13 sept 2014

La Plaza de España de Madrid: Pasado, presente y ¿futuro? de un espacio en búsqueda de su identidad (1. El pasado)

La Plaza de España de Madrid hacia 1910. Se observan edificios ya desaparecidos como el Cuartel de la montaña (esquina superior derecha), las Caballerizas reales (esquina superior izquierda) o el Mercado de los Mostenses (abajo en el centro). La plaza no está conformada en su totalidad destacando la ausencia de la Gran Vía y la conexión con la calle Princesa que habilitaría los solares en los que se construyeron el Edificio España y la Torre de Madrid.
La Plaza de España de Madrid se encuentra actualmente en el foco de atención urbana y social de la capital. Algunos de sus grandes edificios, vacíos desde hace tiempo, parecen orientar su futuro hacia el mundo hotelero, pero el espacio de la plaza sigue siendo un lugar que reclama una reconsideración (en 2011 llegó a anunciarse una remodelación que finalmente no se produjo).
La plaza es un espacio de grandes dimensiones (casi 160 x 300 metros) que ha ido perdiendo el protagonismo que tuvo en la ciudad. Las dificultades topográficas, el intenso tráfico rodado, la problemática de sus edificaciones, la falta de apreciación ciudadana o su carácter de isla desconectada de su espacio central, son algunas de las cuestiones que hacen de este lugar un entorno con problemas. Nunca tuvo un proyecto de conjunto (la plaza proyectada en 1910 no llegó a ejecutarse) sino que sus diferentes fachadas o el propio espacio interior surgieron en momentos diferentes
Nos acercaremos a la Plaza de España en tres etapas. En esta primera revisamos su pasado y la forma en la que fue configurándose. En la segunda exploraremos el presente, con especial atención a las circunstancias arquitectónicas. En la última, abordaremos algunos de los principales retos a los que se enfrenta la plaza en su futuro próximo y nos aproximaremos a los proyectos anunciados.

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Una topografía difícil: La cornisa de Madrid y el barranco de Leganitos.
La Cornisa de Madrid es una de las imágenes más difundidas de la capital a lo largo de su historia. Ha ejercido durante siglos el papel de silueta o fachada “oficial” de la ciudad y como tal ha sido reflejada por dibujantes, pintores y fotógrafos. En ella se aprecia la vista urbana desde el oeste, desde el valle del rio Manzanares, en la que destaca el protagonismo desde las alturas del Alcázar-Palacio Real, de la Catedral de la Almudena o de la extraordinaria cúpula de la iglesia de San Francisco El Grande.
Imágenes de la cornisa de Madrid. Arriba detalle del dibujo de Anton van den Wyngaerde y debajo detalle del cuadro “La Pradera de San Isidro de Francisco de Goya.
Su existencia es una consecuencia geográfica, ya que en el occidente madrileño, el rio Manzanares había excavado, en su ribera izquierda, unas cortadas con un gran desnivel, que fueron definitorias para el paisaje y condicionaron la evolución de la ciudad desde sus inicios. Esta “cornisa”, está formada por tres elevaciones. En el norte se encuentra la denominada Montaña del Príncipe Pío; en el centro, el Cerro del Palacio; y en el sur, el de San Francisco. Estas tres emergencias del relieve se individualizaban gracias a los barrancos que las separaban. Entre las dos primeras discurría el barranco de San Vicente, que recogía las aguas de los arroyos de Leganitos y del Arenal. Y entre las dos últimas, el barranco de San Pedro, sobre el que se trazó la calle Segovia (que pasa por debajo del viaducto de la calle Bailén). Ambos desembocaban en el rio Manzanares.
Topografía del oeste madrileño indicando los tres cerros que determinaban la cornisa de la ciudad en el valle del rio Manzanares.
La Cuesta de San Vicente se urbanizó sobre el barranco del mismo nombre y fue uno de los accesos a Madrid desde el momento en que se dominaron los cauces fluviales. Su prolongación por el arroyo de Leganitos fue un camino muy habitual entre el centro urbano y las huertas de la vera del rio (la etimología indica que la denominación “leganitos” procede del árabe “alganet” que significa “huertas”). No obstante, este recorrido mantendría un uso muy local hasta que se produjeron una serie de modificaciones en la estructura de la ciudad que lo convertirían en una de sus principales entradas.
En este entorno de complicada topografía surgiría con el tiempo el gran espacio de la Plaza de España, un lugar que fue inicialmente un límite urbano y que se iría transformando en un nodo central de la ciudad. Pero la plaza nunca llegaría a tener un proyecto unitario (solamente hubo un intento que resulto fallido) y el espacio se iría conformando a impulsos, definiendo cada una de sus fachadas y el propio espacio interior en diferentes momentos.
Esquema de la Plaza de España indicando las fachadas tal como se presentan en este artículo y las calles principales.

Un borde urbano como alineación sureste de la plaza.
El Madrid antiguo fue creciendo en círculos tangentes desde la cornisa del rio Manzanares, dada la dificultad para superar las escarpadas laderas de esa parte del valle. Por esa causa, sus diferentes recintos habían ido extendiendo la superficie urbana en todas las direcciones excepto por el oeste (donde se encontraría el punto teórico de “tangencia”, aproximadamente en el Palacio Real). Hacia 1600, el crecimiento de la ciudad por el noroeste había alcanzado el barranco de Leganitos, que se convirtió durante años en un límite geográfico frente al que se creó un borde urbano. Unas décadas antes se había levantado la penúltima muralla de la ciudad, planteada por Felipe II en 1566, pero ésta había sido rápidamente desbordada por la construcción de un importante cinturón de arrabales extramuros motivados por el ímpetu de la nueva capital de España (Madrid había sido designada como tal en 1561). Ante el extraordinario crecimiento de la ciudad, se construiría la última muralla madrileña, la de 1625, que integraba, dentro del recinto, a aquellos barrios exteriores. La zona del barranco de Leganitos se convirtió entonces en un límite de la ciudad.
Esquema del Madrid hacia 1600 con los diferentes recintos (en rojo) previos a la muralla definitiva que se levantaría en 1625 para recoger los arrabales que estaban creciendo extramuros. La línea naranja indica el eje de la calle Leganitos, que se dirigía hacia el noroeste (finalizando en la plaza triangular de los Afligidos). El recuadro (crema) contiguo muestra aproximadamente el espacio de la futura Plaza de España.
Este borde urbano noroccidental, perfectamente conformado desde principios del siglo XVII, será la primera fachada (la sureste) de la futura Plaza de España (aunque sus edificios serían renovados durante los siglos XIX y XX). El efecto de límite intransitable que ocasionaba la presencia del arroyo de Leganitos se comprueba por la existencia de una pequeña calle que discurría por detras esa manzana final, la calle del Rio, que era el camino seguido entonces para dirigirse hacia el rio Manzanares, evitando así el complicado barranco.
El plano de Texeira refleja la estructura de aquel Madrid de mediados del siglo XVII (1656). En esa época, el acceso a Madrid desde el noroeste, se producía por la Puerta de San Bernardino, desde la que se llegaba hasta la plaza de los Afligidos (actual plaza Cristino Martos) y, desde ésta, se descendía por la calle del Pardo (hoy calle del Duque de Osuna, que es la calle cortada y elevada que acompaña el inicio de Princesa por la derecha) hasta el Puente de Leganitos (levantado en 1616 sobre el arroyo del mismo nombre, que resultaba bastante peligroso en época de lluvias). Este puente facilitaba el paso hacia la calle de Leganitos que comunicaba con la Plaza de Santo Domingo en dirección al centro de la ciudad.
El encauzamiento y soterramiento del inicio del barranco-arroyo hizo innecesario el puente, de manera que en ese mismo lugar se explanó un pequeño espacio público que sería bautizado como  Plaza de Leganitos. Al desaparecer el puente, todo el eje viario que unía la histórica plaza de los Afligidos y la de Santo Domingo pasó a denominarse calle de Leganitos, dejando la nueva plaza del mismo nombre en mitad de la misma.
Plano de 1656 de Pedro Texeira. Las líneas rojas corresponden a la delimitación actual del espacio de la Plaza de España. Se observa el Puente de Leganitos y la primera urbanización del barranco (Camino del río) así como los espacios de huertas en la vertiente contraria (Prado de Leganitos).
Este sería el primer paso para ir acometiendo la urbanización del barranco de San Vicente, que con el tiempo se convertiría en el “camino que sube al Palacio Real” (la actual Cuesta de San Vicente), desde la remodelada Puerta de San Vicente, situada casi a orillas del rio. Esta reestructuración aparece en el plano de Espinosa de los Monteros, dibujado en 1769.
Plano de 1769 de Antonio Espinosa de los Monteros. Las líneas rojas corresponden a la delimitación actual del espacio de la Plaza de España. Marcado con la letra C se aprecia el irregular conjunto de construcciones ocupando el lugar del futuro remate sur del Ensanche de Argüelles.
La urbanización del barranco de Leganitos, que se integró como parte alta de la Cuesta de San Vicente, sería la causa de que la arquitectura de este borde urbano experimentara notables mejoras conforme iba desapareciendo su carácter de extremo  y se iba consolidando como un punto importante para la ciudad. Allí, ocupando los números del 1 al 8 de la actual plaza, acabarían implantándose grandes edificios terciarios (como la antigua sede de la Real Compañía Asturiana de Minas, levantada en la esquina con la calle Bailén entre 1891 y 1899.

Un periodo de transición: lugar militar con el Cuartel de San Gil y la Plaza de San Marcial.
En el citado plano de Madrid de Espinosa de los Monteros aparece, en esta zona, una pequeña calle, dedicada al Duque de Osuna, que va a tener importancia en la conformación de la futura calle de la Princesa, en la que quedaría integrada. Esta calle Duque de Osuna no debe ser confundida con la actual, comentada anteriormente y que aparece como una “terraza” elevada sobre la calle Princesa. En su entorno, correspondiendo con la vertiente contraria del arroyo de Leganitos situada frente al “borde urbano” que estamos analizando, iría configurándose un heterogéneo conjunto de edificaciones vinculas en algunos casos a las huertas cercanas y en otros a fincas de recreo, sobre las que se levantaría, en el siglo XIX, el Ensanche de Argüelles, como veremos más adelante.
Junto a estas construcciones, en el irregular espacio de la ladera del arroyo, que era conocido como Prado de Leganitos, se decidió levantar un gran edificio que iba a ser destinado para albergar un nuevo convento de los padres franciscanos de San Gil. Pero los monjes no llegaron a ocupar nunca el edificio porque el rey José Bonaparte dispuso su habilitación como cuartel para la Guardia de Corps, pasando a ser conocido como el Cuartel de San Gil.
La obra de este edificio se acometió durante el último cuarto del siglo XVIII (entre 1789 y 1797) y obligó a importantes movimientos de tierras para crear el solar adecuado. Parece que las trazas del edificio monacal fueron efectuadas por Francisco Sabatini, pero la transformación en cuartel se realizaría siguiendo el proyecto del arquitecto Manuel Martín Rodríguez (que era sobrino del afamado Ventura Rodríguez). El inmenso caserón era una construcción de planta rectangular, de tres pisos (planta baja más dos superiores), articulada en torno a tres patios interiores, que habilitaba una plaza muy longitudinal delante de él (una especie de ensanchamiento de la parte final de la Cuesta de San Vicente, sobre el antiguo barranco de Leganitos)
Comparación entre los planos de 1848 (de Juan Noguera, arriba) y de 1866 (de José Pilar Morales, abajo). El espacio, entonces Plaza de San Marcial, se encuentra determinado por la presencia del Cuartel de San Gil y las Caballerizas Reales. En el segundo aparecen ya el Cuartel de la Montaña y el Ensanche de Argüelles a falta de su remate sur con la plaza (todavía limitado por la quebrada calle Quitapesares).
Finalmente, el edificio acogería al regimiento de San Marcial de la Guardia Real (aunque mantendría el título de Cuartel de San Gil). La denominación del regimiento originaría el nombre que recibió aquella primera plaza que ejercía de antesala del mismo: la Plaza de San Marcial. Allí se produjo en 1866 la trágica sublevación de los sargentos contra la monarquía de Isabel II que preludió la Revolución de 1868. La conocida como “sargentada” fue sofocada y los suboficiales, fusilados, pero puso sobre el tapete la posibilidad del traslado de los militares.
La marcha del regimiento sería determinante para el futuro urbano de la zona ya que, al ser derribado el Cuartel de San Gil, su solar se incorporó a la plaza existente, ampliando considerablemente el espacio público. Puede decirse que la Plaza de San Marcial fue el embrión de la actual Plaza de España.

La configuración de la fachada noroeste de la plaza (el remate sur del Ensanche de Argüelles)
A mediados del siglo XIX, la densidad y congestión del casco de Madrid era terrible. En esos años centrales de la centuria se decidió el derribo de las murallas y el “ensanchamiento” de la ciudad. El Ensanche de Argüelles fue una de las primeras extensiones de Madrid que respondieron a esta estrategia, ya que se inició unos años antes de acometer la gran ampliación de la capital con el conocido Plan Castro. El autor del proyecto en ambos crecimientos fue el mismo: Carlos María de Castro.
Planta de 1855 con el primer boceto del Ensanche de Argüelles, configurando el cuadrilátero formado por las calles de la Princesa, Quintana, Ferraz y una quebrada calle Quitapesares (posteriormente regularizada y rebautizada como calle de Ventura Rodriguez).
El Ensanche de Argüelles (denominado así en homenaje al político español, Agustín Argüelles Álvarez) se organizó en la zona alta de las laderas de la montaña del Príncipe Pío, que eran mucho menos abruptas. El Ensanche se realizaría en varias etapas, la primera de las cuales es el cuadrilátero formado por las calles de la Princesa, Quintana, Ferraz y una irregular calle Quitapesares (posteriormente regularizada y rebautizada como calle de Ventura Rodriguez). El Ensanche definió la nueva calle de la Princesa como la vía principal de aquel occidente madrileño estableciendo la alineación de la misma. El trazado interior planteó una serie de calles paralelas que aprovechaban las líneas de nivel de escasa pendiente (desde la calle Ferraz siguiendo en sentido ascendente por las calles Juan Alvarez Mendizábal, Martín de los Heros, Tutor y rematando en la calle Princesa), que eran cruzadas por otras transversales que se abrían en un curioso abanico cuyo objetivo era prolongar su longitud para reducir su pendiente. En esa primera etapa, las calles transversales urbanizadas fueron Luisa Fernanda, Evaristo San Miguel, Rey Francisco y Quintana (la calle Ventura Rodríguez, inicialmente denominada de Quitapesares, se trazaría definitivamente tras la resolución de la conflictiva articulación con el conjunto de caseríos, quintas, huertas y jardines que se había formado al otro lado de la vertiente del arroyo Leganitos, del que hemos hablado anteriormente)
El remate occidental de este Ensanche quedaría condicionado por la presencia del Cuartel de la Montaña, edificado entre 1860 y 1863. Este cuartel, que fue uno de los lugares de gran protagonismo durante la Guerra Civil española, acabaría siendo demolido en 1937 y en su solar se encuentra hoy el egipcio Templo de Debod (regalado en 1968 por el gobierno de Egipto como compensación a la participación española en la operación de protección de varios templos, como los de Abu Simbel, que se encontraban en peligro debido a la construcción de la gigantesca Presa de Asuán).
Plano de 1872 de Carlos Ibañez Ibero. Las líneas rojas corresponden a la delimitación actual del espacio de la Plaza de España.
El Ensanche de Argüelles se completaría en otras dos etapas. En la segunda se ampliaría por el oeste hasta el Paseo de Rosales y el Parque del Oeste y, por el norte, se continuaría hasta la calle Marqués de Urquijo. La tercera etapa partiría desde esta vía hasta rematarlo septentrionalmente en el Paseo de Moret.
El definitivo remate del Ensanche de Argüelles por el sur no llegaría hasta la desaparición del Cuartel de San Gil, con la prolongación, sobrepasando la transversal calle de Ventura Rodriguez, de las calles Ferraz, Alvarez Mendizábal y Martín de los Heros (la calle Tutor no sería prolongada y en su lugar surgiría la minúscula placita de Emilio Jiménez Millas). Este remate del Ensanche crearía las manzanas que delimitarían el lado noroccidental de la Plaza de España (aunque para que fueran definitivas, habría que esperar a la remodelación del inicio de la calle de la Princesa y la solución de su encuentro con la plaza).
La arquitectura de esta fachada de la plaza (números del 14 al 18, junto al solar de la calle Ferraz 2) se irá conformando paulatinamente. Las dos esquinas de este frente contarán con edificios muy significativos de la arquitectura madrileña. En la esquina occidental (con la calle Ferraz y accediendo desde ella) se levantaría un edificio de viviendas de estilo modernista proyectado por Federico Arias Rey en 1911 (que es uno de los escasos ejemplos de este estilo en la capital) y en la esquina oriental, junto a la reciente prolongación de la calle Princesa se construiría, a finales de la década de 1950, la Torre de Madrid, según el proyecto de los hermanos Otamendi.

El espacio central de la plaza: el intento fallido de un proyecto unitario y el parking subterráneo.
La necesidad de finalizar adecuadamente el Ensanche de Argüelles por el sur, ayudó a la decisión sobre el derribo del Cuartel de San Gil, que se realizó en 1905. Sobre el inmenso solar resultante tras la demolición del edificio militar se decidió levantar una gran plaza que fue presentada en 1910, según el diseño del arquitecto municipal Jesús Carrasco Muñoz. No obstante, no se llevó a cabo, salvo sus delimitaciones interiores (que fueron respetadas aproximadamente) y la definitiva alineación de las manzanas del remate sur del Ensanche de Argüelles. Estas manzanas se alinearon con la antigua calle José Cañizares que discurría por detrás del cuartel y que sería prolongada hasta la entonces calle de Leganitos (habilitando los números 14 al 17 de la plaza). Es curioso observar como el proyecto de Carrasco se refiere a la Plaza de España como algo separado de la Plaza de San Marcial, que convierte en una calle muy ancha, aproximadamente coincidente con el final de la Cuesta de San Vicente.
Proyecto de 1910 de Jesús Carrasco Muñoz para la Plaza de España y su entorno, que finalmente no se realizaría (aunque la alineación de la isla interior si se mantendría).
El proyecto era muy ambicioso ya que actuaba no solo sobre la plaza sino también sobre su área de influencia. Por ejemplo, proponía una nueva vía, denominada Avenida Reina Victoria (no debe confundirse con la actual calle de ese nombre ubicada en otro lugar de la ciudad) que uniría la plaza con la estación ferroviaria del Norte situada en las proximidades del rio Manzanares. Esta calle, en fuerte pendiente, se proyectaba con una anchura de treinta metros y requería la realización de un importante túnel para salvar la Montaña del Príncipe Pío.
El proyecto también proponía el carácter para las edificaciones que debían conformar las fachadas de la plaza (excepto la sureste que ya estaba consolidada). Carrasco propuso la construcción de diferentes edificios para dar frente e identidad a la plaza (la Capitanía General, el Gran Hotel España, la Presidencia del Consejo de ministros, el edificio de la Tenencia de Alcaldía, las Escuelas Municipales, etc.). Uno de los elementos más llamativos de la propuesta era el edificio que salvaba el desnivel entre la cota propuesta para la plaza y la entonces calle de Leganitos. La construcción era una gran galería abierta de la que emergían torres centrales y laterales en una arquitectura de gran eclecticismo y de inspiración patriótica.
Detalle del proyecto de 1910 que no se realizaría (aunque la alineación de la isla interior si se mantendría). Destaca la ecléctica arquitectura propuesta y el edificio curvo (a la derecha) que salvaba el desnivel topográfico.
El mobiliario de la plaza se concretaba en varias marquesinas y templetes y un monumento dedicado a Cervantes, la única propuesta de Carrasco que se llevó a la realidad (además de las alineaciones comentadas). El Monumento a Cervantes sería comenzado durante la dictadura de Primo de Rivera y finalizado tras la Guerra Civil. Fue proyectado por los arquitectos Rafael Martínez Zapatero y Pedro Muguruza junto con el escultor Lorenzo Coullaut Valera.
A pesar del rechazo a su proyecto de plaza, indirectamente, Jesús Carrasco Muñoz dejaría una obra en ese lugar, ya que entre 1923 y 1928 se construiría entre la calle Ferraz y la Cuesta de San Vicente, el ecléctico Templo de Santa Teresa y convento de Padres Carmelitas, proyectado por este arquitecto.
Aún quedaría un último ajuste sobre la “isla” interior: la construcción del gran aparcamiento subterráneo que ocupa aproximadamente la mitad norte de la plaza y que fue inaugurado en 1968 para albergar 800 vehículos. La construcción de este parking supuso la redefinición de los parterres y arbolados de la plaza, que fueron planteados de nuevo durante esos años. La finalización de la concesión de este aparcamiento, en el año 2016, ha activado los deseos municipales de remodelación del espacio interior de la plaza (como veremos en el último artículo de la serie).

La definición de la fachada noreste de la plaza (la apertura de la Gran Vía, la conexión con la calle Princesa y el “Edificio España”).
El proyecto de la Gran Vía fue trascendental para la Plaza de España. Su trazado estaba motivado por el deseo de conectar el Ensanche de Salamanca, en la parte oriental de la capital, con el de Chamberí y Argüelles, en la zona occidental. Con ese objetivo se crearía la Gran Vía, una arteria de primer nivel para el tráfico urbano que supondría una transformación muy importante para la ciudad y muy particularmente para la plaza. Además, complementariamente, se realizaría la conexión con el eje de la calle Princesa, que acabaría colocando a la Plaza de España como uno de los principales accesos rodados al centro de Madrid. Porque en la plaza se recogería el tráfico procedente del noroeste (de la carretera nacional VI que enlaza con A Coruña y que accedía por la calle Princesa) y del suroeste (de la carretera nacional V que dirige a Extremadura y Portugal a través de la Cuesta de San Vicente).
En rojo el trazado final del tercer tramo de la Gran Vía. En línea negra su trazado inicial (que respetaba el Mercado de los Mostenses y proponía una calle de 25 metros (10 menos de lo finalmente sería). Las manzanas tramadas reflejan el plano de la ciudad antes de los derribos. La Gran Vía desembocaba en la pequeña plaza de Leganitos.
Pero esta situación tardo en producirse. En un primer momento, con la conclusión del tercer y último tramo en 1932, la Gran Vía llegaba a la Plaza de España (aunque más exactamente lo hacía a la pequeña Plaza de Leganitos que todavía subsistía al norte del gran espacio) y se topaba con un obstáculo edificado, la casa palacio de los duques de Pastrana que estaba ocupada por el Colegio del Sagrado Corazón. Además, por el otro lado, la calle Princesa, ni siquiera llegaba hasta la plaza. De hecho, estaban conectadas con dificultad debido a una loma que las separaba. La remodelación del encuentro de  la calle Princesa con la plaza consistió en la eliminación de esa loma.
Imagen de las obras de conexión entre la calle Princesa y la Gran Vía en la que se aprecia la importante obra de nivelación que exigió ese enlace.
La intervención se acometió tras la Guerra Civil, proyectándose en 1941 e iniciando las obras en 1943. El trazado fue realizado por el ingeniero municipal Mariano García Loygorri. Tras los importantes desmontes realizados, la antigua plaza de los Afligidos, rebautizada como plaza de Cristino Martos, vería reducida su extensión y rebajado su papel urbano al quedar marginada en lo alto de la antigua loma y la calle Duque de Osuna, desaparecería integrada en Princesa (aunque el nombre, como hemos visto, se trasladaría al tramo alto y cortado de la calle de Leganitos). Los trabajos finalizaron en 1948, otorgando a este eje urbano (Princesa-Gran Vía) una importancia jerárquica de primer orden en la estructura madrileña.
Plano de la remodelación de las alineaciones de la parte noreste de la Plaza de España para conectar las calles Princesa y Gran Vía que delimitaron también los solares para la construcción del Edificio España y la Torre de Madrid. Debajo imagen del resultado con la aparición de los dos grandes solares para el Edificio España y La Torre de Madrid.
Con esa reforma se habilitaron dos grandes solares sobre los que se levantarían los dos grandes hitos de la Plaza: el Edificio España (1948-1953) y la Torre de Madrid (1957-1960).

La remodelación del suroeste de la plaza y el paso elevado para el tráfico.
La Cuesta de San Vicente adquirió relevancia urbana tras la construcción de la estación ferroviaria de Príncipe Pio (Estación del Norte) entre 1859 y 1861. La Estación se ubicó en la parte baja de la ladera, cerca del rio Manzanares, y desde allí se urbanizó la nueva calle sobre el antiguo barranco de San Vicente. Su pronunciada pendiente le había proporcionado el nombre de “cuesta”.  Por esta nueva vía, que accedía a la Plaza de España por su esquina sur, llegaba el incesante flujo de viajeros, a los que se irían añadiendo, paulatinamente, el transporte público y los automóviles. Con ello, la plaza se transformó en uno de los accesos principales a la ciudad.
La plaza se encontraba entonces conformada con nitidez en tres de sus lados, pero el cuarto (el suroeste, por donde conectaba la Cuesta de San Vicente) tendría problemas de definición, que se agravarían a causa del intenso tráfico rodado que iba a soportar la zona (sobre todo con la conexión con la carretera Nacional V). A los numerosos vehículos que accedían por la cuesta se les sumaba el creciente tráfico del eje de las calles Ferraz y Bailén que se cruzaban en la esquina sur de la Plaza.
Aunque la primera intervención relevante para esa zona no la motivó el tráfico, sino el derribo de las Reales Caballerizas situadas en esa esquina. El Palacio Real había contado antiguamente con un edificio para ese fin, pero su inadecuación provocó su eliminación y la construcción de unas nuevas caballerizas entre 1782 y 1789 por orden de Carlos III. Este proyecto, redactado por Francisco Sabatini ocupaba el solar triangular de la punta norte de los terrenos del Palacio, entre la “calle nueva que va al Palacio” (actual calle Bailén) y el “camino que sube al Palacio Nuevo” (actual Cuesta de San Vicente). El edificio era una construcción enorme que fue demolida en tiempos de la Segunda República (cuando el Palacio fue incautado y convertido en “Palacio Nacional”). Sobre el solar vacío, que fue cedido al Ayuntamiento de Madrid, se proyectaron en 1934 unos jardines (los “Jardines de Sabatini”). Aunque la Guerra Civil retrasaría su realización.
Comparación entre dos fotos aéreas (1965 a la izquierda y 2005 a la derecha) en las que se aprecia la solución del tráfico en dos niveles entre las calles Ferraz/Bailén y la Cuesta de San Vicente, con el paso elevado inaugurado en 1972. Destacan los Jardines de Sabatini delante del Palacio Real y, en la más reciente, la presencia del edificio semicircular del Palacio del Senado.
El cruce entre ambas arterias (Cuesta de San Vicente con Ferraz/Bailén) se convirtió en uno de los puntos negros más congestionados de la circulación urbana. Por eso, en 1966, dentro de una estrategia de remodelación general del tráfico madrileño, se aprobó la construcción de siete pasos elevados en la ciudad. Entre ellos se encontraba la conexión entre la Cuesta de San Vicente (entonces denominada calle de Onésimo Redondo), la calle Bailén y la calle Ferraz (otras de las actuaciones de esa decisión fueron, por ejemplo, la creación del scalextric de la Glorieta de Carlos V en Atocha que sería desmontada veinte años después, o los puentes entre  las calles Raimundo Fernandez Villaverde y Joaquín Costa y entre Juan Bravo y Eduardo Dato, ambos sobre el Paseo de la Castellana). El paso elevado que unía directamente el tráfico rodado entre las calles Bailén y Ferraz aliviaría el de la Cuesta de San Vicente que discurriría por debajo de las anteriores. La remodelación viaria sería inaugurada finalmente en 1972.
La fachada suroeste de la plaza (números del 9 al 13) quedaría en una posición comprometida, por el alejamiento y separación que las vías rodadas (en dos niveles) provocaban. Allí se había levantado el ya comentado Templo de Santa Teresa y Convento de Padres Carmelitas presentando una alineación irregular respecto a la ortogonalidad de la plaza. A su vera acabaron construyéndose varios edificios convencionales de viviendas (en la década de 1940 y uno último en el año 2000), que pretendían responder a la alineación “oficial” de la plaza, pero que presentan varios quiebros que dificultan esa interpretación.


Los espacios y los edificios referidos a lo largo de este primer artículo sobre la Plaza de España serán analizados en la siguiente entrega.

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