A la izquierda, imagen de la Expo 1888 de Barcelona,
una realidad ficticia. A la derecha, una de las ofertas residenciales de la
Ciudad Lineal de Madrid, una utopía que se convirtió en realidad.
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El final del siglo XIX se debate entre
la realidad y la utopía. En aquellos tiempos, se estaba constatando la desaparición definitiva de
un mundo que quedaba atrás gracias a las revoluciones políticas e industriales,
y se comenzaba a entrever un orden nuevo, imprevisible, que abría expectativas
extraordinarias.
La realidad ofrecía caras diversas que iban desde la dulzura aparente de
la imagen ofrecida por una burguesía prospera
y encantada de su escalada social, hasta la crudeza descarnada que se
reflejaba en una nueva clase proletaria que luchaba por sobrevivir. Madrid y
Barcelona contaban con ambos ingredientes pero los interpretaron de forma
diferente.
Barcelona priorizaba la cara amable del triunfo burgués
escenificándolo a través del Modernismo,
y se entregaba optimista a la creación de un escenario ficticio (la Exposición
Universal de 1888) donde representar
su ascenso al Olimpo Urbano.
Madrid, sin una burguesía tan aparente,
padecía las consecuencias de una inmigración descontrolada y, huyendo de sí
misma, inventaba una utopía urbana que
llegaría a convertirse en real, la Ciudad
Lineal, un modelo de hábitat alternativo que había ideado Arturo Soria.
Actitudes “fin de
siglo” (Utopías reales y realidades ficticias)
El final del
siglo XIX español fue una época contradictoria. Tras revoluciones y
experiencias republicanas, con la restauración monárquica (1874) comenzó un
periodo bastante estable políticamente. Pero bajo esa apariencia, subyacían fuertes
tensiones sociales y contrastes sorprendentes como la convivencia entre un gran
florecimiento cultural y una decadencia cada vez más evidente (identificada con
el año 1898).
Madrid y
Barcelona, en ese final de siglo, contaban con un Casco Histórico inadecuado y
pendiente de reformas estructurales, con un Ensanche que encontraba
dificultades para su desarrollo y con un extrarradio espontáneo, especialmente
relevante en el caso de la capital. La emigración rural hacia las ciudades era cada
vez más mayor, y éstas, se veían incapaces de alojar dignamente a esas masas
inmigrantes. Surgió el problema de la “vivienda obrera” que alimentaba la
creciente tensión social entre una burguesía con elevadas aspiraciones y la
emergente clase proletaria que reivindicaba sus derechos.
Pero ambas
ciudades interpretaron la realidad de forma diferente.
Barcelona
había logrado una base industrial importante y de ella había surgido una alta
burguesía deseosa de representar su triunfo, una clase social que bailaba
valses en los salones de los grandes edificios que estaban levantando. Barcelona, reconciliada con la realidad,
inicia uno de sus periodos más esplendorosos, el modernismo, que supondrá una cierta “edad de oro” y llegará a
convertirse en la imagen de la ciudad actual.
El modernismo fue el vehículo para expresar
el sueño colectivo de esa ambiciosa élite que, para mejorar su posicionamiento
internacional, también construyó un decorado de película, una realidad que resultará ficticia pero
efectiva: La Exposición Universal de
1888. Fue entonces cuando Barcelona descubrió el poder de los grandes
eventos como catalizadores de las transformaciones urbanas.
Las
circunstancias de Madrid eran muy diferentes. No había logrado consolidar una
clase social similar y, además era la capital del país, lo que la convertía en
el escenario donde se magnificaban dramáticamente todas las problemáticas.
Pero de la dura realidad madrileña emergerá una
utopía que buscaba transformar el modo de habitar de las personas. Una
utopía que trascenderá pronto los límites de la ciudad para convertirse en una
referencia del urbanismo internacional: la Ciudad Lineal.
Uno de sus
grandes valores es que no se quedó en el papel, sino que esa utopía fue capaz de convertirse en realidad, superando muchas
dificultades y adaptaciones, para mostrar al mundo una innovadora visión. La Ciudad Lineal madrileña tuvo un
promotor: Arturo Soria, que fue un personaje extraordinario cuyo
legado ya ha sido tratado en este blog: La Ciudad Lineal no existe (pero sí el legado de Arturo Soria) y que se ha convertido en un
referente ideológico de la historia internacional del urbanismo.
La Exposición Universal
de 1888 de Barcelona y su repercusión urbana (planteamientos desde la realidad “ficticia”)
La Ciudadela, problema y oportunidad.
Barcelona. La trama punteada expresa la extensión de la
Ciudadela. La trama negra los edificios derribados del Barrio de la Ribera.
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La Guerra de
Sucesión española, que enfrentó a principios del siglo XVIII a los partidarios de
Felipe de Borbón con los del Archiduque Carlos de Austria, tuvo importantes
consecuencias negativas para Barcelona, ya que apoyó con fervor al candidato derrotado.
La fuerte resistencia que ofreció la ciudad contra el vencedor Felipe V fue una
de las causas que llevaron al rey Borbón a decretar la construcción de una
ciudadela militar que estaría dotada de un destacamento para garantizar el
orden y el control de los ciudadanos.
Tras realizar numerosos derribos de viviendas populares en el barrio de
la Ribera, entre 1716 y 1718 se construyó la gran fortaleza, siguiendo el
diseño del ingeniero militar Joris Prosper Van Verboom.
La aparición
de la Ciudadela supuso un trauma para la ciudad. Obligó a la demolición de una
parte muy arraigada y extensa del tejido urbano histórico, dejando a miles de
ciudadanos sin casa y sin compensación alguna (unos 4.500) y, además, su
imponente presencia era el recuerdo permanente de la derrota sufrida. Pronto se
convirtió, para muchos ciudadanos, en un símbolo de opresión.
Finalmente
tras la revolución de 1868, se consiguió el derribo definitivo de la fortificación,
respetándose únicamente tres edificios: la capilla (hoy Parroquia Castrense),
el palacio del gobernador (actual IES
Verdaguer) y el arsenal (convertido en sede del Parlamento de Cataluña).
Barcelona: Superposición entre la trama de la Ciudadela y el Parque. |
El espacio
baldío fue recuperado como parque para la ciudad gracias a su elección para albergar
la Exposición Universal de 1888.
La Exposición Universal de 1888.
La
celebración de muestras internacionales para presentar los logros tecnológicos
alcanzados, comenzó en Londres, con la
Exposición Universal de 1851. Desde entonces se habían celebrado varias
en diferentes ciudades. Estas exposiciones fueron una gran estrategia de
visibilidad para las ciudades que las acogían y por eso fueron deseadas por algunas
ciudades “segundas” que buscaban reivindicarse. Así Bruselas en 1882, Amsterdam
y Niza en 1883 o Amberes en 1885 habían
podido mostrar al mundo occidental su capacidad organizativa y, además, pusieron
en marcha importantes operaciones de su desarrollo urbano. Amsterdam se abrió
al mar a través del eje del rio Ij o Amberes logró demoler su ciudadela en la
parte sur de la ciudad.
Se era muy
consciente de que la celebración de un evento de tanta repercusión ofrecía una
doble ventaja: una tenía carácter externo, ya que posicionaba a la ciudad en el
panorama de las grandes urbes mejorando sus posibilidades comerciales y
políticas; y la otra era interna, ya que catalizaba procesos de transformación
urbana de la ciudad, que sin ese impulso serían lentos o incluso imposibles.
Además, la ciudad recibía el apoyo financiero del Estado, e incluso, si se
recibía una afluencia masiva de visitantes se podría ganar dinero, recuperando
la inversión (hecho poco habitual de todas formas).
Plano de la Exposición Universal de 1888 de Barcelona. |
La iniciativa
de la Exposición fue privada pero no tuvo la fuerza necesaria hasta que el
Ayuntamiento se implicó de lleno, consciente de que los empresarios no serían capaces
de culminar con éxito una operación de esa envergadura, comprometiendo el
prestigio de la ciudad. El entonces alcalde de la ciudad, Francesc Rius i
Taulet se puso al frente del grupo impulsor, implicando también a diferentes
poderes de la ciudad y recabando el apoyo de la Corona. Este hecho modificó radicalmente
el proyecto inicial dándole un enfoque
más ambicioso. La rapidez de su ejecución, realizando un alarde organizativo,
fue un escaparate excepcional sobre las capacidades de Barcelona.
Para su
ubicación se escogieron los terrenos ocupados anteriormente por la Ciudadela. El
espacio se transformaría en un gran parque que alojaría temporalmente a los
pabellones de los países participantes para consolidarse, tras la muestra, como
el mayor espacio verde de la ciudad. El proyecto corrió a cargo de Josep
Fontseré.
El Arco de Triunfo y el antiguo restaurante de la Exposición Universal de 1888. |
Un gran Arco
de Triunfo proyectado por Josep Vilaseca daba acceso al recinto de la
Exposición. El Arco, de 30 metros diseñado siguiendo el estilo neomudéjar y con
aportaciones de diferentes escultores, es una de las obras que se conservan de
aquel evento. También permanece el restaurante proyectado por Lluís Domènech i
Montaner (conocido como Castell dels Tres
Dragons que actualmente, tras el traslado del Museo de Zoología, alberga
instalaciones científicas del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona,). Tras
el Arco se abría el Salón de San Juan (actual Paseo Lluís Companys) que se
prolongaba estructurando el interior del parque dirigiendo los flujos hacia el
centro de la Exposición (la plaza sobre el antiguo patio de armas de la
Ciudadela) donde se encontraba el principal edificio de la muestra, el Palacio
de la Industria.
El impulso
urbano de la Exposición se notaría más allá de su recinto con operaciones como
la urbanización del frente marítimo entre la Ciudadela y las Ramblas (Paseo de Colón con la instalación del
Monumento a Colón, y el Moll de la Fusta), la articulación con
el Barrio de la Ribera con nuevas viviendas o la construcción del Mercado del
Born.
Con la
celebración de esta Exposición, Barcelona comprendería el poder de los grandes
eventos para impulsar las transformaciones urbanas utilizando esta estrategia en
el futuro con gran inteligencia (Exposición de 1929,
Juegos Olímpicos de 1992, Fórum de las Culturas 2004)
La “Ciudad Lineal” de Madrid: la alternativa
urbana de Arturo Soria (planteamientos desde la utopía “realizable”)
Arturo Soria (1844-1920)
fue un personaje polifacético, político, empresario, intelectual, inventor,
escritor, periodista, cuyas reflexiones le acercaron al urbanismo. En 1892, Arturo Soria propone su idea de Ciudad Lineal como alternativa a la
existente. “Es mejor hacer una ciudad nueva que remendar una vieja”
llegó a decir.
Es una de las
aportaciones más destacadas del urbanismo español al corpus teórico internacional, que tuvo gran predicamento entre los
funcionalistas que surgirían años más tarde. Rivalizó con la propuesta
anglosajona sobre la Ciudad Jardín
que Ebenezer Howard realizó en 1898.
La
disposición lineal no era una novedad en la ciudad pero lo que si resultó
innovador, fue hacerlo con racionalidad, de forma planificada, partiendo de una
reflexión sobre las necesidades de la sociedad. La Ciudad Lineal se fundamenta en el transporte y las comunicaciones que
sugieren su formalización, pero es también una propuesta ideológica, eliminando
la noción de centro para pasar a ser una estructura policéntrica o proponiendo la
convivencia entre sus ciudadanos (de diferentes clases sociales) eliminando la
segregación de la ciudad antigua.
La Ciudad Lineal aspiraba a convertirse en
una fórmula para “colonizar el mundo” ya que las líneas urbanas (que podrían
conectar Cádiz y San Petesburgo como dijo Soria) podrían tramar el territorio
de forma que los vértices fueran las ciudades “viejas” (las invertebradas) y
los lados, las ciudades lineales (vertebradas). La propuesta para Madrid
proponía la limitación de la “ciudad vieja” y el crecimiento urbano a través una
Ciudad Lineal que conectaría los
municipios satélites de la capital.
La idea básica es un eje o calle principal recorrido
por un medio colectivo de transporte (ferrocarril o tranvía). Su anchura era de 40 metros y su
longitud ilimitada. A lo largo del eje se iban disponiendo las manzanas (de
300 m. de longitud y 200 m. de anchura), separadas por ejes transversales de 20
m. de anchura. Las grandes manzanas resultantes se dividían en lotes para
acoger tipologías variadas. Se proponían desde grandes parcelas frente al eje principal hasta medianas
en los ejes laterales y pequeñas en la parte trasera.
Sobre estas
parcelas, en función de su superficie, se levantarían edificaciones (con
edificabilidad y ocupación limitada) acordes al poder adquisitivo de cada
propietario. La tipología arquitectónica no era el tema prioritario para Soria,
para quien era más importante la estructura urbana. Trabajando con arquitectos
preocupados por las viviendas sociales llegó a ofrecer un catálogo de
soluciones arquitectónicas para cada usuario. Las parcelas fueron ocupadas por
casas unifamiliares aisladas de dos o tres alturas con una ocupación reducida
(el 20% de la parcela) y que deberían respetar unos retranqueos a la calle.
“Para cada familia, una casa; en cada casa, una huerta y un jardín” era uno de
los lemas publicitarios de la ciudad lineal.
El centro de
las grandes manzanas se reservaba para equipamientos o espacios de actividades
productivas. Algunas de las manzanas también podrían ser utilizadas
completamente para equipamientos de infraestructuras, de ocio, de servicio. La
línea-eje principal era el soporte racional desde el que se distribuirían los
suministros (agua, luz) y el de contendría servicios como kioscos de venta de
productos.
Esquema genérico de grandes manzanas de la Ciudad Lineal. En el centro el gran eje principal. |
Arturo Soria
realizó una crítica profunda a Madrid, describiéndola como una ciudad muy
insatisfactoria y sobre esa base propuso su alternativa. Uno de los grandes valores de la Ciudad
Lineal es que no quedó en un planteamiento teórico, Arturo Soria llevó a
cabo su idea. Fundó la Compañía
Madrileña de Urbanización (C.M.U.) y adquirió unos terrenos fuera del
término municipal de aquel Madrid, más allá del Arroyo Abroñigal (lo que lo
alejaba de sus gobernantes y reglamentaciones y también de los altos precios
del suelo). Allí marcó el eje de su Ciudad
Lineal sobre, aproximadamente, el camino de la cuerda (línea de cumbrera de
la divisoria entre la vertiente del Jarama y del Abroñigal).
El primer
proyecto presentado (aprobado en 1894) formalizaba un eje de 5.200 metros de
longitud y 40 metros de anchura.
Tipologías diversas para cada clase social. A la derecha las modestísimas viviendas para obreros. |
A pesar de un
cierto éxito inicial, la Ciudad Lineal
tuvo problemas económicos en su desarrollo. Entre las causas que los
propiciaron puede encontrase en primer lugar, la situación. Su ubicación, más
allá de la vertiente este del Arroyo Abroñigal fue inicialmente una ventaja pero
se convirtió en un grave inconveniente como consecuencia del altísimo coste de
ejecución de las infraestructuras. Además hay que tener en cuenta el hecho de
que la lejanía y el tener que traspasar el Arroyo Abroñigal (difícil en aquel
entonces) no fue bien recibido por la ciudadanía. En segundo lugar pudo
resultar perjudicada por la proximidad de zonas obreras que presentaban alta
tensión y que produjo rechazo en la clase media y media alta que era la principal
destinataria de la promoción. Una tercera causa pudo ser la preferencia de esta
burguesía por los parques urbanizados que se están construyendo siguiendo la
idea de ciudad jardín en las inmediaciones de la gran ciudad.
En 1914 la Compañía Madrileña de Urbanización suspendería
pagos, muriendo su fundador en 1920. Pese a todo, la construcción de la Ciudad Lineal continuó y aunque en la
actualidad la arquitectura original prácticamente no existe, la calle Arturo Soria
sigue dando testimonio de ella.
La serie sobre los Paralelismos y Divergencias entre Madrid y
Barcelona cuenta con las siguientes entradas:
EXCELENTE EXPOSICION..E ICONOGRAFIAS
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