Urbicidio es una palabra no
oficial que propone aplicar a la ciudad lo que el término genocidio expresa respecto de los grupos humanos. Así, vendría a
significar una destrucción urbana que no ha sido producida por catástrofes
naturales, sino por acciones humanas intencionadas, dirigidas a castigar a la
población, a eliminar su cultura, a hacer desaparecer su espacio vital, que es uno
de los principales rasgos identitarios para una comunidad.
Vamos
a aproximarnos a un urbicidio de gran
significación histórica: la devastación
de Varsovia dentro del contexto de la Segunda Guerra Mundial. Tras el
desastre, la reconstrucción generó un
intenso debate, enfrentando dos posturas radicalmente diferentes, que
basculaban entre la mímesis y la planificación “moderna” siguiendo el modelo
soviético.
El
artículo consta de dos partes. En la primera nos aproximamos a la Varsovia
histórica, a la ciudad previa a la Segunda Guerra Mundial. En la segunda, profundizaremos en su peculiar
reconstrucción que mostraría las dos tendencias extremas.
El
diccionario define la palabra genocidio
como “exterminio o eliminación
sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o
nacionalidad”, y, desgraciadamente, esas aniquilaciones deliberadas siguen
teniendo presencia en nuestro tiempo. Hay otra palabra con un sentido similar
pero orientada hacia lo urbano, aunque no está reconocida oficialmente. Se
trata del término urbicidio, que vendría a significar la destrucción intencionada
de una ciudad con el objetivo de castigar a su población, de eliminar su
cultura, de hacer desaparecer su espacio vital, que es uno de los principales
rasgos identitarios para una comunidad. Así pues, la destrucción no es producto
de una catástrofe natural, sino que está originada por la acción humana que
persigue la liquidación total de estructuras, símbolos, y también de personas.
Hay
demasiados ejemplos de esa “tabula rasa”
urbana, pero vamos a aproximarnos a uno de gran significación histórica: la destrucción de Varsovia dentro del
contexto de la Segunda Guerra Mundial. Polonia, cuya invasión está en el
origen del conflicto, sufrió con especial intensidad la violencia del régimen
nazi, expresada particularmente en las graves consecuencias que tuvo para
Varsovia, su capital.
Son
muchos los autores que se han referido a la
devastación de Varsovia como un urbicidio.
Tras la guerra, la ruina de la capital polaca propició un intenso debate sobre el carácter de su reconstrucción. Hubo dos posturas enfrentadas que marcaron
el debate y, finalmente, Varsovia se levantaría con manifestaciones de ambas:
una parte sería objeto de una reconstrucción
mimética, recuperando la ciudad de antes de la guerra según los planos, las
fotografías y también pinturas históricas que reflejaban la ciudad prebélica;
pero otra parte, sería edificada olvidando el pasado y siguiendo los postulados
de la “ciudad moderna” propugnados
por los CIAM, aunque en versión
soviética.
Apunte sobre la Varsovia
histórica (previa a la Segunda Guerra Mundial).
El
Vístula (Wisła) es uno de los grandes ríos de la Europa Septentrional. Nace
en la ladera septentrional de la cordillera de los Cárpatos y emprende un
recorrido hacia el este que va curvándose gradualmente hasta orientarse en
dirección oeste, para, posteriormente, dirigirse hacia el norte, desembocando
en el Mar Báltico. Su curso se convirtió en el gran eje del territorio de los
pueblos eslavos occidentales (unos pueblos que, con el tiempo, acabarían
integrándose para formar Polonia).
En
su tramo medio, el Vístula atravesaba una región bien definida geográficamente:
por el norte y sur, quedaba delimitada por sendas cadenas de colinas, mientras
que, por el este y el oeste, estaba separada del exterior por zonas pantanosas.
El interior era una meseta llana que se veía partida por el cauce fluvial. En
el centro de este entorno, que con el tiempo se convertiría en el Ducado de
Mazovia, surgieron varios asentamientos junto al rio.
Cuenca del rio Vístula, el eje vertebrador del
territorio de los eslavos occidentales.
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Uno
de esos núcleos urbanos sería Varsovia, una ciudad surgida a partir de la
construcción de un modesto castillo a finales del siglo XIII. Su objetivo era controlar
el tráfico fluvial del Vístula y el sitio escogido fue una zona elevada junto a
la desembocadura del entonces afluente rio Kamionki.
Varsovia superando a los núcleos de su entorno por la decisión del duque de
Mazovia, Janusz I “el viejo” (Janusz I
Starszy), que fijaría en ella su residencia en 1413. El duque remodelaría el
antiguo castillo para convertirlo en Corte ducal. El Castillo de Varsovia (Zamek
Królewski), con el tiempo, se convertiría en el Palacio Real, al albergar a
los monarcas polacos. El gran edificio disponía de una extensa plaza previa, la
Plaza del Castillo (plac Zamkowy) que lo separaba del núcleo
urbano que había ido consolidándose al noroeste. Aquel municipio tuvo como
centro de actividad la Plaza del Mercado
(Rynek Starego Miasta, que sería
reformada en 1701 por el arquitecto Tylman van Gameren) y como edificios más
notables la Catedral de San Juan
Bautista (Archikatedralna św. Jana
Chrzciciela) y el Ayuntamiento (edificio que fue demolido en 1817 al
trasladar el consistorio fuera del casco antiguo).
Vista aérea de la Ciudad Vieja (Stare Miasto) de
Varsovia, con el Castillo en primer término. Al, fondo en continuidad la Ciudad
Nueva (Nowe Miasto).
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La plaza del Castillo (arriba) y la plaza del Mercado
de la Ciudad Vieja (debajo) antes de la Segunda Guerra Mundial.
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Varsovia
contaba con una delimitación de protección realizada con terraplenes que
envolvían a la ciudad y al castillo, pero tras adquirir su rango como capital
ducal vería reforzada su seguridad con una primera
muralla de ladrillo que, en realidad, fue un muro doble. En ella destacaría
su gran Barbacana de acceso por el
norte (Barbakan, construida hacia
1548), que actualmente puede ser admirada (al igual que la mayor parte de las
murallas), gracias a la reconstrucción efectuada en la década de 1950.
Murallas y Barbacana de Varsovia.
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Desde
el momento en el que Varsovia emergió como ciudad principal de su entorno, se
convirtió en un lugar atractivo para la inmigración que llegaba de muchas
partes para establecerse en la ciudad. Así, hacia el siglo XIV comenzó a surgir
un arrabal exterior al norte del núcleo original. Esta expansión acabaría
adquiriendo una notable relevancia, que sería reconocida en 1408 cuando Janusz
I le otorgó el estatuto de ciudad independiente. Así nació la Ciudad Nueva (Nowe Miasto)
de Varsovia. También este nuevo núcleo gravitaría en torno a su Plaza del
Mercado, junto a la que se levantarían el Ayuntamiento y la iglesia de Santa
María.
Delimitación sobre un plano actual de los núcleos
antiguos de Varsovia: Ciudad Vieja (Stare Miasto) y Ciudad Nueva (Nowe Miasto).
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El
devenir de Varsovia estuvo asociado al del reino polaco que había surgido en el
siglo XI bajo el liderazgo de la dinastía Piast.
A principios del siglo XI, estos monarcas lograron unificar los diferentes
ducados eslavos bajo el predomino del Ducado de Polonia, creando entonces un
estado medieval cristiano, Polonia, cuya capital se estableció en Cracovia. Un siglo después, en 1138, en virtud
del testamento del fallecido rey de Polonia, Boleslao III “boca torcida” (Bolesław III Krzywousty), el reino fue
repartido entre sus hijos. El primogénito, Vladislao II el Desterrado (Władysław II Wygnaniec), heredó el
Ducado de Polonia. Otro de los hijos, recibió el Ducado de Mazovia y, aunque en
1351 se convirtió en vasallo del de Polonia, esta asociación no impidió su
funcionamiento autónomo (que perduraría hasta la reintegración definitiva en
1526). En 1569, las circunstancias forzaron un cambio de dinastía (comenzaría
la Jagellón, de origen lituano) y, en
consecuencia, se produjo una reorientación política ya que el reino de Polonia
uniría sus destinos con el Ducado de Lituania, forjando uno de los estados más
poderosos de la época (esta confederación lituano-polaca, firmada en Lublin, se
denominaría República de las Dos Naciones,
aunque era una monarquía electiva). Otra consecuencia sería que, en 1595, el
rey Segismundo III trasladaría la
capital del reino desde Cracovia hasta Varsovia. De esta manera, la ciudad
se convertía en la cabeza de un extenso territorio.
Desde
entonces comenzaría a dotarse de los símbolos y edificios propios de la capital
de un gran estado. Entre 1621 y 1624 se levantó un nuevo muro para proteger la
ciudad: el denominado Muro Zygmuntowski (Wał Zygmuntowski). Su trazado era semicircular, con base diametral
en el río Vístula y centro aproximado en la Ciudad
Antigua, incluyendo una superficie aproximada de 125 hectáreas. Estos
nuevos límites incluían la Ciudad Antigua
y la Ciudad Nueva, así como los
suburbios que habían ido surgiendo hacia el oeste y el sur de ambas. Este muro
tuvo que cumplir su misión defensiva en 1656 frente el ataque de los suecos (el
conocido como “Diluvio sueco”, Potop
Szwedzki, dentro de la Segunda Guerra
del Norte). Como consecuencia de la batalla, las murallas quedaron muy
dañadas y no fueron reconstruidas. Su desaparición haría que no se conozca con
precisión su trazado.
Tras
superar los conflictos con el imperio sueco, a lo largo de los siglos XVII y
XVIII, Polonia conocería periodos de gran esplendor. Varsovia iría adquiriendo,
definitivamente, el estatus de gran capital, gracias principalmente al
levantamiento de numerosos edificios monumentales, como palacios o iglesias, y de
imponentes espacios urbanos, como plazas o jardines, que proporcionarían la
imagen de una suntuosa ciudad barroca.
Las
residencias aristocráticas que fueron levantadas por las familias que deseaban
acercarse a la Corte irían surgiendo por el sur, hilvanándose en la denominada Ruta Real (Trakt Królewski), un camino de unos 10 kilómetros que partía de la
Plaza del Castillo y era utilizado por los monarcas para trasladarse desde su
residencia oficial hacia el Palacio de
Wilanów (Pałac Wilanowski, el
conocido como “Versalles polaco” iniciado en 1677, en tiempos del rey Juan III
Sobieski, Jan III Sobieski). El
recorrido sigue las actuales Krakowskie
Przedmieście, Nowy Świat, Plac Trzech Krzyży (plaza de las Tres
Cruces), Aleje Ujazdowskie, Ulica Belwederska, Ulica Jana III Sobieskiego y Aleje
Wilanowska.
En
su entorno se irían construyendo grandes edificios. Por ejemplo, el Palacio Łazienki (Pałac Łazienkowski), ubicado en una Isla del Parque del mismo
nombre, Park Łazienkowski, hoy el parque público más grande de Varsovia.
Este palacio fue construido, en 1683, como Casa de Baños y reconvertido en
residencia real veraniega entre 1764 y 1795. También son reseñables el Palacio Presidencial (Pałac Prezydencki o Pałac Koniecpolskich, 1643), el Palacio Belwederski (Pałac
Belwederski, 1660), o el Castillo de
los Ostrogski (Zamek Ostrogskich,
1681, actual Museo Chopin). También, el Palacio
Sajón (hoy desaparecido), que se convirtió en residencia real de los dos
miembros de la dinastía sajona que gobernó Polonia desde 1697. Se localizaba
junto a la actual Plaza Piłsudski (Plac marsz. Józefa Piłsudskiego), una de
las más grandes de la ciudad que entonces era conocida como Plaza Sajona y ejercía de antesala al
palacio. Complementariamente, a finales del siglo XVII se creó el denominado Jardín
Sajón (Ogród Saski) como jardines reales que se convirtieron en el
parque más antiguo de la ciudad, al ser abierto al público en 1727 (fue uno de los
primeros del mundo que lo hizo). El palacio y los jardines fueron el origen del
denominado “eje sajón”.
Palacios de Varsovia, de arriba abajo: Palacio
Krasinskich, Palacio Wilanow, Palacio Presidencial y Palacio Lazienski.
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Fuera
de la Ruta Real, también se construirían conjuntos relevantes, como el Palacio de los Krasiński (Pałac Krasińskich, 1677-1695), el Palacio Jabłonowski (Pałac Jabłonowski, construido entre 1773
y 1785 y que sirvió de Ayuntamiento de la ciudad desde 1819 hasta 1939, siendo destruido
en la guerra y reconstruido en la década de 1990) o la plaza del Banco (Plac
Bankowy) y sus edificios institucionales (antiguos Banco Nacional o la Bolsa).
También
irían surgiendo Iglesias como la de los Carmelitas
(Kościół Karmelitów, construida entre
1661 y 1681 según el proyecto de Jan Szymon Belotti, y que recibiría su
característica fachada neoclásica entre 1761 y 1783, diseñada por Efraim
Szreger), o la Iglesia Evangélica de la
Confesión de Augsburgo de la Santísima Trinidad (Kościół Ewangelicko-Augsburski Świętej Trójcy, construida entre 1777
y 1782) en la plaza Małachowskiego.
El
último rey de la Polonia fue Estanislao II Poniatowski que llegó al poder en
1764, e impulsaría la Ilustración polaca, convirtiendo a Varsovia en el centro
cultural y económico, además de político, de la nación. Varsovia creció
considerablemente, pasando de los 24.000 habitantes de 1754 a los 115.000 de
1792.
Plano con el conjunto de recintos históricos de
Varsovia.
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A
finales del siglo XVIII se produciría una nueva delimitación para la ciudad con
la creación del denominado “Muro Lubomirski” (Okopy Lubomirskiego). El nuevo recinto resultante, formado por
terraplenes, amplió de forma extraordinaria el espacio de la ciudad, hasta el
punto de que Varsovia no superó esos límites hasta 1916. También incorporó el
núcleo que había surgido en la orilla derecha del Vístula, Praga, un arrabal del que
se tiene noticia desde 1432 y que alcanzó el rango de municipio independiente
en 1648, aunque perdería su autonomía en 1791 con la anexión a Varsovia. El
propósito de la nueva cerca, no fue defensivo sino sanitario (como protección
frente a las epidemias de la época, sobre todo de peste). No obstante, parece
que también hubo un motivo fiscal que buscó controlar el flujo de mercancías y
personas que accedían a la ciudad (de hecho, en 1825, sus accesos fueron
renovados reforzando ese carácter aduanero). El muro tuvo 12,8 kilómetros de
perímetro en la orilla izquierda, delimitando 1.450 hectáreas, y siete puertas (Czerniakowskie, Belwederskie, Mokotowskie,
Jerozolimskie, Wolskie, Powązkowskie y Marymonckie). En la orilla derecha, con
3 kilómetros y cuatro puertas (Grochowskie,
Ząbkowskie, Golędzinowskie y Wileńskie) abarcó 165 hectáreas
Varsovia en 1831. La línea roja define el “Muro
Lubomirski” (Okopy Lubomirskiego).
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Pero
entre 1791 y 1795, se produjeron las tres Particiones
de Polonia (que fue repartida entre Rusia, Prusia y Austria) y la grave
consecuencia de ello fue la desaparición
de Polonia como Estado (y la degradación de su capital, que pasaría a ser
una ciudad secundaria dentro del Reino de Prusia).
No
obstante, el siglo XIX comenzó con una cierta esperanza ya que los franceses
expulsaron a rusos, austriacos y prusianos de buena parte de los territorios de
la antigua Polonia. Entonces, Napoleón creó el Gran Ducado de Varsovia,
que funcionaría como un estado satélite de la Francia bonapartista, una
decisión que fue bien recibida por los polacos, ya que aspiraban a que
supusiera un primer paso para recuperar su autonomía. Pero esta ilusión sería
efímera ya que, tras la caída del emperador en 1815, el Congreso de Viena creó
la conocida como Polonia del Congreso, un nuevo estado que quedaría subordinado
a Rusia. El descontento del pueblo polaco animó a su sublevación en 1830, pero sería
derrotado por el ejército ruso, agravándose la situación, porque Polonia vería
anuladas todas sus instituciones propias y quedaría integrada a todos los
efectos dentro del Imperio ruso.
Aunque
la autonomía de Varsovia desapareció, la ciudad (como todo el país) tuvo un
importante crecimiento económico, sobre todo gracias al empuje de las
industrias textiles y metalúrgicas. A mediados del siglo, la ciudad fue
dotándose de infraestructuras urbanas esenciales, como el
abastecimiento de agua (instalado entre 1851 y 1855), la iluminación urbana
(con gas) o el transporte público (tirado por caballos). En 1848 entró en
servicio la primera línea ferroviaria
que unía Varsovia con Viena (556 kilómetros) que supuso un fuerte impulso
comercial para la capital polaca. La primera estación de tren, hoy
desaparecida, se construyó en la avenida de Jerusalén (Aleje Jerozolimskie) y convirtió esa calle en uno de los ejes
principales de la ciudad (su ubicación estuvo cercana a la actual Estación Central, casi en frente de la
gran torre del Palacio de la Cultura y la
Ciencia estaliniano).
Varsovia en 1890, con el trazado de las líneas
ferroviarias.
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También
se levantaron imponentes edificios clasicistas como el Gran Teatro de Varsovia (Teatr
Wielki, en 1833, proyecto de Antonio Corazzi, restaurado en 1965); o la iglesia de San Alejandro (kościół św. Aleksandra diseñada por Chrystian
Piotr Aigner entre 1818 y 1825). A finales del siglo, surgieron nuevos equipamientos
vitales para la ciudad como Mercado de pescado,
frutas y verduras construido entre 1899 y 1901 (hoy reconvertido, tras su
restauración en las Galerías Comerciales Mirowski, Hale Mirowskie).
Los dos grandes edificios de la Plaza del Teatro: arriba el Palacio Jabłonowskich y, debajo, el Gran Teatro |
La
Polonia del Congreso (también
conocida como el Zarato de Polonia o Polonia Rusa) perduró hasta 1915, cuando,
en el contexto de la Primera Guerra Mundial, el dominio ruso fue sustituido por
el control alemán. No obstante, la derrota germana en la Gran Guerra
propiciaría la proclamación de la Segunda
República Polaca en 1918. La recuperada independencia propulsaría a
Varsovia que alcanzaría en 1925 el
millón de habitantes y lograría resistir la Gran Depresión de la década de 1930 gracias al desarrollo de nuevas
industrias como la del automóvil o la aeronáutica.
Pero,
nuevamente, los alemanes pondrían fin a ese periodo de independencia cuando en
septiembre de 1939 invadieron Polonia, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial
(esta circunstancia sería aprovechada por los rusos para invadir los
territorios orientales de Polonia, regiones que se perderían definitivamente y
que hoy forman parte de Bielorrusia y Ucrania).
Varsovia
padecería de manera dramática las consecuencias de la guerra. Uno de los hechos
más traumáticos para la ciudad fue la creación del Gueto de Varsovia, una ciudad dentro de la ciudad, encerrada tras
un muro, donde fue confinada la población judía desde finales de 1940. El gueto
era un lugar de transición para la población que iba siendo trasladada
paulatinamente hacia su destino final: los campos de exterminio
(particularmente el de Treblinka). Los tres años que duró el gueto vivieron en
él unas 400.000 personas, hacinadas y en condiciones infrahumanas. Las
enfermedades y las deportaciones redujeron esa cifra a 50.000 personas en el
momento de su levantamiento en mayo de 1943. Entonces, los judíos, que habían
conseguido armarse, se rebelaron contra los ocupantes en una serie de violentas
acciones que acarrearían la destrucción de buena parte del gueto, aunque no
lograrían que los nazis abandonaran la ciudad.
Esto
comenzaría a conseguirse durante el verano del año siguiente, cuando se produjo
el Alzamiento de Varsovia contra el
ejército alemán. La resistencia iniciaría una rebelión civil que, aunque no alcanzaría
sus objetivos, socavaría los cimientos del control germano. Los rusos
liberarían la ciudad en enero de 1945, aunque la encontraron totalmente en
ruinas. Como consecuencia del levantamiento se calcula que 250.000 ciudadanos
de Varsovia perdieron la vida (la mayoría ejecutados) y el 85% de la ciudad fue devastada en una operación de destrucción
sistemática seguida por los nazis (un auténtico urbicidio). En 1941, Varsovia contaba con 1.350.000 habitantes. En
1944, la población se redujo a 162.000. Sobran las palabras.
El
1 de febrero de 1945 se proclamaría la República
Popular de Polonia, un estado que quedaría integrado en la órbita soviética
y marcaría un nuevo rumbo para el país y para su capital. Varsovia comenzaría
su reconstrucción, aunque no recuperaría su techo demográfico hasta la década
de 1970 (en la actualidad la ciudad supera la cifra de 1.700.000 habitantes).
(El
artículo continuará, en su segunda parte,
profundizando en el urbicidio que padeció la ciudad y en su peculiar reconstrucción,
que buscó conjugar la reconstrucción mimética con la “modernidad”, planificada
según el modelo soviético).
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