Las
representaciones de la ciudad acostumbran a mostrar el escenario donde
transcurren nuestras vidas con espectaculares perspectivas o con impresionantes
cartografías que privilegian la arquitectura y los espacios icónicos. Los ciudadanos,
en el caso de aparecer, lo hacen como meros secundarios, para dar escala o
ambiente. Pero hay otra forma de mirar
la ciudad, componiendo su imagen a través de las historias de las personas que
la habitan, y el mundo del cómic ha profundizado en ella.
El caso de Will Eisner y Nueva York es
paradigmático. Con
más de sesenta años, Eisner, el creador de The
Spirit, el detective enmascarado, que había permanecido más de veinticinco
años alejado de la publicación de historias gráficas, retornó con fuerza al
mundo del comic. Pero lo hizo con una visión muy diferente, alejada del
entretenimiento y destinada a un público adulto, al que quería transmitir sus
reflexiones sobre la condición humana. Eisner denominó a sus nuevas historias “novelas gráficas”, término que acabaría
asentándose.
En esta
última etapa de su obra, Eisner volvió la mirada a su ciudad natal y a sus
gentes. Nueva York (especialmente
durante el periodo entreguerras) se convirtió en protagonista de sus nuevas
historias. Pero, la Nueva York de Will Eisner es diferente, porque su mirada se
focaliza en sus habitantes, en la gente de barrio, en sus pequeñas cosas y,
a partir de ellas, la identidad de la ciudad se va revelando en nuestra mente
como suma de experiencias.
Otra mirada hacia las
ciudades, la visión del mundo del cómic.
Hay muchas
formas de mirar la ciudad y de representarla. Está la visión de los cartógrafos
que dibujan impresionantes planos, la de pintores, con magníficas perspectivas
y vedutes o la de los grabadores que estampan
los principales hitos arquitectónicos de la ciudad. Pero también encontramos la
visión que los dibujantes de cómic realizan sobre los escenarios urbanos por
los que se mueven sus personajes.
El noveno
arte ofrece muestras impresionantes de ambientación urbana. Ciertamente, en los
cómics aparecen fantasías urbanas y ciudades neutras, ciudades futuristas y de
ciencia-ficción, pero también se presentan las ciudades reales (a veces con un
espíritu arqueológico y en otras reflejando la contemporaneidad). En algunos
casos, estas ciudades reales se muestran
como el escenario fundamental sobre el que transcurren las historias. Es
muy interesante comprobar cómo algunos de estos artistas del cómic han mostrado
una predilección especial por ciudades concretas que emergen con personalidad
propia, como un personaje más, en sus obras. La historia del cómic muestra idilios prolongados entre ciertos autores
y determinadas ciudades, algunos de los cuales ya han sido analizados en
este blog como El París de “Nestor Burma” (y de Léo Malet y Jacques Tardi).
Pero las historias gráficas también
pueden aportar otra mirada, que se focaliza sobre espacios más anónimos. En algunas ocasiones, en estos
lugares no identificables, donde los ciudadanos se convierten en protagonistas,
se crean atmósferas vitales cuya potencia expresiva nos permite ir conformando
una imagen mental de la ciudad.
La literatura
sabe mucho de eso. Novelas como Manhattan
Transfer de John Dos Passos o La
Colmena de Camilo José Cela, logran transmitir la vida en las ciudades en
un momento determinado a partir de un ejercicio coral donde los personajes
deambulan por el escenario urbano (La Nueva York de finales del XIX hasta la
Gran Depresión o el Madrid de posguerra, respectivamente).
El cómic, sobre
todo a partir de la aportación de Will Eisner, abrió un nuevo camino expresivo,
que se alejaba del mero entretenimiento infantil y juvenil para ofrecer
historias destinadas a los adultos, que profundizaban, sobre todo, en la
condición humana. Es el caso del maestro neoyorquino, que extrajo de su ciudad
natal historias que reflejaban la vida de sus habitantes. En ellas, la ciudad se
convertía en un escenario sin sus grandes iconos, pero identificable por las
tipologías que acompañaban a sus habitantes (por ejemplo, los tenements, casas de apartamentos en
alquiler)
Will Eisner. “New York. The Big
City”.
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La Nueva York de Eisner es
principalmente la Nueva York de entreguerras y posguerra, la de la inmigración que fue poblando barrios como
Brooklyn o el Bronx y donde se fue forjando ese carácter tan particular de
muchos neoyorquinos.
Nueva York
entreguerras
La evolución
de Nueva York durante la primera mitad del siglo XX es inseparable de lo
sucedido con Estados Unidos como nación. El inicio del periodo entreguerras del
siglo XX encontró un país que se presentaba como potencia internacional y concluyó con la nación que lideraría el
mundo durante las siguientes décadas. A su vez, Nueva York comenzó esa etapa
sentando las bases para ser una referencia y la terminó con la ciudad convertida
en la capital oficiosa del planeta.
Plano de Nueva York en 1917.
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Estados Unidos hacia el liderazgo
mundial.
En 1898 Estados
Unidos entró en la carrera imperialista (haciéndose con el control de la
mayoría de los restos coloniales españoles) y fue consolidando su estatus en el
panorama internacional. Tras la Primera
Guerra Mundial, alcanzaría una posición de privilegio, al formar parte de los
países aliados que habían resultado victoriosos. Estados Unidos ingresó así en
el selecto club de potencias mundiales. Además, Estados Unidos se había
convertido en una nación acreedora, asumiendo la posición que anteriormente
tenía Gran Bretaña. Una gran parte de las reservas obtenidas sirvieron de base
para la expansión a gran escala de la economía norteamericana. Estas reservas
permitieron el aumento del crédito y del consumo, gracias al cual fue posible
un rápido crecimiento industrial.
Se inició así
una década de gran prosperidad. La década de los años veinte, los “felices veinte”, fueron
paradójicos desde un punto de vista social. Por una parte se alcanzaron mayores
libertades, especialmente para la mujer, y la bonanza económica impulsó una
incipiente industria del entretenimiento (música, bailes o cine) pero, en
paralelo, la “ley seca”, que pretendía restringir el consumo de alcohol provocó
un incremento de su fabricación y tráfico clandestino con el asentamiento de grupos
mafiosos.
La década
concluyó con un shock: en octubre de 1929, el índice de la bolsa de Nueva York
se derrumbó (el conocido como crack del
29). Como consecuencia del crack bursátil, se inició una Gran Depresión, que conllevó un gran
aumento del desempleo, la disminución de los créditos, el freno del consumo y
la quiebra de numerosas empresas. En 1932, 12 millones de personas se
encontraban sin trabajo en Estados Unidos. La crisis norteamericana tendría
graves repercusiones en el resto del mundo occidental.
En 1939,
estalló la Segunda Guerra Mundial.
Los Estados Unidos, que en principio se mantuvieron neutrales, se lanzaron a la
contienda en 1942, provocados por el ataque japonés a Pearl Harbour. Su participación fue decisiva en la victoria de los
aliados, pero supuso algo más. El
impulso económico que produjo la Segunda Guerra Mundial hizo retornar al país a
la senda del desarrollo. Respecto a esta cuestión, el Premio Nobel de
Economía, Paul Krugman, en una carta abierta al presidente Obama, comentó: “What saved the economy, and the New Deal,
was the enormous public works project known as World War II” (Lo que salvó a la economía, y al New Deal, fue el enorme proyecto de
obras públicas conocido como Segunda Guerra Mundial). Estados Unidos consolidó su status de primera potencia occidental y su
influencia sobre el resto sería total.
Nueva York, el nacimiento de la
“capital del mundo”.
En 1898,
Nueva York inició una “nueva vida”. Su crecimiento repentino tras anexionarse
los municipios de su entorno (Brooklyn, Queens, Bronx y Staten Island) la llevó
a alcanzar los 3.437.200 habitantes poniéndola en la senda hacia su futuro
papel de líder urbano mundial.
Los característicos tenements (edificios de
apartamentos en alquiler) neoyorquinos. Fotografía de Berenice Abbot en 1936.
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Nueva York
era una de las principales puertas para la inmigración hacia Estados Unidos, y
muchos de los recién llegados se quedaron allí. Así se convirtió en un crisol de
etnias y nacionalidades que hicieron de Nueva York una ciudad construida por inmigrantes. La inmigración ha definido (y
lo sigue haciendo) la ciudad. La amalgama de culturas generó un caldo de
cultivo para la innovación y, además, la joven población que llegaba contribuyó
a aumentar la capacidad su productiva. No obstante, la influencia cultural y el
poderío económico (Nueva York se convirtió rápidamente un centro mundial de la
industria, el comercio y la comunicación) tuvo que superar graves conflictos
entre los diferentes grupos.
Las primeras oleadas
de inmigración, sucedidas a lo largo del siglo XIX atrajeron alemanes y
numerosos irlandeses, pero con la entrada del siglo XX llegaron polacos, italianos
o judíos rusos. También los orientales y afroamericanos, así como los
inmigrantes de centro y Sudamérica, irían dejando su impronta. Durante la
década de 1920, Nueva York fue uno de los principales destinos de los
afroamericanos procedentes del sur de los Estados Unidos (la conocida como
“Gran Migración”). En esos años llegaría a ser la ciudad más poblada del mundo
desbancando a Londres, que había ocupado esa posición durante más de un siglo.
Con todo, Nueva
York fue colmatando su territorio: Manhattan vio cómo se consolidaba el Midtown y también como Harlem, uno de
los principales destinos de la población negra, se convertía en uno de los
barrios más activos de la ciudad, sobre todo en la época de la prohibición.
Brooklyn o el Bronx fueron el destino de muchos de los nuevos residentes
neoyorquinos, que fueron alojándose en una
tipología edificatoria que se convertirá en característica de la ciudad: los tenements, modestos edificios de apartamentos en alquiler, que serán especialmente numerosos en
los distritos periféricos y transmitirían una imagen muy identificable con sus
escaleras de incendios o sus escalinatas de acceso.
Will Eisner. “New York. The Big
City”.
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Pero, también
en esta época se consolidó definitivamente la imagen icónica de Nueva York como ciudad de los rascacielos.
La tipología de grandes edificios en altura nació en Chicago con las innovaciones
tecnológicas que aplicaron los arquitectos e ingenieros de la I Escuela de Chicago. Nueva York se
sumó pronto a la construcción de rascacielos y a finales de la década de 1910
se habían levantado alguno de sus hitos
más representativos. La primera generación de rascacielos neoyorquinos cuenta
con ejemplos tan destacados como el considerado como el primero de la ciudad,
el edificio Flatiron proyectado por Daniel Burnham, y también el Metropolitan
Life Tower construido en 1907 por el arquitecto Napoleon LeBrun o el
edificio Woolworth culminado en 1913
según el diseño de Cass Gilbert.
Rascacielos neoyorquinos de la primera generación. A la
izquierda el Flatiron y a la derecha el Met Life.
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Esta primera
etapa de construcción de rascacielos finalizaría en el año 1916 cuando se
estableció una regulación sobre su formalización y diseño. La Ley de
Zonificación de 1916 pretendía solventar los problemas de soleamiento y ventilación
del espacio público que se estaba viendo muy reducido por las grandes moles
edificadas. Para ello, la nueva normativa de edificación obligaría a realizar
retranqueos en las fachadas en función de la altura (lo cual les llevó a recibir
la etiqueta de “pasteles de boda”)
A partir de
estas ordenanzas, los rascacielos neoyorquinos inician una segunda generación
que se distinguiría tanto por ese diseño escalonado como por la adopción del
Art Déco como estilo característico. Desde el punto de vista de su distribución
urbana, estos rascacielos iniciaron la colonización del Midtown de Manhattan con ejemplos como el Chrysler Building (William Van Alen, 1930), el Empire State (Shreve, Lamb y Harmon, 1931) o el Rockefeller Center (Raymond Hood, 1939).
Aunque la Gran depresión iniciada en el año 1929 afectaría a la construcción de
estos grandes edificios, renacerían con fuerza a partir de la Segunda Guerra
Mundial, con la denominada tercera generación de rascacielos.
La Gran
Depresión iniciada con el “crack” bursátil de 1929, frenaría el desarrollo
neoyorquino, originando un fuerte desempleo y un incremento de los índices de
pobreza.
Rascacielos neoyorquinos de la segunda generación. A la
izquierda el Empire Estate y el Chrysler y a la derecha el Rockefeller Center.
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En 1933
llegará a la alcaldía de Nueva York, Fiorello LaGuardia, para muchos el mejor
alcalde que ha tenido la ciudad. Su gobierno duraría hasta 1945. Bajo su
mandato creció la figura de Robert Moses, el polémico planificador urbano que
determinaría la evolución de la ciudad durante casi treinta años. LaGuardia fue
un político de gran dinamismo que sentó las bases de la recuperación
neoyorquina. Gran defensor del New Deal,
puso en marcha un ambicioso programa de obras públicas (junto a Moses y con abundante
financiación federal), que proporcionó empleo a miles de neoyorquinos y logró
que Nueva York desarrollase su infraestructura. Sirva como ejemplo la creación
de un aeropuerto comercial dentro de la ciudad (que acabaría siendo denominado
en su honor: Aeropuerto LaGuardia).
En este
contexto, suele considerarse que la
Exposición Internacional de 1939, celebrada en honor del 150 aniversario de
la investidura de George Washington, marcó el inicio del final de la Gran
Depresión, con su mensaje optimista basado en los avances tecnológicos que
fueron presentados con el lema "Building
the World of Tomorrow" (construyendo el mundo del mañana). La Expo
1939/1940 (porque fue reabierta durante el verano de 1940), fue ubicada, por
indicación de Robert Moses en un antiguo vertedero que se encontraba en Queens,
en el entorno de la desembocadura del arroyo Flushing. Esta localización se convertiría posteriormente en un
gran parque (Flushing Meadows-Corona Park)
que determinaría el desarrollo del área (y también acogería la siguiente gran
Expo neoyorquina, la de 1964 o las instalaciones deportivas del U.S. Open de tenis).
Imagen aérea sobre la Exposición Internacional
de 1939.
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Tras la guerra, Estados Unidos se
convertiría definitivamente en el líder mundial y Nueva York, que en
1940 contaba con 7.455.000
habitantes, asumiría su papel de capital oficiosa del mundo.
Manhattan en 1940 con el Bronx en primer plano y los
rascacielos del Midtown al fondo.
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La Nueva York de Will
Eisner.
Will Eisner, el maestro de la novela
gráfica.
Will Eisner
(1917-2005) fue uno de los autores de cómic más influyentes. Sus obras y su
labor didáctica se complementaron con su esfuerzo por prestigiar el medio y
dirigirlo hacia un público adulto, lo que le llevó a concebir la “novela
gráfica”.
Eisner obtuvo
un rápido reconocimiento internacional gracias a su celebrado personaje “The Spirit”, el detective enmascarado
que apareció entre 1939 y 1952. Eisner destacó rápidamente por la originalidad
de sus planteamientos narrativos, por sus encuadres cercanos al lenguaje
cinematográfico o por la rotundidad de sus juegos de luces y sombras.
Durante la
Segunda Guerra Mundial, aportó sus conocimientos gráficos a las necesidades de
comunicación militar, lo que le permitió advertir las posibilidades de la
ilustración como herramienta pedagógica. En 1952 abandonaría la producción de
historias de su famoso personaje para centrarse en el mundo de la didáctica a
través de la ilustración. Para ello, fundó la American Visuals Corporation con el objetivo de producir, con
lenguaje gráfico, material educativo y manuales para el ejército (en la revista
PS Magazine), para el gobierno y también
para el mundo de los negocios.
Hasta finales
de la década de 1970 Eisner no recupera su interés por la producción de comic.
Con más de sesenta años, y tras más de veinticinco alejado de la publicación de
historias gráficas, retornó con fuerza al mundo del comic. En esta última etapa
de su vida, Eisner rastreó en su propia memoria y en su ciudad, Nueva York,
para contar nuevas historias destinadas a un público adulto. Estas historias
profundizaban en la condición humana y sus temáticas, costumbristas, a veces
tiernas y en ocasiones crueles, se apartaban de la tradicional senda de
aventuras, fantasía o humor que caracterizaban hasta entonces el mundo del
cómic. En 1978 publicaría la primera de ellas A Contract with God, and Other Tenement Stories (publicado en
España con el título “Contrato con Dios”) lanzando la idea del comic como
“novela gráfica”, otra de sus aportaciones decisivas al mundo del cómic. La
“novela gráfica” no pretendía ser un mero entretenimiento sino que buscaba motivar
la reflexión. Finalmente el término “novela gráfica” haría fortuna, aunque no
por las intenciones iniciales de Eisner, sino porque la industria del cómic vio
el filón comercial que suponía un público adulto que creció entre tebeos y
cómics.
La vocación
didáctica que Eisner había manifestado en su época empresarial, también
continuó en esta etapa de su vida, aunque lo hizo centrándose en la propia
producción de historias gráficas. El maestro acabaría impartiendo clases sobre
la técnica del cómic y la novela gráfica en la Escuela de Artes Visuales de
Nueva York. De esa experiencia nacerían dos libros: El cómic y el arte
secuencial (Comics and Sequential Art,
19851985) y La narración gráfica (Graphic
Storytelling and Visual Narrative, 1996).
La Nueva York de Will Eisner.
Nueva York se
encuentra muy presente en las obras de madurez de Eisner al convertirse en el
escenario de muchas de ellas. Eisner volvió la mirada hacia su ciudad natal
(había nacido en Brooklyn), con una particular intención sobre el paisaje
sentimental que vivió en su juventud (el periodo entreguerras y posguerra de la
Segunda Guerra Mundial) realizando un magnífico homenaje a la Gran Manzana.
Will Eisner. “New York. The Big
City”.
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Normalmente, cuando
las ciudades alcanzan protagonismo en los cómics, suelen hacerlo como
espectaculares fondos para la acción que narran. Pero en la obra de Will Eisner es diferente, porque, aunque de las atmósferas que
crea también surge una poderosa imagen de la ciudad, ésta emerge realmente desde
sus habitantes, ya que sus historias nos permiten componer en nuestra mente
una identidad urbana como suma de experiencias. Así pues, Eisner se alejó de la
imagen icónica de Nueva York y rastreó sus barrios y sus gentes, anónimas pero
fundamentales en la conformación del carácter de la ciudad.
Eisner
publicó una serie de novelas gráficas centradas en esa Nueva York de su memoria,
vertiendo sus reflexiones sobre temas
como la memoria colectiva, la soledad, la indiferencia, y muchas de las
miserias de la condición humana aunque también aparecen sus grandes virtudes,
en la solidaridad, la voluntad de vivir, o el esfuerzo para mejorar.
Will Eisner. “Avenida Dropsie”.
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No obstante, Nueva York se convertía en una metáfora de
todas las grandes ciudades. Will Eisner explicó sus intenciones en su
introducción a “New York: Life in the Big
City”:
“Aquí he abordado una serie de relatos
construidos alrededor de nueve elementos que, al verse en conjunto, conforman
mi retrato personal de la vida en una gran ciudad... de cualquier ciudad.
Vistas a distancia, las grandes ciudades
son una acumulación de edificios enormes, una gran población y una gran
superficie. Para mí esto no es lo verdaderamente “real”. La gran ciudad vista
por sus habitantes es lo que realmente importa. El verdadero carácter de la
ciudad se encuentra en las grietas de sus suelos y alrededor de los elementos
más pequeños de su arquitectura, donde gira la vida diaria.
Los retratos son una cosa muy
personal, así este esfuerzo creativo refleja mi propia perspectiva. Como yo
crecí en la ciudad de Nueva York, su arquitectura interna y los objetos que
pueblan sus calles se ven reflejados en esta obra de modo ineludible. Pero
también conozco muchas otras grandes ciudades y lo que aquí expongo pretendes
ser aplicable a todas ellas”.
Entre la
producción con escenario neoyorquino destacan varias obras, en particular:
- Nueva York (New York. The Big City, 1981), una colección de historias cortas, de todo tipo agrupadas en nueve categorías (una rejilla de alcantarillado como “lugar de encuentro”; el Metro; las escalinatas características de acceso a los edificios residenciales; basuras; ventanas; centinelas, en referencia al mobiliario urbano; paredes; música callejera y la manzana) que llegan a constituir una especie de collage costumbrista.
- El Edificio (The Building, 1987) en el que se relata la vida de cuatro personajes que habitaron un edificio y permanecen como fantasmas incluso tras ser sustituido por otro.
- Apuntes sobre la gente de ciudad (City People Notebook, 1989) planteado como una secuela a “The Big City” con narraciones cortas e intensas.
- Gente invisible (Invisible People, 1992) con nuevas historias sobre personajes anónimos que representan a esa mayoría silenciosa que habita las ciudades.
Will Eisner. “New York. The Big
City”.
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Las cuatro
novelas gráficas fueron reunidas en un volumen titulado “Will Eisner's New York: Life in the Big City (The New York Tetralogy)”
(publicado en España como “Nueva York. La vida en la gran ciudad” por Norma
Editorial en 2007)
Las derivas
neoyorquinas de Eisner tienen también otras obras representativas, como la
“novela gráfica” inicial Contrato con
Dios (A Contract with God, and Other Tenement Stories, 1978), en la que
se relata la vida en los tenements
del Bronx de la década de 1930; Afán de
vida (A Life Force, 1988) en la
que se rememoran los problemas sociales y las dificultades de supervivencia
individual que generó la Gran Depresión; o la Avenida Dropsie (Dropsie
Avenue, 1995) en la que mostraba, a través de la historia de varias
generaciones, la evolución urbana y social de una zona del South Bronx,
mostrando las problemáticas derivadas de la integración de la inmigración, la
aparición de las drogas, la corrupción política o la delincuencia que marcaron
esa zona de Nueva York durante décadas.
En la Nueva York de Will Eisner no aparecen
los grandes rascacielos ni los emblemáticos espacios de la ciudad, sino la vida
en los barrios humildes de Manhattan, Brooklyn o del Bronx, con sus
característicos tenements. Sus
historias, logran construir una imagen nítida de la ciudad, una Nueva York en
estado puro.
José Antonio,
ResponderEliminarHay que agradecerte tu magníficos artículos tan bien documentos a la vez que sugerentes. Resulta muy motivador leer las sinergías que despiertan las visiones de las distintas ciudades del mundo desde la lejanía. ¡Buen trabajo! Gracias por compartirlo.
http://2worldtree.blogspot.sg/2013/12/naoshima-dia-de-bicicleta.html
Un saludo.
Gracias Miguel. Acabo de recorrer tu viajero y reflexivo blog y me ha resultado muy interesante. ¡Animo!
Eliminar¡Excelente artículo!
ResponderEliminarEn verdad las imágenes de Eisner revelan las entrañas de la vida ciudadana, cosa que no logran las fotografías.
Una pregunta impertinente: ¿Las imágenes de Eisner tienen derechos reservados o son de dominio público? Si este último fuese el caso, solicito autorización para publicar ciertas imágenes en mi blog. Son material estupendo para la reflexión.
Agradecido por tu atención
Gracias Néstor. Eisner es un gran observador de la vida cotidiana. Desconozco si las imágenes tienen derechos reservados. Proceden de la propia web y en cualquier caso son un homenaje al maestro. Un saludo.
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