“Itinerarios para una Arquitectura del Paisaje” ofrece los contenidos principales de la
asignatura que fue impartida en la Escuela
de Arquitectura de la Universidad CEU San Pablo de Madrid por José Antonio
Blasco y Carlos Martínez-Arrarás. El índice del contenido, que sirve de clave para su ordenación, se actualiza conforme se
van incluyendo capítulos nuevos.
En esta entrega (III.5.
Plantas y Espacio) se profundiza en el potencial
paisajístico y espacial de las plantas, como complemento a los aspectos
morfológicos presentados en el capítulo III.3.
III.5. Plantas y Espacio, acercamiento al potencial
paisajístico y espacial de las plantas.
Esta sesión es una iniciación
a la capacidad espacial de las plantas, tomando como base los aspectos
morfológicos presentados en el capítulo III.3. Las imágenes siguientes pretenden
sugerir los cometidos principales con un cierto carácter conceptual, que será
complementado en futuras sesiones dedicadas a presentar especies adecuadas para
cada una de las misiones asignadas y a analizar ejemplos concretos de
paisajistas reconocidos.
Partiendo de la clasificación en tres niveles de
ajardinamiento, presentada en la sesión sobre taxonomía desde criterios paisajísticos (III.2.), se enumeran las misiones
fundamentales de las plantas para la conformación espacial.
Las imágenes son una selección que muestra los
planteamientos espaciales esenciales. Las leyes compositivas de los espacios
arquitectónicos y urbanos tienen plena validez con las plantas, que se
convierten en un nuevo “material” para la generación de espacios.
Nivel 1 (hierbas y plantas)
El estrato inferior agrupa a las especies sin porte o porte
bajo, concretamente las hierbas y plantas (con o sin flores). La misión fundamental de este nivel es el tratamiento de superficies. En
este sentido, podemos hablar de jardinería horizontal (suelos) y vertical (muros-vallas).
Aunque generalmente la jardinería de superficies se centra
en cuestiones de revestimiento y composición de las mismas, las especies de menor
porte también pueden tener misiones más “técnicas”, como la sujeción de tierras
(particularmente en terrenos con pendiente).
Las composiciones ofrecen un amplio catálogo de
posibilidades. Los tratamientos pueden ir desde lo abstracto, con ejemplos como
praderas de césped o trepadoras en vallas y fachadas; hasta lo concreto, con un
alto contenido pictórico, encontrando casos como los parterres de flores ó los
jardines verticales.
Así pues las tareas principales son:
·
revestimiento
·
composición de superficies
·
sujeción de tierras
Los criterios de utilización atienden fundamentalmente a la valoración de texturas y colores.
Si hablamos de jardinería
horizontal, es decir del revestimiento de suelos, deben considerarse, en
primer lugar, los aspectos funcionales derivados de si son superficies
transitables o simplemente actúan como acompañamiento o exposición. Estas
decisiones son determinantes. También es relevante la relación con el resto de
pavimentaciones (tierra, piedra, madera, cerámica, continuos, etc.) y el
mobiliario.
Son muy habituales las propuestas con especies cespitosas o con
plantas tapizantes (del tipo cobertoras o rastreras), y cada vez más, con
gramíneas. Cada caso presenta circunstancias muy diferentes (por ejemplo en cuanto
consumo de agua, o aptitudes del espacio). La jardinería más convencional suele
proponer superficies de césped como plano base sobre la que destacar plantas de
flor de temporada en arriates o borduras que aportan juegos de color (al margen
de otros juegos espaciales con arbustos y árboles).
La jardinería
vertical se orienta hacia el mismo objetivo cobertor (en este caso de paredes,
pilares o vallas). Las plantas denominadas trepadoras (o enredaderas) protagonizan
estas propuestas, aunque también puedan servir algunas especies tapizantes. La actuación
en muros o pérgolas permiten muchas opciones de modificación del espacio
arquitectónico (con los posibles juegos de color, cambios estacionales,
creación de sombras, etc.)
En los últimos años, se están ampliando las propuestas más
tradicionales con muestras como los jardines
verticales (en la línea de las realizaciones de Patrick Blanc), o con la integración
de elementos verdes en la constitución de fachadas arquitectónicas (como
reguladores térmicos por ejemplo).
También hay casos de jardines
singulares que, basados en las plantas de este primer nivel de
ajardinamiento, tienen sus propias claves (desde jardines acuáticos, de
hierbas, hortícolas o incluso dedicados a especies concretas como los cactus).
Nivel 2 (arbustos)
Este estrato recoge las especies de porte medio (vegetación arbustiva)
y su misión fundamental es crear planos o, simplemente,
sugerirlos. Los arbustos, en esta línea de estructuración espacial, pueden:
·
delimitar espacios de una manera más o menos
rotunda,
·
modelar visualmente el relieve, o
·
protagonizar espacios (focalizaciones).
En cualquier caso, estas directrices no agotan las
posibilidades paisajísticas de los arbustos.
Las delimitaciones y envolventes
espaciales suelen constituirse con arbustos de hoja perenne, para
garantizar su función durante todo el año. Las funciones limitadoras tienen
diferentes grados según el tamaño de las especies. Pueden ser simplemente
direccionales, marcando un determinado recorrido a través de borduras, pueden
insistir en este aspecto remarcando además una determinada perspectiva visual,
o puede ser auténticos elementos de conformación espacial, creando “muros”
vegetales y configurando recintos. En estos casos, los setos y pantallas,
permiten en función de tamaños, espesores o especies elegidas, ofrecer
protección con diferentes grados y objetivos (visual, acústica, cortavientos e
incluso defensiva con setos espinosos). Las leyes de la composición arquitectónica
son una base para la conformación de setos.
Una clasificación habitual es la siguiente:
- bordura 40 cm. (define el espacio pero no aísla visualmente)
- seto bajo 70 cm. (define y separa)
- seto medio 120 cm. (aísla visualmente estando sentado, aporta sensación de seguridad)
- seto alto 180 cm. (aislamiento total)
- pantallas 300 cm. (aislamiento total, envolventes)
Los arbustos tienen una gran capacidad de modelado de terrenos. La plantación de
masas arbustivas posibilita acentuar o amortiguar diferencias de cota, pudiendo
modificar los relieves percibidos y corregir visualmente los niveles del suelo.
La Topiaria es
una técnica jardinera que proporciona una determinada forma a los arbustos (e
incluso en ocasiones a los árboles) a través de la poda selectiva. Es, en
cierto modo, la consideración de estas plantas como material de base para
esculpir. Estamos acostumbrados al recorte de setos como topiaria convencional,
pero hay todo un campo expresivo (topiaria ornamental) que, a veces, ofrece
ejemplos muy polémicos, al forzar a las especies vegetales a convertirse en
caricaturas escultóricas.
Ornamentalmente, los arbustos pueden aportar una gran riqueza
visual: por su forma, natural o forzada por la topiaria; por su follaje; por la
floración, o por la presencia de frutos de color que pueden resultar
decorativos. Esto les otorga una gran
capacidad de focalización (pudiendo estructurar composiciones más amplias),
bien como ejemplares aislados o bien formando conjuntos. El atractivo suele
reforzarse gracias a los cambios temporales que experimentan advirtiendo del
momento del año en que se encuentran.
Nivel 3 (árboles)
El estrato superior trabaja con las especies de porte alto,
es decir, los árboles. Su misión
fundamental es la de crear espacios. Los árboles son elementos
arquitectónicos de primer orden para el paisaje ocupándose de:
·
estructurar espacios (recintos, recorridos, cubiertas,
etc.)
·
delimitación
·
focalización
Al
igual que el nivel anterior, los árboles también cumplen un papel ornamental,
en el que se trabaja con una mayor dependencia del carácter de la hoja (persistente
o caduca) y de las transformaciones que conllevan los crecimientos y sus
tamaños finales. También hay que considerar el potencial escultórico de algunas
especies y, por supuesto, temas como texturas, colores, etc.
Al
margen de las consideraciones morfológicas, los arboles también se convierten
en fuente de aromas y sonidos, en reguladores térmicos, tamizadores de luz ó
pulmones urbanos. Pero también hay que conjugar sus riesgos (afecciones
respiratorias de algunas especies, compatibilidades con infraestructuras, adaptabilidades
a medios, etc.). Con todo ello pueden aportar nuevas claves a los espacios.
La
capacidad estructural de los árboles y su extraordinaria presencia los lleva a
convertirse, por lo general, en protagonistas de los espacios donde su ubican.
El valor “columnar” de los troncos o de su porte, especialmente enfatizado en
algunas especies, los ha llevado a ser el acompañamiento habitual de recorridos
y paseos. El deseo de refuerzo de perspectivas lleva, en ocasiones, a acudir a
la topiaria para potenciar la direccionalidad de las alineaciones (aunque esto
solo es posible en determinadas especies).
Los
paseos arbolados pueden formalizar auténticos salones urbanos, en los que los
árboles llegan a ofrecer un techo que, a modo de pérgola, protege al viandante
(del sol, de la lluvia, etc.). Precisamente, esta capacidad tridimensional para
generar techos y cubiertas, permite utilizarlos para crear auténticas salas
hipóstilas.
La gran
variedad de especies, con diferencias morfológicas, de foliación, floración o
frutos, genera un amplio catálogo de portes, texturas y colores, ofreciendo su
capacidad, tanto para focalizar la atención de una composición, como para
establecer fondos sobre los que destacar otros elementos u ocultar vistas
indeseadas.
En
general, es imprescindible conocer la idiosincrasia de cada especie.
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