El cómic conquistó las calles de Bruselas desde el
primer mural pintado (Broussaille de Frank Pé) en el cruce de la rue du Marché
au Carbon con la rue Plattesteen.
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Los muros medianeros
son una consecuencia de la forma en la que se han construido nuestras ciudades.
Esas grandes superficies ciegas, que aparecen por derribos de las propiedades
colindantes, por desajustes en las alineaciones viarias, por diferencias de
alturas entre las edificaciones, etc. son un elemento habitual que suele
perjudicar el ambiente urbano. Por eso, con el objetivo de mejorar el paisaje ciudadano,
muchas ciudades han seguido programas de actuación que las consideraban como un
“lienzo” en blanco preparado para recibir intervenciones muy variadas.
El caso de
Bruselas es paradigmático porque esa estrategia de renovación urbana obtendría
otros objetivos complementarios, como el de crear un “museo” al aire libre
dedicado al cómic, una de las pasiones de los belgas, o la de reforzar
considerablemente la identidad de la ciudad. En la capital belga, muchas
medianeras han sido ocupadas sistemáticamente por personajes muy populares del Noveno Arte (Tintín, Astérix, Lucky
Luke, …), llegando a constituir itinerarios muy frecuentados por los turistas y
amantes del género.
Las medianeras, un
elemento habitual de nuestros paisajes urbanos.
Tradicionalmente,
la delimitación física de patrimonios se realizaba mediante un elemento que
resultara indiscutible, como una valla o un muro, que se situaba sobre la línea
divisoria y era compartido por los dos propietarios a los que separaba. Este
mecanismo, que continúa siendo el habitual en la separación de fincas, dejó de
serlo hace tiempo para las parcelas urbanas en las que se levantan los
edificios. En estos casos, cada propietario cierra su posesión con un elemento
propio, ubicado en su terreno a partir del eje divisor. El resultado es el
levantamiento de dos muros que quedan enfrentados, prácticamente tocándose, separados
únicamente por la línea que señala los linderos del solar. Estos muros “medianeros”
son ciegos porque no pueden disponer de aperturas (aunque el solar contiguo
estuviera vacío) como establecen las disposiciones jurídicas que regulan la
relación entre vecinos colindantes prohibiendo la existencia de huecos y luces
en ellos.
Medianeras. A la izquierda, Ainsa, a la derecha,
Madrid.
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Esto se
refleja en la construcción de la ciudad, particularmente en los casos de
manzanas de propiedades diversas y colindantes en las que no sea necesario
retranquearse del lindero, produciendo, en consecuencia, hileras de edificios adosados.
Su aplicación ha demostrado muchas virtudes para conformar el espacio público
de la ciudad, pero la evolución de las ciudades y de la arquitectura puede
hacer salir al exterior esos “muros medianeros” de vocación oculta, que suelen
perjudicar el ambiente urbano. Por ejemplo, con la desaparición de un edificio
tras ser derribado, que dejaba un solar vacío y hacia perfectamente visibles
las medianeras de los vecinos; o también con las realineaciones de calles, que
cuando se realizan paulatinamente van dejando “tacones” que sobresalen
enseñando parcialmente la medianera que delimita el solar (estos laterales son
teóricamente temporales pero suelen permanecer durante mucho tiempo y en algún
caso, como en los centros históricos, acaban siendo estabilizados por la
normativa para siempre); o simplemente por la diferencia de altura entre las
edificaciones colindantes que provoca que la medianera de edificio mayor
sobresalga por encima de la del más pequeño; incluso encontramos casos en el
que no se trata propiamente de una medianera, sino de un testero de una
edificación modular y repetitiva que acaba con un frente lateral ciego aunque
sea ante el propio espacio público.
Medianeras parciales producto de la desalineación de
fachadas (calle de los Reyes, Madrid).
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Los grandes
muros continuos (medianeras o testeros según lo visto) son un hecho bastante habitual
en nuestras ciudades, contribuyendo negativamente a la percepción del espacio
urbano. Un muro con huecos se humaniza, informa a través de sus ventanas,
balcones o terrazas, de la existencia de personas tras ellas (incluso estando
deshabitado es capaz de dar cuenta igualmente de los antiguos habitantes). Si
los huecos están en la planta baja, sean de acceso al edificio o de locales
comerciales, son atractores y esperan la entrada de personas. En general, los
muros con huecos tienen composición y, por eso, también indican la existencia
de un diseñador que lo concibió. Pero un muro medianero no remite a nada de eso,
especialmente porque su función quedaba oculta y, al salir a la luz, su
continuidad ciega y tantas veces deteriorada, es refractaria a nuestra mirada.
Los
municipios, conscientes del perjuicio que ocasionan al paisaje urbano, buscan
soluciones para integrar las medianeras de la mejor manera. La estrategia más
habitual es considerar esas grandes superficies verticales como “lienzos”
capaces de albergar intervenciones muy variadas, desde publicidad, hasta
jardines verticales, tratamientos escultóricos o grandes pinturas murales.
Tratamientos en medianeras. A la izquierda, jardín
vertical (Madrid) y a la derecha, simulación de fachada (Barbastro)
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Esta la línea
de las intervenciones desde el arte, seguida por muchas ciudades, destacan dos
estrategias diferentes. La primera es la “casual”, en la que cada artista actúa
con total libertad frente a ese lienzo, bien proponiendo un trabajo genérico o
bien adaptándolo al lugar (como es el caso de los espectaculares trampantojos
que recrean fachadas y perspectivas urbanas).
Medianera de la Plaza de los Carros de Madrid con un
trampantojo que pretende expresar la continuidad de las fachadas.
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La segunda estrategia implica plantear una idea de conjunto (es en
cierto modo “causal”). Porque hay gran diferencia entre agrupar objetos sin
relación y crear una colección. Una colección selecciona los elementos que la
integran, no vale cualquier cosa, porque debe ser coherente con el motivo impulsor
(sean cromos de futbolistas, abanicos o pintura del siglo XIX, por ejemplo).
Cuando los objetos se ordenan para ser mostrados, se articulan mediante
explicaciones y relatos para hacerlos comprensibles, cuando las obras adquieren
la conciencia de formar parte de un todo mayor con sentido, dejan de ser un
conjunto disperso y se convierten en una colección o en un museo.
Algunas
ciudades han optado por esta línea y se han planteado que sus medianeras constituyan
un conjunto “con sentido”. Esto sucedió, por ejemplo, con el Museo Urbano Tony Garnier de Lyon que pensó en el arte urbano como un
activador del espacio público que mejorara un barrio, que actuara sobre los
testeros degradados y de paso diera la oportunidad de conocer a uno de sus
personajes más ilustres.
El caso de
Bruselas es paradigmático porque esa estrategia de renovación urbana apostaría
por el arte del cómic, una de las
pasiones de los belgas. Con ello se conseguirían otros objetivos
complementarios, como el de crear un “museo” al aire libre dedicado al Noveno Arte, o la de reforzar
considerablemente la identidad de la ciudad. En la capital belga, muchas
medianeras han sido ocupadas sistemáticamente por personajes de ficción muy populares
(Tintín, Astérix, Lucky Luke, …), llegando a constituir itinerarios muy
frecuentados por los turistas y amantes del género.
Bruselas y el cómic
en la calle.
La pasión de
Bruselas (y de Bélgica) por el cómic supera en mucho la media habitual en otros
lugares. El cómic es una parte sustancial de la cultura belga y se ha
convertido en una de sus principales señas de identidad. Además, la
personalidad de su estilo (reconocido con la etiqueta “línea clara”, ligne claire, a la que dedicamos el
apartado final de este artículo) ha reforzado el orgullo compartido por los
belgas hasta el punto de convertir al cómic, en cierto modo, en uno de los
elementos de cohesión de un país sometido a numerosos conflictos identitarios.
Para dar
testimonio de la intensa relación con el Noveno
Arte, Bruselas cuenta con un museo específico que se ubica en uno de los
edificios Art Nouveau de Bruselas, diseñado por Victor Horta en 1906
para los almacenes textiles Magasins
Waucquez. El Museo del Cómic de
Bruselas (Centre Belge de la Bande Dessinée), que cuenta con una media de 200.000 visitantes, “repasa la trayectoria de los principales dibujantes
y sus obras, así como el proceso de creación de cada tira, centrándose sobre
todo en los artistas belgas más conocidos, como Hergé, creador del famoso
Tintín (al que se dedica un espacio específico, el Museo de la Imaginación) o
Morris, padre de Lucky Luke. Una de las zonas más interesantes del museo es la
que exhibe en el sótano originales y bocetos de varios cómics, permitiendo
hacerse una buena idea de todo el proceso de creación”.
Museo del Cómic de Bruselas.
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Esa afición
por el cómic impulsaría la salida al exterior del museo de sus personajes más
populares, que se instalarían también en el espacio urbano de la ciudad,
convirtiendo a Bruselas en un museo al aire libre del Noveno Arte. A principios de la década de 1990, el ayuntamiento se
estaba enfrentando al problema de los numerosos muros medianeros de la capital
belga, surgidos por la radical renovación urbana de la Bruselas antigua (el
interior del conocido “Pentágono”) realizada a mediados del siglo XX con
importantes reestructuraciones viarias y edificatorias. Entonces unió las dos
ideas: sacaría los cómics a la calle aprovechando los “lienzos” proporcionados
por las medianeras. Así, inició un programa de actuación sistemática, mejorando
la imagen de la ciudad y facilitando un nuevo modo de recorrer y disfrutar la
ciudad, con itinerarios de “senderismo urbano” para descubrir las obras que
componen el peculiar museo urbano, ofreciendo a sus visitantes la oportunidad
de apreciar uno de los rasgos más destacados de su cultura y, a la vez,
proporcionando a sus ciudadanos un refuerzo de autoestima urbana.
Hoy son casi
sesenta las medianeras pintadas en un programa que continúa creando esos
espectaculares murales. Las obras son concebidas por sus autores, en ocasiones
con imágenes genéricas, pero en otros casos adaptadas al lugar seleccionado, o versionadas
a partir de originales, pero son plasmadas en los muros, fundamentalmente, por
ART MURAL, una sociedad dedicada a la pintura artística en el espacio público.
Desde su fundación en 1984, por parte de Georgios Oreopoulos y David
Vandegeerde, el equipo ha ido creciendo y son los autores materiales de la
mayoría de los murales medianeros de Bruselas.
El primer
muro pintado con escenas de cómic se realizó a partir de un dibujo de Frank Pé
en el que aparecía su personaje Broussaille.
El mural, de unos 45 metros cuadrados, se realizó en 1991 (aunque la versión
actual es de 1999) ubicándose en una medianera parcial que surge en el
encuentro entre la rue du Marché au
Carbon con la rue Plattesteen.
Bruselas. Mural de Le Chat.
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La
“colección” iría aumentando con muros dedicados a Lucky Luke, el personaje de Morris, que fue pintado en 1993; a Le Chat, el gato filósofo de Philippe
Geluck, que tuvo su medianera también en 1993; al particularísimo perro Cubitus, creado por Dupa, que ocupó su
lugar en 1994; o a Ric Hochet, el
periodista investigador creado por Tibet y Duchâteau que sería incorporado en
noviembre de 1994. Desde entonces el número de medianeras pintadas no ha parado
de crecer, con personajes icónicos como Tintín,
Blake y Mortimer, Astérix, Gastón el gafe, Spirou, Marsupilami o Corto Maltés, llegando en la actualidad a contar con cuarenta y
siete en el centro de la ciudad y con once en el barrio de Laeken.
Bruselas. Mural de Blake y Mortimer.
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El interés
que despiertan los murales han llevado a Bruselas a potenciar esa estrategia de
renovación urbana y a configurar itinerarios que son seguidos por numerosos
turistas amantes del Noveno Arte. Hay
muchas guías turísticas y lugares en la web que profundizan en su contenido.
Cabe destacar la web municipal, bruxelles.be,
que presenta una sección dedicada al recorrido (Parcours BD á Bruxelles) donde actualiza el listado de obras
y muestra planos de localización y fotos de los murales. También los artistas
de ART MURAL muestran en su página
web, art-mural.eu, un apartado
dedicado a las obras realizadas (Implantation des murs BD à Bruxelles) tanto en el centro de Bruselas como
en Laeken y con la posibilidad de imprimir mapas callejeros con la ubicación de
los murales. Es reseñable también la web de la agencia de turismo de la ciudad,
visit.brussels, que ofrece un
análisis más detallado de las obras (Les-murs-de-la-promenade-BD-en-detail) así como la posibilidad de descargar
una guía de 42 páginas (Brussels, the capital city of comic strip).
Mapa con la ubicación de los murales en el centro de
Bruselas.
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La “línea clara” del
cómic europeo.
Contar
historias con imágenes es una tradición ancestral que descubrió nuevos
vehículos de expresión a partir del siglo XIX cuando, incluidas dentro de las
publicaciones periódicas de noticias, aparecieron unas “tiras” gráficas que
solían repasar la actualidad, aunque en ocasiones simplemente buscaban
entretener a los lectores con historias de ficción.
Esa banda
dibujada (bande dessinée en francés)
sería el embrión que evolucionaría hasta convertirse en el Noveno Arte. Las tiras acabarían independizándose del formato
periódico dando origen a las revistas gráficas especializadas (que en España
serían conocidas inicialmente como tebeos).
En estas publicaciones de “historietas” se irían consolidando personajes
recurrentes a los que les sucedían aventuras y circunstancias de lo más
variado, algunas de las cuales, por su extensión, se ofrecían por entregas. La
recopilación de esos capítulos aparecidos en esas revistas de “prepublicación”
constituirían álbumes específicos con la historia completa. En la actualidad,
estas revistas han perdido posicionamiento en el mercado en favor de la
publicación directa de los álbumes. La orientación inicial hacia el público
infantil y juvenil iría evolucionando con el crecimiento generacional hacia
obras para adultos (las denominadas “novelas gráficas”).
Bruselas. Mural de Astérix.
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El mundo del
cómic, o de las BD (bandes dessinées),
como es conocido en el ámbito francófono, cuenta con tres grandes corrientes de
creación: la estadounidense, la franco-belga y la japonesa. Desde estos focos
creativos se influiría en la producción de otros países. Nos interesa aquí la tradición del cómic franco-belga, muy vinculada a un estilo característico que ha
venido siendo etiquetado como “línea clara” (o también como “Escuela de
Bruselas”).
Los cómics de
línea clara se reconocen, en una primera instancia, por su particular forma
gráfica. El dibujo se muestra con trazos limpios, continuos, precisos y con un
espesor uniforme para todos los elementos del mismo. La línea predomina sobre el
color, que “rellena” los espacios con un carácter plano, en el que no hay
efectos de sombra y luz que moldeen las formas para darles volumen, ni aparecen
dramáticas manchas de negro que tensiones las escenas. Otro de los rasgos
particulares del estilo es la creación de personajes muy cercanos a la
caricatura, subrayando su irrealidad, pero que se mueven en entornos de mucho
realismo, producidos gracias a un gran esfuerzo de documentación. Es conocido
el desvelo con el que Hergé
ambientaba las viñetas de Tintín, en las que cada objeto, paisaje, etc. había
sido rigurosamente extraído de la realidad. Pero el estilo no se identifica
solamente por claves de gráficas, sino que recupera también las técnicas
narrativas tradicionales que estructuraban el guion con desarrollos lineales.
El estilo
tendría referentes en las ilustraciones de los dibujantes Art Nouveau, o en autores como George McManus, creador de Bringing up father (Educando a papá),
una de las tiras diarias más populares de la prensa americana de principios del
siglo XX. No obstante, el principal creador del estilo fue Georges Remi, Hergé
(1907-1983) quien, con su intrépido reportero Tintín, asentaría las bases de la
“línea clara”. Hergé definiría las tres premisas fundamentales: “en primer lugar, la pura y estrictamente
formal, caracterizada por una línea de trazo limpio y colores planos. En
segundo lugar, la narrativa, definida por la simpleza compositiva, que
establece la consideración lineal de la historia (propia de la tira de prensa),
evitando la habitual unidad narrativa de la página que se establecía en Estados
Unidos y apoyándose en una abundancia y redundancia literaria. Y, por último,
en la temática, enmarcada siempre en el género de aventuras, destacando el
concienzudo trabajo de documentación del que se acompaña” (PONS, Álvaro. “Los
hijos de la línea clara”. El País Babelia 12 de noviembre de 2007).
Bruselas. A la izquierda, mural de Cubitus y a la
derecha de Tintín
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A Hergé le seguirían otros autores como
Edgar P. Jacobs (1904-1987), segundo
padre del estilo y colaborador de Hergé,
que destacó con sus afamados Blake y
Mortimer; el francés Jacques Martin
(1921-2010) creador de las series de Alix
o Lefranc; Maurice de Bévère, Morris,
(1923-2001), con Lucky Luke; André Franquin (1924-1997), otro de
los autores más conocidos gracias a personajes como Spirou y Fantasio (Spirou et
Fantasio), Marsupilami o Tomás el Gafe (Gaston Lagaffe); Bob de Moor
(1925-1992), que también fue antiguo colaborador de Hergé y creador de Barelli; o Peyo (Pierre Culliford, 1928-1992), que creó series tan exitosas
como Los Pitufos (Les Schtroumpfs) o Johan y Pirluit (Johan et
Pirlouit);
A la izquierda el mural de Ric Hochet, pintado en 1994.
A la derecha viñeta que homenajearía al propio mural en el álbum nº 72 de la
serie (Le trésor de Marolles)
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Tres revistas
y tres editoriales lideraron la edad
dorada del estilo durante las décadas de 1950 y 1960: Spirou (de la editorial belga Dupuis),
Tintín (de la también belga Le Lombard), y Pilote (de la francesa Dargaud).
A partir de los años setenta, los estilos se diversificarían, emergerían las
historias para adultos en nuevas publicaciones, y nacerían nuevas editoriales con
otras orientaciones (como Glénat, Fluide Glacial o Humanoïdes Associés), incluso las tres editoriales clásicas serían
absorbidas dentro del grupo Média-Participations.
Bruselas. Mural de Lucky Luke.
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En la década
de 1980 la “línea clara” sería relanzada por autores como Thierry Benoit,
conocido como Ted Benoit, (1947-2016)
quien publicaría en 1981 Vers la ligne
claire (Hacia la línea clara), un homenaje a Hergé que sería un auténtico manifiesto demostrativo del estilo y
crearía, entre otros, el personaje de Ray
Banana; y también Yves Chaland
(1957-1990) con personajes como Freddy
Lombard. En esos años la influencia en la ilustración y el cómic de otros
países sería muy importante. En España destacaría la revista Cairo, publicada por Norma Editorial, en la que trabajaron brillantes autores como Max (con su
inolvidable Peter Punk), Mique
Beltrán, Guillem Cifré, Sento o Daniel Torres (con personajes como Roco Vargas).
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