5 sept 2015

“Nuevo Belgrado” (Novi Beograd), ¿la Ciudad Funcional del doctor Frankenstein?

El tortuoso proceso sufrido por Novi Beograd (Nueva Belgrado) lo ha convertido en un conjunto multiforme y desfigurado muy criticado. Arriba bloques de las manzanas 61, 62 y 63. Debajo a la izquierda el Palacio de Serbia. A la derecha la Torre Genex y la Iglesia ortodoxa de San Demetrio.
Uno de los primeros proyectos de Ciudad Funcional realizados en  Europa arrancaría en Belgrado, la capital de Serbia, a finales de la década de 1940. Esta sería Novi Beograd (Nuevo Belgrado), la extensión de la ciudad pensada para acoger las principales instituciones conjuntas de la naciente República Federal Popular de Yugoslavia y para absorber el gran crecimiento de población producido tras la Segunda Guerra Mundial. La propuesta de Novi Beograd tendría también un alto contenido simbólico. Quería significar la ruptura con un pasado dramático, la expectativa de un nuevo futuro para los eslavos del sur (pues eso es lo que significa Yugoslavia) y, además, ser un escaparate de la versión socialista de la ciudad moderna.
Pero todas esas ilusiones se revelaron infundadas. La ausencia de objetivos claros y compartidos, la falta de visión de conjunto, la excesiva politización, las desavenencias entre los sucesivos planificadores, las variaciones constantes durante el largo proceso, o las diferentes crisis económicas y políticas (incluyendo cruentas guerras como las que desmembraron el país en los años noventa), fueron creando un monstruo multiforme y desfigurado que se asemejaba a un producto del doctor Frankenstein.
Nuevo Belgrado fue una utopía que se desvaneció entre las disputas internas y el pragmatismo de la cruda realidad. Denostado por la crítica (a pesar de contar con estimables muestras arquitectónicas), apartado de la historia moderna “oficial” (aunque siguió fielmente los principios de la Carta de Atenas, con sus virtudes y sus defectos), rechazado por muchos de sus habitantes (que la tachan de gris, inhumana, de ciudad-dormitorio, de recinto de marginalidad, etc.), actualmente, Novi Beograd sigue todavía incompleto y supone un reto muy importante para técnicos y políticos que aspiran a reorientar su cuestionada realidad.

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La Carta de Atenas estableció un modelo urbano que se materializó en numerosas realizaciones parciales y en varias ciudades completas. Entre estas Ciudades Funcionales, las más conocidas son tres obras de “autor” que ya analizamos en un artículo anterior sobre La triada de la Ciudad Funcional: Chandigarh, Brasilia e Islamabad, diseñadas respectivamente por Le Corbusier en 1951, Lucio Costa y Oscar Niemeyer en 1956 y Constantinos Doxiadis en 1959. Los tres ejemplos quedaban lejos de una Europa urbana que había quedado exhausta y dividida tras la Segunda Guerra Mundial. En este contexto, las ciudades del viejo continente se tuvieron que enfrentar a la reconstrucción y, sobre todo, al extraordinario crecimiento de algunas de las principales urbes, que recibían ingentes cantidades de población inmigrante (situación similar tanto en el caso occidental como en el ámbito socialista). Estas circunstancias pusieron en marcha diferentes estrategias de expansión durante el tercer cuarto del siglo XX, que se concretarían en la planificación de ampliaciones singulares como las New Towns vinculadas a Londres o, más tarde, las Villes Nouvelles parisinas, pero también aparecerían casos vinculados al modelo de Ciudad Funcional, aunque en demasiadas ocasiones sería pervertido, generando inmensas ciudades dormitorio (como los Grands Ensembles franceses).
Belgrado fue una de las capitales europeas que tuvieron que plantearse una ampliación urbana muy importante. En pocos años, la ciudad pasó de contar con 300.000 habitantes a superar el millón de personas. Novi Beograd (Nuevo Belgrado) fue la respuesta, una nueva ciudad junto a la “vieja” que pretendía ser una interpretación del funcionalismo en la órbita socialista. Pero las circunstancias políticas que la envolvieron no ayudaron a conseguir los objetivos iniciales. Nuevo Belgrado fue una utopía que se desvaneció entre disputas internas y el pragmatismo de la cruda realidad.

Yugoslavia, un contexto político especial para la nueva ciudad.
Algunos nombres propios acaban representando generalidades. Los sustantivos Balcanes o balcanización, así como el adjetivo balcánico, se han convertido en sinónimos informales de  enfrentamiento, fragmentación, desacuerdo, hostilidad, conflictividad, etc. En realidad, la Península de los Balcanes es una entidad geográfica cuya denominación procede de una cordillera ubicada en Bulgaria, que discurre de oeste a este por el norte del país.
Sus ocupantes han dado a lo largo de la historia muestras suficientes que justifican la asociación negativa de su denominación geográfica. La península ocupa un territorio geoestratégico en Europa que ha conectado grandes rutas y ha separados imperios enemigos. Su carácter de encrucijada la convirtió en un escenario codiciado, que ha presenciado batallas y combates casi permanentes para su control. Por eso, esta región ha sido dominada por casi todas las civilizaciones posibles y, actualmente, se encuentra poblada por etnias diferentes, que profesan diversas religiones y hablan distintos idiomas, mostrando una realidad multipolar.
El paradigma de las particularidades de este territorio fue conocido hasta hace pocos años como Yugoslavia. En el siglo XX se intentó agrupar bajo ese nombre a todos los eslavos del sur, pero el empeño acabó fracasando y desembocó en unas cruentas guerras civiles a finales de la centuria que destrozaron el país y dieron paso a diferentes naciones cuyas relaciones son difíciles.
El primer experimento moderno de unificación se produjo tras concluir la Primera Guerra Mundial, conflicto que transformó radicalmente el mapa político europeo. Entonces se formó el Reino de Serbia, Croacia y Eslovenia, que pasaría a llamarse Reino de Yugoslavia en 1929. Su existencia sería efímera, porque todo cambiaría con la Segunda Guerra Mundial.  Buena parte del reino fue invadido por las potencias del Eje, que se repartieron los territorios “conquistados” (Hitler incorporó Eslovenia a la Gran Alemania, Italia se anexionó Dalmacia, Montenegro y Kosovo, o Bulgaria se quedó con parte de Macedonia), mientras que otras regiones, como Croacia o Serbia, ofrecieron su colaboración a cambio de conservar su autonomía. En ese panorama bélico, surgió la resistencia contra los ocupantes, con dos focos principales: los guerrilleros monárquicos dirigidos por Draza Mihajlovic (los chetniks) que recibían ayuda británica, y los comunistas, liderados por el croata Josip Broz Tito, que llegarían a forjar un verdadero ejército apoyado por los soviéticos.
Al concluir la guerra con la derrota de la Alemania nazi y sus socios, el poder en el reino de Yugoslavia fue asumido por la Junta Antifascista de Liberación Nacional, vinculada a la guerrilla comunista, que era la que había realizado un mayor esfuerzo para liberar el país. Los primeros tiempos fueron caóticos, asistiendo a fuertes represalias contra los colaboracionistas y contra los chetniks, quienes, a pesar de haber luchado contra el fascismo, defendían la continuidad de la monarquía. La Junta convocó una Asamblea Provisional que aprobaría una ley electoral muy favorable a los intereses del llamado “Frente Popular”, formado por los comunistas y sus aliados más próximos. El “Frente Popular” obtuvo una aplastante victoria en noviembre de 1945 y, aupado por el éxito electoral y el apoyo de la población, forzó al nuevo Parlamento a abolir la monarquía y a proclamar una república federal que quedaría integrada por seis territorios asociados (Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Macedonia) y dos regiones especiales (Voivodina y Kosovo, integradas en Serbia pero con un estatus bastante autónomo). El nuevo estado tendría a Belgrado, capital de Serbia, como capital federal.  La República Federal Popular de Yugoslavia sería redenominada en 1963, pasando a llamarse desde entonces República Federal Socialista de Yugoslavia.
Evolución del mapa político yugoslavo. Arriba a la izquierda formación del Reino de Serbia, Croacia y Eslovenia (Reino de Yugoslavia) tras la Primera Guerra Mundial, con la desaparición de los imperios otomano y austro-húngaro. A la derecha, ocupación de Yugoslavia durante los años 1941 a 1943. Debajo a la izquierda, la República Federal Socialista de Yugoslavia, y a la derecha, los países resultantes tras las guerras de la década de 1990.
El nuevo gobierno, de mayoría comunista, estuvo dirigido por el mariscal Josip Broz Tito, idolatrado por la población como un héroe de la resistencia. Su primera labor fue la reconstrucción del país, para lo que implantaría una economía planificada con la ayuda de la Unión Soviética, que se concretaría en un Plan Quinquenal que arrancaría en 1947. Pero pronto comenzaron los desencuentros entre soviéticos y yugoslavos. Los acuerdos entre la URSS y las incipientes “democracias” populares de su entorno serían muy desequilibrados a favor de la primera (que imponía sus reglas). Además, la idea de construcción de una Federación Balcánica amplia (apoyada por Yugoslavia y Bulgaria) encontró el rechazo frontal soviético, ya que la nueva gran potencia mantenía aspiraciones imperiales sobre la zona y deseaba países fácilmente controlables, con partidos comunistas dóciles frente a sus directrices. Los comunistas yugoslavos, con Tito a la cabeza, se opusieron a esta política y la tensión desembocó en la ruptura de relaciones entre los dos estados. El llamado “cisma yugoslavo” supondría la expulsión del país del Kominform (la organización que había sustituido a la Internacional Socialista) y un bloqueo económico durísimo (además de alguna amenaza de invasión), que le sumieron en una profunda crisis. Aislada del bloque soviético a partir de 1948, Yugoslavia se vio obligada a seguir un nuevo modelo económico que le llevó a estrechar sus relaciones comerciales con Occidente posibilitando la obtención de créditos internacionales. No obstante, el Partido Comunista Yugoslavo mantendría el control férreo del país, aunque permitió una relativa liberalización que facilitó movimientos de capital, emigraciones a occidente, la llegada del turismo (con la influencia inevitable sobre las costumbres autóctonas) o el aumento del consumo, lo que propició un periodo de crecimiento acelerado. Así pues, Yugoslavia resistió el envite y Tito, con su “socialismo nacionalista” logró el apoyo de muchos comunistas de otras partes del mundo. En el contexto de la Guerra Fría derivada de las tensiones entre los bloques occidental y soviético, Yugoslavia aparecería como una “tercera vía”, que aspiraba a ser neutral, cuestión que le llevó a liderar el Movimiento de los Países No Alineados y a ser una referencia del entonces naciente “Tercer Mundo”. No sería hasta la muerte de Stalin en 1953 (el enfrentamiento personal entre el dictador soviético y Tito fue muy fuerte) y tras el ascenso al gobierno de la URSS de Nikita Khrushchev, en 1955, cuando se pondría fin al aislamiento del régimen yugoslavo.
Durante los años siguientes, siempre liderados por el carismático Tito, Yugoslavia disfrutó de una gran prosperidad económica. Fueron los años de puesta en marcha del Nuevo Belgrado.
Tito y el presidente de Italia, Giuseppe Saragat, recorriendo Nuevo Belgrado en la visita oficial realizada en 1969.
Pero la estrecha relación de la economía yugoslava con la occidental le llevó a sufrir las consecuencias de la crisis de 1973, incrementando las desigualdades, que ya existían desde el principio, entre las regiones más ricas (Eslovenia y Croacia) y las más pobres (Macedonia y Kosovo). Las inquietudes nacionalistas, que habían quedado larvadas tras la guerra gracias al liderazgo incontestado del mariscal Tito, comenzaron a aflorar tras la muerte de este en 1980. Las fuertes disputas políticas para su sucesión catalizarían una reacción destructiva del inestable estado yugoslavo. Los enfrentamientos entre los “centralistas” (serbios principalmente) y los “federalistas” (casi todos los restantes), que habían estado subyacentes (y que no eran conocidas para el mundo exterior) estallarían en 1981 en Kosovo, con los primeros motines populares, aunque el auténtico detonante del conflicto sería la aguda crisis económica que cerró el largo ciclo de prosperidad yugoslava. La década de 1990 asistiría a una sucesión de guerras civiles que acabarían con el desmembramiento del país. Las repúblicas yugoslavas se irían separando de la federación traumáticamente, dando origen a nuevos estados: Eslovenia, Croacia y Macedonia en 1991, Bosnia-Herzegovina en 1992 y Montenegro, en este caso de forma pacífica, en 2006. Serbia quedaría en solitario (aunque mantiene conflictos internos como el de Kosovo), transformada en una nueva república que mantendría a Belgrado como capital.
Localización de Novi Beograd (Nuevo Belgrado) en los terrenos vacíos de la ribera izquierda del rio Sava junto a su desembocadura en el Danubio.
 Novi Beograd, la desvanecida utopía sobre la nueva ciudad funcional.
Belgrado ha tenido, históricamente, una relación muy particular con los dos grandes rios que la bañan, el Sava y el Danubio, cuestión que fue analizada en un artículo anterior de este blog. La confluencia de ambos cauces determinó la singularidad de una ubicación considerada geoestratégica desde tiempos remotos.  Allí se cruzaban grandes rutas y los dos cauces sirvieron de frontera entre pueblos (separando, por ejemplo, el Imperio Romano de los “bárbaros” del norte, o el Imperio Otomano del Austro-húngaro).  Esa localización fue codiciada por muchos de los pueblos de la antigüedad, circunstancia que propició la creación de dos ciudades enfrentadas durante largo tiempo: Belgrado y Zemun, una a cada lado del  río Sava, junto a su desembocadura en el Danubio. Belgrado llegó a ser la ciudad más occidental del oriental Imperio Otomano y Zemun, fue la más avanzada del Imperio Austro-húngaro. Por eso, en ese lugar se encontraban (y friccionaban) oriente y occidente, lo eslavo y lo germánico, lo islámico y lo cristiano.
La evolución desde la primera fortaleza celta (la Singidunum romana y futura Beograd) o el primer Zemun (la Taurunum romana), hasta llegar a la actual ciudad de Belgrado (que las integra en una única entidad) se trata en un artículo específico de este blog. Aquí nos interesa especialmente, la extensa llanura pantanosa que existía entre ambas ciudades, en la margen izquierda de la desembocadura del río Sava.
Porque entre ambas ciudades, el rio Sava, antes de desaguar en el Danubio, generaba en su ribera izquierda un terreno llano, fácilmente inundable y por eso pantanoso e inhabitable, que era considerado una tierra de nadie, una frontera que separaba los dos poderosos imperios. Por ambas razones, la geográfica y la política, ese territorio se mantuvo deshabitado durante muchos siglos, hasta casi mediados del siglo XX y, sin pretenderlo, apareció como una gran reserva de suelo para eventuales crecimientos urbanos.
Tras la Primera Guerra Mundial se comenzó a estudiar la posibilidad de sanear esos terrenos para posibilitar el crecimiento de la ciudad sobre ellos. Así se recogería en el Plan de Ordenación de Belgrado redactado en 1923 por Djorje Kovaljevski.  Los esquemas para esa “nueva ciudad” respondieron al modelo propugnando por el movimiento de la Ciudad Bella (City Beautiful) y ofrecían una compleja composición geométrica con trazados circulares y reticulares, con diagonales, tridentes o radiales convertidas en grandes avenidas focales. El Plan proponía incluso colonizar la isla de la Gran Guerra que era reconvertida en península a través de un istmo portuario. La propuesta fue muy criticada por considerarla megalómana e irrealizable. En cualquier caso, esa idea inicial quedaría en el olvido durante varias décadas. De hecho, el Plan de 1939 no la incluyó a pesar de que, en 1934, se decretó la anexión a Belgrado tanto del municipio de Zemun como de los terrenos situados entre ambos núcleos, decisión que facilitaba las disposiciones sobre esa tierra baldía intermedia.
Primera propuesta para urbanizar la ribera izquierda del rio Sava (1923, Djorje Kovaljevski) siguiendo el modelo de la “Ciudad Bella”.
La única actuación desarrollada sobre las marismas de la ribera izquierda fue la construcción de la institución ferial de Belgrado en 1938. La Feria se ubicó junto al Puente Rey Alejandro I, pero durante la guerra sería reconvertida en campo de concentración nazi. Su destrucción por parte de los aliados provocó su olvido, hasta que en 1987 se propuso convertir las ruinas de esa antigua feria (Staro Sajmište) en un monumento a las personas que allí fueron asesinadas (en 1992 se redactó un plan para ello pero todavía no se ha puesto en marcha). La ciudad construiría unas nuevas instalaciones feriales  en 1957, en la ribera derecha del Sava, junto al “viejo” Belgrado, según proyecto de Branko Žeželj y Milorad Pantović.
La Feria de 1938 junto al desaparecido puente “Rey Alejandro I”.
No obstante, la ordenación de aquella orilla seguía en la mente de Belgrado. En 1941, el arquitecto Dragiša Brašovan (1887-1965), que contaba con un gran prestigio y que es considerado como el introductor de las vanguardias en Yugoslavia (fue el autor del pabellón nacional en la Expo 1929 de Barcelona) realizó un fallido esquema, que denominó “Sava New Town”, para alojar 500.000 habitantes.
No sería hasta el cambio de circunstancias políticas y económicas producidas por la Segunda Guerra Mundial, cuando volvería a aflorar el tema de la urbanización de esos terrenos.  Tras el conflicto, Belgrado se enfrentaría a un problema triple. En primer lugar debía abordar la reconstrucción de una ciudad que se había visto muy afectada por la guerra. Además, debía responder  a la importantísima presión demográfica provocada por una migración masiva de población de las regiones del entorno hacia la capital. Y finalmente, debía crear las instituciones conjuntas requeridas por la nueva República Federal Popular de Yugoslavia, de la que era capital. La solución pasaba por retomar la antigua idea de “colonizar” los terrenos baldíos junto al rio Sava y en 1946 se presentó una nueva ordenación, muy diferente a la planteada en 1923, siguiendo, en este caso, los criterios de la Ciudad Funcional defendida por los racionalistas del Movimiento Moderno.
Novi Beograd se veía como la oportunidad de zanjar el dramático pasado y la apuesta por un futuro esperanzador. Incluso el terreno disponible abundaba en esta idea. Aquella tierra de nadie, testigo de innumerables batallas, que era el símbolo del enfrentamiento entre culturas y de la desunión, tenía la oportunidad de convertirse en el lugar donde las seis repúblicas del incipiente estado yugoslavo construirían sus instituciones conjuntas, un lugar de encuentro para propiciar un nuevo futuro para los “eslavos del sur”.
La situación de partida para el diseño de Novi Beograd era ideal. El solar era un inmenso “terrain vague” libre de preexistencias, un auténtico “papel en blanco”, sin tan siquiera condiciones topográficas determinantes (salvo la forma de la orilla del Sava) ya que era prácticamente horizontal. La “tabula rasa” preconizada por el Movimiento Moderno era una realidad sin necesidad de acciones agresivas contra el pasado. Además el suelo se convirtió en patrimonio público, eliminando las clásicas tensiones (y especulaciones) originadas por los intereses privados.  Cuando Tito ascendió al poder en 1944 comenzó a limitar la propiedad privada y en 1947, la Asamblea promulgaría una ley por la que se confiscarían los patrimonios de los “enemigos del estado”. Las expropiaciones permitieron el control público del suelo. A partir de entonces, el estado sería el promotor inmobiliario, que facilitaría viviendas a las empresas estatales para que estas las distribuyeran entre sus empleados.
Pero estas hipotéticas ventajas devendrían en problemas. La extraordinaria burocracia estatal comprometería el proceso de asignación de viviendas, la excesiva politización del proceso perjudicaría la aplicación de las ideas técnicas, y la libertad, derivada del “papel en blanco” previo o del carácter público del suelo, favoreció la continua modificación de la ordenación incluso cuando ya habían comenzado las obras. Las dudas alimentaron una sucesión de versiones que también reflejaban las discrepancias entre los sucesivos directores del ente que se creó para el diseño pormenorizado de la ciudad (el Instituto Urbano de Belgrado). Como producto de esta institución, Novi Beograd no sería una obra de autor, sino una producción colectiva.
Поздрав из Београда en serbio cirílico (Saludos desde Belgrado). Hubo un momento en el que Nuevo Belgrado era un orgullo digno de representar en los correos postales la modernidad de la entonces capital yugoslava (imagen de las manzanas 3, 4 y 5)
 El trazado de Novi Beograd.
El verdadero arranque de Nuevo Belgrado se materializó en 1946, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, impulsada por el poderoso Partido Comunista Yugoslavo. El proyecto fue auspiciado por Tito al ver en él la posibilidad de crear la nueva capital para el nuevo estado: Novi Beograd sería el lugar donde se escenificaría la reunión de los pueblos eslavos meridionales y un modelo para crecimientos en otras partes del país.
En ese año, Nikola Dobrović (1897-1967), uno de los arquitectos yugoslavos modernos más destacados, que se había posicionado como líder de la reconstrucción de Belgrado, presentó el trabajo titulado “Esquema para la ordenación de la margen izquierda del río Sava en Belgrado”. Este Plan trazaba una serie de vías radiales y organizaba con todo detalle el sector administrativo de la nueva ciudad (que debía acoger las grandes instituciones de la nueva Yugoslavia), pero dejaba muy poco definida la zona residencial. En cualquier caso, este anteproyecto sirvió para convocar los concursos de los diferentes edificios institucionales (que era lo que realmente les interesaba entonces), solicitando a los arquitectos una reflexión sobre la implantación de cada uno de ellos.
Las propuestas, en general, no seguían los trazados de Dobrović, quien además acabaría siendo apartado de su papel como arquitecto jefe de Belgrado. Entonces se creó el Instituto Urbano de Belgrado, entidad que desde ese momento se responsabilizaría del desarrollo de Nuevo Belgrado. En 1947, bajo la dirección del arquitecto esloveno Edvard Ravnikar (1907-1993) se diseñó una propuesta diferente, que suponía un ejercicio de ortodoxia respecto a la Carta de Atenas (Ravnikar había trabajado unos años en el estudio de Le Corbusier). Desaparecieron las radiales del proyecto de Dobrović y se trazó una trama reticular, fuertemente zonificada, con una rígida jerarquía de tráfico, en la que el espacio urbano quedaba desfigurado a favor de arquitecturas autónomas.
Arriba, propuesta de 1946 para Nuevo Belgrado realizada por Nikola Dobrović. Debajo, la de 1947, dirigida por Edvard Ravnikar y que sustituyó a la anterior.
Entonces comenzaron las obras de estabilización de los terrenos pantanosos así como de los cimientos de los primeros edificios (el Palacio del Consejo Federa y el Hotel Yugoslavia), ocupando a una ingente cantidad de trabajadores llegados de todas las partes de país. Pero el “cisma yugoslavo” frenó el proceso.
Tras varios años de zozobra debidos a la crisis, en 1950 el Instituto, capitaneado entonces por Miloš Somborski  (1902-1983), presentó un Plan para todo Belgrado, en el que por primera vez se incorporaba Novi Beograd (y Zemun). En este Plan, Nuevo Belgrado quedaba dividido en cuatro sectores muy longitudinales y perpendiculares al cauce del Sava, uno destinado a los edificios institucionales mientras que los tres restantes serían para viviendas. Estas áreas eran “cosidas” transversalmente por una gran franja central (alineada con el Palacio del Consejo que se encontraba en obras) que sería rematada en el extremo oeste por una nueva estación de ferrocarril. Una de las curiosidades de este plan era la pérdida de la insularidad de la isla de la Gran Guerra, ya que el brazo meridional del Danubio se cerraba por sus dos extremos y quedaba convertido en un lago con una llamativa forma de corazón.
Mas versiones para Nuevo Belgrado (de arriba abajo, 1958, 1960 y 1962)
No obstante, el Nuevo Belgrado seguiría sufriendo cambios (con las obras en marcha). Ese mismo año 1950, el estudio del detalle para el incipiente núcleo, redactado por Vido Vrbanic, matizaba y modificaba las previsiones del Plan Somborski. En 1955, Stanko Mandric se haría cargo de la dirección de Novi Beograd y de su revisión, con nuevos ajustes. Y en 1958 las responsabilidades recaerían en Branko Petric, quien continuó las transformaciones sobre la marcha. Una nueva revisión para la zona centro se realizó en 1960 por parte de los arquitectos del Instituto, Martinovic, Glavicki, Lenarcic, Milenkovic y Mitic.
Inicio de las obras de consolidación y saneamiento de los terrenos de Nuevo Belgrado en 1961.
La ralentización del proceso derivada de la crisis económica provocada por el “cisma yugoslavo” permitió los continuos cambios de planeamiento y no sería hasta las décadas de 1960 y 1970 cuando Novi Beograd recibiría un fuerte impulso. Ahora bien, la función institucional perdería protagonismo ante el empuje de la construcción masiva de viviendas. La estructura final de Nuevo Belgrado presentaría dos grandes áreas: la norte, vinculada a la ortogonalidad y protagonismo del Palacio del Consejo Federal, y la suroccidental, girada respecto a la anterior para seguir la traza de la orilla del rio y casi exclusivamente residencial. El resultado es un conjunto muy heterogéneo de manzanas (blocks, Блокови) identificadas desde el número uno al setenta y dos, aunque, posteriormente, algunas de ellas fueran subdividas.
Esquema de la numeración de las manzanas (blocks) de Nuevo Belgrado.

La arquitectura no residencial de Novi Beograd.
El primer edificio de la “nueva ciudad” fue el Palacio del Consejo de la Federación yugoslava (actualmente conocido como Palacio de Serbia, Palata Srbije), cuestión muy significativa para comprender la particular evolución de Novi Beograd. Comenzado en 1947 según el proyecto de los arquitectos Vladimir Potočnjak, Anton Urlih, Zlatko Nojman y Dragica Perak, la crisis provocada por el “cisma yugoslavo” supuso su interrupción. El fallecimiento de Potočnjak, líder del equipo, llevó a hacerse cargo del proyecto a Mihailo Janković (1911-1976) quien incorporaría numerosas modificaciones al original, concluyendo su construcción en 1959.
La primera construcción de Nuevo Belgrado fue el Palacio del Consejo Federal, hoy Palacio de Serbia, un ejemplo estimable de arquitectura moderna.
El segundo edificio fue el Hotel Yugoslavia, un hotel de alto standing para alojar a los invitados ilustres del Partido. Su proceso fue también escabroso. Comenzado en 1947, quedó también interrumpido por la crisis y no se pudo finalizar hasta 1969, siguiendo el diseño de un equipo liderado por Lavoslav Horvat. Este hotel resultó afectado por los bombardeos de la OTAN de 1999 y actualmente está ocupado parcialmente por un casino mientras que el resto, adquirido por un grupo inversor griego, espera ser remodelado.
Hubo un tercer edificio “pionero” que tuvo su primera concepción en 1947 pero no sería hasta 1959 cuando se abordó su proyecto definitivo: la Torre Ušće (en serbo, Ушће significa confluencia aludiendo al doble sentido del encuentro de los rios y de los pueblos eslavos). La torre sería proyectada también por Mihailo Janković y construida entre 1961 y 1964 para alojar al Comité Central del Partido Comunista yugoslavo. Su altura inicial de 105 metros la convirtió en un hito para la ciudad. También se vio muy afectada por los bombardeos de 1999 aunque sería reconstruida entre 2003 y 2005, modificando su aspecto original con un revestimiento de vidrio, ampliando su altura hasta los 115 metros, y cambiando su uso al reconvertida en un Centro de Negocios que se complementó con varias edificaciones horizontales.
La Torre Ušće en tres momentos. Tras su construcción, bajo los efectos de los bombardeos de la OTAN de 1999 y su estado actual con una imagen diferente y las edificaciones complementarias que la han convertido en un centro empresarial de negocios.
Los tres edificios presentaban una estética rabiosamente moderna. Eran el símbolo de la nueva Yugoslavia. A ellos se sumarían edificaciones vanguardistas como el Museo de Arte Contemporáneo, diseñado por Ivan Antić e Ivanka Raspopović en 1960 e inaugurado en 1965, por ejemplo. Durante los últimos años de la Yugoslavia unida de Tito, se levantarían otros edificios que se convertirían en emblemas de la nueva ciudad. Entre todos destaca por su presencia la Torre Genex, que en realidad es una pareja de torres con 35 pisos y 115 metros de altura con un restaurante giratorio en su parte alta. Esta torre, de estética brutalista diseñada en 1977 por  Mihajlo Mitrović, actúa como una puerta simbólica de la ciudad desde occidente (se encuentra en el block 33 junto a la autovía E-70 que da acceso a Belgrado por el oeste). Otros casos podrían ser el Sava Center, uno de los Centro de Congresos más grandes de Europa concebido en el block 19, por Stojan Maksimović entre 1976 y 1979 o el Hotel Intercontinental proyectado en 1979 por el mismo arquitecto (hoy es el Crowne Plaza Belgrade).
Aunque en 1990 se levantó el Hyatt Regency Belgrade, las guerras civiles de esa década supondrían un paréntesis en la evolución de Novi Beograd. Por ejemplo, la Arena de Belgrado, que estaba destinada a ser sede del Campeonato del Mundo de Baloncesto de 1994 y había sido comenzada en 1992 según el proyecto de Vlada Slavica, vio interrumpida su construcción por los conflictos yugoslavos y no pudo finalizarse hasta el año 2004.
El siglo XXI ha visto levantar nuevos equipamientos, como el Centro Comercial Delta City, otro de los hitos recientes, inaugurado en 2007 según el proyecto de los israelitas Moore Yaski Sivan Architects (MYS architects). Nuevos proyectos aguardan su construcción, como el espectacular Centro de Promoción de la Ciencia previsto en el block 39, diseñado por el arquitecto austriaco Wolfgang Tschapeller, quien ganó el concurso convocado al respecto en 2010.

La arquitectura residencial de Novi Beograd.
A pesar de contar con numerosos equipamientos, Novi Beograd sigue siendo vista como una ciudad-dormitorio periférica, formada por inmensos bloques de viviendas repetitivos donde el hormigón armado es el protagonista. La estricta zonificación o las amplias zonas verdes fuera de escala son incapaces de proporcionar la riqueza vital que tiene, por ejemplo, el viejo Belgrado o el vecino Zemun.
No obstante, en los inicios de Novi Beograd, existió el deseo de crear ámbitos residenciales modélicos. Es el caso de las ordenaciones de los blocks 1 y 2 diseñadas por Branko Petricic en 1958 siguiendo la ortodoxia funcionalista moderna. En la misma línea estuvo el desarrollo del block 21, un conjunto previsto para alojar diez mil personas, diseñado en 1960 por un grupo de trabajo del Instituto Urbano de Belgrado (Leonid Lenarcic, Milutin Glavicki, Milosav Mitic, Dusan Milenkovic y Uros Martinovic, quien actuaba como líder del equipo)
La arquitectura residencial de Nuevo Belgrado ofrece ejemplos de los ortodoxos primeros proyectos modernos (arriba block 1 y en el medio, block 21) hasta las realizaciones masivas de los setenta (debajo, block 62)
No obstante, más allá de estas propuestas vanguardistas y experimentales, el sector inmobiliario estatal aceleraría la construcción para dar respuesta a las urgentes necesidades de vivienda para la numerosa población que llegaba a Belgrado. Sería entonces cuando se construirían los grandes bloques y torres denostados por sus residentes en el área suroccidental del Nuevo Belgrado. Inmensas moles de hormigón armado, anodinas y repetitivas proliferaron allí hasta el punto de que la zona es conocida por los vecinos como “blokovi (los bloques), una denominación fría, peyorativa, que expresa la falta de apreciación ciudadana por la zona. El eje principal de “blokovi” es la calle Yuri Gagarin (Jurija Gagarina) que separa las manzanas norte (Bežanijski blokovi) de las del sur (Savski blokovi). Las primeras incluyen las manzanas 61, 62 y 63, con los peculiares bloques escalonados proyectados en 1971 por Darko y Milenija Marušić que se han convertido en el paradigma del barrio. Las manzanas del sur, entre las que se encuentran la 45 o la 70, por ejemplo, muestran la increíble repetición de decenas de torres idénticas junto a la vía Yuri Gagarin o de la reiteración casi infinita de un mismo grupo de tres bloques lineales en forma de “U” abiertos al sur, hacia el Sava. Pero también la zona central original recibiría construcciones de esta índole, por ejemplo con los masivos edificios del block 23 proyectados en 1974 por Aleksandar Stjepanović, Božidar Janković y Branislav Karadžić.


Nuevo Belgrado ha sido denigrado por la crítica (a pesar de contar con estimables muestras arquitectónicas), apartado de la historia urbanística moderna “oficial” (aunque siguió fielmente los principios de la Carta de Atenas, con sus virtudes y defectos) y rechazado por muchos de sus habitantes (que la tachaban de gris, inhumana, de ciudad-dormitorio, de recinto de marginalidad, etc.). Actualmente, sigue todavía incompleto y supone un reto muy importante para técnicos y políticos que aspiran a reorientar su cuestionada realidad.

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