Uno de los primeros proyectos de Ciudad Funcional realizados en Europa arrancaría en Belgrado, la capital de Serbia, a finales de
la década de 1940. Esta sería Novi
Beograd (Nuevo Belgrado), la extensión de la ciudad pensada para acoger
las principales instituciones conjuntas de la naciente República Federal Popular de Yugoslavia y para absorber el gran
crecimiento de población producido tras la Segunda Guerra Mundial. La propuesta
de Novi Beograd tendría también un alto contenido simbólico. Quería
significar la ruptura con un pasado dramático, la expectativa de un nuevo
futuro para los eslavos del sur (pues eso es lo que significa Yugoslavia) y, además, ser un escaparate
de la versión socialista de la ciudad moderna.
Pero todas esas ilusiones se revelaron infundadas. La
ausencia de objetivos claros y compartidos, la falta de visión de conjunto, la
excesiva politización, las desavenencias entre los sucesivos planificadores,
las variaciones constantes durante el largo proceso, o las diferentes crisis
económicas y políticas (incluyendo cruentas guerras como las que desmembraron
el país en los años noventa), fueron creando un monstruo multiforme y desfigurado que se asemejaba a un producto del
doctor Frankenstein.
Nuevo Belgrado fue una utopía que se
desvaneció entre las disputas internas y el pragmatismo de la cruda realidad. Denostado
por la crítica (a pesar de contar con estimables muestras arquitectónicas), apartado de la historia moderna
“oficial” (aunque siguió fielmente los principios de la Carta de Atenas, con sus virtudes y sus defectos), rechazado por
muchos de sus habitantes (que la tachan de gris, inhumana, de
ciudad-dormitorio, de recinto de marginalidad, etc.), actualmente, Novi Beograd sigue todavía incompleto y
supone un reto muy importante para técnicos y políticos que aspiran a
reorientar su cuestionada realidad.
La Carta de Atenas estableció un modelo
urbano que se materializó en numerosas realizaciones parciales y en varias
ciudades completas. Entre estas Ciudades
Funcionales, las más conocidas son tres obras de “autor” que ya analizamos
en un artículo anterior sobre La triada de la Ciudad Funcional: Chandigarh, Brasilia e Islamabad, diseñadas respectivamente por Le
Corbusier en 1951, Lucio Costa y Oscar Niemeyer en 1956 y Constantinos Doxiadis
en 1959. Los tres
ejemplos quedaban lejos de una Europa urbana que había quedado exhausta y
dividida tras la Segunda Guerra Mundial. En este contexto, las ciudades del
viejo continente se tuvieron que enfrentar a la reconstrucción y, sobre todo,
al extraordinario crecimiento de algunas
de las principales urbes, que recibían ingentes cantidades de población
inmigrante (situación similar tanto en el caso occidental como en el ámbito
socialista). Estas circunstancias pusieron en marcha diferentes estrategias de
expansión durante el tercer cuarto del siglo XX, que se concretarían en la
planificación de ampliaciones singulares como las New Towns vinculadas a Londres o, más tarde, las Villes Nouvelles parisinas, pero también aparecerían casos vinculados al modelo de Ciudad Funcional, aunque en demasiadas
ocasiones sería pervertido, generando inmensas ciudades dormitorio (como los Grands Ensembles franceses).
Belgrado fue
una de las capitales europeas que tuvieron que plantearse una ampliación urbana
muy importante. En pocos años, la ciudad pasó de contar con 300.000 habitantes
a superar el millón de personas. Novi Beograd (Nuevo Belgrado) fue la
respuesta, una nueva ciudad junto a la “vieja” que pretendía ser una
interpretación del funcionalismo en
la órbita socialista. Pero las circunstancias políticas que la envolvieron no
ayudaron a conseguir los objetivos iniciales. Nuevo Belgrado fue una utopía que se desvaneció entre disputas internas
y el pragmatismo de la cruda realidad.
Yugoslavia, un
contexto político especial para la nueva ciudad.
Algunos
nombres propios acaban representando generalidades. Los sustantivos Balcanes o balcanización, así como el adjetivo balcánico, se han convertido en sinónimos informales de enfrentamiento, fragmentación, desacuerdo,
hostilidad, conflictividad, etc. En realidad, la Península de los Balcanes es una entidad geográfica cuya
denominación procede de una cordillera ubicada en Bulgaria, que discurre de
oeste a este por el norte del país.
Sus ocupantes
han dado a lo largo de la historia muestras suficientes que justifican la asociación
negativa de su denominación geográfica. La península ocupa un territorio geoestratégico
en Europa que ha conectado grandes rutas y ha separados imperios enemigos. Su
carácter de encrucijada la convirtió en un escenario codiciado, que ha
presenciado batallas y combates casi permanentes para su control. Por eso, esta
región ha sido dominada por casi todas las civilizaciones posibles y,
actualmente, se encuentra poblada por etnias diferentes, que profesan diversas
religiones y hablan distintos idiomas, mostrando una realidad multipolar.
El paradigma
de las particularidades de este territorio fue conocido hasta hace pocos años
como Yugoslavia. En el siglo XX se
intentó agrupar bajo ese nombre a todos los eslavos del sur, pero el empeño acabó
fracasando y desembocó en unas cruentas guerras civiles a finales de la
centuria que destrozaron el país y dieron paso a diferentes naciones cuyas
relaciones son difíciles.
El primer
experimento moderno de unificación se produjo tras concluir la Primera Guerra
Mundial, conflicto que transformó radicalmente el mapa político europeo.
Entonces se formó el Reino de Serbia, Croacia y Eslovenia,
que pasaría a llamarse Reino de Yugoslavia en 1929. Su existencia
sería efímera, porque todo cambiaría con la Segunda Guerra Mundial. Buena parte del reino fue invadido por las
potencias del Eje, que se repartieron los territorios “conquistados” (Hitler
incorporó Eslovenia a la Gran Alemania, Italia se anexionó Dalmacia, Montenegro
y Kosovo, o Bulgaria se quedó con parte de Macedonia), mientras que otras
regiones, como Croacia o Serbia, ofrecieron su colaboración a cambio de conservar
su autonomía. En ese panorama bélico, surgió la resistencia contra los
ocupantes, con dos focos principales: los guerrilleros monárquicos dirigidos
por Draza Mihajlovic (los chetniks)
que recibían ayuda británica, y los comunistas, liderados por el croata Josip
Broz Tito, que llegarían a forjar un
verdadero ejército apoyado por los soviéticos.
Al concluir la
guerra con la derrota de la Alemania nazi y sus socios, el poder en el reino de
Yugoslavia fue asumido por la Junta
Antifascista de Liberación Nacional, vinculada a la guerrilla comunista,
que era la que había realizado un mayor esfuerzo para liberar el país. Los
primeros tiempos fueron caóticos, asistiendo a fuertes represalias contra los
colaboracionistas y contra los chetniks,
quienes, a pesar de haber luchado contra el fascismo, defendían la continuidad
de la monarquía. La Junta convocó una Asamblea
Provisional que aprobaría una ley electoral muy favorable a los intereses
del llamado “Frente Popular”, formado por los comunistas y sus aliados más
próximos. El “Frente Popular” obtuvo una aplastante victoria en noviembre de
1945 y, aupado por el éxito electoral y el apoyo de la población, forzó al
nuevo Parlamento a abolir la monarquía y a proclamar una república federal que
quedaría integrada por seis territorios asociados (Serbia, Croacia, Eslovenia,
Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Macedonia) y dos regiones especiales
(Voivodina y Kosovo, integradas en Serbia pero con un estatus bastante
autónomo). El nuevo estado tendría a Belgrado, capital de Serbia, como capital
federal. La República Federal Popular de
Yugoslavia sería redenominada en 1963, pasando a llamarse desde
entonces República Federal Socialista de Yugoslavia.
El nuevo
gobierno, de mayoría comunista, estuvo dirigido por el mariscal Josip Broz Tito, idolatrado por la población como
un héroe de la resistencia. Su primera labor fue la reconstrucción del país,
para lo que implantaría una economía planificada con la ayuda de la Unión
Soviética, que se concretaría en un Plan Quinquenal que arrancaría en 1947.
Pero pronto comenzaron los desencuentros entre soviéticos y yugoslavos. Los
acuerdos entre la URSS y las incipientes “democracias” populares de su entorno serían
muy desequilibrados a favor de la primera (que imponía sus reglas). Además, la
idea de construcción de una Federación Balcánica amplia (apoyada por Yugoslavia
y Bulgaria) encontró el rechazo frontal soviético, ya que la nueva gran
potencia mantenía aspiraciones imperiales sobre la zona y deseaba países
fácilmente controlables, con partidos comunistas dóciles frente a sus
directrices. Los comunistas yugoslavos, con Tito
a la cabeza, se opusieron a esta política y la tensión desembocó en la ruptura
de relaciones entre los dos estados. El llamado “cisma yugoslavo” supondría la expulsión del país del Kominform (la organización que había
sustituido a la Internacional Socialista)
y un bloqueo económico durísimo (además de alguna amenaza de invasión), que le
sumieron en una profunda crisis. Aislada del bloque soviético a partir de 1948,
Yugoslavia se vio obligada a seguir un nuevo modelo económico que le llevó a
estrechar sus relaciones comerciales con Occidente posibilitando la obtención
de créditos internacionales. No obstante, el Partido Comunista Yugoslavo
mantendría el control férreo del país, aunque permitió una relativa
liberalización que facilitó movimientos de capital, emigraciones a occidente,
la llegada del turismo (con la influencia inevitable sobre las costumbres
autóctonas) o el aumento del consumo, lo que propició un periodo de crecimiento
acelerado. Así pues, Yugoslavia resistió el envite y Tito, con su “socialismo nacionalista” logró el apoyo de muchos
comunistas de otras partes del mundo. En el contexto de la Guerra Fría derivada de las tensiones entre los bloques occidental
y soviético, Yugoslavia aparecería como una “tercera vía”, que aspiraba a ser neutral,
cuestión que le llevó a liderar el Movimiento
de los Países No Alineados y a ser una referencia del entonces naciente
“Tercer Mundo”. No sería hasta la muerte de Stalin en 1953 (el enfrentamiento
personal entre el dictador soviético y Tito
fue muy fuerte) y tras el ascenso al gobierno de la URSS de Nikita Khrushchev, en
1955, cuando se pondría fin al aislamiento del régimen yugoslavo.
Durante los
años siguientes, siempre liderados por el carismático Tito, Yugoslavia disfrutó de una gran prosperidad económica. Fueron
los años de puesta en marcha del Nuevo Belgrado.
Tito y el presidente de Italia, Giuseppe Saragat,
recorriendo Nuevo Belgrado en la visita oficial realizada en 1969.
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Pero la
estrecha relación de la economía yugoslava con la occidental le llevó a sufrir
las consecuencias de la crisis de 1973, incrementando las desigualdades, que ya
existían desde el principio, entre las regiones más ricas (Eslovenia y Croacia)
y las más pobres (Macedonia y Kosovo). Las inquietudes nacionalistas, que habían
quedado larvadas tras la guerra gracias al liderazgo incontestado del mariscal Tito, comenzaron a aflorar tras la
muerte de este en 1980. Las fuertes disputas políticas para su sucesión
catalizarían una reacción destructiva del inestable estado yugoslavo. Los
enfrentamientos entre los “centralistas” (serbios principalmente) y los
“federalistas” (casi todos los restantes), que habían estado subyacentes (y que
no eran conocidas para el mundo exterior) estallarían en 1981 en Kosovo, con
los primeros motines populares, aunque el auténtico detonante del conflicto sería
la aguda crisis económica que cerró el largo ciclo de prosperidad yugoslava. La
década de 1990 asistiría a una sucesión de guerras civiles que acabarían con el
desmembramiento del país. Las repúblicas yugoslavas se irían separando de la
federación traumáticamente, dando origen a nuevos estados: Eslovenia, Croacia y
Macedonia en 1991, Bosnia-Herzegovina en 1992 y Montenegro, en este caso de
forma pacífica, en 2006. Serbia
quedaría en solitario (aunque mantiene conflictos internos como el de Kosovo),
transformada en una nueva república que mantendría a Belgrado como capital.
Localización de Novi Beograd (Nuevo Belgrado) en los terrenos vacíos de la ribera izquierda del rio Sava junto a su desembocadura en el Danubio.
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Belgrado ha
tenido, históricamente, una relación muy particular con los dos grandes rios
que la bañan, el Sava y el Danubio, cuestión que fue analizada en un artículo anterior de este blog. La
confluencia de ambos cauces determinó la singularidad de una ubicación
considerada geoestratégica desde tiempos remotos. Allí se cruzaban grandes rutas y los dos
cauces sirvieron de frontera entre pueblos (separando, por ejemplo, el Imperio
Romano de los “bárbaros” del norte, o el Imperio Otomano del Austro-húngaro). Esa localización fue codiciada por muchos de
los pueblos de la antigüedad, circunstancia que propició la creación de dos ciudades enfrentadas
durante largo tiempo: Belgrado y Zemun, una a cada lado del río Sava, junto a su desembocadura en el Danubio.
Belgrado llegó a ser la ciudad más occidental del oriental Imperio Otomano y
Zemun, fue la más avanzada del Imperio Austro-húngaro. Por eso, en ese lugar se
encontraban (y friccionaban) oriente y occidente, lo eslavo y lo germánico, lo
islámico y lo cristiano.
La evolución
desde la primera fortaleza celta (la Singidunum
romana y futura Beograd) o el primer
Zemun (la Taurunum romana), hasta llegar
a la actual ciudad de Belgrado (que las integra en una única entidad) se trata
en un artículo específico de este blog. Aquí nos interesa
especialmente, la extensa llanura
pantanosa que existía entre ambas ciudades, en la margen izquierda de la
desembocadura del río Sava.
Porque entre
ambas ciudades, el rio Sava, antes de desaguar en el Danubio, generaba en su
ribera izquierda un terreno llano, fácilmente inundable y por eso pantanoso e
inhabitable, que era considerado una tierra
de nadie, una frontera que separaba los dos poderosos imperios. Por ambas
razones, la geográfica y la política, ese territorio se mantuvo deshabitado
durante muchos siglos, hasta casi mediados del siglo XX y, sin pretenderlo,
apareció como una gran reserva de suelo para eventuales crecimientos urbanos.
Tras la
Primera Guerra Mundial se comenzó a
estudiar la posibilidad de sanear esos terrenos para posibilitar el crecimiento
de la ciudad sobre ellos. Así se recogería en el Plan de Ordenación de
Belgrado redactado en 1923 por Djorje Kovaljevski. Los esquemas para esa “nueva ciudad”
respondieron al modelo propugnando por el movimiento de la Ciudad Bella (City Beautiful) y ofrecían una compleja composición
geométrica con trazados circulares y reticulares, con diagonales, tridentes o
radiales convertidas en grandes avenidas focales. El Plan proponía incluso
colonizar la isla de la Gran Guerra
que era reconvertida en península a través de un istmo portuario. La propuesta
fue muy criticada por considerarla megalómana e irrealizable. En cualquier
caso, esa idea inicial quedaría en el olvido durante varias décadas. De hecho, el
Plan de 1939 no la incluyó a pesar de que, en 1934, se decretó la anexión a
Belgrado tanto del municipio de Zemun como de los terrenos situados entre ambos
núcleos, decisión que facilitaba las disposiciones sobre esa tierra baldía
intermedia.
Primera propuesta para urbanizar la ribera izquierda
del rio Sava (1923, Djorje Kovaljevski) siguiendo el modelo de la “Ciudad
Bella”.
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La única
actuación desarrollada sobre las marismas de la ribera izquierda fue la
construcción de la institución ferial de Belgrado en 1938. La Feria se ubicó junto
al Puente Rey Alejandro I, pero
durante la guerra sería reconvertida en campo de concentración nazi. Su
destrucción por parte de los aliados provocó su olvido, hasta que en 1987 se
propuso convertir las ruinas de esa antigua
feria (Staro Sajmište) en un monumento a las personas que allí fueron
asesinadas (en 1992 se redactó un plan para ello pero todavía no se ha puesto
en marcha). La ciudad construiría unas nuevas instalaciones feriales en 1957, en la ribera derecha del Sava, junto
al “viejo” Belgrado, según proyecto de Branko Žeželj y Milorad Pantović.
La Feria de 1938 junto al desaparecido puente “Rey
Alejandro I”.
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No obstante, la
ordenación de aquella orilla seguía en la mente de Belgrado. En 1941, el
arquitecto Dragiša Brašovan (1887-1965), que contaba con un gran prestigio y que
es considerado como el introductor de las vanguardias en Yugoslavia (fue el
autor del pabellón nacional en la Expo
1929 de Barcelona) realizó un fallido esquema, que denominó “Sava New Town”, para alojar 500.000 habitantes.
No sería
hasta el cambio de circunstancias políticas y económicas producidas por la
Segunda Guerra Mundial, cuando volvería a aflorar el tema de la urbanización de
esos terrenos. Tras el conflicto, Belgrado
se enfrentaría a un problema triple. En primer lugar debía abordar la
reconstrucción de una ciudad que se había visto muy afectada por la guerra.
Además, debía responder a la
importantísima presión demográfica provocada por una migración masiva de
población de las regiones del entorno hacia la capital. Y finalmente, debía
crear las instituciones conjuntas requeridas por la nueva República Federal Popular
de Yugoslavia, de la que era capital. La solución pasaba por retomar la antigua
idea de “colonizar” los terrenos baldíos junto al rio Sava y en 1946 se
presentó una nueva ordenación, muy diferente a la planteada en 1923, siguiendo,
en este caso, los criterios de la Ciudad
Funcional defendida por los racionalistas del Movimiento Moderno.
Novi Beograd se veía como la oportunidad de zanjar
el dramático pasado y la apuesta por un futuro esperanzador. Incluso el terreno
disponible abundaba en esta idea. Aquella tierra de nadie, testigo de
innumerables batallas, que era el símbolo del enfrentamiento entre culturas y
de la desunión, tenía la oportunidad de convertirse en el lugar donde las seis
repúblicas del incipiente estado yugoslavo construirían sus instituciones
conjuntas, un lugar de encuentro para propiciar un nuevo futuro para los
“eslavos del sur”.
La situación
de partida para el diseño de Novi Beograd
era ideal. El solar era un inmenso “terrain
vague” libre de preexistencias, un auténtico “papel en blanco”, sin tan siquiera condiciones topográficas
determinantes (salvo la forma de la orilla del Sava) ya que era prácticamente
horizontal. La “tabula rasa”
preconizada por el Movimiento Moderno era una realidad sin necesidad de
acciones agresivas contra el pasado. Además el suelo se convirtió en patrimonio público, eliminando las clásicas
tensiones (y especulaciones) originadas por los intereses privados. Cuando Tito
ascendió al poder en 1944 comenzó a limitar la propiedad privada y en 1947, la
Asamblea promulgaría una ley por la que se confiscarían los patrimonios de los
“enemigos del estado”. Las expropiaciones permitieron el control público del
suelo. A partir de entonces, el estado sería el promotor inmobiliario, que facilitaría
viviendas a las empresas estatales para que estas las distribuyeran entre sus
empleados.
Pero estas
hipotéticas ventajas devendrían en problemas. La extraordinaria burocracia
estatal comprometería el proceso de asignación de viviendas, la excesiva
politización del proceso perjudicaría la aplicación de las ideas técnicas, y la
libertad, derivada del “papel en blanco” previo o del carácter público del
suelo, favoreció la continua modificación de la ordenación incluso cuando ya
habían comenzado las obras. Las dudas alimentaron una sucesión de versiones que
también reflejaban las discrepancias entre los sucesivos directores del ente
que se creó para el diseño pormenorizado de la ciudad (el Instituto Urbano de Belgrado). Como producto de esta institución, Novi Beograd no sería una obra de autor,
sino una producción colectiva.
El verdadero
arranque de Nuevo Belgrado se materializó
en 1946, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, impulsada por el poderoso Partido
Comunista Yugoslavo. El proyecto fue auspiciado por Tito al ver en él la posibilidad de crear la nueva capital para el
nuevo estado: Novi Beograd sería el
lugar donde se escenificaría la reunión de los pueblos eslavos meridionales y
un modelo para crecimientos en otras partes del país.
En ese año, Nikola
Dobrović (1897-1967), uno de los arquitectos yugoslavos modernos más destacados,
que se había posicionado como líder de la reconstrucción de Belgrado, presentó
el trabajo titulado “Esquema para la ordenación de la margen izquierda del río
Sava en Belgrado”. Este Plan trazaba una serie de vías radiales y organizaba con
todo detalle el sector administrativo de la nueva ciudad (que debía acoger las
grandes instituciones de la nueva Yugoslavia), pero dejaba muy poco definida la
zona residencial. En cualquier caso, este anteproyecto sirvió para convocar los
concursos de los diferentes edificios institucionales (que era lo que realmente
les interesaba entonces), solicitando a los arquitectos una reflexión sobre la
implantación de cada uno de ellos.
Las propuestas,
en general, no seguían los trazados de Dobrović, quien además acabaría siendo
apartado de su papel como arquitecto jefe de Belgrado. Entonces se creó el Instituto Urbano de Belgrado, entidad
que desde ese momento se responsabilizaría del desarrollo de Nuevo Belgrado. En 1947, bajo la
dirección del arquitecto esloveno Edvard Ravnikar (1907-1993) se diseñó una
propuesta diferente, que suponía un ejercicio de ortodoxia respecto a la Carta de Atenas (Ravnikar había
trabajado unos años en el estudio de Le Corbusier). Desaparecieron las radiales
del proyecto de Dobrović y se trazó una trama reticular, fuertemente zonificada,
con una rígida jerarquía de tráfico, en la que el espacio urbano quedaba
desfigurado a favor de arquitecturas autónomas.
Arriba, propuesta de 1946 para Nuevo Belgrado realizada
por Nikola Dobrović. Debajo, la de 1947, dirigida por Edvard Ravnikar y que
sustituyó a la anterior.
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Entonces comenzaron
las obras de estabilización de los terrenos pantanosos así como de los
cimientos de los primeros edificios (el Palacio del Consejo Federa y el Hotel
Yugoslavia), ocupando a una ingente cantidad de trabajadores llegados de todas
las partes de país. Pero el “cisma yugoslavo” frenó el proceso.
Mas versiones para Nuevo Belgrado (de arriba abajo,
1958, 1960 y 1962)
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No obstante,
el Nuevo Belgrado seguiría sufriendo cambios (con las obras en marcha). Ese
mismo año 1950, el estudio del detalle para el incipiente núcleo, redactado por
Vido Vrbanic, matizaba y modificaba las previsiones del Plan Somborski. En
1955, Stanko Mandric se haría cargo de la dirección de Novi Beograd y de su revisión, con nuevos ajustes. Y en 1958 las
responsabilidades recaerían en Branko Petric, quien continuó las
transformaciones sobre la marcha. Una nueva revisión para la zona centro se
realizó en 1960 por parte de los arquitectos del Instituto, Martinovic, Glavicki,
Lenarcic, Milenkovic y Mitic.
Inicio de las obras de consolidación y saneamiento de
los terrenos de Nuevo Belgrado en 1961.
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La
ralentización del proceso derivada de la crisis económica provocada por el “cisma
yugoslavo” permitió los continuos cambios de planeamiento y no sería hasta las
décadas de 1960 y 1970 cuando Novi
Beograd recibiría un fuerte impulso. Ahora bien, la función institucional
perdería protagonismo ante el empuje de la construcción masiva de viviendas. La
estructura final de Nuevo Belgrado presentaría
dos grandes áreas: la norte, vinculada
a la ortogonalidad y
protagonismo del Palacio del Consejo Federal, y la suroccidental, girada
respecto a la anterior para seguir la traza de la orilla del rio y casi
exclusivamente residencial. El resultado es un conjunto muy heterogéneo de
manzanas (blocks, Блокови) identificadas desde el número
uno al setenta y dos, aunque, posteriormente, algunas de ellas fueran
subdividas.
Esquema de la numeración de las manzanas (blocks) de
Nuevo Belgrado.
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La arquitectura no residencial de Novi Beograd.
El primer
edificio de la “nueva ciudad” fue el Palacio
del Consejo de la Federación yugoslava (actualmente conocido como Palacio
de Serbia, Palata Srbije),
cuestión muy significativa para comprender la particular evolución de Novi Beograd. Comenzado en 1947 según el
proyecto de los arquitectos Vladimir Potočnjak, Anton Urlih, Zlatko Nojman y
Dragica Perak, la crisis provocada por el “cisma yugoslavo” supuso su interrupción.
El fallecimiento de Potočnjak, líder del equipo, llevó a hacerse cargo del
proyecto a Mihailo Janković (1911-1976) quien incorporaría numerosas
modificaciones al original, concluyendo su construcción en 1959.
La primera construcción de Nuevo Belgrado fue el
Palacio del Consejo Federal, hoy Palacio de Serbia, un ejemplo estimable de
arquitectura moderna.
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El segundo
edificio fue el Hotel Yugoslavia, un hotel de alto standing para alojar a los
invitados ilustres del Partido. Su proceso fue también escabroso. Comenzado en
1947, quedó también interrumpido por la crisis y no se pudo finalizar hasta
1969, siguiendo el diseño de un equipo liderado por Lavoslav Horvat. Este hotel
resultó afectado por los bombardeos de la OTAN de 1999 y actualmente está
ocupado parcialmente por un casino mientras que el resto, adquirido por un
grupo inversor griego, espera ser remodelado.
Hubo un
tercer edificio “pionero” que tuvo su primera concepción en 1947 pero no sería
hasta 1959 cuando se abordó su proyecto definitivo: la Torre Ušće (en serbo, Ушће significa confluencia aludiendo al doble sentido del encuentro de los rios y
de los pueblos eslavos). La torre sería proyectada también por Mihailo Janković
y construida entre 1961 y 1964 para alojar al Comité Central del Partido Comunista yugoslavo. Su altura inicial
de 105 metros la convirtió en un hito para la ciudad. También se vio muy afectada
por los bombardeos de 1999 aunque sería reconstruida entre 2003 y 2005,
modificando su aspecto original con un revestimiento de vidrio, ampliando su
altura hasta los 115 metros, y cambiando su uso al reconvertida en un Centro de
Negocios que se complementó con varias edificaciones horizontales.
Los tres
edificios presentaban una estética rabiosamente moderna. Eran el símbolo de la
nueva Yugoslavia. A ellos se sumarían edificaciones vanguardistas como el Museo
de Arte Contemporáneo, diseñado por Ivan Antić e Ivanka Raspopović en
1960 e inaugurado en 1965, por ejemplo. Durante los últimos años de la
Yugoslavia unida de Tito, se levantarían otros edificios que se convertirían en
emblemas de la nueva ciudad. Entre todos destaca por su presencia la Torre
Genex, que en realidad es una pareja de torres con 35 pisos y 115
metros de altura con un restaurante giratorio en su parte alta. Esta torre, de
estética brutalista diseñada en 1977 por
Mihajlo Mitrović, actúa como una puerta simbólica de la ciudad desde
occidente (se encuentra en el block 33
junto a la autovía E-70 que da acceso
a Belgrado por el oeste). Otros casos podrían ser el Sava Center, uno de los
Centro de Congresos más grandes de Europa concebido en el block 19, por Stojan Maksimović entre 1976 y 1979 o el Hotel
Intercontinental proyectado en 1979 por el mismo arquitecto (hoy es el Crowne Plaza Belgrade).
Aunque en
1990 se levantó el Hyatt Regency Belgrade, las guerras civiles de esa década
supondrían un paréntesis en la evolución de Novi Beograd. Por ejemplo, la Arena
de Belgrado, que estaba destinada a ser sede del Campeonato del Mundo de
Baloncesto de 1994 y había sido comenzada en 1992 según el proyecto de Vlada
Slavica, vio interrumpida su construcción por los conflictos yugoslavos y no
pudo finalizarse hasta el año 2004.
El siglo XXI
ha visto levantar nuevos equipamientos, como el Centro Comercial Delta
City, otro de los hitos recientes, inaugurado en 2007 según el proyecto
de los israelitas Moore Yaski Sivan
Architects (MYS architects). Nuevos proyectos aguardan su construcción,
como el espectacular Centro de Promoción de la Ciencia
previsto en el block 39, diseñado por
el arquitecto austriaco Wolfgang Tschapeller, quien ganó el concurso convocado
al respecto en 2010.
La arquitectura residencial de Novi Beograd.
A pesar de contar
con numerosos equipamientos, Novi Beograd
sigue siendo vista como una ciudad-dormitorio periférica, formada por inmensos
bloques de viviendas repetitivos donde el hormigón armado es el protagonista.
La estricta zonificación o las amplias zonas verdes fuera de escala son
incapaces de proporcionar la riqueza vital que tiene, por ejemplo, el viejo Belgrado
o el vecino Zemun.
No obstante,
en los inicios de Novi Beograd,
existió el deseo de crear ámbitos residenciales modélicos. Es el caso de las
ordenaciones de los blocks 1 y 2 diseñadas por Branko Petricic en 1958 siguiendo la
ortodoxia funcionalista moderna. En la misma línea estuvo el desarrollo del block
21, un conjunto previsto para alojar diez mil personas, diseñado en 1960
por un grupo de trabajo del Instituto
Urbano de Belgrado (Leonid Lenarcic, Milutin Glavicki, Milosav Mitic, Dusan
Milenkovic y Uros Martinovic, quien actuaba como líder del equipo)
No obstante,
más allá de estas propuestas vanguardistas y experimentales, el sector
inmobiliario estatal aceleraría la construcción para dar respuesta a las
urgentes necesidades de vivienda para la numerosa población que llegaba a
Belgrado. Sería entonces cuando se construirían los grandes bloques y torres denostados
por sus residentes en el área suroccidental del Nuevo Belgrado. Inmensas moles
de hormigón armado, anodinas y repetitivas proliferaron allí hasta el punto de
que la zona es conocida por los vecinos
como “blokovi” (los bloques), una
denominación fría, peyorativa, que expresa la falta de apreciación ciudadana por
la zona. El eje principal de “blokovi”
es la calle Yuri Gagarin (Jurija Gagarina)
que separa las manzanas norte (Bežanijski
blokovi) de las del sur (Savski
blokovi). Las primeras incluyen las manzanas 61, 62 y 63, con los
peculiares bloques escalonados proyectados en 1971 por Darko y Milenija Marušić
que se han convertido en el paradigma del barrio. Las manzanas del sur, entre
las que se encuentran la 45 o la 70, por ejemplo, muestran la increíble
repetición de decenas de torres idénticas junto a la vía Yuri Gagarin o de la
reiteración casi infinita de un mismo grupo de tres bloques lineales en forma
de “U” abiertos al sur, hacia el Sava. Pero también la zona central original recibiría
construcciones de esta índole, por ejemplo con los masivos edificios del block 23 proyectados en 1974 por
Aleksandar Stjepanović, Božidar Janković y Branislav Karadžić.
Nuevo Belgrado ha sido denigrado por la crítica (a pesar de
contar con estimables muestras arquitectónicas), apartado de la historia urbanística moderna “oficial”
(aunque siguió fielmente los principios de la Carta de Atenas, con sus virtudes y defectos) y rechazado por
muchos de sus habitantes (que la tachaban de gris, inhumana, de
ciudad-dormitorio, de recinto de marginalidad, etc.). Actualmente, sigue
todavía incompleto y supone un reto muy importante para técnicos y políticos
que aspiran a reorientar su cuestionada realidad.
MUY BUEN ARTICULO.
ResponderEliminarExcelente blog..muy completo e instructivo..
ResponderEliminarInteresante artículo...
ResponderEliminarEspléndido, gracias
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