“Pueblo Bonito”, en el norteamericano Cañón del Chaco,
es un ejemplo de antiguo asentamiento “sin calles”.
|
La ciudad es
la materialización física de la organización de las sociedades humanas y ha ido
reflejando la complejidad creciente de las comunidades que la habitan. De la
sencillez de los primeros asentamientos se iría evolucionando hasta los
complicados conjuntos actuales de difícil definición (metrópolis, conurbanización,
megalópolis, metápolis, etc.).
La transición
desde las comunidades tribales hacia las sociedades complejas fue una evolución
paulatina; pero, en términos espaciales (y estructurales), hubo un paso simbólico muy significativo: la
aparición de la calle. A pesar de manifestarse con trazados muy diversos,
tamaños dispares o ambientes muy diferentes, la calle y las regulaciones que la
caracterizan son la expresión del pacto social que fundamenta nuestras
ciudades.
Vamos a apuntar
tres ejemplos de asentamientos antiguos que albergaban comunidades tribales en
los que las calles no fueron necesarias. Son, en cierto modo, “ciudades sin calles”: Catal
Huyuk, en la actual Turquía; las espectaculares construcciones de los
indígenas en Nuevo México, Estados Unidos, destacando Taos Pueblo; y los kraal
del África austral.
“Algunos
antropólogos piensan que el éxito evolutivo del Homo sapiens frente al neandertal se debió a que fue capaz de organizar (jerarquizar) grupos
numerosos, mientras que el neandertal vivía en pequeños clanes familiares
de unas veinte personas y no construyó unidades mayores. Quizá eran muy sabios
y no quisieron, pero de ellos solo sabemos una cosa cierta y es que se extinguieron.”
María Elvira Roca Barea
“Imperiofobia y leyenda negra”
(Ed. Círculo de Lectores, Barcelona, 2017. pág. 15.)
La calle: el símbolo
de la complejidad social (de la tribu a la ciudad)
La naturaleza
social del ser humano es más que un rasgo definitorio de su comportamiento, es
la causa de su propio ser, ya que es dentro de la comunidad donde se construye
la personalidad de cada hombre y mujer. Y la ciudad, como materialización
física de la organización de las sociedades humanas es, a la vez, metáfora y
realidad de ello.
La ciudad ha
ido reflejando la complejidad creciente de las comunidades que la habitan. De
la sencillez de los primeros asentamientos se iría evolucionando hasta los
complicados conjuntos actuales de difícil definición (metrópolis, conurbanización,
megalópolis, metápolis, etc.). La tribu
(refiriéndonos con esta palabra tanto a las comunidades primitivas como a sus
disposiciones espaciales) era una pequeña agrupación social, homogénea (ya que
sus miembros compartían origen, lengua, costumbres y creencias), y con un
carácter muy local, en el sentido de que su ámbito de influencia territorial
era muy limitado. En cambio, la ciudad
representa lo contrario. En ella habitan grupos muy numerosos y heterogéneos
(de hecho, la cantidad de población y su diversidad, en todos los órdenes, son rasgos
muy definitorios de lo urbano). Y su vocación, más aún en los actuales tiempos
de la hipercomunicación, es global.
Las agrupaciones temporales de tipis eran
características de los indígenas norteamericanos nómadas (imagen de 1891)
|
La diferencia
entre los sencillos grupos primitivos y las sociedades posteriores se
encuentra, fundamentalmente, en cuestiones organizativas que van desde temas
políticos o administrativos hasta la propia operatividad. La transición desde
las comunidades tribales hacia las sociedades complejas fue una evolución
paulatina; pero, en términos espaciales (y estructurales), hubo un paso simbólico muy significativo: la
aparición de la calle.
Los primeros
asentamientos de la historia no necesitaban calles. En las aldeas primitivas
podía haber espacios desocupados, pero estos eran residuos entre chozas, o
entre estas y las empalizadas. Su misión no iba más allá de proporcionar acceso
y se generaban de forma espontánea. Conforme las comunidades incrementaron sus
necesidades, se hizo evidente la obligación de disponer de un espacio multifuncional
específico que, además de separar elementos “arquitectónicos” (facilitando su
acceso y ventilación), debía estructurar un organismo extenso y complejo
(también tecnológicamente), y prestarse para acoger los diferentes flujos
urbanos, entre otras funciones también importantes. La calle distribuiría,
ordenaría, jerarquizaría, e incluso, ofrecería visibilidad (y
representatividad) a la composición urbana.
Times Square, en Nueva York, refleja la complejidad de
la calle en la ciudad actual.
|
La nueva
forma urbana ayudaría a superar el riesgo de caos, regulando la multiplicidad
de aspectos que presentaba la evolución del “cuerpo” urbano. La calle
consolidaría la noción de “lo público”
como expresión diferenciada de lo colectivo frente a lo individual y supeditaría
los intereses particulares al bien común. A pesar de manifestarse con trazados
muy diversos, tamaños dispares o ambientes muy diferentes, la calle y las
regulaciones que la caracterizan son la expresión del pacto social que
fundamenta nuestras ciudades. La relevancia de este hecho es tal que algunos
historiadores fijan el nacimiento de las ciudades en la constatación de la
calle como un lugar propio e identificable, más allá de la existencia de
espacios desocupados (o incluso de grandes vacíos ceremoniales).
Así pues, el
paso desde la simplicidad espacial de las tribus hacia la hiperurbanización
actual tuvo un primer acto trascendental con la aparición de la calle. Puede
decirse que cuando aparecieron las
calles, la tribu se transformó en ciudad.
Vamos a apuntar
tres ejemplos de asentamientos antiguos que albergaban comunidades tribales en
los que las calles no fueron necesarias. Son, en cierto modo, “ciudades sin calles”: Catal
Huyuk, en la actual Turquía, quizá el asentamiento más antiguo de la
historia que, como veremos, carecía de ellas; las espectaculares construcciones
de los indígenas en Nuevo México, Estados Unidos, destacando Taos
Pueblo; y los kraal del África austral, en los que
las tribus nativas disponían de espacios no ocupados, aunque no llegaban a
alcanzar la entidad asignada a la calle.
Recreación gráfica del conjunto de Catal Huyuk.
|
Catal
Huyuk (Çatalhöyük), ¿la “ciudad” más antigua de
la historia?
Cuando, a
principios de la década de 1960, el arqueólogo británico James Mellaart
descubrió, en la península turca de Anatolia, Catal Huyuk los estudios sobre las primeras ciudades sufrieron un
shock. Los restos encontrados indicaban la existencia de un asentamiento urbano
datado entre mediados del séptimo milenio y el 5700 a.C. Pero los problemas de
Mellaart con el gobierno turco (fue acusado de contrabando de antigüedades y
expulsado del país) dejaron estancadas las investigaciones, que no serían
retomadas hasta décadas después, cuando Ian Hodder, también británico, retomó
las excavaciones en 1993.
Esquema idealizado de las agrupaciones modulares de
Catal Huyuk, teorizando sobre su funcionamiento interno.
|
La importancia del
yacimiento quedaría reflejada por la UNESCO, que lo incluiría como Patrimonio
de la Humanidad en 2012. En su memoria puede leerse: “Dos colinas forman este sitio del sur de la llanura de Anatolia, cuya
superficie supera los 137.000 metros cuadrados. El montículo de mayor altura,
situado al este, contiene huellas de 18 niveles de ocupación neolítica entre
los años 7.400 y 6.200 a. de C., que incluyen pinturas murales, relieves,
esculturas y otros rasgos simbólicos y artísticos. Juntos, atestiguan la
evolución de la organización social y las prácticas culturales a medida que los
humanos se adaptaron a la vida sedentaria. La colina occidental muestra la
evolución de las prácticas culturales del Calcolítico (6.200 a 5.200 a. de C.).
Çatalhöyük contiene vestigios importantes de la transición de pueblos a
aglomeraciones urbanas que se mantuvieron en el mismo emplazamiento durante más
de 2.000 años. Se trata de un conjunto único de casas agrupadas sin calles”.
Planta de Catal Huyuk según las excavaciones
arqueológicas realizadas hasta el momento.
|
Catal Huyuk nació en una fértil
llanura situada al sur de la península Anatolia, en la actual Turquía (dentro
del denominado “Creciente fértil”). Allí se construyó esa ciudadela neolítica
que era un conglomerado de pequeñas casas adosadas unas a otras y a las que se
accedía por entrada situadas en los techos. El compacto caserío, hecho y
rehecho durante siglos, estaba rodeado por los terrenos de cultivo. Los
agricultores que las levantaron carecían de estructuras de protección y convirtieron
sus modestas construcciones en un conjunto sólido y defendible. El material de
los muros eran ladrillos de barro cocido al sol y las techumbres se resolvían
con madera y esteras de juncos sobre las que se disponía una capa de barro
apisonado. Sobre esas cubiertas transitaba la gente y en ellas se reunían
cuando era necesario ya que Catal Huyuk
no tenía calles.
Interior hipotético de una de las viviendas de Catal
Huyuk, donde se aprecia el acceso desde la cubierta.
|
Las excavaciones van
aportando información lentamente. De hecho, todavía no se cuenta con datos
suficientes para formular teorías sobre la organización social que, en
cualquier caso, parece que debió ser bastante básica. Solo se han encontrado
edificios residenciales y no han aparecido, de momento, construcciones
singulares. Se sospecha que la comunidad debió ser bastante igualitaria sin
poder precisar mucho más.
Imagen del yacimiento arqueológico de Catal Huyuk.
|
Construcciones
colectivas en el suroeste norteamericano: Mesa
Verde, Chaco Canyon y Taos Pueblo.
Frente al nomadismo de muchas de las tribus
indígenas norteamericanas, algunas de las que habitaron la región de los
actuales estados de Nuevo México, Arizona o Colorado, se caracterizaron por la
creación de núcleos habitados permanentemente. Uno de esos grupos fueron los Anasazi,
que levantaron algunos centros sorprendentes.
La civilización de los Anasazi, a pesar de ser relativamente reciente (se desarrolló
aproximadamente entre los años 450 y 1300), tiene categoría de prehistórica por
lo que los datos que se tienen de ellos proceden de los yacimientos
arqueológicos descubiertos. Parece que los Anasazi
se extinguieron antes de la llegada de los europeos (los españoles llegaron a
la región hacia 1540, pero antes sufrieron las invasiones de navajos y apaches
y quizá sucumbieron ante ellas). No obstante, su legado se mantuvo (quizá
también étnicamente) en los posteriores Indios Pueblo, nombre asignado por
su comprobada capacidad constructiva.
Entre la herencia Anasazi destacan especialmente dos áreas: Mesa Verde y Chaco Canyon.
El Parque Nacional de Mesa Verde (Mesa Verde National Park, Patrimonio de
la Humanidad desde 1978) está situado en el sudoeste del estado de Colorado y
presenta numerosas muestras de la cultura “urbana” de los Anasazi, particularmente el conocido Cliff Palace (palacio del
acantilado).
Cliff Palace, en Mesa Verde, es una de las
construcciones más espectaculares de los indios Anasazi.
|
Otro conjunto se encuentra en el Parque Histórico
Nacional de la Cultura Chaco (Chaco Culture National Historical Park,
Patrimonio de la Humanidad desde 1987), ubicado al noroeste de Nuevo México.
Entre los años 900 y 1150, el
Cañón del Chaco fue un lugar muy importante para la cultura Anasazi. Entre sus numerosas
construcciones destaca “Pueblo Bonito”, un sorprendente conjunto
que presenta un dilema para los arqueólogos acerca de su función principal,
unos creen que sería residencial mientras que otros afirman su sentido
ceremonial.
Imagen de “Pueblo Bonito” desde el acantilado contiguo.
|
Planta de “Pueblo Bonito”.
|
Por su parte, los Indios Pueblo, herederos de los Anasazi,
habitarían la misma zona, centrando su actividad en los valles del Rio Grande y
sus afluentes. Curiosamente, estos nativos, plantearon asentamientos con muchas
similitudes a Catal Huyuk, muchos
siglos después y en el otro extremo del mundo.
Esto puede apreciarse en una de sus construcciones
más relevantes que recibe el nombre de Taos Pueblo. Según se ha calculado
se levantó entre finales del siglo XIII y principios del XIV, y cuenta con la
particularidad de que ha sido habitado desde entonces (de hecho, en la
actualidad Taos es una pequeña localidad de unos 5.000 habitantes que conserva
con orgullo ese emblema de la cultura indígena). Así pues, en este caso, no
estamos ante un sitio arqueológico sino ante un lugar que se ha mantenido vivo
y cuya singularidad lo convierte en un atractivo turístico de primer orden. También
la UNESCO lo inscribió en la Lista de Patrimonio de la Humanidad en 1992.
Taos Pueblo
presenta una construcción en niveles (hasta cinco pisos) de módulos
residenciales que se adosan unos a otros conformando un abigarrado conjunto. No
hay espacio público en el sentido que conocemos actualmente, ya que los lugares
habilitados para el desplazamiento eran las cubiertas a las que se accedía por
medio de escaleras de madera, que podían alzarse con facilidad en caso de
necesidades de defensa. Los muros exteriores de adobe funcionaban como una
muralla para proteger el interior. El conjunto incluye en su interior algunos
espacios subterráneos ceremoniales (las kivas,
que son habitaciones circulares excavadas en el suelo, utilizadas para rituales
colectivos y fiestas religiosas).
El aspecto actual es engañoso porque hay que tener
en cuenta las variaciones sufridas por el conjunto a lo largo de su vida. Una
de las modificaciones altera considerablemente la esencia del conjunto ya que las
puertas y ventanas que podemos apreciar son incorporaciones muy posteriores,
derivadas de la desaparición de las necesidades defensivas y de la búsqueda de
comodidad, “falsificando” el acceso original a las viviendas, que se producía
por las cubiertas (igual que en Catal
Huyuk).
Los kraal en África austral.
Cuando, en la antigüedad, los pequeños grupos
humanos nómadas fijaban una posición estacional, establecían un asentamiento
que no era más que la yuxtaposición de las chozas y, en el mejor de los casos,
se reservaba un lugar central para el ganado o para la reunión social (por
ejemplo, alrededor del “fuego común”). Estos conjuntos no contaban con una
organización que pudiera calificarse como “urbana”. En primer lugar, por su
carácter temporal, pero también por la falta de complejidad en la estructura social
de la comunidad.
Incluso, cuando estas agrupaciones fueron convirtiéndose
en instalaciones fijas, repitieron los esquemas establecidos. Un caso muy
característico son los denominados kraal, construidos en las culturas
indígenas del África austral, como los zulús, aunque hay ejemplos similares en
tribus más septentrionales (como los masai).
Grabado mostrando el esquema básico de los kraal del
África austral.
|
Los kraal,
tenían un esquema típico de gran sencillez, formado por una corona circular que
envolvía un centro vacío. Este centro, que tenía un vallado de madera propio,
era el lugar destinado para proteger el ganado por la noche (aunque eventualmente
pudiera ser utilizado como lugar de reunión). Las chozas en las que residían
los miembros de la tribu se disponían siguiendo esa corona circular que
encerraba el lugar del preciado ganado y también quedaba circunscrita exteriormente
por otra empalizada defensiva. Así los poblados del tipo kraal constaban de dos vallados concéntricos: uno interior, dentro
del cual se agrupaban los animales, y otro exterior, disponiendo las chozas
entre ambos. Los espacios desocupados eran el mero residuo de la yuxtaposición
de elementos interiores, sin una voluntad específica de crear lugares
diferenciables.
Recreación de un kraal sudafricano.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario
urban.networks.blog@gmail.com