En 1672 salió de los talleres de
los grabadores parisinos Jollain, un plano
de Nueva Amsterdam, que ocultaba un fraude destinado a incautos amantes de
la cartografía.
Eran otros tiempos y la información
fluía lentamente, lo cual permitió una trampa, que finalmente resultó doble. La
primera fue seguramente involuntaria, un error propiciado por el
desconocimiento general, ya que hacía
ocho años que Nueva Amsterdam “no existía”. En 1664 había dejado de ser una
colonia holandesa para pasar a control de los británicos, quienes entonces le cambiaron el nombre por el de Nueva York.
Pero, si solamente hubiera sido por
ese lapsus informativo, el plano de los Jollain no hubiera alcanzado la
categoría de estafa. Porque el segundo engaño, y este sí, totalmente
premeditado, es que la ciudad
representada no era Nueva York sino Lisboa. Con una desfachatez asombrosa,
el pícaro autor copió el plano de la capital portuguesa y le dio ligeros
retoques para proporcionarle “credibilidad”.
Desconocemos el grado de
responsabilidad de los Jollain, pero en cualquier caso, y dado el precio que
alcanzaban estos grabados en su tiempo, nos
encontramos ante el que pudiera ser el mayor timo de la historia de la
cartografía. No obstante, en la actualidad, este caso no pasa de ser una curiosidad
que tiene su lado divertido al descubrir los trucos empleados para disfrazar a
Lisboa de Nueva York.
El original plagiado:
la Lisboa del “Civitates Orbis Terrarum”
El Civitates Orbis Terrarum (Las ciudades
del mundo) es la primera representación
sistemática de ciudades realizada. Fue un Atlas publicado entre 1572 y
1617, en seis volúmenes, con ejemplos de todo el mundo conocido hasta entonces.
El conjunto presenta 546 vistas comentadas de ciudades, compaginando tanto
plantas iconográficas como perspectivas oblicuas “a vista de pájaro”. Los
volúmenes originales fueron apareciendo en los años 1572, 1575, 1581, 1588,
1598 y 1617, impresos en Colonia (Alemania). El Atlas sería posteriormente
reimpreso y reeditado en diferentes países.
El editor de
la colección fue Georg Braun (1541-1622), canónigo de la Catedral de Colonia,
quien coordinó un numeroso grupo de personas que participaron en tan magna
obra. Los dibujos fueron realizados por varios artistas, entre los que destaca Joris
Hoefnagel (también conocido como Georg Hufnagel, 1542-1600), artista flamenco
que recorrió numerosos países para componer sus vistas urbanas.
Los grabados
de los primero cuatro volúmenes fueron estampados por Franz Hogenberg
(1533-1590), quien realizó 363 hasta su fallecimiento. Su labor fue continuada
por Simon van den Neuwel (también conocido como Novellanus) que realizó los
volúmenes quinto y sexto publicados en 1598 y 1617.
Los textos
que acompañan a las imágenes, escritos en latín y redactados en su mayoría por
el propio Braun, informan sobre aspectos relevantes de la ciudad, como su
historia, su geografía, su situación o aspectos sociales y comerciales de la
misma. El Civitates Orbis Terrarum se
convirtió en un objeto de deseo para los “viajeros de salón” (especie que
actualmente sigue existiendo, aunque dispone de muchos más medios, como navegar
por internet)
El Civitates Orbis Terrarum fue considerado
un complemento urbano del Theatrum Orbis
Terrarum (El Teatro del mundo), que había sido publicado en 1570 por Abraham
Ortelius (1527-1598) y es
unanimenten considerado como el primer atlas editado en el mundo. Su primera
versión contenía 70 mapas: uno de cada continente (Europa, Asia, África, Nuevo
Mundo, 4 en total), 56 de zonas y países de Europa, y 10 de Asia y de África,
todos convenientemente ordenados. En ediciones posteriores el número de mapas iría
aumentando hasta la muerte de Ortelius. Se ha considerado que el Civitates Orbis Terrarum se inspiró en
él Theatrum y, en cierto modo, lo
completó con la escala urbana. Parece que el propio Ortelius llegó a asistir
puntualmente a Braun en su trabajo.
Panorámica de Lisboa dibujada para el primer volumen
del Civitates Orbis Terrarum, publicado en 1572.
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Lisboa aparece dos veces en el Atlas. Lo hacía en el primer volumen de
1572, con una vista panorámica a vista de pájaro tomada desde el rio Tajo (en
la misma lámina también aparecía una vista aérea de Cascais) y volvió a
aparecer en el quinto volumen, editado en 1598. En este nuevo plano de la
capital portuguesa, el punto de vista se elevaba para ofrecer un adecuado
callejero de la ciudad. Este segundo plano
de Lisboa, realizado en 1598, será el plagiado para convertirlo en Nueva York.
La
composición del plano se estructura en franjas horizontales. La superior se
destina al cielo y en ella se incluye tanto el título como los diferentes
escudos de armas del Reino de Portugal y de la ciudad de Lisboa, así como
algunas anotaciones sobre el origen del toponímico. Descendiendo, la segunda
banda es propiamente la vista urbana. La tercera está ocupada por el rio Tajo y
embarcaciones que navegan por él. Destacan las carabelas, barcos
característicos de la marina portuguesa (y española) de aquellas épocas.
Finalmente la franja inferior recoge los textos escritos en latín para
describir de la ciudad.
La estampación original del plano de Lisboa de 1598 que
fue incorporado al Civitates Orbis Terrarum, en su quinto volumen y sería
objeto de la adulteración.
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El dibujo
representa a la Lisboa anterior a la transformación dieciochesca que siguió al gran desastre ocasionado por el
terremoto de 1755. Podemos apreciar a la izquierda el Barrio Alto y el Chiado, en el centro la Baixa y a la derecha, la colina do Castelo, con el Castillo de San Jorge
en su cima y el Barrio de la Alfama en sus laderas. Se destacan la Catedral (la
Sé de Lisboa, o Igreja de Santa Maria Maior), el Palacio Real en la ribera del rio
(Paço da Ribeira) con su contiguo Terreiro do Paço (futura Plaza del
Comercio) por el este y los astilleros por el oeste. Igualmente se magnifica el
Rossio, la plaza interior que era el
auténtico corazón de la vida ciudadana lisboeta presidida por el Hospital Real de Todos os Santos. Otros
elementos arquitectónicos son perfectamente reconocibles, como la iglesia de
San Vicente que se construyó en tiempos de la redacción del mapa o la Iglesia
de la Gracia, una de las más antiguas de Lisboa.
La versión coloreada del plano original de Lisboa en
1598.
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Con todos
estos elementos singulares, hitos característicos de Lisboa, sorprende el atrevimiento del que hicieron
gala los timadores para hacer pasar la capital portuguesa como si fuera Nueva
York. Solamente puede explicarse por la ignorancia de una época en la que
los viajes eran escasos y el conocimiento del mundo era muy limitado, y desde
luego no estaba extendido al conjunto de la población.
La falsificación: El Nowel Amsterdam en Lamerique de Chez Jollain
La historia
de los Jollain como familia de grabadores francesa no es muy precisa. Sabemos
que estuvieron activos durante el siglo XVII y XVIII, y parece que el fundador
de la dinastía sería Gerard Jollain, quien se encuentra documentado en 1660 y
fallecería en 1683. Las fechas sugieren que sería este Gerard Jollain, el
implicado en la falsificación.
En 1672, sale
de Chez Jollain en París un plano que
muestra la “imagen actualizada” de Nueva Amsterdam, la ciudad situada en el
Nuevo Mundo y que comenzaba a emerger como una de las principales de la América
del Norte. Nueva Amsterdam, era uno de los puertos principales de la costa Este
norteamericana, controlado por los holandeses, y el comercio con Europa era
fluido. La lejana ciudad se había instalado en el imaginario de esos
comerciantes que deseaban poseer alguna “estampa” de esa urbe tan relacionada
con su prosperidad.
Pero en
aquellas épocas, confeccionar un plano era
una labor muy costosa. Había que trasladar al lugar concreto a dibujantes,
topógrafos y un equipo de ayudantes, lo cual, además de los honorarios,
significaba viajes y manutenciones que se prolongaban en el tiempo, ya que la
tarea no era sencilla. Además había que contratar colaboradores “in situ” que
prestaran apoyo logístico al equipo artístico. También solía ser necesario
“vencer” (económicamente) alguna reticencia para obtener información. En
definitiva, un proceso largo, arriesgado y, sobre todo, muy caro. Pero esto
solamente era la parte inicial del proceso. Si la primera etapa se lograba
culminar con éxito, había que proceder al grabado de los dibujos, lo cual
requería manos expertas y con habilidad. Hecho que reducía la oferta a unos
pocos talleres de estampación que contaban con la experiencia y tecnología
necesaria para garantizar la calidad del resultado. Y esto tampoco era barato.
Luego llegaban las fases finales de comercialización y venta, con
suscripciones, envíos a los solicitantes, etc.
Si no se
contaba con el patrocinio de algún noble, o de los reyes, la edición de planos
era una empresa arriesgada para los particulares. Por eso la edición del Civitates Orbis Terrarum fue una labor
encomiable. No obstante, la avidez por los planos de ciudades, en un mundo tan
cambiante como el del siglo XVI, hacía intuir el éxito comercial (y por
supuesto científico) de la operación. Así lo entendió el canónigo Georg Braun,
alma impulsora de la aventura. Y la realidad le confirmó sus expectativas. El
Atlas fue un éxito y proporcionó considerables beneficios.
Puede
sorprender que los timadores tuvieran la osadía de copiar una de las imágenes
de un Atlas que había tenido difusión. Pero hay que tener en cuenta que el
Atlas era un objeto de lujo, carísimo y solo al alcance de unos privilegiados
que podían llegar a pagar esas elevadas cantidades. El pueblo llano,
comerciantes o incluso la baja nobleza estaban muy lejos de poder acceder a esa
fuente de conocimiento.
Ahora bien, la
compra de un solo plano, una ilustración que reflejara el aspecto de la ciudad
soñada, sí podía resultar asequible para un mayor número de personas, a pesar
de que el precio no sería barato.
El “Nowel Amsterdam en Lamerique”, editado por los
Jollain en París en 1672. El timo se había consumado.
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Y por fin, salió
de los talleres de grabado el mapa
mostrando “Nowel Amsterdam en Lamerique”,
como reza el título (Nueva Amsterdam en América). Las leyendas que acompañan el
plano no “dejan lugar a dudas” de que lo representado en él es la famosa ciudad
del otro lado del Atlántico. La leyenda del faldón inferior, en latín y en
francés, describe la ciudad y sus circunstancias sin ningún reparo. Además, en
la esquina superior izquierda se presenta un esquema de la región,
identificando la localización de Nueva
Amsterdam y otros hitos de la zona como Fort Nassau (ubicado en la actual Gloucester City en New Jersey) o Le Fort d’Orange (el primer asentamiento
que hubo en Nueva Holanda, situado en donde actualmente se encuentra la ciudad
de Albany). El esquema también hacía alusión a múltiples tribus indígenas que
habitaban por los alrededores, entre las que destaca la referencia a las que
habitaban el entorno de los Grandes Lagos, presentados como “Lacs des Iroquois, peuples tres cruels”
(lagos de los Iroqueses, pueblos muy crueles). Seguramente esta inscripción
produciría algún escalofrío de temor en los adquirentes del plano al pensar en
aquellos salvajes, asesinos de sus civilizados compatriotas y, de paso,
otorgaba una mayor “firmeza” al engaño.
Una vez
contextualizado, ya se podía apreciar el mapa que representaba la situación de
Nueva Amsterdam en ese momento. Cuestión que hubiera sido normal si no fuera porque la ciudad allí dibujada no era la
transatlántica sino la cercana capital portuguesa, Lisboa. Eso sí
disfrazada como en un carnaval. Vamos a desgranar algunos detalles.
En primer
lugar hay que hacer referencia a que el engaño
fue doble, aunque la primera parte del mismo podría haber sido
involuntaria, porque en 1672, Nueva
Amsterdam ya no existía. La colonia holandesa había pasado a ser controlada por
los británicos y su nombre se había cambiado por el que actualmente conocemos:
Nueva York. Habían pasado ocho años y en la “informada” Europa todavía no
había trascendido al público general el hecho del dominio colonial británico de
la región norteamericana. La antigua colonia conocida como Nueva Holanda o Nuevos Países
Bajos (traducción de Nieuw-Nederland,
en neerlandés) llevaba en la fecha de publicación del plano (1672) casi una
década de control británico (como Provincia
de Nueva York desde 1664).
Pero donde la
falsificación es totalmente premeditada es en la “reconversión” de la ciudad, con detalles casi hilarantes en el disfraz
de Lisboa para presentarse como Nueva York.
El rio Tajo
se convierte en el Mer du Nort (Mar
del Norte, aludiendo al Océano Atlántico septentrional) y las carabelas
portuguesas que se encuentran en el cauce fluvial son eliminadas para evitar su
identificación. Quizá no se supiera que Nueva York había sido rebautizada ni cual
era su aspecto, pero si se podían reconocer esos barcos que proporcionaron gran
ventaja en la navegación a los marineros portugueses y españoles. Las carabelas
tenían la proa ligeramente inclinada, un único castillo de popa, un palo mayor
y una mesana, por lo general con aparejo latino. Este tipo de embarcación
existía desde hacía tiempo pero su evolución la había convertido en una nave
muy veloz y muy sencilla de manejar. Las carabelas se convirtieron en piezas
claves para el Descubrimiento del Nuevo Mundo (Cristóbal Colón navegó con tres
de ellas que se hicieron muy famosas: la Pinta,
La Niña y la Santa María) y dado que atracaron en la mayoría de los puertos
comerciales europeos transportando diferentes productos, eran muy
identificables. Por eso la primera labor fue redibujar los barcos, presentando
grandes buques y galeones como los utilizados por británicos y holandeses.
Algunas de
las edificaciones más características de Lisboa sufrieron ligeras “adaptaciones
ambientales” para asemejarlas a las neerlandesas, aunque la mayoría de los
edificios se copiaron tal cual. Las transformaciones más divertidas son las que
se limitan al cambio de uso. Por ejemplo, la catedral lisboeta se
transforma en la Maison de Ville
(Ayuntamiento) de New Amsterdam; el Terreiro
do Paço portugués se convierte en L’amirauté
(el Almirantazgo); el castillo de San Jorge en el Castillo de Nassau, o el Rossio deviene en Place de la Bourse (Plaza de la Bolsa) interpretando que el gran
edificio del Hospital de Todos los santos era el edificio para el mercado de
valores; o la Iglesia de la Gracia se rebautiza como Eglise ou Temple de Bikerque (¿?). Es muy más llamativa la distorsionada
percepción de la distancia, ya que una lejana colina que cuenta con un castillo
en su cima, pasa a convertirse en una fortaleza de Québec, la ciudad
canadiense.
Detalle comparativo de los dos planos. Arriba la
falsificación y debajo el original. La catedral de Lisboa convertida en el Ayuntamiento de New Amsterdam.
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No todo son transformaciones, en
algún caso hay aportaciones propias como la colina lisboeta que se encuentra
vacía a la izquierda del Castillo de San Jorge y en la que en Nueva Amsterdam
surge una horca de la que cuelgan unos ajusticiados bajo la palabra La Iustice (La Justicia). Debajo de
ellos se marca un edificio con la letra A, como “het Tuchthuys cesta dire Maison de Dicipline , aussi en icele Sont
renfermer des Faineans Que lon fait trauailler” (la Cárcel o el
correccional, en la que son encerrados los holgazanes, y obligados a trabajar).
Impresionante la moralidad del plano.
Por el mapa se distribuyen sin
ningún complejo, locales y edificios comerciales como unos almacenes para el
cuero, una calle de peleteros, una tienda de castores (se entiende que se
referiría a las pieles sin curtir), un hospital, la Aduana (aplicada con total
desfachatez sobre los astilleros portugueses y el Palacio Real). Todo un
conjunto de graciosos despropósitos.
Desconocemos las causas reales que provocaron la
falsificación. No sabemos si los Jollain se limitaron a grabar un plano
entregado por un dibujante pícaro (siendo los primeros engañados o siendo
conscientes de la adulteración) o quizá fueron ellos los responsables de todo
el proceso (de hecho, suya es la única firma que aparece en el plano).
Independientemente de quien se lucrara con el engaño, podemos intuir algunas
razones de esa entrega de “gato por liebre”. Podría, quizá, haber sido la solución
a un encargo fallido en el que los dibujantes hubieran sido realmente enviados a
su destino pero no hubieran entregado su trabajo, y la estrategia empresarial ideó
un Plan B para solucionar la falta del material original. O podría no haber
existido nunca la comisión auténtica y haber sido un engaño desde el principio
para obtener mayores beneficios, o para ajustar el precio de coste y poder aumentar
la demanda.
Todavía hoy, ese falso plano neoyorquino aparece en
algunos catálogos de grabados de ciudades antiguas como si fuera una auténtica
vista de Nueva Amsterdam, justificando su evidente “distorsión” de la realidad
por ser una imagen “artística y por lo tanto no muy precisa de la Nueva York de
finales del siglo XVII”. El hecho ya no tiene trascendencia pero nos habla de
la persistencia de los bulos.
Este falso plano de Nueva Amsterdam fue utilizado por Rem
Koolhaas en su obra de 1978 Delirious New
York (Delirio de Nueva York), como ilustración de sus argumentos sobre la
ficción urbana de Manhattan. Koolhaas advierte en el libro de la falsedad del
plano, pero no explica que se trata de una Lisboa adaptada, solamente se
refiere a que los “componentes del mapa son europeos” (¿tendría el arquitecto constancia
de la procedencia de la base real?). No obstante, aprovechando la cita de John
Atlee Kouwenhoven que Koolhaas incorpora a su texto, podemos concluir diciendo
que “Para mucha gente de Europa,
naturalmente, los hechos relacionados con Nueva Amsterdam carecían de toda
importancia. Bastaba con una visión
completamente ficticia, siempre que encajase con su idea de lo que era una
ciudad”.
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