1929 es un
año muy significado en la historia mundial y también lo es en las historias
particulares de Madrid y Barcelona. En ese año, mientras comenzaba la
efervescencia vanguardista del siglo XX, las dos ciudades se encontraban
volcadas en sendas operaciones urbanas de gran calado.
Barcelona,
con su reconocida capacidad para aprovechar grandes eventos como catalizadores
de su transformación, presentaba la Exposición
Internacional de 1929. Con esta convocatoria, la ciudad acometió definitivamente
la urbanización de Montjüic. Y lo
hacía invitando al ámbito empresarial
para que mostrara sus logros a todo el mundo, en un nuevo espacio orientado
hacia el comercio (parte del cual es
actualmente una de las sedes de la Feria
de Barcelona).
También en
1929, Madrid inicia una de sus operaciones más emblemáticas, la construcción de
la Ciudad Universitaria. En este
caso, la iniciativa fue institucional,
con el objetivo de crear un espacio vinculado a la educación y la cultura.
Estas dos
operaciones muestran sintonías y disonancias en sus planteamientos, aunque uno
de los aspectos notables que tienen en común es que, ambas, supusieron una
transformación de sectores urbanos importantes, tanto para Barcelona como para
Madrid (Montjuïc y Moncloa), ya que
se localizaban en los accesos a las dos
ciudades.
La década de
1920 fue una época de transición en la que convivían las nacientes ideas de la
vanguardia del siglo XX, con las languidecientes, pero todavía fuertes,
creencias del siglo XIX. Esta circunstancia marcará el carácter formal de las
dos operaciones que se encuentran con un pié en cada orilla estilística
(histórica y futura).
Las dos operaciones
tienen puntos en común:
- Son dos realidades construidas coincidentes en la fecha simbólica de 1929, aunque con matices, ya que ese año marcó el inicio de un proceso largo en el tiempo. En el caso de la exposición barcelonesa porque, aunque era un evento programado en el tiempo y que finalizaba ese año, una parte de ella, con nuevas edificaciones complementarias, se convertiría en la Feria de Barcelona. Por su parte, la Ciudad Universitaria madrileña arrancaba entonces un proceso que tardaría décadas en consolidarse. 1929 aparece como el año que las enmarca.
- Su ámbito urbano parcial, ya que no pretenden abordar globalmente el conjunto de la ciudad, sino que buscan ordenar un sector complejo de la ciudad. Madrid acomete la urbanización de los terrenos de Moncloa, de fuertes desniveles topográficos y que el Ensanche no pudo salvar en su cierre noroeste. Barcelona aprovecha la ocasión para remodelar un punto significativo de la ciudad (el acceso a Montjuïc y a la propia ciudad).
- Su carácter de operaciones estrella dentro de la dinámica de crecimiento urbano, que las convertiría en operaciones emblemáticas del momento.
- Ser en ambos casos grandes actuaciones no residenciales (equipamiento en el caso madrileño o comercial en el caso barcelonés).
- En cuanto a la iniciativa de la propuesta. La Ciudad Universitaria es una iniciativa pública, propiciada por el rey Alfonso XIII y desarrollada por la Administración Pública. La Exposición de Barcelona es una iniciativa apoyada en la burguesía y la clase mercantil privada, aunque contó con la ayuda del municipio.
- En cuanto a su carácter, ya que la Universidad se plantea en su origen como un guetto cultural, segregado y aislado, con claves elitistas, frente al carácter multitudinario de la exposición/feria, que además perseguía integrarse en la vida de la ciudad. Además, la ciudad del saber pretende recoger la herencia del pasado, la cultura heredada para transmitirla al futuro, mientras que la ciudad del comercio se lanza hacia el futuro ofreciendo la tecnología de los nuevos tiempos.
- La Ciudad Universitaria será un proyecto inicialmente homogéneo (aunque debido a su dilatado periodo de construcción acabará recibiendo arquitecturas de todo tipo) y la exposición mostrará una mezcla de estilos extraordinaria, incluyendo propuestas historicistas junto a otras tan revolucionarias como el Pabellón de Alemania de Mies van der Rohe.
Barcelona. Montjuïc. En
la esquina superior izquierda, la Plaza de España de la que parte hacia el sur
la gran avenida jalonada por los pabellones de la Feria.
|
Montjuïc y Barcelona
Montjuïc es
un hito topográfico dentro de la planicie del solar barcelonés. Su emergencia
solitaria separa la llanura barcelonesa del delta del río Llobregat. La montaña
aparece abrupta en su ladera marítima, y de pendiente mucho menos pronunciada
en su vertiente terrestre. Este monte se ha convertido en uno de los
principales rasgos de identidad de Barcelona.
Su
singularidad lo convirtió en una de las localizaciones escogidas por los
pobladores prerromanos. Su nombre puede provenir de la existencia de un templo
erigido por los romanos en honor a Júpiter (Mons
Jovis) o derivar de Montjueu
(monte judío) en referencia al cementerio existente allí durante la edad media.
Montjuïc ha sido cantera de piedra
para la construcción de Barcelona, pero durante siglos quedó marcado por su
carácter militar, circunstancia que impidió su incorporación urbana completa
hasta el siglo XX. De
hecho, la montaña tuvo, desde
tiempos remotos, una torre vigía.
En 1640, durante
la guerra dels segadors, se edificó un primer castillo que evolucionó a gran
fortaleza en 1694. Fue destruido parcialmente en 1705 por las fuerzas
borbónicas debido a que fue un foco de resistencia ciudadana, pero se
reconstruyó entre 1751 y 1779 con su forma estrellada actual. Su labor inicial
de defensa fue evolucionando para ser finalmente utilizado como un instrumento
de control sobre la ciudadanía, ejerciendo de prisión y de lugar de
ejecuciones, llegando a convertirse en uno de los mayores símbolos de la represión
sufrida por la ciudad. En 1960 el Castillo de Montjuïc fue cedido a la ciudad
que lo reformó y restauró como museo militar y lugar de paseo.
La urbanización de Montjuïc, debido a
la reserva militar, comenzó colonizando tímidamente sus bordes. Por el norte con el ensanche del Poble Sec desde 1858 y por el sur con el
cementerio inaugurado en 1883. Pero faltaba el catalizador que acelerara el
proceso.
El ingrediente
necesario surgió del éxito urbano de la Exposición Internacional de 1888 (que
transformó y abrió los terrenos de la antigua Ciudadela a la ciudad), ya que
gracias a ello se volvió a plantear la realización de una nueva exposición
internacional (en este caso de carácter temático, dedicada a la industria
eléctrica). El arquitecto Josep Puig y Cadafalch (1867-1956) fue su gran
impulsor. Tras descartar otras opciones se escogió la ubicación de Montjuïc
para celebrar el evento. La fecha inicial, 1917, fue retrasada por la Primera
Guerra Mundial y posteriormente por la dictadura de Primo de Rivera quien, al
anular la autonomía de la ciudad, paralizó el proyecto. De estos propósitos
iniciales quedaron varios trabajos, sobre todo de paisaje, con los jardines
diseñados por el francés Jean Claude Nicolas Forestier en colaboración con Nicolau
Rubió y Tudurí.
Pero el empuje definitivo se produjo con la
convocatoria de una nueva Exposición
Internacional para 1929, que sería una gran Feria Internacional de Muestras
(ampliando los objetivos iniciales a la industria en general, el arte y los
deportes),
Se inició con
ello la incorporación de Montjuïc a la ciudad. Tras la Expo, la montaña siguió
recibiendo equipamientos (como la Fundación Joan Miró de Josep Lluis Sert en 1975),
pero su urbanización quedó incompleta hasta que, décadas después, con el impulso de un nuevo evento, los Juegos Olímpicos de 1992, alcanzaría su
configuración definitiva.
Hoy la montaña es un gran equipamiento polifacético para
la ciudad, en el que también deben reseñarse sus diferentes parques (destacando los jardines botánicos,
tanto el histórico creado por Pius Font i Quer en 1930, como el nuevo, diseñado
en 1999 por Carlos Ferrater, Josep Lluis Canosa y Beth Figueras).
La Exposición Internacional
de 1929 de Barcelona (y la urbanización de Montjuïc)
Las
posibilidades de mejora urbana que un evento de estas características podía
producir, estaban en la mente de los promotores de la idea, lo que hizo del tema
de su localización un asunto capital. Las hipótesis iniciales que pretendían
aprovechar la oportunidad para urbanizar el “Gran Bosque” del Plan Cerdá,
fueron dando paso al planteamiento final que apostó por Montjuïc. Esta decisión
marcará notablemente el desarrollo urbano futuro de Barcelona.
Los sucesivos
retrasos del proyecto comentados anteriormente y el bloqueo decretado por la
dictadura son superados en 1925, cuando la burguesía catalana logra pactar con
Primo de Rivera la fecha de 1929 para la nueva exposición.
Josep Puig y
Cadafalch, uno de los actores claves del proceso, recuperó las directrices de
su proyecto para la exposición eléctrica y realizó la ordenación del conjunto,
en el que destacan las siguientes ideas:
- Configuración en el punto de acceso y conexión con la ciudad de una gran plaza monumental (actual Plaza de España)
- Trazado de un eje principal (la Gran Avenida de la Reina María Cristina), que se convertía en un potente eje de acceso desde la ciudad hacia la montaña.
- Esta gran avenida se convertiría en el soporte para la disposición de los edificios en un sistema de terrazas que moldearán la pendiente de la montaña.
- El eje de la gran avenida se vería rematado por un gran edificio monumental (con una gran cúpula que presidiría todo el conjunto)
- También se definió un eje perpendicular que permitía el acceso lateral a la parte alta de la montaña definiendo dos sectores complementarios para la exposición (el primero en la loma central y el segundo en la fachada mediodía, en el sector Miramar, sobre el puerto)
El conjunto
ordenado fue desarrollado por diferentes arquitectos y ofrecería una gran diversidad estilística. En la
exposición convivirían edificios novecentistas, con otros seguidores de un
historicismo ecléctico. No obstante, en general, el denominador común de las
construcciones oficiales fue la monumentalidad y la grandilocuencia de los
planteamientos. Entre todos destaca el gran Palau Nacional, edificio
principal de la exposición que emergía al final del eje, tras la gran
escalinata, y que fue proyectado por Eugenio Cendoya, Enric Catá y Pere Domènech
y Roura. El Palau es actualmente la
sede del MNAC (Museu Nacional d'Art de
Catalunya)
Frente a los
“palacios oficiales”, los pabellones privados e internacionales fueron más
avanzados ofreciendo imágenes tanto del exitoso art déco como del racionalismo
incipiente. Destaca sobre todos, el extraordinario Pabellón de Alemania que diseñó Ludwig Mies van der Rohe, uno de
los hitos de la arquitectura moderna.
El
planteamiento general se complementó con tres actuaciones singulares que
contribuyeron a la espectacularidad del evento:
- El “pueblo español”, un “collage” espacial que presenta una colección de arquitectura y espacios urbanos ensamblados, reproduciendo edificios o espacios típicos de diferentes ciudades españolas. Fue proyectado por los arquitectos Ramon Reventós y Francesc Folguera.
- La actividad deportivo-recreativa, presentando espacios deportivos entre los que destaca el Estadio Olímpico, según diseño de Pere Domènech y Roura. (Este estadio fue remodelado para los Juegos Olímpicos de 1992)
- La iluminación, que fue una de las estrellas de la exposición, tanto de edificios como de fuentes, y en particular con la gran Fuente Mágica (diseñada por Carles Buigas) que fue el estandarte de la exposición con sus juegos de agua y luz.
La Exposición
también supuso un empuje para el resto de la ciudad y se realizaron importantes
actuaciones de remodelación en otros puntos (como la nueva Estación de Francia,
la Plaça de Catalunya, o la prolongación
de la Diagonal hacia poniente en dirección a Esplugues de Llobregat).
Delimitación de la Ciudad Universitaria de Madrid |
Moncloa y Madrid
Por su
localización, Moncloa es uno de los
puntos singulares de Madrid ya que encuentra en el acceso desde el noroeste
del país a la capital (desde allí parte la autovía nacional VI con destino La
Coruña).
La finca de
la Moncloa, al igual que otras adyacentes, tuvo su origen como zona de huertas
y recreo de la nobleza madrileña, que había escogido esos terrenos en el
entorno del rio Manzanares como lugar de esparcimiento. Parece que el nombre
deriva del Conde de la Monclova, uno de sus propietarios iniciales. Tras varias
transacciones, la finca acabó en manos de Manuel Godoy, quien en 1795 la cedió
al rey Carlos IV para que fuera incorporada al Real Sitio de la Florida.
Finalmente, en 1802, la Corona agrupó todas las fincas y edificaciones pasando
a ser denominadas “Real Sitio de la Moncloa”.
Con el
trazado del Ensanche del XIX se intentó incorporar estos terrenos a la ciudad,
pero lo abrupto de su topografía, y el hecho de ser propiedad real impidieron
la propuesta realizada por Castro. En 1866, Isabel II traspasó la finca al
patrimonio del Estado, quien en 1928 la cedería para la construcción de la
Ciudad Universitaria.
Décadas
después, con la remodelación de los accesos a la ciudad y la construcción de la
carretera nacional VI (que partió en dos a la Ciudad Universitaria), la zona se
convirtió en un punto de referencia para Madrid. Era una de las “puertas” de la
ciudad, que conectaba con la calle Princesa, y a través de ésta con la Gran Vía
y el centro histórico.
Varios
equipamientos confirmaron la focalidad de ese punto. Además de la Ciudad
Universitaria, destacan por ejemplo, la construcción de los espacios militares
para el Ministerio de Aire (1951)
según proyecto de Luis Gutiérrez Soto (en los terrenos donde estuvo la Cárcel
Modelo), el levantamiento del Arco de
Triunfo (1956, Modesto López Otero y Pascual Bravo Sanfeliú), el edificio que
inicialmente se previó como Monumento a
los Caídos (actual Junta de Distrito (1950, Manuel Herrero Palacios) o los
más recientes como el Faro de Moncloa
(Salvador Pérez Arroyo) o el gran intercambiador de transporte. También, el
Palacio de la Presidencia del Gobierno
(edificio reconstruido libremente en 1955 por Diego Méndez) con el extenso complejo
dotacional que lo acompaña.
Primer trazado de la Ciudad Universitaria |
La Ciudad
Universitaria de Madrid.
La Universidad Complutense de Alcalá de Henares se trasladó
a Madrid en 1836 pasando a distribuirse en diferentes edificios por el centro
de la ciudad que no tardaron en mostrarse inadecuados para su uso. Ya en 1911
comenzó a plantearse la necesidad de construir un nuevo edificio para la
Facultad de Medicina que pudiera disponer de un Hospital Clínico.
Finalmente, fue en 1927, al cumplirse los veinticinco años
de reinado de Alfonso XIII, cuando éste firmó el Real Decreto por el que se
crearía la Ciudad Universitaria. Se constituyó una Junta Constructora que se
encargaría de la gestión del proyecto y se asignó la dirección técnica al
arquitecto Modesto López Otero (1885-1962).
La Ciudad Universitaria fue deudora de una concepción elitista,
ya extendida por Europa y América, que buscaba separar tajantemente el poder
intelectual y el trabajo puramente material. Esta división encuentra su reflejo
espacial en la formación de los campus
universitarios que, por otra parte, evitaría conflictos en la ciudad vieja.
Para ello se buscaba localizar en un mismo lugar a profesores y alumnos, en un
régimen de autonomía total con respecto al resto de la ciudad, casi dando la
espalda a ésta. La Ciudad Universitaria se constituye en este sentido como un cierto
ghetto social. (En la actualidad los campus universitarios están sometidos a
unas circunstancias radicalmente distintas, económicas, urbanísticas y
sociales, que sitúan el debate en términos muy diferentes).
Para la realización del proyecto se eligieron los terrenos de la Moncloa, que en aquellos años
pertenecían al patrimonio del Estado y no recibían presión del crecimiento
urbano. Ello posibilitaría diseñar el
recinto universitario como una ciudad-jardín.
El plan quedó trazado en 1929 aunque su desarrollo pasaría
por diferentes fases muy vinculadas a las diferentes etapas sociopolíticas por
las que pasaría nuestro país.
Primera etapa (final
de los años veinte).
La primera etapa se desarrolla en los últimos años de la
dictadura de Primo de Rivera. Entonces, se realizó la ordenación, se articuló
la financiación (a través de la Lotería, de donaciones de capital por parte del
rey Alfonso XIII y de aportaciones particulares) y, en 1929, se comenzó la
urbanización y la construcción de los primeros edificios. El autor de la
Ciudad Universitaria, Modesto López Otero, la concibió como un todo unitario,
estructurado orgánicamente a partir de los núcleos de los distintos grupos de
disciplinas que definen la Universidad, agrupados de forma autónoma.
Se eliminó cualquier elemento no universitario (residencial
o comercial) y se potenció su configuración como un parque estructurado a
través de ejes y simetrías con claros criterios beauxartianos (destacando el eje de la Avenida Complutense)
conjugados con recorridos secundarios más orgánicos. En aquellos tiempos, el
planteamiento resultó muy novedoso llegando incluso hasta temas
infraestructurales (por ejemplo con la propuesta de centralización de la
producción de calor).
López Otero organizo el programa en cuatro grandes grupos perfectamente
delimitados:
- Los edificios de representación y gestión: con el Rectorado, el Paraninfo o la Biblioteca central; y junto a ellos el Bloque de Ciencias y el de Letras (Derecho y Filosofía). Este grupo ocupaba la cabecera, como remate del gran eje.
- El grupo médico (Medicina, Farmacia y Estomatología) que se vinculaba al cercano Hospital Clínico, más relacionado con la ciudad.
- El grupo de bellas artes, con la Escuela de Arquitectura y las facultades de las diferentes disciplinas artísticas.
- Los residenciales y de esparcimiento deportivo: Residencias de estudiantes, Colegios Mayores, y zonas deportivas; en las laderas hacia el rio Manzanares.
El primer edificio construido fue la Fundación del Amo
(Rafael Bergamín y Luis Blanco Soler, 1929) que quedó destruido en la Guerra
Civil. A esta residencia de estudiantes le siguieron las facultades del grupo
médico:
- Facultad de Medicina (Miguel de los Santos, 1930),
- Facultad de Estomatología (Miguel de los Santos, 1930),
- Facultad de Farmacia (Agustín Aguirre y Mariano Garrigues y Díaz Cañabate, 1930)
Segunda etapa
(segunda república).
La breve segunda etapa coincide con los años de la Segunda
República. Fue una etapa fructífera impulsada por una nueva “Junta
Constructora de la Ciudad Universitaria de Madrid” creada para tal fin. Los
edificios responderán a esquemas racionalistas, con simplicidad de líneas y
volúmenes.
Comienzan las obras de principalmente:
- Facultad de Filosofía y Letras (Agustín Aguirre, 1932),
- Hospital Clínico (Manuel Sánchez Arcas, 1932),
- Facultad de Ciencias (Miguel de los Santos, 1933),
- Escuela de Arquitectura (Pascual Bravo, 1933),
- Central Térmica (Manuel Sánchez Arcas, 1933)
- Residencia de Estudiantes (Luis Lacasa, 1935)
La Avenida Complutense, eje principal de la Ciudad Universitaria |
Tercera etapa
(posguerra)
La tercera etapa, a partir de la guerra civil, conllevó
trabajo más de reconstrucción que de desarrollo, ya que la zona fue muy
castigada por la contienda.
En 1940 se constituyó una nueva Junta dirigida por los
arquitectos Modesto López Otero y Pedro Muguruza, quienes plantearon un claro
continuismo con las directrices iniciales, asumiendo planteamientos consonantes
con el ideario del nuevo sistema político.
Se proyecta un Paraninfo,
nunca realizado, en la ubicación inicialmente prevista entre las Facultades de
Ciencias y las de Letras, (en la posición de las actuales pistas deportivas)
con un diseño clasicista y de grandes dimensiones.
Se acomete la realización de otro paquete de edificaciones,
destacando:
- Facultad de Derecho, (Agustín Aguirre, 1941),
- Escuela de Montes, (Luis de Villanueva Echeverría y Pedro Bidagor, 1942)
- Ingenieros Navales, (A. Fungairiño y J. Castañón de Mena, 1942)
- Museo de América (Luis Moya Blanco y Luis Martínez Feduchi, 1943)
Cuarta etapa (desde
los años sesenta)
Desde los años sesenta, la Ciudad Universitaria fue completándose
con un ritmo intenso. Pero la idea de unidad de criterio se abandonó en
favor del individualismo, tanto profesional como académico. Cada nuevo
edificio se concibe de forma independiente y desconectado del resto, tanto
formal como estilísticamente. Su única ligazón será la necesaria en cuanto a
infraestructuras. Quizá este hecho fuera el reflejo de la pérdida de universalidad,
desaparecida en favor del acantonamiento disciplinar dentro de los límites de su propia especialidad.
Con este criterio, la Ciudad Universitaria se convierte en
escaparate para edificaciones de arquitectos de prestigio, como por ejemplo:
- Facultad de Ciencias Políticas y Económicas (hoy edificio B de Geografía e Historia, Agustín Aguirre, 1962),
- Colegio Mayor Jaime del Amo (Luis Blanco Soler, 1964),
- Edificio de la UNED (Fernando Moreno Barberá, 1964),
- Facultad de Ciencias Biológicas y Geológicas (Fernando Moreno Barberá, 1969),
- Colegio Mayor Aquinas (José María García de Paredes y Rafael de la Hoz),
- Colegio Mayor Hispano-Americano (J.L. Fernandez del Amo),
- Escuela de Ingenieros de Telecomunicaciones (Javier Carvajal y José María García de Paredes, 1971)
La ausencia del lenguaje común pretendido en sus comienzos, transmite
la idea de un conjunto de carácter “ecléctico”. Este hecho, sumado a la enorme
extensión de la Ciudad Universitaria y a sus distancias interiores, supuso la
pérdida de la deseada unidad inicial.
En las últimas décadas se acometen algunas nuevas
edificaciones, como la Biblioteca de la
Uned (de José Ignacio Linazasoro, 1989). A partir de 1980 se redactan
diferentes planes para regular los espacios que culminarán en el Plan Especial
de la Ciudad Universitaria aprobado en el año 2000. En 1999 fue declarada Bien
de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Histórico.
La serie sobre los Paralelismos y Divergencias entre Madrid y
Barcelona cuenta con las siguientes entradas:
Una información muy interesante y completa, donde se aprecian las diferencias entre la Barcelona y Madrid empresarial. Saludos.
ResponderEliminar