Plano de 1835 reflejando la
delimitación del Distrito Columbia y las trazas urbanas esquemáticas de
Washington.
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La fundación de ciudades es siempre un acto
especial, pero mucho más cuando nacen como capitales que deben representar a
una nación. Entonces, todas las decisiones son más trascendentes. La selección
del emplazamiento, la planificación de su trazado o la ubicación de sus
instituciones, se convierten en actos dotados de una gran significación.
Cuando se constituyeron los Estados Unidos de
América, a partir de las Trece Colonias británicas que habían logrado su
independencia del Imperio, se tuvo la necesidad de construir una nueva ciudad para
ejercer de capital federal de la incipiente nación. Y no solo eso, sino que, además,
debería contar con un territorio propio y autónomo respecto a los estados. Con
esos requisitos, en 1791, nació
Washington y se delimitó el Distrito Columbia
que la contiene. En este artículo nos aproximaremos a las circunstancias que
rodearon su fundación para, en otro posterior, analizar su singular trazado,
del que podría decirse que fue el “canto del cisne” del urbanismo clásico.
La capital
de un estado es la sede del poder político que lo gobierna
y como tal ejerce un papel de representación de toda la nación. Este privilegio
sitúa a estas ciudades especiales en la cabeza de la jerarquía urbana, aunque,
en bastantes casos, ese liderazgo sea solamente institucional, puesto que son
otras las urbes principales desde un punto de vista económico, demográfico,
cultural, etc. Esto sucede en los Estados Unidos de América, donde la capital,
Washington, queda, en muchos aspectos, por debajo de ciudades como Nueva York,
Chicago o Los Angeles, entre otras.
En la antigüedad, la residencia de reyes o
emperadores otorgaba tácitamente la capitalidad, pero no era extraño que esa
dignidad variara con los cambios dinásticos o, incluso, que no hubiera una corte
permanente y esta se trasladara por diversas ciudades sin señalar
específicamente a ninguna de ellas. Pero el crecimiento del aparato burocrático
obligaría a asentar esas cortes itinerantes forzando a los monarcas a
seleccionar una ubicación estable.
Hay ciudades que ejercieron de “capitales” porque destacaron
en su entorno y fortalecieron su papel dirigente conforme sus territorios se
consolidaban. Son los casos de ciudades como Atenas, Roma, París o Londres,
grandes ciudades de la antigüedad, que mantendrían su estatus privilegiado también
en la Edad Moderna, tras la creación de los estados nacionales, que
requirieron, entre otras cosas, disponer de una capital fija.
La designación de una capital siempre ocasionaba polémicas entre las candidatas mejor
dispuestas para albergarla y no son pocos los casos en los que para evitar
enfrentamientos se designaba una tercera
ciudad, menos importante, aunque, con el tiempo, y gracias al impulso que
le proporcionaba el rango adquirido por albergar a las instituciones del estado,
ascendía rápidamente en el escalafón.
En otras ocasiones, la disputa se solucionaba
creando una ciudad ex novo, diseñada específicamente para esa función (aunque en
épocas recientes, también se ha optado por crear nuevas capitales para
reequilibrar territorios y evitar la congestión de las anteriores). El caso de Washington, capital de los Estados Unidos
de América, es el de una ciudad nueva creada para evitar la rivalidad entre los
estados fundadores de la unión y sus ciudades más pujantes. Además, debería
estar dotada de un territorio propio para impedir que alguno de los estados
individuales tuviera una preponderancia sobre el resto por el hecho de alojar
la capital. Y su trazado debería responder a ciertos planteamientos simbólicos
puesto que la nueva ciudad sería el emblema ante el mundo de los novedosos
valores representativos del incipiente país.
Así pues, la creación de la capital federal supuso
solucionar una serie de requisitos que comenzaron con la selección del lugar
donde implantarla.
El emplazamiento de la capital federal de los Estados Unidos de
América.
Cuando las Trece Colonias británicas alcanzaron su
independencia (reconocida oficialmente por el Tratado de Versalles de 1783), ya
existía entre ellas una clara división en dos bloques. Las provincias
británicas coloniales, que se transformaron en los Estados de la Unión, estaban
identificadas como “del norte” o “del sur”, con una diferenciación que iba más
allá de su posición, para expresar otras cuestiones de carácter social y
económico.
La adscripción geográfica se había afirmado como
consecuencia de la solución planteada por una disputa territorial cuando
todavía se encontraban bajo el dominio británico. Para resolver el conflicto
fronterizo entre colonias se marcó, entre 1763 y 1767, una línea conocida como Línea
Mason-Dixon, en referencia a los topógrafos que la trazaron (Charles
Mason y Jeremiah Dixon), que delimitaría con precisión Pensilvania, Virginia,
Delaware y Maryland y acabaría convirtiéndose en la divisoria virtual entre los
estados “del norte” y “del sur”. Las diferencias entre ellos acabarían siendo
tan importantes (por ejemplo, por discrepancias respecto a la esclavitud o por la
diversidad de sus bases económicas), que los contrapuestos intereses de cada
bloque conducirían a la Guerra de Secesión que tuvo lugar entre 1861 y 1865.
Mapa indicando la posición de
Washington (punto rojo) respecto a los Trece Estados originales y, debajo, trazado de la
Línea Mason-Dixon.
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En aquel contexto poscolonial, los denominados
“Padres Fundadores (Founding Fathers)
de los Estados Unidos” tuvieron claro que el nuevo país debía contar con una
capital creada específicamente para tal cometido. Hasta entonces, habían
ejercido el papel de capitales oficiosas Filadelfia (donde se firmó la
Constitución) y Nueva York (donde tomó posesión el primer presidente), pero
ambas ciudades estaban en estados del norte y eran vistas con recelo desde el
sur. También inquietaban las posibles disputas entre las ciudades más pujantes
para acceder a ese rango o la posibilidad de que un estado tuviera prioridad
sobre el resto por el hecho de albergar la capital y que esto pudiera
cuestionar su independencia. Por eso, se decidió crear una ciudad nueva y, no
solo eso, sino que la capital debería contar con un territorio propio que
garantizaría su autonomía respecto a los estados.
La negociación sobre la ubicación de la capital se
produjo en el contexto de una toma de decisiones más amplia, que tenía como asunto
principal el equilibrio entre el poder individual de los estados y el poder del
nuevo gobierno central. Uno de los temas más polémicos versó sobre la deuda que
los estados habían adquirido durante la contienda por la independencia, tanto
respecto del exterior, con Francia y Holanda como principales acreedores, como
del interior, mantenida con ciudadanos de la propia Unión. La propuesta
defendida por los partidarios de un poder central fuerte (con Alexander
Hamilton a la cabeza) era que el gobierno federal debía asumir esa deuda, ya
que veían en el hecho de adjudicarse mayores competencias (la deuda entre
ellas) una forma de reforzar su posición frente a los estados particulares.
Los estados del norte (más endeudados) veían esa
opción con buenos ojos, pero los del sur (que contaban con menores deudas) eran
reacios a aceptarla. En el contexto de esa negociación, se puso sobre la mesa
la posibilidad compensatoria de que la
capital de la Unión estuviera por debajo de la Línea Mason-Dixon (dentro de los estados meridionales), aunque
cercana a ella para no alejarse de los estados septentrionales.
Finalmente, las propuestas de Hamilton (que contaban
con el beneplácito del presidente Washington) se impusieron frente a quienes
defendían otorgar mayor poder a los estados y menos a la administración central
(entre quienes se encontraban Thomas Jefferson o James Madison). Uno de los
efectos del acuerdo alcanzado fue la puesta en marcha de la búsqueda, dentro de
los estados sureños, de la ubicación para la nueva capital y su territorio
autónomo.
La decisión se oficializó en una de las primeras
resoluciones de los Padres Fundadores quienes, con la Residence Act de 16 de julio 1790, indicaron que la capital federal
se debía fundar junto al Potomac River,
dentro de la amplia zona existente entre el Eastern
Branch (Anacostia River) y el Connogochegue. Esa ubicación quedaba por
debajo de la línea de referencia y estaba suficientemente centrada respecto al
conjunto de los estados (aproximadamente a medio camino entre el estado situado
entonces más al norte, New Hampshire,
y el más meridional, Georgia).
Además, facultaron al presidente para definir exactamente la ubicación y poner
en marcha el proceso de construcción de la nueva ciudad.
Plano topográfico del área
donde se levantaría Washington. Georgetown se encuentra en el noroeste.
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El sondeo acabaría con la elección del entorno del río Potomac,
junto a la ciudad de Georgetown, entre el Rock Creek y el Eastern
Branch (Anacostia River), una
zona relativamente pantanosa que el propio presidente Washington, comisionado
por el Congreso, escogería en noviembre de 1790. El distrito se extendería por
las dos orillas del rio, en terrenos que hasta entonces correspondían a los
estados de Virginia y Maryland, que cederían el territorio necesario (aunque la
futura capital federal se ubicaría en la margen izquierda).
La creación del Distrito Columbia y el encaje de la nueva capital
federal.
Así pues, el primer paso, tras elegir el sitio fue la
delimitación de un territorio propio para la futura capital, que se denominaría
“Distrito Columbia” (un nombre que
homenajeaba al descubridor de América) y sería segregado de los estados de
Maryland y Virginia.
La forma dada al distrito fue muy particular.
Originalmente quedó definido por un
cuadrado de 10 millas de lado (16,09 kilómetros) cuyos vértices se orientaron
siguiendo los puntos cardinales (apareciendo en el mapa como un rombo
regular o un “diamante” según una visión menos matemática). El área del
distrito sería así de 100 millas cuadradas (259 kilómetros cuadrados). El rio Potomac entraba en el “rombo” por la
mitad del lado noroccidental, siguiendo su curso perpendicularmente hasta el
centro del mismo, desde donde giraba hacia el sur para salir del distrito junto
a su vértice meridional.
La rotunda formalización del distrito quedó marcada
por 40 mojones de piedra que se instalaron cada milla (se conservan 36 de esos
hitos históricos en su ubicación). El primero en colocarse fue el denominado Jones Point, que señalaba el vértice sur
en la confluencia del Hunting Creek
con el Potomac River. De este trabajo
se encargó un equipo de topógrafos dirigido por Andrew Ellicott, que emplazó
los hitos entre 1791 y 1792 (Ellicott tendría un papel importante en la futura
definición de la capital).
Plano reflejando la ubicación
de los mojones que delimitaron el Distrito Columbia y muestras de los
conservados.
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Dentro del “rombo” ya existían dos ciudades: una en
la margen izquierda del rio Potomac, Georgetown (junto a la que se fundaría
Washington) y otra en la ribera derecha, Alexandria.
Estas dos ciudades habían sido fundadas respectivamente en 1751 y 1749 y
entonces eran dos puertos prósperos que podían resultar un apoyo importante
para el arranque de la nueva ciudad. En esa zona, también había un plan para
implantar otras dos nuevas ciudades, que llegaron a tener nombre (Hamburgh y Carrollsburgh) pero que no se desarrollarían debido a la
construcción de la capital.
El Distrito Columbia (D.C.), definido por la
delimitación comentada, fue oficializado por la Organic Act de 1801, segregando esos terrenos de Virginia y
Maryland para ponerlos bajo el control exclusivo del Gobierno Federal. Entonces
se organizó administrativamente en dos condados: al norte (orilla izquierda del
río), el condado de Washington y al sur (orilla derecha) el condado de
Alexandria. No obstante, el D.C. no quedaría así. Virginia acabaría reclamando
la devolución de su antiguo territorio al sur del rio Potomac (el referido condado de Alexandria), consiguiendo la
retrocesión en 1846.
[Tras la
reintegración en Virginia, la ciudad de Alexandria acabaría obteniendo su
propia administración como municipio independiente, City of Alexandria, y el resto del territorio, para evitar
confusiones, se renombró en 1920 como condado de Arlington, en referencia a la Arlington House, que fue residencia del
general Robert E. Lee. Por esta razón, alguno de los grandes equipamientos
gubernamentales, como el Pentágono, no se encuentran propiamente en Washington
D.C., sino en Arlington, Virginia, en la orilla derecha del río].
Con esa segregación (de unas 31 millas cuadradas, en
torno a 80 kilómetros cuadrados), el
“rombo” quedaría truncado en su sector suroccidental, siguiendo la “falla”
del Potomac River, siendo esta la
delimitación desde entonces (con la retrocesión, los mojones que deslindaban la
ribera derecha del rio quedarían dentro del estado de Virginia, como una
anécdota histórica).
Sobre el plano de 1888,
arriba la delimitación inicial del Distrito Columbia y debajo su definición
final.
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La regularidad inicial de la formalización
geométrica del Distrito parecía sugerir pistas para las trazas de la nueva
ciudad, de forma que las diagonales de ese gigantesco cuadrado-rombo, que
quedaban orientadas de norte-sur y de este-oeste, pudieran convertirse en los
ejes principales de la ciudad (albergando la casa del Presidente y el edificio
del Congreso, respectivamente, que eran los dos edificios principales de la nueva
ciudad). Además, el cruce de ambas señalaba un punto al que poder dotar del
máximo simbolismo en la composición urbana.
Pero esas supuestas intenciones iniciales no se
cumplirían, porque la ubicación de los ejes donde se encuentran la Casa Blanca
y el Capitolio están levemente desplazados respecto a las diagonales, y en su
cruce tampoco se levanta el monumento más emblemático de la ciudad (el gran
obelisco dedicado al primer presidente de los Estados Unidos), porque se encuentra
ligeramente desviado. Ciertamente, la geometría y la topografía no tienen por
qué coincidir y, de hecho, en el caso de Washington, los puntos que la
geometría sugería como principales no lo eran desde el punto de vista
topográfico. Por ejemplo, la cima de la pequeña colina del Capitolio, el lugar
deseado para levantar el edificio que representaría a la soberanía popular, no se
ajustaba con el paso de la diagonal y, por eso, se desplazó el eje principal de
la ciudad. Y lo mismo sucedió con la residencia presidencial. Quizá se podía
haber condicionado la disposición del cuadrado desde las intenciones topográficas,
pero la delimitación del distrito ya había sido oficializada.
Al margen de estas paradojas compositivas, existen
otras de carácter político derivadas del hecho de que el Distrito Columbia no es un estado. Esto implica que sus habitantes
pagan impuestos federales (como todos los estadounidenses), pero no tienen
posibilidad de influir en su destino al carecer de representantes en el
Congreso (Puerto Rico tampoco tiene representación, pero no contribuye a las arcas
de la federación). La reivindicación para constituir el D.C. como el estado
número 51 de la Unión es constante entre los residentes de la capital (de
hecho, hasta 1961, ni siquiera podían votar al presidente y tuvo que ser la
enmienda nº 23 la que les otorgó ese derecho, que ejercieron desde 1964). Esta
“anomalía” es recurrentemente denunciada, pero el debate continúa sin que tenga
visos de solución a corto o medio plazo.
Georgetown, precedente urbano y referencia geométrica.
Georgetown existía desde 1751, cuarenta años antes
de la presentación del primer plan para la capital, y tuvo una influencia
notable sobre el planteamiento urbano de la futura capital.
La historia de Georgetown comenzaría realmente en
1703, cuando un colono escocés llamado Ninian Beall recibió 705 acres de tierra
en el lugar donde medio siglo después nacería la capital. Beall llamó a sus
posesiones Rock of Dumbarton en
referencia a su lugar de origen. Aquellos terrenos se ubicaban sobre la llamada
Fall
Line, la línea geológica que separa las laderas de las montañas
(formadas por rocas magmáticas y metamórficas) de las planicies costeras (de
rocas sedimentarias). Esa línea es importante porque es el lugar donde se
interrumpe la navegación convencional debido al aumento drástico de la pendiente
del terreno, que en el caso del río Potomac
se remarca con las Little Falls, la
zona de “rápidos” que identifica la transición. Por esa razón, Georgetown nacería en ese punto, ya que
acogería el puerto interior hasta donde podían acceder las naves que
realizaban los viajes transatlánticos.
En ese lugar se estableció un puerto idóneo para el
comercio, principalmente de tabaco. Allí se irían posicionando los principales
comerciantes de tabaco y la zona prosperó con rapidez. Sería en 1751 cuando estos
comerciantes solicitarían y lograrían el permiso de la administración colonial
de Maryland para fundar una nueva ciudad junto a los muelles fluviales. Los
comisionados negociaron con los propietarios de los terrenos adyacentes al
puerto, George Gordon y George Beall (que era hijo de Ninian, el primer colono
de la zona), pero estos se negaron a vender y, tras una reclamación judicial,
fueron obligados a hacerlo. Una de las incógnitas que esconde Georgetown es el
origen de su nombre que bien pudiera homenajear al rey Jorge II (monarca
británico en aquellos años) o a los dos George propietarios originales.
Se trazó el plan de la ciudad con criterios de racionalidad máxima: una
retícula ortogonal orientada según los puntos cardinales. Su planteamiento
fue modesto, ofreciendo 80 parcelas separadas por dos calles principales
perpendiculares, orientadas según los puntos cardinales, y dos callejones (lane) en dirección norte-sur. La ciudad
se estructuró a partir de esos dos ejes principales que recordaban a los cardus y decumanus romanos. El que discurría en dirección este-oeste fue llamado, desde el cruce
hacia el oeste, Falls Street, la
calle “de las cataratas”, porque apuntaba en esa dirección; y Bridge Street desde el centro hacia el
este, la calle “del puente” porque se dirigía hacia el viaducto que salvaba el
arroyo Rock Creek (que separa Georgetown
y Washington). No obstante, todo el eje acabaría siendo conocido como Bridge Street y se convertiría en la vía
principal de la ciudad gracias a la creciente importancia del puente que la
uniría con Washington. Por su parte, el eje
norte-sur recibió el nombre de Water
Street desde el cruce hacia el sur (hacia el río) y High Street hacia el norte. Los callejones que se trazaron en
dirección norte-sur recibieron nombres expresivos: Duck Lane (el occidental, por debajo del eje principal, haciendo
referencia a los patos de las montañas) y Fishing
Lane (el oriental, también por debajo de la calle principal, recordando el
pescado procedente del rio). Sus continuaciones sobre el eje principal se
denominaron simplemente West Lane y East Lane.
Plano inicial de Georgetown
(1751)
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Georgetown quedaría al margen de la planificación de
la capital y tampoco se vería condicionada por ella. Más bien sería al
contrario ya que el trazado de Washington, adoptaría el mismo criterio para su
trama básica: una retícula ortogonal orientada siguiendo los puntos cardinales.
Además, se pensó en dar continuidad al eje principal de Georgetown dentro del
trazado de la capital, al menos inicialmente.
Ubicación de Georgetown en su
entorno topográfico, junto al Rock Creek que desemboca en el río Topomac. La
línea punteada en rojo indica la extensión del primer trazado de la ciudad.
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Apunte
sobre la evolución de Georgetown desde el nacimiento de Washington: crecimiento
y anexión a la capital.
Tras el nacimiento de Washington, una transformación
importante en el núcleo original de Georgetown fue la apertura del Chesapeake and Ohio
Canal, que se mantuvo operativo entre 1831 y 1924. El canal, que
discurría paralelo al rio Potomac, unía Georgetown con Cumberland a lo largo de
casi 300 kilómetros, e iba acompañado de caminos laterales (Towpath o “camino de sirga” que, con
fuerza animal o humana, permitía el remolcado de las embarcaciones
contracorriente). Su trazado atravesó el núcleo antiguo de la ciudad de oeste a
este, a medio camino entre el rio y el eje principal de la ciudad (Bridge Street). Tras quedar en desuso
por la competencia del ferrocarril, el canal se convertiría en un parque y, en
1961, fue designado Monumento Nacional, siendo mantenido en la actualidad por
la Chesapeake and Ohio Canal National
Historical Park.
El Chesapeake and Ohio Canal
a su paso por Georgetown, en la actualidad.
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No obstante, hasta
la década de 1780 la ciudad no comenzaría a crecer y a extender su trama
original. Georgetown crecería con extensiones como la Beatty & Hawkins' Addition de 1860.
En 1872, el hasta entonces municipio autónomo de Georgetown, fue anexionado a Washington.
Sus calles se rebautizaron en 1895
para integrarlas en el esquema general de la capital de los Estados Unidos. En
la actualidad, Bridge Street forma
parte de la M Street NW de
Washington, aunque no se alinea exactamente con el brazo de la capital,
obligando a un acuerdo peculiar a la altura de New Hampshire Avenue NW y 21
Street NW. El eje norte-sur Water Street-High Street recibió el
nombre de Wisconsin Avenue NW. Y los
callejones que se trazaron en dirección norte-sur, Duck Lane-West Lane y Fishing
Lane-East Lane, forman parte
actualmente de 33 Street NW y 31 Street NW, respectivamente. Hoy,
Georgetown es uno más de los barrios de Washington D.C.,
Primeros esbozos para la capital federal (las ideas de Jefferson).
Thomas Jefferson (1743-1826) fue uno de los “Padres
fundadores” de los Estados Unidos, que se convertiría en el tercer presidente
de la Unión (entre 1801 y 1809). Fue un personaje polifacético que uniría a su
liderazgo político conocimientos profundos de disciplinas muy diversas tanto de
la ciencia como del arte, que lo llevaron a destacar como inventor, arquitecto,
músico, horticultor o fundador de la Universidad de Virginia. Su interés en la
capital federal fue muy importante, implicándose mucho en las fases iniciales,
colaborando con el presidente Washington en la selección del sitio, dibujando
esquemas urbanos o realizando sugerencias a los redactores del plan de la
futura ciudad.
Jefferson era un admirador de la Antigua Roma y de
sus estrategias urbanas. De hecho, la Land
Ordinance de 1785, que estructuraría el crecimiento de los Estados Unidos y
de muchas de sus ciudades, y de la que Jefferson fue uno de sus redactores
principales, debía mucho a las centuriaciones
romanas. Pero la constatación de la admiración romana que influiría en la
futura capital de la Unión no quedaría solamente en la centuriatio (que Jefferson proponía como retícula base de la
ciudad). Por ejemplo, se expresó también dando nombres romanos a algunos de los
puntos geográficos de la nueva ciudad, como Tyber
Creek (el arroyo Tíber), para designar al cauce, hasta entonces conocido
como Goose Creek (arroyo del ganso),
que discurría por las marismas que acabarían por convertirse en el centro de la
ciudad; o la designación del Congreso como Capitolio,
en referencia a la colina de la capital italiana sobre la
que se levantaron diversas instituciones, entre ellas el Ayuntamiento romano.
Detalle del plano elaborado
por Thomas Jefferson en 1791 expresando su visión sobre el trazado de la futura
capital.
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El dibujo conservado, que expresa la visión de Jefferson
de la traza de la capital realizado en marzo de 1791, indica varias cuestiones:
en primer lugar, la propuesta de una retícula
ortogonal formada por una serie de cuadrados que se ubican entre los
arroyos existentes (Tyber Creek y Rock Creek). Esta trama sigue la orientación según los puntos cardinales
que ya existía en la vecina ciudad de Georgetown. Jefferson también indicó la posible
ubicación de los dos equipamientos
principales (la residencia presidencial y el Congreso) que estarían unidos
por unos paseos públicos que se abrirían
al sur.
Esas sugerencias no se aplicarían (salvo la
orientación de la retícula básica) porque, finalmente, sería Pierre Charles
L’Enfant (1754-1825) el encargado de trazar el plano de la ciudad. En un
próximo artículo analizaremos las claves del conocido como “Plan L’Enfant”, el
singular trazado de la capital de los Estados Unidos, que sufriría numerosas
vicisitudes y del que podría decirse que fue el “canto del cisne” del urbanismo
clásico.
La capital acabaría siendo dedicada al primer
presidente de los Estados Unidos, George Washington, aunque este no residió en
ella y nunca se refirió a la ciudad con ese nombre (quizá por modestia). El
presidente Washington la llamaba simplemente la “Ciudad Federal”.
gracias me ayudo en una tarea:v
ResponderEliminarBuenas, quisiera saber algo. Poeque no hablan de la extraña forma que tiene la ciudad que viendola desde lo alto se asemeja a un craneo satanico y el exagono?
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