La Rue Rivoli de París. Imagen de su primera etapa,
iniciada bajo el Primer Imperio, con las características fachadas diseñadas por
Fontaine y Percier.
|
El “vieux Paris”
(viejo París) defendido por Balzac o Victor Hugo y fotografiado por Charles
Marville, era una ciudad vital y atractiva pero también densa, laberíntica, envejecida,
con graves problemas de salubridad y sobre todo poco adecuada para los nuevos
tiempos que se vislumbraban a finales del XVIII.
Durante el siglo XIX,
en París se produjeron una serie de transformaciones extraordinarias que
cambiarían radicalmente la fisonomía de la capital francesa, surgiendo una
nueva ciudad que se convertiría en el espejo en el que todas las grandes urbes
querían reflejarse. La nueva imagen de París, con sus amplios bulevares, sus
parques, sus grandes edificios públicos o su característica arquitectura
residencial, se erigió como el modelo urbano de la Ciudad Posliberal.
Entonces, París, se
convirtió en París, en esa ciudad renovada, con una identidad tan poderosa que
logró situarse como centro de gravedad de nuestro planeta urbano. Desde el
nuevo París se irradiaría glamour al
resto del mundo y se dictarían las claves del futuro al que todos querían
llegar.
Las intervenciones
alcanzaron su clímax con el firme liderazgo del Barón Haussmann y Napoleón
III, durante el Segundo Imperio francés. Pero la filosofía de actuación, que
consideraba a la ciudad existente como un cuerpo moribundo que había que
reanimar, incluso con amputaciones, había comenzado años atrás, con los deseos
de belleza y representatividad perseguidos por Napoleón o los objetivos
higienistas de las restauradas monarquías.
En este primer artículo nos aproximaremos a estos
antecedentes que marcarían el camino para la revolución urbana hausmaniana.
El París del Primer Imperio: la búsqueda
napoleónica de la belleza urbana.
Durante la campaña de Egipto,
iniciada por el ejército francés en 1798, el entonces joven y popular general
Napoleón Bonaparte (1769-1821), impactado por lo visto a lo largo del viaje,
escribió: “Si yo fuera el mandatario de
Francia, procuraría convertir París no solo en la ciudad más bella que
existiese, sino en la más bella que pudiera existir”.
Pero en 1799, Napoleón tuvo que
regresar a su país debido a las dificultades políticas que había en Francia. En
ese mismo año, acabaría encabezando el golpe de estado que daría fin al
Directorio, convirtiéndose en el Primer
Cónsul, la máxima autoridad francesa. En poco tiempo, Napoleón se
adjudicaría el título de Emperador (1804) e intensificaría su conocida y
vertiginosa historia.
Desde el punto de vista de la
política interna, una de las primeras tareas abordadas por Napoleón I fue la
reorganización de la administración del Estado. Esta reestructuración alcanzó
también a los niveles municipales y París quedó dividida en 12 distritos (arrondissements) con un responsable para
cada uno de ellos que actuaba como alcalde de esa zona (Maire). Sobre todos ellos,
situó un alto cargo de nueva creación: la Prefectura
del Sena.
El Prefecto del Sena fue la
autoridad responsable del desarrollo urbanístico de París. Al crear el cargo en
1800, Napoleón designó a Nicolas Frochot, manteniéndolo hasta 1812, fecha en la
que fue sustituido por Gaspard de Chabrol (quien retuvo el puesto durante toda
la época de la Restauración, hasta 1830). También destacarían por sus
contribuciones urbanas el Conde de Rambuteau (en tiempo de Luis Felipe I, entre
1833 y 1848) y, sobre todos, el Baron Haussmann (que fue Prefecto durante el
Segundo Imperio, siendo nombrado en 1853 y ostentando el cargo hasta 1870).
El “vieux París” en la foto de Charles Marville (la
calle es la desaparecida rue Travertine)
|
Napoléon I, junto a Nicolas Frochot
y a sus “arquitectos de cabecera”, Pierre-François-Léonard Fontaine y Charles
Percier, pusieron en marcha un intenso plan de embellecimiento y dotación de
servicios para la capital. París era entonces una ciudad de estructura medieval
con importantes carencias. Durante el Primer Imperio, se realizaron importantes infraestructuras públicas. Son
destacables los cuatro nuevos cementerios (Père-Lachaise,
Montmartre, Montparnasse y Passy),
el canal del Ourcq que abastecería de
agua a las nuevas fuentes de la ciudad, la descentralización de los mataderos,
la construcción de cuatro nuevos puentes sobre el Sena (Austerlitz, St. Luois, des Arts, Iéna) o la consolidación de varios
quais, las muelles de contención
fluvial que eliminarían los peligros de inundación y realzarían la
monumentalidad de los edificios de las orillas, pero que acabarían con la
relación directa entre los ciudadanos y su rio (desaparecieron molinos,
abrevaderos, lavaderos, etc. y por supuesto la imagen algo campestre de las
orillas naturales del rio).
Quizá la intervención más emblemática del momento fue la que se acometió para
la reforma del complejo Louvre-Tullerías-Concorde originando la embrionaria
directriz este-oeste que se desarrollaría con el tiempo (el emblemático eje
parisino que a través de los Champs
Elysées, y del Arco de Triunfo llegará, en el siglo XX, hasta el Bario de la Défense).
La actuación Louvre-Tullerías-Concorde
comenzó en 1801 con la realización del primer tramo de la rue Rivoli, cuyo trazado rectilíneo acompañaba a los jardines
reales de las Tullerías. Los arquitectos Percier y Fontaine diseñaron las
fachadas de la nueva vía planteando un modelo continuo de arcadas que enlazaban
viviendas y espacios comerciales en planta baja, determinando el estilo del
Primer Imperio. Sobre esa pauta, la iniciativa privada construyó los edificios.
La rue Rivoli sería prolongada en
varias etapas, a esta primera etapa entre Concorde
y Louvre, que sería terminada durante
la Restauración, le seguiría otra realizada durante el Segundo Imperio que la llevaría
en dirección a la Bastilla hasta la rue
Saint-Antoine.
La operación urbana no se limitó a
la realización de esta calle sino que fue más ambiciosa, proponiendo una gran transformación
del entorno. Se derribaron tanto el convento de los Feuillants (Monasterio Real de San Bernardo) como la Iglesia de los
Capuchinos y los solares liberados se convirtieron en el soporte de la nueva
urbanización. Sobre esos terrenos se abrieron nuevas calles que reestructuraban
la zona como la rue de Castiglioni,
la rue de la Paix (entonces rue Napoleón), o la rue de Mondovi y se levantaron nuevas viviendas para la burguesía. Otro
objetivo era la creación de un complejo único entre el Louvre y el Palacio de
las Tullerías, para lo cual se deberían derribar los edificios residenciales
situados entre ambos (consiguiéndolo, entonces, solo parcialmente al abrir la rue Imperial). Esta nueva calle enfocaba
el arco de triunfo del Carroussel
construido entre 1806 y 1808 según diseño de Percier y Fontaine. Fue una
intervención pionera, ya que reelaboró en profundidad el tejido urbano existente sin estar
asociada a la creación de una plaza (como es el caso de las Places Royales del siglo anterior). Además, inauguró el modelo de intervención agresivo con la
ciudad preexistente que caracterizaría el París del siglo XIX e influiría notablemente
en las grandes capitales europeas. Napoleón defendía que para embellecer París,
era “más necesario destruir que construir”.
No obstante, las circunstancias históricas impidieron la consolidación de algunas de
las ideas napoleónicas (como la deseada
nueva Cité, presidida por el “Palacio
del Rey de Roma” que se hubiera situado sobre la colina de Chaillot y con el
bosque de Boulogne como parque propio) e interrumpieron la construcción de su
gran Arco de Triunfo, que sería rematado muchos años después, en 1836.
El París de la Restauración borbónica:
la parcelación privada de las periferias.
La caída de Napoleón en 1814
determinaría el futuro francés y desde luego de su capital. Las potencias
europeas, que se habían aliado contra el emperador hasta lograr su
derrocamiento (aunque lograra volver durante
“cien días” en 1815), se encargaron de restaurar la monarquía borbónica en
Francia, en la figura de Luis XVIII.
Luis (Louis) XVIII (1755-1824), hermano del anterior rey, Luis XVI, se
convirtió en el heredero del trono de Francia tras morir Luis XVII. El joven
príncipe, que se había convertido en rey tras ser guillotinado su padre en
1793, solo lo fue de forma titular ya que había sido encarcelado y murió en
prisión en el año 1795 (a la edad de 10 años). El rey restaurado Luis XVIII intentó
ser un monarca conciliador buscando consensos entre las diferentes facciones
políticas, pero, en cambio, su hermano y sucesor, Carlos (Charles) X (1757-1836) fue un ultra conservador con
aspiraciones absolutistas. El auto-golpe
de estado que protagonizó en 1830, con el objetivo de eliminar las libertades y
derechos obtenidos por el pueblo francés en los años anteriores, sublevó a la
población que consiguió derrocarle en la conocida como Revolución de Julio.
El impulso innovador que caracterizó los primeros quince años del siglo
se extinguió con la llegada de la Restauración. En los primeros años, los
símbolos del Primer Imperio fueron proscritos y, en cambio, se potenció todo lo
que comunicara la idea de la recuperación de la monarquía (católica), como fue
el levantamiento de nuevas estatuas reales o la apertura al culto de iglesias
desacralizadas por Napoleón.
La monarquía restaurada no se
implicó de forma decidida en la renovación de la ciudad y dejó la
responsabilidad de la evolución de París en manos privadas. No hubo planes públicos,
ni de carácter general, ni tampoco parciales. La incipiente y pujante
aristocracia del dinero se lanzó, con el beneplácito real, a intervenir en una
ciudad de la que esperaba sacar beneficio. Gaspard de Chabrol, el último
Prefecto napoleónico, consiguió mantenerse en el cargo a lo largo de todo el
reinado borbónico. Bajo su administración se trabajó en dos direcciones
principales: la mejora puntual de equipamientos y servicios (sobre todo en el
centro urbano, y destinados a la aristocracia y alta burguesía) y la
parcelación de zonas libres para crear nuevos barrios.
El primer rumbo se manifestó, por
ejemplo, en las infraestructuras con la pavimentación de calles importantes
(con aceras y calzadas) y el comienzo de la red de alcantarillado. También se
construyó el canal de Saint-Martin y
el nuevo puente de los Inválidos. Las dotaciones urbanas estuvieron
representadas fundamentalmente por la construcción de numerosas iglesias y
teatros, y algún mercado. Uno de los hechos urbanos más destacados de esta época
fue la aparición de una nueva tipología urbana que tendría gran éxito en París,
el Pasaje Comercial. El pasaje
comercial, que sería muy copiado por el resto de grandes ciudades europeas, es
una tipología de calle-callejón que atraviesa las manzanas residenciales,
conectando las principales vías urbanas y se encuentra cubierto para proteger
de las inclemencias climatológicas a los viandantes, facilitando así el
comercio urbano. Fueron creados en su mayoría en la primera mitad del siglo XIX,
fundamentalmente en la rive droite y
próximos a los Grands Boulevards.
Sobreviven una veintena de los aproximadamente ciento cincuenta que llegó a
tener París. Estas vías cubiertas suelen considerarse como precursoras de los
actuales centros comerciales.
Pasaje Comercial del Gran Cerf, situado entre el 145 de
la rue Saint-Denis y el número 8 de la rue Dussoubs.
|
La segunda línea de actuación fue la
creación de nuevos barrios en las
“periferias” desocupadas, es decir entre los Grands Boulevards y la muralla de los Fermiers Généraux (recaudadores de impuestos), que aunque algo
perjudicada se mantenía en pie (sería derribada definitivamente en 1860).
Surgieron parcelaciones fundamentalmente en la rive droite, como la Nouvelle
Athènes (1818-1820), Batignolles
(1821), el quartier François 1er (1823), el
quartier La Poissonière (1824), Beaugrenelle
(1824), el quartier de l’Europe (1827), o el de St-Vicent de Paul (1828). También se
creó algún barrio para la burguesía media y para las clases populares
(artesanos y obreros que se ubicaron en la parte oriental de la ciudad en el
entorno del Canal de Saint-Martin).
Una de las parcelaciones citadas anteriormente, el quartier La Poissonière, significó el origen de una de las principales vías estructurantes de la rive droite: la rue La Fayette (aunque
comenzó denominándose rue Charles X).
Esta vía es significativa porque fue
realizada a lo largo de muchos años, por varias administraciones, simbolizando
la unidad de criterio de intervención de los diferentes Prefectos. Sus casi 2,9
kilómetros unen el barrio de la Opera, desde el boulevard Haussmann, con la
Villette, en la Plaza de la
Bataille-de-Stalingrad (no obstante, el eje que marca la calle, todavía
tiene mayor continuidad a través de la Avenida Jean Jaurès que conecta con la Porte de Pantin en el noreste y desde
allí con la N3, la autovía que se dirige hacia Alemania por Meaux). El primer
tramo de la rue La Fayette fue
abierto en 1824, entre la rue du
Faubourg-Poissonnière y la rue du
Faubourg-Saint-Martin. El segundo lo hizo en 1849, ampliándola hacia el
este desde la rue du
Faubourg-Saint-Martin hasta la Plaza de la Bataille-de-Stalingrad. El tercer tramo se dirigió hacia el centro,
ampliando el eje desde la rue du
Faubourg-Montmartre hasta la rue du Faubourg-Poissonnière y se abrió
en 1859. Por último, el cuarto tramo fue abierto en 1862, prolongando la calle
desde la rue du Faubourg-Montmartre hasta
la rue de la Chaussée-d'Antin en el
cruce con el boulevard Haussmann.
El París de la Monarquía de Julio: Las
operaciones urbanas del Conde de Rambuteau (y una nueva muralla).
La conocida como Revolución de
Julio (o de 1830) fue una sublevación popular que acabó con el reinado de
Carlos X, el último Borbón reinante en Francia. Pero ese levantamiento no
eliminó la monarquía, ya que se mantuvo, aunque con dos cambios fundamentales:
primero, porque se varió su carácter (monarquía constitucional) y segundo porque
se produjo un relevo de dinastía (se buscó un rey ajeno a los borbones). El
nuevo rey, que sería el último de Francia, fue Luis Felipe de Orleáns, que
gobernó como Luis Felipe I. Curiosamente, este
moarca que ascendió al poder con una revolución, lo perdería años
después con otra sublevación (la de 1848). En este año, otra oleada
revolucionaria se extendió por buena parte de Europa, siendo conocida como la
“Primavera de los pueblos”. Esta sublevación, de carácter liberal, pero marcada
por un incipiente nacionalismo y por los primeros movimientos obreros, puso fin
definitivamente a la monarquía en Francia. Entonces comenzaría la Segunda
República francesa.
La revolución burguesa de 1830
produjo un cambio sustancial en la actitud frente a la gestión de la ciudad. El
declive de la aristocracia terrateniente y el alza de la burguesía comercial marcarán
nuevos rumbos. Además, el nuevo rey quería alejarse de la imagen de la
monarquía anterior, para lo cual ordenó el retorno a la senda de las
infraestructuras públicas iniciada en el Primer Imperio, aunque sin atreverse a
grandes operaciones. Entonces comienzaron a establecerse los mecanismos de control
y organización de la Administración.
En 1832 se
declaró una epidemia de cólera que afectó gravemente a París y cuando al año
siguiente Claude-Philibert Barthelot, Conde de Rambuteau (1781- 1869), alcanzó la Prefectura del Sena, se
marcó una misión muy concreta para la ciudad: mejorar su salubridad.
En este
sentido, Rambuteau declaró: “Dans la
mission que Votre Majesté m'a confiée, je n'oublierai jamais que mon premier
devoir est de donner aux Parisiens de l'eau, de l'air et de l'ombre” (Dentro
de la misión que vuestra majestad me ha confiado, jamás olvidaré que mi primer
deber es dotar a los parisinos de agua, aire y sombra).
Rambuteau
iniciará las primeras transformaciones de la estructura urbana, aunque con
grandes dificultades por la falta de instrumentos legales. La Ley de
Expropiación y las indemnizaciones a las que ésta obligaba, hacía complicaba
cualquier actuación que requiriera la
reconversión de propiedades privadas en espacios públicos. Solamente a partir
de 1841 cuando se reforma esa ley y se facilita la expropiación alegando la causa
del interés público, Rambuteau podrá afianzar sus reformas.
Algunas de sus
actuaciones son indicativas, en cierto modo, de lo que llegará bajo el mandato
de Haussmann en el Segundo Imperio. Rambuteau abre la rue Vivienne para unir la Bolsa a los bulevares, la rue d’Antin o, en la rive gauche, la rue Soufflot que une el Panteón con el Palacio y los jardines de
Luxemburgo desde 1844. Pero quizá su actuación más significativa sea la de la
calle que lleva su propio nombre, la rue Rambuteau, que consistió en la
ampliación y realineación de la antigua rue
de la Chanvreire.
La rue Rambuteau.
|
La rue Rambuteau, es un eje que discurre
desde el oeste hacia el este, uniendo la Plaza de Saint-Eustache (en la que se encuentran la iglesia del mismo nombre
y Les Halles) con el Marais, (atravesando por un lateral la
actual Plaza del Centro Georges Pompidou). La importancia de esta vía se
justifica por ser el primer caso de reestructuración que no está vinculado a
edificios públicos, si no que es un ensanche viario que afecta únicamente a una
secuencia de propiedades privadas. Se acordó que la anchura de la calle fuera
de trece metros. La expropiación afectó solamente a la franja que debía
convertirse en calle, sin necesidad de demolición de los edificios. Por eso las
nuevas fachadas se colocaron en la alineación marcada adosadas a las viejas
estructuras de las edificaciones.
No obstante,
a pesar del parecido con lo que se será la obra posterior del Barón Haussmann,
el criterio de Rambuteau era muy distinto, siendo éste partidario de pequeñas
obras puntuales para evitar la especulación del suelo, mientras que Haussmann
emprenderá una gigantesca actuación global con fuertes tensiones especulativas.
Con Rambuteau
se realizaron otras operaciones puntuales pero muy significativas. Por ejemplo,
la demolición de edificios de la Cité para “esponjar” el barrio, la reordenación
definitiva de la Plaza de la Concordia (con la colocación del obelisco de
Luxor), la ampliación del Hôtel de Ville
(ayuntamiento) o la creación del inmenso manicomio de Charenton.
La Gare Saint-Lazare pintada por Claude Monet en 1877.
|
No obstante,
la principal transformación producida durante la “Monarquía de Julio” fue la
aparición de las líneas ferroviarias radiales que reestructurarían los flujos
urbanos, con sus trazados y sus estaciones (destacando la Gare St. Lazare en 1842, la Gare
du Nord en 1844 o también la Gare de
Lyon o la Gare D’Austerlitz) y
que prepararían el desarrollo de los núcleos suburbanos. Curiosamente, una
acción menor, fue la más popular e identificó el mandato de Rambuteau para la
población: la dotación de urinarios públicos en los espacios urbanos (que
serían denominados “vespasiennes” en
referencia al emperador romano Vespasiano quien ordenó colocar urinarios
públicos en Roma).
Fotografía de Charles Marville de 1876 con una de las
históricas “vespasianas” parisinas.
|
Rambuteau fue
la referencia urbanística en París hasta que tuvo que abandonar su puesto como
Prefecto del Sena con la Revolución de 1848 que daría paso a la Segunda
República.
La muralla de Thiers.
Un hecho sorprendente en esos años fue el levantamiento de
una nueva muralla para París en una época en la que la mayoría de las ciudades
europeas que estaban encerradas en muros, se encontraban derribándolos.
Pero Luis Felipe I, tenía muy presente lo sucedido en 1814, cuando
las potencias europeas tomaron París con facilidad y derrotaron a Napoleón
Bonaparte. El rey creía que eso había sucedido por la inexistencia de unas
murallas importantes (hay que recordar que la muralla de los Fermiers Généraux, que seguía en pie,
fue una cerca fiscal y no defensiva). El rey estaba convencido de que la nueva
Francia que nacía con su reinado, no podía consentir esa debilidad para su
capital y tomó la decisión de fortificar París para que fuera inexpugnable.
Trazado de la muralla de Thiers, el último recinto de
París.
|
Una nueva muralla, la séptima y última, cerraría la
superficie parisina. El recinto se construyó finalmente entre 1841 y 1844. La
historia la conoce como la “Muralla de Thiers”, en referencia a su impulsor,
Adolphe Thiers (1797-1877) que fue primer ministro con Luis Felipe I (y llegaría
a ser, años después, el primer presidente, aunque provisional, de la Tercera
República instaurada en 1871).
Sección de la Muralla de Thiers. En la actualidad por el
“boulevard de ceinture” discurren los bulevares de los Mariscales, y por el
foso, el Boulevard Périphérique.
|
La muralla abarcaba aproximadamente 80 kilómetros cuadrados,
con un perímetro de unos 33 kilómetros que se proyectaba al exterior con 94 baluartes.
El recinto permitía el acceso por 17 puertas y 23 barrières (y 5 pasos para el ferrocarril) y se situaba entre los
actuales Bulevares de los Mariscales (que entonces eran una calle militar
interior al recinto) y el Bulevar Periférico (que ocuparía el espacio de
protección militar exterior). El sistema de fortificación de París se
completaba con dieciséis fuertes, situados perimetralmente a una distancia que
variaba aproximadamente entre los 3 y 7 kilómetros.
La muralla englobaba más superficie de la que París tenía
administrativamente en aquellos años (sus límites estaban en la muralla de los Fermiers Généraux). Esa situación sería
corregida durante el Segundo Imperio.
La anacrónica Muralla de Thiers (e inútil para la defensa ante
el armamento de la época, como demostrarían los ataques prusianos de 1870) encerraría
París hasta que, entre 1919 y 1929, fuera derribada.
En 1848 se
produjo la revolución que acabó con la monarquía francesa y dio inicio a la
Segunda República, cuyo presidente, elegido por sufragio universal y por amplia mayoría, fue Luis Napoleón,
el sobrino de Bonaparte. Pero en 1851, Luis Napoleón dio un golpe de estado
acabando con la República y comenzando el Segundo Imperio del que él sería
emperador con el nombre de Napoléon III.
El emperador nombraría prefecto de la
capital al Barón Haussmann, quien utilizando los instrumentos que le
proporcionaba el gobierno autoritario del Segundo Imperio, transformaría
radicalmente París.
muy buen artículo
ResponderEliminarMuy interesante, gracias!
ResponderEliminargracias por tu articulo, me esta sirviendo de mucho para mis investigaciones
ResponderEliminarMuchas gracias un excelente articulo, me sirve en mi actividad académica
ResponderEliminarMuy buen artículo y muchas gracias por la información,pero me podrían decir en qué bibliografía está basado? o qué bibliografía podría revisar para profundizar más en lo desarrollado aquí?
ResponderEliminarCiertamente la arquitectura de París es espléndida y detrás de ella es tan grandes personajes tanto conocidos como desconocidos por el público. Sin personas sabias y con conocimiento técnico funcional urbano y de arquitectura jamás París habría sido lo que es pues pudiera haberse convertido en un enramado de callejuelas sucias encharcadas y sin sentido de las cuales hay en ciudades que no lo nombraré.
ResponderEliminarGloria entonces aquellos arquitectos y personajes importantes en la historia parisina al máximo límite y exponente que la han convertido en lo que es actualmente una de las capitales más importantes del mundo a nivel de desarrollo urbano con belleza de Palacios edificios monumentos plazas a un nivel indescriptible que solamente puede ser contemplado y vivenciado por quien pasea por la ciudad la ve y la aprecia.