La imagen de Estambul desde el satélite muestra la extensión
de su área metropolitana, muy superior a sus límites históricos.
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La ciudad nunca es una hoja en blanco,
siempre se construye sobre unas referencias anteriores, unas huellas
preexistentes. La ciudad es como un palimpsesto, aquellos manuscritos antiguos
que reutilizaban pergaminos anteriores que, aunque habían sido borrados,
todavía conservaban rastros de las tintas previas.
Todas las ciudades son así, pero
algunas, dado el papel que les ha otorgado la historia, lo son en grado
superlativo. Estambul es uno de los mejores ejemplos. Allí han dejado su huella
griegos, romanos, bizantinos, otomanos, turcos… y cada aportación ha ido modelando esa ciudad
protagonista de la historia. Nacida como la estratégica Bizancio, convertida en
capital imperial como Constantinopla, luego primera ciudad de Imperio Otomano y
finalmente conocida como Estambul, hoy es una inmensa área metropolitana que se
encuentra habitada por casi quince millones de personas y que se extiende por
Europa y Asia bordeando el Estrecho del Bósforo, la frontera entre esos
continentes.
Se atribuye a Napoleón Bonaparte la siguiente frase: “Si le monde entier devait être un seul pays,
Constantinople en serait la capitale”
(Si el mundo fuera un único estado, Constantinopla sería la capital), sentencia
que reconoce ese complejo palimpsesto territorial y su genoma multicultural.
En los monasterios medievales se
borraron muchos textos antiguos (textos paganos griegos y latinos,
principalmente) para recuperar sus pergaminos (era mucho más costoso hacerse
con unos nuevos) y aunque la tinta pudiera desaparecer, la punta rígida de
muchos utensilios de escritura (como por ejemplo el cálamo romano) dejaban
también hendiduras en el soporte, que han permitido con las técnicas modernas,
recuperar lo anteriormente escrito y así disponer de muchas obras que se
podrían haber perdido. No obstante, muchos palimpsestos, eran tan eficazmente
borrados que no han permitido extraer de ellos información oculta.
Pero en nuestra cultura, la palabra palimpsesto ha quedado asociada a esas
huellas subyacentes que no desaparecen por la adición de nuevos trazos sobre
ellas. Este es el sentido que se aplica a la metáfora urbana de la ciudad
como palimpsesto, en la que las nuevas formas, trazados o arquitecturas, se
superponen a las tramas heredadas sin anular lo anterior y permitiendo realizar
una compleja lectura de diferentes épocas.
La ciudad nunca es una hoja en blanco, siempre se construye sobre unas
referencias anteriores unas huellas preexistentes. Incluso en el momento de
su fundación no dispone de esa libertad “gráfica” que ofrece el papel blanco,
isótropo y abstracto, ya que encuentra condiciones de relieve, claves a partir
de los recursos disponibles o incluso predisposiciones procedentes de la
sociedad que la impulsó.
Estambul es uno de los mejores ejemplos urbanos para visualizar la
analogía del palimpsesto urbano. La historia de Estambul comienza en Bizancio,
un pequeño asentamiento griego levantado en un lugar absolutamente excepcional.
La ubicación estratégica le proporcionó prosperidad y relevancia, lo que llevó
a que aquella antigua colonia acabara rebautizada como Constantinopla y
convertida en una capital imperial (primero romana y luego bizantina). El
protagonismo histórico de la ciudad es evidente hasta el punto de que la fecha
de su caída en manos otomanas (1453) es considerada como el fin del Medievo y
el inicio de la historia moderna. Su singular posición entre Europa y Asia
también la reafirmó como principal ciudad del Imperio Otomano. Ya en el siglo
XX, con el advenimiento de la República de Turquía adquirió su nombre actual,
Estambul, y aunque perdió la capitalidad del país a favor de Ankara, sigue siendo
referencia absoluta, no sólo de Turquía sino también internacional.
Ciertamente, otras ciudades, al igual que Estambul, tienen
muchos siglos de historia (Bizancio fue fundada en el año 667 a. C.) y han
visto pasar muchas culturas sobre ella. Pero en este caso, sus más de mil
quinientos años ejerciendo como capital de varios Imperios (Roma, Bizancio,
Otomano) le permitieron construirse con una voluntad de permanencia que no se
encuentra en otras ciudades y, además, el fuerte contraste entre esas culturas ha
aportado rasgos totalmente singulares, ofreciendo muestras tanto de cada una de
ellas (arquitectónicas y urbanas pero también sociales) como de hibridaciones
de enorme interés.
A veces las huellas urbanas acaban
difuminándose, o incluso desapareciendo, pero Estambul conserva muchos restos
indelebles, yuxtapuestos sin anular las anteriores, lo que la convierte en uno
de los mejores ejemplos para apreciar la analogía entre ciudad y palimpsesto. Sus veintisiete siglos de historia son un orgullo
para sus ciudadanos y siguen fascinando a los viajeros que se acercan a
visitarla para escuchar un texto políglota escrito con un lenguaje de piedras.
Mapa del Estrecho del Bósforo hacia 1898.
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El Bósforo, entre dos aguas (Mar
Mediterráneo y Mar Negro) y entre dos tierras (Europa y Asia).
Los antiguos griegos, en las
exploraciones de su entorno, descubrieron en el Mar Negro regiones muy
provechosas para sus intereses. Era atractivo el propio mar que proporcionaba abundante
pescado pero sobre todo lo eran sus territorios ribereños, de los que obtenían
pieles, gran cantidad de cereales y también metales preciosos. La leyenda narra como el héroe mitológico
Jasón embarcó con sus argonautas con el objetivo de conseguir el vellocino de
oro y, en ese viaje, encontraron el paso que desde el Mediterráneo oriental (el
Mar Egeo) daba acceso, por el norte, a las riquezas del Mar Negro.
La conexión entre ambos mares se
produce a través de un complejo sistema de comunicación acuática (canales
estrechos y una amplia laguna interior) que sirve de frontera continental entre
Europa Y Asia. Desde el Mediterráneo arranca el Estrecho de los Dardanelos, un sinuoso
paso que se abre al llegar al pequeño Mar de Mármara. Desde allí parte hacia el
norte el angosto Estrecho del Bósforo que con su característica forma de “s”
aplanada llega directamente al Mar Negro.
Controlar el paso entre el mundo
griego y esos ricos territorios se convirtió en un objetivo estratégico. Por eso nació Bizancio, un asentamiento
ubicado en la “puerta” sur del Estrecho del Bósforo para vigilar y fiscalizar
el tráfico a través de ese canal. Su idoneidad se intensificó con la
constatación de otra virtud más local. En el inicio del Estrecho por el sur, desembocaba
un sistema fluvial prehistórico que quedaría inundado formando un
extraordinario puerto natural, el “Cuerno de Oro”. Entre esta hendidura y el
mar de Mármara se había formado una península triangular cuyo vértice apunta al
comienzo del Bósforo. A Su posición
estratégica para controlar el tráfico marítimo se sumaba la facilidad con la
que podía defenderse el asentamiento, y allí, en el año 667 a. C., se
instalaron los colonos llegados de la polis de Megara al mando de Byzas y fundaron
el nuevo asentamiento que se llamaría Bizancio.
Bizancio-Nueva Roma-Constantinopla-Estambul.
No sería la primera fundación
griega en la zona, ya que pocos años antes había sido fundada en la ribera
asiática la vecina ciudad de Calcedonia,
también por colonos de Megara. Pero, tras una cierta rivalidad inicial, Bizancio
emergería como la llave (o cerrojo) definitiva del trigo póntico (de los
territorios del Mar Negro).
Bizancio ocupó una pequeña parte de
la punta peninsular (aproximadamente hasta el emplazamiento del actual Palacio
de Topkapi, que era donde se encontraba al Acrópolis, y de Santa Sofía). Pero,
la ciudad, como toda Grecia, acabaría formando parte del Imperio Romano, y aunque
inicialmente obtuvo diversos estatus con más o menos libertad, perdería su
independencia definitivamente en el año 100 a.C.
El siglo III fue un periodo de
crisis dentro del Imperio Romano hasta que Diocleciano, para superar el caos,
estableció como fórmula de gobierno, la tetrarquía. Pero este sistema acabó
dividiendo el Imperio en dos (Oriente y Occidente) y degenerando en una guerra
civil entre augustos y césares que finalizó con la victoria de Constantino en
el año 324.
La historia de Bizancio cambiará radicalmente
desde entonces, cuando el ya emperador único, Constantino el Grande (272-337), decide
embellecerla y convertirla en la capital del Imperio Romano en el año 330.
Entonces pasaría a ser conocida Nueva Roma, aunque todo el mundo
acabó por denominarla la “ciudad de Constantino”, Constantinópolis, Constantinopla.
Cuando en el año 395 el Imperio se
dividió definitivamente en dos, Constantinopla se convirtió en la capital del
Imperio Romano de Oriente, el Imperio Bizantino, papel que mantuvo más de mil
años (hasta la caída en 1453 frente a los turcos). Entonces se convertiría
también en la capital del nuevo Imperio Otomano (hasta su desaparición en
1922). La naciente República de Turquía (1923) trasladaría su capital a Ankara,
en el centro de la península de Anatolia y Constantinopla acabaría siendo
rebautizada como Estambul en 1930.
El análisis de Bizancio-Nueva
Roma-Constantinopla-Estambul es una tarea intensa. En este artículo solamente
nos acercaremos a algunos de sus rasgos más destacados.
Topografía del territorio triangular de Constantinopla
con indicación de sus siete colinas (mapa basado en el mapa interactivo
realizado por Emanuel Nicolescu y Laura Safran)
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La conversión de Bizancio en la Nueva Roma, la renovada ciudad que se convertiría en la capital del
Imperio Romano de Oriente, se acompañó de mitos que pretendían confirmar la
adecuación del lugar para un papel tan relevante. Uno de ellos fue la comparación
de las siete colinas de Roma con las siete que
presentaba Constantinopla. No obstante, al igual que sucedía en Roma, ese
número es discutible. En este caso porque Constantinopla presentaba, realmente,
tres alturas diferenciables (que podían ser cuatro contando con el punto álgido existente
en la muralla de Teodosio junto a Kosmidion).
Pero esa realidad fue algo idealizada para mostrar esas siete colinas de Constantinopla equiparables a las de la Ciudad
Eterna.
Constantinopla fue una refundación
en toda regla, dada la comparación entre las dimensiones del núcleo original y
el trazado de Constantino, quien levantó unas nuevas murallas que ampliaban
considerablemente la superficie de la ciudad.
La Bizancio original fue
transformada en el complejo palaciego y administrativo imperial. Junto al Hipódromo que había ordenado construir
el emperador Septimio Severo en el año 203 (ampliando también el recinto
amurallado de la antigua Bizancio) se levantó el Gran Palacio Imperial (330) y entre ambos la iglesia principal de
la ciudad (Hagia Sophia, Santa Sofía en el año 360).
El complejo imperial de la Constantinopla
romano-bizantina: arriba a la izquierda el hipódromo, a su lado el conjunto
palaciego y arriba a la derecha emerge Santa Sofía.
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La estructura urbana principal de Constantinopla era como una “Y”
griega tumbada que arrancaba en el complejo imperial. Su base era un eje este-oeste
que se dividía en dos ramas en el lugar ocupado por el Foro Amastrianum, una partía
en dirección noroeste y la otra hacia el suroeste, para terminar ambas en
puertas abiertas en la muralla. Entre ambas ramas de la “Y”, discurría el rio Lycos, un arroyo estacional que
desembocaba en la bahía que acogía el Puerto Eleuterio (el mayor puerto sur de
la ciudad) para llegar al Mar de Mármara, tras un recorrido de unos seis
kilómetros intramuros (parte de los cuales, los finales, eran subterráneos). La
estructura en Y era completada por una red de vías paralelas que se unían a las
principales formando ángulo (casi como una espina de pez).
Esta “Y” urbana se constituía en la
gran avenida (doble) de Constantinopla que se denominaba Mese (calle del “medio”). La base de la “Y” y la rama sur
articulaban los cinco foros que fueron construyéndose entre el núcleo original
y el límite amurallado de Constantino. Sus nombres fueron: Foro de Constantino
(inicialmente Forum Tauri), Foro de
Teodosio, Foro del Buey (Forum Bovis),
Foro Amastrianum y Foro de Arcadio.
Los romanos y luego los bizantinos
fueron dotando de importantes infraestructuras a la ciudad destacando los
acueductos (como el Acueducto de Valente
construido en el año 368 entre la tercera y cuarta colina) y los grandes depósitos para el abastecimiento de
agua. Otra de las grandes construcciones fue el Mausoleo de Constantino,
posterior Iglesia de los Santos
Apóstoles (335-339) que se levantó en la cima de una de las colinas de la
ciudad (la cuarta).
La ciudad sería nuevamente ampliada
en tiempos del emperador Teodosio, quien ordenó el levantamiento de una
compleja línea defensiva formada por una muralla doble y un gran foso. Los
lienzos, construidos entre los años 412 y 447, recorrían los seis kilómetros que
separan en ese punto el Mar de Mármara del Cuerno de Oro. La ciudad también
contó con murallas en los frentes acuáticos.
La conquista de la ciudad por parte
de los turcos en 1453 la convirtió en la capital del Imperio otomano que a lo
largo de de casi quinientos años añadiría una nueva capa al palimpsesto urbano.
Por ejemplo, cuando el núcleo original cambió su fisonomía. Desaparecería el
Gran Palacio Imperial romano-bizantino y en su lugar se levantaría la gran Mezquita Azul (1609-1617), la catedral
de Santa Sofía se transformaría en la Mezquita
de Santa Sofía (1453) y se construiría el Palacio de Topkapi (1459-1465) que se convertiría en el centro de
poder del Imperio Otomano (hoy es un museo). También se construiría la primera
fase (1461) de lo que acabaría siendo el Gran
Bazar de Estambul, otro de los hitos de la ciudad o se levantaría la Mezquita del Conquistador (1469) sobre
el solar de la iglesia de los Santos Apóstoles.
Las cinco ciudades históricas de la región de Estambul:
Constantinopla, Kosmidion, Pera, Skutari y Calcedonia (hacia 1453, según el
Atlas de Shepperd)
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Las ciudades históricas del entorno que
se convirtieron en Estambul.
La Estambul tradicional, se identifica habitualmente con Constantinopla,
correspondiéndose con el triángulo que se apoyaba por el oeste en la muralla de
Teodosio y contaba con los otros dos lados definidos por el agua (Cuerno de Oro
al norte y Mar de Mármara al sur). Este centro histórico, la punta peninsular, es
hoy reconocido como distrito urbano con el nombre de Fatih).
Pero, hubo otros asentamientos históricos en el entorno,
alguno incluso más antiguo que aquella Bizancio griega y que hoy se encuentran
integrados en la gran Estambul.
Concretamente, al norte del Cuerno de Oro, se encontraba la
antigua Pera que incluía el barrio
Gálata como pieza singular (hoy forman
parte del distrito Beyoğlu). Al otro lado del Bósforo, en la zona
asiática, surgieron Khrysopolis y Kalkhedon
(Calcedonia) (actualmente
espacios centrales de los distritos de Üsküdar
y Kadıköy respectivamente). Y por
último, contigua a la muralla de
Teodosio por el lado del Cuerno de Oro se encontraba la ciudad-arrabal de Kosmidion,
que sería rebautizada como Eyüp para
luego dar nombre a otro extenso distrito de Estambul.
Estambul. Distrito de Beyoglu. Torre de Gálata.
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Pera y Gálata (Beyoğlu), al
norte del Cuerno de Oro.
La ribera norte del Cuerno de Oro, hoy
el distrito de Beyoğlu, es un lugar
habitado desde tiempos remotos. Cuando se conformó un entorno urbano, recibió
el nombre de Pera (en griego significa “al otro lado” haciendo referencia a
su situación separada de Bizancio por el Cuerno de Oro).
Desde el siglo V fue urbanizándose
destacando su punta sur, que fue tomada como base por comerciantes venecianos y
genoveses, hasta el punto de que la zona meridional (incluyendo su puerto) llegó
a ser cedida a la República de Génova a cambio de su apoyo tras la Cuarta
Cruzada, en la que los cruzados habían saqueado la ciudad. Los genoveses
conservaron ese territorio (creando una ciudadela fortificada que recibiría el
nombre de Gálata) hasta la llegada de los otomanos en 1453 y construyeron
en él diversos palacios y edificaciones públicas entre las que destaca la Torre de Gálata, levantada en 1348 para
el control de la zona.
En Gálata se asentó una importante comunidad judía, hasta que fueron
expulsados durante la Cuarta Cruzada. Tras la conquista otomana, los turcos se instalaron
y cambiaron el nombre de Pera por el
de Beyoğlu, pero la zona no dejo de
tener un buen número de residentes europeos, hecho que hizo que esta área fuera
siempre la zona más “occidentalizada” de Estambul. La presencia de embajadas y
otras instituciones al servicio de los europeos (como colegios) dan prueba de
ello. Además, esta circunstancia favoreció que fuera el primer barrio de
Estambul en recibir novedades infraestructurales como electricidad, teléfono o
tranvía. Incluso el Sultan Abdülmecit I abandonó el gran Palacio de Topkapi y se construyó una nueva
residencia en Beyoğlu (el Palacio de Dolmabahçe inaugurado en 1853 en un
estilo neobarroco europeo).
Estambul. Distrito de Beyoglu. La ciudad de Pera y el
barrio de Gálata en 1860.
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No obstante, tras declararse la República
de Turquía en 1923 muchos de los residentes extranjeros abandonaron Beyoğlu, dando inicio al declive en la
zona. Aunque mantendría su ambiente cosmopolita hasta la década de 1950,
finalmente sufriría un proceso de tugurización que se agravaría en los ochenta con
la pérdida de las clases medias y altas otomanas residentes allí que se fueron trasladando a
nuevos barrios periféricos. Entonces muchos edificios serían ocupados por
inmigrantes sin recursos procedentes de la Anatolia rural. Pero a pesar de
estas circunstancias, la antigua Gálata
sigue conservando un poderoso atractivo turístico.
Khrysópolis (Üsküdar) y Calcedonia (Kadiköy), el
Estambul asiático.
En la costa asiática que bordea el
Estrecho del Bósforo, los antiguos griegos de Megara fundaron una colonia a la
que denominaron Chrysopolis (ciudad
de oro). El gran valor de la ciudad era su puerto que mantuvo una intensa rivalidad
con la vecina Calcedonia, que solía
aventajarla. Con el tiempo, en la época bizantino-medieval, la ciudad cambiaría
su nombre por el de Skoutarion y el
puerto incorporaría instalaciones militares. La ciudad fue tomada por los
otomanos en 1338 y desde allí dirigirían su largo asedio y conquista de
Constantinopla. Los turcos le darían su definitivo nombre de Üsküdar propiciando su desarrollo
residencial (también acompañada de grandes cementerios).
Estambul. Distrito de Uskudar. La ciudad de Skutari en
1860.
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Algo más al sur, en la misma costa de
Anatolia, pero mirando hacia el Mar de Mármara, otra colonia de griegos,
también procedentes de Megara, habían fundado previamente en el año 685 a.C. el
asentamiento de Khalkedon (Calcedonia tras su latinización). Es la fundación urbana más antigua de
la región. Cuenta la leyenda que Calcedonia
fue apodada “ciudad de los ciegos” ya que sus fundadores no supieron ver que,
casi enfrente, existía un lugar mucho mejor para establecer una colonia (es
decir, la península de Bizancio). De hecho, el Oráculo que guió a Byzas para
fundar Bizancio le había indicado que debería establecerse frente de la “ciudad
de los ciegos”. Byzas tardó en comprender ese oscuro mensaje pero logró entenderlo
cuando descubrió que la península bizantina ofrecía ventajas muy superiores a
las de la ya establecida Khalkedon. Es
muy probable que este mito fuera propagado desde la propia Bizancio, en la
época en la que las dos ciudades rivalizaban por el control del acceso al
Estrecho del Bósforo. En cualquier caso, Calcedonia cuenta con una historia
bien nutrida de hechos relevantes (en ella se celebraron varios concilios). Fue
conquistada por los otomanos en 1353 y éstos cambiarían su nombre por el actual
de Kadiköy.
Kadıköy,
al igual que Üsküdar, pasó a formar
parte del municipio de Estambul tras la reorganización administrativa realizada
en los inicios de la República de Turquía.
Estambul. Distrito de Eyup. Kosmidion-Eyup hacia 1860
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Kosmidion (Eyüp), el arrabal extramuros.
Kosmidion
fue un asentamiento surgido alrededor del templo y monasterio de San Cosme y
San Damián, que se encontraba en el extrarradio de la ciudad, sobre las laderas
de una colina que se alzaba junto al Cuerno de Oro. Fue por tanto un núcleo
extramuros, vinculado a la institución religiosa que se hizo famosa por la actividad asistencial que ofrecía y sobre
la que las leyendas narran curaciones milagrosas.
La zona siempre estivo asociada a
lo sagrado y a lo mágico, recibiendo además uno de los más importantes
cementerios del entorno. Allí se construyó la primera mezquita de
Constantinopla en 1458 tras la conquista turca de la ciudad. La mezquita se
edificó sobre la tumba de Abu Ayyub al-Ansari, adalid de Mahoma que murió en el
primer intento de conquista de la ciudad por parte de los árabes y que acabaría
dando el nuevo nombre a la ciudad de Eyüp.
Eyüp
evolucionaría acogiendo buena parte del desarrollo industrial de Estambul,
cuestión que modificó sensiblemente sus esencias históricas, aunque actualmente
las está recuperando tras el declive de dicha actividad.
Mapa indicativo de las etapas del extraordinario crecimiento
producido en Estambul durante el siglo XX.
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En la actualidad, Estambul supera con creces la superficie
de estos conjuntos históricos ya que con la explosión demográfica que se
produjo a lo largo del siglo XX, la ciudad se ha extendido con profusión por
ambos lados del Bósforo, absorbiendo otros núcleos y creando un área
metropolitana que se acerca a los quince millones de personas.
Excelente reseña de Estambul.
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