En ocasiones, la Tecnología aparece como catalizador de todos los buenos deseos de la humanidad (por ejemplo con la mirada que ya en 1624 ofreció sir Francis Bacon en su libro “Nueva Atlántida”). Bacon imaginó máquinas que contribuían a crear una sociedad perfecta. Pero también la tecnología es observada como consecuencia de la locura humana (en este caso sirve como ejemplo el “Frankenstein” de Mary Shelley de 1818). Shelley advertía de los males que pueden derivarse de la mala dirección de la ciencia.
Actualmente tenemos ejemplos de todo tipo. En la parte negativa de la balanza podemos aportar los desastres derivados de la tecnología fuera de control (desde los errores informáticos que pueden desequilibrar las Bolsas de Valores hasta los fallos de extracción de petróleo que contaminan mares). Incluso podemos temer que el futuro tecnológico sea peor de lo que hoy podemos imaginar. Los agoreros que se preparan para lo peor, predicen máquinas inteligentes que esclavizarán a los creadores humanos o avanzan guerras de destrucción absoluta.
Pero también se encuentran los optimistas que auguran la fusión entre máquina y humanos intuyendo una tecnoutopía que elimine los problemas de salud, vejez o incluso muerte. Sobre esto, es interesante leer las reflexiones de Ashlee Vance sobre lo que los visionarios del Silicon Valley denominan “La Singularidad”. Los muy optimistas partidarios de estas teorías (entre los que se encuentran Raymond Kurzweil o los responsables de Google, Sergey Brin y Larry Page) creen que la innovación transformará la vida hacia un escenario en el que las tribulaciones actuales habrán desaparecido. Pero Vance intuye un futuro dividió entre los “Poseedores” (con una inteligencia superior, una posición de dominio y un escenario vital de cientos de años) y los “Desposeídos” (con su forma corpórea inevitable, sin opción a decidir, e imbuidos de creencias).
La tecnología siempre estará bajo sospecha.
Actualmente tenemos ejemplos de todo tipo. En la parte negativa de la balanza podemos aportar los desastres derivados de la tecnología fuera de control (desde los errores informáticos que pueden desequilibrar las Bolsas de Valores hasta los fallos de extracción de petróleo que contaminan mares). Incluso podemos temer que el futuro tecnológico sea peor de lo que hoy podemos imaginar. Los agoreros que se preparan para lo peor, predicen máquinas inteligentes que esclavizarán a los creadores humanos o avanzan guerras de destrucción absoluta.
Pero también se encuentran los optimistas que auguran la fusión entre máquina y humanos intuyendo una tecnoutopía que elimine los problemas de salud, vejez o incluso muerte. Sobre esto, es interesante leer las reflexiones de Ashlee Vance sobre lo que los visionarios del Silicon Valley denominan “La Singularidad”. Los muy optimistas partidarios de estas teorías (entre los que se encuentran Raymond Kurzweil o los responsables de Google, Sergey Brin y Larry Page) creen que la innovación transformará la vida hacia un escenario en el que las tribulaciones actuales habrán desaparecido. Pero Vance intuye un futuro dividió entre los “Poseedores” (con una inteligencia superior, una posición de dominio y un escenario vital de cientos de años) y los “Desposeídos” (con su forma corpórea inevitable, sin opción a decidir, e imbuidos de creencias).
La tecnología siempre estará bajo sospecha.
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