7 mar 2015

México antes de México: la urbanización prehispánica del altiplano, Tenochtitlán (y Teotihuacán).

Recreación de Tenochtitlán realizada por el artista mexicano Tomas Filsinger.
El altiplano mejicano es un lugar habitado desde tiempos remotos. Las favorables condiciones ambientales del Valle de México posibilitaron una temprana presencia humana que culminaría con la creación de las primeras ciudades centroamericanas. La primera que mereció esa consideración fue la modesta Cuicuilco, pero el espíritu urbano de la región se consolidaría con la subyugante y sorprendente Teotihuacán. Lamentablemente ambas fueron abandonadas y son en la actualidad sitios arqueológicos (Teotihuacán recibe miles de visitantes cautivados por la espectacularidad de sus pirámides).
No obstante, la gran referencia prehispánica mesoamericana sería Tenochtitlán, el centro del universo azteca, que se construyó sobre una de las islas del gran sistema de lagos que caracterizaba el valle. En un islote del lago Texcoco, los aztecas (mexicas según su propia denominación) edificarían su capital a partir de 1325. Cuando en 1521, los españoles conquistaron Tenochtitlán, levantarían sobre ella, una nueva ciudad colonial que, desde entonces, sería conocida como México.
En este artículo nos aproximaremos a la cultura urbana prehispánica de la Ciudad de México que, quinientos años después, se ha convertido en una de las mayores metrópolis que existen en el mundo actual, con una extensión cercana a los mil quinientos kilómetros cuadrados y una población que sobrepasa los veintiún millones de personas.

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La urbanización temprana del altiplano mejicano (Valle de México).
México, tres denominaciones compartidas. El país (Estados Unidos de México), el Estado de México y México D.F. (Ciudad de México). (El Estado de México es más extenso que lo representado en el mapa, que pretende indicar el área de influencia de la aglomeración urbana de la Ciudad de México)
En el altiplano mejicano, la Cuenca de México es una región cerrada por diversas cadenas montañosas que, en un sentido amplio, serían las siguientes: por el sur, el Cinturón Volcánico Transmexicano (Eje Neovolcánico); por el oeste, la Sierra Madre Occidental; por el este, la Sierra Madre Oriental;  y, por el norte, la confluencia de ambas sierras. Este territorio forma una planicie deprimida respecto a sus elevados límites que se encuentra surcado por varias cordilleras de menor rango que las anteriores y que independizan, más o menos, cuatro valles interiores (valles de México, Cuautitlán, Tizayuca y Apán). Destaca la particular hidrología de la región que, antiguamente, presentaba en su zona oriental un sistema de lagos que se nutrían de las aguas procedentes de las vertientes contiguas y que ocupaban una buena parte de los actuales valles de México y de Cuautitlán.
Arriba, Cuenca de México (con referencia a la extensión del antiguo sistema de lagos). Debajo, el Valle de México que se encuentra integrado en la Cuenca, en una imagen de infrarrojos (en ambos casos se superpone la delimitación del D.F.)

Nuestro interés se centra en el Valle de México, donde el altiplano se sitúa a unos 2.200 metros de altitud, quedando delimitado por el oeste con las cumbres volcánicas de la Sierra de las Cruces, que superan en muchos casos los 3.500 metros de altura; por el sur está enmarcado por las elevaciones de la Sierra del Ajusco-Chichinauhtzin, que separa el valle de México del valle de Cuernavaca con elevaciones cercanas a los 4.000 metros; por el norte surge la Sierra de Guadalupe; y por el este, la sierra de Santa Catarina, una cadena montañosa con emergencias destacadas como el Cerro de la Estrella (2.460 m.) o el extinto volcán Guadalupe (2.820 m.), y también por la Sierra Nevada que forma parte del Eje Neovolcánico.
El valle estaba caracterizado por el particular sistema acuático formado por cinco grandes lagos unidos (Xochimilco, Chalco, Texcoco, Xaltocan y Zumpango) que abarcaban una extensión de dos mil kilómetros cuadrados. Los dos primeros se nutrían de manantiales de agua dulce mientras que los otros tres tenían sus aguas saladas.
Hipótesis de la conformación del antiguo sistema de lagos. A la derecha esquema de las diferencias de agua y ubicaciones de marismas y chinampas (con la ubicación de Teotihuacán y Tenochtitlán).
Este peculiar contexto geográfico sería el escenario principal sobre el que se desarrollaría la cultura mesoamericana, la cultura indígena prehispánica que se prolongó durante un largo periodo de cuatro milenios y que se estructura habitualmente en tres fases: el Periodo Preclásico, el Clásico y el Posclásico. El Periodo Preclásico (2500 a.C.-150 d.C.) transcurre aproximadamente desde la fecha de elaboración de la primera cerámica de la región hasta la caída de la ciudad de Cuicuilco. Esta prolongada etapa, de casi tres mil años, suele dividirse en tres: Preclásico temprano (2500 a.C.-1200 a.C.), Preclásico Medio (1200-400 a.C.), Preclásico Tardío (400 a.C.-200 d.C.). El Periodo Clásico (200-900) está determinado por la consolidación del proceso urbano. Durante este tiempo florece Teotihuacán, la gran ciudad que dominó el territorio mesoamericano de aquel entonces. Por último, el Periodo Posclásico (900-1500), caracterizado inicialmente por unas fuertes corrientes migratorias que cambiaron las sociedades mesoamericanas. Entre estos flujos destaca la llegada de los mexicas (aztecas) que crearán una floreciente cultura que finalizaría con la llegada de los conquistadores españoles.
La arqueología indica que el altiplano mejicano, y en particular el valle de México, lleva habitado más de 7.000 años. Los vestigios de una protoagricultura en la zona así parecen confirmarlo. El lugar lo merecía ya que ofrecía unas condiciones ideales para que se convirtiera en un paraíso. Situado en latitudes tropicales, la temperatura es elevada pero se encuentra moderada por la cota de altitud del altiplano. Además, ofrecía abundantes recursos. Comenzando por el agua, muy presente en la zona, no tanto por las lluvias sino por la proliferación de lagos y manantiales, que proporcionaban gran fertilidad a las tierras del valle y, desde luego, eran capaces de abastecer a una población muy numerosa. También procuraba otras materias primas como madera o minerales.
Mapa topográfico del entorno con una recreación de la extensión lacustre y ubicación de los asentamientos comentados en el artículo (puntos rojos). Al norte, Teotihuacán. En el lago, la insular Tenochtitlán y un poco más al norte, Tlatelolco. Al sur, Cuicuilco.
Pero la ancestral presencia humana tardó en adoptar un carácter urbano. Una de las primeras civilizaciones de las que se tiene constancia en el Valle de México fue Tlatilco, que se extendió por las orillas septentrionales del lago Texcoco (por la zona donde hoy se encuentra el municipio de Naucalpan) entre los años 1500 a.C. y 500 a.C. Los tlatilcas fueron una de las primeras sociedades en practicar la agricultura en Mesoamérica y crearon numerosos pequeños asentamientos que se extendieron de forma dispersa por un territorio amplio, aunque apenas se han encontrado restos.
El primer asentamiento que podemos considerar urbano se levantó en la zona meridional del lago Texcoco. Se trata de Cuicuilco, de la que han aparecido vestigios en el sur de la actual Ciudad de México D.F. (junto al anillo periférico sur) que la datan hacia el año 550 a.C. El asentamiento se convirtió en un centro ceremonial de primer orden para el valle y la ciudad fue creciendo a su alrededor. Se calcula que pudo llegar a tener varios miles de habitantes en su momento de esplendor.  Cuicuilco comenzaría a decaer por la competencia de la naciente Teotihuacán, situada en el noreste del valle. Pero su final sería producido por la erupción del volcán Xiltle (hacia el año 100 a.C.) que destruyó la ciudad. Su población abandonó el lugar para dirigirse a otros  de los centros emergentes (como Teotihuacán  o Toluca) donde influirían en su evolución. En el sitio arqueológico de Cuicuilco destaca la gran Pirámide de la que se conserva el basamento.

Teotihuacán, la primera gran ciudad del continente americano.
Teotihuacán fue la primera gran ciudad del continente americano. Hoy, Teotihuacán es un sitio arqueológico impresionante por la espectacularidad y el misterio que encierran sus restos. La antigua ciudad se encuentra algo alejada del actual núcleo de la capital mejicana (el sitio arqueológico dista unos cuarenta y cinco kilómetros al noreste del centro de la Ciudad de México), pero durante el Periodo Clásico, ejerció como foco principal del Valle. Su ubicación le permitía controlar las comunicaciones del valle y se convirtió en la referencia política, comercial, religiosa y administrativa de un “imperio” de unos 25.000 kilómetros cuadrados, llegando a tener una población que, según los historiadores, se situaría entre las 125.000 y 200.000 personas en su momento de apogeo (hacia el año 600).
El lugar tenía un reconocimiento ancestral como espacio sagrado. Parece que allí existía una gruta que atraía un considerable peregrinaje de los habitantes de la zona. Esta circunstancia había impulsado la aparición de algunas viviendas en el entorno y sobre todo la creación, sobre la citada gruta, de la gran Pirámide del Sol, que sería el hito extraordinario que marcaría la singularidad del lugar.
Teotihuacán. Plano estimado general y plano de detalle de la zona central.
Teotihuacán vinculó su actividad a la fértil agricultura de las riberas del lago Texcoco (situadas a unos quince kilómetros) y asentó su influencia gracias a la construcción de las edificaciones vinculadas a los ceremoniales religiosos. La actividad fundamental de Teotihuacán fue agrícola. Se estima que dos tercios de la población estaban dedicados a los cultivos y por eso sus habitantes lograron un gran conocimiento de las técnicas de canales y regadíos, aprovechando las aguas de los rios San Juan y San Lorenzo. El tercio restante de la población se ocupaba del impresionante aparato administrativo y de las actividades artesanales que fueron importantes (con un gran peso en la cestería y cerámica, así como la transformación de minerales para armas e instrumentos, principalmente de la obsidiana). La ciudad fue el gran centro de comercio de toda la región.
Desde el siglo I a.C. se iría conformando la estructura urbana de la ciudad con la aparición de edificios públicos y espacios comunitarios. No se conocen bien las razones pero hubo un importante movimiento migratorio desde la periferia hacia esta ciudad que incrementó notablemente su población. La ciudad llegó a ocupar un gran rectángulo de unos 21 kilómetros cuadrados que se organizó interiormente con un trazado ortogonal que se apoyaba en dos ejes perpendiculares siguiendo aproximadamente los ejes cardinales, ya que presentan una desviación de 15⁰ 30’, característica de todas las construcciones teotihuacanas.  .
Teotihuacán. Plano del sitio arqueológico.
El eje norte-sur lo definía la vía fundamental de la ciudad, la Calzada de los Muertos (Miccaotli, en lengua nativa), una gran avenida a cuyos lados se fueron ubicando los edificios públicos. Tras ellos, se implantarían las viviendas, siguiendo esa misma ortogonalidad, pero sin conformar calles continuas. Las viviendas eran chozas de adobe que se extendían hacinadas por toda la ciudad, aunque los artesanos prósperos disponían de viviendas de mejor calidad y la élite construyó algunos palacios (como el Palacio de Quetzalpapálotl en la plaza de la Luna). La Calzada de los Muertos comienza en la Pirámide de la Luna (que determina su límite norte) y se prolonga unos dos kilómetros hacia el sur (aunque probablemente fue más larga, superando los tres kilómetros).
El eje este-oeste se cruza hacia el sur de la Calzada, junto al rio de San Juan, que fue canalizado y rectificado para adaptarlo a la trama de la ciudad. En ese punto se construyó la Ciudadela, un extenso complejo  político, religioso, militar y administrativo que ejercía de auténtico centro urbano (en ella se encontraba el palacio del emperador). En su interior se levantó la Pirámide de la Serpiente Emplumada (Templo de Quetzalcóatl), el tercer edificio de mayor envergadura de Teotihuacán. Junto a la Ciudadela se encontraba el gran mercado de la ciudad.
Maqueta que recrea el centro monumental de Teotihuacán.
La Pirámide del Sol fue el primer edificio y el de mayor envergadura de todas las construcciones teotihuacanas. Es una gran pirámide truncada (de 63,5 metros de altura y 223,5 metros de lado en su base cuadrada) que fue levantada a partir del siglo I a.C. y se terminó hacia el año 225. También sería muy representativa la posterior Pirámide de la Luna que se terminaría hacia el año 450. Estas espectaculares construcciones no son monumentos funerarios (como las del Valle del Nilo) sino basamentos para templos que se situaban en su plataforma superior obligando a un protocolario ascenso ceremonial hasta la misma. Normalmente, las pirámides eran grandes montículos de tierra recubiertos de piedra, construidos por etapas y cuyos cuerpos podían presentar diferente inclinación.
Teotihuacán. Imagen hacia la Pirámide del Sol desde la Pirámide de la Luna.
La cronología teotihuacana suele dividirse en diferentes periodos:
  • 150 a.C. -1 d.C. Periodo Patlachique, etapa fundacional del asentamiento teotihuacano en la que se fue consolidando su carácter urbano. Se calcula que pudo alcanzar los cinco mil habitantes (en parte por la emigración procedente de la desaparecida Cuicuilco). Se comenzó la construcción de la gran Pirámide del Sol.
  • 1-150. Periodo Tzacualli, en el que se fijaron las bases de la planificación urbana, trazando su trama ortogonal y los dos ejes principales de la ciudad, que serían monumentalizados años después.
  • 150-250. Periodo Miccaotli, en el que Teotihuacán se erige como la ciudad hegemónica de la región. Se construyó la Calzada de los Muertos, así como la Ciudadela y el Templo de Quetzalcóatl, que supusieron el desplazamiento del centro urbano desde el Templo (Pirámide) del Sol hacia el sur. Fue una etapa de fuerte expansión comercial.
  • 250-400. Periodo Tlamimilolpa, durante el cual se fue consolidando la ciudad y su preeminencia en el valle, con un aumento considerable de población y la construcción de alguno de sus edificios representativos (como la Pirámide de la Luna). La ciudad se asentó como gran nodo comercial de la región.
  • 400-550 Periodo Xolalpan, que supone el apogeo de Teotihuacán. Se calcula que la ciudad tuvo una extensión cercana a los veintiún kilómetros cuadrados y una población de entre cien y doscientos mil habitantes.
  • 550-650. Periodo Metepec, en el que comienza la decadencia de la ciudad, y durante el  que perdería la supremacía regional, quedando gravemente afectada por incendios y saqueos.
  • 650-850 Periodos Oxtotípac y Xometla, que asistirían a la decadencia definitiva de Teotihuacán hasta su completo abandono.

No se conocen con exactitud las causas que condijeron al final de la civilización teotihuacana. Se cree que pudo haber alguna catástrofe ecológica en forma de sequias que afectaran a la productividad de la región. También se especula sobre que el gran crecimiento de población pudiera haber ocasionado dificultades de abastecimiento y, en consecuencia, la falta de agua potable o la deficiente alimentación habría provocado diversas enfermedades y una elevada mortalidad, especialmente infantil. Además, la sobrexplotación de los recursos de la zona pudo pasar factura en términos de erosión de los terrenos y baja productividad de los suelos. También se cree que la ciudad comenzó a sufrir ataques de otros pueblos que perjudicaron las rutas comerciales y generaron una grave crisis económica que, paralelamente complicó el mantenimiento del costoso aparato administrativo y ceremonial de la ciudad. La tensión derivó en rebeliones y luchas internas demoledoras para la ciudad, ya que serían causa de diversos incendios que destruirían el centro monumental. Con todo, la inseguridad se adueñó de la ciudad y los habitantes acabarían por abandonarla. El declive de la ciudad se hizo imparable. Se calcula que a mediados del siglo VIII, la ciudad no contaba con más de 30.000 habitantes y a finales de la centuria la ciudad quedó prácticamente desierta y expuesta a múltiples saqueos.
Teotihuacán devino en una ruina, aunque conservaría su aura mística a lo largo de los siglos posteriores.
Teotihuacán. Pirámide del Sol.
Cuando los aztecas llegaron al Valle de México se interesaron por aquel subyugante lugar que mantenía su influencia en la memoria de las gentes. Los aztecas veneraron su carácter sagrado (la creyeron el centro original del cosmos) y se declararon herederos de aquella cultura perdida. De hecho, fueron los aztecas los que bautizaron el lugar como Teotihuacán, que significa “el lugar donde se reúnen los dioses”. Teotihuacán mantendría su “ascendencia”, pero los aztecas no revitalizarían la ciudad puesto que ya habían levantado su propio asentamiento en una isla que emergía en el interior del lago Texcoco: Tenochtitlán.

Tenochtitlán, el centro del universo azteca, una ciudad en un lago.
En el siglo XII, comenzó el protagonismo de una tribu cuyos miembros se autodenominaban “mexicas” y que habitaba un territorio mítico llamado Atzlán (que la leyenda sitúa hacia el norte de Centroamérica). Esta tribu, a la que los historiadores se referirán como “aztecas” en referencia a su lugar de origen, comenzó un éxodo hacia el sur. Su dios Huitzilopochtli había ordenado a sus sacerdotes que dirigieran a su pueblo hacia un lugar que les sería señalado por la visión de un águila devorando a una serpiente sobre una chumbera ó nopal (imagen que recoge el actual escudo nacional mexicano).
La tradición indica que el camino fue largo, ya que los aztecas vagaron durante más de un siglo hasta localizar el lugar indicado. Esa “tierra prometida” fue descubierta en 1325, en el altiplano mexicano, en un islote del lago Texcoco. En ese lugar fundarían su nueva ciudad, a la que bautizarían como Tenochtitlán. Así pues, la capital del impero azteca nació como una ciudad en el interior de un lago.
Evolución de Tenochtitlán. Arriba en 1325, las islas antes de la instalación de los aztecas. En medio en 1519, con la llegada de los españoles. Debajo, superposición de la ciudad sobre el centro de la actual Ciudad de México (en los tres casos, el norte se encuentra a la izquierda).
El lugar ofrecía unas magníficas condiciones, aunque también acabaría mostrando una cara adversa. Desde luego se disponía de agua, de suelos fértiles para la agricultura, y otros muchos recursos (madera, minerales, etc.). Además su carácter insular facilitaba enormemente su defensa. Pero, el agua también mostraría su lado desfavorable. Las eventuales inundaciones producidas por lluvias torrenciales, su condición insular y también la diferente calidad de las aguas del sistema lacustre obligaron a la creación de un complejo sistema de infraestructuras hidráulicas. Los mexicas-aztecas dominaron las técnicas hidráulicas e inventaron innovadoras técnicas de cultivo que posibilitaron una elevada productividad agrícola que permitió, a su vez, mantener a la creciente población de la ciudad
Entre las innovadoras técnicas agrícolas, destaca la creación de chinampas, una especie de balsas de madera cubiertas con tierra fértil en las que cultivaban y de las que solían obtener hasta siete cosechas anuales. Las chinampas estaban a veces soportadas por pilotes clavados en el fondo del lago, ya que no tenía demasiada profundidad, pero habitualmente eran verdaderos campos “flotantes” que lograron alimentar a una población muy numerosa.  
Complementariamente también mostraron un gran dominio de las infraestructuras de control de las aguas (lo que no les evitó sufrir algunas inundaciones graves). Por ejemplo constituyendo una red de acequias y canales que organizaban riegos, abastecimientos y transportes (la canoa era el medio habitual y diariamente circulaban varias decenas de miles). Igualmente idearon un sistema de diques y presas reguladoras, bien vinculados a las calzadas que conectaban la isla con tierra firme y bien de manera autónoma, en cuyo caso se construían unos complejos entramados de troncos, junto con rocas, que podían alcanzar un grosor de 3,5 metros  y alturas de ocho metros desde el fondo del lago (como es el caso del  Albarradón de Nezahualcoyotl). Con todo ello, los aztecas lograban separar las aguas de diferente calidad (como se ha comentado, parte del sistema lacustre eran las aguas dulces de los lagos Xochimilco y Chalco, mientras que el resto presentaba una elevada salinidad). No obstante, las aguas de la laguna no resultaban potables, fuera por el grado de salinidad o por el mal sabor de la dulce, y fue necesario construir varios acueductos (como el de Chapultepec) para abastecer  a la población. Estos acueductos eran grandes obras de ingeniería que recorrían muchos kilómetros desde los manantiales de origen.
Hipótesis de Tenochtitlán (ya reunida con Tlatelolco en una única isla) y las calzadas-dique que conectaban la ciudad con el entorno.
La estructura urbana de la ciudad se basa en la cosmología azteca que entendía el mundo como un cuadrado dividido en cuatro partes (cada punto cardinal tenía su significado) y en cuyo centro se encontraba el eje del universo. Con esta visión, Tenochtitlán se configuró a partir de un gran centro ceremonial desde el que partían las calles que distribuían la ciudad en cuatro sectores principales.
Ese núcleo principal lo constituía el Templo Mayor, que era la mayor construcción de la ciudad. Su extenso recinto (un cuadrado de unos 500 metros de lado) fue el centro neurálgico de Tenochtitlán y albergaba otros muchos edificios de usos diversos: sagrados, escuelas, residencias de la élite política y religiosa e incluso deportivos (como el edificio del Juego de la Pelota). Allí confluía la vida ciudadana en sus diferentes vertientes, económica, religiosa, política o de ocio. El gran Templo Mayor, que presidía el conjunto, era una pirámide truncada de 45 metros de altura, que fue construida por etapas, con una doble escalinata que daba acceso a dos templos situados en su cúspide (uno dedicado a Tláloc, dios de la lluvia y de la agricultura y, el otro, a Huitzilopochtli, dios de la guerra y de la muerte).
Maqueta que recrea el centro monumental de Tenochtitlán.
Las calles formaban una retícula coherente con la ortogonalidad marcada por el Templo Mayor, en el que se iban encajando las viviendas. Las vías de mayor importancia tenían continuidad en las calzadas que unían la isla con tierra firme a través del lago. Estas calzadas, que también actuaban como diques, eran muros de piedra y tierra apisonada que se pilotaban en el fondo de la laguna y contaban con algunas interrupciones (salvadas por puentes) que permitían la circulación de las aguas. Las tres calzadas principales fueron Tepeyacac , que se dirigía hacia el norte (hacia la Sierra de Guadalupe), Iztapalapa que lo hacía rumbo al sur y Tlacopan o Tacuba, en dirección este-oeste conectando con la ribera de poniente del lago Texcoco.
En 1338, en un islote cercano situado al norte de Tenochtitlán, varios nobles disidentes con el gobierno fundarían un nuevo asentamiento autónomo. Este sería Tlatelolco, que con el tiempo acabaría fusionado con la ciudad original y se convertiría en el gran mercado de la ciudad unificada.
La isla original se quedó rápidamente pequeña para el ritmo de crecimiento de la población y Tenochtitlán iría ampliando sus límites ganando terreno al lago con rellenos perimetrales y reuniendo las pequeñas islas periféricas (apoyados en ocasiones en las chinampas y en las calzadas-diques que la unían a  tierra firme). La ampliación del recinto urbano iría modificando  la delimitación original y condicionando la dirección de las calzadas, pero en líneas generales se mantuvo el mismo criterio urbanizador inicial. Las ampliaciones, tanto urbanas como agrícolas (las chinampas comentadas) hizo que muchas calles fueran realmente acequias y canales (lo que ha llevado a comparar Tenochtitlán con Venecia).
Los aztecas también eran un pueblo guerrero que combatió y sometió a sus vecinos obteniendo de esas campañas, botines, tributos, esclavos y también candidatos para sus conocidos y crueles sacrificios rituales. Estaban gobernados por un emperador (que recibía el nombre de tlatoani) que era el líder político absoluto. La evolución de la ciudad estuvo marcada por la personalidad y estrategias de los diferentes emperadores aztecas.
Superposición del antiguo trazado de Tenochtitlán con la disposición del México Colonial, en la que se aprecia la relación entre ambas. La Plaza Mayor de la ciudad colonial, la actual Plaza de la Constitución (Plaza del Zócalo), era ya el gran espacio libre de la ciudad de Tenochtitlán, junto al área del templo y al palacio de Moctezuma II (sobre el que se levantó el Palacio Nacional).
El cuarto tlatoani fue Itzcoal, quien gobernó entre 1427 y 1440. Él fue quien inició la expansión territorial del pueblo mexica-azteca y abrió el camino para la conversión de Tenochtitlán en la gran metrópoli capital del imperio. Bajo su gobierno se construyó, por ejemplo, la calzada de Tepeyacac. Sus sucesores fueron convirtiendo la ciudad en un espacio monumental y representativo. Aunque, Moctezuma I, que dirigió a los aztecas entre 1440 y 1469, tuvo que enfrentarse a varios desastres naturales como inundaciones y las hambrunas consecuentes que pusieron en aprietos al pueblo. Pero estas adversidades no impidieron continuar la política expansionista, obteniendo importantes victorias y ampliando notablemente los límites del imperio. Estas conquistas ayudaron a superar aquellas dificultades y lanzaron a Tenochtitlán a un periodo de gran prosperidad económica y artística. Su sucesor, Axayácatl, emperador entre 1469 y 1481, fue el responsable de la unificación entre Tlatelolco y Tenochtitlán y mejoró considerablemente las infraestructuras, en particular, con la construcción del acueducto de Huitzilopochco. Con el gobierno del octavo tlatoani, Ahuízotl (entre 1486 y 1502), se alcanzaría el máximo esplendor de la ciudad. Su sucesor, Moctezuma II entraría en contacto con los españoles (a los que recibió como enviados divinos) marcando el inicio del fin de la cultura azteca. Habría dos emperadores más (la lista es solamente de once) que tendrían un reinado breve. El último, Cuauhtémoc, vería caer su imperio ante el empuje de los conquistadores españoles.
La vida de Tenochtitlán duró solamente doscientos años, pero durante esos dos siglos la ciudad se convirtió en un centro monumental y hegemónico que dominaría extensos territorios en Centroamérica. En 1521, fue tomada por los conquistadores españoles. Pero esta circunstancia no fue un final para la capital de los mexicas-aztecas. Solamente supuso un punto y seguido puesto que, a partir de entonces, la ciudad daría comienzo a otra etapa de su historia en la que se fusionarían las bases aztecas con los criterios de los recién llegados.
Dos culturas se encontraron y se condicionarían mutuamente para crear una nueva propuesta hispanoamericana. Como escribe Ramón Gutiérrez en su “Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica”: “El español encontró un panorama absolutamente diferente cuando sus expediciones entraron en contacto con las culturas que se habían desarrollado en territorio mexicano. A la sorpresa de las condiciones naturales del medio geográfico habría de sumarse ahora el impacto que el desarrollo de estas civilizaciones produjo en el espíritu del conquistador. Ya no se trataba de tribus dispersas que vivían de una economía de subsistencia, con organizaciones primarias y carentes de cohesión política, militar y espiritual. El mundo mexicano era la antítesis de la precariedad formativa que los españoles arrasaron en La Española”.

Tenochtitlán asistiría a una remodelación drástica, conjugando lo existente con el esquema de planificación típico de las ciudades coloniales españolas, para renacer con un nuevo nombre: México. (Ver artículo sobre México Virreinal)
La mancha urbana de la Ciudad de México sobrepasa la delimitación del D.F. extendiéndose por el Estado de México. Arriba, con superposición del antiguo sistema de lagos, hoy prácticamente desecados (destacando la reserva de suelo del Área Federal del Vaso de Texcoco. En este lugar se planea construir el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México según anunció el Presidente de la nación a finales de 2014.

5 comentarios:

  1. Hola y felicidades por la investigación! Me interesaria mucho poder ver la imagen de la Superposición del antiguo trazado de Tenochtitlán con la disposición del México Colonial en mejor resolución para leer lo que dice, no se si puedan ayudarme con eso, se los agradeceria. Saludos, Llehi Sol llehisol@gmail.com

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  2. Hola. Tienes bibliografía de las extensión del Lago y su área de inundación?

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  3. Hola a todos. Recomiendo el atlas de proyectos de la CDMX del arq. Alberto Kalach, en el viene más sobre estos temas. Saludos y gracias por subir esta info.

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  4. México y mexicanos SIEMPRE se escriben con X.

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  5. gracias por la informacion pero me gustaria recomendarles que revicen la ortografia ya que la palabra "mejico y mejicanos" esta mal escrita y lleva x.

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