La reconstrucción de la capital polaca generó
un intenso debate. Se enfrentaron dos posturas radicalmente diferentes: por un lado se defendía una reconstrucción mimética, recuperando la
ciudad de antes de la guerra; mientras que, por otro, se propugnaba olvidar el
pasado y construir una “ciudad moderna”,
planificada según el modelo soviético. Finalmente, Varsovia, renacería mostrando las dos tendencias.
El urbicidio de
Varsovia y el debate sobre la reconstrucción.
La
destrucción de Varsovia fue algo más que el resultado de las batallas ocurridas
en su interior. Desde luego, en periodos de guerra, muchas ciudades han sufrido
asedios, bombardeos, incendios, con destrozos de infraestructuras, edificios
abatidos, etc., pero lo de Varsovia fue otra cosa. Porque, además de los quebrantos
propios de una contienda, estaría la firme
decisión del régimen nazi de eliminar la ciudad.
Hacia
el final de la Segunda Guerra Mundial, y tras el denominado Alzamiento de Varsovia de 1944, en el
que la resistencia civil puso en jaque al ejército alemán, los nazis decidieron
arrasar la ciudad con el objetivo de dar ejemplo y evitar sublevaciones en
otros lugares. Esa proposición liquidativa cuenta, desgraciadamente, con bastantes
ejemplos a lo largo de la historia, porque, para acabar con la moral y la
resistencia de una comunidad, no hay nada mejor que destruir los símbolos y los
elementos que la cohesionan (entre ellos sus ciudades). La pretendida exterminación
de la capital polaca comenzó con un expolio generalizado en el que la riqueza
artística acumulada en Varsovia a lo largo de los siglos fue, literalmente,
robada. A continuación, se iniciaron
acciones sistemáticas para la destrucción de edificios, calles y plazas en un
intento de borrar la ciudad del mapa.
Pero
la amenaza de destrucción de Varsovia ya existía antes de recibir ese castigo definitivo
por la sublevación de la Resistencia,
puesto que el régimen nazi cuestionaba su existencia (al menos como ciudad
polaca) desde años atrás. Esto era así porque Hitler aspiraba a recuperar la
antigua Prusia, la cuna del imperialismo alemán, que consideraba una parte
esencial del Lebensraum (el “espacio
vital”) alemán, que, en gran medida, se encontraba incluido en Polonia. Así, la
estrategia prevista sería germanizar (“purificar”
en terminología nazi) las regiones orientales, para lo cual se desarrollaría
el denominado GPO, Generalplan Ost.
El objetivo era arrebatar el control de aquellos territorios a “eslavos y
judíos”, y eso, desde luego, implicaba una “limpieza” étnica, pero también una
transformación de los espacios urbanos.
Plan Pabst para Varsovia en el que se diseñaba una
ciudad totalmente nueva tras la pretendida eliminación de la existente.
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Cuando
los rusos liberaron Varsovia encontraron una ciudad en ruinas, el 85% de sus
edificaciones estaban arrasadas. La derrota de los nazis hizo olvidar los
delirios hitlerianos y se comenzó a pensar en la necesaria recuperación de la
abatida capital polaca: habría que levantarla de nuevo, restañar las heridas e
insuflar vida a aquel gran solar devastado.
Varsovia,
capital de una república que había abrazado el “comunismo” tuvo una ventaja
sobre lo ocurrido en Londres: el suelo
fue nacionalizado. El territorio de la ciudad pasó a pertenecer a la
comunidad (expropiado sin ninguna compensación) y, por lo tanto, dejó de haber propietarios
que pudieran presionar (además, muchos de ellos habían muerto en la contienda).
Con esa medida, no habría especulación ni intentos de favor, liberando a la
planificación urbana de uno de sus principales condicionantes. Los diseñadores
urbanos podrían transformar la ciudad con una gran independencia.
Pero,
aunque la ciudad aparecía como una hoja en blanco, la memoria no
desapareció del todo. Algunos edificios notables, que habían logrado
sobrevivir, fijaron algunos puntos en la gran remodelación urbana de la ciudad,
Desde luego, el recuerdo de Varsovia permanecía en el pueblo polaco superviviente,
que deseaba recuperar, en la medida de lo posible su identidad. Reestablecer símbolos
anteriores a la guerra, era, en cierto modo, una catarsis para olvidar las
terribles desgracias que habían padecido. Volver a vivir en la Varsovia de
siempre permitiría recomponer las maltrechas mentes de los ciudadanos y
permitiría situar el conflicto entre paréntesis, aunque solo fuera una ilusión para
poder salir adelante. Pero no era posible obviar lo ocurrido, ni tampoco la diferente
realidad que se estaba abriendo dentro de la órbita socialista soviética. En
consecuencia, Varsovia y otras muchas ciudades polacas (sobre todo por la
reestructuración de fronteras políticas) sufrirían “identidades variables”.
Tres imágenes que reflejan la evolución del centro de
Varsovia. Arriba, en 1935. En el centro en 1944 tras la destrucción de la
ciudad. Debajo, ortofoto actual.
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La reconstrucción
mimética del centro histórico de Varsovia.
El
compromiso con el pasado, con la Varsovia pre-bélica, se concretó en una doble línea. Por un lado, los edificios monumentales (de los que unos
pocos habían sobrevivido a duras penas) serían reconstruidos con la mayor
fidelidad posible, y por otro, se recuperaría el estado anterior a la guerra
del Casco Histórico, es decir, la Ciudad Vieja (Stare Miasto) y la Ciudad
Nueva (Nowe Miasto).
Para
realizar esta restauración se dispuso de la información existente que mostraba
la Varsovia previa a la guerra. Se recopilaron abundantes planos y fotografías para
servir de base a los nuevos proyectos replicantes. Incluso se recurrió a
pinturas históricas, particularmente a las veintitrés estupendas vedute que Bernardo Bellotto (1721-1780)
realizó de la Varsovia Ilustrada de finales del siglo XVIII (Bellotto, sería
conocido en tierras polacas y germanas como Canaletto,
pero no debe confundirse con el auténtico Giovanni Antonio Canal, “Canaletto”. Bellotto era sobrino del
extraordinario pintor del paisaje urbano veneciano, y se apropió del
sobrenombre para potenciar su prestigio. La historia de la pintura se refiere a
él como Canaletto el Joven).
Así
renacieron palacios, iglesias y otros edificios dotacionales, particularmente
respecto a su imagen urbana, porque si bien se rehicieron volumetrías y
fachadas o se escogieron materiales idénticos, el interior de la arquitectura
fue menos preciso (entre otras cosas porque se incorporaron técnicas e
instalaciones que aquellos edificios históricos no habían tenido nunca).
El
pretendido rigor restaurador no fue una máxima absoluta porque la nueva Ciudad Vieja de Varsovia acabaría ofreciendo
una mezcla de realidad y fantasía. En algunos casos, la recuperación se dejó
llevar por la recreación de imágenes que no se correspondían exactamente con lo
preexistente. Algunos edificios fueron “manipulados” para recrear el ambiente
de la Varsovia ilustrada y, en otros casos, se restauraron elementos que habían
desaparecido, como es el caso de las murallas que envuelven la Ciudad Vieja, que en parte habían sido
demolidas y en parte estaban ocultas entre las edificaciones que se habían
adosado a ella. Estas viviendas fueron eliminadas en la recreación con el
objetivo de potenciar el aspecto “medieval” del casco antiguo. Además, aunque las
viviendas replicadas mantuvieron en líneas generales la parcelación anterior,
se buscó mejorar la habitabilidad, ampliando los patios interiores o utilizando
las tecnologías disponibles en esos años.
Alguien
dijo que en Varsovia no hay que buscar
arqueología sino historia y por eso la UNESCO reconocería el esfuerzo
realizado, distinguiendo en 1980 al núcleo original de la ciudad como Lugar Patrimonio de la Humanidad (la “Ciudad
Vieja”, Stare Miasto, que quedaría
identificada con recinto delimitado aproximadamente por el gran eje viario que
sigue el recorrido del rio Vístula (Wybrzeże
Gdańskie) y por las calles Mostowa,
Podwale y Grodzka). En la memoria de concesión, la UNESCO explica que “el centro histórico de la capital polaca fue
destruido por las tropas hitlerianas en más de un 85% en agosto de 1944,
durante la insurrección de sus habitantes contra el ocupante nazi. Después de
la guerra, una campaña de reconstrucción de cinco años, llevada a cabo por los
propios varsovianos, dio como resultado la restauración meticulosa de sus
iglesias y palacios, así como de la plaza del mercado de la ciudad vieja. El
sitio es un ejemplo único de reconstrucción prácticamente total del conjunto de
un patrimonio arquitectónico histórico de los siglos XIII a XX”.
La planificación
soviética de la Varsovia post-bélica.
La
proclamación de la República Popular de Polonia en 1945 abrió un futuro diferente para el país y para su
capital, que quedarían estrechamente vinculados a la Unión Soviética durante muchos años.
Varsovia
era una ruina y como tal tenía todo tipo de problemas. Las necesidades más
elementales no estaban cubiertas porque entre otras muchas cosas imprescindibles,
las infraestructuras estaban destrozadas y, lógicamente, había un gravísimo
déficit de viviendas. Como primera medida urgente, se creó una Oficina para la Reconstrucción de Varsovia desde la que se planificaría
la acelerada recuperación de la misma.
De
las dos tendencias para la reconstrucción, la que abogaba por una ciudad nueva,
veía una oportunidad en la devastación, ya que la tabula rasa permitía una reestructuración casi completa de la
estructura urbana y la proposición de arquitecturas más eficientes y adaptadas
a los tiempos modernos. Esta será la estrategia dominante que configurará la
nueva Varsovia. No obstante, la planificación soviética tendría dos caras que
reflejarían dos objetivos diferentes. Por una parte, apremiados por la situación
de emergencia, se construirían numerosos
edificios de viviendas vinculados a la modernidad del racionalismo con
tecnologías novedosas, principalmente apoyadas sistemas de prefabricación.
Pero, por otra parte, la ideología impuesta por la Unión Soviética (que
financió buena parte de la reconstrucción), exigiría la creación de nuevos iconos urbanos que hicieran
olvidar el pasado de Varsovia y crearan una nueva identidad “socialista” para
la capital polaca.
La reestructuración de la trama de Varsovia tras la
guerra abrió nuevas calles buscando crear una retícula jerarquizada.
Comparación de los planos de Varsovia. Arriba en 1939 y debajo en 2010.
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Las
parcelas resultantes recibirían los nuevos edificios de viviendas, construidos
siguiendo los postulados del Movimiento Moderno. La consecuencia principal fue
la transformación radical de la ciudad. Varsovia
dejó de ser una ciudad compacta y se convirtió en una muestra de ciudad abierta
y difusa, salpicada por los bloques longitudinales, repetitivos e
impersonales que caracterizaron una época de la arquitectura soviética de
posguerra. Aunque desde otro punto de vista, esta radical renovación de la trama
sería capaz de conjugarse con la integración puntual de edificios históricos
que fueron recuperados.
Los bloques de viviendas prefabricados y seriados son
uno de los temas característicos de la planificación soviética de la segunda
mitad del siglo XX.
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Otras
obras singulares que siguieron la modernidad serían la Casa del Partido (Dom Partii),
la sede del Comité Central del Partido de los Trabajadores Unificado Polaco
levantada en la Avenida de Jerusalén (Aleje
Jerozolimskie) entre 1948 y 1952 según proyecto de Wacław Kłyszewski, Jerzy
Mokrzyński y Eugeniusz Wierzbicki y actualmente reconvertida en el Centro Bancario y Financiero) o las ampliaciones del Parlamento (Sejm), proyectadas por Bohdan Pniewski
(1897-1965) a principios de la década de 1950.
En
la vertiente simbólica, destacaría,
sobre todo, el que se convertiría en el principal emblema de la época: el Palacio de la Cultura y la Ciencia (Pałac Kultury i Nauki, PKiN), un
“regalo” del líder soviético Stalin a la capital polaca. El edificio se levantó
entre 1952 y 1955, siendo contemporáneo de los rascacielos que se estaban
levantando en Moscú (las “Siete Hermanas”) y que eran su modelo
(particularmente el de la Universidad de Moscú). El colosal edificio,
representante del denominado “gótico estalinista”, era una nueva muestra de las
contradicciones internas que estaba sufriendo el mundo cultural y artístico
soviético. Diseñado por el arquitecto ruso Lev Rudnev (1885-1956) sería, con
sus 237 metros, el edificio más alto de Polonia hasta 2012, cuando sería
superado por la Sky Tower de Wrocław (ese
mismo año la construcción del rascacielos Złota
44 lo relegaría también a la segunda posición en la capital). El inmenso
solar que se habilitó para la construcción de la gran torre se completaría con
la urbanización de la gigantesca Plaza
del Desfile (Plac Defilad, un
rectángulo de unos 600 por 400 metros)
El Palacio de la Cultura y la Ciencia es el gran icono
de la Varsovia soviética. En la foto inferior se aprecia la extensa Plaza del
Desfile y, enfrente, el moderno “Muro Oriental”.
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Espacios híbridos (el
ejemplo de la Plac Bankowy)
Las
dos tendencias sobre la reconstrucción de Varsovia tomaron forma simultánea en
la ciudad, pero más allá de los diversos casos homogéneos comentados
anteriormente, la capital polaca ofrece muchos espacios híbridos en los que la arquitectura histórica recuperada
comparte escenario con edificios “modernos” de más o menos interés.
Realmente,
todas las ciudades ofrecen esta mezcla estilística debida a los procesos de
paulatina renovación urbana, pero el caso de Varsovia es especial porque lo
“histórico” y lo “moderno” se fueron construyendo a la vez. Son muchos los
ejemplos, uno de los más significativos, por la importancia que tuvo en la
ciudad, es la Plac Bankowy.
Evolución de la Plac Bankowy. Arriba cuadro pintado en
1833 por Wincenty Kasprzycki. En el centro imagen de 1939 y debajo imagen
actual de Google Earth.
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Primero
porque la plaza se reconfiguró como un
rectángulo (apoyándose en la alineación de los palacios y siguiendo la
reestructuración general de la trama urbana de la ciudad) y después porque
mientras que los grandes edificios
occidentales fueron restaurados, la fachada
este (obligada por el cambio de base formal) sería totalmente nueva.
En
el referido lado occidental se habían construido, en 1825, diversos edificios
monumentales diseñados por Antonio Corazzi (1792-1877): el Palacio del Tesoro (Komisji Rządowej Przychodów i Skarbu),
el Palacio del Ministerio de Hacienda (Pałac
Ministra Skarbu), el edificio del Banco de Polonia y la Bolsa de Valores (Banku Polskiego i Giełdy). Estos
edificios, muy dañados durante la guerra, fueron reconstruidos en la década de
1950. En la actualidad, los dos primeros mantienen, en cierto modo, el uso administrativo
original y albergan el Ayuntamiento de
Varsovia, mientras que los económicos han cambiado su destino y están
ocupados por el Museo de Arte Juan Pablo II (Muzeum Kolekcji im. Jana Pawła II). Esta fachada es la
representante de la reconstrucción mimética de la plaza.
Por
otra parte, el lado oriental sería totalmente renovado. Antes de la devastadora
guerra (entre 1875 y 1878), se había construido, junto al vértice norte de la
plaza, pero sin contacto directo con ella, la Gran Sinagoga que reforzaría la centralidad del lugar. La sinagoga
sería destruida en la guerra (los nazis la volaron) y ya no sería recuperada.
En su solar se construiría la Torre Azul (Błękitny Wieżowiec), un rascacielos concebido en 1961 con 80 metros
de altura que tuvo múltiples interrupciones en su construcción. En 1976 fue
revisado el proyecto aumentando la altura a 100 metros, aunque volvió a
paralizarse y no fue retomado hasta 1986 (la conclusión llegaría en 1991). Este
rascacielos, y el gran edificio de viviendas que lo acompaña en esa fachada,
son los referentes de la modernidad prosoviética en ese lugar.
La Gran Sinagoga de Varsovia (izquierda) fue volada por
los nazis y en su solar se acabaría levantando el rascacielos conocido como
Torre Azul, que da fachada a la Plac Bankowy.
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bello
ResponderEliminarBusco una dirección en Varsovia, Polonia antes de la guerra y la reconstrucción calle kometitova 25
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