La Ciudad Lineal ya no existe. Y no existe de la misma forma que tampoco está presente la Ciudad Medieval o la Ciudad Barroca. Nos acompañan rastros de lo que fueron, pero se han transformado de tal manera, que serían irreconocibles para las personas que las crearon.
La Ciudad Lineal, que ideó Arturo Soria para un Madrid distinto y para un mundo diferente al nuestro, ha desaparecido. Ha sido absorbida y distorsionada por el crecimiento urbano de la capital. Pero a pesar de ello, todavía es capaz de dar testimonio de su creador, una figura singular que vivió en un mundo en transformación y de cuyo legado podemos aprender.
Arturo Soria, el personaje
Arturo Soria es un personaje poliédrico en el que destacan tres facetas relevantes:
En primer lugar, su personalidad fascinante. Era inquieto, entusiasta, comprometido, polemista, heroico en ocasiones y visionario. Sus muy variadas actividades le llevaron desde la función pública a la política como diputado, o desde la realización de trabajos técnicos, periodísticos o empresariales hasta la edición de publicaciones, la construcción de una nueva ciudad o al planteamiento de nuevas filosofías. Nunca le frenó la adversidad ni la dificultad de los temas que emprendía, salvo, quizá, cuando tiró la toalla política, desencantado, y centró su actividad en la Ciudad Lineal.
La inquietud que presidió su vida, que podríamos calificar como “hiperactividad”, sorprende desde nuestra mirada actual. Porque en el tiempo en el que Arturo Soria vivió, todo transcurría con mayor lentitud. Sorprende verlo iniciando negocios relacionados con el transporte (el tranvía de Estaciones y Mercados, cuya concesión pidió en 1872 y obtuvo parcialmente en 1877 para unir las estaciones de Atocha y el Norte con los mercados de la Cebada y los Mostenses). Sorprende su propuesta, en 1904, de un ferrocarril subterráneo para Madrid, que no pudo sacar adelante (en 1917 se otorgó la concesión definitiva a quienes desarrollaron el “Metro” de la capital). Sorprende como socio impulsor de un periódico (El Progreso, 1881) y como fundador de otras publicaciones (La Dictadura o La Ciudad Lineal entre las principales). Sorprenden sus inventos, sus artículos, sus conferencias o su febril actividad política inicial.
En segundo lugar, destaca su aportación intelectual al modo de habitar, de vivir de las personas, a la reflexión urbana. Arturo Soria generó una propuesta-modelo de Ciudad Lineal que se convertiría en la principal aportación española al urbanismo internacional de finales del XIX y principios del XX. El proyecto, que nació como una respuesta a la situación de Madrid, fue luego generalizado hasta convertirlo en un modelo de aplicación global. Su originalidad fue reconocida por muchos seguidores que vieron en la construcción lineal de ciudades una propuesta de largo alcance (desde grandes arquitectos como Le Corbusier hasta colectivos como los desurbanistas soviéticos).
La Ciudad Lineal rivalizó con la propuesta anglosajona sobre la Ciudad Jardín que Ebenezer Howard realizó en 1898. Hubo quienes las asimilaron y quienes las enfrentaron. Ambas propuestas son, realmente, dos modelos que responden a un mismo problema urbano y que adoptan diferentes soluciones en la esencia, aunque la formalización edificatoria las pueda acercar.
Por último, Arturo Soria dio el paso que muchos intelectuales no se atrevieron a dar: llevar a cabo su sueño. Su tercera faceta es la que lo en empresario, creando la Compañía Madrileña de Urbanización, con la que promovió su iniciativa. Esta actitud emprendedora, poco habitual en el mundo técnico e intelectual, más proclive a la contemplación o a la crítica, permitió que la Ciudad Lineal fuera tomando forma, en sintonía con las ideas iniciales que la crearon. Esta circunstancia favoreció mucho la coherencia entre la realidad y el modelo, cosa que no solía suceder cuando por una parte se planificaba y, por otra, se edificaba sin tener en cuenta los objetivos del planeamiento. Para crear la Ciudad Lineal de Madrid, Arturo Soria busco socios, arriesgó su capital personal, se vio envuelto en muchos avatares, algunos poco agradables, pero logró sacar adelante la visión que orientó definitivamente su vida. ¿Cuál fue esa visión?
Arturo Soria visionario e innovador (apuntes sobre la Ciudad Lineal)
Para entender a Arturo Soria, hay que recordar que vivió un tiempo de cambios sociales profundos que afectaban de manera trascendental a la ciudad y por supuesto a la forma de vida de los ciudadanos. De hecho, ese final de siglo asistió a la aparición de muchas propuestas urbanas y arquitectónicas que compartían una inquietud común: la ciudad heredada era inadecuada para la nueva sociedad y debía ser transformada.
Es la época de grandes obras de infraestructura que modifican la forma de habitar (la aparición del ferrocarril o la traída de aguas son dos de las más significativas). Esto llevó a muchos pensadores a proponer una política de descentralización de la ciudad (en Madrid, Fernández de los Ríos, por ejemplo) dando base a propuestas de ciudades alternativas que negaban la ciudad antigua. A toda esta situación se le unió un hecho que, en aquellos años fue foco de graves problemas, la aparición de una clase obrera que estaba migrando masivamente a la ciudad, sin encontrar ni alojamiento digno ni la comprensión de la burguesía dominante.
Todo este caldo de cultivo dio origen a una serie de filosofías sobre la “ciudad contemporánea” que alumbraron modelos y propuestas urbanas. Muchas de ellas estaban concebidas por pensadores reformistas sociales. Entre ellas destaca la propuesta de Ciudad Lineal de Arturo Soria.
Arturo Soria realizó una crítica profunda a Madrid, describiéndola como una ciudad muy insatisfactoria. Partió de los índices de mortalidad derivados de la falta de higiene, siguió con la inadecuación para el transporte moderno debido a la existencia de calles muy estrechas, y continuó con los elevados costes de suelo o vivienda, fruto de fuertes especulaciones, que segregaban socialmente la ciudad. También vertió su crítica sobre las edificaciones en altura y las dificultades que ofrecían para la convivencia y para la salud.
La disposición urbana lineal no era una novedad (esta fórmula se encuentra, por ejemplo, en el urbanismo espontáneo desde la Edad Media, en la que las vías de acceso a la ciudad eran acompañadas por edificaciones en las proximidades de la urbe).
Pero lo que si fue innovador, fue hacerlo con racionalidad, de forma planificada, a partir de una reflexión sobre las necesidades de una sociedad. Arturo Soria inaugura un “urbanismo de ideas” realizables, que superaba la planificación organizativa de ciudades romanas, coloniales o de Ensanche para convertirse en una propuesta ideológica que se nutría de aspectos sociales (convivencia), económicos (transporte, precios de suelo) y que iba a determinar el tipo de vida de sus habitantes (baja densidad, propiedad urbana, jardín-huerta, proximidad del campo y de la ciudad)
Cruce de la Ciudad Lineal con la N-II |
La innovación intelectual y técnica consistía en proponer un trazado urbano lineal, fundamentado en el transporte y que buscaba la coherencia con su eficacia y rendimiento (“la línea recta como camino más corto para unir dos puntos”). En la propuesta era fundamental limitar la anchura de la ciudad. Esto permitía la accesibilidad rápida tanto al eje principal de transporte y comunicación (entre partes de la Ciudad Lineal o entre ésta y el Madrid “antiguo”) como al exterior, al campo que podía ser trabajado y disfrutado por los habitantes de la Ciudad (“ruralizar la vida urbana, urbanizar el campo”). Finalmente concretaba la propuesta edificatoria con viviendas aisladas en cada parcela (“Para cada familia una casa; en cada casa una huerta y un jardín”) y equipamientos suficientes para garantizar mucha autonomía.
La descripción es sencilla: El ferrocarril (tranvía) marcaría el eje principal (40 m. de ancho y longitud ilimitada) al que se adosarían grandes manzanas (de 300 m. de longitud y 200 m. de anchura), separadas por ejes transversales (20 m.). Las grandes manzanas se dividían en lotes para acoger tipologías variadas. Se proponías desde grandes parcelas frente al eje principal a medianas en los ejes laterales y pequeñas en la parte trasera. Sobre estas parcelas, en función de su superficie, se levantarían edificaciones (con edificabilidad y ocupación limitada) acordes al poder adquisitivo de cada propietario. El centro se reservaba para equipamientos o espacios de actividades productivas. Y algunas de las manzanas también podrían ser utilizadas completamente para equipamientos de infraestructuras, de ocio, de servicio. La línea-eje principal era el soporte racional desde el que se distribuirían los suministros (agua, luz) y el de contendría servicios como kioscos de venta de productos.
Finalmente la Ciudad Lineal se convertía en una fórmula para “colonizar el mundo” ya que las líneas urbanas (que podrían conectar Cádiz y San Petesburgo como dijo Soria) podrían tramar el territorio de forma que los vértices fueran las ciudades “viejas” (las invertebradas) y los lados, las ciudades lineales (vertebradas). La propuesta para Madrid proponía la limitación de la “ciudad vieja” y el crecimiento urbano a través de la conexión de los municipios satélite por medio de la Ciudad Lineal.
La ciudad lineal, más allá de su configuración formal, que permanece vigente, responde a unas claves circunstanciales que actualmente continúan teniendo sentido. Arturo Soria plantea con su propuesta de Ciudad Lineal una particular anticipación de la filosofía de la sostenibilidad que caracteriza nuestra época. La visión clásica de la sostenibilidad busca la unión entre los objetivos del medio ambiente, la economía y la sociedad. Si pensamos en el interés por la salubridad (trasladando la salud humana hacia la del planeta que, en última derivada, viene a ser lo mismo), en el ahorro de tiempo y dinero gracias al planteamiento racional del transporte y en la mezcla y convivencia social de todos los ciudadanos, podemos intuir que los grandes temas de la sostenibilidad se encuentran de forma embrionaria en la Ciudad Lineal.
Por otra parte, en el ámbito empresarial, Arturo Soria fue también un innovador.
Arturo Soria, seleccionó una ubicación fuera del término municipal de aquel Madrid, más allá del Arroyo Abroñigal (lo que lo alejaba de sus gobernantes y reglamentaciones y también de los altos precios del suelo), y marcó el eje de su Ciudad Lineal sobre, aproximadamente, el camino de la cuerda (línea de cumbrera de la divisoria entre la vertiente del Jarama y del Abroñigal). Fundó la Compañía Madrileña de Urbanización y adquirió los terrenos para dar comienzo a una aventura empresarial que también participó del carácter innovador de su creador.
En primer lugar porque no es una propuesta realizada por un capitalista con una fuerte capacidad inversora, sino que arranca una iniciativa buscando la financiación social a través de la suscripción popular de acciones de la futura empresa promotora. Fue la primera iniciativa de “ciudad privada” ya que la financiación se resolvió totalmente sin la aportación de capital público (aunque se había intentado sin conseguirlo)
En segundo lugar porque anticipa la función de la empresa promotora como una empresa de servicios auxiliares (tranvía, agua, luz, dotaciones de ocio, etc.) de forma que la urbanización y edificación se ve apoyada, tanto porque la empresa no se desentiende de sus productos (sigue presente en una estrategia de permanencia junto a los usuarios alejado de la característica venta con desvinculación posterior), como porque está ofreciendo complementos necesarios para la adecuada vida en la zona. Además, el planteamiento supone una diversificación de negocios, que si bien se encuentran asociados a una misma zona, operan en sectores diferentes posibilitando una vida más estable a la empresa.
En tercer lugar, es innovador por que anticipa el marketing inmobiliario, más allá de la publicidad de venta de producto, sino como base de justificación, información, convencimiento a través de la revista “La Ciudad Lineal” que será la primera revista con un contenido especializado en un nuevo campo: el urbanismo. Sale en 1897 y se adelanta en casi 7 años a “Der Städtebau” la clásica que aparece en Berlín y Viena en 1904. La revista, que se denominaba “La Ciudad Lineal. Revista de higiene, agricultura, ingeniería y urbanización” tuvo continuidad hasta 1932.
El resultado de todo ello fue La Ciudad Lineal, que se convirtió en un modelo de éxito entre los urbanistas, quienes adaptaron sus principales aportaciones a contextos y épocas diferentes. Hasta el punto de que estas propuestas la acabaron convirtiendo en una “estrategia de actuación urbana”, vigente en la actualidad, aunque muy alejada de las intenciones de Arturo Soria.
Pero el legado real de Arturo Soria no es un legado formal para los técnicos. Su herencia, más allá de su contribución a crear el Madrid que hoy habitamos, se concreta en un espíritu reivindicativo que afecta a esas tres facetas comentadas anteriormente. Existe un legado de Arturo Soria que es, a la vez, personal, intelectual y empresarial.
El legado personal comienza reivindicando el HUMANISMO, como conexión entre saberes de diferentes disciplinas buscando la hibridación entre ellas (la innovación suele aparecer a partir de la interrelación entre conocimientos). En una época como la nuestra, de gran especialización, en la que cada persona domina una pequeña parcela del conocimiento, este legado nos anima a levantar la vista para intentar integrar y comprender lo demás y a los demás. Arturo Soria buscó unir todos sus talentos para mejorar una ciudad en la que malvivían muchos de sus conciudadanos.
El legado intelectual también reivindica el INCORFORMISMO en el pensamiento, en la creación. Es un legado destinado a los responsables urbanos (técnicos como arquitectos, urbanistas e ingenieros, o políticos). Para que mantengan un observatorio permanente sobre la realidad y apuesten por la innovación necesaria en cada momento, para que se alejen de la actitud sumisa de aceptar soluciones heredadas que pueden haber perdido vigencia, para tener permanentemente alerta la capacidad de detectar problemas y la búsqueda constante de soluciones coherentes con las necesidades de la sociedad en cada momento.
El legado empresarial reivindica una actitud de COMPROMISO con la sociedad. Los empresarios del sector inmobiliario son importantes en la construcción de la ciudad y, especialmente en una época como la actual en la que se han evidenciado muchos errores cometidos en la actividad urbanística e inmobiliaria, deben fundamentar su actividad en la responsabilidad, con la eficacia, la sostenibilidad, la permanencia y la ética. La propuesta de Arturo Soria que, evidentemente se basaba en la consecución de un negocio, buscaba solucionar necesidades sociales reales. La empresa comprometida es la que, además de sus evidentes fines económicos, busca en su actividad la mejora de la sociedad en la que actúa.
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