Toulouse-Le Mirail.
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En Toulouse
(Francia) se pudo materializar, aunque parcialmente, el ideal de la joven
generación de arquitectos críticos con la ortodoxia funcionalista. Los
renovadores imaginaron una ciudad “futura” más humana, diseñada para los
ciudadanos y no para los vehículos, en la que los espacios públicos permitieran
la interrelación entre las personas, y que pretendía, además, armonizarse con
el medio ambiente y ser respetuosa con la historia.
Sobre estas
bases nació, en 1961, Toulouse-Le Mirail. La nueva ciudad era un sueño realizable,
una brillante e innovadora utopía que tomaba forma, y parecía tener todos
los ingredientes para triunfar. Pero la
realidad fue otra. Toulouse-Le Mirail,
no llegó a completar su programa, abatida por una serie de problemas
económicos, políticos y sociales. Y aunque sus inicios fueron exitosos, acabaría transformada justamente en lo
contrario de lo que pretendían sus autores. El sueño derivó en pesadilla, el
barrio se convertiría en sinónimo de peligrosidad y la utopía dio paso al
desencanto.
Toulouse-Le
Mirail, el sueño fracasado de
los renovadores del Movimiento Moderno.
A finales de
la década de 1950, el Funcionalismo
se encontraba en plena crisis interna. El debate entre la “vieja guardia”
moderna, que mantenía la ortodoxia racionalista, y la nueva generación, que
reclamaba cambios profundos en las dinámicas urbanas del Estilo Internacional (y particularmente de la Carta de Atenas), se saldaría con la disolución de los CIAM y
la aparición del TEAM X como lugar de encuentro de los jóvenes arquitectos
reivindicativos.
La nueva
visión planteada, que aceptaba muchos de los logros de la modernidad, apelaba a las olvidadas emociones como componentes
fundamentales de la arquitectura y de la ciudad. La ciudad no podía ser
considerada exclusivamente como una máquina eficiente y debía recuperar su
papel como un lugar para la convivencia de las personas. Por eso surgieron nuevos
proyectos urbanos alternativos a las versiones maquinistas de la generación anterior. Una de esas propuestas fue Toulouse-Le Mirail. El hecho de que
lograra pasar del papel a la realidad, su gran tamaño, así como las
innovaciones espaciales y tipológicas que incorporaba, le proporcionaron una
repercusión extraordinaria.
En esos
mismos años, Toulouse estaba experimentando una presión demográfica muy
intensa. En 1960 contaba con aproximadamente 300.000 habitantes, pero la Guerra
de Independencia de Argelia (entonces un departamento francés) estaba forzando
un éxodo extraordinario (se calcula que aproximadamente un millón de personas
se dirigieron a Francia). Una parte importante de estos repatriados argelinos (los denominados pieds-noirs) se instalaría en el sureste francés (Marsella
principalmente, pero también Montpellier, Niza o Toulouse) generando graves
problemas de alojamiento en esas ciudades.
En el caso de
Toulouse, la inmigración fue intensa, generando un incremento demográfico que
sería fundamental para que en la década de 1960, dentro de la estrategia de
equilibrio territorial iniciada por el gobierno francés, la ciudad se
convirtiera en una métropol d’équilibre, y se beneficiara de la localización de
empresas e instituciones públicas (que comenzarían a forjar su orientación
aeronáutica-electrónica) iniciando un periodo de gran prosperidad.
En
consecuencia, Toulouse debía plantearse
con urgencia un crecimiento muy considerable para absorber a esa población
inmigrante y Le Mirail fue la
respuesta.
Ubicación de Le Mirail, en la margen izquierda del rio
Garona, en relación al casco histórico de Toulouse.
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La evolución
natural de Toulouse se encontraba en la ribera izquierda del rio Garona (el
casco histórico se sitúa en la derecha). Por esa razón se comenzaron a explorar
las posibilidades de esos terrenos para alojar el tan necesario crecimiento,
fijándose en la zona denominada Le Mirail. El nuevo alcalde (maire) de la ciudad, Louis Bazerque (miembro
de la SFIO, partido que se convertiría en 1969 en el Partido Socialista Francés),
había ganado las elecciones en 1958 prometiendo alojamiento para todos, y se
puso manos a la obra. En 1960 consiguió para Le Mirail la designación como ZUP
(Zone à Urbaniser en Priorité, zona
de urbanización prioritaria) y se comenzaron con urgencia los preparativos: se
convocó en 1961 un concurso para la realización de la nueva ciudad y se
iniciaron las expropiaciones. La ZUP abarcaba una superficie de unas 800
hectáreas (la mayor del país, doblando a la segunda) y preveía una población de
100.000 habitantes.
En 1962 se
falla el concurso, resultando ganador el equipo formado por Georges Candilis (1913-1995), Alexis Josic (1921-2011) y Shadrach Woods (1923-1973), junto a los
ingenieros H. Piot, J.N. Doulikian y J. François. El líder del equipo,
Candilis, que había sido discípulo de Le Corbusier y estaba destacando como uno
de los miembros más activos del TEAM X, formaría un tándem muy bien sintonizado
con el alcalde, que duraría hasta que éste perdió las elecciones municipales de
1971. Candilis, Josic y Woods habían expresado en su propuesta para Le Mirail su visión de la ciudad futura,
que rompía con los dogmas de la Carta de
Atenas funcionalista y establecía unas nuevas directrices basadas en las
personas y la vida ciudadana. Toulouse-Le
Mirail se convertía en el renovado sueño de la ciudad moderna.
Plano de la propuesta ganadora del concurso.
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Pero el sueño no se cumpliría. Los problemas presupuestarios y las
intrigas políticas acabarían con la derrota del alcalde Bazerque y el cese de
Candilis como director de la propuesta.
El planteamiento no se llegaría a completar y solamente una de sus partes (Bellefontaine) respondería a las
intenciones iniciales. Pero además, la visión idealista de los autores no se
vería refrendada por la realidad. Aunque hubo un cierto éxito inicial, Toulouse-Le Mirail acabaría
convirtiéndose en un ghetto con
graves problemas sociales, con altas cotas de inseguridad y elevadas tasas de
criminalidad. La degradación del barrio alcanzó también a la arquitectura y a
los espacios urbanos. Le Mirail se
convirtió en sinónimo de decadencia y peligrosidad.
Toulouse-Le Mirail fue denostado y rechazado como un “agujero
negro” de la ciudad. En 1992, un anciano Candilis retornaba a Le Mirail y observaba con tristeza e
incredulidad el fracaso de su utopía (existe una grabación de video
testimonial). En la actualidad Le Mirail
se encuentra en un profundo proceso de renovación dentro del marco de un Grand Projet de Ville (GPV) que está
conllevando importantes demoliciones de las construcciones originales. La
pregunta, que todavía sobrevuela en el aire, era ¿qué falló? El planteamiento había sido muy meditado, el
funcionamiento urbano era innovador y las propuestas formales eran brillantes,
pero la realidad fue un fracaso.
El planteamiento de
la ciudad del futuro: descripción
básica del proyecto de Toulouse-Le Mirail.
Candilis no
deseaba crear ni un Grand Ensemble ni
una Ville Nouvelle. Los primeros eran
inmensos barrios-dormitorio sin una vida ciudadana completa y las segundas eran
propuestas urbanas independientes, aunque en algunos casos fueran satélites de una
ciudad principal. Lo que se pretendía
crear en Le Mirail era un nuevo barrio de Toulouse, dotado con altas
cotas de autosuficiencia pero indisolublemente ligado a la ciudad, con la que
debía formar un único organismo.
La propuesta
de Toulouse-Le Mirail, fue la
consecuencia de una intensa elaboración teórica, que los autores venían
realizando en los últimos años acerca de las claves que debían caracterizar a
la “ciudad futura”, y que era objeto de debate dentro del seno del TEAM X. Las nuevas ciudades debían ser productos
destilados en los que, aceptando parte de los logros y de las virtudes de la Ciudad Funcional, debían incorporarse
una serie de nuevos temas que suponían una fuerte crítica al funcionalismo
ortodoxo. Las líneas de investigación avanzaban en un doble camino. Por un lado
estaba la reivindicación sobre la prioridad de las personas y sus necesidades,
más complejas que el planteamiento elemental de
las “cuatro funciones” de la Carta
de Atenas. Por el otro, desde un punto de vista más técnico, se investigaba
sobre la creación de nuevos entornos urbanos como resultado de la agregación de
“células” coherentes que formarían “tejidos” orgánicos y estructurados. En esta
línea se propusieron las nociones de “cluster”,
“stem” o “web/mat-building” como estrategias de diseño (conceptos que serán
analizados en otro artículo).
Pero la
densidad de los planteamientos teóricos no impedía la existencia de unas ideas
directrices claras y relativamente sencillas:
- Creación de un entorno urbano integrado (rechazando la zonificación funcionalista) en el que se mezclarían las zonas de vivienda con las actividades públicas y las zonas comerciales e industriales.
- Creación de un espacio concebido para el peatón, que se manifestaba en la separación radical entre la red de circulación de automóviles y los recorridos a pie de los ciudadanos.
Ciertamente,
estas dos ideas no eran nuevas en su tiempo (ya habían sido experimentadas en
alguna otra experiencia anterior) pero lo original en Toulouse-Le Mirail fue su aplicación, ya que se realizó una
proyección sistemática de los principios anteriores. Toulouse-Le Mirail se diseñó como una megaestructura unitaria, concebida como un juego combinatorio de unos
elementos base con unas reglas básicas de ensamblaje.
Esquema de las redes de tráfico (rodado y peatonal) de
la propuesta inicial. La gran dalle, la calle peatonal central, se manifiesta con
expresividad
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La estructura de la ciudad (la
separación de tráficos y la adaptación topográfica)
El armazón
del proyecto sería su estructura agregativa, dirigida por el deseo de dar respuesta al conflicto entre el tráfico rodado y el peatonal. Las necesidades de superficie para la
circulación y aparcamiento de los vehículos eran muy importantes y se pretendía
evitar que fagocitara los espacios dedicados a los peatones. El ejemplo de la Place du Capitole de Toulouse era
paradigmático: por la mañana era utilizada como mercado, pero por la tarde se
transformaba en una gran playa de aparcamiento que expulsaba al peatón del uso
de un espacio tan singular y representativo. Por eso, no solo se separarían los
tráficos sino que, en los espacios estanciales de la nueva ciudad se eliminaría
el aparcamiento de vehículos (que pasarían a ser subterráneos en una gran
parte).
La Place du Capitole de Toulouse, en una imagen de 1963
cuando era utilizada como aparcamiento público.
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El terreno presentaba
tres plataformas diferenciables, de las cuales, la oriental, situada en una
cota inferior, adoptaba una forma triangular que se enfrentaba a las otras dos.
Entre éstas, discurría un arroyo que desembocaba en el Garona y que generaba un
paisaje interesante con agua, árboles y arbustos que definían agrupaciones boscosas
junto a extensiones agrícolas. La decisión fue respetar al máximo el carácter
paisajístico de ese entorno. Con esta estrategia, la propuesta manifestaba otro
rechazo hacia la “isótropa” Ciudad
Funcional.
Entorno
paisajístico y ciudad debían convivir y complementarse. El medio físico debía
condicionar la forma urbana de manera que ésta surgiera naturalmente. Del
minucioso análisis topográfico surgió la adopción de una primera trama estructural, que sería destinada al tráfico rodado principal
y asumiría una geometría hexagonal, que se adaptaba sorprendentemente al
relieve y se convertiría en la generatriz de la estructura urbana futura.
Esta red
principal se completaba con una segunda
que conectaría la red de circulación principal con sus destinos (garajes
residenciales y aparcamientos públicos) que iba apareciendo en los intersticios,
como una ramificación fractal que buscaba la conexión con las edificaciones.
Sobre las
redes anteriores, se superpondría una
tercera, la más importante y característica de todas y que crearía un espacio
nuevo identificaría el centro (lineal) de la ciudad. Esta red se definía en
relación con la trama rodada y se vinculaba igualmente a las sugerencias de la
topografía. Surge de esta manera la Dalle, el gran espacio peatonal con
vocación de ser la columna vertebral de la actuación y que la atravesaba de
norte a sur y de este a oeste. Esta gran
plataforma (el significado de dalle es
losa) era una sucesión de espacios públicos peatonales donde se concentraría la
actividad ciudadana (los equipamientos, servicios y edificios dotacionales que se
ubicaban conectados con ella) y también aglutinaría la mayor densidad de
viviendas (los Grandes Bloques que,
además, proporcionarían recorridos interiores alternativos). Su objetivo era
distribuir equilibradamente la actividad
a lo largo de toda la ciudad. Además conectaría todas las partes de la ciudad con
el gran núcleo urbano, el corazón
ciudadano, situado aproximadamente
en el centro geométrico de la gran actuación.
Maqueta del núcleo central donde se aprecia la
brillantez formal de las propuestas imaginadas.
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La importancia de la integración del
contexto (el entorno medioambiental y la historia del lugar)
Candilis
reivindicaba con fuerza el valor del contexto preexistente como clave para
conseguir una identidad para los crecimientos urbanos. La consideración de las
sugerencias del entorno físico y el respeto hacia la historia del lugar fueron
dos criterios asumidos, que también chocaban frontalmente con la ortodoxia
funcionalista.
Así pues, en
primer lugar, al sistema formado por las redes urbanas de circulación (peatonal
y rodada) se le sumarían otras dos, relacionadas con el paisaje preexistente.
Serían una estructura verde formada
por corredores ajardinados que acompañaban a los principales ejes, y una estructura azul que recuperaba el agua
presente en el entorno como un importante recurso paisajístico gracias a la creación
de lagos y estanques distribuidos por la ciudad (y que se nutrían desde los
niveles freáticos de la zona).
El segundo
tema relacionado con el legado del lugar era la relación con la historia (“no
hay ciudad sin historia”, decía Candilis). Para los autores resultaba
fundamental armonizar lo nuevo con lo viejo, posibilitando la coexistencia del
pasado con el futuro. En Le Mirail,
la historia estaba presente gracias a varios châteaux (residencias palaciegas campestres de la nobleza) que se
encontraban diseminados por el terreno. Estos châteaux eran edificaciones de épocas diferentes y de distinto
valor pero serían mayoritariamente preservados para garantizar la presencia de
la memoria en la nueva ciudad. El objetivo no era convertirlos en piezas
aisladas de museo sino integrarlos, reconstruyéndolos y proporcionándoles un
uso que les otorgara un papel activo en la vida ciudadana. Allí se encontraban
el Château du Mirail (construido en
1680 y que daba nombre a toda la zona, vinculado actualmente a la universidad),
el Château de Reynerie (construido en
1781 y hoy propiedad del Ayuntamiento de Toulouse, con sus interesantes
jardines convertidos en parque público), el Château
de Fontaine Lestang, el Château de
Bellefontaine (en estos dos casos solamente se conserva una parte, la torre
del pigeonnier, el palomar) y el Château de Tabar (hoy reconvertido en
mezquita).
La revalorización de la calle como
base para la vida ciudadana.
Los autores
proponían una rehabilitación de la
morfología de calle, que había sufrido un gran rechazo por parte del
funcionalismo más ortodoxo. La calle
peatonal (principalmente la Dalle) era
la auténtica espina dorsal de la ciudad, en la que se ubicaban las tiendas,
los teatros, las iglesias, etc. y servía de conexión para el acceso, por
ejemplo, a las escuelas. La Dalle era
el intento de recuperar, para la ciudad moderna, los espacios que ya existían
en la ciudad tradicional y que eran muy apreciados por los ciudadanos (desde
las terrazas de los locales de hostelería, hasta los remansos de tranquilidad
para transeúntes, lectores o ancianos que buscaban el sol). La ciudad futura,
para Candilis, no debía ser un invento artificial sino que, en esencia, debía
reflejar a la ciudad existente pero con un diseño más adecuado.
En este sentido,
una de las preocupaciones de los proyectistas fue la relación del niño con la ciudad. El niño sería el futuro ciudadano
y debía conocer y amar su entorno. Los recorridos infantiles debían ser los
lugares más emblemáticos de la nueva ciudad. Para ello, los caminos desde la
casa hasta el colegio necesitaban ser tranquilos y seguros, permitiéndoles
correr, jugar y desplazarse sin peligro (la ausencia de coches se consideraba
una premisa fundamental). Los colegios y grupos escolares estarían distribuidos
equilibradamente en la estructura urbana a la menor distancia posible de las
viviendas.
Los vehículos tenían sus propios
trazados, que se
cruzaban en diferente nivel con los recorridos peatonales (yendo los coches por
el subsuelo). Sus destinos eran los aparcamientos, mayoritariamente
subterráneos (tanto públicos como garajes de las viviendas). Con ello se
garantizaba que la superficie exterior quedara libre y a disposición de los
ciudadanos. En palabras de Candilis: “el
terreno liberado de la esclavitud de los vehículos se convertía en dominio de
los peatones”. Los edificios serían los enlaces entre esos dos mundos
(peatones y vehículos) coenctando los espacios de aparcamiento subterráneo con las
redes de circulación.
Las propuestas arquitectónicas
La innovadora
propuesta de la estructura urbana fue complementada por varias tipologías
arquitectónicas que ofrecían algunas novedades interesantes. Al margen de la existencia de varias
alternativas dentro de cada categoría arquitectónica, las tipologías esenciales de Toulouse-Le
Mirail son tres: Los Grandes Bloques
lineales, los Bloques Pequeños, las Villas-Patio.
Las tres tipologías principales de Le Mirail: los
Grandes Bloques, los Pequeños Bloques y las Villas-Patio.
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Los Grandes
Bloques lineales eran la estrella de la nueva ciudad. Sus alturas
variaban desde las seis a las catorce plantas. Combinados con la calle central
(la Dalle), los Grandes Bloques expresaban la diversidad de la vida urbana de Toulouse-Le Mirail, cumpliendo además misiones
complementarias como elementos de conectividad. Por supuesto su cometido
principal era el residencial, pero también funcionaban como comunicadores,
ofreciendo recorridos alternativos a la calle central, protegidos de la lluvia
o del sol excesivo, enlazando los diferentes destinos, como mercados, parques,
espacios públicos o equipamientos de la ciudad.
Candilis pensaba que la arquitectura y el urbanismo eran lo mismo y ese
papel activo de los Grandes Bloques pretendía
demostrarlo (ofreciendo esos recorridos resguardados, tanto en planta baja como
en algún piso intermedio gracias a los corredores, las “coursives”).
Sección tipo de uno de los Grandes Bloques mostrando
los recorridos alternativos (la planta baja y los pasillos exteriores
“coursives” de las plantas elevadas)
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Los Grandes Bloques lineales de Toulouse-Le Mirail.
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Los Pequeños Bloques eran edificaciones de
dos a cuatro plantas que se organizaban ortogonalmente en torno a una escalera
(no disponían de ascensor) y eran la propuesta vital intermedia entre los Grandes Bloques y las Villas-Patio.
Los Pequeños Bloques de Toulouse-Le Mirail.
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Las Villas-Patio
eran una evolución de las investigaciones que Candilis había realizado junto a
Le Corbusier como responsable de los proyectos en el Magreb. Allí tuvo la
oportunidad de familiarizarse con el espíritu de la ciudad musulmana y sus
tipologías, así como experimentar con hábitats de bajo coste. Las viviendas
unifamiliares de Le Mirail recogerían
esa experiencia. Planteadas con una planta (en algunos casos contaba con un
segundo piso parcial), organizaban su funcionamiento en torno a un patio
interior. Sus ordenaciones son atractivos ejercicios sobre cómo resolver el
tema de la relación entre lo público y lo privado. Las Villas-Patio se agrupaban al margen de la gran estructura urbana
central creando unas condiciones de vida familiar más cerradas al exterior.
Las Villas-Patio de Toulouse-Le Mirail.
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Una organización sistemática.
La estrategia
de agregación (desde la “célula” hasta la “ciudad”) tenía un paso intermedio
natural en el “barrio”. La ciudad se organizó en cinco barrios (quartiers) que se interconectaban a
través del gran eje central (Bellefontaine, Reynerie,
Mirail-Université,
Bagatelle y Faourette, aunque solamente los tres primeros serían
desarrollados).
Por otro
lado, para garantizar el funcionamiento conjunto de Le Mirail con el casco de Toulouse, se aseguró el enlace de la nueva ciudad con la antigua,
potenciando una serie de vías que partían del centro histórico y se trazó una
circunvalación que envolvería el nuevo barrio. También se pensó en la transición entre la densidad urbana y el
entorno semiurbano, agrícola o no construido. La transición se efectuaría
por medio de zonas de baja densidad (viviendas y espacios de trabajo) que
rodearían a la densa e intensa estructura urbana interior.
La evolución y la
realidad de Toulouse-Le Mirail.
Las obras
comenzaron en 1964 por el barrio de Bellefontaine.
Las circunstancias posteriores harían que éste fuera el único donde se aplicara
el concepto original. Pronto llegarían los cambios. El barrio de Reynerie fue sometido a importantes
modificaciones del planteamiento inicial, sobre todo en las tipologías
arquitectónicas y en la reducción de la Dalle.
Pero sería el barrio norte, Le Mirail,
el que sufriría una reconfiguración más importante, con la implantación de la Universidad de Toulouse-Le Mirail (que
no estaba inicialmente prevista y se incorporó en 1966). Los otros dos barrios,
pendientes para una hipotética segunda fase, ya no serían desarrollados
siguiendo la planificación de Candilis-Josic-Woods.
Así pues, la
propuesta no se completaría y solamente se ejecutó la primera etapa, sobre unas
400 hectáreas y con un total de 11.681 viviendas dispuestas en los barrios Bellefontaine (3.435), Reynerie (5.382) y Mirail (2.864 viviendas), alojando a unas cuarenta mil personas,
lejos de las cien mil de los planteamientos iniciales. La propuesta de
alojamientos sociales, en cambio fue superior a la inicialmente prevista. Toulouse-le Mirail se convirtió en una Cité
HLM (Habitation à Loyer Modéré, viviendas de renta protegida)
muy asequible para la población.
El desarrollo
del proyecto estuvo acompañado de importantes problemas presupuestarios y de
innumerables turbulencias políticas. La salida del alcalde Bazerque, que perdió
las elecciones de 1971 fue trascendental para la evolución del proyecto. El
nuevo alcalde, el conservador Pierre Baudis, tenía otras ideas sobre Le Mirail (Baudis sería alcalde desde
entonces hasta 1983, fecha en la que sería sustituido por su hijo Dominique Baudis,
quien gobernaría hasta 2001). El desplazamiento de Bazerque supuso la pérdida
del gran impulsor del proyecto y Candilis, arquitecto-jefe del desarrollo,
acabaría siendo cesado, con lo que las dos principales “alma mater” del proyecto (político y técnico) ya no dirigirían el
destino de Toulouse-Le Mirail.
No obstante
la década de 1970 fue de gran éxito para
el nuevo barrio. La nueva ciudad, apoyada por un gran aparato publicitario,
resultó inicialmente atractiva para las clases medias tolosanas. En 1972
(cuatro años después de lo previsto) se concluyó Bellefontaine; en 1974 se terminaría el barrio de Reynerie (comenzado en 1969); y
finalmente en 1981 lo haría el barrio de Le
Mirail (iniciado en 1970). Entonces se daría por concluido el proyecto.
Imagen aérea del barrio de Bellefontaine, con los
Grandes Bloques lineales y los Pequeños de cuatro plantas.
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Pero a
principios de la década de 1980 la situación comenzaría a deteriorarse. La
propuesta residencial de Le Mirail
para las clases medias empezó a no resultarles satisfactoria. Primero porque en
poco más de diez años, los edificios comenzaban a manifestar problemas constructivos,
mostrando una obsolescencia acelerada,
como consecuencia de los ajustes presupuestarios durante su ejecución y del
escaso mantenimiento posterior. Pero también las modificaciones de la política
de vivienda, que facilitaban el acceso a la propiedad de viviendas
unifamiliares en otros lugares, hicieron que esas clases medias (que habían
mejorado económicamente) comenzaran a abandonar Le Mirail. La población original sería reemplazada espontáneamente por
una importante inmigración sin recursos (fundamentalmente procedente del
Magreb) que era atraída por la prosperidad de Toulouse y las bajas rentas del
barrio. La precariedad de los nuevos habitantes hizo que las viviendas de Le Mirail comenzaran a ser ocupadas por
más personas de las previstas, y esa intensidad de uso agravó aún más su deterioro.
Además, los colectivos recién llegados sufrían desarraigo y no entendían lo que
el espacio les proponía y su uso comenzó a desvirtuarse. Con ello, la degradación
de las edificaciones, del espacio urbano y de la convivencia social, se aceleraron
notablemente, precipitando la huida de muchos de los residentes franceses.
Entonces comenzó una espiral que provocó la pérdida de la diversidad social del
barrio que terminó convirtiéndose en un ghetto.
La falta de
oportunidades para este nuevo colectivo inmigrante empeoró el ambiente del
barrio y Le Mirail asistió al
crecimiento exponencial de las cotas de inseguridad y las tasas de
criminalidad. Le Mirail se convirtió en sinónimo de lugar peligroso. La identificación
del término Le Mirail como algo
negativo llevó, por ejemplo, al cambio de nombre de la Universidad, que ahora
se conoce como Université Toulouse-Jean
Jaurès.
La expansión
de Toulouse hizo desaparecer la discontinuidad entre Le Mirail y el centro histórico, y el barrio adquirió una posición
central dentro de la actual aglomeración urbana. Pero ese tejido se estaba
necrosando. Muchas voces advirtieron de que no podía dejarse morir. Además, la
estratégica situación adquirida podría proporcionarle oportunidades urbanas de
futuro. Algunas agrupaciones vecinales demandaban soluciones y el ayuntamiento
de la ciudad solicitó ayudas presupuestarias al gobierno francés para poner en
marcha una operación de renovación de gran calado. Quizá la tragedia de la
explosión de la industria química AZF en 2001 (solamente diez días después del
atentado al World Trade Center
neoyorquino), que dejó treinta y un muertos y más de dos mil quinientos heridos
graves y estaba situada junto a Le Mirail,
preparó emocionalmente la intervención radical en el barrio (Bellefontaine y Reynerie sufrieron importantes daños por la onda expansiva).
En la
actualidad, y desde hace más de una década, Le
Mirail se encuentra en un profundo proceso de renovación dentro del marco
de un Grand Projet de Ville (GPV), que se inició en 2001 y cuyo objetivo
es recuperar el barrio para crear un
área de nueva centralidad en Toulouse. Esta estrategia urbana está siendo
la directriz de una serie de actuaciones muy traumáticas para la estructura
original del barrio. En Bellefontaine
(y también en menor medida en Reynerie)
se han derribado varios de los Grandes Bloques originales con el
objetivo de reestructurar el barrio, modificando sus dinámicas espaciales y
abriendo otras perspectivas (con nuevas construcciones diferentes sustituyendo
a las demolidas).
Por otra
parte, la Universidad, el gran emblema de Le
Mirail, se encontraba desde hacia tiempo muy deteriorada constructivamente,
además de mostrar alguna incompatibilidad con la evolución de los requisitos para
los espacios docentes. Esto ha conllevado algunas demoliciones parciales que
han proporcionado espacios libres ajardinados y “solares” para implantar nuevos
edificios (más adecuados a las necesidades presentes). Más allá de las
amputaciones sufridas hasta el momento, la
reforma integral de la Universidad plantea la desaparición del conjunto original proyectado por
Candilis-Josic-Woods y su sustitución por un nuevo planteamiento (inspirado
en el espíritu Candilis según sus autores).
La Universidad de Le Mirail. De arriba abajo, maqueta
de la propuesta inicial, imagen de la realización original e infografía del
nuevo proyecto previsto para sustituirla.
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Las
esperanzas abiertas con el GPV y la
reforma de la Universidad no deben evitar el análisis del fracaso de Le Mirail y su propuesta urbana. Se ha
achacado el desengaño a cuestiones sociales (formación de un ghetto, elevada inseguridad, etc.) pero,
sin obviar esos problemas, la pregunta debe interrogar acerca del por qué se
produjeron esas circunstancias negativas. Quizá, ciertas contradicciones del planteamiento y algunos comportamientos típicos de
las sociedades humanas puedan aportar algún motivo de reflexión.
Porque puede resultar
paradójica la proclamada atención y prioridad de las personas con el gigantismo
de los planteamientos alejados de la escala humana, tanto en la edificación
como en los espacios. En la misma línea, puede cuestionarse que si el hombre
era el destinatario final, los grandes planes se olvidaran del detalle y no
advirtieran cómo algunos espacios eran residuales e incluso hostiles (la falta
de integración del automóvil motivó unos cuantos). También cabe preguntarse cómo
la flexibilidad anunciada se pudo tornar en rigidez, además de constatar que algunas
de las innovaciones no funcionaron (como las coursives, esos pasillos exteriores demasiado elevados e
inadaptados para el fin propuesto, o el centro exclusivamente peatonal que
perjudicó las propuestas comerciales).
En otro orden
de cosas, es difícil aceptar que la reivindicación de la identidad urbana pudiera
defenderse exclusivamente con la seriación y la repetición de bloques inmensos,
o que la legibilidad urbana se desvaneciera en una trama y disposición que
dificultaba la orientación de los ciudadanos.
Por otra
parte, es imposible que una propuesta arquitectónica pueda perdurar partiendo
de la más que ajustada calidad material de sus construcciones y su deficitario
mantenimiento. Pero además, la arquitectura, y particularmente la residencial, quizá
debe ser más consciente de su temporalidad, puesto que las propuestas vitales
cambian (como sucedió en Le Mirail, cuando
los miembros de la comunidad, llevados por sus legítimas aspiraciones de
mejorar, rechazaron lo que en otros momentos fueron opciones válidas). En estos
casos, la flexibilidad adquiere especial importancia.
Ciertamente,
las buenas intenciones iniciales no pudieron verse culminadas, pero queda la
duda sobre si la ciudad hecha de un solo impulso es capaz de satisfacer el desarrollo
natural de una comunidad (los sectores urbanos habitados por una única
generación acaban por generar problemas de futuro). Las sociedades humanas son
diversas y evolucionan, y las ciudades deben ser su reflejo.
Comparación del planteamiento inicial de Bellefontaine
y el estado actual, tras la demolición de varios de los Grandes Bloques y de la
Dalle.
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Bravo, c'est une recherche très précise :)
ResponderEliminar¡Excelente artículo!
ResponderEliminarLa moraleja, para mí, es que algo tan importante y complejo como una ciudad no es posible dejársela a la aventura de unos arquitectos y, menos aún, en un cierto momento. Debe ser un proceso revisable, multidisciplinario y participativo y debe cuidarse la calidad material de lo construido.
Muchas gracias por su aplicación e interés.
Me ha gustado mucho el articulo.
ResponderEliminarCasualidades de la vida.
La Universidad de Le Mirail. De arriba abajo, maqueta de la propuesta inicial, imagen de la realización original e infografía del nuevo proyecto previsto para sustituirla.
La estructura y proyecto de la Canope que aparece en la foto la estamos realizando una empresa de Granada. Grupo Salmeron.
En estos momento estamos trabajando en este bonito proyecto.
Saludos
Jose Salmeron
apasionante. me recuerda algo al caso pruitt-igoe, en eeuu, y similares. creo que estos casos sufren de la desidia y mala gestión posterior de los edificios construidos. no obstante hay algunas perspectivas paisajísticas del proyecto original realmente horrendas, el mega-patio que desaparece tras la demolición de parte de los enormes edificios es una muestra.
ResponderEliminarExcelente artículo! muy útil desde el punto de vista pedagógico. Muchas gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMuy interesante artículo.
ResponderEliminarUna busqueda profunda, tanto gráfica como escrita.
alguna otra pagina que tenga información mas ampliada sobre su arquitectura?
ResponderEliminarYo viví mucho tiempo en el Mirail y hasta hoy tengo grabados recuerdos de du particular clima. El artículo es excelente desde todo punto de vista. Un deleite osrsrk lector, y más para quien,como en mi caso, tiene o tuvo relación con la realidad aquí expuesta.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Gustavo. Saludos
EliminarExcelente artículo!!! Muy interesante desde el punto de vista de la redacción y las imágenes que acompañan. Gracias por su aporte.
ResponderEliminarSaludos
Estimado José Antonio Blasco:
ResponderEliminarNuevamente quisiera felicitarle por este artículo muy interesante, puntual y ilustrativo de esta "sueño fracasado", con las imágenes estupendas. Cabe recordar que con el fin de hacerle una propuesta al respecto para redifundir su excelente aportación, ya me atreví escribirle durante la semana pasada un correo electrónico, es decir el 21 de abril, agradeciendo de antemano una respuesta suya.
Sin otro particular, aprovecho la oportunidad en mandar de nuevo saludos cordiales,
Christof Göbel
Gracias, Christoph. Te he contestado directamente a tu mail. Saludos.
ResponderEliminarExcelente articulo, claro, profundo, interesante. Muchas gracias
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