Nicosia, ciudad dividida.
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Puede
resultar paradójico que en un mundo globalizado, donde las barreras parecen
haber desaparecido gracias a las nuevas tecnologías (de la información, de la
comunicación o del transporte), al comercio, al deporte y a otras muchas manifestaciones culturales
unificadoras, los conflictos de identidad surjan cada vez con más fuerza.
Frente a nociones como convivencia, movilidad, adaptabilidad,
internacionalidad, se ven potenciadas otras como separación, raíces,
intransigencia o nacionalismo.
Por esto, los
conflictos entre comunidades humanas que
comparten un mismo espacio, pueden parecer anacrónicos, pero son reales y
siguen muy presentes en nuestro tiempo. Las razones suelen ser complejas pero
entre sus ingredientes hay cuestiones étnicas, religiosas, intereses económicos
o también cuestiones geopolíticas, principalmente.
Territorios y
ciudades se ven divididos por la imposibilidad de convivencia entre los grupos
humanos que los habitan. Nos interesan las ciudades divididas, urbes que ven distribuida
y segregada su superficie entre las comunidades irreconciliables en disputa. No
son pocas las ciudades que han padecido o siguen padeciendo estas
circunstancias. Baste pensar en Jerusalén, Beirut, Belfast, Mostar, Vukovar o
Berlín, entre otras.
Vamos a
aproximarnos a una de estas ciudades divididas: Nicosia, la capital (doble) de Chipre, en la que, a pesar de la
relativa relajación de las tensiones entre grecochipriotas y turcochipriotas,
la línea fronteriza que la parte en dos sigue vigente.
Las ciudades divididas, un dramático
desenlace para conflictos entre comunidades.
Puede
resultar paradójico que en un mundo globalizado, donde las barreras parecen
haber desaparecido gracias a las nuevas tecnologías (de la información, de la
comunicación o del transporte), al comercio, al deporte y a otras muchas manifestaciones culturales
unificadoras, los conflictos de identidad surjan cada vez con más fuerza.
Frente a nociones como convivencia, movilidad, adaptabilidad, internacionalidad
se ven potenciadas otras como separación, raíces, intransigencia, nacionalismo.
Por esto, los
conflictos entre comunidades humanas que
comparten un mismo espacio, pueden parecer anacrónicos, pero son reales y
siguen muy presentes en nuestro tiempo. Las razones suelen ser complejas pero
entre sus ingredientes hay cuestiones étnicas, religiosas, intereses económicos
o también cuestiones geopolíticas, principalmente. En ocasiones, estas
cuestiones se agravan por razones emocionales o simbólicas y, también, por la
ineptitud (o mesianismo) de algunos líderes políticos. Las discrepancias pueden
ser recientes o arrastrarse durante generaciones y explotar por un detonante
arbitrario. Desgraciadamente, suelen tener consecuencias trágicas para la vida
de las personas (víctimas mortales, refugiados, exiliados, etc.), y también
para el espacio (arquitectónico y urbano) porque la división territorial es uno de los desenlaces dramáticos de estas contiendas.
Las disputas
por la tierra pueden alcanzar situaciones extremas provocando discusiones muy
intensas o incluso guerras (civiles en su mayor parte). Esto puede afectar a
grandes áreas, sirviendo, como ejemplo reciente, la desmembración de Yugoslavia
por este tipo de razones; o también, a comunidades urbanas (que ven segmentado
su escenario vital). Entre las ciudades divididas hay casos de todo tipo, desde
muestras de aislamiento forzado (como
sucedió en el gueto de Varsovia, donde permanecieron encerrados los
judíos entre 1940 y 1943), hasta separaciones por medio de muros (como el de
Berlín, que se mantuvo en pie entre 1961 y 1989).
Vamos a aproximarnos a las ciudades
divididas, ciudades
que ven distribuida y segregada su superficie entre las comunidades
irreconciliables en disputa, viendo afectadas gravemente sus funciones. No son
pocas las urbes que han sufrido y sufren esta dramática situación. Entre ellas
resulta especialmente relevante el caso de Jerusalén, tanto por la pervivencia y violencia del conflicto,
como por la ausencia actual de opciones de solución, manteniéndose activa una
larga lucha entre los extremistas religiosos de ambos lados, judíos y
palestinos, que ocasiona numerosos muertos.
Mapas que expresan la segregación entre comunidades en Jerusalén y Belfast. |
En cualquier
casos, la superación de los desencuentros no garantiza el éxito en la
reunificación urbana, porque son muchas las ciudades que, habiendo padecido la
segmentación, no encuentran el camino para volver a ser un organismo unitario.
La reunificación de Berlín fue una
excepción. Berlín fue víctima de la Guerra Fría entre los dos grandes bloques
geopolíticos de la segunda mitad del siglo XX y acabó dividida por un muro que
separaba la zona occidental capitalista de la oriental comunista. La historia
es conocida y el Muro, al igual que la tensión entre los dos bloques, acabaría
desapareciendo, permitiendo la reunión de la ciudad y la recuperación de la
capitalidad de Alemania. Fue un caso de éxito debido a sus particulares
circunstancias, ya que las dos comunidades separadas no tenían diferencias
entre sí, ni religiosas ni étnicas (en muchos casos hubo miembros de las mismas
familias que se vieron obligados a separarse por instancias mayores) y tras
desaparecer el marco político causante, resultó relativamente sencillo la
reunión de las dos partes (también la prosperidad económica germana facilitó
mucho las cosas).
Pero hay
otras ciudades que, tras haber cesado la violencia que las segregó, y con el
transcurso de los años, no han logrado volver a articularse como una entidad
integrada. Pueden citarse casos como Beirut
(Líbano), que sigue contando con barrios suníes y chiíes bien diferenciados;
como Mostar (Bosnia-Herzegovina),
donde croatas y musulmanes continúan separados; como Vukovar (Croacia), en la que tampoco conviven los serbios y los
croatas; o como Belfast (Irlanda del
Norte), que ve todavía que la comunidad católica independentista y la
protestante unionista, permanecen muy alejadas.
Vamos a
aproximarnos a una de estas ciudades divididas, Nicosia (Lefkoşa, Λευκωσία),
en la que, a pesar de la relativa relajación actual de las tensiones entre las
comunidades grecochipriotas y turcochipriotas, la línea fronteriza sigue
vigente. Estas dos comunidades parecen tener una difícil reconciliación, por
sus diferencias étnicas, religiosas y de lengua. Pero no solamente se encuentra
afectada la ciudad, ya que la división en dos sectores se extiende a toda la
isla de Chipre. Por una parte, en el sur, están los grecochipriotas ortodoxos y
la República de Chipre
(perteneciente a la Unión Europea) y, por otra, en el norte, los
turcochipriotas musulmanes y la República
Turca del Norte de Chipre (un país reconocido únicamente por Turquía).
Nicosia, situada en el centro insular, aparece como la capital de ambas
repúblicas, separada respectivamente entre Nicosia
Sur y Nicosia Norte por una
frontera (la denominada “línea verde”) que fragmenta las calles de la ciudad.
No obstante, también hay otro tipo de
división más sutil, que no se manifiesta en violentos combates, sino en una
segregación paulatina que, en la práctica, también divide las ciudades en zonas
irreconciliables. Son las ciudades divididas por motivos económicos, en las que
surgen guetos para ricos y para pobres y a las que nos acercaremos en próximos
artículos.
Chipre en la
historia, una isla codiciada; y Nicosia, su fortificada capital.
Chipre entró
en la historia pronto, con un peso fue muy superior al que se deduciría de su
tamaño (aunque, por superficie, es la tercera isla del Mediterráneo, tras
Sicilia y Cerdeña). Su posición estratégica, entre Europa, Asia y África la
convirtió en un territorio codiciado. También sus recursos forestales,
agrícolas o mineros incrementaron su valor.
La isla de Chipre y sus principales ciudades. Nicosia
ocupa el centro de la llanura interior.
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Los vestigios
arqueológicos se remontan al año 3000 a.C., testimoniando la temprana ocupación
de la isla, pero serían los aqueos (griegos) los que, tras asentarse en ella
hacia el año 1100 a.C., comenzarían a conformar su identidad dentro de un
entorno sujeto a grandes vaivenes políticos. En esa época se fundarían las
conocidas como las “diez ciudades-estado”
de Chipre, entre las que se encontraba Ledra
(antecedente de Nicosia).
Durante el periodo antiguo chipriota, además de
los griegos, pasaron por ella asirios y persas, egipcios, fenicios y
macedonios. Su etapa romana (desde el año 58 a.C.) y posteriormente bizantina
(formó parte del Imperio de Oriente tras la división de Roma en el año 293),
confirmaría su importancia y despertaría el interés de otros muchos pueblos por
controlarla, sobre todo árabes. En aquella época, los apóstoles San Pablo y San
Bernabé introdujeron el cristianismo en la isla, y la religión pasaría a
convertirse en una tema clave para entender la evolución de la isla. Con el
tiempo, católicos, ortodoxos y musulmanes rivalizarían por el control de Chipre
y las disputas continuarían durante siglos (y todavía se mantienen).
El periodo medieval vincularía a Chipre
con las Cruzadas que los cristianos lanzaron contra los musulmanes para
recuperar Jerusalén y su entorno. La isla fue moneda de cambio entre los
poderosos cruzados hasta que acabó convertida en el Reino de Chipre, gobernado por una dinastía francesa que se inició
en 1192 con Guido de Lusignan. Este la había comprado a los caballeros
templarios, quienes a su vez la habían adquirido de Ricardo I de Inglaterra
(Ricardo Corazón de León). Durante varios siglos, la casa de Lusignan gobernó
la isla, teniendo que defenderla de los genoveses y de los venecianos, así como
de los mamelucos egipcios. Por esta causa surgió la primera fortificación de
Nicosia (el desaparecido castillo, construido hacia 1211) y se levantaría la
primera muralla que protegería la ciudad, durante el reinado de Pedro II de
Chipre (entre 1369 y 1382). Pero el poderío de los Lusignan iría decayendo y en
1489, la última reina de Chipre se vio forzada a ceder la isla a la República
de Venecia. La isla, que era un enclave comercial de primer orden entre Europa
y el mundo islámico, era fundamental para que los venecianos lograran la preeminencia
en el Mediterráneo oriental.
Chipre Veneciana: la definición exterior de la Nicosia
histórica.
Pero la
superioridad veneciana sería efímera porque el creciente poderío del Imperio
Otomano, que ya suponía entonces una gran amenaza para sus intereses, acabaría
por imponerse. No obstante, la Serenissima
intentó mantener sus posiciones y decidió reforzar las ciudades de Chipre. Por
supuesto, Famagusta, que era el puerto principal de la isla, pero, sobre todo,
Nicosia, ubicada en su interior, que era el verdadero centro de mando.
El problema
era que aquellas primeras murallas de finales del siglo XIV resultaban
ineficaces para defender Nicosia ante los avances de la tecnología militar. Por
eso, en el siglo XVI, Venecia decidió derruirlas y construir una imponente
fortificación que pudiera proteger su joya oriental. La decisión se tomó en
1567, encargando su diseño a los ingenieros militares Giulio Savorgnano y
Franscesco Barbaro.
Las
denominadas murallas venecianas (que
todavía delimitan el centro histórico de la ciudad actual), fueron un modelo
que influyó en otras muchas fortificaciones renacentistas (que alcanzaría cimas
como la de Palmanova, construida en 1593, también trazada por Giulio Savorgnano).
La
fortificación de la ciudad adoptó una forma de gran rigidez geométrica,
presentándose como un círculo, transformado en “estrella” por sus once
bastiones. Solamente se abrieron tres puertas en sus muros: al norte, la Puerta de Kyrenia; al oeste la Puerta de Paphos; y al este, la Puerta de Famagusta, que era la
principal de la ciudad. El rio Pedieos
fue reconducido hasta convertirlo en el foso que rodeaba la muralla.
Los bastiones
fueron identificados en homenaje a las familias venecianas que facilitaron su
financiación. Comenzando por el noreste, junto a la actual “línea verde” y
siguiendo el orden anti horario, son: Loredano,
Barbaro (entre este y el siguiente se
encuentra la Puerta de Kyrenia), Qurini,
Mula, Rocass (al sur del mismo se ubica la Puerta de Paphos), Tripoli, D’Avila, Constanza, Podocataro, Caraffa (junto a la Puerta de Famagusta) y Flatro.
Nicosia en 1597 según el plano de Giacomo Franco.
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Pero la
extraordinaria fortificación no fue suficiente para contener el empuje otomano.
La Cuarta Guerra Turco-Veneciana (también llamada Guerra de Chipre) estalló tras
la invasión otomana de la isla y se prolongó entre 1570 y 1573 con el sitio de
Nicosia. En el contexto de esta guerra se celebró la célebre Batalla de Lepanto
(1571), en la que una coalición de estados cristianos derrotó al ejército turco,
pero, aunque el resultado del histórico combate naval logró frenar el
expansionismo turco por el Mediterráneo, no consiguió recuperar Chipre. Las
murallas de Nicosia, todavía inacabadas en aquellos años, no pudieron resistir
el ataque otomano. De hecho, el revestimiento pétreo de sus muros sería una
obra posterior, realizada por los propios otomanos.
Chipre Otomana: la configuración interior de la Nicosia
histórica.
El Imperio
Otomano obtuvo el dominio del Mediterráneo oriental y la isla de Chipre se
mantendría bajo el control turco durante trescientos años. La llegada otomana,
supuso un trauma para la ciudad. Muchos de sus ciudadanos emigraron hacia
occidente (Venecia, España, etc.) y Nicosia perdió población drásticamente,
quedando abandonada buena parte de la
misma. Durante los tres siglos otomanos, la transformación del interior
amurallado siguió el modelo de las ciudades musulmanas, ofreciendo un paradójico
y radical contraste entre el abigarrado y laberíntico casco interior y la
racionalidad geométrica de sus murallas. Las serpenteantes callejuelas fueron
estructurando la ciudad, muchas iglesias se transformaron en mezquitas (como la
gótica catedral católica de Santa Sofía, construida por los Lusignan en el
siglo XIII, que fue reconvertida en la mezquita de Selimiye) y también se levantaron otras nuevas (como la mezquita de
Arab Ahmet, construida a finales del
siglo XVI y renovada en 1845).
Vista aérea de la ciudad amurallada de Nicosia, el
centro histórico de la ciudad.
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Otra
consecuencia del dominio otomano fue la aparición de un nuevo grupo étnico en
la isla. El imperio concedió tierras a los soldados turcos, que se convertirían
en colonos instalándose con sus familias. Esta nueva población turco-chipriota
creció con rapidez hasta ofrecer una presencia significativa en la isla.
La población
grecochipriota que permaneció en la isla tras la huida de los venecianos, fue respetada,
e incluso se les permitió conservar la propiedad de sus tierras, aunque a
cambio de impuestos muy elevados (que empujaron a muchos cristianos ortodoxos a
abrazar la fe del islam). No obstante, la iglesia ortodoxa de Chipre salió
reforzada, puesto que los otomanos consintieron su presencia, admitiendo
incluso que los obispos fueran los líderes espirituales y civiles, así como los
representantes de su pueblo. Este hecho reforzó la identidad de la comunidad
grecochipriota de la isla y, aunque hubo algunas sublevaciones, fueron
sofocadas.
En cualquier
caso, la prosperidad de la isla decaería notablemente bajo el domino otomano. Nicosia
no recuperaría su antiguo esplendor hasta mediados del siglo XIX.
Chipre Británica: el salto sobre las murallas y la
colonización extramuros.
La
independencia de Grecia, alcanzada en 1830, tendría mucha repercusión en la
isla. Los grecochipriotas comenzaron a reclamar la enosis (Ένωσις, unión)
con la “madre patria”, revelándose contra el dominio otomano. Por su parte, el
Imperio Británico, la potencia internacional emergente, incrementó notablemente
su interés en el Mediterráneo Oriental (sobre todo a partir de la construcción
del Canal de Suez) y puso su mirada en Chipre.
Otomanos y
británicos vieron sus intereses enfrentados, pero los esfuerzos diplomáticos
lograron un acuerdo favorable para ambas partes. El imperio turco se encontraba
amenazado en su frontera septentrional por Rusia y solicitó el apoyo británico
en la guerra que estaba manteniendo con el imperio de los zares. A cambio
ofreció el control administrativo de Chipre. Oficialmente, la isla seguía perteneciendo
al Imperio Otomano pero, en la práctica, los británicos disponían del control
absoluto. Así pues, en 1878, la isla adquirió el estatus de Protectorado
británico. Aunque, posteriormente, con la Primera Guerra Mundial y la
desintegración del Imperio otomano, Chipre se convertiría en colonia británica (desde
1925).
Cuando
llegaron los británicos, Nicosia era una modesta ciudad de unos 11.000
habitantes cuyas vidas transcurrían dentro de las murallas venecianas. Esta
ciudad interior, densa y morfológicamente musulmana, no resultaba satisfactoria
para las necesidades y los deseos de representación institucional de los
británicos. Por eso, comenzaron a colonizar el territorio extramuros,
construyendo allí sus principales edificios (oficinas de gobierno, hospital,
palacio de justicia, e incluso las prisiones). Los británicos fueron
urbanizando, sobre todo el sur y el oeste de la periferia de la ciudad
amurallada. De hecho, salvo el hipódromo o la estación de tren, todas sus
construcciones principales estaban en esas zonas. El centro de la ciudad, tradicionalmente ubicado
en la plaza Faneromeni, intramuros,
se iría desplazando hacia la plaza de Eleftheria,
extramuros.
Para conectar
el recinto amurallado con los desarrollos exteriores, los británicos comenzaron
a perforar la muralla y a trazar puentes sobre el foso, habilitando numerosos pasos.
Complementariamente, extendieron los límites municipales hasta entonces
determinados por las fortificaciones y los fijaron, en 1882, en una
circunferencia trazada a quinientas yardas (457 metros) de los extremos de los
bastiones; en 1923 volvieron a ampliar el territorio administrativo de la
ciudad anexionando parte del entorno y, siguieron extendiéndolo en 1938 y en
1944 (y no sería la última vez, aunque ya no realizada por los británicos).
De nuevo, a
principios del siglo XX, la situación en Grecia alimentó los deseos de enosis grecochipriotas, sobre todo desde
de la integración de Creta en el reino griego (1913). Esta reivindicación vio
nacer otra contrapuesta defendida por los turcochipriotas que se oponían a la
integración con Grecia y aspiraban a partir la isla en dos (la taksim, en terminología turca). La tensión
entre las dos comunidades fue creciendo. En 1955, los movimientos nacionalistas
chipriotas comenzaron a hostigar a los británicos. Particularmente el EOKA (Ethniki Organosis Kyprion Agoniston, Organización
Nacional de Combatientes Chipriotas) que, apoyado clandestinamente desde Grecia
con dinero y armas, inició una estrategia guerrillera contra los intereses
británicos. Como reacción surgirían grupos en el sector turco como Volkan (Volcán) o la TMT (Türk Mukavemet Teşkilats, Organización
de Resistencia Turca). Unos, partidarios de la enosis, y otros, de la taksim,
sumieron al país en un estado de violencia insoportable.
La tirante situación
llevó a que, a partir de 1958, se comenzara a valorar la posibilidad de un
Chipre autónomo y soberano. La creciente intensidad de los conflictos forzó a
que los países que “tutelaban” la isla, es decir, Grecia, Turquía y el Reino
Unido, auspiciaran la independencia de
Chipre, que fue declarada en 1960. Los británicos se retiraron de la isla
pero mantuvieron dos importantes bases militares, Acrotiri y Dhekelia.
En 1960, con
el final del control británico y el comienzo de la andadura independiente de
Chipre, en Nicosia residían 45.000 habitantes. Así pues, durante el periodo
británico, la ciudad había dado el salto más allá de las murallas, había
aumentado considerablemente su territorio municipal, y vio cuadruplicada su
población.
Nicosia actual y sus municipios limítrofes, con
expresión de la “buffer zone” que separa la zona grecochipriota de la
turcochipriota.
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Chipre dividida, y Nicosia:
“una ciudad, dos capitales”.
La nueva República de Chipre sería admitida en
las Naciones Unidas el mismo año de su emancipación. El arzobispo ortodoxo
Makarios III fue su primer presidente, gobernando un país en el que
aparentemente podían convivir los dos grupos enfrentados (grecochipriotas y
turcochipriotas). La Constitución aprobada propugnaba un estado compartido,
repartiendo el poder entre ambas comunidades. Pero la experiencia fue muy
conflictiva, entre otras razones por el intento de la mayoría griega de forzar
legalmente la unión con Grecia. Los enfrentamientos entre los dos grupos se saldarían
con violentos combates armados en Nicosia.
En 1963,
nuevamente Grecia, Turquía y el Reino Unido, tomaron la drástica decisión de separar las dos comunidades
dentro de la ciudad. Al norte residirían los turcos y al sur los griegos,
separados por una “línea verde” patrullada por los británicos (la calificación de
“verde” no tenía ninguna referencia ecológica ya que aludía simplemente al
color de la tinta de la pluma con la que fue trazada sobre un mapa). Nicosia, la capital, quedaría así dividida
en dos. EN 1964, el control de la zona de separación pasaría a fuerzas de
contención de la ONU (la UNFICYP, United
Nations Peacekeeping Force in Cyprus, Fuerza de las Naciones Unidas para el
Mantenimiento de la Paz en Chipre).
Pero la
situación se agravó en 1974, cuando un
golpe de estado militar derrocó al gobierno legítimo. El levantamiento, que
fue respaldado desde Atenas por la dictadura griega de los coroneles, buscaba
la definitiva unión de Chipre con Grecia. Inmediatamente, Turquía invadió la isla para proteger a los turcochipriotas,
consolidando sus posiciones en el tercio norte insular. El golpe de estado no
prosperaría (la dictadura militar griega caería entonces y Makarios III recuperaría
la presidencia ese mismo año), pero Turquía no abandonó los territorios
ocupados.
El alto el
fuego consolidaría esas posiciones, obligando a prolongar la “línea verde” por
toda la isla. Esta línea (también llamada “línea Atila” por el nombre en clave dado por los turcos a su
invasión) se extendía de costa a costa, entre las ciudades marítimas de Famagusta
(en el extremo oriental) y Kokkina (en el occidental) recorriendo toda la
llanura central de Mesaoria y se consolidó como frontera entre Turquía y la
República de Chipre. Con esto, la “línea verde”, se transformó en una “zona de
amortiguación” (buffer zone)
desmilitarizada, de anchura variable, cuya protección volvió a recaer sobre las
fuerzas de la UNFICYP que vieron reformulada y ampliada su misión.
La isla quedó
así dividida en dos. Hubo un trasvase de población muy importante entre las dos
zonas hasta alcanzar un equilibrio. En el sur residirían los grecochipriotas,
que mantendrían la denominación de República de Chipre, y en el norte se asentarían
los turcochipriotas, que acabarían constituyendo, unilateralmente, un estado
independiente, la República Turca del
Norte de Chipre (declarada en 1983), un teórico país que solo ha sido reconocido
por la propia Turquía.
La división de Nicosia, esquema general y esquema detallado de la ciudad histórica amurallada (Walled City)
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Nicosia fronteriza.
En este complicado
contexto, el crecimiento de la ciudad continuó. Antes de la división
definitiva, en el año 1968, Nicosia se anexionó el territorio de los municipios
contiguos de Palouriotissa, Kaimakli y Omorfita, ampliando notablemente su
territorio y dejando sus límites administrativos
en su situación actual. Pero Nicosia se vería especialmente afectada por ese escenario
político descrito anteriormente ya que la ciudad quedaría definitivamente
segregada en dos mitades en 1974. La línea de separación previa (que divide
casi diametralmente el casco histórico de la ciudad fortificada) se convertiría
en una frontera entre dos estados y cada una de sus partes (norte y sur)
aparecería como capital de cada uno de ellos.
Diversas imágenes de la frontera entre los dos sectores
de Nicosia.
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No obstante,
la ONU fue promoviendo, desde 1979,
reuniones entre las partes griega y turca para definir un nuevo futuro
conjunto para la capital. El proyecto se denominó “Nicosia Master Plan” y fue financiado por la propia institución
dentro de su programa United Nations
Development Programme (UNDP). Entre los objetivos destacaron toda una serie
de actuaciones encaminadas a proteger la ciudad histórica, la denominada “Walled City” (ciudad amurallada). En el
año 2001 se logró presentar ese proyecto conjunto que ha logrado rehabilitar
alguna zona de la ciudad. Mientras tanto, se están proponiendo operaciones
puntuales, como la Eleftheria Square junto
al bastión D’Avila, para cuyo diseño
se convocó un concurso en 2005, que fue ganado por Zaha Hadid, y que se encuentra
actualmente en construcción, previendo, tras muchos retrasos, su inauguración
para 2016.
Imagen del proyecto de Zaha Hadid para Eleftheria Square.
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Los intentos
de reconciliación de la isla no han fructificado de momento y no parece que la
solución esté cercana. El Plan Annan
de 2002, impulsado por la ONU, proponía una república federal con dos entidades
independientes, con constituciones propias y una representación internacional
común (algo similar al modelo
suizo de gobierno federal y cantones), pero fue boicoteado por los
turcochipriotas. Los esfuerzos posteriores, acelerados por la entrada prevista de
la República de Chipre en la Unión Europea, llevaron a un referéndum doble
celebrado en 2004 que, en esta ocasión sufrió el rechazo de la parte grecochipriota.
En ese mismo año, la República de Chipre (la parte grecochipriota) fue admitida
en la Unión Europea, complicando el proceso de reunificación insular.
Los planos de Nicosia Norte (arriba) y de Nicosia Sur
(debajo), expresan como cada parte de la ciudad se olvida de la otra.
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Así, Nicosia
sigue desarrollándose, aunque cada sector evolucione a espaldas del otro, con
un modelo urbano en el norte (la zona turca y musulmana) que contrasta con la progresión
del sector sur (zona griega y cristiana ortodoxa). Aunque ha habido varios
gestos recientes de acercamiento entre los dirigentes de las dos comunidades
insulares, la situación no ha variado, manteniéndose como la última capital
europea dividida (obviando la peculiar situación de Sarajevo, de la que
hablaremos en otra ocasión).
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