más
sofisticadas en la delimitación de su espacio, que puede estar cubiertas,
ofrecer música, climatización, iluminación propia, disponer de mobiliarios
complementarios o incluso servicios de aseo propios. Hay terrazas que se
implantan en construcciones prefabricadas, a veces modulares o con diseños
específicos. Las posibilidades se van multiplicando.
Las terrazas suelen ser instalaciones
temporales, porque
cuentan con un horario comercial y también porque aparecen en las épocas de
buen tiempo climático. Esta temporalidad ha sido uno de los rasgos que las han
definido, pero en la actualidad, la duración de su estancia se ve alargada
tanto en sus horarios, debido a la gran variedad de oferta (desde restauración
hasta ocio nocturno), como en su estacionalidad, ya que algunas de ellas se han
convertido en una instalación permanente en el espacio público.
Las terrazas acogen actualmente una
gran variedad de propuestas de uso, lo cual supone un incremento de las necesidades
tradicionales y una mayor variedad dentro de las posibilidades de su diseño. En
ellas se suele beber, pero también comer. Se fuma (especialmente como
consecuencia de la ley anti-tabaco promulgada en España) y también se lee, se
charla, se observa o simplemente se espera a una cita. También ahora se puede
descubrir gente trabajando con sus ordenadores o dispositivos móviles, o
disfrutando con ellos de su tiempo de ocio (aprovechando la Wi-Fi gratuita que
ofrecen muchos locales) pero, en general, las terrazas suelen acoger el ocio
socializado, concretado fundamentalmente alrededor de la conversación. En
definitiva, las terrazas mantienen las señas de identidad de aquellos antiguos
cafés, aunque trasladadas en este caso, al espacio exterior de la ciudad.
Todo ello
lleva a que la regulación de las terrazas
sea uno de los temas que preocupan. Su éxito suele ir acompañado de la
crítica del vecindario que suele sufrir la intensidad de uso, particularmente
por la noche. El horario, el ruido o incluso el aforo y, por supuesto, la
imagen o la necesidad de un decoro en su mantenimiento suelen ser temas
regulados por ordenanzas municipales que pretenden compatibilizar el disfrute
ciudadanos del espacio público con la vida ordenada de los vecinos.
Mobiliario dentro del
mobiliario (urbano).
Consideramos
a las terrazas como un elemento de mobiliario urbano, y por eso puede resultar
paradójico que su “interior” esté caracterizado por la presencia de mobiliario,
en este caso doméstico, aunque un tanto particular.
En esencia son mesas y sillas. Eventualmente acompañadas por otros
elementos que pueden dar sombra, iluminación o climatización en caso necesario.
Esas mesas y sillas, con su diseño específico y con el de sus complementos de
menaje (comenzando por los manteles, si existen, y sus colores hasta llegar a
cristalerías, servilletas o cojines) repercuten el paisaje urbano en el que se
implantan.
En el inicio,
prácticamente la mayoría de las terrazas ofrecían como mesa el modesto velador, aquella mesita auxiliar de un
solo pie, y habitualmente de tablero circular, que servía para apoyar las velas
e iluminar las estancias de las viviendas. Con la llegada de la luz eléctrica a
los hogares, el velador pasó a convertirse en un pequeño mueble de apoyo para
tomar el café o el té con las visitas. Esa versatilidad le llevó a convertirse
en el gran protagonista de las terrazas exteriores de bares y restaurantes. De
hecho, en muchos lugares, las terrazas reciben el nombre de “veladores”.
No obstante,
el mobiliario interior de las terrazas
ha tenido una gran evolución que ha conllevado una importante variedad en
sus elementos. La oferta de estilos, formas y materiales es muy amplia, en
muchos casos vinculada con otro campo de amplio desarrollo actual: el
mobiliario de jardín. Su condición de exterioridad habitual implica unas
condiciones particulares en su conformación, no obstante suelen ser comunes los
diseños modulares, ergonómicos, su manejabilidad y sus posibilidades para ser
apilados y ocupar menor espacio de almacenamiento (ya que son recogidos-desmontados
en horario no comercial). El estilo del mobiliario suele marcar el estilo
general de la terraza y de allí incluso se puede deducirse una cierta selección
en la clientela que acude.
Como se ha
comentado, en la actualidad muchas terrazas son espacios sofisticados en los
que el mobiliario básico de mesas y sillas (o sillones) suele completarse con
piezas de iluminación, climatización, delimitación, cubriciones, etc. de los
que también existen amplios catálogos de posibilidades (sin entrar en el mundo
de las infinitas posibilidades del menaje).
Generalidades sobre el diseño
de terrazas en el Espacio Público.
Ciertamente,
las nuevas circunstancias están produciendo una nueva generación de terrazas cuyo
impacto en el espacio urbano es superior al de las tradicionales. Por ello se
reclama una mayor atención a las propuestas de diseño, tanto por parte de los
propietarios que quieren diferenciar su espacio frente a la proliferación de la
oferta, como por parte de ciudadanos y gestores municipales, que priman
cuestiones de calidad y compatibilidad con el uso del resto del espacio público.
La
delimitación de la terraza es un tema esencial. Lo es desde el punto de vista
privado del propietario, porque su ocupación determinará el canon que deberá
pagar al municipio en compensación por la concesión de espacio público. Y
también es importante desde la óptica del público, ya que las terrazas
determinan de forma muy importante el espacio urbano en el que se instalan y sus
recorridos posibles. Pero aquí nos referimos fundamentalmente a su delimitación
espacial, a su configuración arquitectónica. El hecho de que las terrazas
tengan un cerramiento, desde el
básico con, por ejemplo, jardineras o celosías hasta propuestas más elaboradas
con paneles, mamparas, cortinas en las que surgen muchas posibilidades materiales
(madera, vidrio, plásticos, textiles, etc.). También el hecho de que dispongan
de cubierta, e incluso de un suelo específico son cuestiones
principales para la configuración arquitectónica del espacio.
La construcción modular, con madera o
metal, suele ofrecer caminos interesantes para la creación de espacios en los
que albergar la terraza. En algunos casos las terrazas llevan incorporados espacios auxiliares como aseos, cocinas
o barra de bar. Para el diseño espacial es fundamental conocer su condición de temporalidad
o de instalación permanente. De allí se deriva la importancia de conceptos como
la flexibilidad.
Humidificadores para regular climáticamente las
terrazas en verano
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Las nuevas
terrazas, que pretenden prolongar su utilización más allá de los meses
favorables del verano, se plantean objetivos mucho más ambiciosos. Por ejemplo,
el confort ambiental, que se está
convirtiendo en otro de los objetivos del diseño de las nuevas terrazas. La
protección del sol en verano se está complementando con regulaciones térmicas
(tanto en verano con humidificadores como en invierno con calefactores), con
protecciones frente al viento o la lluvia, etc. En esta línea algunas de las
nuevas terrazas se están implicando con la sostenibilidad medioambiental
regulando sus sistemas de iluminación, seleccionando los materiales de
construcción o de recogida de residuos. Algunas compatibilizan su misión
principal con la de convertirse en soportes
publicitarios, en sus sombrillas o en sus cerramientos. El mantenimiento de
las terrazas es otro de los aspectos que está potenciando, es particular temas
de limpieza o de seguridad, así como la eliminación de barreras arquitectónicas.
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