1 sept 2012

Madrid antiguo, la estructura urbana de los llamados (entonces) “Barrios Bajos”: San Francisco, El Rastro y Lavapiés.


La calificación de determinadas zonas de las ciudades como “barrios bajos” suele ir vinculada al carácter de la población que los habita, generalmente asociada a un bajo poder adquisitivo y a problemática social.
En Madrid, el origen de la denominación fue diferente, en lugar de social tuvo una causa geográfica. Los conocidos antiguamente como “barrios bajos” eran los que estaban situados a una cota topográfica inferior a la de la ciudad amurallada.
Conforme la ciudad crecía y se redefinían los límites de la misma con sucesivas murallas, esas zonas, situadas al sur, quedaban fuera de los recintos debido a las dificultades para su urbanización. Eran unas laderas con fuerte pendiente hacia las riberas del rio Manzanares y surcadas por muchos barrancos.
No obstante, estas “zonas bajas” (y “periféricas”) acabaron integradas en la ciudad, alojando a una población que, por lo general, no podía acceder al centro de la ciudad por causas económicas. Así pues, la noción de “barrios bajos”, fue derivando desde una base topográfica hacia la caracterización de la mayoría social que los habitaba.
Estos barrios son tres, San Francisco, El Rastro y Lavapiés. Tres arrabales que crecieron de forma autónoma, con criterios diferentes, pero que terminaron fusionándose.
La denominación ha desaparecido, aunque siguen representando el casticismo y ciertas esencias populares muy características de Madrid.



La consolidación de los “barrios bajos”
El origen militar de Madrid condicionó su desarrollo. Las virtudes de su abrupta localización, fundamentales para la defensa medieval, se convirtieron en graves dificultades para los crecimientos durante los siglos posteriores, y particularmente para representar su papel de ciudad capital del Imperio Español.
Uno de los problemas surgía en el sur, donde unas laderas de pendiente importante, y surcadas por numerosos barrancos que caían hacia el río Manzanares, impidieron durante mucho tiempo su urbanización. Las sucesivas ampliaciones de la muralla hispano musulmana marginaron esa zona, dejándola fuera de los recintos. Tanto la “Cerca del Arrabal”, como la Muralla de Felipe II, así lo hicieron. Esta ampliación se realizó esencialmente hacia el Este y el Norte, olvidando el Oeste y el Sur por las dificultades que implicaba el relieve. En cierto modo, la muralla era una “cornisa” en lo alto, vista desde el río.
Pero su carácter exterior a la ciudad regulada no impidió que en ese lugar se aposentaran muchos de los inmigrantes que no podían acceder al núcleo interior por falta de recursos económicos.
Su carácter de zona baja topográfica, respecto a la ciudad interior ubicada en lo alto, creó la etiqueta de “barrios bajos”, lo que unido a las características de la población que fue asentándose allí (las clases sociales más desfavorecidas), le hizo perder su significado topográfico para acabar asociándose definitivamente a las peculiaridades de su población, la más humilde de Madrid, la más “baja” en el escalafón social.
Estas zonas de crecimiento espontáneo y desregulado disfrutaban de una gran vitalidad, reforzada por la aparición de mercados extramuros. Los arrabales fueron consolidándose con una extraordinaria densidad residencial, con la consecuente carencia de espacios libres y la casi total ausencia de edificios públicos relevantes de ámbito municipal. Una de las tipologías residenciales más habituales fue la “corrala”.
Por otra parte, estos barrios han representado durante mucho tiempo la “esencia” del casticismo madrileño, (la manolería) y por ello han sido escenario de zarzuelas, obras teatrales, o sainetes que reflejaban el tema de lo castizo.
La construcción de la muralla de Felipe IV en 1625, supondrá la inclusión de estos arrabales dentro del recinto urbano y la consolidación definitiva de los mismos.
Estos barrios son tres, San Francisco, El Rastro y Lavapiés. Presentan crecimientos distintos, tanto por las singularidades derivadas de la peculiar topografía de cada zona como por los modelos de referencia que siguieron y que son identificables en la trama todavía. Estos modelos estructurales teóricos se vieron bastante distorsionados en su ejecución real y modificados además por las transformaciones sufridas con el paso del tiempo.
Esquema conjunto de los tres barrios

Superposición del esquema con la ortofoto actual (google earth)
Superposición del esquema sobre el Plano de Texeira de 1656

Barrio de San Francisco
En el suroeste, el convento de San Francisco (fundado en 1217) impulsó la edificación de su entorno, actuando como polo de atracción y como límite ya que, a partir de él, las elevadas pendientes que caían hacia el rio Manzanares impedían la urbanización.
Modelo teórico del Barrio de San Francisco surgido a partir del segundo recinto
La Puerta de Moros, enclavada en el segundo recinto (el denominado hispano-musulmán), era un punto principal de acceso a la ciudad por el sur y se convirtió en centro de un trazado viario orbital y radial, en el que las calles radiales se fijaron en función de las diferentes metas:
·      en dirección Oeste, hacia las Vistillas, para conectar con el camino de Segovia,
·      en dirección Suroeste, hacia el propio convento de San Francisco,
·      en dirección Sur, hacia el camino de San Isidro (y los Carabancheles),
·      en dirección Sureste, iniciando el camino de Toledo,
·      en dirección Este-Sureste, se trazaron dos radios entre los que surgió la Plaza de la Cebada como nodo urbano para mercado extramuros de productos agrícolas, y
·      hacia el Noreste, siguiendo el recorrido, aproximadamente circular, de esa segunda muralla, un radio que se dirigía hacia la Plaza Mayor, mercado y punto neurálgico de la ciudad.
El modelo teórico radio-concéntrico se verá deformado con la ejecución de las vías orbitales y sus edificaciones, aunque pueden abstraerse tres vías concéntricas, superpuestas a la trama radial, que van conformando unas manzanas en forma de coronas circulares. El último orbital actúa como circunvalación recogiendo las radiales desde San Francisco. Parte de esta disposición radial trascenderá los límites del arrabal condicionando el futuro trazado del Barrio del Rastro.
Modelo teórico del Barrio de San Francisco y del tercer recinto.
El Barrio de San Francisco irá transformándose con el paso del tiempo. En primer lugar, con las ampliaciones del recinto de Madrid (con la “Cerca del Arrabal”, que incluyó dentro de la ciudad la zona al norte de la Plaza de la Cebada; con la Muralla de Felipe II, que siguió el modelo y resultaría esencial en la configuración de los restantes “barrios bajos”; y con la última muralla, la de Felipe IV que acotará el Madrid Antiguo). En segundo lugar, el Barrio se transformó con las remodelaciones viarias interiores realizadas durante los siglos XIX y XX (apertura de la calle Bailén y su viaducto o el trazado de la Gran Vía de San Francisco y la reforma de sus aledaños).
Superposición del esquema teórico del barrio de San Francisco con la ortofoto actual (google earth)

Barrio  de Lavapiés
En la zona Este, se desarrolló el Barrio de Lavapiés, presentando unos límites bien definidos. Por el Oeste, finalizaba en la calle Embajadores, que lo separa del Barrio del Rastro ejerciendo una especie de divisoria ya que las calles del Rastro que acometen a ella lo hacen con una pendiente pronunciada en dirección perpendicular; y, por el Este, el límite se situaba en el sistema formado por la calle Santa Isabel  y Atocha.
En el interior de estos bordes urbanos, se conjuga una estructura de tridente invertido (irregular y con varias derivaciones) con unos trazados de referencia regular formados por grandes manzanas  aproximadamente rectangulares.
Los tridentes o los abanicos viarios son una estructura habitual en las ciudades antiguas desarrolladas habitualmente a partir de puntos singulares de acceso, de forma que la ciudad es el punto de origen que irradia los recorridos hacia el exterior. No es tan habitual el caso contrario en el que varias calles se agrupen en una. Este heterodoxo caso es el que presenta el Barrio de Lavapiés. La base de este trazado hay que buscarlo en la topografía con una serie de barrancos que iban uniéndose.
Esquema teórico del Barrio de Lavapiés
El tridente, ubicado en el centro del barrio (de hecho, el punto de origen para la dispersión viaria es la Plaza de Lavapiés, el corazón del barrio), separa las dos zonas de trazado regular, aunque cada una de ellas es muy diferente entre sí.  Hacia la calle Embajadores queda la más ordenada (debido a la inexistencia de influencias de tramas contiguas, puesto que el Rastro era todavía terreno ocupado parcialmente). Y hacia Atocha, aparece una trama con aspiraciones de regularidad pero con resultados menos rotundos por la influencia de las trazas del arrabal de Atocha. Esta diferenciación se manifestará incluso socialmente, hacia Embajadores aparecerá el barrio más peculiar y hacia el Este, la “idiosincrasia” del barrio se iría perdiendo en una gradación que acaba en el barrio de Atocha, que acogía a una población de mayor nivel social.
El barrio, casi totalmente residencial, fue densificándose hasta alcanzar unas cifras extraordinarias. Consecuencia de ello fue la ausencia de espacios libres con la excepción de la propia plaza de Lavapiés y los entornos de las fuentes de agua potable. Por las características sociales, la zona carecía casi por completo de edificios representativos y los pocos que había no alcanzaban la categoría suficiente para trascender el barrio (salvo quizás la Inclusa, que no aportaba demasiada categoría; las Escuelas Pías de San Fernando destinadas a la educación niños humildes o algún edificio esporádico en su parte sur, surgido gracias a las reformas borbónicas, como fue la Fábrica de Tabacos).
Lavapiés, incorporado al recinto urbano a partir de 1625 con la construcción de la muralla de Felipe IV, se consolida como parte de la ciudad. Y desde ese momento va a presentar pocas modificaciones hasta la actualidad.
Solamente se verá reformada su parte sur con la modificación borbónica de la muralla, para adaptarla a los nuevos paseos de Ronda. Las puertas secundarias (portillos) de Embajadores y de Lavapiés (ó Valencia) serán trasladadas a la nueva ubicación, y la glorieta de Embajadores y la nueva calle Miguel Servet reestructurarán los accesos al barrio desde el Sur. También en los últimos años, se han producido procesos de esponjamiento que han permitido la aparición de nuevas plazas por derribo de edificaciones (Parque de Cabestreros ó Parque de Agustín Lara) y algunas actuaciones rehabilitadoras (pavimentaciones, arbolados, consolidación de corralas típicas o de alguno de los edificios públicos) que han remodelado el tejido urbano del barrio.
Superposición del esquema teórico del Barrio de Lavapiés con la ortofoto actual (google earth) 

Barrio del Rastro
En el centro, entre los anteriores Barrios de San Francisco y Lavapiés, el Barrio del Rastro, fue el último en consolidarse posibilitando la unión entre ambos ya que, entonces, se encontraban separados por un barranco bastante abrupto (actual calle Ribera de Curtidores).
El significado de la palabra “rastro” aporta datos reveladores sobre la esencia inicial del barrio. Rastro, según la definición académica, es el lugar donde se matan animales y se manipulan sus despojos.
Efectivamente, el Rastro era el lugar donde se fueron aposentando los oficios “molestos e insalubres”, como mataderos o tenerías de curtidores. Su proximidad al río, que favorecía la evacuación de residuos, y su carácter exterior respecto a la ciudad amurallada, señalaron la zona para la implantación de estas “industrias contaminantes” (y así fue obligado por normativas municipales).
Pronto surgió el mercado callejero alrededor de esta zona, un mercado para las clases más humildes donde se negociaba con todo tipo de bienes (destacando los objetos de segunda mano que alguien no necesitaba, o que debía desprenderse para obtener recursos o incluso materiales robados). Es el inicio del Mercadillo del Rastro que todavía perdura y que convierte, los domingos por la mañana, al Barrio en un espacio muy singular.
Esquema teórico del Barrio del Rastro
La estructura del Barrio del Rastro era sencilla. Estaba formada por un eje central (Ribera de Curtidores) que funcionaba como bisectriz de las dos vías límite de los barrios de San Francisco (calle de Toledo) y de Lavapiés (calle Embajadores). Las tres calles se unían por el norte, en la puerta de la ciudad (la Puerta de Toledo de la muralla de Felipe II) formando un tridente poco ortodoxo.
El eje central del barrio, que ocupaba la vaguada del barranco y ofrecía la particularidad de contar con un pequeño montículo (el cerrillo del Rastro, que se convertiría en el “corazón” del barrio), dividía el arrabal en dos zonas. Estos dos sectores presentan una trama bien diferente debido a la influencia de los barrios contiguos. El trazado radioconcéntrico del Barrio de San Francisco afectará al sector Oeste del Rastro aunque quedará ordenado reticularmente, mientras que la trama de Lavapiés, influirá en el sector Este. La zona sur será muy irregular, como sucede en todos estos barrios y no se regularizará hasta la reforma borbónica de la muralla de Felipe IV.
Superposición del esquema teórico del Barrio del Rastro con la ortofoto actual (google earth) 
El Rastro no ha sufrido modificaciones interiores importantes tras su consolidación. En cambio, su límite sur se ha visto muy remodelado por las reformas de murallas, por su posterior desaparición así como por la apertura de nuevas vías.

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