La etiqueta
“renacentista” es controvertida y suele acompañarse de una serie de precisiones
espaciales, temporales y también estilísticas, porque el Renacimiento no se extendió universalmente, ni su aceptación fue
concurrente, y tampoco fue un movimiento monolítico, al verse particularizado
por diferentes tradiciones regionales.
Las
divergencias se acentúan si nos referimos al urbanismo, circunstancia que se acusó
todavía más en la versión española de la ciudad renacentista. Para comprobarlo,
en este artículo nos acercaremos a ciertos recursos
de diseño urbano empleados entonces en nuestro país para conseguir
determinados efectos escenográficos,
aplazando para otra ocasión el análisis sobre trazados y estructuras urbanas.
Algunos de esos
recursos fueron identificados por el arquitecto e historiador Luis Cervera Vera,
que tomó Alcalá de Henares como campo
de investigación. Los presentó en el libro “Resumen
histórico del Urbanismo en España” escrito en colaboración con maestros
como García Bellido, Torres Balbás, Chueca y Bidagor. Los ejemplos señalados,
dejando al margen su interés didáctico, también pueden servir de guía particular
para recorrer y comprender mejor el núcleo histórico de Alcalá, que por algo es
patrimonio de la humanidad.
El urbanismo
renacentista y sus “versiones”.
En el norte
italiano, durante el Quattrocento, se
gestó una corriente de pensamiento, artística y política que influiría
decisivamente en otros países del entorno europeo: el Renacimiento. Pero la etiqueta “renacentista” es controvertida y
suele acompañarse de una serie de precisiones espaciales, temporales y también
estilísticas, porque el Renacimiento
no se extendió universalmente, ni su aceptación fue concurrente, y tampoco fue
un movimiento monolítico, al verse particularizado por diferentes tradiciones
regionales.
Un ejemplo de
todo ello fue la “versión española”
de la arquitectura renacentista. Primero porque la influencia italiana no se
apreciaría con nitidez en nuestro país hasta bien entrado el siglo XVI,
asentándose en su segunda mitad y buena parte de la siguiente centuria, cuando
Italia caminaba hacia el Barroco. Segundo porque, si bien buscaba sintonizar en
lo general, la influencia de las arraigadas prácticas hispanas, como por
ejemplo lo mudéjar, generó una interpretación muy peculiar, que en pocos casos
alcanzaría la sofisticación y las sutilezas originales.
Las
divergencias se acentúan si nos referimos al urbanismo. La ciudad renacentista
tardó en consolidarse como modelo y, aunque su conceptualización fue bastante rotunda,
su implantación real, fue escasa, limitada y no tan pura como abogaban los
tratados, difuminando mucho el prototipo teórico. Esta circunstancia se acusó
todavía más en la interpretación que se hizo en la península ibérica de la
ciudad renacentista, que no tuvo su primera experiencia importante hasta 1561
en Valladolid.
Para
comprobar lo anterior, en este artículo nos acercaremos a ciertos recursos de diseño urbano empleados
entonces en España para conseguir determinados efectos escenográficos, aplazando para otra ocasión el análisis
sobre trazados y estructuras urbanas. Algunos de esos recursos fueron
identificados por el arquitecto e historiador Luis Cervera Vera (1914-1998), que
tomó Alcalá de Henares como campo de
investigación. Los presentó en el libro “Resumen
histórico del Urbanismo en España” escrito en colaboración con maestros
como García Bellido, Torres Balbás, Chueca y Bidagor (Ed. IEAL, Madrid,
1954, con una segunda edición ampliada en 1968 y una tercera en 1987). En él,
Cervera se encargó del “Urbanismo de los Austrias”, prestando atención a ciertas
técnicas de creación de “escena urbana”, con la que, de alguna manera,
homenajea a Camilo Sitte y su “Construcción
de ciudades según principios artísticos”.
Esquemas de Luis Cervera sobre calles, publicados en el
libro “Resumen histórico del Urbanismo en España”.
|
Cervera
escribe que “el estudio del trazado de
esta ciudad, tan española, del siglo XVII, nos enseña los recursos que
utilizaron para materializar nuestro
característico sentido hacia el espacio cerrado y compartimentado, que
constantemente vemos en los trazados urbanos españoles. Estas soluciones
consistían en ir moviendo las fachadas de los edificios, para aprovechar los
esquinazos y quiebros, como fondo de pequeñas e íntimas perspectivas,
producidas por ensanches, encuentros, placitas y compases recogidos, creados
con un gran sentido espacial y estético. Estos bellos ambientes urbanos se
consiguieron sin grandes dispendios, ya que se tenía en cuenta nuestra débil
economía, y, a tenor de la sobriedad castellana, las fachadas y espacios no
quedaban enriquecidos, como en las ciudades italianas, con ricos mármoles,
estatuas y fuentes. Los edificios alcalaínos están construidos, en su mayoría, con
materiales pobres, y en los espacios y plazas solamente plantaron árboles”.
Estos
recursos históricos no son fácilmente adaptables a la ciudad actual, pero las
intenciones subyacentes pueden continuar vigentes. Conviene recordar la
distinción entre “principios de diseño”,
que son conceptuales y generales, y “formas urbanas” que son la materialización
concreta de estos y pueden ser muy variadas. Por ejemplo, un objetivo del
planeamiento podría ser buscar el énfasis de determinada arquitectura. Los motivos
para ensalzar un edificio concreto pueden ser muy variados, desde favorecer la
legibilidad urbana o subrayar su funcionalidad, hasta proporcionar identidad y
significado al entorno, o incluso destacar socialmente a sus moradores, por citar
algunas de las intenciones más habituales. Para conseguir ese objetivo
encontramos respuestas formales diferentes. Un primer caso puede ser la
propuesta renacentista italiana, que utilizó la perspectiva como herramienta,
creando ejes rectos enfocados hacia el edificio que se pretende magnificar.
Así, ese fondo arquitectónico actuaba como “punto de fuga” de las fachadas de
la calle que convergían aparentemente en él, engrandeciéndolo al convertirse en
insistente referencia a lo largo del recorrido. Otra muestra podría ser el plan
francés, que apreció sobremanera las perspectivas largas y abiertas, que no
solo enfilaban un palacio (por citar un caso) sino que incluso lo llegaban a
“traspasar” para perderse en el horizonte. En contraste podemos encontrar la
expresión española, contraria a lo anterior, que muestra recorridos menos
grandilocuentes que los galos, cerrándose con la aparición del edificio
resaltado, que en ocasiones surgía por sorpresa incrementando el asombro del
espectador. En definitiva, una misma intención conceptual puede ser expresada
de formas diferentes al aplicarle el carácter propio de cada lugar.
Como hemos
adelantado vamos a profundizar en estas cuestiones dirigiéndonos a Alcalá de Henares. En otro artículo de este blog atendimos a la formación de su centro
histórico, con su doble naturaleza, medieval y renacentista. Por eso, aquí solo
recordaremos esas dos concepciones urbanas tan diferentes. Por un lado, la trama medieval, que caracteriza al núcleo
original, aunque está muy modificada por la implantación de los grandes
edificios levantados durante los siglos XVI y XVII (en gran medida conventos
pertenecientes a órdenes religiosas que reconfiguraron las calles y plazas
contiguas). Por otro lado, la Alcalá
renacentista, impulsada por su elección a finales del siglo XV para
albergar una universidad, que ofreció un nuevo trazado y ambiente urbano
gracias a un conjunto de edificios que ampliaron el recinto de la ciudad por su
límite oriental. Su desarrollo prolongado en el tiempo iría asumiendo
paulatinamente los principios del Renacimiento importado desde Italia y del
barroco, todo ello condicionado por la impronta hispana y sus circunstancias,
por supuesto.
Los ejemplos
señalados, dejando al margen su interés didáctico, también pueden servir de guía
particular para recorrer y comprender mejor el núcleo histórico de Alcalá, que
por algo es patrimonio de la humanidad.
Escenografías
callejeras.
En una ciudad
renacentista se deseaba transmitir racionalidad y orden dentro de un ambiente
bello. La perspectiva sería una gran herramienta para conseguirlo y el trazado
las calles utilizó ciertos recursos de diseño basados en ella. Uno de los más
característicos fue la potenciación de
un fondo visual. En estos casos
se trazaba la calle con una directriz recta que enfocaba a un edificio singular
que presidía el horizonte (como podía ser la fachada de un palacio, de una
iglesia, de una puerta de muralla, etc.). Su presencia continua proporcionaba
una gran identidad a la calle, reforzada por el carácter de esa meta final que
“teñía” todo el recorrido (además de lanzar otros mensajes subliminales, como
el de la existencia de un “punto de vista único” como alegoría del poder).
El enfoque
directo de la calle era el recurso más sencillo, pero exigía una planificación previa,
condición que llevó a que no fuera el
único recurso escenográfico utilizado para ensalzar las construcciones. Habría
otros menos evidentes que también conseguían potenciar un “punto de interés” dentro
de una calle. Los más habituales fueron las aperturas graduales de las vías (ensanchamientos progresivos) y los
cierres repentinos (quiebros), que fueron utilizados en Alcalá de Henares debido
a la trama irregular de su parte más antigua. Buscando esos efectos, los
urbanistas alcalaínos del renacimiento (y del barroco), gracias a la
implantación de grandes edificaciones (sobre todo iglesias y conventos), “corrigieron”
puntualmente la trama de la ciudad medieval.
Efecto 1: ensanchamiento
progresivo.
El
ensanchamiento paulatino de una calle pretende lograr la focalización de un frente de edificio ante la imposibilidad de
apuntarlo directamente. Eventualmente, puede disponer de un espacio previo,
configurando una pequeña plaza-atrio. Nos fijamos en tres casos de Alcalá de
Henares. El primero es el reseñado por Luis Cervera como “calles / longitudinales / ensanchamientos / sin quiebros”.
La apertura
final de la calle Beatas es tal que
la vía se transforma en una placita triangular que sirve de antesala a la gran plaza de San Diego, presidida por la
extraordinaria portada del Colegio Mayor de San Ildefonso. La formalización de
la pequeña plaza, además de las fachadas de la calle Beatas que se abren en
ángulo, la establece la esquina de uno de los edificios universitarios (que sirvió
durante un tiempo como cuartel del Príncipe). El plano de Ovando ya indica este
gesto que se encuentra entre las manzanas 5 y 6.
Otro ejemplo
se produce en la calle Santa Úrsula
que va abriéndose hasta enfocar la entrada de la iglesia del convento de monjas agustinas de Santa Magdalena. La
portada del templo se retrasa respecto al cruce del eje calle Gallo-Carmen
Calzado creando un espacio previo a modo de minúscula plaza-atrio de acceso. La
dirección original de la calle Santa Úrsula continúa con la calle Escritorios recuperando
la anchura que, lógicamente, es mucho menor.
Encontramos
nuevos casos en la calle del Empecinado.
Esta vía se abre levemente para potenciar la entrada al convento de Dominicas de Santa Catalina de Siena que se
encuentra en la misma fachada lateral remarcada por el saliente de la
estrangulación producida por la recuperación de la anchura inicial. Siguiendo
la misma calle se vuelve a adoptar la misma estrategia de ensanchamiento,
aunque de forma mucho mayor para favorecer la visión del colegio convento de la Merced Descalza. La apertura es tal que
llega a crear una auténtica plaza: la plaza
del Empecinado.
Efecto 2: quiebros y cierres visuales.
En la ciudad
medieval, muchas calles suelen ir curvándose de forma paulatina describiendo
giros que ocultan buena parte de su recorrido. En cambio, en la ciudad la
renacentista esta ocultación, cuando se desea, es más radical, porque suele
forzarse el cambio de dirección más drásticamente, quebrando ortogonalmente la
calle, en una propuesta geométrica que crea una escena urbana muy especial.
Cervera muestra dos casos: “calles / longitudinales
/ en ángulo / sin ensanchamiento” y “calles
/ quebradas / paralelas a sí mismas / cerradas”.
Ambos casos
se encuentran en la ampliación renacentistas ya que no son “correcciones” de
trazado como podía ser el efecto anterior, sino que están pensados antes de su
ejecución y así se refleja en el plano de Ovando. El primer caso surge entre
las manzanas 3 y 4, y corresponde con el quiebro de la calle Nebrija, que
discurre más o menos paralela a la calle Libreros, presentando un giro de
noventa grados hacia el sur para desembocar perpendicularmente en esta vía
principal.
La segunda
categoría tiene un ejemplo entre las manzanas 1 y 2 y la manzana 12 (aunque la
previsión era que hubiera continuidad hacia el este, hecho que no se produjo).
Es un zigzag viario que realiza la calle
San Pedro y San Pablo, girando ortogonalmente para volver a hacerlo y
recuperar la orientación con el eje desplazado.
Izquierda, quiebro de la calle Nebrija. Derecha,
quiebro de la calle San Pedro y San Pablo.
|
Otra muestra
es el quiebro de la calle Trinidad, que
parte hacia el sur desde la transición entre la calle Colegios y Santa Úrsula,
enfrente de la Plaza Cervantes, escoltada por el Colegio de Málaga (que alberga
actualmente la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá) y el
convento de Santa Úrsula (de la orden de las concepcionistas franciscanas). El
quiebro es forzado por la presencia del Convento de los Trinitarios Descalzos
que tras realizar el giro ofrece su entrada.
La creación de
plazas.
El centro
histórico de Alcalá de Henares cuenta con cuatro
grandes plazas principales. Dos de ellas nacieron vinculadas a los dos
edificios más importantes de la ciudad original: la catedral (Plaza de los Santos Niños) y el palacio
Arzobispal (Plaza Palacio). La
tercera es la mayor de todas y nació como mercado extramuros, quedando incluida
en el recinto urbano debido a la ampliación universitaria de la ciudad. En la
actualidad es el centro neurálgico del casco antiguo (Plaza de Cervantes). La última, también surgió vinculada a un
edificio, en este caso al colegio Mayor de San Ildefonso que la preside magníficamente
(Plaza de San Diego) y fue el centro
de la extensión universitaria (aunque en el plano de Ovando no existía y se
habilitó eliminando la manzana 9 y parte de la 8).
Pero la
Alcalá antigua cuenta con otras muchas
plazas menores, placitas recoletas, algunas encantadoras que tienen
diferentes motivaciones y procesos de formación dentro de la trama. Una de las
estrategias de creación de esos espacios se basa en el aprovechamiento
escenográfico de la concurrencia de calles, cerrando perspectivas o enfatizando
determinados edificios. Luis Cervera, en sus esquemas, muestra varios ejemplos
en función de si se trata de un “encuentro” o de un “cruce”. El encuentro es aquel en el que las calles
que confluyen se ven afectadas en su continuidad, desapareciendo o cambiando notoriamente
de dirección. Este caso presenta dos opciones principales: la primera es un bivio que ocurre cuando dos calles se unen
o una calle se bifurca, según sea el sentido de la marcha; mientras que la
segunda sucede cuando las calles se interrumpen o varían su orientación. Una encrucijada es cuando las dos calles que
se cruzan continúan su recorrido independiente. También este caso genera dos alternativas,
dependiendo de si las calles conservan la misma directriz o si se quiebran
cambiando la dirección, aunque por lo general mantienen la misma orientación.
Efecto urbano 3: plaza
nacida de una bifurcación (bivio)
“Bivio” es la
palabra propuesta por el profesor Chueca Goitia para designar esta reunión de
tres vías que generaban un espacio triangular con dos ángulos obtusos
(generados por las dos calles que confluyen) y uno agudo (en la tercera, que es
la “fusión” de las anteriores). Estos bivios,
tan característicos de muchas tramas medievales al acercarse a los lienzos de
murallas, también se descubren en Alcalá de Henares. Una puerta era un punto de
acceso muy localizado y habitualmente desde ella se abría un abanico de calles,
aunque destacaban las que conectaban con el centro, que solían formar bivios.
Cervera se
refiere a ellos como “plazas / encuentros
/ tres calles” mostrando un esquema que corresponde con la calle Siete Esquinas que reúne a la calle Santa Clara y al callejón del Vicario. En la actualidad,
el carácter peatonal de este último, que se suma al espacio-plaza contiguo, modifica
la jerarquía del bivio. En este caso, además, la bifurcación cuenta con un
cruce previo, prácticamente perpendicular: el eje formado por la calle la
Merced-Calle Cardenal Tenorio.
Otro bivio
importante en la ciudad es el que se genera junto a la Puerta de Madrid, cuando las calles Cardenal Cisneros y Cardenal
Sandoval y Rojas, se “funden” en la Plaza Puerta de Madrid (o parten de ella
hacia el interior).
Efecto urbano 4: plaza
nacida de un encuentro
El caso
etiquetado por Cervera como “plazas / encuentros
/ calle recta y quebrada paralelamente a sí misma” lo encontramos en la calle Vaqueras que ve quebrarse su
dirección paralelamente en el encuentro con la calle Seises, debido al “empuje” de esta última. La calle Seises otorga
el nombre al ensanchamiento, convertido en una pequeña placita que se abre al
norte, hacia la calle Postigo, enfrente de la entrada de la actual Facultad de
Económicas.
Efecto urbano 5: plazas
nacidas de una encrucijada
En una encrucijada,
las calles son pasantes y, como hemos adelantado, plantean varias opciones en
función de cómo se ven afectadas sus trayectorias tras pasar por el punto de
cruce.
Arriba, plaza de la Victoria y Debajo, plaza Atilano
Casado. En el centro los esquemas de Luis Cervera que representan ambas plazas
como ejemplos de la categoría “cruces”.
|
La plaza de la Victoria muestra la
morfología identificada por Luis Cervera como “plazas / cruces / dos quebradas paralelamente a sí mismas”. Este
espacio se forma por el cruce de dos
calles perpendiculares quebrándose ambas con el resultado de que sus directrices tras la plaza no quedan
enfrentadas a las precedentes. Esta plaza está formada por la calle Postigo que
continua con su quebrada calle Victoria y la Travesía Seises y su quebrada, el
Callejón del Hospital. La complejidad de este cruce doblemente quebrantado
genera un espacio con identidad propia: la plaza que estuvo presidida por el
Colegio Convento de Mínimos de San Francisco de Paula (o de Santa Ana) que hoy está
integrado en la Facultad de Económicas, Empresariales y Turismo (que ocupa toda
la manzana).
En la misma
categoría de encrucijadas, Cervera señala la morfología “plazas / cruces / calle recta con quebrada paralelamente a sí misma”,
en la que una de las vías se prolonga invariable tras el cruce mientras que la
otra ve su directriz desviada paralelamente, como sucedía en el caso anterior.
Esta situación ocurre en la calle Tinte, que continua en la calle del Ángel con
el eje desplazado (antiguamente extramuros). La calle recta es la Vía
Complutense (que acompañaba a la muralla) y la plaza habilitada fue la actualmente
denominada plaza de Atilano Casado, abierta
donde se encontraba la histórica y desaparecida Puerta de Santiago, junto al antiguo
hospital de san Lucas y san Nicolás.
Un caso
similar se produce en la calle Santa
Clara en su encuentro con la calle Cárcel Vieja. El “choque”, desplaza el
eje de la primera hacia el este, continuando su recorrido con el nombre de Travesía Avellaneda (el otro eje
mantiene invariable su dirección cambiando el nombre al de calle de la Trinidad).
El desplazamiento en este caso crea la
plaza San Juan de Dios, frente a la esquina del convento de las Clarisas y
a la que dio frente el antiguo hospital de San Juan de Dios, hoy reconvertido en
edificio de viviendas.
Plaza de San Juan de Dios, caso de encrucijada con una
calle que continua y otra que se quiebra.
|
Efecto urbano 6: la
plaza patio
Terminamos el
recorrido en una plaza diferente a las anteriores. Podríamos etiquetar el caso
como “plaza nueva sobre patio antiguo”.
Es una plaza moderna que ocupa el interior de una manzana, surgida al convertir
en espacios públicos unos que antiguamente fueron privados: las huertas del
Colegio de los irlandeses o la antesala de la Sinagoga Mayor de la ciudad. El conocido
como Colegio Menor de San Jorge o de los irlandeses, fundado como Colegio de
San Patricio, tuvo una huerta interior que sería con el tiempo vendida para
realizar una promoción de viviendas. El proyecto transformó el espacio libre
central en una plaza pública porticada, la Plaza
de los irlandeses, a la que se accede a través de dos pasos adintelados
desde la calle Mayor y la calle Escritorios. Estos pasos mantienen
aproximadamente el trazado del antiguo callejón del Peligro. Al margen de la
peculiaridad de su nacimiento, el lugar cuenta con el interés visual que ofrece
la fachada trasera del colegio y la cúpula de la iglesia del Convento de
Agustinas Recoletas de Santa María Magdalena que surge tras ella.
Esta plaza
enlaza con el espacio denominado actualmente corral de la Sinagoga Mayor,
que ejercía de atrio al templo hebreo en el acceso que tenía desde la calle
Mayor (que entonces era el eje principal de la Judería). Esta antesala al
espacio de oración se cerraba por la noche y por eso la entrada se produce a
través de un pasadizo bajo la edificación situada enfrente del Hospital de
Nuestra Señora de la Misericordia o de Antezana (la sinagoga contó con otro
ingreso situado hacia el número 10 de la actual calle del Carmen Calzado y que
desapareció en un incendio).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
urban.networks.blog@gmail.com