27 jun 2015

El renacimiento del espacio urbano: la experiencia de Copenhague.

Strøget, el peatonalizado eje principal de la ciudad antigua de Copenhague, antes y después de la transformación.
Copenhague ocupa invariablemente las primeras posiciones de los rankings sobre las ciudades con mejor calidad de vida (en 2013 y 2014 fue elegida la mejor por la revista Monocle). Entre las razones que justifican tal distinción se encuentra la extraordinaria reconversión realizada en sus espacios públicos.
A partir de la década de 1960, Copenhague se convirtió en un laboratorio urbano implementando una innovadora política de recuperación del espacio urbano de su casco antiguo, que tuvo su expresión más conocida en la peatonalización de calles y plazas y en la apuesta por la movilidad ciclista en detrimento del automóvil. El arquitecto danés Jan Gehl fue uno de sus abanderados. Gehl, que había denunciado la “ciudad invadida” por los coches que usurpaban el territorio a las personas y la consecuente “ciudad abandonada” provocada por la emigración de muchas familias hacia las periferias huyendo del centro, proclamaría la necesidad de “reconquista” de la ciudad, devolviendo al espacio público su valor como lugar de encuentro ciudadano. Hoy Copenhague “vive la calle” y muestra orgullosa el resultado de una experiencia que ha supuesto un modelo para sus nuevas áreas urbanas y ha influido en muchas ciudades europeas y de otras partes del mundo, que iniciaron procesos similares.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Esbozo urbano de Copenhague.
Copenhague nació como un asentamiento pesquero en una de las islas del archipiélago que separa el Mar del Norte del Mar Báltico. Con el tiempo, ese enclave llegaría ser un punto estratégico, regulando el paso marítimo entre el ámbito escandinavo y el resto de Europa. Así, la ciudad adquiriría importancia como “Puerta del Báltico”, convirtiéndose en un centro comercial de primer orden.
Ubicación de Copenhague, entre el Mar del Norte y el Mar Báltico.
Copenhague (København) fue fundada en el siglo XII en la costa oriental de la isla de Selandia (Sjælland), la mayor isla de Dinamarca. El conjunto insular situado entre los dos mares crea un estrecho bautizado como Øresund que también separa Dinamarca de Suecia. En la actualidad Copenhague ocupa igualmente buena parte de Amager, la isla contigua. El brazo de mar que separa estas dos islas (Selandia y Amager) tendrá una importancia capital en la conformación de la ciudad futura debido a la ocupación de una parte sustancial del mismo. Esta se realizo gracias a importantes rellenos de tierra que permitieron la ampliación de la ciudad y la creación de una gran instalación portuaria.
Evolución en cuatro etapas de Copenhague. El pueblecito de pescadores, la ciudad medieval, el crecimiento amurallado de la parte occidental durante el siglo XVII y la ciudad fortificada del siglo XVIII y XIX.
Aquel pequeño poblado de pescadores, fue creciendo y prosperando hasta reclamar su protección con una primera muralla que se levantó a finales del siglo XIII. Este muro definiría el recinto de la ciudad durante el periodo medieval que, internamente, se estructuraba  a partir de un eje central (el actual Strøget) que unía las dos puertas principales, situadas en el oriente y occidente del casco (Vesterport y Østerport). Esta serpenteante vía enlazaba los principales espacios públicos de la ciudad, como fueron las plazas de la Iglesia de Nuestra Señora (Vor Frue Kirke, aunque el edificio actual es de 1829) y de la iglesia de San Nicolás (Sankt Nicolai Kirke, actual Centro de Arte Contemporáneo), así como el entonces centro neurálgico del núcleo, que quedaba formado por Gammeltorv (antigua plaza del mercado) y Nytorv (nueva plaza del mercado) que hoy constituyen una unidad. En este espacio central se ubicó el antiguo ayuntamiento de la ciudad, hasta que en 1905 fue trasladado al edificio actual en la plaza Rådhuspladsen, junto a la antigua puerta oriental de la ciudad.
Plano de Copenhague hacia 1500 (la línea roja de este a oeste es el eje Strøget) e identificación del mismo sobre la trama actual.

A partir de su trazado medieval, Copenhague iría creciendo gracias a extensiones planificadas que, en parte, se realizaron sobre terrenos ganados al mar. Como consecuencia de ello, el centro histórico acabaría ofreciendo un fuerte contraste entre la irregular trama inicial y sus posteriores y ordenadas ampliaciones barrocas, cuestión que le otorga una identidad particular. No obstante, las diferencias de trazado quedarían compensadas en cierto modo por la unidad de estilo de su arquitectura, ya que la ciudad tuvo que ser reconstruida en varias ocasiones durante los siglos XVIII y XIX tras severos incendios que la dejaron asolada.
La creación por etapas de la ciudad comenzaría en el siglo XVII, una centuria que resultaría trascendental para la evolución de Copenhague, sobre todo por las intervenciones del rey Christian IV, una figura clave en la historia de la ciudad y del país. Su padre, Federico II, falleció en 1588 y, aunque Christian IV no alcanzaría la mayoría de edad hasta 1596, le sucedió ese año, iniciando un reinado que se prolongaría hasta 1648, convirtiéndose en el monarca más longevo de la historia danesa. El nuevo rey marcaría un antes y un después para la capital del Reino de Dinamarca (que integraba Noruega en aquellos tiempos). Su extraordinaria ambición fijaría un rumbo que tendría resultados contradictorios. Por una parte, se consiguieron grandes logros políticos, económicos, culturales y artísticos (y también urbanos en el caso de Copenhague), pero como contrapartida, su actuación provocaría varias guerras con consecuencias muy negativas para el país. Para sostener sus elevadas aspiraciones, como la de crear un imperio colonial ultramarino, Christian IV reorganizó el ejército y, particularmente, la Armada, que vio incrementada considerablemente su flota. Esta decisión tendría una gran repercusión en Copenhague ya que se convertiría en su sede lo que exigiría una reforma total del puerto de la ciudad y de sus defensas.
La primera consecuencia urbana de esta medida fue la creación de un nuevo barrio para alojar a los mandos y a la numerosa tripulación de la Armada. Así, entre 1631 y 1639, se levantó el barrio Nyboderdok, al norte de núcleo medieval y algo alejado del mismo dada su vinculación al puerto que se estaba construyendo en esa zona. El nuevo barrio, en un rotundo contraste con el tejido medieval, presentaba un trazado ortogonal con estrechas manzanas de viviendas en hilera que incluían algunos canales siguiendo el modelo de Amsterdam.
Trazado de la muralla que recogía el puerto interior (plano de 1728).
El estatus adquirido por Copenhague tuvo una segunda consecuencia más relevante, ya que obligó a plantear una nueva línea de defensas para la ciudad, desarrollando un amplio conjunto fortificado con baluartes que culminaba en una nueva ciudadela en el norte (el Kastellet, que se inició en 1626 y estaría concluida hacia 1662). También, como parte del sistema defensivo se reconfiguraron los lagos occidentales (Søerne), dándoles una forma rectangular muy longitudinal que formaba un arco y actuaba como un primer foso defensivo (también serían reservas de agua para la ciudad). Este tramo amurallado protegía a la ciudad por su parte terrestre, mientras que la orilla marítima se iba reconfigurando con la creación de nuevas instalaciones portuarias en terrenos que se ganaban al mar (como ocurrió con Nyhavn, el puerto nuevo, construido por el rey Christian V entre 1670 y 1673). Poco a poco, el brazo de mar que separaba la isla de Selandia y la de Amager,  iría siendo “ocupado” paulatinamente apoyándose en varios islotes que se encontraban en su cauce. Por ejemplo, sobre uno de ellos (Slotsholmen), se había levantado, en 1167, un primer castillo que iría evolucionando con ampliaciones y destrucciones hasta llegar al actual Palacio de Christiansborg (que fue residencia real hasta 1794 y sede del parlamento desde 1849, manteniendo actualmente la representación del poder político danés). Slotsholmen mantiene su carácter insular uniéndose al resto de la ciudad con varios puentes.
Pero la delimitación del conjunto fortificado de Copenhague no terminaría en las murallas terrestres, sino que éstas acabarían formando parte de un gran anillo casi circular que se iría completando paulatinamente por la parte marítima (sobre el brazo de mar comentado). Este segundo tramo de la fortificación creó inicialmente un gran puerto seguro dentro de las murallas. Con esa intervención, Copenhague seguía la estrategia de otras ciudades de la Liga Hanseática, que contaban con un puerto que permitía el amarre controlado de las embarcaciones, frente a los riesgos (de ataques, por ejemplo) de un puerto abierto.
En el interior terrestre, se fue consolidando el tejido urbano gracias a la ampliación de Nyboderdok. Una intervención muy relevante se realizaría entre este barrio y la ciudad antigua: el complejo del castillo de verano que se construyó el rey Christian IV entre 1606 y 1624 y que actuaría como pieza articuladora entre las dos tramas. El edificio principal, conocido como castillo de Rosenborg (Rosenborg slot), se vio acompañado de unos amplios jardines privados, que acabarían, muchos años después, reconvertidos en el gran parque público del centro de Copenhague, Kongens Have (el Jardín del Rey).
La extensión de la ciudad encontraba el impedimento de sus poderosas fortificaciones y por eso tuvo que desarrollarse en el interior de las mismas. El núcleo existente fue densificándose notablemente, aunque también, como ya hemos apuntado, habría un crecimiento que se realizaría sobre una buena parte de la lámina de agua interior a las murallas, que sería rellenada. El primer paso se dio con la creación de un nuevo asentamiento, Christianshavn, que nació en 1639, en el interior meridional, como un municipio independiente, aunque finalmente sería anexionado a Copenhague en 1674. Los rellenos contiguos a la línea de murallas “marítimas” seguirían hacia el noreste de Christianshavn a partir de 1690, formando un “archipiélago” de pequeñas islas (Nyholm, en el extremo norte, Frederiksholm en el centro, Dokøen al oeste y Arsenaløen en el sur), cuyo conjunto constituye el actual barrio de Holmen, que estuvo ocupado por instalaciones navales hasta 1993. Hoy el barrio se ha convertido en una zona residencial y cultural (alberga la Copenhagen Opera House, inaugurada en 2005 según diseño de Henning Larsen)
Plano de Copenhague en 1779. Debajo el estado actual (en amarillo la extensión de la ciudad medieval.
El siglo XVIII traería luces y sombras para la ciudad. Por una parte, epidemias y graves incendios diezmaron la población y destruyeron buena parte del tejido urbano, pero por otra el periodo ilustrado construyó alguno de los edificios (y espacios) más representativos de la ciudad. Entre estos destaca el palacio Amalienborg o la iglesia de Federico (Frederiks kirke, conocida como la Iglesia de Mármol). Ambos, palacio e iglesia, fueron los iconos del nuevo barrio Frederiksstaden  levantado desde 1749 según el proyecto del arquitecto Nicolai Eigtved.
Dinamarca arrancaría el siglo XIX con dificultades derivadas del contexto de las guerras napoleónicas, en las que Copenhague sufriría asedios y destrucciones. No obstante, tanto el país como su capital lograrían remontar esas situaciones adversas. Estos conflictos evidenciaron que las fortificaciones de la ciudad resultaban inoperantes ante los cambios de la tecnología bélica. Por esta razón, con la llegada de la paz se tomó la decisión de derribar la línea de murallas que encerraba la ciudad por el lado terrestre. Hay que tener en cuenta que hasta entonces, Copenhague había mantenido dentro del recinto de Christian IV a pesar de que la población se había cuadruplicado (presentando una densidad elevadísima). Tras esa “liberación” se comenzaron a urbanizar los terrenos ubicados entre la ciudad antigua y el arco de los lagos occidentales (Søerne). La expansión traspasaría incluso la línea de los lagos a partir de 1852, apareciendo los nuevos barrios de Nørrebro, Vesterbro y Frederiksberg (aunque este es realmente un municipio independiente rodeado por Copenhague). La industrialización de la ciudad atrajo a una importante inmigración que supuso un fuerte aumento de la población (En 1840, la ciudad contaba con  120.000 personas y en 1901 llegó a los 400.000 habitantes). Buena parte de esta población se dirigiría a Christianshavn, reconvertido así en barrio para la clase obrera (aunque desde la década de 1970, la zona se convertiría en el escenario de la bohemia de la capital, que incluye la peculiarísima Ciudad libre de Christiania, Fristaden Christiania).
Durante las primeras décadas del siglo XX continuó el crecimiento de la ciudad, alguno muy significativo, como el comienzo de la urbanización de la parte norte de la isla Amager, o la prolongación hacia el interior de Selandia, con barrios como Brønshøj y Valby. La neutralidad de Dinamarca durante la Primera Guerra Mundial permitió prosperar comercialmente a la ciudad, pero esta situación favorable acabó truncada por las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.
Plan de los cinco dedos” para la expansión de Copenhague (Rasmussen, 1947)
Tras este conflicto, en 1947, Copenhague planteó su ordenación redactando el plan urbanístico conocido como “Plan de los Cinco Dedos” (Fingerplanen) bajo la dirección de Steen Eiler Rasmussen (1898-1990), uno de los arquitectos daneses más reconocidos por su influyente producción teórica. El “Finger Plan” (aprobado en 1949) introdujo la estrategia de descentralización urbana de la capital basada en la realización de varias líneas de desarrollo que partían de la ciudad antigua y se extendían por el territorio circundante. Esas nuevas directrices longitudinales emulaban gráficamente a los cinco dedos de la mano apoyándose en las líneas de trenes de cercanías que conectaban la capital con los municipios vecinos. Entre los “dedos” se introducían unas cuñas verdes destinadas a terrenos agrícolas y recreativos.  La “palma” de la mano representaba al denso tejido del centro de Copenhague, que quedaba envuelto por un anillo viario. Este plan impulsó las periferias, en las que fueron apareciendo urbanizaciones residenciales que ofrecían convivencia con la naturaleza frente a la congestionada ciudad central y resultaron atractivas para la población de Copenhague, que iría abandonando el centro de la ciudad para residir en esos nuevos barrios suburbiales. El casco antiguo comenzó a sufrir las consecuencias del abandono, aunque su deterioro sería neutralizado por las políticas de recuperación del espacio urbano (basadas en peatonalizaciones, apuesta por la movilidad en bicicleta, etc.) que analizamos en el siguiente apartado de este artículo.
Una de las últimas actuaciones infraestructurales que han tenido una gran influencia en la estructura de la ciudad ha sido la construcción del Puente de Øresund, que une la capital danesa con la ciudad sueca de Malmoe y que fue inaugurado en el año 2000. La extraordinaria construcción (que consta de un puente de 7.845 metros, una isla artificial, Peberholm, que da soporte a una vía de 4.055 metros y, en su tramo final junto a Copenhague, un túnel de 3.510 metros) ha generado la puesta en carga de la zona de Ørestad, en la isla de Amager. Este nuevo eje de transporte ha transformado las dinámicas urbanas de la zona en ambos sentidos porque, por ejemplo, muchos habitantes de Malmoe se desplazan a Copenhague para realizar compras o disfrutar del ocio mientras que no pocos daneses viven en la ciudad sueca, cuyos precios inmobiliarios son menores, y trabajan en la capital de Dinamarca. El proyecto del nuevo barrio fue realizado en 1997 por el equipo KHR Arkitekter y se estructura en cuatro distritos: Ørestad Nord, Amager Fælled, Ørestad City y Ørestad Syd, cuyos desarrollos llevan distintas velocidades y se encuentran todavía en marcha. En esta nueva área urbana se están construyendo algunas de las obras arquitectónicas más relevantes de la Copenhague moderna.
Ejemplos de la arquitectura reciente en la nueva zona de Ørestad en Copenhague: Arriba, “8 House” de BIG Architects (2010); después, el Hotel “Bella Sky” y Centro de Convenciones del equipo 3XN (2011), la Casa de Conciertos de Jean Nouvel (2009); y debajo,  “Islands Brygge Homes” de  PLOT Architects (2006)

Copenhague y el renacimiento de su espacio urbano.
A mediados del siglo XX, el casco antiguo de Copenhague tenía problemas graves. La permanente presencia del automóvil generaba una congestión y una agresividad ambiental  (contaminación, estrés) muy inconveniente para sus residentes. Además usurpaba territorio (circulaciones, aparcamientos) a los ciudadanos, imposibilitando otras funciones urbanas tradicionales. En esta “ciudad invadida”, las familias de clase media comenzaron a trasladarse a las nuevas urbanizaciones periféricas propuestas por el Finger Plan, iniciando una dinámica que fue deshabitando el centro. Solamente las familias de menor poder adquisitivo (que no podían permitirse el traslado) y los ancianos se mantuvieron en el casco antiguo. La “ciudad abandonada” vería el decaimiento de las actividades, de los encuentros, del comercio, la degradación de muchos espacios o la desaparición de la vida en la calle. Vería, en definitiva, el declinar del espacio púbico, y con él, el de la propia esencia de la ciudad misma.
Para neutralizar la tendencia, se puso en marcha una experiencia pionera que pretendía recuperar el espacio público para los ciudadanos. A finales de la década de 1950 se realizaron varias pruebas con cortes temporales de tráfico en épocas festivas. Su buena acogida llevó a plantear su permanencia. Todo comenzó por Strøget, la serpenteante vía principal de la ciudad antigua, que en realidad es una sucesión de calles y plazas (Frederiksberggade, la plaza Gammel Torv/Nytorv, Nygade, Vimmelskaftet, Amagertorv y Østergade) que enlazan la Plaza del Ayuntamiento (Rådhuspladsen) por el oeste, con  la Nueva Plaza del Rey (Kongens Nytorv) por el este. Este recorrido comenzó a ser peatonalizado en 1962, tras los “experimentos” de la década anterior. La definitiva expulsión del tráfico rodado fue una decisión muy polémica, y sus detractores argumentaron razones de lo más variado, desde que el carácter danés no amaba la vida en la calle hasta que los comercios estarían abocados al cierre o que “Dinamarca no era Italia”.
Evolución de la estrategia de peatonalización entre 1962 y 1996.
Los augurios no se cumplieron y la intervención en Strøget fue todo un éxito ciudadano y comercial, que animó a los responsables municipales a extender paulatinamente la estrategia a las calles y plazas adyacentes. Entre 1968 y 2000, se fueron habilitaron gradualmente nuevas zonas para los peatones. Actualmente el centro de la ciudad cuenta con más de 100.000 m2 peatonales (la actuación inicial de Strøget había abarcado 15.800 m2).
Otra de las claves de la nueva Copenhague fue la apuesta por otro tipo de movilidad que se basaba en la bicicleta. El fomento de los desplazamientos ciclistas, con bicicleta propia o gracias a la puesta en marcha de un sistema de alquiler público (que ha sido implantado posteriormente en muchas ciudades), transformó la movilidad de la ciudad. Según las últimas encuestas, más de la mitad de la población de Copenhague se desplaza en bicicleta (antes que en coche). Esta decisión ciudadana tiene múltiples consecuencias. Por supuesto, la liberación de la dependencia del automóvil y todas sus implicaciones (desde la contaminación hasta la necesidad de aparcamiento), pero también la regeneración de un ambiente más amable o la recuperación de la diversidad e integración social ya que las bicicletas son utilizadas por todo el mundo, jóvenes o mayores, trabajadores o ejecutivos de grandes empresas.
Mapa reflejando la intensidad del tráfico ciclista en Copenhague (2006). 
La transformación radical del ambiente le hizo recuperar su atmósfera “amigable” (la publicitada people friendly city). Con ello, no sólo se consiguió frenar la tendencia migratoria hacia la periferia sino que invirtió el proceso y muchas familias retornaron ante la mejora de las condiciones de vida del centro. Una derivada de esta decisión fue el incremento de la renta de esa parte de la ciudad y la apertura de nuevos locales comerciales, de ocio, cultura, o terciarios que daban servicio a esta población que regresaba al casco histórico. La nueva oferta de actividades redobló el atractivo de la zona incrementando el éxito de la operación.

Uno de los personajes más influyentes en este proceso de transformación fue el arquitecto danés Jan Gehl (1936). Gehl se graduó en arquitectura en 1960 y tras seis años de vida profesional recibió una beca de la Real Academia de Bellas Artes de Dinamarca que le permitió investigar durante cinco años la forma y el uso de los espacios públicos en muchas ciudades del mundo. En 1971, publicó “Life Between Buildings: Using Public Space”, un libro cuya influencia en el ámbito escandinavo fue notable pero que, tras su traducción al inglés en 1987, revolucionó la actuación sobre los espacios urbanos (la traducción española es de 2006: “La humanización del espacio urbano: la vida social entre los edificios”). La principal novedad de su enfoque  fue observar el espacio público desde un punto de vista que fusionaba la arquitectura con la psicología, ofreciendo una comprensión diferente del mismo (Su mujer Ingrid, psicóloga, sería una de sus principales colaboradoras).
Para entender el funcionamiento del espacio público, Jan Gehl comenzó a estudiar el comportamiento en él de los ciudadanos. A partir de su examen, estableció una innovadora clasificación de las actividades realizadas en aquel “espacio entre los edificios”: las necesarias (obligatorias, como ir al trabajo, al colegio o comprar el pan), las opcionales (que se dan cuando el ambiente es favorable, como dar un paseo o tomar el sol y que tanto dependen de la calidad del espacio urbano), y las sociales (las vinculas a la presencia de otras personas, como juegos infantiles, conversaciones o actividades comunitarias y que suelen estar muy ligadas a las anteriores). También examinaría las acciones humanas en el espacio público (desde caminar hasta estar de pie, sentado, o ver, oír y hablar). Igualmente exploraría la repercusión de algunas de las decisiones de proyecto (como agrupar o dispersar, integrar o segregar, atraer o repeler, o abrir o cerrar).
Con todo ello iría conformando su ideario que perseguía la recuperación del espacio urbano como lugar de encuentro y contacto entre personas y que, en consecuencia, debía ser diseñado a partir de las requisitos sociales (y también individuales) de los ciudadanos, en lugar de subyugarlo al dominio absoluto del automóvil. En palabras del ex alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, “si la ciudad es el lugar de encuentro por excelencia, más que cualquier otra cosa, la ciudad es su espacio público peatonal. (…) La cantidad y calidad del espacio público peatonal determinan la calidad urbanística de una ciudad”. Gehl proclamaría la necesidad ineludible de “reconquistar” la ciudad a partir del espacio público.
Imagen del casco antiguo de Copenhague desde el norte. 
Copenhague se convirtió en el laboratorio donde Gehl experimentaría y expondría inicialmente sus ideas. Junto a sus alumnos de la Escuela de Arquitectura, comenzó a estudiar las acciones y los ritmos de vida de los ciudadanos en el espacio público a lo largo de las diferentes estaciones, de las diferentes franjas horarias o de los días laborales y festivos. Las conclusiones de estos primeros análisis fueron presentadas en 1968 y suscitaron un intenso debate sobre el espacio público.
Pero Gehl no era un analista pasivo. Sus reflexiones son propositivas, y se concretan en recomendaciones para los proyectos de espacio público. La decidida apuesta de Gehl (y de otros arquitectos que seguirían sus pasos) por la recuperación del protagonismo perdido por el espacio urbano tuvo sus frutos en su ciudad natal, gracias a la sintonía con los políticos socialdemócratas que gobernaron Copenhague durante la segunda mitad del siglo XX, como Urban Jansen (alcalde entre 1962 y 1976), Egon Weidekamp (entre 1976 y 1989) o Jens Kramer (entre 1989 y 2004).
La experiencia de Copenhague tendría una primera emulación a finales de la década de 1980, cuando Gehl dispuso de la oportunidad de aplicar sus teorías en Oslo, la capital noruega. Sus propuestas, junto con la publicación en inglés de su primer libro, marcarían el inicio de una exitosa carrera profesional que le llevaría a trabajar en el “renacimiento” del espacio urbano de otras muchas ciudades del mundo. Nuevos libros irían profundizando en su filosofía de la humanización del espacio urbano, que se plasmaría en numerosos proyectos internacionales (que desde el año 2000 se realizan desde la firma Gehl Architects, fundada junto a Helle Søholt).
Gehl abrió una nueva “dimensión” espacial al advertir la gran importancia que la vida social tenía en la configuración del espacio público y la repercusión trascendental que el espacio tenía en el sostenimiento de la vida comunitaria. A partir de este proceso pendular social-espacial, “la constatación de la responsabilidad del urbanista y el diseñador urbano en la potenciación de  vida social en la ciudad y, a través de ella, en el impulso a una mayor integración de la comunidad humana que la habita, es la gran aportación de Gehl a la visión que los profesionales del urbanismo debemos tener de la ciudad”, como indicó el profesor Julio Pozueta en la presentación española del primer libro de Gehl.
El modelo aplicado en el centro de la ciudad tendría continuidad en las nuevas áreas residenciales que se han ido desarrollando en Copenhague desde entonces, y la capital de Dinamarca muestra orgullosa la calidad de sus innovadores espacios públicos. Sirva como ejemplo el proyecto Superkilen desarrollado en Nørrebro en 2012 por BIG architects, Studio Topotek1 (paisajismo) y el colectivo artístico Superflex. El nuevo espacio público diseñado recoge muchos de los símbolos de la multiétnica emigración que reside en el barrio, escenificando los deseos de integración y encuentro entre culturas.

El proyecto Superkilen (arriba) abarca tres grandes zonas del barrio Nørrebro de Copenhague: La Plaza Roja (en el medio), el Mercado Negro (debajo) y el Parque Verde. El barrio es una zona multiétnica que ha sido rehabilitada con muchos símbolos de las culturas originales de los habitantes. El diseño ha sido realizado en 2012 por BIG architects, Studio Topotek1 (paisajismo) y el colectivo artístico Superflex.
La experiencia de Copenhague influyó notablemente en otras ciudades que aspiraban a transformarse en ciudades “vivibles”. Las urbes deshumanizadas serían revisadas a partir de los nuevos criterios. Pero en palabras de Jan Gehl, “no se trata solamente de crear lugares donde la gente se pueda sentar a beber capuchinos. Se trata de algo tan básico como poder encontrarnos los unos con los otros en el espacio público”. Aun queda mucho camino por recorrer, pero la “ciudad de los ciudadanos” es un horizonte cada vez más cercano.

1 comentario:

  1. En CITIES FOR LIFE Global Meeting Medellín 2015 queremos cohesionar el conocimiento al servicio de la solución de los retos de las ciudades y sus habitantes y queremos invitarte a formar parte de este proceso.
    Los esperamos

    ResponderEliminar

urban.networks.blog@gmail.com