El día 1 de
noviembre de 1755, un terremoto de intensidad nueve, junto a varios tsunamis e incendios posteriores, devastaron Lisboa, especialmente la Baixa, que quedó arrasada. La capital
portuguesa se enfrentó a un terrible dilema: reconstruirse en ese lugar o
cambiar su ubicación hacia un sitio más seguro. La decisión fue levantarse en
los mismos terrenos, pero haciéndolo de forma diferente.
Se trabajó para
conseguir un triple objetivo: una ciudad más segura, una ciudad más funcional y
una ciudad con mayor identidad. Y se hizo con un procedimiento novedoso que
conjugaba el racionalismo y la funcionalidad con el pragmatismo, inaugurando
una forma de actuar que abría las puertas a la ciudad moderna. La
sistematización de procesos, el planteamiento de tipologías, la producción
estandarizada, la organización comercial o los mecanismos de redistribución de
la propiedad son alguno de sus rasgos característicos.
Con el
decidido impulso desde el gobierno del Marqués de Pombal, y con el apoyo de un
grupo de técnicos bien capacitados, la
nueva Lisboa que emergió del cataclismo deslumbró al mundo mostrando los
valores del urbanismo ilustrado y convirtiéndose en una referencia para otras
ciudades.
A mediados
del siglo XVIII, Lisboa y Portugal no pasaban por su mejor momento, pero la
capital todavía era una ciudad importante, con una población en torno a los
200.000 habitantes y con una actividad mercantil apreciable. Pero la decadencia
del imperio portugués había paralizado la evolución de Lisboa, que permanecía
anclada en su estado medieval.
En ese
contexto, el día 1 de noviembre de 1755, Lisboa sufrió un terrible cataclismo.
Un terremoto extraordinario que alcanzó una intensidad de nueve grados en la
Escala Richter provocó daños gravísimos. Pero todavía fueron más devastadores y
mortíferos los tsunamis que le
siguieron y dejaron la ciudad inundada. Solamente las zonas altas de las
colinas se libraron del agua, quedando sin afectar unos pocos edificios. Y por
si todo lo anterior no fuera suficiente, en las zonas que se habían librado del
agua, se declararon una serie de incendios demoledores. Se estima que el 85% de los edificios de la ciudad quedaron destruidos
y que en la catástrofe murieron unas 10.000 personas, aunque algunas
fuentes incrementan notablemente esta cifra.
La reacción a
esta terrible desgracia fue muy rápida. De forma expeditiva, y superando el estado de shock inicial, se
acometió la renovación de la ciudad con el optimismo de quienes creyeron que
también se abría una oportunidad para
que Lisboa se transformara y recuperara su categoría perdida.
Apuntes sobre la
estructura básica de Lisboa (antes del terremoto).
Lisboa se
levanta en la ribera derecha del rio Tajo, junto a su desembocadura, frente a
la extensa ría que forma una especie de mar interior, conocido como el Mar da Palha (Mar de la Paja). Esta gran
cuenca conecta directamente con el Océano Atlántico a través de un estrecho
canal natural.
La desembocadura del rio Tajo, con el Mar da Palha y
Lisboa en su ribera norte (imagen invertida de satélite)
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En esa ribera
norte, sobresalía una colina sobre la que se asentaron los primitivos
“lisboetas”. Ese monte sería conocido después como Colina do Castelo, Colina del Castillo, por el Castillo
de San Jorge que se construiría en su cima. Las laderas de la Colina do Castelo, fueron adquiriendo
fisonomía urbana desde los tiempos romanos, pero se consolidaron como parte de
la ciudad con la creación de la medina musulmana medieval (Barrio
de la Alfama). Allí se levantó la mezquita que sería transformada en su
momento a la catedral lisboeta (la Sé de
Lisboa o Igreja de Santa Maria Maior).
Enfrentada a
la Colina do Castelo por el oeste
había otro cerro de menor altura, y entre ambas alturas surgía un pequeño valle
llano por el que desaguaba un arroyo y que se inundaba con mucha frecuencia por
las crecidas del rio Tajo. Cuando a mediados del siglo XIII, Lisboa fue
designada como capital del Reino de Portugal, la ciudad creció y se vio
obligada a ocupar aquel valle inferior, que tuvo que ser drenado previamente
para poder urbanizarse. Esta zona recibía el nombre de Vale da Baixa. La Baixa, iría adquiriendo importancia
como centro comercial y residencial. Impulsada por la construcción del puerto y
los astilleros, la Baixa se
convertiría en el “corazón” de la ciudad.
Topografía de Lisboa (curvas de nivel superpuestas
sobre la ortofoto de Google). Las dos colinas que encajonan el espacio llano
central (la Baixa)
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La otra
ladera del valle, que lo cerraba por el oeste, daba paso a la colina enfrentada
a la del Castelo, y sería “colonizada”
a partir del siglo XVI, cuando Lisboa capitaneaba el Imperio Portugués y fue
necesitando nuevas ampliaciones. En este monte se levantaría el actual barrio
del Chiado
y, en sus zonas más elevadas, el Barrio
Alto (Bairro Alto).
La Baixa, en su encuentro con el rio, tuvo
un desarrollo singular. Primero por la ubicación en ella de la nueva residencia
de los reyes y su Corte, que abandonaron el Castillo de San Jorge desplazando
el centro de poder portugués hacia la ciudad baja, junto al Tajo. Allí se
construyó en 1511, por iniciativa del rey Manuel I, el nuevo Palacio Real (Paço da Ribeira, Palacio de la Ribera) que pasaría a ser la
residencia del monarca y de sus sucesores. Este palacio era un edificio
longitudinal que se ubicaba perpendicularmente a la orilla del rio, dejando dos
grandes espacios libres en sus laterales: los astilleros al oeste y el extenso Terreiro
do Paço al este.
En el
interior de la ciudad, al final de la Baixa,
se conformó el Rossio como lugar de
mercado y actividades ciudadanas que hicieron de esa plaza el centro neurálgico
de Lisboa. Allí se ubicaron el gran Hospital de Todos los Santos o el Palacio
de la Inquisición.
Así pues, la Lisboa tradicional se asentó sobre un
relieve muy particular: dos colinas que encajonaban un pequeño valle que se
abría al Tajo. El centro de la ciudad se situó en la parte baja (la Baixa), flanqueado por las laderas
urbanizadas de las colinas contiguas tanto por el este (Barrio de la Alfama)
como por el oeste (el Chiado y el
Barrio Alto).
Esquema de Lisboa antes del terremoto de 1755.Las
líneas negras indican la muralla islámica (que engloba el recinto con un gris
más oscuro) y la muralla fernandina.
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Esta era,
esquemáticamente, la estructura de la Lisboa triunfal, la capital del
floreciente Imperio portugués de los siglos XVI y XVII, que se había forjado
durante la era de los Descubrimientos. Este protagonismo internacional y su
condición de ciudad marítima la encumbraron hasta ser uno de los principales
centros de comercio europeo. Pero a mediados del siglo XVIII, las dificultades
del imperio y el terrible terremoto llevaron a la ciudad al límite.
Maqueta de la Lisboa anterior al terremoto de 1755.En
primer término el Palacio real con los astilleros a su izquierda y el Terreiro
do Paço a la derecha.
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Un concepto urbano novedoso
(funcionalidad, estandarización y arquitectura urbana)
La catástrofe
sufrida en 1755 arruinó la ciudad, pero en contrapartida supuso una oportunidad
para superar su estancamiento y reorientar su rumbo. Sobre la devastada Lisboa se aplicaría una innovadora concepción para
la construcción de la ciudad moderna, haciendo emerger una nueva capital
deslumbrante que, además, se convertiría en referencia urbanística para el
futuro. Para ello, se fijaron tres objetivos fundamentales que guiarían la
renovación de Lisboa:
- Creación de una ciudad más segura, tomando una serie de medidas para acotar el riesgo ante la eventualidad de futuros desastres naturales.
- Creación de una ciudad más funcional, que resultara más saludable e higiénica y también más adecuada para las actividades económicas.
- Creación de una nueva identidad, que dejará atrás aquella ciudad medieval, dando paso a una nueva Lisboa moderna.
Se trabajó
siguiendo un modelo novedoso para la época, con una planificación sistemática
que conjugaba la racionalidad ilustrada y el pragmatismo empírico portugués,
por medio de la regularidad, la uniformidad, la jerarquización y la producción
estandarizada.
Una ciudad más segura
Las medidas
de seguridad se tomaron en dos direcciones. Por una parte, mejorando la
respuesta constructiva ante los seísmos e incendios y por otra facilitando vías
urbanas de evacuación.
En este
sentido, además de incrementar la cota de la Baixa para salvar un primer nivel de inundaciones, se urbanizó el Passeio Público, que podía actuar como
vía de escape hacia el interior. Hay que tener en cuenta que cuando se produjo
el terremoto de 1755, la población atemorizada se dirigió hacia los espacios
abiertos ribereños, y fueron abatidos por los tres tsunamis que siguieron al seísmo. Hubo más muertos por ahogamiento
que por los movimientos de tierras. El paseo sería una vía de evacuación rápida
hacia las zonas altas del entorno lisboeta.
También la
arquitectura fue revisada para mejorar su estabilidad ante movimientos sísmicos
y su resistencia al fuego. Las nuevas edificaciones fueron cimentadas con
pilotes y se dispusieron bases sólidas en planta baja para continuar la
estructura del edificio con madera, mucho más flexible en caso de sacudidas
violentas. También se ideó un sistema de muros cortafuegos medianeros que se
elevaban sobre la cumbrera y separaban las viviendas unas de otras. Entre los
detalles constructivos más destacados estuvieron las conocidas “gayolas pombalinas”, una estructura que
combinaba la madera con la albañilería para otorgar más flexibilidad a la
construcción, mejorando así su comportamiento ante seísmos.
Detalles de las edificaciones de la Baixa. Arriba a la
izquierda, esquema estructural. Arriba a la derecha, la gayola pombalina.
Debajo sección con la red de saneamiento.
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Una ciudad más funcional (y saludable)
Crear una
ciudad más funcional implicaba mejorar su operativa para favorecer la actividad
económica y también propiciar una mayor calidad de vida para los ciudadanos.
En primer
lugar se actuó sobre la propia estructura de la ciudad, de forma que el
transporte y la visibilidad comercial, que encontraban grandes dificultades en
la ciudad antigua, fueran más eficaces. La cuadrícula de calles jerarquizadas
con diferentes anchuras permitía la organización racional del tráfico y facilitaba
su fluidez. También la propuesta de utilización de las plantas bajas como
locales comerciales y su distribución por actividades en las diferentes zonas
del barrio, clarificó y potenció la actividad mercantil de Lisboa.
La mejora en
la calidad de vida de sus ciudadanos fue otro de los objetivos. La mayor
anchura de las calles procuraba una mejor ventilación, lo cual suponía un
avance en cuestiones de salubridad e higiene. Es destacable el esfuerzo por
crear una red de infraestructuras de servicio, como el alcantarillado y
saneamiento (que gracias al ligero aumento de cota del suelo mejoró su
rendimiento) o el abastecimiento de agua a los edificios. En las zonas de peor accesibilidad
se construyeron fuentes para paliar las dificultades técnicas.
Una ciudad con más identidad
Una de las
preocupaciones del Marqués de Pombal era lograr una imagen moderna para Lisboa y
que ésta se proyectara nítidamente hacia el exterior. Lisboa debía dejar atrás
su etapa medieval, densa, congestionada e insalubre para presentarse como una ciudad nueva, abierta y de calidad.
La percepción
de esa imagen se logró a partir del establecimiento de tipos edificatorios,
cuya repetición proporcionaría un ambiente unitario. La coherencia del paisaje
urbano generado lograría proyectar esa identidad reconocible para Lisboa.
Rua Augusta y plano con la tipología de fachadas.
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Los edificios
contarían con una planta baja ocupada por usos comerciales mientras que los
pisos superiores se destinarían a viviendas. Los edificios aparecen
“normalizados” siguiendo varios modelos tipológicos que se implantaron con
rigor. En ellos se establecieron la forma de muchos elementos arquitectónicos
como marcos de puertas y ventanas, las balaustradas de los balcones o la
formación de cubiertas.
Aportaciones del método.
La
originalidad y modernidad de la nueva Lisboa residía no solamente en los
trazados concretos o en las innovadoras soluciones constructivas, sino también
en la aplicación de un modelo conceptual
que revolucionaría la forma de proceder hasta el momento.
Con la
racionalidad y la funcionalidad como fundamentos, se concibió un modelo de
ciudad que se expresó a través de la regularidad, la uniformidad y la
producción estandarizada.
Sobre esa
base se establecieron tipologías
para los diferentes edificios en general y para sus fachadas en particular. Los
edificios compartían las soluciones constructivas, repetían cuestiones
dimensionales como la anchura de crujías o las alturas y recibían un acabado de
fachadas predeterminado. Esta sistematización racional del proceso sería uno de
los aspectos que más influiría en el futuro.
La segunda aportación
era una consecuencia de la uniformidad de soluciones y sentó las bases de una construcción estandarizada gracias a la
repetición de elementos. Los beneficios de la “prefabricación” se hicieron
evidentes tanto en la producción (al no haber singularidades se reducían los
errores y se abarataron considerablemente los costes de producción), como en el
mantenimiento, ya que se podía tener el repuesto preparado. Adicionalmente,
esta fabricación seriada proporcionó otras ventajas, como la rapidez de
ejecución o la participación de trabajadores menos cualificados, ya que
solamente tenían que aprender un determinado sistema.
En otro orden
de cosas, la remodelación de Lisboa obligó a una redistribución de la propiedad
del suelo que llevó a la creación de mecanismos
compensatorios que avanzaron lo que, casi un siglo después, sería uno de los
principales temas de la Urbanística.
La Baixa se convertirá en una referencia
principal del pensamiento iluminista, tanto por su forma como por el
procedimiento seguido para su reconstrucción. Fue una operación planteada de arriba-abajo, es decir surgió fruto de
la voluntad de los gobernantes y no de las necesidades del pueblo lisboeta.
Es más, Pombal propuso una ciudad nueva para una clase de ciudadanos que no
existía, y que algunos historiadores han destacado como un hito social ya que
lo que hizo el Marqués fue “inventar” la burguesía lisboeta, más que recoger
sus aspiraciones.
Al margen de
las innovaciones conceptuales y técnicas ya comentadas, el plan para la Baixa de Lisboa significó una visión integral
de la ciudad que conjugó arquitectura y espacio urbano (sin olvidar a las
infraestructuras) en una de las primeras muestras de “Arquitectura Urbana”,
en la que la Arquitectura se supeditaba a los planteamientos urbanos generales.
La Lisboa pombalina.
La figura
clave de la reconstrucción de Lisboa fue Sebastião José de Carvalho e Melo, Marqués de Pombal (1699-1782). Nombrado
Ministro de Asuntos Exteriores cuando el rey José I ascendió al trono, el
Marqués de Pombal supo aprovechar el desinterés del monarca por las cuestiones
de gobierno y fue ganándose su confianza hasta conseguir el cargo de Primer Ministro
en 1755, permaneciendo en él hasta 1777, fecha en la que murió el rey. Pombal
era un ilustrado de tendencias francófilas, dotado de un gran carisma, que se
hizo con el control del poder y lo ejerció de forma autoritaria como un buen
representante del despotismo ilustrado
característico del siglo XVIII. Era un “idealista pragmático” que se fijó como
meta modernizar Portugal. Se enfrentó al clero y a la nobleza e impulsó
reformas importantes que lograron la racionalización de la administración y
mejoras en los ámbitos social, económico, educativo e incluso religioso.
La decidida
actuación del Marqués de Pombal ante el cataclismo de 1755 logró, junto a un
grupo de altos funcionarios y técnicos, volver a levantar Lisboa. La respuesta
al desastre fue muy rápida. En poco más de un mes se presentaba un informe
redactado por Manuel da Maia. Manuel da Maia (1677-1768) fue un reputado
ingeniero militar que había intervenido en la construcción del impresionante Aqueduto das Águas Livres para abastecer
Lisboa, y que había asumido el papel de ingeniero-jefe del reino en 1754,
cuando contaba con setenta y siete años.
En esa
memoria planteaba las disyuntivas a las que se enfrentaba Lisboa: la reconstrucción mimética, la reconstrucción similar (prácticamente
como la anterior pero con las calles un poco más anchas), la reconstrucción novedosa (proponiendo un
nuevo plan que partiera de cero) o la construcción de una capital nueva en otro
lugar.
La primera
solución, la más cómoda ya que respetaba las propiedades preexistentes fue
desechada por considerar que no aportaba soluciones ante una eventual
repetición del desastre. Por una razón parecida y porque además complicaba el
reparto de aprovechamientos edificatorios, fue rechazada la segunda. El
traslado de la capital fue desestimado porque, aunque garantizaba la seguridad,
sus costes y las transferencias inmobiliarias eran inasumibles. La decisión final fue construir una nueva Baixa que ofreciera garantías de
seguridad y que pudiera transformar a Lisboa en una capital moderna.
Las seis propuestas presentadas para la reconstrucción
de Lisboa. La seleccionada fue la que aparece en la imagen en blanco y negro
(propuesta por Eugenio dos Santos y Carlos Mardel)
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En 1756 se
presentaron varias soluciones alternativas para la reconstrucción de las zonas
más afectadas (la Baixa y el Chiado) elaboradas por diferentes
equipos coordinados por Manuel da Maia. La propuesta escogida fue la redactada
por Eugénio dos Santos e Carvalho (1711-1760) y Carlos Mardel (1696-1763).
Propuesta para la nueva Lisboa de Eugenio dos Santos y
Carlos Mardel aprobada en 1758. El proyecto para la ciudad pombalina se cumplió
en la Baixa y experimentó cambios en la zona del Chiado.
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Este plan
proponía una Baixa radicalmente nueva, formalizando una retícula regular a
partir de la cual se reconfigurarían también los dos grandes espacios libres
preexistentes en sus extremos. Cerrando por el sur, sobre el Terreiro do Paço, estaría la Plaza del
Comercio abierta al estuario y por el norte la nueva Plaza del Rossio. Entre
ambas se trazaba una cuadrícula regular. El Plan para la Baixa, y para el remate de la zona del Arsenal, fue respetado escrupulosamente,
al contrario de lo que sucedió con las propuestas para las laderas de Chiado sobre las que se proponía también
una trama ortogonal que finalmente no sería implantada.
La
planificación fue aprobada en 1758 y en ese mismo año comenzaron las obras.
Se derribaron todas las ruinas y
preexistencias para preparar un solar que fuera como una hoja en blanco sobre
la que redibujar Lisboa.
Detalle del plano anterior en el que se aprecia el
trazado de la Baixa superpuesto a la planta de la ciudad destruida.
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La Plaza del Comercio (Praça do Comércio) que antes del
desastre sísmico era una inmenso cuadrilátero irregular denominado “Terreiro do Paço” (terreno-plaza del
Palacio) se trasformaba en un espacio cuadrado de 180 metros de lado,
flanqueado por arquitecturas institucionales en tres de sus lados y dejando el
lado sur abierto al Tajo. Los edificios, cuya planta baja estaba porticada, se
convertirían en el nuevo centro de negocios lisboeta, ya que el palacio del rey
fue trasladado a otra ubicación interior más segura. Las nuevas edificaciones
eran reflejo de la arquitectura dieciochesca, con claras referencias a los modelos
de plazas reales francesas. El diseño correspondió al arquitecto Eugénio dos Santos e Carvalho. El
nuevo nombre, Plaza del Comercio, era un indicativo de la nueva misión de ese
lugar y allí se ubicaron la Cámara de Comercio de Lisboa, la Bolsa y la Aduana
(hoy acoge el complejo ministerial, con varios ministerios del gobierno
portugués y el Tribunal Supremo)
Lisboa. Plaza del Comercio
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La residencia
real hasta el terremoto había sido el Paço
de Ribeira (Palacio Real de Ribera), que había quedado destruido. Los reyes se habían salvado del terremoto
porque, afortunadamente, no se encontraban en ese momento en el Palacio
(estaban en Belem) y el deseo de evitar riesgos recomendó trasladar la
residencia real a otro lugar más seguro. Se levantó rápidamente un edificio de
madera en el barrio de Ajuda, la Real
Barraca o Paço de Madeira, que
con el tiempo se convertiría en el Palacio Nacional de Ajuda.
Complementariamente se reformó el Palacio de Queluz, un modesto edificio
situado en las proximidades de Lisboa, que fue transformado espectacularmente a
partir de 1758. Este último, a causa del cierto alejamiento del núcleo urbano y
sobre todo por la magnífica arquitectura que desarrollaron diferentes
arquitectos, inspirados en los modelos franceses, fue conocido como el
“Versalles portugués”.
Lisboa. Plaza del Rossio
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El otro polo
fundamental de la Baixa fue la plaza
del Rossio (Praça do Rossio, posteriormente conocida también como Praça de D. Pedro IV), que contó con el
diseño de Carlos Mardel. También allí había un espacio urbano previo, bastante
irregular presidido por el Paço dos
Estaus (Palacio de las Estancias, destinado inicialmente a albergar a
dignatarios extranjeros hasta que se convirtió en el Palacio de la Inquisición)
y el Hospital de Todos los Santos. El nuevo diseño, mucho menos monumental que
la Plaza del Comercio, regularizó su forma para convertirla en un rectángulo de
166 x 52 metros. El Palacio de la Inquisición fue reconstruido según diseño de
Mardel (pero al ser suprimida esta institución, este palacio tuvo varios usos
hasta que sufrió un incendio y en su solar se levantó en 1842 el actual Teatro
Nacional Doña María II). La desaparición del gran Hospital de Todos los Santos
permitió la utilización de su espacio como un mercado abierto, que en 1885 se
transformó en cubierto. Su demolición en 1949 posibilitó la apertura de una
plaza paralela al Rossio, la Praça da
Figueira (la Plaza de la Higuera).
En su nueva
versión, el Rossio se convirtió en el
verdadero centro ciudadano y vital frente al carácter institucional de la Plaza
del Comercio, el espacio simbólico del poder.
Entre las dos
plazas, la Baixa se conformaría como una cuadrícula regular con dos grupos
de manzanas que se orientaban de forma contrapuesta. En la parte norte los
bloques rectangulares seguirían la dirección norte-sur, mientras que las
manzanas meridionales eran giradas para orientarse de este a oeste. Este cambio
tenía un sentido compositivo, ya que ofrecía una variación que evitaba la
excesiva monotonía de la retícula y lograba resolver la unión entre las dos plazas.
Las tres vías
principales de la Baixa, que la
recorren completamente partiendo de la Plaza del Comercio son la Rua Aurea, la Rua Augusta (el gran eje principal) y la Rua da Prata. Las dos primeras conectan la Plaza del Comercio con
el Rossio y la tercera lo hace con la
Praça da Figueira. Entre estas,
discurren con la misma orientación norte sur, otras calles de menor anchura (Rua dos sapateiros, Rua dos correeiros, y la Rua
dos douradores). Todas ellas “cosidas” por una serie de vías transversales
que siguen la orientación este-oeste.
Sobre esta
base morfológica se implantaron los tipos fundamentales de edificios, con
fachadas preconcebidas en función de que dieran a una calle principal,
secundaria o terciaria. Las plantas bajas de los edificios se destinaron a
locales para comerciantes y artesanos, llegando a caracterizar cada calle según
la agrupación productiva representada. Por ejemplo, los comerciantes de cerámica china y té se
ubicaron en la Rua Nova de El Rei
(actual Rúa do comercio); los
mercaderes de seda en la Rua Augusta
y en la Rúa Santa Justa; los orfebres
de oro y los relojeros, en la Rúa Aurea;
orfebres de plata y libreros en la Rúa
Bela da Ribeira (actual Rúa da Prata);
los metalistas en la Rúa Sao Nicolau,
etc.
El plan
urbano de Pombal para la Baixa se
completaría con la construcción de un parque lineal más allá del Rossio, el Passeio Público. Fue
diseñado por el arquitecto Reinaldo Manuel dos Santos (1731-1791), quien
se inspiró en los Campos Elíseos de París. Este paseo (que hoy ocupa en parte
la Plaza de los Restauradores)
marcó el arranque del gran eje de la actual Avenida
da Liberdade (la Avenida de la Libertad que llega hasta la plaza del
Marqués de Pombal para abrirse al gran Parque Urbano dedicado a Eduardo VII ).
No obstante el Passeio Público comenzó
siendo un espacio vallado con un acceso restringido solamente a los miembros de
la alta sociedad lisboeta (fue abierto a todo el mundo en 1821, derribándose
los muros que lo delimitaban).
En la Baixa se respetó lo planificado, pero no
sucedió lo mismo en las laderas del Chiado
que fueron modificadas.
Muy agradable
ResponderEliminarBueno para ir
Hola, soy estudiante de arquitectura y estoy realizando un proyecto en la zona de alcochete, enfrente de lisboa y necesito las curvas de nivel,pero no las consigo. Me podrías decir como las conseguistes tu?
ResponderEliminarUn saludo
Si las conseguiste??????!!!
EliminarNo se de arquiyectura pero me sorprende los predios de la bsixs. Al mirarlos uno ve una planta primera con balcones, una planta principal de grandes ventanales una tercera planta de ventanas mas pequeñad acabadas en arco y culminan unas gayolas o mansardas. en algun momento crecieron en altura respetando el alero entre la planta de ventanas con arco y donde estaban las mansardas se construye una planta mas con un gran balcon de forja corrido, una planta mad con pequeños balcones y o bien el tejado o o bien de nuevo mansardas o gayolas. Me gustaria saber en que fecha ocurre esto y quien establecio esta normativa de rectecimiento. La otra duda que me planteo es el tema de clades sociales. imagino que debe ser pqtecido al ensanche de barcelona, enque segun la plants es la clase social, so bien creo que las calles mas estrechas Coreeiro sapadores debian ser para la burgursia menos pudiente, pero me gustaria confirmalo. Otra duda es sobre el arco de bandeira y el de Pombal, parecen muy nuevos y me pregunto de que fecha son y si aunque ejecutados nas tarde si forman parte del diseño original, por ultimo una abueleta de Lisboa me conto que cuando se tiro el mercado de la hiuera se convirtio en una plaza de estacion de autobuse para or hacia el norte y centro de Portugal Eso es cierto? Lecagradezco de antemano su respuesta.
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