Fuggerei, en Augsburgo, es el
proyecto de vivienda social más antiguo del mundo. Imagen de una de las calles
interiores del conjunto.
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Hace quinientos años, en pleno Renacimiento, la Europa septentrional
asistió a la creación de dos desarrollos urbanos que marcaron orientaciones opuestas en la controvertida
relación entre urbanismo y capitalismo. La especulación inmobiliaria y la
responsabilidad social aparecerían, respectivamente, en Amberes y Augsburgo, ciudades que
ocuparon puestos de privilegio en la jerarquía urbana del siglo XVI.
En la ciudad belga, que era entonces la más importante del norte
continental, se ejecutó una ampliación, Nieuwstadt (ciudad nueva), que sería
desarrollada por Gilbert van
Schoonbeke, un hombre de negocios que vio la oportunidad para
obtener grandes beneficios económicos con la planificación y venta de parcelas.
Por su parte, en la ciudad alemana, Jakob
Fugger, el principal banquero de la época, realizó un temprano y pionero ejercicio
de solidaridad construyendo la actuación de vivienda social más antigua del
mundo porque, sorprendentemente, después de tanto tiempo, Fuggerei sigue
funcionando con ese mismo carácter altruista.
La controvertida relación entre Urbanismo y Capitalismo.
La relación entre
capitalismo y urbanismo siempre ha sido muy controvertida. Con la reanimación
urbana en la Baja Edad Media y la aparición de la burguesía mercantil, empresarios
y hombres de negocios comenzaron a ver en la planificación urbana una forma de obtener
grandes beneficios económicos, convirtiendo la ciudad en una mercancía. Son muchos
los ejemplos (principalmente desarrollados a lo largo de los siglos XIX y XX)
en los que se aprecia como la especulación desvirtuó modelos bienintencionados y
levantó propuestas habitacionales que, en demasiadas ocasiones, podían encuadrarse
en la infravivienda más que en una residencia digna.
La necesidad imperiosa de vivienda espoleó la codicia de promotores
privados que acudieron al mundo inmobiliario para amasar fortunas. Pero no todo
es especulación porque el capitalismo también ha sido capaz de producir
espacios para la solidaridad, aunque los ejemplos no sean tan abundantes.
Altruismo y capitalismo podrían ser un oxímoron, pero lo cierto es que
muchos personajes adinerados realizan actos de beneficencia (por razones muy
variadas y a veces no tan filantrópicas como pudiera parecer). En ocasiones, esas
acciones humanitarias se concretan en el mundo de la arquitectura y el
urbanismo. El capitalismo industrial ha dado muestras de ello con la
construcción de grupos de viviendas para trabajadores en condiciones favorables
(aunque se pueden aducir razones interesadas, como la reducción de desplazamientos
para poder extender la jornada laboral en épocas desreguladas, la búsqueda de
la fidelidad de los trabajadores o la creación de negocios complementarios,
inmobiliarios y comerciales, que redundaban en favor de la compañía, por citar
alguna de las más extendidas). En cualquier caso, el “paternalismo” del capital
ha ofrecido tipos muy variados: desde los “palacios sociales” del socialismo utópico del siglo XIX (como el teórico Falansterio de Fourier o el realizado Familisterio de Godin en Guisa) hasta
las colonias de trabajadores vinculadas a una empresa (es el caso de las Arbeiterkolonien alemanas, los villaggio operaio italianos como Crespi d'Adda o las Company Towns como la Pullman Town en Chicago, entre otras muchas). No
obstante, la preocupación por la vivienda social y obrera, así como la búsqueda
de soluciones serían fundamentalmente tareas públicas emprendidas por los
gobiernos de las zonas más industrializadas.
Vamos a analizar dos muestras pioneras que reflejan esas orientaciones
opuestas. Se produjeron hace
quinientos años, en pleno Renacimiento, cuando la Europa septentrional asistió
a la materialización de la especulación
inmobiliaria y la responsabilidad
social en dos desarrollos urbanos realizados, respectivamente, en Amberes y Augsburgo. En el panorama
actual, Amberes y Augsburgo son dos ciudades de tamaño medio con poco
protagonismo, pero durante el siglo XVI ocuparon puestos de privilegio en la
jerarquía urbana europea. En ambos casos destaca el protagonismo de un
personaje relevante en la economía de cada lugar, aunque su enfoque fue muy
distinto.
En el panorama actual, Amberes y
Augsburgo son dos ciudades de tamaño medio con poco protagonismo, pero durante
el siglo XVI ocuparon puestos de privilegio en la jerarquía urbana.
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En la belga Amberes (Antwerpen), que era entonces la ciudad
más importante del norte continental, se ejecutó una ampliación, Nieuwstadt
(ciudad nueva), que sería desarrollada por Gilbert van Schoonbeke, un hombre de negocios que vio la
oportunidad de obtener jugosos beneficios económicos con la venta de parcelas. Nieuwstadt ya no existe porque Napoleón
Bonaparte remodeló drásticamente la zona, pero aquel desarrollo desaparecido marcó
el carácter especulativo que el capitalismo asociaría a la planificación urbana.
Por su parte, en Augsburgo, en
la Baviera alemana, Jakob Fugger, el
principal banquero de la época, realizó un temprano ejercicio de solidaridad
construyendo la actuación de vivienda social más antigua del mundo porque,
sorprendentemente, después de tanto tiempo, Fuggerei sigue
funcionando con ese mismo carácter altruista (con viviendas cuyo alquiler anual
no llega a un euro).
La Nieuwstadt del Amberes
renacentistas: la planificación racional como objeto de negocio.
A lo largo del siglo XVI, Amberes fue el gran foco económico de la Europa
noroccidental. Antes, esa primacía la ostentó la cercana Brujas (Bruggen), pero esta ciudad tuvo problemas
con el calado de su puerto fluvial y acabó cediendo su privilegio a Amberes,
que se convertiría en un centro comercial y de distribución de primer orden
para el Imperio español. La ciudad prosperaría extraordinariamente como
mercado, especialmente de bienes de lujo, así como lugar de producción de
libros (se calcula que hacia 1570, había en Amberes unos 400 editores de libros
que abastecían a toda Europa y a la América recién descubierta). No obstante, a
comienzos del siglo XVII, los inconvenientes de su puerto (que también sufrió dificultades
por la sedimentación) y los conflictos políticos provocarían su declive (hecho
que favorecería la emergencia de Amsterdam como nueva referencia).
Amberes surgió a partir de un antiguo asentamiento galo-romano fundado
hacia el siglo tercero en el estuario del rio Escalda. La ciudad y su
territorio conformaron un margraviato en el Sacro Imperio Romano Germánico que
sería incorporado, en 1406, al Ducado de Brabante (que se integraría en el Imperio español). A partir de la segunda mitad
del siglo XV, Amberes comenzó a crecer con rapidez. De los 20.000 habitantes
censados en 1437 pasaría a los 33.000 en 1489 y a los 55.000 en el año 1526,
sobrepasando los 100.000 residentes en 1565. Esta cifra la situaba en cabeza
del occidente urbano europeo del momento. La explosión demográfica se había
sustentado en una ingente inmigración integrada sobre todo por artesanos,
mercaderes y trabajadores atraídos por el bienestar de la ciudad.
Pero, el futuro le reservaba penurias. La quiebra de la Hacienda Real de
Felipe II en 1575 conllevó el impago de los sueldos de los soldados del ejército
español en Flandes. Para sobrevivir, las tropas se lanzaron al robo y al
pillaje en las zonas donde estaban destinadas. En 1576 se produjo el saqueo de
Amberes, hecho que arruinaría la ciudad además de provocar una matanza (este y
otros ataques a diversas ciudades alimentarían la “leyenda negra” antiespañola
de los Países bajos). La rebelión de la ciudad (que proclamaría la republica
calvinista de Amberes en 1577) desembocaría en el Sitio de Amberes que concluiría en 1585 con la “reconquista” por
parte de los españoles. La población había descendido drásticamente hasta los
45.000 habitantes e iría perdiendo su posición predominante en la región, que
sería asumida por Amsterdam. Amberes ya no recuperaría la primacía perdida.
En los años de bonanza, la ciudad necesitaba numerosas viviendas y espacios
para las actividades económicas, desde almacenes a nuevos muelles portuarios.
Además, en la década de 1540 (y especialmente tras los ataques de Maarten van
Rossum en 1542), Amberes se planteó mejorar sus defensas. Uniendo los dos
requisitos, el emperador Carlos V (Carlos I de España) ordenó una ambiciosa
redelimitación de la ciudad con el levantamiento de una nueva muralla que,
además, de proteger aquella urbe tan codiciada, albergaría la superficie
requerida para el urgente crecimiento. Comenzada en 1542, la fortificación de
Amberes (conocida como la “muralla española”) fue un alarde de la ingeniería militar
de la época capacitada para resistir las innovaciones armamentísticas que se
estaban produciendo. Se concluyó en 1553, convirtiéndose en una referencia para
otras ciudades. Por el norte, el trazado del muro incorporaba una extensión que
serviría como base para un nuevo barrio que recibiría el nombre de Nieuwstadt
(ciudad nueva). Pero esa zona era pantanosa y planteaba serias
dificultades, tanto técnicas como financieras, para levantar las nuevas
protecciones y urbanizar como se deseaba.
Retrato anónimo de Gilbert van
Schoonbeke (1519-1556), el promotor privado que desarrolló la Nieuwstadt de
Amberes.
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Entonces entró en escena Gilbert van Schoonbeke (1519-1556) un hombre de negocios de origen
humilde que supo prosperar y triunfar en aquella Amberes floreciente. En 1549,
logró el encargo para desarrollar esa difícil zona septentrional de la ciudad. Aunque
murió joven, tuvo tiempo de amasar una fortuna considerable, parte de la cual
se apoyó en la venta de parcelas de Nieuwstadt. Dos rasgos
proporcionaron singularidad a esa propuesta urbana de van Schoonbeke.
Por un lado, el trazado, una
propuesta racional típica del Renacimiento, que contrastaba con la trama
medieval que caracterizaba Amberes hasta entonces. El diseño, realizado por el arquitecto
Peter Frans, preveía la ampliación del puerto de la ciudad en el interior del recinto
urbano gracias a la disposición de tres canales longitudinales perpendiculares
al curso del rio (con el que estaban conectados a través de sendos controles).
Dos de estos, el central y el septentrional, eran paralelos entre sí, mientras
que el tercero, el meridional, seguía la disposición del antiguo límite urbano,
con un ligero serpenteo. Los tres estaban comunicados por canales transversales
ofreciendo una extensa línea de atraque para embarcaciones favoreciendo la
implantación de edificios comerciales y almacenes. No obstante, la función de
la Nieuwstadt no fue exclusivamente
económica ya que también se plantearon parcelas para la construcción de
edificios residenciales.
Por otra parte, la Nieuwstadt
sería un ejemplo temprano de promoción
inmobiliaria. Van Schoonbeke ejerció la labor de promotor inmobiliario de
suelo urbanizado, invirtiendo en la infraestructura (incluyendo el lienzo de la
muralla del norte) y especulando con la venta de las parcelas resultantes. Van
Schoonbeke se hizo cargo de todo el proceso, desde la planificación a la
construcción, incluyendo los materiales o la energía necesaria (turba) y el
agua (construyó un edificio-estación de bombeo, el Waterhuis, que suministraría agua tanto al consumo personal como a
las numerosas fábricas de cerveza que se instalaron en la zona). Su temprano
fallecimiento hizo que buena parte de las construcciones se realizaran
tras su muerte. Entre ellas destacaría la denominada Oostershuis (casa oriental)
un gran edificio que ejercería de kontor de la Hansa y que
sería levantado en 1560 por Cornelis Floris De Vriendt (1534-1575), autor
también del Ayuntamiento de Amberes. Además de los espacios mercantiles, la
urbanización preveía parcelas residenciales para la construcción de palacios destinados
a la burguesía enriquecida (que aspiraban a seguir el ejemplo de la strada nuova de Génova, que se construyó durante esos mismos años).
Durante la ocupación francesa, Napoleón Bonaparte decidió
que el puerto de Amberes se debía reconvertir en una base militar para
facilitar un futuro ataque a Inglaterra. En consecuencia, los canales paralelos
que había desarrollado van Schoonbeke se transformaron en dos dársenas (Bonapartedok y Willemdok) conectadas pero separadas por el gran edificio que había
sido sede de la Hansa. Napoléon conservó y aprovechó esa gran construcción como
cuartel. Años despues sería utilizado como almacén hasta que un incendio lo
destruyó. Otro almacen se levantó en ese lugar hasta que fue demolido para
dejar sitio al MAS (Museum aan de Stroom),
un espacio expositivo dedicado a la historia de Amberes, diseñado por Neutelings
Riedijk Architects (ganadores del concurso internacional convocado en 1999),
que abrió sus puertas en 2011.
Fuggerei, en Augsburgo, el proyecto de vivienda social más antiguo
del mundo.
Augsburgo nació junto a la confluencia de dos ríos, el Wertach y el Lech. El
primero es afluente del segundo, y el curso de este sigue unos cuarenta
kilómetros hacia el norte hasta desembocar en el Danubio. Esa estratégica
posición fue advertida por los romanos quienes fundaron en el año 15 a.C. la
colonia Augusta Vindelicum (o Vindelicorum). La ciudad se
desarrollaría impulsada por esa situación de privilegio donde se cruzaban
algunas de las principales vías romanas como la Via Claudia Augusta (que unía el mar Adriático y el curso alto del
río Danubio) o la que recorría los puestos avanzados de la frontera imperial.
En la Edad Media la conexión entre el territorio hanseático e Italia propició
el esplendor de la ciudad desde la segunda mitad del siglo XV hasta finales del
siguiente. Augsburgo sería un importante centro renacentista que contó con
diversas familias pudientes entre las que destacarían los Fugger que se enriquecieron
con el comercio, la minería, la incipiente industria y, sobre todo, con las
finanzas.
La historia de la estirpe comienza con Hans que hizo cierta fortuna como
tejedor y comerciante. Su hijo (Jakob Fugger el Viejo) incrementó
considerablemente la riqueza familiar, pero el miembro más destacado del linaje
sería su sucesor, conocido como Jakob Fugger el Rico (o el Joven). Este Jakob Fugger (1459-1525) fue uno de los
hombres más ricos que ha habido en la historia y formó parte de esa burguesía acaudalada
que financió grandes proyectos en su época y ejerció de mecenas de artistas y
científicos, como también hicieron los famosos Médicis florentinos. Jakob Fugger
fue un avispado hombre de negocios que se hizo con el monopolio del cobre y de
la plata en Europa y apoyó la incipiente industria del hierro. Pero, sobre
todo, Fugger fue el banquero de los Habsburgo y particularmente del emperador Maximiliano
I y de su heredero Carlos V (Carlos I en España, donde se conoció al banquero
como Jacobo Fúcar). Fugger financió buena parte de las incesantes batallas imperiales
para mantener sus dominios y para erradicar la naciente protesta religiosa.
Pero no solo respaldo económicamente al emperador sino también a gran parte de
la aristocracia continental o a la iglesia católica.
Retrato de Jakob Fugger
(1459-1525) pintado por Alberto Durero en 1519. Fugger fue el promotor de
Fuggerei en 1516.
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Fuggerei fue una de las principales obras sociales de Jakob
Fugger, quien quiso ayudar a resolver los problemas habitacionales de sus
conciudadanos más desfavorecidos. Para ello construyó un conjunto de viviendas en
Jakobervorstadt, un barrio que había
nacido como un arrabal extramuros de la ciudad, alrededor de la iglesia de San
Jacob (Jakobskirche) y que fue
incorporado al Augsburgo fortificado con la ampliación de la muralla de 1340.
La forma urbana de Fuggerei recuerda
la de una parrilla de asar. Su mango, apuntado hacia el norte, es la vía Herrengase, el eje principal que recorre
todo el conjunto, y en el que se
ubica la iglesia. Otras siete pequeñas calles conforman el resto de la trama. El
conjunto forma una pequeña ciudadela franqueable a través de cinco puertas que quedan
cerradas durante las noches.
Detalle del plano de Augsburgo del
Civitates Orbis Therrarum en el que se identifica el conjunto Fuggerei (el
norte se encuentra a la derecha de la imagen)
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Ortofoto actual de Fuggerei.
La forma urbana de Fuggerei recuerda la de una parrilla de asar.
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El Fuggerei que conocemos
ahora se levantó en diversos periodos. La construcción original constaba de 52
viviendas y se realizó entre 1516 y 1523 bajo la dirección de Thomas Krebs. En
1582 se inauguró la iglesia de San Marcos (Markuskapelle)
diseñada por Hans Holl. El conjunto se ampliaría en 1880 y en 1938. Los bombardeos
de la Segunda Guerra Mundial afectarían a las dos terceras partes del conjunto,
aunque sería reconstruido tras la contienda. Finalmente, en 1973, Fuggerei se extendería aprovechando los
espacios adyacentes vacíos desde la guerra, completando las 67 casas actuales
que contienen 140 apartamentos. Los edificios constan de dos plantas con
entradas independientes desde la calle y programas similares (sala de estar,
dormitorio, cocina, cuarto de baño y una mínima despensa).
Planta del módulo de dos
viviendas, que cuentan con su entrada individual desde la calle. Arriba, planta
superior y debajo, la planta baja.
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Los candidatos para residir en Fuggerei
debían reunir una serie de condiciones: ser católico, estar en la indigencia
sin deudas, demostrar llevar viviendo en Augsburgo dos años como mínimo, y
comprometerse a rezar tres oraciones diarias por la familia Fugger. El alquiler
anual era simbólico, un florín renano. Cuando los inquilinos veían mejorada su
posición económica, de manera que podían acceder a una vivienda en el mercado
libre, debían ceder su plaza a otros más necesitados.
Fugger dotó de autonomía financiera a su creación. Constituyó una Fundación
a la que dotó de recursos mediante la explotación de unos bosques que cedió
para ese fin. La fundación, independiente del discurrir de los negocios de la
familia, siguió desarrollando su cometido incluso tras la crisis de los Fugger.
En la actualidad, quinientos años después, la Fundación sigue existiendo y
sigue trabajando para el sostenimiento de ese conjunto de vivienda social.
Sorprendentemente las condiciones de ingreso siguen siendo las mismas que cinco
siglos atrás. Incluso el arrendamiento no ha variado y la conversión de la
antigua moneda sería de unos 0,88 euros, es decir, el pago anual del alquiler
supone ¡menos de un euro! En la actualidad es visitable previo pago de cuatro
euros (casi cinco veces el alquiler anual).
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