A la izquierda, el Eixample de Barcelona. A la derecha, el Ensanche de Madrid. Ambos aparecen con la misma escala y la misma
orientación, con el norte hacia arriba.
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Madrid y
Barcelona se enfrentaron a mediados del siglo XIX al mismo problema: la incapacidad de dar respuesta a los
requerimientos de la emergente sociedad industrial.
Las dos
ciudades se encontraban constreñidas dentro de unas murallas levantadas siglos
atrás y se encontraban congestionadas, con una densidad extraordinaria, con problemas
de salubridad y con pocas opciones de futuro. Aunque hubo reformas interiores
que intentaron paliar la situación, finalmente no quedó otra opción que
proponer el derribo de las murallas y ampliar las ciudades de una forma
considerable.
Barcelona
tuvo a Ildefonso Cerdá como artífice de
su Eixample. Cerdá fue un personaje
de gran relevancia para la historia internacional del urbanismo. En Madrid, fue Carlos María de Castro quien
realizó el proyecto de Ensanche.
Siendo el Ensanche de Madrid y el Eixample de Barcelona contemporáneos, y aparentando planteamientos similares, son en su esencia muy diferentes.
Quizá la mayor de sus divergencias sea la intención conceptual de ambos, pues
mientras que Carlos María de Castro cumplió ampliando la ciudad existente, que
siguió siendo el centro neurálgico de Madrid; Ildefonso Cerdà, fue más allá,
pretendiendo levantar una Ciudad Ideal, totalmente desmarcada de la Barcelona
antigua.
En el año 1860, Barcelona era una ciudad de 190.000
personas y su término municipal ocupaba 220 hectáreas. Madrid era mayor.
Contaba con una población de 280.000 residentes y una superficie de 525
hectáreas.
Las murallas
llevaban cerrando Barcelona desde 1350. Habían pasado más de 500 años. No eran
las mismas que levantó Pedro el Ceremonioso en aquel año porque habían sufrido
muchos ajustes, se había levantado la muralla del mar en 1553 y además, junto a
ellas se había construido la Ciudadela por orden del primer rey Borbón, Felipe
V.
A mediados
del siglo XIX ya se había urbanizado el barrio de la Barceloneta y realizado
algunas reformas interiores para mejorar la funcionalidad de la ciudad interior
(Plaza Real, Pla del Palau, Plaza San Jaume
y carrer Ferrán por ejemplo), pero
todas estas operaciones resultaron insuficientes.
La decisión de ampliar Barcelona se
tomó definitivamente en 1859 tras largas polémicas entre el Ayuntamiento de la ciudad y el
Ministerio de Fomento. Barcelona planificó su ensanche antes que Madrid y, además, contó con una ventaja que la
capital no disfrutó: gracias a la presencia de la Ciudadela y la exigencia militar
de reserva de los terrenos del entorno, el llano perimetral de Barcelona se
encontraba libre de obstáculos, ofreciendo una situación ideal para la
extensión.
Las circunstancias de Madrid serían
muy diferentes. Las murallas iban a cumplir 250 años y
también habían sido muy reformadas, sobre todo tras el afán embellecedor de
Carlos III. También se habían hecho reformas interiores que no solucionaron el
problema de la presión demográfica (se esponjó un casco densísimo con plazas
nuevas como la de Tirso de Molina, la
Plaza de Oriente o la Puerta del Sol y se reformaron calles y
manzanas para permitir una mejor edificabilidad)
Pero Madrid tenía
un entorno muy diferente. Y no solo porque
el relieve fuera abrupto e irregular, sino porque la ampliación se iba a
tropezar con muchos arrabales que habían ido creciendo a partir de las
murallas. Algunos de ellos se encontraban tan consolidados que el Ensanche no pudo
modificarlos.
Dos protagonistas
simbolizarán el proceso. En Barcelona, Ildefonso
Cerdá (1815-1876), un personaje extraordinario, un visionario cuya obra
servirá como ejemplo técnico e intelectual para muchos que, tras él, se
responsabilizaron de la ampliación de sus ciudades. Cerdá elaboró una teoría
completa de la “urbanización”, término acuñado por él y que acabaría definiendo
la labor urbana, convirtiéndose en una referencia del urbanismo internacional. Uno
de estos seguidores será Carlos María de
Castro (1810-1893), el responsable del ensanche madrileño. Pocos años
después de Cerdá, Castro seguirá, en parte, la estela marcada por el catalán. Aunque
Castro tendrá muchas dificultades para consolidar sus ideas como veremos más
adelante.
Consideraciones
generales sobre los Ensanches del siglo XIX
Los ensanches
del XIX suponen una transformación
radical de la ciudad. Dejando atrás muchos siglos de evolución dentro de
unos esquemas sociales bastante similares, los ensanches serían el escenario
que una nueva sociedad, surgida de una serie de revoluciones (sociales y
económicas), reclamaba.
Partiendo de
una necesidad imperiosa de crecimiento,
derivada del gran aumento de población, los ensanches deben responder a unas nuevas necesidades espaciales (sobre
todo dimensionales derivadas de la escala del transporte y las comunicaciones);
a unos nuevos programas edificatorios
(especialmente desde el punto de vista residencial y de algunos nuevos
equipamientos para la ciudad); a una novedosa
presencia de infraestructuras urbanas (desde instalaciones de servicio como
agua, alumbrado o saneamiento, hasta nuevas propuestas de transporte como
tranvías o ferrocarril); a la búsqueda de una nueva identificación con el espacio (monumentos o espacios públicos
representativos) e incluso, y no menos importante, a una nueva concepción de la ciudad como mercancía que se convertiría en
algo susceptible de negocio en sí misma (consolidando un próspero mercado
inmobiliario).
Los nuevos ensanches,
tan diferentes a la Ciudad Antigua, conforman una ciudad nueva y unitaria que
se yuxtapone a la vieja y heterogénea. Su formalización marca una revolución en
la forma de plantear las ciudades: sus amplias vías, que facilitaban la
circulación; la adecuada conexión y jerarquía entre ellas, producto de estudios
previos; sus condiciones higiénicas; su escala y monumentalidad; su nueva
regulación jurídica (y económica) se contraponen radicalmente a la ciudad
heredada.
Los Ensanches
del XIX apuestan por la trama reticular, conectando con una larga tradición
planificadora, que en su aparente homogeneidad esconde una profunda segregación
social en sus diferentes zonas.
“Plano de los alrededores de la ciudad de Barcelona”,
realizado por Ildefonso Cerdà en 1855, en el que se aprecia el “vacío” entorno a
la ciudad antigua.
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El Eixample
de Barcelona, algo más que un ensanche.
En 1838, se planteó un primer
proyecto de ampliación de la muralla por el noroeste que no llegó a realizarse
por dificultades económicas. Con posterioridad
se plantearon varias opciones para pequeños ensanches que pretendían conectar
Barcelona con Gracia, manteniendo la fortificación existente, y que tampoco
salieron adelante.
Tras estos intentos fallidos, la
ciudad, aduciendo la carencia de valor estratégico de la fortificación (la
evolución tecnológica de la artillería permitía la defensa de la ciudad desde
el castillo de Montjuïc), acabó consiguiendo el permiso para derribarla. Puntualmente
se había logrado abrir alguna puerta o derruir algún tramo parcial de muralla,
pero sin tomar una determinación radical, hasta que en 1854 se autorizó la
demolición de las murallas (y en 1868, tras la revolución, caería la Ciudadela)
La gestación del Ensanche de
Barcelona fue compleja y polémica. Cerdá fue contratado en 1855 para levantar
el plano topográfico del entorno barcelonés, pero él, excediéndose del encargo
recibido, avanzó una propuesta de ensanche. Cerdá, que era ingeniero del Estado
y había realizado diferentes trabajos en Madrid, contaba con el apoyo del
Ministerio de Fomento, gracias a las amistades que allí tenía, resultó
adjudicatario del encargo de planificar el Ensanche. Ante la imposición de
Cerdá desde el gobierno central, el Ayuntamiento reaccionó convocando en 1859 un
concurso público para la redacción de la ampliación de la ciudad.
El concurso (al que Cerdá acudió
pero fue descalificado) tuvo una propuesta ganadora realizada por Antonio
Rovira i Trias. Pero finalmente, tras fuertes polémicas y presiones, el
gobierno de la nación, desoyendo la recomendación del tribunal del concurso,
ordenó emprender el proyecto de Cerdá, una propuesta de una profundidad técnica
e intelectual muy superior a cualquiera de las de los otros candidatos. El
enfrentamiento entre el gobierno central y el municipal, no impidió que el
Ayuntamiento de Barcelona aceptara definitivamente la propuesta de Cerdá.
En 1860 comenzó el derribo de la
muralla, pero hasta 1864 no se iniciaron las obras de urbanización y nuevas
edificaciones.
“Plano de los
alrededores de la ciudad de Barcelona y
Proyecto de su Reforma y Ensanche”, realizado por Cerdà y aprobado en 1859.
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Cerdá no se propuso ampliar Barcelona,
como todos los demás. Cerdá quería construir la Ciudad Ideal, desatendiendo
cualquier cuestión que surgiera del casco antiguo.
La unidad básica utilizada por Cerdá fue la manzana
cuadrada, cuyas dimensiones y trazado respondían a claves geométricas y
simbólicas. El trazado de Eixample, dimensiones y
su descripción simbólica ya fue expuesto en una entrada anterior en este blog.
Para la organización interna, Cerdá agrupó las manzanas
en distritos, que también eran cuadrados al estar compuestos por 100 unidades de
manzana (10x10). Cada uno de estos distritos recibía los equipamientos
necesarios para establecerse como un sector bastante autónomo. Solamente los
grandes equipamientos encontraron su sitio en una visión general.
La ciudad ideal estaba fuertemente descentralizada en su
funcionamiento y, aunque privilegiaba algún punto (como la Plaza de Glorias por ejemplo), nunca pensó en la Barcelona antigua
para ese papel ya que la consideraba inadecuada para la “vida moderna”. Era un
“mal necesario”. Se proyectaron teóricamente 12 de estos distritos (6 x 2),
pero la realidad los dejó en ocho y medio. Hubo que descontar uno que quedaba
prácticamente ocupado por el casco antiguo, otro entero y medio más del
contiguo que se superponían con Montjuïc y otro último que se topaba con la
existencia de Hostafrancs y Sans.
Delimitación del Anteproyecto de Ensanche de Madrid
aprobado en 1860, sobre la ortofoto de la ciudad. (fuente: “Plan Castro, 150
años. Ayuntamiento de Madrid, 2010”)
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La generación del Ensanche de Madrid.
Aunque ya en 1846 se había
estudiado la posibilidad de un ensanche de la ciudad (Plan Merlo), no fue hasta la promulgación de un Real Decreto en
1857 cuando se ordenó la preparación de un plan de desarrollo (Proyecto de
Ensanche) de Madrid. El crecimiento de
la población y la previsión del futuro papel como centro mercantil y financiero
de España, así como punto de confluencia del sistema de comunicaciones, lo
hacían imprescindible. El ingeniero Carlos María de Castro redactó el plan en 1859
siendo aprobado en 1860.
El Plan Castro siguió los esquemas
de crecimiento característicos de Madrid, que hasta entonces habían conformado
círculos tangentes en el punto de ubicación del Palacio Real. La dificultad
topográfica existente en el oeste (la “cornisa de Madrid”) había impedido el
crecimiento concéntrico.
Tras levantar el necesario plano
topográfico, Castro fijó un nuevo
perímetro para la ciudad que quedaría delimitado por un Paseo de Ronda. Este
Paseo se encontraría con el Rio Manzanares por el noroeste y por el sureste. Estaba
compuesto por diferentes calles sucesivas que iban cambiando la orientación
para adaptarse a ese “esquema circular” comentado. La primera avenida prevista, que partía del
noroeste y llegaba a Cuatro Caminos
fue una misión imposible (la actual Avda.
Reina Victoria no sigue aquel trazado), pero las siguientes fueron
realizadas y corresponden con las actuales, calle
Raimundo Fernández Villaverde (aunque ésta sigue la ortogonalidad, cosa que
la proyectada por Castro no hacía), calle
Joaquín Costa, calle Francisco
Silvela y Doctor Esquerdo.
En el interior del Paseo de Ronda
se estableció una trama en damero
con las calles perfectamente alineadas con los ejes cardinales Norte - Sur y
Este - Oeste. Las arterias principales serían de 30 m. y las calles secundarias
de 15 m.
Castro planteó un Ensanche muy segregado socialmente, estableciendo una
zonificación que basó en las tendencias observadas en los crecimientos urbanos
exteriores a la muralla. Estas indicaciones, que aunque tenían un carácter
orientativo y no vinculante, tuvieron una gran repercusión en la futura
distribución de la población.
Aproximación gráfica a la división en zonas sugerida
por Castro en la Memoria del Ensanche (fuente: “Plan Castro, 150 años.
Ayuntamiento de Madrid, 2010”)
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Los siguientes textos en cursiva están extraídos de la Memoria Descriptiva del Anteproyecto del Ensanche de Madrid.
En esa línea, se proponía un barrio
fabril e industrial (Barrio de Chamberí)
“…entre los Campos Santos y el paseo alto de Chamberí
que desde la puerta de Santa Bárbara conduce a la carretera de Francia, se ven
hoy varias fábricas y grandes talleres, y no es dudoso que dispuesta la
población por aquella parte de una manera conveniente, resultaría con el tiempo
un extenso barrio fabril e industrial,…”
Un barrio exclusivo y elegante,
para la clase alta y la aristocracia, situado a ambos lados de la Castellana.
“…desde el camino alto de Chamberí hasta más allá del
paseo de la Fuente Castellana, vemos, en la mayor parte de las construcciones
hoy existentes, la tendencia a formar un barrio de edificios aislados entre sí,
rodeados de parques y jardines, y en este concepto y admitiendo la idea,
dividimos el terreno en mayores o menores porciones por anchurosas alamedas,
…Este barrio que pudiera llamarse aristocrático, porque resultando los terrenos
a gran precio, no estarán al alcance de las pequeñas fortunas los edificios
aislados que en ellos se construyeran, seria indudablemente bello por su
aspecto y llenaría el vacío que hoy se nota en Madrid de habitaciones
independientes para nuestra grandeza y altos funcionarios,…”
Un barrio de clase media para la
burguesía (Barrio de Salamanca)
“En el tercer
grupo, que comprende hasta la carretera de Aragón, hemos creído poder procurar
también, a la clase media de la sociedad madrileña, alguna mayor holgura de la
que en el día goza en las reducidas y apiñadas viviendas de la villa, y al
efecto dividimos todo aquel grande espacio en manzanas separadas por anchas
calles, colocando en plazas situadas entre varias de aquellas, jardines que,
cerrados por verjas, serán sólo del disfrute particular de los vecinos
fronterizos.”
Un barrio para la clase menestral y obrera al sur
de la calle Alcalá.
“…pasada la
carretera de Aragón se presenta aun el terreno favorable a la edificación,
…aprovechando esta circunstancia y la de ser aquella parte de la zona de
ensanche la mejor ventilada, sin duda alguna, concebimos el pensamiento de
proponer en ella la creación de un gran barrio compuesto de edificios
expresamente construidos para la clase menestral y obrera.”
Complementariamente a los sectores
residenciales, Castro proponía una zona
agrícola al sur, entre Embajadores
y el puente de Toledo, así como una previsión
de parques (Parque del Norte, parque
del Depósito del Canal, ampliación del parque del Retiro y otros menores).
Distribuyó los equipamientos y edificios
públicos, con especial atención a los temas militares (al noroeste) y de
mercancías (entre Embajadores y Atocha hacia el sur) y a los temas de
recreo, en continuidad con el Parque del Retiro.
La disposición de las manzanas tuvo también su regulación,
tanto en la altura máxima de la edificación, que se limitaba a tres plantas
(bajo, principal y segundo), como en la ocupación de la edificación y las condiciones
higiénicas generales, ya que “las manzanas se distribuirán de modo que en cada una
de ellas ocupen tanto terreno los jardines privados como los edificios, dando a
estos dos fachadas por lo menos”. Como las generaciones posteriores conocemos,
estas previsiones quedaron en papel mojado.
Comparación entre ambos ensanches.
Los dos ensanches, coetáneos y con
similitudes aparentes, son en realidad muy diferentes. A continuación se
comparan diversos temas para expresar sus paralelismos y divergencias.
1. Sobre el Territorio-Soporte Físico
Barcelona:
Barcelona se encontró con un territorio
casi perfecto para extenderse. A su facilidad topográfica (llanura con
ligera pendiente hacia el mar) se sumaba el hecho de encontrarse prácticamente
vacío gracias a la reserva exigida por los militares.
Madrid:
Madrid se topó con un territorio lleno
de dificultades. A los inconvenientes topográficos que ocasionaba un
relieve muy movido, se le sumaron las complicaciones de los arrabales
preexistentes, alguno de los cuales fue imposible de modificar impidiendo
aplicar el esquema del Ensanche.
2. Sobre la Intención Conceptual
Barcelona:
Cerdá no se planteo ampliar la ciudad,
sino crear una ciudad ideal que albergaría a la moderna sociedad industrial
emergente. Fijó trazados y dimensiones con una gran componente simbólica para
expresar sus intenciones. Distribuyó usos y conexiones en función de un
programa que se apartaba mucho de los requisitos iniciales. En definitiva,
Cerdá quiso crear una comunidad perfecta olvidándose de los requerimientos de
la ciudad antigua.
Madrid:
En cambio, Castro siempre respetó la
idea de ensanche. Por eso su Plan es una ampliación pragmática que seguía
considerando a la ciudad antigua como el corazón del nuevo conjunto, y que se
adapta a todos los requisitos preexistentes.
3. Sobre el Trazado General
Barcelona:
El trazado de Barcelona es una malla
reticular (ortogonal) de gran pureza
y rigidez conceptual. La malla principal está formada por cuadrados de 133
metros de lado (que discurren por los ejes de las calles).
Madrid:
También en Madrid se recurre a la malla
reticular (ortogonal), pero en este caso con una gran variedad
morfológica y flexibilidad en la aplicación de la misma.
4. Sobre las Distorsiones de la Malla
Barcelona:
Las tramas en damero suelen incluir vías que se apartan de la retícula para
facilitar conexiones y proporcionar ciertas irregularidades que enriquezcan la
escena urbana. En el caso de Cerdá, estas
distorsiones eran, al menos sobre el papel, de carácter interno, diseñadas por
el autor, como la avenida Diagonal o la Meridiana.
Madrid:
En el caso madrileño, la mayoría de las perturbaciones a la retícula tienen
procedencia externa, ya que surgen del necesario cosido viario con el centro y
la adaptación de caminos existentes, como es el caso de la calle de Alcalá.
5. Sobre la Extensión del Plan
Barcelona:
El Eixample es aparentemente una malla de extensión ilimitada, que podría
desarrollarse hasta el infinito. Pero no
era así, al menos conceptualmente, dado que Cerdá fijo una proporción muy
concreta para su Ciudad Ideal. La ciudad debía tener una extensión (teórica)
muy precisa de 60 x 20 manzanas (aunque ni el propio Cerdá llegó a dibujarlo
así por la imposibilidad que le planteó Montjuïc). En la práctica, el Eixample
se extendió hasta donde pudo bien por límites físicos (sierras, municipios) o
económicos (zonas que no se desarrollaron según lo previsto)
Madrid:
El Ensanche madrileño nace con una
delimitación muy concreta, dado que se estableció un Paseo de Ronda que
actuó como una “muralla virtual” marcando el límite entre el Ensanche y el
extrarradio. Este paseo de Ronda, estuvo muy determinado por cuestiones
topográficas, al menos en su parte este ya que marcaba el inicio de las laderas
que caían hacia el arroyo Abroñigal (actual Calle
30)
6. Sobre la Relación con la Ciudad Preexistente
Barcelona:
El Plan Cerdà negaba el centro en su
propia concepción, por eso la existencia del casco histórico era un “accidente”
que se integraría en la medida de lo posible dentro de la gran trama. De hecho,
la propuesta presenta tres grandes avenidas que “rasgan” el casco histórico
para conectar las zonas del Ensanche que lo envuelven.
Madrid:
El Plan Castro seguía considerando el
núcleo antiguo como el centro de su Ensanche, que no era sino una corona
casi circular (excepto por el oeste) que envolvía al casco viejo. De
hecho, las vías y caminos que surgían
del Centro marcaron al Ensanche, al contrario que en el caso de Barcelona en
donde el Ensanche condicionó al Centro.
7. Sobre la Distribución Interna de Usos
Barcelona:
El programa de usos distribuido por Cerdá parte de la estructuración en distritos
de su Plan. Cada uno de ellos disponía de los suficientes equipamientos con una
distribución equilibrada, de forma
que los diferentes barrios tenían un funcionamiento
muy descentralizado. No hubo
planteamientos de segregación social de partida, aunque la realidad se
encargaría de diferenciar zonas nobles y obreras por ejemplo, por medio de la
localización y la arquitectura.
Madrid:
Castro partió de una sectorización de la
población según su clase social (barrios para clases altas, medias o bajas;
barrios obreros, industriales, etc.). Por otra parte los grandes usos se agrupan en lugar de ser distribuidos (zona de
recreo, militar, etc.).
8. Sobre la Manzana (trazado y edificación)
Barcelona:
Se basa en un planteamiento regular y
rígido (un cuadrado con esquinas achaflanadas, construido geométricamente).
Los lados del cuadrado son de 113 metros y las calles de 20 m. Las excepciones
se produjeron en las situaciones límite (bien con la Diagonal o con los
municipios contiguos). La edificación en el interior fue prevista en general
con dos bloques paralelos y un jardín central abierto. La realidad especulativa
acabó con esa idea, aumentando alturas y cerrando los cuatro lados de la
manzana y edificando en muchos patios.
Madrid:
Se basa en un planteamiento de cierta
regularidad, ya que las manzanas eran cuadriláteros, pero con un diseño
flexible que los adaptaba a las circunstancias. Hubo muchas excepciones
producidas por los arrabales interiores y los viarios irregulares que se
respetaron. También se pensó en una edificación mucho menos densa de la que en
realidad se construyó.
Diferentes disposiciones de manzanas para el Ensanche
de Madrid propuestas por Castro. La realidad fue muy diferente.
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9. Sobre el Resultado Final
Barcelona:
El Plan Cerdà sufrió modificaciones,
pero el trazado, en lo fundamental, fue respetado. Los principales cambios
afectaron a la edificación de la manzana (que acabó mucho más densa de lo
previsto inicialmente por la alta presión especulativa). También se encontró
con algún ajuste dimensional provocado por alguna preexistencia que tuvo que
ser absorbida o por los encuentros con los municipios y arrabales contiguos.
Madrid:
El Plan Castro sufrió grandes
modificaciones. El proyecto original se enfrentó a preexistencias en forma
de caminos y arrabales que no pudo evitar. También tuvo que adaptarse a la
implantación de industrias y ferrocarriles. Pero sobre todo padeció una gran
presión especulativa, que no solo afectó a la edificación en las manzanas (que
se densificó de forma extraordinaria), sino que obligó a reducir anchuras de
viarios, eliminar zonas verdes, o edificar en el interior de las manzanas para
aumentar edificabilidad.
10. Sobre la Implementación
Barcelona:
La implementación del Eixample fue diferente en función de las diversas zonas.
Por ejemplo, mientras se desarrolló con gran rapidez en su sector “noble” (Paseo de Gracia y entorno), quedó
prácticamente sin iniciar más allá de la actual Plaza de Glorias. La urbanización del entorno del Poble Nou, se retrasó bastante, debido
entre otras causas a una fuerte implantación industrial que desdibujó los
planteamientos de Cerdá. Hay que recordar que una de las vías principales del
Eixample, la avenida Diagonal no fue
completada hasta el año 2000.
Madrid:
El Ensanche de Madrid tuvo problemas para
consolidarse. El baremo económico alejó a mucha de la población inmigrante
que acababa alojándose en los extrarradios y la burguesía madrileña iba
trasladándose lentamente. En cualquier caso, las partes más cercanas al caso
tuvieron un desarrollo más rápido, aunque tuvieron que pasar 70 años para
considerar que se había culminado el Ensanche.
La serie sobre los Paralelismos y Divergencias entre Madrid y
Barcelona cuenta con las siguientes entradas:
Barcelona, Buenos Aires y La Plata, tienen un urbanismo muy similar. Interesantisimo para los que nos apasiona el urbanismo.
ResponderEliminarThanks for sharing a great blog about reformas en barcelona.
ResponderEliminarReformas en Barcelona
Excelente artículo, vaya trabajo tan elaborado, un artículo muy completo y desarrollado. Gracias por exponer para disfrute de lectura. Empresa de Reformas Lanzarote
ResponderEliminarBrutal trabajo que has realizado! Felicidades
ResponderEliminarReforma de Pisos en Barcelona